domingo, 20 de abril de 2025

LUDWIG VON MISES Y EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL

 "....Supongamos que existe ya ese banco internacional creador de medios fiduciarios cuya clientela abarca toda la población terrestre. Para lo que aquí nos interesa, carece de importancia el que esos sustitutos monetarios tengan acceso directo a las respectivas tesorerías de las personas naturales y jurídicas que han de emplearlos o que, por el contrario, sean retenidos por los diversos bancos centrales como reservas respaldando los sustitutos monetarios nacionales emitidos por estas instituciones. Lo importante es que, efectivamente, existe una moneda internacional uniforme. Tanto los billetes como el dinero-talonario (checkbook money) nacional pueden ser canjeados por los sustitutos monetarios que el banco internacional emite. La necesidad de mantener la paridad entre la moneda nacional y la internacional coarta la capacidad de los respectivos bancos centrales para hacer expansión crediticia. El banco mundial, en cambio, sólo se ve refrenado, en este sentido, por aquellos factores que invariablemente tasan la expansión crediticia por parte de un banco único que opere en un sistema económico aislado o en todo el mundo. Supongamos, asimismo, que el banco internacional no emite sustitutos monetarios una parte de los cuales serían medios fiduciarios, sino que, por el contrario, lo que crea es dinero fiat internacional. El oro ha sido desmonetizado. El único dinero circulante es el de esa entidad internacional. Puede ésta, desde luego, incrementar la cantidad de dinero existente, siempre y cuando no lleve las cosas hasta el punto de provocar la crisis de desconfianza y el derrumbamiento del sistema monetario. De este modo se realiza el ideal keynesiano. Hay una institución que puede ejercer una «presión expansionista sobre el comercio mundial»

"...Sería vano objetar que estos problemas no se plantearon con motivo de la creación del Fondo Monetario Internacional, llegándose fácilmente a un acuerdo en lo referente al destino que convenía dar al capital de la institución. Porque la Conferencia de Bretton Woods se celebró en circunstancias muy especiales. Muchas de las naciones participantes dependían entonces enteramente de la benevolencia económica de los Estados Unidos. No podían sobrevivir si dejaban de luchar por su respectiva libertad, proporcionándoles armamentos mediante el préstamo y arriendo. El gobierno de los Estados Unidos, por su parte, no veía en esos acuerdos monetarios más que una fórmula hábil para proseguir tácitamente el sistema de préstamo y arriendo al finalizar las hostilidades. Los Estados Unidos estaban dispuestos a dar y los demás países —especialmente las naciones europeas, casi todas aún ocupadas por los ejércitos alemanes, y los pueblos asiáticos— a tomar cuanto se les ofreciera. Los problemas en cuestión saldrán a relucir tan pronto como la actitud de los Estados Unidos ante los problemas financieros y mercantiles deje de ser tan confusa como lo es actualmente y se haga más realista".

"... El Fondo Monetario Internacional no ha conseguido los objetivos que perseguían sus patrocinadores. Mucho en verdad se habla y se discute con motivo de las reuniones anuales que el mismo celebra; en ellas, a veces, incluso se puede escuchar pertinentes observaciones y acertadas críticas de la política monetaria que hoy siguen los gobiernos y sus bancos de emisión. El Fondo sigue, sin embargo, operando con dichos bancos y gobiernos, y considera que su fin primordial es auxiliar a unos y a otros para que puedan mantener tipos de cambio a todas luces arbitrarios, dada la expansión monetaria que de continuo practican. Las normas monetarias que aplica y recomienda son sustancialmente aquéllas a las que, sin éxito, han recurrido siempre, en casos similares, todos los arbitristas monetarios. La errónea política monetaria que hoy impera por doquier sigue adelante sin preocuparse para nada ni del Fondo Monetario ni de los acuerdos adoptados en Bretton Woods".

Human Action, 1949, cap. XVII.

domingo, 13 de abril de 2025

SOBRE EL INTEGRISMO

 (Ensayo publicado en Boletín de Teología FEPAI, Año 38, N. 76, 2º semestre 2022).

