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Pocas
veces como en esta caso el positivismo ha echado tantas raíces que los intentos
de cambiarlas son aplastadas por los enormes troncos que ellas alimentan.
Todo
lo que hemos explicado en este libro, todo lo que tiene que ver con conocer,
entender, interpretar, empatía, conciencia histórica, interpretación, etc.,
refuta por sí mismo al paradigma positivista de conocimiento donde este es
confundido con grabar información de memoria y luego expelerla, como un
excremento que, obtenida la sacrosanta nota alta, es abandonada como una costra
artificial que nunca, por supuesto, formó parte de nuestro mundo vital.
Hay
que distinguir. La cuestión no es la educación formal, que como tal no es sino
un mayor método[1]
aplicado a un contenido cultural del mundo de la vida. La cuestión es la
educación formal positivista, donde la misma estructura del aula implica una
voz regente y manos que anotan y repiten. Puede infiltrarse de vez en cuando
alguien que quiera dialogar y hacer comprender (eso es enseñar) pero tiene que
luchar con sus colegas, con el sistema, con los alumnos, que se asombran de que
alguien no los coacciones, con los padres, con decanos, con rectores y hasta
con el sistema de acreditación. Las transformaciones no consisten en héroes
anónimos, sino en un sistema que funcione con los incentivos normales para la
naturaleza humana.
Hay
estudios históricos profundos que ven con comprensión a este período
positivista, emergente de una razón instrumental típica del Iluminismo del s.
XVIII[2].
Ya es historia la historia de la “escuela nueva”[3]
que trató de solucionar el tema sin salir sin embargo del esquema anterior de
aula y escuela anterior. Y hay, por supuesto, gente que se da cuenta de que las
nuevas tecnologías de la comunicación no pueden ser compatibles con ese esquema
antiguo de aula, pero no saben cómo decirlo ni qué hacer. Hay voces que
critican al sistema educativo proponiendo la creatividad[4],
pero no proponiendo un cambio radical del sistema. Y hay voces aisladas que lo
hacen[5]
pero quedan más ignoradas que las propuestas de teletransportación, viajes en
el tiempo o a través de los agujeros negros.
Pero
“la” propuesta de reforma no es una propuesta impuesta coactivamente, de modo
contradictorio, por los poderes del estado. Consiste justamente en acabar con
el monopolio estatal coactivo en materia educativa, que convierte en casi
imposible cualquier transformación y realimenta el totalitarismo inamovible de
los sindicatos educativos aferrados de manera absoluta a un sistema positivista
que luego “creen” que critican citando a autoritarios de izquierda como Freire[6].
Que a las diversas universidades libremente creadas pueda entrar cualquiera que cumpla con los requisitos de
ingreso, que a las empresas y diversos trabajos pueda entrar cualquiera que cumpla con los requisitos de
ingreso, que para todo ello no sean más necesarios títulos “oficiales” es precisamente lo que incentivará
propuestas pedagógicas diversas que tendrán que competir entre sí por un
público NO cautivo, cuya creatividad
posterior preparará mejor para fundar el propio emprendimiento y no depender de
una empresa a la cual entran sólo egresados con el “título oficial”.
La
escuela formal positivista sigue siendo en casi todo el mundo un ícono, una
especie de tótem al cual se ofrecen sacrificios humanos, esto es, todos
nosotros pasando allí entre 18 y 20 años de nuestra existencia. Es tal vez el
símbolo más importante del súper yo racionalista, y por ello, tal vez, es tan
difícil matar al padre.
Hasta
entonces, seguiremos siendo las pilas de la Matrix, mientras los Morpheous y
los Neos forman parte de un submundo de contrabando.
[1] Zanotti, Luis J.: La misión de la pedagogía, Columbia,
Buenos Aires, 1967.
[2] Zanotti, Luis J.: Etapas históricas de la política educativa,
op.cit.
[3] Op.cit.
[4] Ya son famosas al respecto las
conferencias de Ken Robinson, por ejemplo https://www.youtube.com/watch?v=0xnd8YIjt80 . Pero todo queda en la nada,
porque las legislaciones estatales de todo el mundo impiden la creatividad del
alumno.
[5] Landolfi, H.: Educación para la fragilidad, Buenos
Aires, Dunken, 2015, y, del mismo autor, Psicología,
Filosofía y Educación, Dunken, Buenos Aires, 2017.
[6] Al respecto ver Zanotti, Luis J.: “El
cuestionamiento de las instituciones escolares”, en IIE, Revista del Instituto de Investigaciones Educativas, (I),
1975: “…El gran adalid de esa educación dialógica es
hoy la figura del brasileño Paulo Freire. El diálogo como esencia de la labor
educativa. ¿Quién puede negarlo? Supongamos que esta exposición fuera un modelo
de educación bancaria, según lo que dice Paulo Freire. Yo habría traído acá una
posición para que los lectores la reciban pasivamente. Habría hecho el depósito
bancario en los lectores que me habrían leído pasivamente. Supongamos que esto
haya ocurrido así. Aquí entonces no hubo ni educación ni nada que se le
parezca. Simplemente no hubo nada. Si entre los lectores y el autor de este
texto de alguna manera no se ha establecido un esquema de participación mental,
aunque no lo hayamos explicitado mediante preguntas y respuestas y diálogos y
grupos operativos de trabajo, aquí no ha pasado nada. Pero si han quedado
dudas, reflexiones, si los lectores han seguido el hilo del pensamiento aquí
escrito, si quedan reflexionando sobre el tema con ansias de buscar
bibliografía, de realizar consultas, entonces aquí ha habido educación
dialógica, es decir, ha habido educación, porque hay una sola educación que es
la educación y que es dialógica: existe cuando hay diálogo, cuando hay
participación: entre unos y otros y el resto no existe. No hay una metodología
de "clase magistral" de la cual debemos abjurar y una clase con
diálogo y participación: hay clase o no hay clase. Hay clase cuando el
profesor, aunque hable una hora entera, entra en participación con los alumnos
y estos lo siguen, razonan con él, lo escuchan, meditan en lo que dice. Así
como hay también clase cuando se va dialogando en voz alta. Cuando no ocurre
nada de esto, entonces no hay educación dialógica, simplemente porque no hay
educación. Pero hoy se toma la bandera del diálogo, se la levanta y luego se la
escarnece inclusive, porque se oyen exámenes donde los alumnos, tartamudeantes,
anhelantes, nerviosos y asustados repiten la posición de Paulo Freire para
tratar de que el profesor le ponga la nota con la cual van a aprobar y obtener
el certificado formal de un saber en el más puro esquema de la "educación
bancaria" de Paulo Freire. Pero eso es simplemente la burla a la cual
llegamos y la prueba de que muchas de estas cosas se están manejando con
intenciones a veces simplemente exhibicionistas y en otras ocasiones con
intenciones de destruir algo para llegar a otro tipo de esclavitudes mucho
peores”. (El subrayado es nuestro).
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