Finalmente, escribí la conferencia dada en www.ufm.edu en Enero de este año, y tuve el honor que fuera aceptada como ponencia en las V Jornadas Peirce en Argentina, este Jueves último. He aquí el texto. Aclaro una cosa: publicaré todos los enfurecidos, escandalizados y horrorizados comentarios que seguramente recibiré, pero no pienso contestar a nadie que no haya leído el texto. Todas las críticas que reciba sin dicha lectura serán publicadas sencillamente enumerándolas: "una..........dos...........tres......". ¿Me explico?
¿ES EL PSICOANÁLISIS UNA CIENCIA?
Por Gabriel J. Zanotti.
Agosto de 2012.
- La imagen
habitual de ciencia y la revolución popperiana.
La mayor parte de respuestas negativas a la pregunta son el resultado de
una visión de la ciencia pre-popperiana. Según esa visión, aún muy extendida en
manuales y documentales, la ciencia parte de la observación de los hechos, se
remonta a la elaboración de una hipótesis, y si los resultados de dicho
hipótesis son sometidas a testeo experimental, según los famosos métodos inductivos
de Mill, la hipótesis queda “probada” y convertida en “ley”. La ciencia –donde
la Física sería el modelo ideal- es sobre todo hechos, experimentación
metódica, sería como un lugar donde el ser humano ha logrado finalmente
liberarse de sí mismo y de sus interpretaciones, porque, según el mandato de
Bacon, a aprendido a leer el gran libro de la naturaleza. Según esto, claro,
Freud aparece en todo caso como una interpretación más de la vida psíquica, sin
ningún tipo de apoyo empírico aunque él pretenda lo contrario.
Pero aunque esta visión de la ciencia tiene aún profundas influencias
culturales, fue Karl Popper en 1934 quien comenzó a criticarla
. La
posición de Popper significó una verdadera revolución conceptual en el campo de
la filosofía de la ciencia. En primer lugar, no partimos de los hechos, sino de
las hipótesis (conjeturas) proyectadas a priori, de manera falible, por nuestro
intelecto. De esas conjeturas deben deducirse, sí, ciertas consecuencias
“empíricas”, pero esas consecuencias no prueban, sino que son falsadas o no. Si
no son falsadas por el testeo empírico, la afirmación de dichas consecuencias
no prueba la hipótesis, sino que la corrobora hasta el momento, de modo no
necesario, y si son falsadas (contradichas por el testeo empírico) ello tampoco
prueba necesariamente que sean falsas
. El
método hipotético-deductivo, por ende, ni afirma ni falsea necesariamente nada.
Por lo demás, no hay inducción en tanto probabilidad, como quería el
inductivismo anterior, porque una hipótesis científica, cuanto más afirma,
menos probable es, porque cuanto más afirma sus posibilidades de ser falsada
son mayores. Y por lo demás, ya no hay una distinción estricta entre términos
teoréticos y observables, porque estos últimos son
interpretados desde la teoría: la famosa cuestión de la carga de
teoría de la base empírica
. Con
esto, el tema de la interpretación es reinsertado plenamente en el plano de las
ciencias naturales y obviamente en las sociales. Popper hace una curiosa
analogía
: así
como no se puede hablar de sola scriptura, porque las Escrituras siempre son
interpretadas desde alguna cosmovisión religiosa, tampoco se puede hablar de
“leer el libro de la naturaleza”, como si esa lectura pudiera hacerse sin
interpretación: decir ello equivale a hablar de una “sola naturaleza”,
totalmente imposible porque siempre son nuestras conjeturas a priori las que
interpretan el mundo físico. En nuestra opinión, el que sacó coherentemente
todas las conclusiones de este tema fue Feyerabend
, no
Popper, pero ello no interesa para los fines de esta ponencia.
- Las conocidas
críticas de Popper a Freud.
Curiosamente, a pesar de esta concepción más
amplia de ciencia, fue Popper quien descargó enérgicamente sus críticas a Freud
como un típico ejemplo de pretender presentar como ciencia lo que no puede ser
tal por no ser empíricamente falsable. Para que algo sea ciencia, debe
reconocer un conjunto de falsadores potencias que podrían refutar la teoría,
pero la teoría de Freud no los admitiría, porque cualquier crítica es interpretada
como un mecanismo de defensa inconsciente contra el psicoanálisis. Frued,
entonces, no podría ser ciencia. No quiere decir ello que Popper denigre todo
aquello que sea empíricamente no falsable. Al contrario, Popper admite que
puede haber metafísicas (por definición no falsables empíricamente) racionales
y que han hecho evolucionar la Física; es más, él defiende posiciones
metafísicas propias, entre ellas el realismo, la noción de verdad, el
indeterminismo, el libre albedrío, la irreductibilidad de la mente a lo
corpóreo, el evolucionismo, la teoría de los 3 mundos, etc
. Pero
lo que Popper critica son metafísicas que pretendan ser ciencias, y por ello
critica duramente al marxismo y a Freud. Nuestra personal interpretación es que
había metafísicas con las cuales Popper estaba de acuerdo y otras que no, y si
estas últimas pretendían ser ciencias, Popper no las perdonaba.