1. Introducción.


A lo largo de los milenios, las religiones politeístas de las religiones antiguas eran un sistema cultural completo, “integral” donde el sistema social era también el resultante de la adoración a los dioses(1) . En sus mitologías se conjugaban, como si fueran una sola cosa, tres aspectos que hoy consideramos distintos: lo religioso, lo político y lo científico(2). El rey-dios era al mismo tiempo sumo sacerdote y sumo gobernante, y consultaba su destino al oráculo y sus escribas, para lo cual estos últimos utilizaban lo que hoy llamaos geometría, matemáticas y astronomía, a veces muy avanzadas. Pero era todo una sola cosa, de tal modo que si se ponía en tela de juicio uno de los tres aspectos, tambaleaba todo. Por eso la libre crítica en política y en ciencia era incompatible con la estabilidad del mito. Con lo social sucedía lo mismo. Las normas sociales, entre las cuales estaban las políticas y jurídicas, dependían de la narrativa del mito. Incluso en el antiguo Israel el libro del Levítico cumplió esa función. No fue sino hasta el advenimiento del Cristianismo cuando sus primeros pensadores entraron en diálogo con fuentes del Derecho y la Filosofía que habían provenido de los esfuerzos de la sola razón, lo cual implica todo lo contrario del Integrismo. Pero a eso volveremos después.


2. El Integrismo hoy y su problema hermenéutico fundamental. 


Aún hoy subsisten lecturas del Islam y del Cristianismo según las cuales, aunque lo divino no se confunda con lo humano, la Revelación jugaría un papel esencial en la legitimación del gobernante temporal y también en la legitimidad del orden jurídico. El problema fundamental de esos integrismos es hermenéutico, o sea, un problema de interpretación. Esto es, la ignorancia, la falta de la toma de conciencia de las “mediaciones hermenéuticas” que son necesarias para afirmar juicios singulares, prudenciales, en materia social, ante las cuales NO son suficientes las fuentes habituales de la Revelación (en el Cristianismo, al menos, ellas son: Las Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia). Esas mediaciones son:

a) El estado de determinadas ciencias sociales en determinada circunstancia histórica Aunque a partir de los 60 es habitual que los teólogos católicos admitan sin problema la autonomía relativa de las ciencias naturales (3) , no les ha sido tan fácil con las sociales. Ello es así porque la ética da la impresión de que la ética social fundamental abarca lo esencial de lo social, dejando todo lo demás a detalles meramente técnicos de administradores y abogados. Y ello, a su vez, porque no han tenido suficiente contacto con la tradición del orden social espontáneo, donde el objeto de las ciencias sociales son las consecuencias NO intentadas de las interacciones sociales (4), las cuales no entran directamente en el famoso trípode del objeto, fin y circunstancia del acto moral. Que yo piense que el dólar va a subir no es ninguna mala intención. Ahora bien, cuando yo y varios millones más pensamos eso, demandamos más dólares y el precio del dólar aumenta. Eso es lo que se llama una consecuencia no intentada, tema que escapa al ámbito específico de la ética social fundamental. Eso es la autonomía relativa de la economía, del derecho y la economía, de la ciencia política, ámbito que por lo demás fue adelantado por los escolásticos del s. XVI, que no de casualidad hablaron por primera vez de la des-clericalización del sistema político. 

b) La evaluación de una determinada circunstancia histórica a la luz de lo anterior Por lo tanto, la ética social fundamental no es el único elemento de juicio para juzgar una época histórica: hay que recurrir al aporte de esas ciencias sociales que tienen esa autonomía relativa. Hoy podemos mirar con buenos ojos a la democracia ateniense como una evolución de la libertad política, pero porque HOY tenemos desarrollados ciertos elementos de ciencia política que derivan del constitucionalismo de los EEUU, que no depende de la Revelación ni la contradice.

