Reitero:
http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/2013/02/la-renuncia-del-pontifice-mas-brillante.html
domingo, 24 de febrero de 2013
miércoles, 20 de febrero de 2013
LA RENUNCIA DEL PONTÍFICE MÁS BRILLANTE DE LOS ÚLTIMOS SIGLOS
En el libro Informe sobre le Fe, de 1985, una
entrevista que el Card. Ratzinger concede a Vittorio Messori, este último le
pregunta qué ha pasado con ese joven Ratzinger, entusiasta del Vaticano II,
co-fundador de “Concilium”. ¿Ha
cambiado? ¿Se ha corrido a la derecha? ¿Ha prestado sus oídos a aquellos que ya
no quieren saber más nada con el Vaticano II? La respuesta de Ratzinger fue
clarísima: “Yo no soy el que ha cambiado, han cambiado ellos” (p. 23). O sea,
Ratzinger responde claramente que él se ha mantenido fiel al Vaticano II; los
que no, son los que han avanzado más allá de su correcta hermenéutica.
Ratzinger no es el conservador, si por conservador implica correrse hacia Lefebvre;
él se ha mantenido perfectamente en el Vaticano II mientras que varios de sus
amigos teólogos han leído en el Vaticano II lo que sencillamente no está.
Sin embargo, fue
todo inútil. El falso progresismo dentro de la Iglesia, que no hace sino
retroalimentar a los lefebvrianos, no perdonó nunca a Ratzinger su correcta
interpretación del Vaticano II, que nunca fue una ruptura con el Depósito de la
Fe. La fama de “conservador” corrió en los medios de comunicación y ocultaron
al sutil y abierto teólogo agustinista, perito del Vaticano II. Para colmo le
tocó ser el prefecto de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe,
durante el pontificado de JPII. ¡Peor! Quiso renunciar tres veces, pero JPII lo
quiso a su lado. Pero entonces, mientras que JPII se movía mejor en la política
y en los medios, Ratzinger tenía que moldear el núcleo central de los
documentos más antipáticos que JPII aprobaba. Juan Pablo, Segundo, te quiere
todo el mundo, todo el mundo, sí, que no había leído ni entendido ni un micrón
de dichos documentos. No era precisamente una justa situación.
Pero la cuestión
no es ser conservador o no, la cuestión es tener Fe, para clarificar la cual
también Ratzinger tuvo un destacado papel en el Catecismo de la Iglesia
Católica de 1992. Ni JPII ni Ratzinger pontificaban en temas opinables, en
cuestiones libres entre teólogos. Sencillamente recordaban la Fe. ¿Eso es ser
conservador? Demos algunos ejemplos. La Veritatis
Splendor recordaba la diferencia entre pecado mortal y venial. ¡Oh, qué
barbaridad!!!!!! La Dominus iesus
afirmaba que la salvación es a través de Cristo. ¡Oh qué horror!!!! Como si la
Iglesia de siempre hubiera ignorado que la Gracia tiene formas extra-ordinarias
de donación, que el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere, el votum ecclesiae, etc. Y ni qué hablar de
la Libertatis nuntius, contra la
teología marxista de la liberación. ¡Cómo se atreve, europeo y explotador
Ratzinger, que se ha adueñado de los medios de producción religiosa en la
Iglesia institución vs. la Iglesia popular!!!!!! ¡Qué horror, afirmar
cuestiones católicas elementales tales como que la historia de la salvación no
es igual a la historia humana, o que Jesucristo no es el liberador temporal de
Israel!!!! Me acuerdo bien, en 1988, cuando estuve ante un grupo de sacerdotes,
todos muy versados en Teología. Con el texto de Ratzinger en la mano critiqué
todos y cada uno de los presupuestos de la Teología de la Liberación de
Gutiérrez y Boff. Silencio sepulcral, caras largas y atónitas. Finalmente con
toda cordialidad uno de ellos me dijo “Gabriel, así como nosotros no debemos
meternos en economía, tú no deberías meterte con la Teología”. Yo contesté, lo
más tranquilo, para mayor escándalo: “No hablo como teólogo, hablo como
creyente, esta es una cuestión de Fe o no”. Si mis interlocutores hubieran sido
argentinos no salía vivo de allí. Creo que sólo me salvaron mis totalmente
ingenuos 28 años.
