domingo, 29 de enero de 2012
¿SE PUEDE SER UN BUEN CRISTIANO Y UN BUEN LIBERAL?
http://newmedia.ufm.edu/gsm/index.php?title=Zanottileccion2012
sábado, 28 de enero de 2012
HOMENAJE A SANTO TOMÀS DE AQUINO EN SU DÌA
EL APOGEO DE LA FILOSOFIA MEDIEVAL Y SANTO TOMÁS DE AQUINO.
(Cap 4 de "Filosofìa para filòsofos", UFM/Uniòn Editorial, Madrid, 2003).
Imaginemos una película. Imaginemos que EEUU dura hasta el s. XXIV, hasta finalmente caer en medio de un absoluto desgaste de su política interior y exterior. Con la caída de EEUU, la Tierra queda sumida en una anarquía, caòtica en cuanto a todo tipo de pequeños grupos armados en permanente guerra. Todo tipo de grupos culturales violentos, hasta entonces controlados por la “pax americana” avanzan sobre todo lo que consideramos civilizado. Las universidades de Europa y lo que fuera EEUU comienzan a desaparecer (más o menos como la Argentina a partir del 40).
Desde el s. XXIV hasta el XXIX, aproximadamente, los elementos de la filosofía, ciencia y religión son “conservados” por pequeños grupos que logran, de algún modo, aislarse del caos. Algunos grupos de cristianos, de judíos, de islámicos, de hinduistas y budistas, y pensadores independientes logran juntar sus materiales de trabajo, logran evitar que sus PC y sus CD sean destruidos. Los conservan como un tesoro y los van pasando de generación en generación, en medio de un mundo ajeno a todo ello, en permanentes luchas intestinas. Finalmente, hacia el s. XXIX, algunos con más capacidad política logran organizar una unidad política estable, con capacidad de autodefensa, y los que habían conservado todo ello comienzan a divulgarlo públicamente, naciendo de vuelta instituciones parecidas a las universidades de antaño. Se produce un renacimiento cultural.
Si repasan cualquier libro de historia occidental, o de historia de la filosofía, verán que la película que he imaginado no es más que una analogía con lo que sucede en Europa desde la caída del Imperio Romano hasta lo que en el s. IX se llama el renacimiento carolingio. La lecto-escritura, las lenguas clásicas, la filosofía antigua, y ese encuentro de lo antiguo con lo cristiano, de lo cual hemos hablado en la clase anterior, se había conservado en los conventos, hasta que en torno a la corte de Carlomagno, diversos “maestros” comienzan a agruparse en torno a “escuelas”, que, espontáneamente, son la base del nacimiento de las primeras universidades a principios del s. XIII, siendo las primeras las de París y la de Oxford.
En medio de todo ello, sucede en la Iglesia algo muy especial: surgen las primeras órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos), quienes, inspirándose en tradiciones monacales ya existentes (agustinos, benedictinos) llaman a una renovación de las costumbres y a una vida más auténtica del evangelio. Pero no se repliegan totalmente del mundo porque desde el principio deciden formar parte de esa incipiente vida universitaria.
En este ambiente cultural nace, en 1224, Tomás , en la poderosa e influyente familia de los condes de Aquino. Había grandes planes para él. El niño es inteligente. Su familia decide que se hará miembro del clero y que tal vez pueda llegar a ser Papa. Pero el niñito Tomás tiene otros planes. Se hace miembro de los dominicos, orden fundada por Santo Domingo en el s. XII. Los dominicos estudiaban, predicaban, pedían limosna, vivían austeramente y no querían saber nada con los poderes de este mundo. ¡Oh, no!!! ¿Cómo se le pudo ocurrir irse con “esa gente”?
Pero ahí fue. Contra todos y a pesar de todo, Tomás de Aquino se hace dominico.
Allí toma contacto con San Alberto Magno. San Alberto era en ese momento representante de una corriente de pensamiento muy revolucionaria dentro de la Iglesia: el aristotelismo.
En la teología de la Iglesia, Aristóteles no era una figura fácil. No hasta el s. XIII. Hasta el XII, sólo se lo estudiaba en lógica y física. Su antropología y su metafísica eran consideradas contrarias a la tradición neoplatónica de San Agustín. Para colmo, quienes estudiaban a la antropología y metafísica de Aristóteles eran los de la libre competencia: la escolástica judía y sobre todo árabe, llegando a conclusiones “aristotélicas” para nada compatibles con el dogma cristiano, tales como la eternidad del mundo, la negación de la inmortalidad personal del alma....
La introducción de Aristóteles en ambientes intelectuales cristianos no fue, por ende, nada fácil. Había varios intentándolo, no sólo San Alberto (también lo estaba intentando San Buenaventura, franciscano insigne en la historia de la filosofía que fuera después amigo de Sto Tomás). Pero San Alberto tiene una especial ventaja comparativa. Tiene a Tomás de Aquino como discípulo.
En medio de todas sus obligaciones pastorales como sacerdote, en medio de todas sus obligaciones conventuales como fraile, en medio de todas sus obligaciones docentes como maestro universitario en Nápoles y París (digamos que no es que no tenía nada que hacer....) Tomás de Aquino “comenta” , extensamente, prácticamente todas las obras de Aristóteles (esos comentarios son sòlo doce de sus noventa obras, escritas en sólo treinta años) .
Pero Tomás no leía griego. Y las traducciones que había en esa época eran del griego al persa, del persa al árabe..... Tomás pide entonces a otro dominico, experto en griego, Guillermo de Moerbeke, que traduza completamente y de nuevo a Aristóteles, del griego original al latín del s. XIII. Con ese material trabaja Tomás de Aquino.
