Punto 7 del cap. 5 de https://www.amazon.es/hermen%C3%A9utica-como-humano-conocimiento-ebook/dp/B07NNX8HPZ
Hayek tiene una famosa frase que denuncia
perfectamente esta cuestión: “…Sir Karl
Popper has taught me that the natural scientists did not really do what most of
them not only told us that thet did but also urged the representativs of other
disciplines to imitate”. Parece un trabalenguas
pero no lo es. Veámoslo frase por frase: “…Sir
Karl Popper has taught me…”. Esto es, Popper luchó toda su vida contra un
inductivismo en ciencias naturales
según el cual primero veríamos los hechos y luego, recién, elaboraríamos las
hipótesis.
Por su solo genio, sin que Gadamer se lo haya enseñado, Popper supo
perfectamente que no se ven primero los hechos, sino que la configuración del
mundo físico depende ya de mitos, en una razón no crítica, o de hipótesis, en
una razón crítica. Ahora bien, si esto es así para las ciencias naturales, ¿cómo va a ser lo contrario
para ciencias sociales? Sin embargo,
el positivismo pretende decir que las ciencias naturales son inductivas en el sentido referido, y por eso “….the natural scientists did not really do
what most of them not only told us that thet did”, o sea, NO hacen lo
que muchos de ellos nos dicen que hacen, esto es, ver los hechos sin
interpretación, sino que “…also urged the
representativs of other disciplines to imitate”, esto es, también exhortan
a los científicos sociales a hacer lo
que ellos mismos NO pueden hacer (aunque crean que sí) en sus propias
ciencias.
Es
así como las ciencias sociales se han llenado de supuestos datos y
estadísticas, que no sólo parecen ser más importantes que las pobres hipótesis
que sostienen sino que además deberían ser previos a ese marco teorético. Por
eso Popper mismo dijo que los papers
presentados bajo sus propias normas metodológicas son habitualmente rechazados
por los editores
(y por ello yo mismo debo advertir a los doctorandos que NO sigan en su teses
al Popper que yo les enseño…).
¿Pero
por qué “pobres hipótesis”? Porque las hipótesis en ciencias sociales e han
convertido hace ya mucho tiempo en solas correlaciones directa o inversamente
proporcionales entre variables que luego hay que apoyar en ese testeo empírico,
lo cual termina siendo funcional a las ciencias sociales concebidas como
“control”, esto es, como informes funcionales para las políticas públicas
dictadas por los estados, según la razón instrumental usadas por los
estados-nación weberianos. Y ello es así porque se cree que en el fondo no hay
procesos de auto-organización social, que habría que explicar, sino sólo
políticas estatales que controlan lo que de otro modo sería un caos. O sea, se
ignora casi totalmente la noción de orden espontáneo de Hayek, esto es,
procesos sociales ordenados que son fruto de la acción humana pero no del
designio humano, y cuyo análisis es el objeto de las ciencias sociales. Para lo
cual, obviamente, se necesita una antropología filosófica que explique bajo qué
condiciones la intersubjetividad (humana, claro) tiende a la coordinación de
conocimiento, y ello es obviamente el marco hermenéutico básico que permite
configurar nuestra interpretación del mundo social y hacer luego una ciencia
económica, política y jurídica conforme a esa interpretación. Eso nada tiene
que ver con el testeo empírico, y por eso los científicos sociales
ultra-empiristas han acusado a ese modo de ver el mundo social como
“ideología”, como si afirmar las hipótesis de orden espontáneo implicara estar
cerrados a la crítica.
Por
ello, en nuestro pequeño libro Filosofía
para mí,
decíamos:
“…El
economista austríaco Fritz Machlup escribió un seminal ensayo llamado “El
complejo de inferioridad de las ciencias sociales”,
cuyo título lo decía todo. Al lado de unas ciencias naturales muy orgullosas de
sí mismas, de su supuesto mundo perfecto de hechos indubitables, probados y
matematizados, las ciencias sociales tenían (¿tienen?) un inevitable complejo
de inferioridad. “Ya vamos a ser como ustedes”, es su culpógeno anuncio, y,
mientras tanto, asumir casi con vergüenza su contingencia, sus marcos
interpretativos, sus inexactitudes, su dependencia de diversas filosofías e
ideologías. O sea, su “dependencia de todo lo humano”.
Pero
hemos visto que TODAS las ciencias son humanas y dependen “de lo humano”. ¡Qué
mala noticia para los dioses del nuevo Olimpo del Sacro Imperio Romano Científico!
Por ello continuábamos diciendo:
“…la
ciencia depende de nuestras concepciones del mundo, de nuestras
interpretaciones, de nuestras falibles conjeturas que intentan dar luz a un
mundo infinitamente desconocido. El método científico es una caminata de
ensayo, error, falibilidad y progreso. Las ciencias sociales, por ende,
“también”. No son superiores o inferiores a cualquier otro intento humano de
dar sentido al mundo”.