- De la crítica
empírica a la “teoría vs. teoría”.
En sus últimas obras, en mi opinión, Popper va
cambiando esa primera noción de crítica empírica para pasar a que toda teoría
debe ser “criticable”, esto es, abierta a la crítica racional, al diálogo
. Como
vemos, es un giro que amplía mucho más la noción de ciencia “racional”. Por
supuesto Popper nunca abandona su primera noción de falsación “empírica” (sobre
todo porque en la década del 60 está muy ocupado debatiendo con Kuhn
) pero
evidentemente este paso del “Popper el metodólogo” al “Socratic Popper”
amplía mucho más la noción de ciencia, y para bien, en nuestra opinión,
acercándose mucho más a Peirce, a quien él siempre citaba. Ciencia es estar
abierto al diálogo, al debate, presentando argumentos racionales que el otro
pueda entender, estando abierto a que precisamente, a partir de esa
comprensión, vengan preguntas, críticas, y no necesariamente acuerdos. Por
supuesto, todo ello es éticamente muy difícil, y por ello creo que el último
Popper es más bien un ético de la ciencia, un filósofo de las normas del
diálogo, más que un simple metodólogo del método hipotético-deductivo.
La crítica es, en última instancia, una
teoría versus otra teoría. Galileo no presentó una crítica empírica a
Ptolomeo; al contrario, presentó otra interpretación del mundo físico, escrita
en su famoso libro de 1632, libro que no contenía ningún experimento empírico,
sino todos mentales, como Koyré, Kuhn y Feyerabend han destacado con sus
profundos estudios al respecto
. Y
si ello es así en el núcleo central de la Física, ¿por qué las demás ciencias
deberían ser diferentes?
- ¿Estaba Freud
abierto a la crítica en este último sentido?
Pensamos que sí, lo cual comienza a responder la pregunta de nuestra
ponencia, al menos en sentido popperiano.
Freud no estaba en contra de un
diálogo respetuoso y académico sobre sus teorías. Pero pocas veces o casi nunca
tuvo la suerte de encontrarse con esa actitud. Muy por el contrario, enfrentó
desde el principio críticas que cuestionaban la moralidad de su búsqueda
científica. Y eso no es lo mismo. Contra ello se defendió enérgicamente toda su
vida, y con razón. Dice al respecto en 1915: “…Mi experiencia me ha demostrado
que la aversión suscitada por este resultado de la investigación psicoanalítica
constituye la fuente más importante de las resistencias con las que la misma ha
tropezado. ¿Queréis saber qué explicación damos a este hecho? Creemos que la
cultura ha sido creada obedeciendo al impulso de las necesidades vitales y a
costa de la satisfacción de los instintos, y que es de continuo creada de
nuevo, en gran parte, del mismo modo, pues cada individuo que entra en la sociedad
humana repite, en provecho de la colectividad, el sacrificio de la satisfacción
de sus instintos
. Entre las fuerzas
instintivas así sacrificadas desempeñan un importantísimo papel los impulsos
sexuales, los cuales son aquí objeto de una sublimación; esto es, son desviados
de sus fines sexuales y dirigidos a fines socialmente más elevados, faltos ya
de todo carácter sexual. Pero esta organización resulta harto inestable; los
instintos sexuales quedan insuficientemente domados y en cada uno de aquellos
individuos que han de coadyuvar a la obra civilizadora perdura el peligro de
que los instintos sexuales resistan tal trato. Por su parte, la sociedad cree
que el mayor peligro para su labor civilizadora sería la liberación de los
instintos sexuales y el retorno de los mismos a sus fines primitivos y, por
tanto, no gusta de que se le recuerde esta parte, un tanto escabrosa, de los
fundamentos en los que se basa, ni muestra interés ninguno en que la energía de
los instintos sexuales sea reconocida en toda su importancia y se revele, a
cada uno de los individuos que constituyen la colectividad social, la magnitud
de la influencia que sobre sus actos pueda ejercer la vida sexual. Por el
contrario, adopta un método de educación que tiende, en general, a desviar la
atención de lo referente a la vida sexual. Todo esto nos explica por qué la
sociedad se niega a aceptar el resultado antes expuesto de las investigaciones
psicoanalíticas y quisiera inutilizarlo, declarándolo repulsivo desde el punto
de vista estético, condenable desde el punto de vista moral y peligroso por
todos conceptos.