Así las cosas,
Ratzinger es electo pontífice. ¡Peor!!!!!! Mi reacción fue relativamente
diferente al común de creyentes y no creyentes. ¡Por fin alguien que entiende
al Vaticano II!!!, recé para mis adentros. Conforme a mi escandaloso
diagnóstico, Benedicto XVI, el “conservador”, comienza a escribir documentos
que nadie lee ni entiende. Dejemos para lo último –ya veremos por qué- su famosa
hermenéutica de la reforma y continuidad del Vaticano II. Comencemos por
Ratisbona, 2006, del cual sólo se recuerda su famosa cita de Manuel II
Paleólogo. Ese documento es el eje central del pontificado de Benedicto XVI: la
armonía entre razón y fe, que la fe tiene razones, que hay razones para la
esperanza, como le dijo a Paolo D´Arcais en el año 2000. Pero además contesta
al debate intra-eclesial de la des-helenización del cristianismo. Conforme a su
“Introducción al Cristianismo” re-afirma que la razón humana es una, que se
despliega a lo largo de la historia asumiendo
todo lo que de verdad se ha dicho (San Justino), con ese momento único que es
la Encarnación, que implica ya una des-mitificación del pensamiento politeísta,
panteísta y animista. Nadie se dio cuenta de lo que dijo. La opinión pública
intra y extra-eclesial sólo debatían la famosa cita del ahora famoso emperador
bizantino. Nada más. O sea, nada más en la cabeza……..
La Sapienza, 2008. Una conferencia que no pudo ir a
dar porque los muy “liberales” profesores lo impidieron. Pero la conferencia
quedó escrita y, de vuelta, nadie la leyó. Pero era esencial para la
comunicación de la Fe en el mundo actual. Asume a J. Rawls y habla de una razón
pública cristiana, donde el cristiano puede presentarse como tal en la arena
pública con una sensibilidad cristiana sobre temas que el no-cristiano puede
compartir. Sin que nadie se haya dado cuenta, Benedicto XVI replantea más de un
siglo de hablar desde una sola ley natural como si la fe no existiera, conforme
a su teología agustinista que rezachó siempre “…ese racionalismo
neo-escolástico que, con una razón totalmente independiente de la fe, intentaba
reconstruir con una pura certeza racional los “preambula fidei””, agregando
“Debemos esforzarnos hacia un nuevo diálogo de este tipo entre fe y filosofía,
porque ambas se necesitan recíprocamente. La razón no se salvará sin la fe,
pero la fe sin la razón no será humana” (http://www.institutoacton.com.ar/articulos/41art01-05-12-a.pdf).
Un mes después, Febrero de 2008.
Discurso ante Mary Ann Glendon, nueva embajadora de EEUU ante la Santa Sede: “Desde el alba de la República, como usted ha
observado, Estados Unidos ha sido una nación que valora el papel de las
creencias religiosas para garantizar un orden democrático vibrante y éticamente
sano. El ejemplo de su nación que reúne a personas de buena voluntad
independientemente de la raza, la nacionalidad o el credo, en una visión
compartida y en una búsqueda disciplinada del bien común, ha estimulado a
muchas naciones más jóvenes en sus esfuerzos por crear un orden social armonioso,
libre y justo. Esta tarea de conciliar unidad y diversidad, de perfilar un
objetivo común y de hacer acopio de la energía moral necesaria para alcanzarlo,
se ha convertido hoy en una tarea urgente para toda la familia humana, cada vez
más consciente de su interdependencia y de la necesidad de una solidaridad
efectiva para hacer frente a los desafíos mundiales y construir un futuro de
paz para las futuras generaciones”. ¡Oh!!!! Pero qué “conservador”!!!!! Ni
Jacques Maritain lo dijo así en su libro sobre EEUU!!!! ¿Qué opinarían los
asesores de Pío IX? ¡Un papa liberal!!!!!!
