Entre el debate Trump-Biden, los diversos conflictos
armados, y en la Argentina la ley Bases, pasó inadvertido (aquí y en el mundo)
un episodio con graves consecuencias. Se trata de una decisión de la Suprema
Corte de los EEUU, este Miércoles pasado, según la cual no veía evidencia
suficiente para el caso que presentaban los demandantes. “…In this case, the plaintiffs – two
states with Republican attorneys general and several individuals whose social
media posts were removed or downgraded – challenged the Biden administration’s
efforts in 2021 to restrict misinformation about the COVID-19 vaccine. They
argued that the administration’s actions had violated social media users’
rights to free speech.” (https://www.scotusblog.com/2024/06/justices-side-with-biden-over-governments-influence-on-social-media-content-moderation/
) (“…"En este
caso, los demandantes – dos estados con fiscales generales republicanos y
varias personas cuyas publicaciones en redes sociales fueron eliminadas o
degradadas – desafiaron los esfuerzos de la administración de Biden en 2021
para restringir la desinformación sobre la vacuna contra el COVID-19.
Argumentaron que las acciones de la administración habían violado los derechos
de libertad de expresión de los usuarios de redes sociales.")
Nada más ni nada menos. Se de una demanda por la censura que el gobierno de los EEUU
estableció junto con las big tech(s) para eliminar contenidos en la web que se consideraran contrarios a la “información verdadera” y etc. Era una oportunidad
para reestablecer la Primera Enmienda, violada por dichas disposiciones.
Pero la Corte falló en contra, 6 contra 3. Y la
redactora principal de la sentencia fue la Juez Amy Coney Barrett, de la cual
no se puede sospechar ninguna inclinación al ala izquierda del Partido
Demócrata.
No vamos a hacer un análisis jurídico del caso.
El lector puede ir a las fuentes en el artículo citado. Sólo queremos destacar
un tema filosófico muy importante.
Entre los fundamentos
de la sentencia, Amy Coney Barrett dijo: “….But even if Hines had shown that
her injuries could be attributed to the government’s conduct, Barrett
continued, even she could not show that she is likely to be harmed again in the
future by that conduct. “By August 2022, when Hines joined the case,” Barrett
wrote, “the officials’ communications about COVID-19 misinformation had slowed
to a trickle.” And it is therefore “no more than conjecture” to project that
Hines will be harmed by content moderation attributable to the federal
government again, Barrett concluded. This is particularly true, Barrett added,
when “the available evidence indicates that the platforms have enforced their
policies against COVID-19 misinformation even as the Federal Government has
wound down its own pandemic response measures.” (“…"Para
agosto de 2022, cuando Hines se unió al caso," escribió Barrett, "las
comunicaciones de los funcionarios sobre la desinformación del COVID-19
se habían mucho." Y, por lo tanto, "no es más que una conjetura"
proyectar que Hines será perjudicado nuevamente por la moderación de contenido
atribuible al gobierno federal, concluyó Barrett. Esto es particularmente
cierto, añadió Barrett, cuando "la evidencia disponible indica que las
plataformas han aplicado sus políticas contra la desinformación del
COVID-19 incluso cuando el Gobierno Federal ha reducido sus propias medidas de
respuesta a la pandemia." (Jill Hines es una de las principales
demandantes).
Observen que he puesto en negrita el término
des-información.
El caso no es tanto que Amy Barret no vea
amenzada la libertad de expresión de Hines. El caso es que ella tiene en su
mente el concepto de información-des-información. O sea, algo que es un hecho incontrastable,
cuya negación (missinfomation) puede llevar a problemas de seguridad pública. Y,
en la intimidad de la conciencia de Barrtet, conjeturamos que ella no se
atrevió a quitar del gobierno federal la facultad de intervenir en casos donde
una “misinformation” pudiera poner en peligro la vida de los ciudadanos.
Barret comete allí un error filosófico, un
error en el que están casi todos. Suponer que la verdad pasa por los “hechos”
SIN la mediación de un horizonte de pre-comprensión, una concepción del mundo,
ya creencia, ya idea (Ortega). Lo cual NO es negar la verdad, sino
re-direccionar la defensa de la verdad a ese horizonte, no a supuestos hechos
sin horizonte.