Mas no es con reproches
de este género como se puede destruir un resultado objetivo de un trabajo
científico.
Para que una controversia
tenga algún valor habrá de desarrollarse dentro de los dominios intelectuales.
Ahora bien: dentro de la naturaleza humana se halla el que nos inclinamos a
considerar equivocado lo que nos causaría displacer aceptar como cierto, y esta
tendencia encuentra fácilmente argumento para rechazar, en nombre del
intelecto, aquello sobre lo que recae. De esta forma convierte la sociedad lo
desagradable en equivocado; discute las verdades del psicoanálisis con
argumentos lógicos y objetivos, pero que proceden de fuentes emocionales; y
opone estas objeciones, en calidad de prejuicios contra toda tentativa de
refutación.
Por nuestra parte, podemos afirmar que
al formular el principio de que tratamos no hemos tenido en vista finalidad
tendenciosa alguna. Nuestro único fin era el de exponer un hecho que creemos
haber establecido con toda seguridad al cabo de una cuidadosa labor. Creemos,
pues, deber protestar contra la mezcla de tales consideraciones prácticas en la
labor científica, y lo haremos, desde luego, aun antes de investigar si los
temores que estas consideraciones tratan de imponernos son o no justificados.
Tales son algunas de las dificultades
con las que tropezaréis si queréis dedicaros al estudio del psicoanálisis,
dificultades que ya son harto considerables para el principio de una labor
científica. Si su perspectiva no os asusta, podremos continuar estas lecciones”
(Las
itálicas son nuestras).
5. ¿Cómo entraba Freud en el método
hipotético-deductivo planteado por Popper?
Freud osciló toda su vida entre cierto inductivismo y el método
hipotético-deductivo cuando reflexionaba sobre el carácter científico de sus
investigaciones. No olvidemos, en primer lugar, que Freud era método neurólogo
formado en el s. XIX, y que aceptó además el paradigma iluminista de la ciencia
de su tiempo. Por ende él trataba de tener un fundamento “en lo empírico”, esto
es, sus propios casos clínicos, pero cuando advertía la insuficiencia
metodológica de estos últimos, se convertía casi sin advertirlo en un defensor
del planteo a priori de las hipótesis como hacen los grandes físicos. Veamos
estas oscilaciones:
5.1. Por un lado tiene un párrafo que denota su conciencia de que estaba
trabajando en un núcleo central al estilo Lakatos, lo cual, ya sabemos,
enfatiza el planteo a priori, no empírico, del núcleo central de la teoría.
Esto es, procedió al principio, dada la incomprensión y la soledad, como si
tuviera plena conciencia de las normas lakatosianas: no está mal aferrarse al
núcleo central mientras se tenga conciencia del riesgo
; un
programa de investigación puede ser teórica y empíricamente regresivo pero
luego comenzar un camino de progresividad, como sucedió con Aristarco,
redescubierto por Copérnico y Galileo. Por supuesto, sólo el tiempo puede
decirlo, retrospectivamente, pero el investigador puede en el momento presente,
si está seguro de lo suyo, seguir con su programa. Las palabras de Freud hablan
por sí mismas. Dice, en 1914:
“…Con el
desarrollo de esta historia genética creo haber mostrado, mejor que con una
exposición sistemática, lo que el psicoanálisis es. Al principio no me di
cuenta de la especial naturaleza de mis descubrimientos. Sin titubear un solo
instante, sacrifiqué en mi naciente reputación médica la afluencia de enfermos
nerviosos a mi consulta, investigando consecuentemente la causación sexual de
sus neurosis, tenacidad que me proporcionó, en cambio, datos suficientes para
fijar definitivamente mi convicción de la importancia práctica del factor
sexual. También sin el menor recelo tomé parte en las sesiones de la asociación
psiquiátrica de Viena, presidida entonces por Krafft-Ebbing, pensando que el
interés y la consideración de mis colegas me indemnizaría de mis voluntarias
pérdidas materiales. Expuse mis descubrimientos, considerándolos como
aportaciones científicas ordinarias y esperando que los demás los acogiesen
como tales. Pero el silencio que se mantenía al terminar mis conferencias, el
vacío que se formó en torno de mi persona y varias indicaciones que a mí fueron
llegando, me hicieron comprender poco a poco que las afirmaciones sobre el
papel de la sexualidad en la etiología de la neurosis no podían contar con ser
tratadas como las demás aportaciones. Me di así cuenta de pertenecer en
adelante a aquellos que «han turbado el sueño del mundo», según la expresión de
Hebbel, no pudiendo ya esperar objetividad ni consideración alguna. Mas como mi
convicción de la exactitud general de mis observaciones y conclusiones iba
siendo mayor cada día, y no carecía tampoco, precisamente, de valor moral ni de
confianza en mi propio juicio, no podía ser dudosa mi resolución. Me decidí,
pues, a creer que había tenido la fortuna de descubrir algo de singularísima
importancia, y me dispuse a aceptar el destino enlazado a tales
descubrimientos.