c) La aplicación prudencial de (a) y (b). Pero como ha explicado muy bien John Finnis (5) se ha perdido conciencia de que la mayor parte de temas sociales son cuestiones prudenciales, donde la conclusión se obtiene de dos premisas. Una general, sí, que puede entrar más en contacto con una ética social en diálogo con lo religioso; una segunda, singular, donde se afirma que tal cosa singular encaja o no con lo universal, y la conclusión (“no matarás, 1, esto es matar, 2, por ende no debo hacer esto, 3). La segunda premisa depende de un juicio de conciencia singular que puede errar aunque la premisa mayor universal sea verdadera. Y, además, la premisa mayor universal puede estar dentro de la autonomía relativa de las ciencias sociales y ser por ende falible también. 


3. Un ejemplo

Supongamos que una conferencia episcopal dijera “faltan instituciones democráticas estables en América Latina”. De más está decir que yo coincidiría con ese juicio evaluativo. Pero para hacer ese juicio, hace falta toda una teoría constitucional que NO deriva, ni tampoco contradice, de las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Esa teoría constitucional es fruto de una larga tradición de autores y temas importantísimos y a la vez opinables en relación a lo religioso: Tocqueville, Montesquieu, El Federalista, etc. Pero además, hay que aplicarla a la circunstancian específica histórica de América Latina, donde entran un sinfín de temas históricos opinables en relación a lo religioso. Los sistemas jurídicos coloniales, la interacción con las nuevas ideas que venían de Francia y EEUU, las guerras de independencia, etc. Como si ello fuera poco, esa aplicación en sí misma puede estar mal hecha. Y además, todo ello es necesario para diagnosticar por un lago y para proponer políticas concretas, por el otro. Querer hacer depender todo ello de modo directo de una religión revelada es ignorar todas esas mediaciones hermenéuticas fundamentales.


4. Clericalismo e integrismo. 

No son lo mismo. El clericalismo no ignora la diferencia entre Dios y el hombre, entre lo político y lo religioso. Sabe que “el príncipe” NO es Dios y que deberá dar cuenta de sus pecados a Dios. Pero la legitimidad política del gobierno del príncipe depende de un acto performativo (declarar, coronar) por parte del “sumo sacerdote” (tipo ideal weberiano en la que puede entrar tanto un pontífice romano como el sumo sacerdote del Sanedrín), que “unge” al príncipe de su poder. Ello también fue un modo de ignorar la legítima autonomía de lo temporal. El primero que dentro de la religión católica cortó con ello fue nada menos que Francisco de Vitoria (6) , cuando afirma que los reinos pre-colombinos pueden ser “buenos” aunque no hayan sido legitimados por el Papa. Un avance notable en su momento, que llega a un punto de inflexión clave con la defensa de Juan Pablo II de las normas procedimentales del sistema democrático como intrínsecamente legitimas (7)

5. Una frase importantísima de Benedicto XVI.


 En su discurso al Parlamento Alemán, en el 2011(8) , Benedicto XVI afirmó algo que es un digno cierre a esta crítica al integrismo religioso. En contexto del diálogo, precisamente, entre razón y fe, para ver, nada más ni nada menos, “lo que es justo”, afirmó: 

“…En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados de modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres. Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios. Así, los teólogos cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que se había formado desde el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se produjo un encuentro entre el derecho natural social, desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano. De este contacto, nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad. A partir de esta vinculación precristiana entre derecho y filosofía inicia el camino que lleva, a través de la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico de la Ilustración, hasta la Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 “los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo” 

Observemos que, primero, Benedicto XVI define perfectamente al integrismo: “…En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados de modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres”. Y a continuación (lo habíamos comenzado a decir al principio y lo habíamos dejado para el final) explica que el Cristianismo es todo lo contrario: “…Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios”. Y luego cita las fuentes del diálogo razón-fe en materia del Derecho, de igual modo que sucedió en Grecia con la filosofía de Platón y Aristóteles:

“…En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se produjo un encuentro entre el derecho natural social, desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano”.