Ahora tengamos en cuenta un sencillo tema de hermenéutica, esto es, de interpretación. La mayor parte de los escritos aristotélicos conocidos son, según dicen los historiadores, transcripciones de sus discípulos. Todo ello, en un mundo de vida muy diferente al nuestro. Ello, a su vez, es leído 17 siglos después por una mente cristiana, un fraile dominico, en un mundo de vida diferente al de Aristóteles. Pero no nos estamos refiriendo a Tomás: nos referimos a Guillermo de Moerbeke, dominico, quien traduce del griego del s. IV a.c. al latín del s. XIII d.c. Eso, a su vez, es leído por Santo Tomás, desde su propia mentalidad cristiana y con la peculiar perspicacia de su genialidad teológica.
El resultado de todo esto fue magnífico, obviamente. Simplemente estamos aclarando algo muy simple. Desde la palabra griega “sustancia” (por ejemplo) dicha oralmente por Aristóteles en su mundo griego, hasta la palabra latina “sustancia” pensada y escrita por Tomás en su mundo cristiano del s. XIII, hasta lo que aparece en nuestra mente cuando leemos a Sto Tomás, ya en latín o en alguna lengua moderna, puede haber una aproximación, un parecido, pero no una igualdad de sentido. Y eso no es un problema, excepto que se ignore tal cosa o se lo considere un tema menor. Por ende, Tomás es representante del aristotelismo cristiano, pero eso implica que interpreta a Aristóteles, de igual modo que a Platón, a San Agustín, a Averroes, Avicena, Maimónides..... Y eso para nombrar sólo algunas de sus lecturas principales. Con todo ello Tomás hace un aporte propio. Si se lo quiere considerar un comentador de Aristóteles, bien, pero no creo que Tomás sea simplemente eso. Y aún en ese caso, los que consideren a Tomás un aristotélico deberán defender que Tomás está en el núcleo central de lo que realmente dijo Aristóteles. Se puede hacer, pero por el problema hermenéutico referido, es difícil.
La expresión “filosofía aristotélico-tomista” debe ser, por ende, tomada con cuidado. No sólo porque Tomás no hacía en su época simplemente lo que hoy llamamos filosofía, sino porque no es tan fácil estar seguro de si Aristóteles dice lo que Tomás dice que dice (perdón la reiteración). Mi intención, cuando explico a Tomás, es tratar de explicar lo que Tomás dice. Con Aristóteles como una de sus fuentes de inspiración. Ahora bien, ¿quién es Aristóteles? ¿Qué dijo? ¿Lo que Tomás dijo que dijo? ¿Lo que Averroes dijo que dijo? ¿Lo que Gadamer dijo que dijo? Fascinante problema, pero se lo dejo a los aristotélicos.
De lo que no hay duda es que, como dijimos en la clase dos, hay “temas” aristotélicos, “estilos” aristotélicos de pensar que han marcado a la filosofía occidental, pero eso no es lo mismo que hablar de “doctrinas” aristotélicas.
Todo esto, para aclarar que Tomás es un pensador original. Es más, yo no tendría ningún problema en decir que el eje central de su modo de pensar es agustinista, con la inclusión de “herramientas técnicas” de pensamiento tanto de Aristóteles como de la escolástica árabe y judía (Averroes, Avicena, Maimónides). Eso lo convierte en un pensador audaz y original. Era muy atrevido, para la época, introducir en sus ambientes cristianos a autores sospechados de herejía y “paganismo” (y Aristóteles era uno de los principales autores sospechados). Eso le produjo problemas con las autoridades eclesiásticas de París . Pero no era nada fácil producir una síntesis coherente con la tradición anterior. Producir una doctrina filosófica original donde San Agustín y Aristóteles convivan armónicamente, con plena coherencia, diciendo algo nuevo, y además en fórmulas cortas, y aparentemente sencillas, no era nada fácil. Tomás lo logró y por eso van a encontrar citado su nombre incluso en las historias de la filosofía que nada tengan de cristiano.
Para ser coherentes con esta interpretación “agustinista”, y a la vez novedosa, de Tomás, vamos a ir planteando sus principales temas en el mismo orden en el que fueron planteados los de San Agustín en la clase 3. Sugiero, a su vez, releer los problemas que quedan planteados por el encuentro del mundo antiguo con el cristianismo, al principio de la clase 3.
Ante todo, Tomás es modelo de las relaciones entre razón y fe. Pero en su época no era cuestión de la relación entre la filosofía y la teología como dos departamentos universitarios que trabajaban separadamente. El era sencillamente un teólogo que tenía un “presupuesto irreductible” como diría Mises, o una pre-comprensión, como diría Gadamer. Esto es, una actitud básica, un presupuesto vital y teórico que era la base de todas sus demás afirmaciones. El partía de una armonía razón/fe. No partía de una fe que le tomaba examen a una sospechosa razón, ni de una razón que le tomaba examen a una sospechosa fe. No: eran, sencillamente, las dos piernas de su caminata, de su comprensión del mundo. En realidad sus explicaciones no eran para sí mismo, ni tampoco para un cristianismo que él ya consideraba racional en cuanto no contrario a la fe. Eran explicaciones ad extra, como las que daría a cualquiera de nosotros que le preguntara por el tema. Un gran ejemplo de ello lo tenemos en la Suma Contra Gentiles, en cuyos 9 primeros capítulos del libro I se pregunta qué cosas se pueden decir al no creyente que no comparte las escrituras cristianas. Allí hay que recurrir por ende a un lenguaje que en cierto sentido se considera común: al lenguaje de la razón. Lo cual implica un optimismo hermenéutico que en mi opinión es correcto. Esto es, la “esperanza filosófica” de que creyentes y no creyentes puedan comprenderse, basada en el presupuesto de una naturaleza humana en común que se expresa a través de experiencias compartidas. El “creo para entender” y “entiendo para creer” de San Agustín alcanza en Tomás una de sus más altas dimensiones.