Este destino me lo representaba en la
siguiente forma: El positivo resultado terapéutico del nuevo procedimiento me
permitiría subsistir, pero la ciencia no tendría durante mi vida noticia alguna
de mí. Algunos decenios después de mi muerte tropezaría, inevitablemente, otro
investigador con aquellas cosas rechazadas ahora por inactuales, conseguiría su
reconocimiento y haría honrar mi nombre como el de un precursor necesariamente
desgraciado. Entre tanto, Robinsón en mi isla desierta, me las arreglé lo más
cómodamente posible. Ahora, cuando desde la confusión y el barullo del presente
vuelvo la vista hacia aquellos años solitarios, se me aparecen éstos como una
bella época heroica. Mi splendid isolation de entonces presentaba sus
ventajas y sus encantos. No tenía que leer obligatoriamente nada ni que
escuchar a adversarios mal informados; no me hallaba sometido a influencia
ninguna ni había nada que me forzase a apresurar mi labor. Durante este tiempo
aprendí a domar toda inclinación especulativa y a revisar, según el inolvidable
consejo de mi maestro Charcot, una y otra vez las mismas cosas, hasta que
comenzasen por sí mismas a decirme algo. Mis publicaciones, para las cuales
hallé, no sin algún trabajo, un editor podían permanecer retrasadas con
respecto al avance de mis conocimientos y ser aplazadas sin perjuicio alguno,
toda vez que no existía ninguna «prioridad» dudosa que defender. Así, La
interpretación de los sueños, terminada en mi pensamiento a principios de
1896, no fue traslada a las cuartillas hasta el verano de 1899. El tratamiento
de «Dora» se dio por terminado a fines de 1899, y su historial clínico, escrito
en las dos semanas siguientes, no vio la luz hasta 1905. Entre tanto, mis
trabajos no eran siquiera citados en las bibliografías de las revistas
profesionales, o cuando se les concedía un puesto en ellas, era para rechazar
sus ideas con un aire de superioridad compasiva e irónica. De cuando en cuando
algún colega emitía en sus publicaciones un juicio sobre mis teorías siempre
muy breve y nada adulador: insensatas, extremas, muy extrañas. Una vez, un
ayudante de la clínica de Viena en la que daba yo mi ciclo semestral de
conferencias me pidió permiso para asistir a las mismas. Me escuchó
atentamente, sin decir nada; pero al finalizar la última lección se ofreció a
acompañarme, y por el camino me confesó haber escrito, con el conocimiento de
su Jefe, un libro contra mis teorías, las cuales le habían convencido ahora por
completo. Antes de ponerse a escribir había preguntado en la clínica si para
acabar de documentarse debía leer La interpretación de los sueños, pero
le habían dicho que no valía la pena. A continuación comparó mi teoría tal y
como ahora había llegado a comprenderla y por la firmeza de su estructura
interna con la Iglesia católica. En interés de su salvación eterna, quiero
creer que estas manifestaciones respondían a un sentimiento verdadero. Por
último, acabó lamentándose de que fuese tarde para introducir alguna
modificación en su libro, terminado ya de imprimir.
Este colega no ha considerado necesario dar a
conocer más tarde al público su cambio de opinión sobre el psicoanálisis,
prefiriendo acompañar con burlonas glosas su desarrollo desde las columnas de
la revista médica en que se halla encargado de la crítica de libros.
Mi susceptibilidad personal quedó embotada,
para ventaja mía, en estos años. Si mi espíritu no llegó a quedar amargado para
siempre, lo debí a una circunstancia con cuyo auxilio no han podido contar
todos los investigadores solitarios. Sin tal ayuda se atormentan éstos buscando
el origen de la indiferencia o la repulsa de sus contemporáneos, y ven en ellas
una penosa contradicción en la seguridad de sus propias convicciones. En
cambio, no tenía yo por qué atormentarme en tal sentido, pues la teoría
psicoanalítica me permitía interpretar dicha conducta de mis coetáneos como una
necesaria consecuencia de las hipótesis analíticas fundamentales. Si era exacto
que los hechos por mí descubiertos en el análisis eran mantenidos lejos de la
consciencia de los enfermos por resistencias afectivas internas, tales
resistencias habrían de surgir también en los hombres sanos, al serles
comunicados desde fuera lo reprimido, no siendo de extrañar que supieran luego
motivar, por medio de una fundamentación intelectual, la repulsa afectivamente
ordenada. Esto último sucedía también en los enfermos, y los argumentos por
éstos esgrimidos –«los argumentos son tan comunes como las moras», dice
Falstaff (Enrique IV)– eran exactamente los mismos, y no muy agudos,
ciertamente. La única diferencia estaba en que con los enfermos se disponía de
medios de presión para hacerles reconocer y superar sus resistencias, auxilio
que nos faltaba en el caso de nuestros adversarios presuntamente sanos.