6. Conclusión 


El integrismo es un error religioso que puede ser criticado desde lo mejor de las religiones monoteístas occidentales. Judaísmo y Cristianismo ya han atravesado su proceso histórico de des-clericalización. Esperemos que venga ahora el tiempo del Islam, que tiene todos los recursos intrínsecos para lograrlo. 


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(1) J. Ratzinger, Introducción al Cristianismo, Salamanca, Sígueme, 2001.

(2) G. Zanotti, JudeoCristianismo, Civilización Occidental y Libertad; Instituto Acton, Buenos Aires, 2018. 

(3) Vaticano II, Gaudium et spes. 

(4) Ver sobre ese tema Hayek, F. A. von: Hayek, F. A., Derecho, Legislación y Libertad, 3 vols. Madrid, Unión Editorial, 1979; Individualism and Economic Order, Cambridge, Cambridge University Press, Midway Reprint, 1980; Los fundamentos de la Libertad, Madrid, Unión Editorial, 1975; Nuevos estudios en filosofía, política, economía, e historia de las ideas, Buenos Aires, Eudeba, 1981; Precios y producción (1931), Madrid, Unión Editorial, 1996. 

(5) G. Ver Zanotti, “John Finnis y su análisis de lo opinable en el Magisterio social”, en https://institutoacton.org/2022/07/11/john-finnis-y-su-analisis-de-lo-opinabledentro-del-magisterio-social-gabriel-zanotti/. 

(6) M. F. Fazio, Francisco de Vitoria, Cristianismo y modernidad, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1998

(7) Juan Pablo II, enc. Centesimus annus, 1991. 

(8) Ver https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/ september/documents/hf_ben-xvi_spe_20110922_reichstag-berlin.html. 


domingo, 6 de abril de 2025

EL MILAGRO DE TRUMP: HA CONVERTIDO A TODO EL MUNDO AL LIBRE COMERCIO.

 Era el año 1981 cuando publiqué (gracias a la generosidad de Alberto Benegas Lynch padre) mi libro Introducción a la Escuela Austríaca de la Economía. 


Fue un libro medio adolescente, pero aún puede servir. Por por mis venas ya corrían Mises, Hayek y Rothbard. El cap. VII era sobre comercio exterior. Este era el índice del capítulo: 1) Concepto; 2) Fundamentos; 3) El equilibrio natural de la balanza de pagos; 4) Tipo de Cambio: definición y efectos de su control; 5) La protección arancelaria; 6) Derogación de un arancel: efectos; 7) Intentos  de justificación de la autarquía: la teoría de la dependencia y el deterioro de los términos de intercambio". 
Estos eran algunos de sus párrafos:
 "...Lo que en comercio interior llamamos compras y ventas, en comercio internacional lo llamamos importaciones y exportaciones. Y así como en comercio interior nunca nos preguntamos si es "mejor o peor" comprar que vender o viceversa, porque sabemos que no puede existir una cosa sin la otra, tampoco tiene sentido preguntar si la exportación "es mejor" que la importación o viceversa, pues la una es tan importante como la otra. Si no podemos vender, tampoco podemos comprar. De igual manera, si no exportamos no podemos importar, y si no importamos no podemos exportar. Exportación e importación son las dos caras de una misma moneda. Mediante la primera vendemos aquellos bienes que tenemos abundantemente porque nos resultan fáciles de producir, y con la segunda adquirimos aque¬llos que nos resultarían sumamente costosos de fa¬bricar en el país. Todos nuestros recursos, debemos -si queremos economizarlos- concentrarlos en aquellos bienes para los cuales tenemos mayor eficiencia productiva; concentrarlos en aquellos para lo cual somos ineficientes es deseconomizarlos, esto es, derrocharlos, con la consiguiente baja en el nivel de vida."
 Otro: "...Por otra parte, observemos que la concepción de que exportar es bueno e importar es malo conduce sencillamente a convertir al comercio en una guerra. Todos los países querrán exportar; pero una exportación del país A supone una importación en otro país B, cosa que el país B no deseara, y tratará de "contraatacar" exportando a A, cosa que para A será terrible pues significa una importación. Estos criterios, pues, hacen imposible el comercio, conducen. a la autarquía y al aislamiento, con las desastrosas consecuencias que señalamos acerca de la economización de recursos". 
Otro: "...Supongamos que la industria nacional de automóviles nos provea de ellos a $ 50 por unidad, mientras que importados costarán $ 10. Se deroga el arancel y el mercado se inunda de automóviles a $  10 por unidad. El consumidor, gastará $ 10 en vez de $ 50. Contará, por ende, con una diferencia de $ 40 que derivará hacia otras actividades o ahorrará. Estas nuevas actividades, presentes y futuras, contarán ahora con esos recursos y consecuentemente comenzarán a crecer, recursos que antes eran absorbidos por la industria ineficiente de automóviles. Dicha industria, pues, cerrará, pero crecerán y se desarrollarán otras, naturalmente eficientes, a las cuales irán los factores productivos -entre ellos el trabajo- que antes eran empleados, deseconomizándolos, en las industrias ineficientes de automóviles".

