domingo, 27 de marzo de 2016

¿QUIERES LO IMPOSIBLE? TENDRÁS ESTE MUNDO ESPANTOSO QUE HAS CREADO.

¿No quieres inflación? No emitas moneda.

¿No quieres crisis financieras? No emitas moneda en el mercado de capitales.

¿No quieres faltantes en el mercado? No fijes precios.

¿No quieres sobrantes? No apliques precios mínimos.

¿No quieres monopolios locales? No apliques tarifas arancelarias.

¿No quieres desocupación? No apliques salarios mínimos.

¿No quieres subdesarrollo, pobreza y miseria? No provoques inflación, no aumentes impuestos, no tomes deuda pública.

¿Quieres emitir moneda? Tendrás inflación.

¿Quieres fijar precios? Tendrás faltantes y sobrantes.

¿Quieres controlar las tasas de interés? Tendrás crisis financieras.

¿Quieres tarifas arancerlarias? Tendrás monopolios locales.

¿Quieres salarios mínimos? Tendrás desocupación.

¿Quieres emitir moneda, aumentar impuestos, tomar deuda pública? Tendrás subdesarrollo y pobreza.

Elige.

¿Quieres el oro y el moro?

¿Quieres lo imposible?

Tendrás este mundo espantoso que has creado.

domingo, 20 de marzo de 2016

DIOS EN LA ÉPOCA ACTUAL

Del punto 1.3.2 de mi Comentario a la Suma Contra Gentiles de Santo Tomás

-          Hoy, Dios no importa
-          Replanteo entre importancia vital y
         Existencia
-           El “compromiso existencial”
-          Compromiso existencial y la muerte
-          El por qué
-          La analogía con el no creyente
-          Agustinismo e inter-subjetividad
-          La pregunta por el sentido
-          La vida interior


3.2.1 Hoy, Dios no importa

Una modernidad católica hasta ahora ha sido superada por un iluminismo en contraposición a la trascendencia[1]. Ello implica que un proceso sano de secularización, en cuanto a una sana laicidad del Estado, ha sido las más de las veces sustituido por un laicismo cultural. Curiosamente, la mejor definición que tenemos de ello proviene no de un apologeta de la fe cristiana, sino de Feyerabend, un profeta agnóstico de la denuncia contra el positivismo y el neopositivismo. Él dice claramente que la incorrecta fusión cultural entre poder político y fe de siglos anteriores ha sido sustituida por la fusión cultural entre ciencia y Estado. O sea, el piso cultural de la sociedad ha sido una razón instrumental que ha invadido los mundos de la vida y los órdenes espontáneos: la vida del hombre parece asentarse totalmente sobre una tecno-ciencia y una vida social diseñada por las tecno-ciencias sociales, y Dios aparece como una creencia privada sin ningún asidero en ninguna clase de racionalidad, totalmente irrelevante desde un punto de vista práctico.

3.2.2   Replanteamiento entre importancia vital y existencia

Por eso la “existencia” de Dios aparece como un planteamiento prescindible de la vida. Cuando se le presentan al hombre actual las pruebas de la “existencia” de Dios, hay que tener en cuenta ciertas transformaciones importantes. Primero, el término existencia es entendido como un sujeto cuya existencia transforma a una clase vacía en una clase no vacía, y ya dijimos que ello no tiene nada que ver con Dios. Segundo, el hombre actual ha absorbido a Kant sin darse cuenta: la metafísica es reducida a una fe sin sustento racional. Tercero, el término “prueba” remite a una prueba científica en los términos que el positivismo la planteó; esto es, como el test de una hipótesis, que ya sabemos, desde Popper et alia, que no “prueba” nada, pero eso el hombre actual también lo ignora. Cuarto y lo más importante: ¿qué importancia tiene para la vida de cada persona la existencia de Dios?
3.2.3 Antes de “definir” existencia (donde comienzan todos los problemas) hay que reflexionar sobre lo que llamamos compromiso existencial, que pasa por una experiencia vital, que pasa a su vez por un acto radical de amor al otro en tanto otro. Para una madre ¿importa que su hijo exista? Antes de dar una respuesta en abstracto, la madre contesta que sí, que le importa que su hijo exista. Ello, a su vez, cuando ama a su hijo como las verdaderas madres aman a sus hijos. Esto es, con un compromiso existencial por el cual la existencia del otro demanda de uno mismo un compromiso ético; esto es, actos de sacrificio y misericordia por el otro, que estamos dispuestos a realizar. Ese conocimiento por connaturalidad[2] del amor al otro en tanto otro, que se da en actitud natural[3], es una condición para una reflexión teórica sobre el significado de la existencia a la cual estamos unidos previamente por el afecto.