El modo de obligar a estos últimos a un examen
desapasionado y científico de la cuestión constituía un problema cuya solución
parecía deberse dejar al tiempo. En la historia de la ciencia se ha podido
comprobar, efectivamente, que una misma afirmación, rechazada al principio, ha
sido después aceptada sin necesidad de nuevas pruebas.
Ahora bien: no esperará nadie que en
estos años, durante los cuales fui el único representante del psicoanálisis, se
desarrollara en mí un particular respeto al juicio del mundo ni una tendencia a
la flexibilidad intelectual”
.
5.2. La analogía de su teoría con los juicios in-observables de las altas
hipótesis de la Física.
Freud se da cuenta de que los elementos teoréticos de su núcleo central no
son directamente observables. ¿Cuál es el problema que ello tiene hoy, después del debate que va desde
Popper a Feyerabend, donde no sólo las hipótesis son in-observables sino
también se ha cuestionado que el supuesto “apoyo empírico” de sus consecuencias
no esté interpretado por la misma teoría
en cuestión?
Pero escuchemos al mismo Freud:
“…Ahora bien: parecería que esta disputa entre el psicoanálisis y la
filosofía sólo se
refiere a una insignificante cuestión de definiciones; es decir, a si el
calificativo de «psíquico» habría de ser aplicado a una u otra serie. En
realidad, sin embargo, esta decisión es fundamental, pues mientras la
psicología de la consciencia jamás logró trascender esas series fenoménicas
incompletas, evidentemente subordinadas a otros sectores, la nueva concepción
de que lo psíquico sería en sí inconsciente permitió convertir la psicología
en una ciencia natural como cualquier otra.
Los procesos de que se ocupa
son en sí
tan incognoscibles como los de otras ciencias, como los de la química o la
física; pero es posible establecer las leyes a las cuales obedecen, es
posible seguir en tramos largos y continuados sus interrelaciones e
interdependencias, es decir, es posible alcanzar lo que se considera una
«comprensión» del respectivo sector de los fenómenos naturales. Al hacerlo,
no se puede menos que establecer nuevas
hipótesis y crear nuevos conceptos, pero éstos no deben ser menospreciados como
testimonio de nuestra ignorancia, sino valorados como conquistas de la ciencia
dotadas del mismo valor aproximativo que las análogas construcciones
intelectuales auxiliares de otras ciencias naturales, quedando librado a la
experiencia renovada y decantada el modificarlas, corregirlas y precisarlas.
Así, no ha de extrañarnos el que los conceptos básicos de la nueva ciencia, sus
principios (instinto, energía nerviosa, etc.) permanezcan durante cierto tiempo
tan indeterminados como los de las ciencias más antiguas (fuerza, masa,
gravitación)
. (Las itálicas son
nuestras).
5.3. Un mayor aferramiento a lo empírico.
En este otro texto de 1922, insiste más, en cambio, en lo empírico de sus
teorías cuando quiere distinguirlas de la filosofía:
“….
Carácter del psicoanálisis como ciencia empírica.- El
psicoanálisis no es un sistema como los filosóficos, que parta de unos cuantos
conceptos fundamentales precisamente definidos, intente aprehender con ellos la
totalidad del universo y, una vez concluso y cerrado, no ofrezca espacio a
nuevos hallazgos y mejores conocimientos.
Se
adhiere más bien a los hechos de su campo de acción, intenta resolver los
problemas más inmediatos de la observación,
tantea
sin dejar el apoyo de la experiencia, se considera siempre inacabada y está
siempre dispuesta a rectificar o sustituir sus teorías.
Tolera tan bien como la Física o la Química que sus conceptos
superiores sean oscuros, y sus hipótesis, provisionales, y espera de una futura
labor una más precisa determinación de los mismos”. En última instancia, se
observa en este texto la misma oscilación entre lo empírico y lo teórico de la
primera etapa del método hipotético-deductivo en Popper, donde por un lado la
falsación empírica era muy importante pero, por el otro, el planteo de la teoría
era a priori y además llenaba a la falsación empírica de interpretación teórica
. Las
itálicas son nuestras.