¿Para qué este recordatorio de obviedades?

Para que nadie crea que estoy de acuerdo con Trump.

Lo que sí me llama la atención es la retórica librecambista de la mayor parte de los anti-trumpistas furibundos, o sea, todos los del partido demócrata y los tan "liberales" funcionarios de la Unión Europea que AHORA se reasgan las vestiduras por lo que ellos han estado haciendo y peor durante décadas para sus propios países. Agreguemos ahora, a esta lita de campeones de la libertad, una verdadera liga de la justicia, como la película, a los super-héroes de Canadá, México........... Y de Latinoamérica y sus obsesivos presidentes y ministros socialistas, intervencionsitas, sindicalistas y empresarios amigos del poder............. Mejor no hablar.

Mi pregunta es: ¿qué autoridad moral e intelectual tienen AHORA esos paladines del comercio para protestar contra los aranceles que han defendido siempre? ¿De qué lo acusan a Trump? ¿De ser tan ignorante como ellos? ¿AHORA se dan cuenta de los perjuicios del proteccionismo? O, como un titular aparecido en "La Nación" (qué raro....), "amenaza al orden global". ¿Orden? ¿Qué orden? ¿La globalización de las regulaciones y de los controles Y DE LOS ARANCELES en las que estamos HACE DÉCADAS? ¿De qué orden global me hablan? ¿O creen que los TLC eran "libre mercado" cuando en realidad son miles y miles de páginas de nuevas regulaciones, ante las cuales era inútil siempre decir, precisamente, que deroguen unilaterlamente los aranceles?

DEROGACIÓN UNILATERAL DE ARANCELES: ESO es lo que los verdaderos pro-libre mercado hempos estado diciendo hace millones de años bajo la burla y la risa de todos, y también de supuestos economistas "serios" de derecha. ¿Y estas personas, ahora, tienen autoridad moral para oponerse al nacionalismo de Trump?

¿Se convencieron ahora del libre mercado? ¿Repentinamente? ¿Desde Marzo? ¿Han estudiado por primera vez a David Ricardo, a Adam Smith, a Mises? NO les creo. Odian a Trump, eso es todo. El día que Trump decida ayudar a las monjitas de la Madre Teresa, estarán en contra. Si Trump sale él mismo a dar de comer a todos los indocumentados, estarán en contra. Si Trump reza en público, estarán en contra. Si lo hace en privado, estarán en contra. Si obedece a un juez, estarán en contra. Si lo desobedece, también.

Los UNICOS que tienen autoridad moral e intelectual para criticar a Trump son los del Mises Institute, los del LewRockwell Institute, y demás personas e insticiones afines que siempre han defendido a la escuela Austríaca y al mercado libre. Pero no abundan. Nuevos conversos, por favor, no nos tomen por tontos. Son como si el Presidente de Cuba (el dictador asesino, mejor dicho) se pusiera a recitar a Jefferson. Vamos, por favor. Ok, claro que son unos maestros de la hipocresía y el engaño, pero lo sorprendente es que siguan engañando a mucha gente. 