Pero
luego reseñábamos su historia:
“…“Al
principio”, esto es, desde los albores de la filosofía, y hasta hace muy poco,
no había ciencias sociales. Hubo, sí, algo muy importante, de lo cual se hacía
una directa aplicación al mundo social. Era y sigue siendo la ética. Para la
concepción griega del mundo, una ética separada de la vida social era casi
inconcebible. En Aristóteles –por decir un ejemplo no menor- la ética no era
sólo e estudio de las virtudes que perfeccionan la naturaleza humana. La máxima
de esas virtudes era preocupación cívica por la “ciudad”. La vida de la “polys”
era lo máximo en la perfección del hombre. Ahora bien, ¿cómo debía ser “regida”
esa polys? Naturalmente, de modo “bueno”. La famosa clasificación aristotélica
de las formas de gobierno así lo revela. Si el gobierno de uno, unos pocos o
muchos era “bueno” entonces teníamos la monarquía, la aristocracia, la
república. Los temas sociales eran temas éticos. En ningún momento se concebía
que se pudiera llamar a un “técnico”, que “sin juicios de valor” hiciera sus
recomendaciones para una “gestión eficiente”.
La
irrupción cultural del cristianismo, del judeo-cristianismo, implicó enormes
cambios en la concepción del mundo, pero la característica anterior se mantuvo.
El cristianismo implica, precisamente, que hay algo anterior y superior a la
polys: la relación de cada individuo con Dios. Desde allí, desde esa “ciudad de
Dios” se debe juzgar a la “ciudad del hombre”. Con la conformación del
renacimiento carolingio (s. IX) y la conformación del Sacro Imperio, se
conforma una concepción de la vida social donde la “auctoritas” humana es el “brazo secular” de la Iglesia. “El príncipe”
temporal tiene cierta autonomía pero su “función propia” es casi como un
instrumento del poder eclesial. Los musulmanes pensaban igual; simplemente
diferían en quien era el príncipe y quién era el profeta. Y los judíos no
contaban entonces porque se habían quedado sin su ciudad temporal (que, cuando
existió, giró en torno al templo).”
“…
La separación entre católicos y protestantes no cambia la cuestión. Lutero y
Calvino seguían pensando que la ética de la ciudad de Dios debía seguir
gobernando la ciudad del hombre, un hombre, ya, para ellos, irremisiblemente
destruido por el pecado. La cuestión tampoco cambia con el racionalismo
continental del s. XVIII, cuyo representante más ilustrado es Kant. Con él,
también la sociedad, en camino hacia la república, la ciencia y la paz
perpetua, dependía de la ética. Una ética diferente, sí, más secular,
dependiente de un imperativo absoluto aunque sin metafísica o religión, en
principio. Pero igual de fuerte y categórico. Las repúblicas laicas y
democráticas, guiadas por la ciencia newtoniana y la educación obligatoria,
deben ahora “dominar la tierra”. El mandato bíblico es cambiado de contenido.
Id y bautizad……….. Se transforma en “id y ensenar, civilizar….”, pero con el
mismo impulso ético y expansivo, exotérico, de épocas anteriores.
En
medio de todo esto, otra tradición, también muy importante en la filosofía
occidental, se abre paso. Es la historia. Pero no simplemente como una
(¿imposible?) “historiografía”, sino como “comprensión”. Dilthey (fines s. XIX)
es aquí el autor clave. Podemos comprender los fenómenos sociales porque
nuestra condición humana nos proporciona una interpretación de nuestra historia
de un modo tal que no la podríamos tener de un hormiguero y menos aún de un
trozo de roca. Podemos ponernos en el lugar de Napoleón, y, por más desacuerdos
que tengamos, comprender sus motivaciones, y por ende sus acciones. En ese
sentido la historia comprende, y las ciencias naturales “explican”. En esta
tradición, las ciencias sociales son historia. O la historia “es” las ciencias
sociales. Algo de esto, aunque con muchas diferencias, subsiste en un Gadamer
que contrapone (1960) la verdad de la conciencia histórica al método de las
ciencias naturales. La filosofía continental alemana aún hoy tiene cierto
enfrentamiento con cierto positivismo en ciencias sociales que predomina en
ciertos ámbitos anglosajones.”
Es
entonces cuando explicábamos la entrada de la novedosa idea del orden
espontáneo:
“…En
medio de la ética, en medio de la historia, ¿quedaba lugar para algo más?
Miremos
un poco más en la historia de la filosofía occidental y encontraremos algunas
cosas.