Dos meses
después, viaja a EEUU. Ratifica lo anterior, habla de la libertad religiosa
ante la ONU.
Septiembre
de 2010, discurso ante el Parlamento Británico: “…Vuestra
tradición jurídica —“common law”— sirve de base a los sistemas legales de
muchos lugares del mundo, y vuestra visión particular de los respectivos
derechos y deberes del Estado y de las personas, así como de la separación de
poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.” ¿Hayek? No, Benedicto
XVI….
Septiembre de 2001, discurso ante
el parlamento alemán: ““Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado
de una gran banda de bandidos?”, ¿Rothbard? No, Benedicto XVI citando a San
Agustín. “…Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha
impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento
jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha remitido a la naturaleza
y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía
entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que
ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios. Así, los teólogos
cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que se había formado
desde el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se
produjo un encuentro entre el derecho natural social, desarrollado por los
filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano.[3] De este contacto, nació la cultura
jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante
para la cultura jurídica de la humanidad. A partir de esta vinculación
precristiana entre derecho y filosofía inicia el camino que lleva, a través de
la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico de la Ilustración, hasta la
Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana,
con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 “los inviolables e inalienables
derechos del hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la
justicia en el mundo”."
Edad Antigua, Edad Media, Modernidad, Ilustración,
derechos del hombre. ¿Hayek, cap. 11 de Los
Fundamentos de la Libertad? No, Benedicto XVI.
Nada extraño en un papa que por
primera vez habla del liberalismo político sin ningún problema: “…Por razones históricas, culturales y
políticas complejas, el Risorgimento pasó como un movimiento contrario a la
Iglesia, al catolicismo, incluso contra la religión en general. Sin negar el
papel de tradiciones de pensamiento diferentes, algunas marcadas por trazos
jurisdiccionalistas o laicistas, no se puede callar la aportación del
pensamiento – e incluso de la acción – de los católicos en la formación del
Estado unitario. Desde el punto de vista del pensamiento político bastaría
recordar todas las vicisitudes del neogüelfismo, que tuvo en Vincenzo Gioberti un
ilustre representante; o o pensar en las orientaciones católico-liberales de
Cesare Balbo, Massimo d’Azeglio, Raffaele Lambruschini. Por el pensamiento
filosófico, político y también jurídico resalta la gran figura de Antonio
Rosmini, cuya influencia se ha mantenido en el tiempo, hasta dar forma a puntos
significativos de la Constitución italiana vigente. Y por esa literatura que
tanto contribuyó a “hacer a los italianos”, es decir, a darles un sentimiento
de pertenencia a la nueva comunidad política que el proceso del Risorgimento estaba plasmando,
cómo no recordar a Alessandro Manzoni, fiel intérprete de la fe y de la moral
católica; o Silvio Pellico, que con su obra autobiográfica sobre las dolorosas
vicisitudes de un patriota supo testimoniar la conciliabilidad del amor a la
Patria con una fe diamantina. Y también figuras de santos, como san Juan Bosco,
impulsado por la preocupación pedagógica a componer manuales de historia
patria, que modeló la pertenencia al instituto por él fundado sobre un paradigma
coherente con una sana concepción liberal: "ciudadanos frente al Estado y
religiosos frente a la Iglesia".
(Discurso de BXVI ante Giorgio
Napolitano, Presidente de la República Italiana, 17 de Marzo de 2011).