Su concepción del hombre es un ejemplo de esa síntesis entre agustinismo neoplatónico y aristotelismo. El hombre tiene dos capacidades específicas, inteligencia y voluntad, que implican una dimensión irreductible a lo solamente material . Por eso tiene un espíritu inmortal. Pero la dimensión corporal es esencial al ser humano. ¿Cómo conciliar ello con la inmortalidad? Demostrando que esa dimensión espiritual es el principio ordenador del cuerpo . Cuerpo y alma no son por ende dos cosas separadas sino solo una cosa, con una dimensión irreductible a lo material cuyo fin último, por su inteligencia y voluntad, es Dios .
Es un dato de Fe que habrá resurrección de los cuerpos el día del Juicio Final, pero ello es compatible con una razón que afirma la unidad sustancial entre alma y cuerpo. También es un dato de fe el dogma del pecado original, pero ello es compatible con una razón que afirma que el hombre tiene inclinaciones que en tanto tales son buenas, y son la base para analizar la ley natural y las virtudes . Ley natural que es la base para una ética que, con la naturaleza humana como base, tiene en Dios su fin último como destino trascendente del hombre.
Destino trascendente que está en armonía con el libre albedrío, con la capacidad de elección como característica esencial de la voluntad humana . La gracia de Dios lleva al hombre a Dios (dato de fe) en diálogo con un libre albedrío que implica que la Gracia Divina no sea igual a coacción. Dios quiere los bienes y tolera los males, males que son privación del orden debido, fruto de una decisión libre por parte del hombre. La tolerancia del mal es sólo por un bien mayor, formando ello parte de un plan divino que es la providencia . Providencia que es compatible con la casualidad y la libertad porque lo no planificado en el orden de las causas segundas está planeado en el orden de la causa primera .
El hombre puede captar las esencias de las cosas, no totalmente, sino a través de sus accidentes . Conocer completamente la esencia de lo creado está sólo reservado al creador . Pero dado que el intelecto humano participa de la luz del intelecto divino, puede, mediante el concurso de la imagen sensible que captan los sentidos, abstraer ese limitado conocimiento de la esencia, abstracción que no se realiza sino teniendo al individuo como aquello cuya imagen singular se conoce . El intelecto humano también se conoce a sí mismo, conoce que conoce, una vez que ha captado la realidad distinta de sí .
El intelecto humano, al conocer el quid de las cosas (el qué son) capta que “son”, tema que es fundamental en Sto Tomás, pues con el dato de fe de la creación, entra en diálogo con una razón que transforma el simple existir de las cosas en su ser creadas. La riqueza de este tema es fundamental pero queda oculta a sus contemporáneos . Destacaremos la importancia de ese “ocultamiento” en clases posteriores.
Como método, sin embargo, se puede partir, no de que las cosas son creadas, sino de que existen, para así remontarse a Dios como causa primera no finita de las cosas que son finitas . Así Dios y la creación por parte de Dios quedan racionalmente integrados a la fe . Las cosas creadas no son esencias abstractas sino sustancias primeras, esto es, cosas individuales . Dos cosas individuales corpóreas pueden tener la misma esencia, que se da sólo en el individuo y totalmente en cada individuo, pero sin embargo la esencia no se reduce a lo individual . En todo esto Tomás trata de superar la dialéctica entre un nominalismo que niegue el conocimiento de las esencias, y un neoplatonismo que no tenga en cuenta la importancia de lo individual .
Dios es el creador, infinito, de las cosas finitas. De ese modo Dios no se confunde con las creaturas de ningún modo, pero es su causa permanente. Dado que el efecto participa, de algún modo, de la naturaleza de la causa, las cosas creadas participan de Dios, pero no porque sean una parte de Dios, sino porque están siendo sostenidas por Dios en su ser . Para Tomás, participar es causar . De ese modo la relación entre Dios y las creaturas no es la distancia entre dos absolutamente distintos (deísmo) ni tampoco la cercanía de lo igual (panteísmo). Es una relación analógica. La analogía y la participación son los temas donde es más evidente la raíz neoplatónica de Tomás con las herramientas conceptuales aristotélicas (analogía, sustancia, causalidad) que dan a sus aclaraciones y famosas “distinciones” ese matiz “técnico” que le impide caer en confusiones o en posibles pluralidades de sentido que hubiera tenido un lenguaje más poético.
Es esta armonía razón/fe, el universo físico es asumido como parte esencial de su cosmovisión, herencia fundamental del aristotelismo cristiano de su maestro San Alberto. De ese modo su cosmovisión queda abierta al diálogo con lo que hoy llamaríamos ciencia al afirmar un universo físico “frecuentemente” ordenado, con ciertas fallas y casualidades que abren su sistema a la consideración de las más contemporáneas teorías físicas y biológicas .
Ahora bien, me falta cumplir con una promesa.
En la clase uno había prometido que siempre relacionaríamos a la filosofía con la vida. Esta vez parece como que me olvidé del tema. Puede ser, pero casi como cierto respecto para la conciencia de mis lectores. Y me explico.
¿Qué tiene que ver todo esto con la vida concreta? Tal vez nada. Menos aún si tomas alguno de esos manuales de metafísica tomista, escritos por gente que ya tiene fe, donde se describen de modo racionalista, de un modo que Tomás nunca escribió, nociones tales como acto, potencia, sustancia, accidente, etc., presentadas, además, con poca diferencia con Aristóteles.
Muchos de esos manuales son muy buenos en su nivel técnico. Pero parecen estar escritos desde personas que ya tienen fe para otras que también la tienen.
¿Qué quiero decir con ello?
No que dichas nociones necesitan la fe como presupuesto. Sino que es un estilo de filosofar ultra-académico, un estilo de escribir como si lo más importante de la vida humana ya estuviera resuelto, y la filosofía fuera una ciencia particular que se dedica a enseñarnos otra cosa. Y, vuelvo a decir, no es así. Hay veces que debe ser así, en la medida que sea ese el “pacto de lectura”. Pero no lo era en Sto Tomás.