En
primer lugar, según Marjorie Grice-Hutchison, en un famoso estudio sobre la
Escuela de Salamanca, (tesis dirigida por por Hayek), jesuitas y dominicos
españoles habrían desarrollado las primeras teorías sobre los precios, la
inflación, los salarios, etc., adelantándose al modo en que lo haría la
economía a partir del s. XVIII. Esto es, por ejemplo, que “es” la inflación,
más allá de lo que “deba ser”. Otros autores como Rothbard, Novak, Chafuen,
Huerta de Soto, etc., han estudiado mucho este pensamiento.
En
los inicios del s. XVIII no tenemos sólo los inicios de la escuela Clásica de
economía, sino la Escuela Escocesa,
con autores como Hume, Smith, Ferguson. Este último acuña la feliz expresión de
que la sociedad es fruto “de la acción humana pero no del designio humano”.
Esto implica que para ellos el orden social era “espontáneo”, esto es, no fruto
de un acto fundacional deliberado. Los fenómenos sociales implican
“consecuencias no intentadas”, evoluciones o involuciones que escapan a planes
deliberados de una persona o un grupo de personas. Hay en los fenómenos
sociales algo que se puede estudiar pero no planificar. Esto es
interesantísimo….
Esta
cuestión es retomada explícitamente por el economista austríaco C. Menger en su
teoría del origen del dinero, como institución social espontánea. Esta línea
“institucionalista-evolutiva” de los fenómenos sociales es retomada luego por
Hayek, pero es L. von Mises quien, en mi opinión, acuña una explicación, en el
inicio de su tratado de economía, que es clave para entender una ciencia social
que no sea “sólo” ética. Dice
así: “….The discovery of a regularity in
the sequence and interdependence of market phenomena went beyond the limits of
the traditional system of learning. It conveyed knowledge which could be
regarded neither as logic, mathematics, psychology, physics, nor biology”. Este
párrafo es clave. Se afirma que se toma conciencia de algo que está más allá de
los campos tradicionales del saber. Eso, que está más allá, y que tiene una
cierta (vamos a ver por qué digo “cierta”) autonomía de la ética es una
“secuencia y regularidad”, esto es, cierto “orden” en las consecuencias no intentadas de las acciones. Adoptar
ante este orden una actitud teorética es comenzar a hacer ciencias sociales de
un modo no sólo nuevo, sino constitutivo, esto es, las ciencias sociales son
“eso”: el estudio de los órdenes espontáneos. Yo puedo “querer” que un poeta
gane más que un futbolista, puede ser que considere ello sea bueno, pero si
formo parte de los millones y millones de personas que ven partidos de futbol
por televisión o voy al estadio, entonces yo mismo, como consecuencia no
intentada, estoy causando el alto salario del futbolista. Un gobierno puede
considerar bueno que los obreros de tal o cual sector ganen U$S 1000 al mes,
pero la consecuencia no intentada será que algunos empleadores potenciales
dejarán de contratarlos. Yo puedo querer y considerar bueno que las secretarias
de mi empresa (no es mi caso) ganen U$S 10.000 al mes, pero la consecuencia no
intentada es que tendré más postulantes de las que puedo absorber y “tendré
que” bajar el salario que estoy ofreciendo. O, al revés, yo puedo considerar injusto que un famoso futbolista
gane millones y millones más que un profesor titular de Física I, pero, si yo
veo sus partidos, yo soy parte de la causa por la cual ese futbolista gane
millones. Y así sucesivamente….”
Y
concluíamos:
“...¿Diremos
entonces que las ciencias sociales son sólo descriptivas de órdenes espontáneos
y de ningún modo normativas? No, porque, como vimos, en toda acción humana hay
una decisión moral implícita. Pero una consecuencia, una inter-acción, que va
más allá del fin directamente intentado por el individuo. Esa consecuencia no
intentada puede ser, a su vez, buena o mala, pero la “descripción” de esas
consecuencias que son fruto de la inter-acción humana tiene un margen de
autonomía con respecto a la ética tradicional. Si ese margen no se ve, la
diferencia entre las ciencias sociales y la sola ética tampoco se ve. Es
absolutamente bueno que todos tengan alimento de sobra, “pero” resulta que por
ejemplo hay una ciencia, la economía, que nos dice que “hay” escasez, y
entonces los salarios no se pueden aumentar simplemente porque ello sea
“bueno”: hay además un proceso de
ahorro, de formación de capital…….
No
se trata, por ende, de contraponer una ciencia “de hechos” vs. una ética
normativa. Los fenómenos sociales implican un “mundo”, esto es, según Husserl,
un conjunto de relaciones entre personas (inter-subjetividad), y eso es el
mundo social, y ese mundo social tiene sus valores morales como constitutivos,
porque es parte de su horizonte cultural. Simplemente, ese mundo social tiene
una evolución o involución espontánea, esto es, una serie de inter-acciones no
intentadas que no se reducen al sólo juico ético de cada acción en
particular.