5.4.
Teoría versus
“hechos”.
De igual modo, Freud se ve tentado a dejar de lado el debate teorético con
supuestos “hechos”:
“…Ahora bien: la contradicción teórica es casi siempre infructuosa. En
cuanto empezamos a alejarnos del material básico corremos peligro de
emborracharnos con nuestras propias afirmaciones y acabar defendiendo opiniones
que toda observación hubiera demostrado errónea. Me parece, pues, mucho más
adecuado combatir las teorías divergentes contrastándolas con casos y problemas
concretos” (1914)
.
Evidentemente, hay dos Freud epistemológicos: uno que responde al marcado
empirismo de su formación médica, otro que frente al nuevo campo que está
investigando, se eleva a concepciones del método hipotético-deductivo muy
avanzadas para la época, adelantando cuestiones que Popper y Lakatos dirían
después. En ninguno de los dos casos se puede llamar a ello “anticientífico”.
6.
¿Qué tipo de
“ideas” son las psicoanalíticas”?
Conforme al propio Freud, en los textos citados, y conforme a mi propia
interpretación, los elementos del núcleo central freudiano son conjeturas. No
son certezas filosóficas, no dependen de una antropología filosófica global,
sino que son conjeturas a fin de explicar dolencias que hasta el momento
permanecían inexplicables, como lo muestran sus primeros estudios sobre la
histeria
. Que Freud se haya
mostrado muy firme sobre dichas conjeturas no les quita el carácter de tal,
como por otra parte ha sucedido en la historia de todos los grandes científicos
(Popper explica muy bien que aunque Newton haya considerado a lo suyo no
falsable, era
en sí mismo falsable
), y
del propio Popper, que en su libro
Reply
to my Critics se
defendió enérgicamente de sus críticos.
Ahora bien, ¿cómo accedemos a su vez a dichas conjeturas?
Primero, no olvidemos el carácter
abductivo de las conjeturas en Popper, tema que este último toma, entre
varios, de Peirce
.
Recordemos que Peirce es muy claro en destacar que lo esencial para
el avance del conocimiento humano no es
ni la inducción ni la deducción, porque con la primera “contamos” lo que ya
está dado, mientras que con la segunda “inferimos lo implícito necesariamente
en las premisas. Por ende, desde Peirce en adelante el “contexto de
descubrimiento” en la ciencia tiene claramente su origen en la capacidad humana
de crear una explicación: la abducción, falible desde luego, cuyo único modo de
pasar a una
menor falibilidad es el
diálogo
.
Creatividad y diálogo: eso fue en su momento un avance impresionante,
silenciado luego por el inductivismo rígido y el positivismo, para luego
renacer en Popper.
Pero si el camino de
la historia de la filosofía de la ciencia hubiera sido directamente de Peirce a
Popper, nadie se hubiera asombrado de que Freud estuviera libremente “creando”
teoría, porque no hay otro modo de hacer
teoría.
Pero esa creación humana no es arbitraria. En cada caso hay una correlación
entre algún aspecto de la realidad y algún aspecto de nuestra creatividad
intelectual, y por ello todo esto se abre a un legítimo pluralismo
metodológico.
En el caso de la psicología, en mi opinión, las conjeturas son introspectivas, dadas por la comprensión
de la naturaleza humana, una comprensión para la cual hay que tener una empatía
especial que Freud, por sus conocimientos literarios, artísticos, históricos y
arqueológicos, evidenciaba tener desarrollada en alto grado. Hay una
oportunidad donde Freud parece aludir a este carácter introspectivo. Retomemos
un texto ya citado:
“….Así, no ha de extrañarnos el que los conceptos básicos de la nueva
ciencia, sus principios (instinto, energía nerviosa, etc.) permanezcan durante
cierto tiempo tan indeterminados como los de las ciencias más antiguas (fuerza,
masa, gravitación).
Toda ciencia reposa en
observaciones y experiencias alcanzadas por medio de nuestro aparato psíquico;
pero como nuestra ciencia tiene por objeto precisamente a ese aparato, dicha
analogía toca aquí a su fin. En efecto, realizamos nuestras observaciones por
medio del mismo aparato perceptivo, y precisamente con ayuda de las lagunas en
lo psíquico, completando las omisiones con inferencias plausibles y
traduciéndolas al material consciente. Así, establecemos, en cierto modo, una
serie complementaria consciente para lo psíquico inconsciente”
.