Tomás trata de dar respuestas a temas concretos movido por algo que creo que es universal a todos nosotros: los “problemas” de la razón y la fe. En ese sentido, su presupuesto de armonía razón/fe era conciente de que lo habitual es lo contrario. Todos nosotros nos hemos preguntado, en la intimidad de nuestra conciencia, por nuestro destino final, por nuestra libertad, por la moral, por la existencia de Dios. Esos son temas humanos, permanentes, que no afectan tal vez al eje de nuestra caja de resolver problemas profesionales específicos, pero sí afectan a la profesión de la cual no podemos escapar: ser humanos.....
Santo Tomás es una respuesta radical a esos interrogantes, una respuesta que, para colmo, tiene el atrevimiento de presentarse como racional.
En ese sentido creo que se presenta una “tensión” en el modo de presentar a Santo Tomás. Si el modo es más académico, más parecido a esos manuales de los que te he hablado, todo parece ser muy académico, muy “técnico”, cada vez parecido a un manual de Física I. Muy bonito, excepto que hagas la obvia pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con mi vida?
Pero si la pregunta intenta ser contestada, y se te presenta al Santo Tomás vivo, aquel cuyas calmas palabras tienen precisamente el “riesgo” de penetrar absolutamente en el centro de tu vida espiritual, entonces puedes sentir que se te ha hecho catequesis sin darte cuenta. Tan teólogo y pastoral es este fraile y a la vez tan sosegado y técnico su modo de escribir , tan aristotélico y a la vez agustinista, que no sabes lo que te pasa por dentro cuanto lo lees. Es como leer las Confesiones de San Agustín y la Física de Aristóteles al mismo tiempo. Lo que te quiero decir es que Santo Tomás tiene sencillamente todo que ver con tu vida, a tal punto que la convierte. Nadie me diga, entonces, que no lo “advertí”. Mi oficio es señalar caminos. Recorrerlos, oficio de cada quién.
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Lecturas recomendadas:
- Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid, 1976. Cap. VIII, punto V.
- Marías, J.: Historia de la filosofía, Rev. De Occidente, Madrid, 1943; Filosofía medieval, puntos I, II, III.
- Sciacca, M.F.: Historia de la Filosofía; Luis Miracle ed., Barcelona, 1954, cap. XIII.
- Santo Tomás de Aquino: Suma Contra Gentiles. Ediciones diversas.
(Cap 4 de "Filosofìa para filòsofos", UFM/Uniòn Editorial, Madrid, 2003).
Imaginemos una película. Imaginemos que EEUU dura hasta el s. XXIV, hasta finalmente caer en medio de un absoluto desgaste de su política interior y exterior. Con la caída de EEUU, la Tierra queda sumida en una anarquía, caòtica en cuanto a todo tipo de pequeños grupos armados en permanente guerra. Todo tipo de grupos culturales violentos, hasta entonces controlados por la “pax americana” avanzan sobre todo lo que consideramos civilizado. Las universidades de Europa y lo que fuera EEUU comienzan a desaparecer (más o menos como la Argentina a partir del 40).
Desde el s. XXIV hasta el XXIX, aproximadamente, los elementos de la filosofía, ciencia y religión son “conservados” por pequeños grupos que logran, de algún modo, aislarse del caos. Algunos grupos de cristianos, de judíos, de islámicos, de hinduistas y budistas, y pensadores independientes logran juntar sus materiales de trabajo, logran evitar que sus PC y sus CD sean destruidos. Los conservan como un tesoro y los van pasando de generación en generación, en medio de un mundo ajeno a todo ello, en permanentes luchas intestinas. Finalmente, hacia el s. XXIX, algunos con más capacidad política logran organizar una unidad política estable, con capacidad de autodefensa, y los que habían conservado todo ello comienzan a divulgarlo públicamente, naciendo de vuelta instituciones parecidas a las universidades de antaño. Se produce un renacimiento cultural.
Si repasan cualquier libro de historia occidental, o de historia de la filosofía, verán que la película que he imaginado no es más que una analogía con lo que sucede en Europa desde la caída del Imperio Romano hasta lo que en el s. IX se llama el renacimiento carolingio. La lecto-escritura, las lenguas clásicas, la filosofía antigua, y ese encuentro de lo antiguo con lo cristiano, de lo cual hemos hablado en la clase anterior, se había conservado en los conventos, hasta que en torno a la corte de Carlomagno, diversos “maestros” comienzan a agruparse en torno a “escuelas”, que, espontáneamente, son la base del nacimiento de las primeras universidades a principios del s. XIII, siendo las primeras las de París y la de Oxford.
En medio de todo ello, sucede en la Iglesia algo muy especial: surgen las primeras órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos), quienes, inspirándose en tradiciones monacales ya existentes (agustinos, benedictinos) llaman a una renovación de las costumbres y a una vida más auténtica del evangelio. Pero no se repliegan totalmente del mundo porque desde el principio deciden formar parte de esa incipiente vida universitaria.
En este ambiente cultural nace, en 1224, Tomás , en la poderosa e influyente familia de los condes de Aquino. Había grandes planes para él. El niño es inteligente. Su familia decide que se hará miembro del clero y que tal vez pueda llegar a ser Papa. Pero el niñito Tomás tiene otros planes. Se hace miembro de los dominicos, orden fundada por Santo Domingo en el s. XII. Los dominicos estudiaban, predicaban, pedían limosna, vivían austeramente y no querían saber nada con los poderes de este mundo. ¡Oh, no!!! ¿Cómo se le pudo ocurrir irse con “esa gente”?
Pero ahí fue. Contra todos y a pesar de todo, Tomás de Aquino se hace dominico.