Pensar lo contrario lleva a suponer que los
gobiernos pueden proteger un supuesto “derecho a la información”. No, porque
cuando los gobiernos hacen eso, aunque sea con buena voluntad, tienen un horizonte
del cual parten. Y en una sociedad libre, lo que se discute es la verdad o no
de los horizontes. Lo habíamos destacado ya en https://gzanotti.blogspot.com/2023/07/jaque-mate-la-libertad-de-expresion.html,
y en https://gzanotti.blogspot.com/2022/05/la-informacion-como-arma-totalitaria.html
. Y en mi libro https://www.amazon.com/hermen%C3%A9utica-como-humano-conocimiento-Spanish/dp/1733548300,
lo explicaba así:
“…Otra cuestión que se encuentra
enredada, al parecer para siempre, por usos y terminologías totalmente
positivistas. Para decir la verdad, hay que relatar “los hechos” y “ser
objetivo”. Pero, como ya hemos visto, al emitir un mensaje, el emisor usa un
juego de lenguaje, que a su vez depende de su horizonte, que le permite seleccionar
la relevancia de lo que está diciendo
y diseñar el mensaje. “Tensión entre
Francisco y el Cardenal Burke”. ¿Quién niega que ello es verdadero? Pero
también podría haber dicho “hoy me desayuné con café”. Verdadero también. ¿Cómo
sé cuál verdad interesa más? Por el contexto y por el horizonte. Tal vez mi
nutricionista esté más interesado en lo segundo que en lo primero. Y eso es
hermenéutica. ¿Y cómo hago para saber quién es Francisco, quién es Burke, en
qué consiste una “tensión”? Por el horizonte que habito. Y eso es hermenéutica.
¿Y cómo lo digo? ¿”Tensión entre Francisco y Burke”?, o “Francisco le quiere
tirar su mate por la cabeza a Burke”? Del
primer modo, claro. ¿Y cómo lo sé? Por hermenéutica, desde luego. O sea, como
hemos dicho, no se puede emitir ningún mensaje sin horizonte. Es más, es la
hermenéutica lo que me permite tener más verdad, porque cuanto más habite un
mundo de la vida, más verdadero será lo que diga... Si no miento.
Si no
miento, claro. ¿Y desde cuándo la hermenéutica no permite distinguir la mentira
de la verdad? Una fake news es una
mentira y listo. Pero no es que para evitar las fake news tengamos que recurrir a “los hechos sin horizontes”·,
sino sencillamente a la comprensión profunda de la realidad social. Y a veces las diferencias de enfoque son
precisamente por el horizonte que habitamos y entonces es inútil pretender
decir que el otro no afirma los hechos, que no es objetivo, que miente, que es fake news. En 1982, ¿qué fue verdadero?
¿Qué las islas Malvinas fueron “recuperadas” o que las Falkland Islands fueron “invadidas”?
Lo más
terrible de esto son sus implicaciones políticas. Los gobiernos autoritarios
habitualmente dicen que los medios privados mienten, que manipulan, que
“interpretan” mientras que ellos, los gobiernos, son los que van a controlar o
estatizar a los medios, porque ellos, los gobiernos, son los “objetivos”, con
lo cual van a garantizar un “derecho a la información” que como vemos no puede
existir, porque no hay información, sino conocimiento (distinguido ello del
derecho al acceso a la información pública). Y los medios privados, a su vez,
se defienden diciendo que no, que son ellos los que son “objetivos”, y que es
el gobierno el que miente o manipula (o sea “interpreta”). La simple cuestión es que en una sociedad libre, con libertad de
expresión de nuestros horizontes e interpretaciones, gobierno y medios privados
tienen sus propias interpretaciones de la realidad social, y en una sociedad
libre todas las interpretaciones (algunas de las cuales pueden ser
verdaderas, otras falsas) se debaten
libremente, sin que nadie pueda acusar al otro de “mentir”, salvo que sea verdaderamente
una mentira, con lo cual basta una des-mentida, proporcionando la documentación
correspondiente, y listo. Y si hay interpretaciones diversas de la
documentación en cuestión, se discute y la audiencia decide. Y listo… Pero no.
Gobiernos, medios privados, candidatos presidenciales, todos se tiran, los unos
a los otros, “datos”, “cifras” que fuera de su interpretación no dicen nada. No
hay ideas, no hay razonamientos, no hay nadie que sea capaz de defender
filosóficamente un horizonte: hay generaciones perdidas en el adiestramiento de
buscar “datos”.
No
es posible lo imposible, esto es, un comunicador “objetivo”: lo que sí es
posible y deseable es un comunicador “honesto”, que sea capaz de defender la
verdad de su horizonte, de su agenda y de la interpretación de sus números. Y
en eso, lamentablemente, están muy poco formados. “.
Como vemos, en una cultura positivista, que ha olvidado la hermenéutica y su relación con la verdad, se pierde la libertad de expresión. Casi nadie se ha dado cuenta, pero que la Suprema Corte de los EEUU, y de la mano de uno de sus mejores miembros, haya corroborado la censura del gobierno federal, es un golpe casi mortal a la Primera Enmienda y al free speech de los Padres Fundadores. Pero este golpe casi mortal no fue de la mano de la izquierda woke, sino de un error filosófico tan grave como habitual, y esgrimido con las mejores intenciones.
Philosophy matters.