Por supuesto, en este caso Freud no parece reconocer su “experiencia de lo
humano” (que Francisco Leocata llama “reducción vital”
),
como una parte indispensable del contexto de descubrimiento de sus conjeturas,
precisamente porque no quería que se confundiera lo suyo con esa literatura en
la cual demostraba tanto erudición. Pero sin embargo es así. Nadie puede
comprender las conjeturas psicoanalíticas sin una profunda comprensión de lo
humano; comprensión que no evita, sino todo lo contrario, un debate teorético
sobre dichas conjeturas, conforme al diálogo propuesto por el último Popper.
7.
Psicoanálisis
y antropología filosófica.
Pero, establecido que el psicoanálisis puede ser una ciencia de conjeturas
instrospectivas, abierto al diálogo y a la crítica, ¿qué relación guarda con
una antropologia filosófica cuyo nivel de certeza sea mayor, abierta también al
diálogo?
No necesariamente el psicoanálisis tiene que tener relación con el
comprensible iluminismo de su autor. Creo, al contrario, que es mucho más
compatible con Víctor Frankl y con la noción de persona de Santo Tomás dentro,
a su vez, de la noción de pecado original del judeo-cristianismo. Aún tengo que
desarrollar este programa de investigación pero desde ya afirmo que los
inmensos esfuerzos de Frankl para alejarse de Freud no ayudaron en absoluto
. Al
contrario, se apoyan mutuamente. Freud no es la terapia para la pregunta
logoterapéutica y filosófica fundamental, a saber, el sentido de la vida y de
“mi” vida,
pero es en cambio una casi
condición para encararla. El yo queda muy debilitado por la cantidad de
energía que tiene que consumir para soportar los conflictos derivados del
re-direccionamiento necesario de las pulsiones originarias. Las neurosis
fóbicas, de angustia, obsesivo-compulsivas, las identificaciones y fijaciones
que llevan a la masificación, las melancolías de los duelos no resueltos, los
edipos mal resueltos, toda la carga de negación más las transferencias
negativas, todo ello produce un estado de dolor sordo que impide a la persona
hacerse las preguntas de la existencia más importantes, y son con-causa de las
existencias inauténticas y los escapismos que impiden pasar a la madurez de la
vida. Muy pocas personas logran por sí solas una suficiente sublimación de sus
pulsiones más inconscientes. Por lo tanto, una mayor comprensión y un mejor
manejo –no digo “solución”- de nuestros conflictos, y un mejor manejo de
nuestras neurosis, es una especie de condición para pasar a la pregunta por el
sentido de la vida y una mayor madurez de la propia existencia. Esto es
especialmente importante en las vocaciones religiosas que, si son encaradas
como negación de conflictos graves, pueden tener resultados catastróficos.
A su vez, una vez distinguido el yo como función psíquica, y ubicado en las
dos tópicas correspondientes (ello, yo, super-yo; inconsciente, preconsciente,
consciente) se lo puede ubicar bien en una antropología filosófica donde la
persona sea un espíritu racional que conforma un cuerpo, donde hay una esencia individual que es el yo, donde
no todo es consciente. Pero entonces el yo cuyo sentido hay que descubrir
(vocación) no es el yo que está entre el ello y el súper yo, sino que todo ello está en el mismo yo personal cuyas facetas hay que
ir descubriendo, y el psicoanálisis es una de los métodos psicológicos para
ir des-cubriendo esos aspectos no conscientes del yo cuyos conflictos no
resueltos nos impiden ir hacia la madurez personal y hacia la plenitud de la
persona de la cual hablan todas las antropologías sensibles al tema religioso,
donde Dios ya no sea el padre como función indispensable de la primera
infancia, sino el sentido total de una vida que se entrega en una auto-donación
que parece ello tiene que superar la noción de Dios como objeto.
8.
Conclusión.
- Freud estaba abierto a la crítica; si pareció lo contrario es porque
tuvo que defenderse de críticas que dudaban de la moralidad de su trabajo.
- Freud osciló toda su vida entre en empirismo más ingenuo, originado en
su formación como médico neurólogo, y un método hipotético-deductivo que
adelanta mucho de lo que luego dirán Popper y Lakatos.
- Frente a las implicaciones actuales del debate que va de Popper a
Feyerabend, muchas de las críticas epistemológicas que se le hacen desde
un cientificismo pre-popperiano no tienen sentido, como tampoco tiene
validez la crítica del mismo Popper ante los puntos uno y dos.
- El psicoanálisis de Freud puede plantearse hoy como conjeturas
introspectivas abiertas al diálogo y la crítica.
- El psicoanálisis de Freud, desligado del iluminismo comprensible de su
autor, puede estar hoy en profunda relación con la logoterapia de V.
Frankl y una antropología cristiana abierta a la trascendencia.
En su
clásico
La lógica de la investigación
cientifica,Tecnos, Madrid, 1985.