Si fueran honestos, se callarían la boca.

Y leerían por primera vez a Adam Smith.




miércoles, 2 de abril de 2025

HACIA UNA COMUNIÓN INVISIBLE DE CATÓLICOS PERPLEJOS



Ya no me acuerdo en qué año de la década los 80 decidí subscribirme al L´Osservatore Romano en Español. Era caro, venía directamente de Roma. Pero lo esperaba con ansias. Todos los documentos importantes estaban allí. Los leía, los estudiaba, los vivía, los enseñaba, y en cuestiones opinables los respetaba y los tenía in mente. 

Era la época de Juan Pablo II, la época de los documentos de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, escritos por Ratzinger y firmados por Juan Pablo II. 

Fue una época gloriosa. Podía pasar cualquier cosa, cualquier católico podía decir cualquier cosa, la Iglesia podía recibir los más variados ataques, pero allí estaba Roma, allí estaba su Magisterio. No se jugaba. Las cosas eran claras y ante las locuras del mundo, la luz de Roma seguía prendida.

Luego vino internet, claro, y me acostumbré a vatican.va, a bajar, a imprimir, a hacer lo mismo. 

En Enero del 2013 yo estaba, como casi todos los Eneros, en la Universidad Francisco Marroquín, en Guatemala. A fines de ese mes, cuando estaba a punto de volver, me comencé a sentir mal y terminé internado con neumonía. Tuve que quedarme una semana más, en Febrero. Las autoridades de la UFM, como eran egoístas, cerdos capitalistas, liberales inmundos, anti-solidarios, asumieron todos los gastos, excepto el seguro privado que yo había contratado para una eventualidad así porque, claro, yo no presupuse que un Estado se haría cargo de mi salud. 

Tuve suerte, además, porque siete años después me hubieran enterrado en el centro de la Tierra. 

El cuadro fue grave y la fiebre fue severa. Un Miércoles o un Jueves, ya no me acuerdo, la fiebre comenzó a bajar y logré darme cuenta de las noticias que estaban pasando en un televisor que muy bien no se veía. 

Pero algo se escuchaba, y no podía creer lo que escuchaba. 

Benedicto XVI anunciaba su renuncia.  

Se me heló la sangre. Aún la estoy descongelando. 

Pasaron doce años y… La situación ha cambiado radicalmente.

Pasaron ya las épocas de L´Osservatore Romano impreso, el olor a tinta, las palabras claras y distintas de Veritatis splendor, Evangelium vitae, Dominus iesus

Ahora es despertarse y temblar de espanto ante cada noticia que se recibe del Vaticano. 

Pero ya pasó también. 

Ya no me asustan las noticias. 

Uso el plural porque estoy seguro de que hay muchos como yo. 

Estamos como María el pie de la cruz.

Creo que la analogía es válida.

María tenía en ese momento la fe de los pobres de Yahvé. No estaba aún la plenitud de la revelación, como en la Pentecostés que ella presidió, pero ella y los pobres de Yahvé esperaban contra toda esperanza.

El crucificado es ahora la Iglesia. 

Va a resucitar, sí, pero no sabemos cuándo.

Mientras tanto esperamos contra toda esperanza. Ya no leemos los nuevos documentos. Guardamos en nuestra memoria, en nuestros papeles y en nuestras computadoras, los documentos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, seguimos el Catecismo de la Iglesia Católica de 1993 -a riesgo de ir presos en algunos países, y no me refiero a Corea del Norte-; los tratamos de seguir en nuestras vidas; vamos a Misa, nos conformamos con que al menos la Consagración sea válida; nos confesamos regularmente, tratamos de rezar. Y ya está. Nada más. 

No nos queda más que eso. No es poco. Pero no es la custodia paternal anterior.