Pero
entonces, ¿cómo se entiende su restauración de la misa tridentina, y sus
permanentes llamados a la reconciliación con los lefebvrianos de Mons. Fellay,
que tantas amarguras e incomprensiones le causaron? Primero, Benedicto XVI no
restauró nada, sólo recordó que el Vaticano II no había prohibido de ningún
modo la última redacción del Missale Romanum anterior al Concilio. Segundo, voy a decir algo muy
escandaloso. Los partidarios de Mons. Lefebvre tienen gravísimos problemas. Una
falsa noción de tradición, un antisemitismo vergonzante, y un acto de
desobediencia ante JPII que este último no merecía en absoluto. Pero
contrariamente a otros auto-titulados católicos, los que actualmente siguen a
Mons. Fellay no han perdido el Depositum
fidei. Pero, además, lo que dicen sobre el Vaticano II –esto es, sus
críticas a la laicidad, la libertad religiosa, etc.- está todo dicho, casi, por
Gregorio XVI y Pío IX fundamentalmente, en documentos tan condenatorios que
hasta hay que esforzarse en demostrar que no son ex catedra. Benedicto XVI lo
sabía: lo sabía y lo sufría como ninguno de sus predecesores posteriores a Pío
XII. Pocos de los que siguen acusando a BXVI de “conservador” entienden la
visión global de la historia de la Iglesia que este pontífice tiene en este
punto. BXVI ha tratado de solucionar una crisis silenciosa intra-eclesial que
golpea y parece atentar contra la misma continuidad doctrinal de la Iglesia.
Pocos recuerdan hoy que la Iglesia Católica lleva como carga histórica 17
siglos de estados pontificios armados con ejércitos. Pocos recuerdan hoy el
comprensible enfrentamiento que Gregorio XVI y Pío IX tuvieron contra la
Revolución Francesa, con cuyas condenas Hayek y Burke hubieran coincidido
perfectamente, excepto, precisamente en su estrecha visión histórica y en no
haber distinguido lo contingente de lo esencial. No distinguieron (León XIII
sí) entre Francia y EEUU, pero fundamentalmente no pudieron distinguir entre
Modernidad e Iluminismo. Aunque el pontificado de León XIII ya significó un
intento de moderación, dichas condenas marcaron históricamente toda la relación
de la Iglesia con el mundo moderno en el s. XX. Pocos recuerdan hoy que Pío IX
se declara prisionero del estado italiano, e impide a los católicos la
participación de su vida política, cosa que sólo se revierte con el acuerdo de
Pío XI nada menos que con Mussolini. Pocos recuerdan hoy que hasta Pío XII,
todo católico que hablara de democracia, libertades políticas, y libertad
religiosa, era un sospechoso hasta que se demostrara lo contrario, y que por el
filo de la providencia divina se salvaron de la condena total autores como Lord
Acton, Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Dupanloup, excepto Rosmini, quien NO
de casualidad tuvo que ser re-habilitado por JPII y BXVI. Pocos recuerdan hoy
que los ataques más violentos al liberalismo político NO vinieron de la
Teología de la Liberación sino de los católicos que apoyaban a Franco y a Mussolini,
quienes tenían in mano, insisto, todos los documentos de Gregorio XVI y Pío IX
a su favor. De ese grupo vino el pedido de condena a Jacques Maritain, pedido que
Pío XII rechazó. Pocos recuerdan que gracias a Pío XII, y sus discursos tales
como Sumi pontificatus, Benignitas et humanitas y Con sempre, los católicos liberales y
democráticos europeos tuvieron desplegado el camino para formar los partidos
democráticos de orientación cristiana, totalmente anti-fascistas y pro-mercado,
que formaron parte esencial de la reconstrucción europea. Es en ese ambiente
donde entonces pueden fructificar documentos tales como Pacem in terris de Juan XXIII, Gaudium
et spes y Dignitatis humanae del
Vaticano II. Karol Wojtyla, que sabían lo que eran los soviéticos, y Ratzinger,
que sabía lo que eran los nazis, entendieron qué estaba sucediendo. Los que aún
creían que el mundo era Gregorio XVI contra la Francia Napoleónica, no pudieron
entender nada.