3.2.4 Siguiendo esta misma línea de experiencia vital, la existencia que importa surge por la experiencia de la muerte (situación límite). Importa la existencia cuya muerte duele, por el compromiso existencial que tenemos para con esa existencia.

3.2.5      La muerte del otro conduce siempre a una pregunta que trasciende la biología y la física actual. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que morir?
Con esto se empieza a resolver uno de los problemas que está más presente en nuestros planteamientos. Desde el principio hemos dicho que no se puede negar el horizonte de creación desde el cual el cristiano ve el mundo, y a la vida y a la muerte. Por eso habíamos dicho: “… Por supuesto, tenemos que ver aún de qué modo no es una petición de principio partir de que ‘… el ente participado tiene una diferencia entre quod est y est’, cuando ello presupone a Dios creador que se quiere demostrar; ya dijimos que hay un círculo hermenéutico entre razón y fe, pero aún debemos profundizar en cómo mostrar mediante una analogía esa participación ontológica a quien no afirme a Dios creador”. Llega el momento de establecer esa analogía.

3.2.6 La analogía que el cristiano filósofo (o sea, el cristiano que da razón de su fe) puede hacer es la siguiente: Primero, tenemos que plantear el tema solo como una respuesta a una pregunta que surja de los pasos anteriores del compromiso existencial y el surgimiento de la muerte como problema. Esto es: la persona que se plantea la pregunta por Dios lo que sea ha planteado es el tema del sentido de la existencia, una vez que por una situación límite la muerte la ha sacudido como algo que le muestra que la propia existencia está atravesada por una pregunta que ni la biología ni la física pueden contestar: ¿Por qué “soy”? Aquí está la principal analogía con el ser creado. El ser creado podría no haber sido creado. Pero aquel que no acepte esto como premisa, puede haber experimentado que su propio ser está afectado radicalmente por la muerte, una muerte que se plantea como “¿qué sentido tiene nuestra vida ante la muerte”? Por supuesto, es una analogía que tiene su límite, sobre todo en aquel que está convencido de que su existencia actual es fruto de la transformación de una existencia anterior. Pero aquel que ve su radical “poder no haber nacido” como un radical “poder no haber sido” está preparado para ver una radical finitud de su existencia como una analogía con el ser creado, de la cual parte el cristiano. Esto es, quien afirma y quien duda de Dios creador tienen una analogía en común: los dos saben que podrían no haber sido. Lo que ocurre es que el primero conoce la causa de su ser y el otro no. Por supuesto, reiteramos que todo esto presupone haber pasado de una existencia inauténtica, donde se vive en la no conciencia de la finitud de la propia existencia, a una existencia auténtica, donde surge la pregunta por el sentido de la propia vida, una vez que la persona ha madurado lo suficiente desde un punto de vista moral.

3.2.7      Los puntos anteriores implican la elaboración de un existencialismo cristiano abierto a la razón, en diálogo razón-fe, reasumiendo la tradición agustiniana de la vida interior y asumiendo un punto de la modernidad del cual no hay vuelta atrás: el paso por el sujeto y lo inter-subjetivo[4].

3.2.8      Una vez lograda esta analogía, Dios vuelve a tener importancia, porque es la respuesta a una pregunta con sentido: ¿Qué sentido tiene la propia existencia? Y en ese contexto, sin petición de principio, se puede re-elaborar existencialmente el punto de partida de la prueba: “el ente participado tiene una diferencia entre quod est y est”. Es decir: el que duda de la creación y de Dios creador (no el que no está en un horizonte judeocristiano) puede estar convencido, sin embargo, de que no necesariamente existe y convencido del sentido por la pregunta por el sentido (existencia auténtica); y esa radical finitud existencial, más esa modalidad de esa existencia finita, lo re-ubica en el punto de partida de la prueba de Santo Tomás.

3.2.9      Esta prueba, como vimos, ha sido re-ubicada en las instancias de la vida interior. No es una táctica, sino un auténtico progreso de la armonía razón-fe, donde el otro en tanto otro tiene una mayor radicalidad ontológica que cualquier cosa no personal.