Allí toma contacto con San Alberto Magno. San Alberto era en ese momento representante de una corriente de pensamiento muy revolucionaria dentro de la Iglesia: el aristotelismo.
En la teología de la Iglesia, Aristóteles no era una figura fácil. No hasta el s. XIII. Hasta el XII, sólo se lo estudiaba en lógica y física. Su antropología y su metafísica eran consideradas contrarias a la tradición neoplatónica de San Agustín. Para colmo, quienes estudiaban a la antropología y metafísica de Aristóteles eran los de la libre competencia: la escolástica judía y sobre todo árabe, llegando a conclusiones “aristotélicas” para nada compatibles con el dogma cristiano, tales como la eternidad del mundo, la negación de la inmortalidad personal del alma....
La introducción de Aristóteles en ambientes intelectuales cristianos no fue, por ende, nada fácil. Había varios intentándolo, no sólo San Alberto (también lo estaba intentando San Buenaventura, franciscano insigne en la historia de la filosofía que fuera después amigo de Sto Tomás). Pero San Alberto tiene una especial ventaja comparativa. Tiene a Tomás de Aquino como discípulo.
En medio de todas sus obligaciones pastorales como sacerdote, en medio de todas sus obligaciones conventuales como fraile, en medio de todas sus obligaciones docentes como maestro universitario en Nápoles y París (digamos que no es que no tenía nada que hacer....) Tomás de Aquino “comenta” , extensamente, prácticamente todas las obras de Aristóteles (esos comentarios son sòlo doce de sus noventa obras, escritas en sólo treinta años) .
Pero Tomás no leía griego. Y las traducciones que había en esa época eran del griego al persa, del persa al árabe..... Tomás pide entonces a otro dominico, experto en griego, Guillermo de Moerbeke, que traduza completamente y de nuevo a Aristóteles, del griego original al latín del s. XIII. Con ese material trabaja Tomás de Aquino.
Ahora tengamos en cuenta un sencillo tema de hermenéutica, esto es, de interpretación. La mayor parte de los escritos aristotélicos conocidos son, según dicen los historiadores, transcripciones de sus discípulos. Todo ello, en un mundo de vida muy diferente al nuestro. Ello, a su vez, es leído 17 siglos después por una mente cristiana, un fraile dominico, en un mundo de vida diferente al de Aristóteles. Pero no nos estamos refiriendo a Tomás: nos referimos a Guillermo de Moerbeke, dominico, quien traduce del griego del s. IV a.c. al latín del s. XIII d.c. Eso, a su vez, es leído por Santo Tomás, desde su propia mentalidad cristiana y con la peculiar perspicacia de su genialidad teológica.
El resultado de todo esto fue magnífico, obviamente. Simplemente estamos aclarando algo muy simple. Desde la palabra griega “sustancia” (por ejemplo) dicha oralmente por Aristóteles en su mundo griego, hasta la palabra latina “sustancia” pensada y escrita por Tomás en su mundo cristiano del s. XIII, hasta lo que aparece en nuestra mente cuando leemos a Sto Tomás, ya en latín o en alguna lengua moderna, puede haber una aproximación, un parecido, pero no una igualdad de sentido. Y eso no es un problema, excepto que se ignore tal cosa o se lo considere un tema menor. Por ende, Tomás es representante del aristotelismo cristiano, pero eso implica que interpreta a Aristóteles, de igual modo que a Platón, a San Agustín, a Averroes, Avicena, Maimónides..... Y eso para nombrar sólo algunas de sus lecturas principales. Con todo ello Tomás hace un aporte propio. Si se lo quiere considerar un comentador de Aristóteles, bien, pero no creo que Tomás sea simplemente eso. Y aún en ese caso, los que consideren a Tomás un aristotélico deberán defender que Tomás está en el núcleo central de lo que realmente dijo Aristóteles. Se puede hacer, pero por el problema hermenéutico referido, es difícil.
La expresión “filosofía aristotélico-tomista” debe ser, por ende, tomada con cuidado. No sólo porque Tomás no hacía en su época simplemente lo que hoy llamamos filosofía, sino porque no es tan fácil estar seguro de si Aristóteles dice lo que Tomás dice que dice (perdón la reiteración). Mi intención, cuando explico a Tomás, es tratar de explicar lo que Tomás dice. Con Aristóteles como una de sus fuentes de inspiración. Ahora bien, ¿quién es Aristóteles? ¿Qué dijo? ¿Lo que Tomás dijo que dijo? ¿Lo que Averroes dijo que dijo? ¿Lo que Gadamer dijo que dijo? Fascinante problema, pero se lo dejo a los aristotélicos.
De lo que no hay duda es que, como dijimos en la clase dos, hay “temas” aristotélicos, “estilos” aristotélicos de pensar que han marcado a la filosofía occidental, pero eso no es lo mismo que hablar de “doctrinas” aristotélicas.
Todo esto, para aclarar que Tomás es un pensador original. Es más, yo no tendría ningún problema en decir que el eje central de su modo de pensar es agustinista, con la inclusión de “herramientas técnicas” de pensamiento tanto de Aristóteles como de la escolástica árabe y judía (Averroes, Avicena, Maimónides). Eso lo convierte en un pensador audaz y original. Era muy atrevido, para la época, introducir en sus ambientes cristianos a autores sospechados de herejía y “paganismo” (y Aristóteles era uno de los principales autores sospechados). Eso le produjo problemas con las autoridades eclesiásticas de París . Pero no era nada fácil producir una síntesis coherente con la tradición anterior. Producir una doctrina filosófica original donde San Agustín y Aristóteles convivan armónicamente, con plena coherencia, diciendo algo nuevo, y además en fórmulas cortas, y aparentemente sencillas, no era nada fácil. Tomás lo logró y por eso van a encontrar citado su nombre incluso en las historias de la filosofía que nada tengan de cristiano.