Pero Benedicto XVI, el papa de la
razón y la fe, el papa de la fe, sencillamente, el papa agustinista que en la Fides et ratio supo asesorar sobre el
Santo Tomás real, el papa teólogo más profundo de los últimos siglos, sí. Por
lo tanto era el único que podía escribir un documento tal como el discurso del
22 de Diciembre de 2005, sobre la hermenéutica de la reforma y continuidad del
Vaticano II: reforma en lo contingente, continuidad en lo esencial, con la
esperanza de que la Iglesia sepa encaminarse en “lo esencial”: la FE.
Curiosamente, el documento produjo un sin fin de interpretaciones diferentes y
encarnizó los debates entre los “Vaticano II sin Iglesia anterior” y los
“Iglesia anterior sin Vaticano II”. Diagnóstico: la intelectualidad católica actual (salvo las excepciones que siempre
están) no está preparada para este pontífice. Pero quedó escrito, y los
pontífices posteriores NO lo podrán borrar. Se podrán hacer los tontos, pero no
podrán evitar la bendita (bene-dicta) rueda espontánea de estos documentos
luminosos.
De sus encíclicas, escritas las dos
primeras de primera mano, no tengo nada que agregar. Las he comentado las tres.
(http://www.institutoacton.com.ar/oldsite/index.htm);
Escribo esto además con la tranquilidad
de conciencia de quien nunca lo aduló: elogié la Caritas in veritate aunque con distancia; ante sus diagnósticos
opinables sobre la crisis financiera manifesté respetuosamente mi desacuerdo, y
ante su viaje a Cuba le dije directamente que por favor no vaya a hacer lo que
hizo.
¿Y sobre su renuncia, entonces?
Pues es como dijo, por motivos de salud. Y NO es que no fuera capaz de
gobernar. Al contrario, todo lo que he reseñado fue del gobierno de la Iglesia. Es faso totalmente que un intelectual
como él no supiera “cómo gobernar”: precisamente, la luz de su intelecto le permitía ver el piso con el cual otros
tropezaron pensando orgullosamente que no lo hacían. Aquello con lo cual
este pontífice, de una calidad moral excepcional, no transigía, es la politiquería barata, las intrigas, las
estupideces de “imagen”, las diplomacias humanas demasiado humanas, todo lo
cual es el estado del Vaticano como cualquier estado. Por eso hace un año le
rogué que se fuera del Vaticano, NO que renunciara. La eliminación del estado
del Vaticano es el primer paso para retornar a una Iglesia desprendida de todo
lo humano que no esté adherido a Cristo.
¿Habrá sido este portazo un mensaje
indirecto al respecto?
No lo sabremos nunca: sólo un
tiempo al cual ya no asistiremos, lo dirá. Mientras tanto, ante la renuncia de
este intelectual, de este profesor, de este santo, de este Santo Tomás de
nuestro tiempo, me inunda la tristeza, consolada sólo por la certeza de que
Benedicto XVI sabe lo que hace.
domingo, 17 de febrero de 2013
¿SE NOS VIENE EL FIN DEL MUNDO?
Disculpen, dado cierto agotamiento no pude escribir el art.
sobre Benedicto XVI que tengo in mente, pero sí consideré prudente reiterar -no
porque tenga algo que ver- este artículo publicado en el
www.institutoacton.com.ar en Octubre de 2011, sobre todo por la parte que dejo
subrayada.
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Si, es imparable. Es como intentar tapar el sol con
el dedo. Matrimonio homosexual,
eutanasia, madre sustituta, cambio de sexo, niños
hijos de lesbianas que deciden ser
niñas, etc etc etc etc.
Las actitudes de los católicos –laicos y jerarquía- ante
todo esto son diversas. Algunos
se parapetan en nuevas catacumbas con una espada y un
escudo contra el herético
mundo moderno. Otro intentan pelearla desde el mundo. Entre
estos últimos las
actitudes son también diversas. Unos intentan que la
legislación estatal sea contraria
todo ello basándose en la ley natural que estaría fundada en
la sola razón, para evitar la
crítica de “católico”. Pero ¿ser católico es ahora
una crítica que debemos evitar?