Ver
Replies To My Critics; in
The Philosophy of Karl Popper, Part II;
Edited by P. Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974, y su prefacio de
1981 a Realismo y el objetivo de la ciencia; Tecnos, Madrid, 1985.
En su
famoso
Tratado contra el método;
Tecnos, Madrid, 1981, caps. 1 y 2.
Sobre
el realismo,
Realismo y el objetivo de la
ciencia; Tecnos, Madrid, 1985; sobre
la noción de verdad, idem y
Conjeturas
y refutaciones; Paidós, Barcelona, 1983, y
Conocimiento objetivo; Tecnos, Madrid, 1988; sobre el
indeterminismo, idem y
El universo
abierto; Tecnos, Madrid, 1986; sobre el libre albedrío, idem y
La miseria del historicismo;
Alianza Ed., Madrid, 1987; sobre la irreductibilidad de la mente a lo corpóreo,
El universo abierto, op.cit; sobre el evolucionismo y la teoría de los 3 mundos,
Conocimiento objetivo, op.cit.
Ver
por ejemplo las siguientes citas, correspondientes a The Myth of the Framework (op.cit); In Search of a Better World, Routledge, 1994; All Life is
Problem Solving, Routledge, 1999; y The World of
Parmenides;
Routledge, 1998: “The critical tradition was founded by the
adoption of the method of criticizing a received story or explanation and then
proceeding to a new, improved, imaginative story which in turn is submitted to
criticism. This method, I suggest, is the method of science” (The Myth Of the Framework, op. cit, p.
42). “…In this way we arrive at a
fundamental new possibility: our trials,
our tentative hypotheses, may be critically eliminated by rational discussion,
without eliminating ourselves” (op.cit., p. 69, itálicas en el
original). “…science is essentially the
method of critical discussion” (op.cit., p. 92). “As to the rationality of science, this is simply
the rationality of critical discussion” (op.cit., p. 160, itálicas en el
original). “…Science is a critical
activity. We examine our hypotheses critically. We criticize them so that we
can find our errors, in the hope of eliminating the errors and thus getting
closer to the truth” (In Search of a
Better World, op. cit., p. 39). “The
proper answer to my question ´How can we hope to detect and eliminate error?´
seems to me be ´By criticizing the theories and conjectures of others and –if
we train ourselves to do so- by criticizing our own theories and speculative
attempts to solve problems´ (Incidentally, such criticism of our own theories
is highly desiderable, but not indispensable; for if we don´t criticize them
ourselves, there will be others who will do it for us)” (op.cit., p. 47).
“Perhaps the rational attitude can best be expressed by saying: You may be
right, and I may be wrong; and even if our critical discussion does not enable
us to decide definitely who is right, we may still hope to see matters more
clearly after the discussion” (op. cit, p. 205). “There are still some
scientists and of course many amateurs who believe that the natural sciences
just collect facts –perhaps in order to make use of them in industry. I see
science differently. Its beginnings are to be found in poetical and religious
myths, in human fantasy that tries to give an explanation of ourselves and of our
world. Science develops from myth, under the challenge of rational criticism”
(op.cir., p. 226). “Of these new values that we have invented, two seem to me
the most important for the evolution of knowledge: a self-critical attitude” (All Life is Problem Solving, op.cit., p.
73). “The step that the amoeba cannot take, and Einstein can, is to achieve a
critical, a self-critical attitude, a critical approach” (idem). “Philosophical
speculation is assumed to have started with the Ionians: with Thales of Miletus,
and his disciple and kinsman Anaximander. And indeed, something very new was
added by these two. They added the critical approach of the critical tradition:
the tradition of looking at an explanatory myth, such as the model of the
universe due to Homer and Hesiod, with critical
eyes. What early Greek philosophy or early Greek science adds to myth making
is, I suggest, a new attitude: the critical
attitude, the attitude of changing an explanatory myth in the light of
criticism. It is this critical examination of explanatory stories, or
explanatory theories, undertaken in the hope of getting nearer to the truth
that I regard as characteristic of what may be somewhat loosely described as rationality” (The World of Parmenides, op.cit., p. 109; itálicas en el original).
De
hecho el título del libro The Myth of the
Framework previene de un artículo homónimo contra Kuhn, de 1965; ver
también el debate Popper-Kuhn en Lakatos and Musgrave, Editors: Criticism
and the Growth of Knowledge; Cambridge University Press, 1970.
Nos referimos a Koyré, A:
Estudios galileanos; Siglo XXI, 1980;
Kuhn, T.:
La tensión esencial; FCE,
1996; y Feyerabend, P.:
Tratado contra el
método, op.cit.
Lakatos, I.:
La
metodología de los programas de investigación científica; Alianza Ed., Madrid, 1989
, p. 152.