Tal vez el mensaje de Dios es que, ante esta noche oscura de la Fe, sigamos teniendo Fe. Se acabaron los santos varones, se acabó el “confirma en la Fe a tus hermanos”; ahora mantendrás la Fe, aunque te hayan traicionado quienes debían custodiarla. 

Bueno. Dura prueba pero lo haremos. 

Mientras tanto, que digan lo que quieran y hagan lo que quieran. Secretamente, sin hacer ruido, sin organizar nada, sin fundar nada, en silencio, en el silencio de nuestras conciencias, no los escuchamos más. 

Y somos muchos. No necesitamos organización. Somos de aquí, de allá, etc., no importa.

Somos muchos, incluso los que se sentirán identificados con estas pobres palabras, pero nunca se atreverán a subscribirlas. 

Aquí seguiremos, esperando contra toda esperanza. 


lunes, 31 de marzo de 2025

Prohibido prohibir en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe

 De https://www.infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/2503310903-prohibido-prohibir-en-el-dica?fbclid=IwY2xjawJYL-1leHRuA2FlbQIxMQABHWnKZMacjMbF1kuGkQYDDzLnSsx6qt1rFJaki79_sQQkqwqgdBfdm-vT9A_aem__a2A_copSTx9SVHeznl0rA 


Prohibido prohibir en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe

En un artículo publicado hace dos días, Alejandro Bermúdez afirmaba que “el Vaticano abre las puertas al cambio de sexo”. Con ello se refería a que el cardenal Víctor Manuel Fernández intentó recientemente convertir en “doctrina” una “controvertida conferencia que dio en Alemania sobre cambio de sexo”.

Desgraciadamente, el artículo describía lo que en efecto ha sucedido. El cardenal Fernández ha publicado como documento oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe una conferencia que pronunció en el país germánico, en la que repetía la doctrina de la Iglesia de que las operaciones del llamado “cambio de sexo” no están permitidas moralmente, pero, como novedad, introducía una excepción: el caso de “fuertes disforias que pueden llevar a una existencia insoportable o incluso al suicidio”. Es decir, cambiarse de sexo es inmoral a no ser que lo desees mucho, mucho, mucho de verdad. Puro sentimentalismo. Como si el hecho de que uno desee mucho pecar hiciera que el pecado fuese menos malo o incluso bueno.

Este tipo de “excepción” recuerda poderosamente a aquella otra que dice que está mal que un hombre se acueste con una mujer que no es su esposa excepto si se quieren mucho de verdad o a la idea de que abortar es malo excepto si a la madre le supone un daño psicológico el embarazo o a tantas otras excusas igualmente burdas. Ver que todo un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe se rebaja a usar esas argumentaciones produce un cierto sonrojo. ¿Qué pensaran tantos buenos sacerdotes que se han pasado la vida explicando a la gente que esas excusas son solo un triste intento de engañarse a uno mismo?

La explicación que da el propio cardenal es sencilla: la “regla general” de la Iglesia no excluye que existan “casos fuera de la norma”, como los mencionados anteriormente.  Esta forma de argumentar no debería sorprendernos, porque proviene directamente de Amoris Laetitia, en la que se negó expresamente la existencia de actos intrínsecamente malos (es decir, que siempre son inmorales), contra lo enseñado por San Juan Pablo II (cf. Veritatis Splendor), por Benedicto XVI y por toda la moral de la Iglesia anterior, incluida la Palabra de Dios (cf. por ejemplo, los mandamientos de la Ley de Dios).