[1] Ver Loecata, F.: Del Iluminismo a nuestros días, Ediciones Don Bosco, Buenos Aires, 1979, cap. 11: “… Puede decirse así que el humanismo moderno es un ideal que nuestra cultura no ha alcanzado debido a la pseudoasimilación uluminista” (p. 434).
[2] II-II, Q. 45, a. 2.
[3] Husserl, E.: Problemas fundamentales de la fenomenología, Alianza, Madrid, 1994. Sobre la relación entre Santo Tomás, Husserl, Gadamer y Wittgestein, ver Zanotti, G.: Hacia una hermenéutica realista, Austral, Buenos Aires, 2005.
[4] “... Tal vez hoy más que nunca, después del camino de la modernidad, no queda solamente por recorrer la importante vía medieval que va desde el ente creado hacia el Ente increado, sobrevolando un poco el problema del ser humano, de su interioridad y de su intersubjetividad, que después de San Agustín y de la polémica antiaverroísta de Santo Tomás (hic homo singularis intelligit, vult, amat) parecía olvidado en una “panica-onto-lógica”. Nuestro Papa, que “conoce y vive en la filosofía contemporánea como en su propia casa” (J. Marías), es consciente de una nueva riqueza de la modernidad y no es pesimista: “Quiero subrayar que la herencia del saber y de la sabiduría se ha enriquecido en diversos campos. Baste citar la lógica, la filosofía del lenguaje, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la antropología, el análisis profundo de las vías afectivas y del conocimiento, el acercamiento existencial al análisis de la libertad” (n. 91). Más aún, después de las primeras páginas de la encíclica, centra el punto especulativo del problema de la modernidad: “La filosofía moderna tiene el gran mérito de haber concentrado su atención sobre el hombre”. Marcelo Sánchez Sorondo, en “Hacia una filosofía abierta a la fe”, en L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 10, 5-3-1999.

domingo, 13 de marzo de 2016

DE LA CABAÑA DEL TÍO TOM A LA ESCUELA

El caso de la madre neuquina que se negó a escolarizar a su hijo ha vuelto a despertar un viejo debate que, sin embargo, a muchos argentinos les parece una novedad.

El asunto tiene muchas implicaciones: desde el derecho a la libertad de enseñanza hasta temas de legislación escolar, todo se ha mezclado y tal vez sea un error querer abarcar todos los temas al mismo tiempo.

Hay uno, quizás, con el cual podríamos comenzar. Las críticas a la escuela no son  nuevas. Más allá de las críticas de izquierda, muy comunes a partir de los 60, que la colocan como una extensión de la opresión del capitalismo, hubo desde los 30 y 40 (e incluso antes, como en el caso de J. Dewey) críticas clásicas al sistema escolar positivista del s. XIX, creando un movimiento llamado “escuela nueva” que conformó, como mi padre lo llamó, el segundo período de política educativa.

El asunto es, por ende, de larga data.

Pero, por varias razones, las propuestas de reforma no terminan de prosperar. En gran parte por el estatismo, que inmoviliza al sistema, en gran parte por los sindicatos docentes, que no quieren evidenciar su falta de preparación para lo nuevo, y en gran parte porque “la escuela”, así como se la pensó en el s. XIX, ha pasado a ser como una creencia cultural arraigada, una especie de ícono intocable, más o menos como los símbolos nacionales o el día de la madre.

Cuesta tomar conciencia, por ende, del daño severo y grave que la escolarización produce a casi todos. En estos días de comienzos de clases he mirado con asombro las fotos que los padres suben del primer día de clase de sus hijos, ignorando terriblemente el cadalso al que los llevan. Aunque sea agotador, parece que hay que seguir explicando el daño, casi irreparable, que al ser humano producen los sistemas memorísticos y repetitivos, la eliminación de la creatividad, la penalización del error, la evaluación como castigo, la falsedad intrínseca del sistema de notas, etc. El resultado es, precisamente, un ser acostumbrado a repetir, imposibilitado de crear, de verdaderamente entender y aprender: un ser humano que ha sido moldeado conforme a una igualdad adaptativa a un sistema de vida que luego nada tiene que ver con el sentido último de su existencia. Los inadaptados, o sea los que se resisten –habitualmente niños con trastornos leves de atención, genios que aprenden por su cuenta, artistas creadores, etc.- son severamente penados y hasta son medicados para que “se adapten”, y lamentablemente la mayoría lo hace. Los que tienen buenos recuerdos de la escuela es porque memorizan bien, o porque aprenden por su cuenta lo que se les pide, pero no todos tienen tanta suerte.