Para ser coherentes con esta interpretación “agustinista”, y a la vez novedosa, de Tomás, vamos a ir planteando sus principales temas en el mismo orden en el que fueron planteados los de San Agustín en la clase 3. Sugiero, a su vez, releer los problemas que quedan planteados por el encuentro del mundo antiguo con el cristianismo, al principio de la clase 3.
Ante todo, Tomás es modelo de las relaciones entre razón y fe. Pero en su época no era cuestión de la relación entre la filosofía y la teología como dos departamentos universitarios que trabajaban separadamente. El era sencillamente un teólogo que tenía un “presupuesto irreductible” como diría Mises, o una pre-comprensión, como diría Gadamer. Esto es, una actitud básica, un presupuesto vital y teórico que era la base de todas sus demás afirmaciones. El partía de una armonía razón/fe. No partía de una fe que le tomaba examen a una sospechosa razón, ni de una razón que le tomaba examen a una sospechosa fe. No: eran, sencillamente, las dos piernas de su caminata, de su comprensión del mundo. En realidad sus explicaciones no eran para sí mismo, ni tampoco para un cristianismo que él ya consideraba racional en cuanto no contrario a la fe. Eran explicaciones ad extra, como las que daría a cualquiera de nosotros que le preguntara por el tema. Un gran ejemplo de ello lo tenemos en la Suma Contra Gentiles, en cuyos 9 primeros capítulos del libro I se pregunta qué cosas se pueden decir al no creyente que no comparte las escrituras cristianas. Allí hay que recurrir por ende a un lenguaje que en cierto sentido se considera común: al lenguaje de la razón. Lo cual implica un optimismo hermenéutico que en mi opinión es correcto. Esto es, la “esperanza filosófica” de que creyentes y no creyentes puedan comprenderse, basada en el presupuesto de una naturaleza humana en común que se expresa a través de experiencias compartidas. El “creo para entender” y “entiendo para creer” de San Agustín alcanza en Tomás una de sus más altas dimensiones.
Su concepción del hombre es un ejemplo de esa síntesis entre agustinismo neoplatónico y aristotelismo. El hombre tiene dos capacidades específicas, inteligencia y voluntad, que implican una dimensión irreductible a lo solamente material . Por eso tiene un espíritu inmortal. Pero la dimensión corporal es esencial al ser humano. ¿Cómo conciliar ello con la inmortalidad? Demostrando que esa dimensión espiritual es el principio ordenador del cuerpo . Cuerpo y alma no son por ende dos cosas separadas sino solo una cosa, con una dimensión irreductible a lo material cuyo fin último, por su inteligencia y voluntad, es Dios .
Es un dato de Fe que habrá resurrección de los cuerpos el día del Juicio Final, pero ello es compatible con una razón que afirma la unidad sustancial entre alma y cuerpo. También es un dato de fe el dogma del pecado original, pero ello es compatible con una razón que afirma que el hombre tiene inclinaciones que en tanto tales son buenas, y son la base para analizar la ley natural y las virtudes . Ley natural que es la base para una ética que, con la naturaleza humana como base, tiene en Dios su fin último como destino trascendente del hombre.
Destino trascendente que está en armonía con el libre albedrío, con la capacidad de elección como característica esencial de la voluntad humana . La gracia de Dios lleva al hombre a Dios (dato de fe) en diálogo con un libre albedrío que implica que la Gracia Divina no sea igual a coacción. Dios quiere los bienes y tolera los males, males que son privación del orden debido, fruto de una decisión libre por parte del hombre. La tolerancia del mal es sólo por un bien mayor, formando ello parte de un plan divino que es la providencia . Providencia que es compatible con la casualidad y la libertad porque lo no planificado en el orden de las causas segundas está planeado en el orden de la causa primera .
El hombre puede captar las esencias de las cosas, no totalmente, sino a través de sus accidentes . Conocer completamente la esencia de lo creado está sólo reservado al creador . Pero dado que el intelecto humano participa de la luz del intelecto divino, puede, mediante el concurso de la imagen sensible que captan los sentidos, abstraer ese limitado conocimiento de la esencia, abstracción que no se realiza sino teniendo al individuo como aquello cuya imagen singular se conoce . El intelecto humano también se conoce a sí mismo, conoce que conoce, una vez que ha captado la realidad distinta de sí .
El intelecto humano, al conocer el quid de las cosas (el qué son) capta que “son”, tema que es fundamental en Sto Tomás, pues con el dato de fe de la creación, entra en diálogo con una razón que transforma el simple existir de las cosas en su ser creadas. La riqueza de este tema es fundamental pero queda oculta a sus contemporáneos . Destacaremos la importancia de ese “ocultamiento” en clases posteriores.
Como método, sin embargo, se puede partir, no de que las cosas son creadas, sino de que existen, para así remontarse a Dios como causa primera no finita de las cosas que son finitas . Así Dios y la creación por parte de Dios quedan racionalmente integrados a la fe . Las cosas creadas no son esencias abstractas sino sustancias primeras, esto es, cosas individuales . Dos cosas individuales corpóreas pueden tener la misma esencia, que se da sólo en el individuo y totalmente en cada individuo, pero sin embargo la esencia no se reduce a lo individual . En todo esto Tomás trata de superar la dialéctica entre un nominalismo que niegue el conocimiento de las esencias, y un neoplatonismo que no tenga en cuenta la importancia de lo individual .
Dios es el creador, infinito, de las cosas finitas. De ese modo Dios no se confunde con las creaturas de ningún modo, pero es su causa permanente. Dado que el efecto participa, de algún modo, de la naturaleza de la causa, las cosas creadas participan de Dios, pero no porque sean una parte de Dios, sino porque están siendo sostenidas por Dios en su ser . Para Tomás, participar es causar . De ese modo la relación entre Dios y las creaturas no es la distancia entre dos absolutamente distintos (deísmo) ni tampoco la cercanía de lo igual (panteísmo). Es una relación analógica. La analogía y la participación son los temas donde es más evidente la raíz neoplatónica de Tomás con las herramientas conceptuales aristotélicas (analogía, sustancia, causalidad) que dan a sus aclaraciones y famosas “distinciones” ese matiz “técnico” que le impide caer en confusiones o en posibles pluralidades de sentido que hubiera tenido un lenguaje más poético.