Benedicto XVI dijo, en Enero de 2008, que hay una razón
pública cristiana, que puede
hablar con el no cristiano sin renegar de su posición de
cristiana. ¿Cómo es eso posible?
Con un nuevo replanteo entre la razón y la fe, donde la
razón es la fe judeo-cristiana que
busca el entender, y desde ese entender, entendernos con
todos.
Otros tenemos, además, una agenda más amplia. El mundo no
es como nos gustaría que
fuera en muchos aspectos. Los niños no sólo mueren por el
aborto: mueren también por
el hambre, la desnutrición, el hacinamiento, los adultos
mueren de abandono y
depresión por el trabajo perdido, por la familia que no
logran sostener; los inmigrantes
mueren porque por las leyes anti-migratorias, son obligados
a huir de sus infiernos en
condiciones infernales, y
muchos católicos apoyan todas esas medidas estatistas que
producen el subdesarrollo, el hambre, la miseria, la muerte
más indigna, en última
instancia; pero no se sienten culpables en absoluto:
no, los culpables seríamos nosotros,
los partidarios de la economía de mercado, los cerdos
capitalistas cuyo liberalismo es
pecado, mientras ellos, desde su torre de marfil, hablan de
la cultura de la vida mientras
su anti-liberalismo militante lleva a millones de seres
humanos a la muerte.
La agenda es más amplia. Pero es verdad, sí, que desde el
lado no cristiano, los mismos
estatistas capaces de imponer todo y excluir el derecho a
la libertad de conciencia, en la
parte de libertad sexual y reproductiva han concentrado la
libertad individual, mientras
la niegan para lo demás. Libertad individual que, bien
pensada, como hemos dicho, no
incluye la libertad de matar embriones, destruir minúsculos
seres humanos congelados y
obligar al médico a quitar el suero al paciente que se
mantiene en vida sin medios
extraordinarios.
Todo eso es verdad, hay que decirlo, sí, pelearlo como
luchamos por la libertad de
comercio y la economía de mercado, porque detrás de todo
ello está también la vida de
todo ser humano que nace en este difícil planeta. Pero
calma: los valores han cambiado
y contra eso, los ataques de nervios políticos no sirven
para nada. El clericalismo de los
católicos (véase que NO hablamos de “Iglesia”) ha durado 17
siglos y el equilibrio entre
ese clericalismo y la sana laicidad no parece encontrarse
entre los mismos católicos. Tal
vez tengan que pasar muchos siglos más para que los
católicos seamos vistos de otro
modo en el mundo actual, con una autoridad moral que nunca
hemos tenido hasta ahora,
dada nuestra visión de la política:
planes plagados de racionalidad instrumental para
meternos en un mundo que nos es
extraño, para ser extraños buzos en el barro de la
historia, más que peces en el
inmenso mar del mundo y de la historia que, a los laicos,
nos debe ser propio. Los católicos
no terminamos de asumir al mundo. No nos
acostumbramos al mundo, creemos que
hacer política es planear con los obispos cómo
infiltrarnos en la cultura de la
muerte; no concebimos al mundo como la vida que
verdaderamente nos toca y, en ese
sentido, como la cultura, no sé si de la vida, pero sí
de nuestra vida, mejor o peor,
siempre cambiante, con luces y sombras diferentes según
los diversos momentos históricos,
sin desesperar, sabiendo que todo es caminata,
constructiva, sí, hacia la morada
eterna. El mundo no se nos vino encima, sencillamente,
se nos olvidó. Siempre seremos un
puñadito, sí, pero una cosa es ser manso como
paloma y astuto como serpiente, y
otra cosa es estar siempre enojado, perder
mansedumbre, ser tonto como gallina
y hablarle al mundo con una mentalidad que
muestra que definitivamente no
queremos ser parte de él. No es que el mundo nos
pasará por encima. Sencillamente,
seguirá su curso, mientras nosotros seguiremos,
ocultos, en nubes y catacumbas.
miércoles, 6 de febrero de 2013
USTED
Usted, Señora
Presidente, viene a pedir respeto para los que piensen diferente.