NO se termina de tomar conciencia de que es verdaderamente un campo de concentración, un moderno sistema de esclavitud. Se ha tomado conciencia del drama de la mujer golpeada, del daño ambiental, de muchas cosas, pero este drama sigue sumergido en medio de símbolos que ocultan su crueldad: el izar la banderita, el día de la maestra, el boletín con 10, el día del compañero, etc.  Hasta cuesta decirlo: si los padres tomaran conciencia de lo que realmente sucede, se horrorizarían a tal punto que no sabrían qué hacer, teniendo en cuenta que descubrirían además que no tienen salida, como la heroica madre neuquina, denostada y ridiculizada, y apresada si es necesario, por un soviet cultural cruel y coherente. La escuela es un campo de adiestramiento, un sistema de adaptación a lo igual mediante premios y castigos, una anulación de la esencia individual, una destrucción de la creatividad, de la comprensión y de todo aprendizaje, una fuente de corrupción, una moderna cabaña del Tío Tom disfrazada de ternura, una generalización perfecta del engaño tal vez misericordioso del padre del niño de la película “La vida es bella”, cuando le esconde a su hijo el drama del nazismo.

Parece que es todo inútil y hasta me pregunto, como Morpheus, si no es peor despertar a las personas de la Matrix cuando están tan sumergidas en ella, como los terapeutas que no pueden sacar de golpe de su delirio a un paciente, porque el delirio es paradójicamente estructurante. Pero también estaban sumergidos en su delirio los espartanos que tiraban al abismo a sus infantes "que no eran aptos". Alguna vez habrá que terminar con ello.


Bibliografía recomendada: Landolfi, Hugo: Educación para la fragilidad, Dunken, Buenos Aires, 2015.


Filmografía: Accepted, 2006.




domingo, 6 de marzo de 2016

SOBRE CAÍN, ABEL Y EL LIBERALISMO CLÁSICO


Posiblemente en poco tiempo tengamos este panorama mundial: Trump por un lado, y del otro, Putín y los chinos, que finalmente tendrán que aliarse para enfrentar definitivamente  a ISIS y Corea del Norte. O sea, un mundo hobbesiano. Gane Trump o no próximas elecciones de EEUU, su actual popularidad indica lo tantas veces explicado por Freud, Ortega y E. Fromm: masas asustadas y alienadas eligiendo a un dictador.

¿Pero, es un mundo hobbesiano ahora o siempre lo fue?

Esa es la cuestión, porque de cómo respondamos depende de cómo enfoquemos al liberalismo clásico.

Algunos liberales se preguntan a veces por qué el mundo no es liberal, como si el autoritarismo estuviera producido por una ignorancia que la prédica racional y secular del liberal pudiera curar o redimir. Un noble planteo iluminista.

Noble pero errado.

La historia de la humanidad ha sido siempre la historia de Caín. Esa es la regla, no la excepción. Después del pecado original, la historia es la historia de las guerras, las conquistas, los imperios, las dominaciones, las crueldades más espantosas, y los reyes de este mundo eran educados en producir temor, en ser crueles y vengativos como modo de mantener un poder que sólo se basaba en la más bruta de las fuerzas. Un absoluto horror.

Pero cuando Dios se introduce en la historia del hombre, lo hace claramente en la historia de la salvación, no en la historia humana, porque su propósito, desde su libérrima misericordia, es redimir, salvar, del pecado original. El ser humano era tan bestial que, al principio, Dios tiene que educar duramente al pueblo elegido, legislándolo incluso temporalmente, siendo condescendiente con esa naturaleza tan herida por el pecado. Tan es así que no es raro que surgieran los zelotes, que sólo esperaban un salvador secular, en contra del salvador sobrenatural que había sido anunciado por los profetas y guardado en su Esperanza por los pobres de Jahavé.

Esa primera etapa de la historia de la salvación ya tiene efectos temporales indirectos. La revelación distingue entre Dios y los reyes de este mundo –de los cuales los profetas hacen una severa advertencia-, y los 10 mandamientos tienen consecuencias temporales que, aunque no inmediatas, indirectamente iban a tener su obvia influencia en la historia de Occidente.