Es esta armonía razón/fe, el universo físico es asumido como parte esencial de su cosmovisión, herencia fundamental del aristotelismo cristiano de su maestro San Alberto. De ese modo su cosmovisión queda abierta al diálogo con lo que hoy llamaríamos ciencia al afirmar un universo físico “frecuentemente” ordenado, con ciertas fallas y casualidades que abren su sistema a la consideración de las más contemporáneas teorías físicas y biológicas .
Ahora bien, me falta cumplir con una promesa.
En la clase uno había prometido que siempre relacionaríamos a la filosofía con la vida. Esta vez parece como que me olvidé del tema. Puede ser, pero casi como cierto respecto para la conciencia de mis lectores. Y me explico.
¿Qué tiene que ver todo esto con la vida concreta? Tal vez nada. Menos aún si tomas alguno de esos manuales de metafísica tomista, escritos por gente que ya tiene fe, donde se describen de modo racionalista, de un modo que Tomás nunca escribió, nociones tales como acto, potencia, sustancia, accidente, etc., presentadas, además, con poca diferencia con Aristóteles.
Muchos de esos manuales son muy buenos en su nivel técnico. Pero parecen estar escritos desde personas que ya tienen fe para otras que también la tienen.
¿Qué quiero decir con ello?
No que dichas nociones necesitan la fe como presupuesto. Sino que es un estilo de filosofar ultra-académico, un estilo de escribir como si lo más importante de la vida humana ya estuviera resuelto, y la filosofía fuera una ciencia particular que se dedica a enseñarnos otra cosa. Y, vuelvo a decir, no es así. Hay veces que debe ser así, en la medida que sea ese el “pacto de lectura”. Pero no lo era en Sto Tomás.
Tomás trata de dar respuestas a temas concretos movido por algo que creo que es universal a todos nosotros: los “problemas” de la razón y la fe. En ese sentido, su presupuesto de armonía razón/fe era conciente de que lo habitual es lo contrario. Todos nosotros nos hemos preguntado, en la intimidad de nuestra conciencia, por nuestro destino final, por nuestra libertad, por la moral, por la existencia de Dios. Esos son temas humanos, permanentes, que no afectan tal vez al eje de nuestra caja de resolver problemas profesionales específicos, pero sí afectan a la profesión de la cual no podemos escapar: ser humanos.....
Santo Tomás es una respuesta radical a esos interrogantes, una respuesta que, para colmo, tiene el atrevimiento de presentarse como racional.
En ese sentido creo que se presenta una “tensión” en el modo de presentar a Santo Tomás. Si el modo es más académico, más parecido a esos manuales de los que te he hablado, todo parece ser muy académico, muy “técnico”, cada vez parecido a un manual de Física I. Muy bonito, excepto que hagas la obvia pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con mi vida?
Pero si la pregunta intenta ser contestada, y se te presenta al Santo Tomás vivo, aquel cuyas calmas palabras tienen precisamente el “riesgo” de penetrar absolutamente en el centro de tu vida espiritual, entonces puedes sentir que se te ha hecho catequesis sin darte cuenta. Tan teólogo y pastoral es este fraile y a la vez tan sosegado y técnico su modo de escribir , tan aristotélico y a la vez agustinista, que no sabes lo que te pasa por dentro cuanto lo lees. Es como leer las Confesiones de San Agustín y la Física de Aristóteles al mismo tiempo. Lo que te quiero decir es que Santo Tomás tiene sencillamente todo que ver con tu vida, a tal punto que la convierte. Nadie me diga, entonces, que no lo “advertí”. Mi oficio es señalar caminos. Recorrerlos, oficio de cada quién.
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Lecturas recomendadas:
- Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid, 1976. Cap. VIII, punto V.
- Marías, J.: Historia de la filosofía, Rev. De Occidente, Madrid, 1943; Filosofía medieval, puntos I, II, III.
- Sciacca, M.F.: Historia de la Filosofía; Luis Miracle ed., Barcelona, 1954, cap. XIII.
- Santo Tomás de Aquino: Suma Contra Gentiles. Ediciones diversas.
domingo, 22 de enero de 2012
VAYAN A VENDER SOMBRILLITAS
Estuve unos 10 días de vacaciones en Santa Teresita, una de las tantas localidades balnearias del Partido de la Costa.
A medida que pasaban los días, fui advirtiendo algo obvio pero que no había advertido antes, tal vez sensibilizado por las circunstancias actuales.
Pude ver a la gente trabajando, libremente, con la libertad que les queda, a pesar del gobierno que seguro gran parte de ellos votó, tema psicológico que ahora dejamos para otra vez.
Me refiero sobre todo a pequeños emprendedores, gente del lugar, que tiene que trabajar para estar más tranquilos en su crudo invierno.
Vendedores de sillitas, palitas, baldecitos y sombrillas para la playa. Heladerías, despensas y quioscos puestos en la propia casa (seguro hay alguna disposición que se los impide pero gracias a Dios, Moreno no es Dios). Personas comunes y corrientes atendiendo bares, restaurantes, librerías, lavanderías y todo tipo de comercios. Allí todo el día, llueva, truene o haya un sol radiante y una playa magnífica. Farmacéuticos, ópticos, veterinarios, agentes inmobiliarios. Vendedores de juguetes, de alfajores, de regalitos, de antigüedades, de baratijas, de ilusiones. Cajeras, carniceros, queseros, verduleros, todos dentro de un supermercado, todo el día, viendo el sol de lejos. Pequeños talleres, estaciones de servicio, grandes ferreterías, casas de artículos para el hogar; gente repartiendo volantes, conduciendo trencitos para niños, gente pintando, bailando y haciendo música en la calle peatonal. Gente atendiendo todo el día locutorios y respondiendo todo tipo de preguntas de los recién llegados.