Usted, la fiel
discípula de un cuasi-dictador que, manteniendo cínicamente las formas del
estado de derecho, y violándolo permanentemente, acorraló, atemorizó y amenazó
a todos los que pensaban diferente.
Usted, la que no
duda de burlarse y amenazar por cadena nacional a todos los que piensen diferente.
Usted, que no ha
dudado en utilizar la fuerza bruta de piquetes para amenazar a todos los que
piensen diferente.
Usted, la que no
duda en abrazarse internacionalmente con todos los dictadores internacionales
que no dudan en asesinar a los que piensan diferente.
Usted, la que
aplaude y apoya totalmente a una psicópata peligrosa que no dudaría en ahorcar
con sus propias manos a todos los que pensamos diferente.
Usted, que apoyó
y apoya totalmente a los asesinos terroristas que en los 70 asesinaron a todos
los que pensaban diferente.
Usted, que no
duda en asociar con los asesinos de los asesinos terroristas a todo aquel que
piense diferente.
Usted, que lucha
contra la libertad de expresión, precisamente por la amenaza que es para usted
la expresión del pensamiento diferente.
Usted, que no
duda en mantener en el más indigno clientelismo a millones de masas indigentes
para que ni se les ocurra pensar diferente.
Usted, que llama des-estabilizadores y golpistas a todos los que piensan diferente.
Usted, que ha
nombrado en su gobierno a una banda de personajes psicopáticos, corruptos,
autoritarios y dementes, que no dudarían en mandar a la hoguera a todos los que
piensan diferente.
Usted, auto-considerada
la diosa total que monologa desde su distante atril, al cual ninguna pregunta,
que manifieste un pensamiento diferente, puede acercarse.
La lista es muy
larga, Señora. No sigo.
Usted, Señora,
tiene todo mi cristiano perdón. Yo, sin que usted lo dijera, me manifesté en
contra de escraches y abucheos, sean dirigidos a quienes fueren. Pero la
política y la historia, Señora, lamentablemente no perdonan. Usted ya ha entrado
en la historia del ridículo.
Tal vez aún no se da cuenta, y no creo que pueda
darse cuenta alguna vez. Los que la votaron tal vez tampoco. Y no escribo desde
la esperanza de que deje de hacer daño; es muy probable que lo siga haciendo
mucho, mucho tiempo, desde su odio, resentimiento y rencor a todos los que
piensan diferente. Yo, Señora, escribo desde la única trinchera indestructible:
el deber de decirle la verdad. El deber, precisamente, de pensar diferente.
domingo, 3 de febrero de 2013
LA INMISERICORDE CRUELDAD DE LAS FRONTERAS NACIONALES
INSISTAMOS:
"... la
crisis internacional del 2008
ha implicado en los EEUU una casi estatización masiva
del mercado de capitales, cuando es la propia Reserva Federal la que causó y
causa las crisis[1], y
han recrudecido en Latinoamérica, antes y después de la crisis, los llamados
socialismos del s. XXI. Ante estas circunstancias, no sólo basta recordar la
necesidad de las inversiones para la disminución de la pobreza, sino también
las condiciones de libertad de entrada al mercado, sobre todo en un mundo
supuestamente globalizado pero sin embargo cerrado. Hablamos de solidaridad
internacional focalizando nuestra atención en organismos tales como Fondo Monetario
y Banco Mundial, pero dichos organismos, al trabajar directamente con los
gobiernos, son parte del problema. La cuestión es la libre entrada de personas
y de capitales. Ello sí se corresponde coherentemente –aunque no decimos sea la
única solución- con la sensibilidad cristiana al emigrante, al refugiado, a los
terribles sufrimientos de millones y millones de personas que huyen desplazados
por espantosas guerras, genocidios y condiciones infrahumanas de vida. La
atención de esas personas, ¿no tiene que ver con la caridad social? Entonces
hagamos propuestas posibles y realistas. No parece realista que proclamemos
nuestra caridad para con el inmigrante y al mismo tiempo cerremos nuestras
fronteras. Pero la libre entrada y salida de capitales y de personas no es una