El Nuevo Testamente ya aclara todo. Jesucristo es Dios mismo, cuyo reino no es de este mundo, precisamente para cumplir con la promesa de salvación hecha ya en el Génesis. Tan NO es de este mundo que manda cosas directamente contrarias a nuestro modo humano de pensar, luego del pecado: amarás a tus enemigos, rezarás por ellos, no juzgaréis, perdonarás 70 veces 7. No, claro, no sirve mucho para los reyes de este mundo, a los cuales Dios reconoce el ámbito propio de su autoridad temporal, su propia justicia y su legítima defensa: al César lo que es del César……… (Excepto el culto divino, claro, je je :-)), ningún poder tendrías que no hubiera venido de lo alto y si mi reino fuera de este mundo un ejército de ángeles hubiera venido en mi defensa…

Pero, para sorpresa de los zelotes de entonces y los actuales (los católicos que verdaderamente sueñan con que Francisco sea rey de este mundo), Dios es crucificado, muerto, sepultado… Resucitó a los 3 días, sí, pero para anunciar, precisamente, ese reino NO de este mundo, invisible a los ojos de este mundo.

Pero las implicaciones temporales de la liberación del pecado, por más indirectas que fueren, eran inexorables. Comienza a ser más intensa la historia de Abel. Y, aunque tuvieran que pasar 18 siglos de lenta evolución (ver al respecto al discurso de Benedicto XVI al Parlamento Alemán en el 2011), la declaración de Independencia de los EEUU es Abel, no es Caín. Que alguien haya escrito, y que sobre eso pudiera elevarse un reino de este mundo, que Dios ha creado a todos los seres humanos iguales, y que les ha dado el derecho a la vida, libertad, y la búsqueda de la felicidad, y eso directamente afirmado contra uno de los tantos tiranuelos de Caín, es un obvio eco temporal de la revelación judeo cristiana. No estamos siendo con esto clericales. Las Sagradas Escrituras no contienen la relevación directa de ningún sistema político. Pero sí la noción de persona creada a imagen y semejanza de Dios que, inexorablemente, se iba a convertir en un ideal regulativo, no sólo de nuestra propia conducta temporal sino también como ideal regulativo – la expresión es de Kant- de las diversas evoluciones de la historia humana. Porque la historia humana no es sólo la historia de la bestialidad de Caín, sino que cuando logra salir un poquito de ese fango, es también sumamente imperfecta. El Bill of Rights de EEUU fue hecho en medio del esclavismo, los derechos de la revolución francesa en medio del constructivismo racionalista y la declaración de la ONU del 48 en medio del constructivismo del estado providencia. Y hoy, ni qué hablar, los derechos individuales se han esfumado, y ni siquiera se habla de ellos ya, excepto, por supuesto, los liberales clásicos.

Lo que quiero decir es que la historia de la humanidad ha sido, es y seguirá siendo la historia de Caín, la historia de los dictadores y de las masas alienadas a su servicio.

¿Dónde queda entonces el liberalismo clásico? ¿Por qué no jubilamos a Jefferson y nos ponemos a leer a Hobbes y a todos los autores de la real politik?

Porque los derechos individuales son un eco temporal de la revelación judeo-cristiana. No, no directamente, lo directamente revelado son los 10 mandamientos. Pero que toda persona no debe ser invadida, que debe ser respetada por el otro, es un cuasi milagro de Abel, no ha surgido precisamente de Caín. Las concreciones, las formas de escribir y de fundamentar esos derechos, serán siempre humanas e imperfectas, pero por eso el liberalismo clásico, más que un régimen político en particular –aunque asociado históricamente a una democracia constitucional como la de EEUU- será siempre un ideal regulativo, será siempre señalar el norte, como contrapeso de la historia de Caín. La historia de la humanidad es la historia de la guerra, la crueldad y el odio, que forman los tres un muro terrible que se inclina sobre todos y nos aplasta incluso con nuestra aceptación. Si el muro no aplasta totalmente, si se mantienen unos 10 grados de libertad, o sea, si en medio de todo sigue habiendo resquicios, fisuras, agujeritos por donde se sigue infiltrando la real libertad, es por nuestros esfuerzos por ese ideal regulativo de los derechos individuales, esfuerzos que no hubieran sido concebibles sin la revelación judeo-cristiana.


Así que si, puede venir Trump, puede seguir Putin, pero nosotros allí seguiremos también, predicando siempre el respeto al otro, y esa prédica implicará no que sus muros no sean levantados, sino que sus muros no nos aplasten totalmente. El liberalismo clásico es la denuncia profética, es la voz de la conciencia, es la resistencia, es Caín go home. La utopía es pensar que alguna vez se ira Caín, pero el derrotismo implica pensar que nuestra prédica es nada frente a él.