¿Pero
qué hay detrás de esa “regularidad” de la que hablaba Mises? ¿No hay acaso libertad
en las acciones humanas?”.
“…Por
los ejemplos dados, vimos que las consecuencias no intentadas no son
“arbitrarias”: tienen un orden, que emerge de decisiones libres previamente adoptadas. Y ese orden tiene que ver con un
tema esencialmente filosófico: la racionalidad del ser humano, racionalidad
falible, incierta, pero racionalidad al fin: persigo ciertos falibles y
cambiantes fines y recurro a falibles y cambiantes medios. Quiero comprar un
libro, lo compro, y millones y millones de acciones similares a las mías
“causan” que tal o cual autor sea rico y conocido….”
“…Pero como podemos ver, detrás de
todo lo que estamos diciendo hay una antropología filosófica, una concepción
del ser humano que implica a su vez una determinada noción de acción humana.
En ese sentido, los problemas
teoréticos más importantes de las ciencias sociales tienen que ver con la
noción de acción e inter-acción que estemos manejando. Un economista partidario
de la teoría de la plus-valía marxista ve al mundo como la explotación de
capitalismo de EEUU y Europa con respecto a los explotados: América Latina,
Africa, etc. Inútil es que le digamos cifras sobre el PBI interno de los EEUU,
o que le mostremos que el PBI per cápita en tal o cual región de América Latina
ha crecido: él tendrá otras “cifras” para mostrar que las desigualdades han
crecido.
¿Pero
cómo ve el mundo alguien formado en otra concepción de la economía? Al revés:
América Latina es pobre porque nunca ha generado las condiciones culturales e
institucionales para la estabilidad jurídica que es necesaria para el ahorro y
la inversión a largo plazo. Por otro lado, la teoría del valor es diferente:
para uno, es la del valor-trabajo en Marx; para el otro, es la teoría del valor
subjetivo de Menger y Bohm-Bawerk. Desde esas dos concepciones del mundo,
diametralmente opuestas, no es que ven “lo mismo” desde dos perspectivas
diferentes: ven diferentes fenómenos, directamente. América Latina y EEUU no
son lo mismo para unos y para otros, y todas las relaciones de causa y efecto
son diferentes para ambas perspectivas.
¿Cuál
de las dos es la correcta?
Para
responderlo, hay que ir a la teoría del valor, y por ende…….. Al tema de la
acción humana, la racionalidad, la intencionalidad de la acción, el libre
albedrío, la falibilidad de la acción, la incertidumbre….
Y
todo ello no es más que antropología filosófica.
O
sea que:
a)
las ciencias sociales tardaron mucho tiempo en distinguirse de la sola ética.
b)
Ello no implica que las ciencias sociales sean totalmente autónomas de la
ética.
c)
La autonomía de las ciencias sociales tiene que ver con la progresiva
emergencia de un nuevo paradigma, la noción de órdenes espontáneos en lo
social.
d)
Esa noción de orden espontáneo tiene que ver con temas tales como: racionalidad
limitada, acción humana intencional, inter-subjetividad, libre albedrío, orden,
etc.
e)
Esos temas son esencialmente filosóficos”.
Popper,
K.: Teoría cuántica y el cisma en física;
Tecnos, Madrid, 1985; Realismo y el
objetivo de la ciencia; Tecnos, Madrid, 1985; Conjeturas y refutaciones; Paidós, Barcelona, 1983; Conocimiento objetivo; Tecnos,Madrid,
1988; La lógica de la investigación
cientifica,Tecnos, Madrid, 1985; Replies
To My Critics; in The Philosophy of Karl Popper, Part II; Edited by P.
Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974.
Popper, K.: The Myth of the
Framework;
Routledge, 1994.
Ver al respecto Machlup, F.: "El complejo de inferioridad de
las ciencias sociales"; en Libertas;
Eseade, Bs. As., Nro. 7.
Ver la
bibliografía al respecto: Popper, K.: La
miseria del historicismo; Alianza Ed., Madrid, 1987; Hayek, F.A.von:
"Scientism and the Study of Society"; en The Counter Revolution of
Science; Liberty Press, 1979;
"The Theory of Complex Phenomena"; en Studies in Philosophy,
Politics and Economics; op.cit.,;
Mises, L. von: "Problemas epistemológicos que suscitan las ciencias
referentes a la acción humana", cap. II de La acción humana, Sopec, Madrid, 1968; Gallo, E.: "Hayek y la
investigación histórica: algunas reflexiones"; en Estudios Públicos; Centro de Estudios Públicos; Santiago de Chile,
Nro. 50, 1993; Machlup, F.: "El
complejo de inferioridad de las ciencias sociales", op.cit., Polanyi, M.: Personal Knowledge; Routhledge, 1998;
Menger, C.: Investigations Into the
Method of the Social Sciences; Libertarian Press, Grove City, 1996.