autoinmolación de la propia región. El libre comercio internacional no es un
juego de suma cero o negativo, es un sistema donde cada persona, aportando
libremente su trabajo al mercado, en igualdad ante la ley y sin los privilegios
del estado asistencial, aumenta el nivel de vida de todos, porque toda acción
en el mercado, en esas condiciones, es una inversión. Vengo de un país que es
prácticamente un desierto de aproximadamente unos 3.700.000 km
cuadrados. ¿No sería un acto de verdadera caridad que millones de seres
sufrientes encuentren refugio en esa tierra? Pero no, permanece cerrada incluso
para sus propios habitantes, porque la opinión pública de gobernantes y
gobernados cree que la economía es como una torta fija de recursos que si aumenta
para uno disminuye para otro. Pero ello no es así en un mercado abierto a la
creatividad de las inversiones en igualdad ante la ley. Por ende, una magnífica
oportunidad de conjugar la caridad con la escasez, el don con el mercado, sería
decir: vengan, esta es su tierra con sólo pisarla y trabajar, sin privilegios,
sin subsidios, en igualdad de condiciones con los demás. ¿No resuena en
nuestros oídos que “…no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni
mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”[2]?
Pues bien, ¿no sería una traslación, aunque opinable, de ese espíritu a nuestro
orden social, abrir las fronteras en un libre mercado? Hago estas preguntas
porque si hablamos de caridad, y la queremos aplicar al orden social, los
laicos debemos ser críticos de las estructuras existentes y valientes en
nuestras propuestas concretas, aunque conscientes, por supuesto, que nada de lo
que propongamos se deriva directamente del depositum
fidei. Pero sí, de nuestra sensibilidad cristiana. Millones y millones de
seres humanos luchan por sobrevivir en condiciones infrahumanas en regiones
destruidas por guerras y autoritarismos de diversas especies. Sabemos de ello
pero parece que nada podemos hacer, excepto recurrir a complicados esquemas de
ayuda internacional a través de organismos estatistas como los nombrados que
parecen eximirnos de nuestra responsabilidad personal para caer en nuevas
formas de racionalidad instrumental, mientras se siguen fomentando las ideas de
estado-nación y odio al extranjero. Pero no, ya no debe haber extranjero. La
mirada al otro en tanto otro, la mirada al otro desde el buen samaritano,
implica que el otro es ante todo un ser humano que requiere nuestra mirada de
igual a igual. “Para el cristiano –dice Edith Stein- no hay personas extrañas”[3].
Pues bien, aunque la intensidad de la caridad de esas palabras no se pueda
plasmar en las limitaciones de la ley humana[4],
al menos sí podemos hacer que esta última borre las diferencias de fronteras y borre
también las nuevas marginaciones y esclavitudes que producen un papel con el
sello de “extranjero” colocado por la racionalidad instrumental de los
estados-nación."
[1] Ver la teoría austríaca del ciclo económico, fundamentalmente en Mises, L.
von: The Theory of Money and Credit
(1912), Liberty Fund, 1981, y La Acción
Humana , (1949), Sopec, Madrid, 1968, caps. XX y XXXI.
[2] Ga 3, 28.
[3] Citado por Theresa a Matre Dei en su libro Edith Stein, En busca de Dios, Verbo Divino, Pamplona, 1994, p.
224.
[4] Nos referimos a estas palabras de Santo Tomás: “. . . la ley humana se
establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son
hombres perfectos en la virtud. Y así,
la ley humana no prohíbe todos los vicios, de los que se abstiene un hombre
virtuoso; sino sólo se prohíben los más graves, de los cuales es más posible
abstenerse a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellas cosas que
son para el perjuicio de los demás, sin cuya prohibición
la sociedad no se podría conservar como son los homicidios, hurtos, y otros
vicios semejantes” (I-II, Q. 96,
a . 2).
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