Como todos recordarán, la negación de la existencia de actos intrínsecamente malos dio inmediatamente lugar a la admisión a la Comunión de adúlteros sin propósito de la enmienda en diócesis de todo el mundo, incluidos la diócesis de Roma y el propio Vaticano. Asimismo, hizo que los numerosos obispos que habían rechazado públicamente la indisolubilidad del matrimonio durante los Sínodos de las Familias no fueran corregidos por ello. La misma argumentación hace entendible que, aunque el aborto en principio sea gravemente inmoral, el Papa pudiera elogiar a la más conocida abortista italiana como “una de las grandes de Italia hoy en día” o que desautorizara a los obispos que, con toda la razón del mundo, querían negar la comunión al presidente Biden, a la vez “católico” y furibundamente abortista. Antes de Amoris Laetitia, habría sido inimaginable que los miembros de la Pontificia Academia por la Vida defendieran los grandes errores modernos en ese ámbito, pero ahora hay miembros abortistas o favorables a la eutanasia o los anticonceptivos, porque no hay actos intrínsecamente malos y a veces eutanasiar a un enfermo o abortar a un niño puede ser algo bueno y la Voluntad de Dios. El mismo razonamiento se puede observar en Fiducia Supplicans, el documento vaticano en que se promovía la bendición de parejas del mismo sexo.

Las aplicaciones locales o de facto de obispos individuales y del mismo Papa son innumerables, pero podemos destacar la última en hacerse pública, ya que se refiere al tema que hoy tratamos: Monseñor Stowe, obispo de Lexington (Kentucky), lleva años apoyando y aprobando las pretensiones de una mujer que, tras someterse a una operación de cambio de sexo, pretende ser el primer ermitaño transgénero y se dedica a defender la integración de otras personas transgénero en la vida religiosa. El Papa, por su parte, recibió amablemente a la mujer y a unos cuantos de sus compañeros, que se presentaron ante el Pontífice como personas “transgénero” sin que él les corrigiera en lo más mínimo, y, como era previsible, salieron de la audiencia más convencidos que nunca de que el cambio de sexo es algo bueno y querido por Dios.

Así, las aplicaciones de Amoris Laetitia se van llevando a cabo poco a poco, en casos extremos o en cuestiones agradables para el mundo, de forma confusa o “pastoralmente", pero inevitablemente el gravísimo error de que no hay actos intrínsecamente malos va acabando con toda la moral. Es la grieta en el dique, que, si no se repara inmediatamente, va causando más y más grietas hasta que el dique entero se desploma. En efecto, aplicado a cualquier pecado, desde el divorcio hasta las relaciones del mismo sexo, pero también el robo, el asesinato, la explotación de los pobres o la pederastia, obliga a reconocer que no podemos decir que eso sea necesariamente malo. Quizá lo sea, pero, probablemente, si lo deseas mucho, mucho, mucho, a fin de cuentas resulte admisible. Frente a los pecados más horribles, lo único que puede decir la Iglesia desde Amoris Laetitia es “depende”, “quizá sea lo que Dios quiere” o “¿quién soy yo para juzgar?”.

Se ha extendido así entre mulititud de clérigos, teólogos y obispos la idea de que la ley de Dios, en lugar de ser perfecta y descanso del alma, en realidad es una pesada carga de la que debemos librarnos. En un curioso brote de neofariseísmo, la función de la Teología Moral y el Magisterio parece ser única y exclusivamente la búsqueda de trucos, excusas y argucias para no tener que cumplir las obligaciones morales que no nos gusten. Como decía Gómez Dávila, se pregonan derechos para poder violar deberes.

Nos encontramos ante el triunfo en la Iglesia de la moral adolescente, basada en el sentimentalismo desbocado, la ausencia de responsabilidad y eslóganes tontorrones como “prohibido prohibir”, “nadie puede decirme lo que tengo que hacer” y “mi caso es especial y no se parece al de nadie más”. Ierusalem desolata est. O, dicho en lengua vernácula, ¡qué bajo hemos caído!

Por desgracia, ante esta gravísima situación de destrucción de la moral católica, la mayoría de los responsables de alzar la voz guardan silencio. Por eso los demás nos vemos en la obligación de hablar, con respeto pero también con firmeza, para defender la fe que nos ha salvado y nos está salvando. Si estos callan, gritarán las piedras.

Recemos mucho por la Iglesia, por el Papa, por el cardenal Fernández y por todos los que, teniendo la obligación de hablar, prefieren callar, para que Dios los ilumine. Y confiemos en que, a pesar de todo, Cristo sigue guiando a su Iglesia y sus palabras no pasarán.