Todo ello con cierto entusiasmo, con cierto convencimiento y empuje, sin agredir, sin sacar nada a nadie, sin pedir nada, buscando dinero, sí, para ellos y sus familias: ¡oh, qué terrible!
No, no voy a salir con que son liberales sin darse cuenta a los que habría que mostrarles que lo son: no son liberales ni nada, no son la coherencia caminando, no son héroes, no son santos. Son gente común y sencilla, que trabajan, venden y compran sin que alguien les haya vendido que todo ello es intrínsecamente perverso.
Pero eso -el comercio como vil actividad- es lo que piensan muchos. Siguen siendo platónicos que consideran a todo ello como actividades menores, mientras ellos, seres superiores, leen a Marcuse y no tienen más remedio que tocar el sucio dinero. No advierten que gente así, sencilla y sin pretensiones, sobre la base de usos y costumbres que fueron muy difíciles de adquirir, son el retroalimento de la civilización, esto es, de la paz y el comercio, y no de la lucha de clases o la guerra de todos contra todos.
Si la economía fuera libre, ellos serían la base del libre mercado. Sí, tal vez alguno pase de ser un pequeño proveedor de palitas de playa a ser un gran empresario: ¿y qué? De ellos, silenciosamente, dependen los escritorios, luces, computadoras, sillas, mesas, libros, portafolios, aviones y trajes desde los cuales mis grandes colegas marxistas se dedican a despotricar contra el vil comercio y su supuesta alienación diabólica.
En las pequeñas cosas están las grandes cosas. En el anonimato del trabajo cotidiano se condensa el conocimiento que los dictadorzuelos se encargan de dispersar. En la paz de los intercambios hay más virtud que en todo el heroísmo de las guerras. La esperanza radica en que casi todos los grandes gobernantes dejen su soberbia gloriosa y se dediquen alguna vez a vender palitas para la playa, volantes para la mejor pizza, se disfracen de Pluto y animen un trencito para niños.
A medida que pasaban los días, fui advirtiendo algo obvio pero que no había advertido antes, tal vez sensibilizado por las circunstancias actuales.
Pude ver a la gente trabajando, libremente, con la libertad que les queda, a pesar del gobierno que seguro gran parte de ellos votó, tema psicológico que ahora dejamos para otra vez.
Me refiero sobre todo a pequeños emprendedores, gente del lugar, que tiene que trabajar para estar más tranquilos en su crudo invierno.
Vendedores de sillitas, palitas, baldecitos y sombrillas para la playa. Heladerías, despensas y quioscos puestos en la propia casa (seguro hay alguna disposición que se los impide pero gracias a Dios, Moreno no es Dios). Personas comunes y corrientes atendiendo bares, restaurantes, librerías, lavanderías y todo tipo de comercios. Allí todo el día, llueva, truene o haya un sol radiante y una playa magnífica. Farmacéuticos, ópticos, veterinarios, agentes inmobiliarios. Vendedores de juguetes, de alfajores, de regalitos, de antigüedades, de baratijas, de ilusiones. Cajeras, carniceros, queseros, verduleros, todos dentro de un supermercado, todo el día, viendo el sol de lejos. Pequeños talleres, estaciones de servicio, grandes ferreterías, casas de artículos para el hogar; gente repartiendo volantes, conduciendo trencitos para niños, gente pintando, bailando y haciendo música en la calle peatonal. Gente atendiendo todo el día locutorios y respondiendo todo tipo de preguntas de los recién llegados.
Todo ello con cierto entusiasmo, con cierto convencimiento y empuje, sin agredir, sin sacar nada a nadie, sin pedir nada, buscando dinero, sí, para ellos y sus familias: ¡oh, qué terrible!
No, no voy a salir con que son liberales sin darse cuenta a los que habría que mostrarles que lo son: no son liberales ni nada, no son la coherencia caminando, no son héroes, no son santos. Son gente común y sencilla, que trabajan, venden y compran sin que alguien les haya vendido que todo ello es intrínsecamente perverso.
Pero eso -el comercio como vil actividad- es lo que piensan muchos. Siguen siendo platónicos que consideran a todo ello como actividades menores, mientras ellos, seres superiores, leen a Marcuse y no tienen más remedio que tocar el sucio dinero. No advierten que gente así, sencilla y sin pretensiones, sobre la base de usos y costumbres que fueron muy difíciles de adquirir, son el retroalimento de la civilización, esto es, de la paz y el comercio, y no de la lucha de clases o la guerra de todos contra todos.
Si la economía fuera libre, ellos serían la base del libre mercado. Sí, tal vez alguno pase de ser un pequeño proveedor de palitas de playa a ser un gran empresario: ¿y qué? De ellos, silenciosamente, dependen los escritorios, luces, computadoras, sillas, mesas, libros, portafolios, aviones y trajes desde los cuales mis grandes colegas marxistas se dedican a despotricar contra el vil comercio y su supuesta alienación diabólica.
En las pequeñas cosas están las grandes cosas. En el anonimato del trabajo cotidiano se condensa el conocimiento que los dictadorzuelos se encargan de dispersar. En la paz de los intercambios hay más virtud que en todo el heroísmo de las guerras. La esperanza radica en que casi todos los grandes gobernantes dejen su soberbia gloriosa y se dediquen alguna vez a vender palitas para la playa, volantes para la mejor pizza, se disfracen de Pluto y animen un trencito para niños.
domingo, 15 de enero de 2012
EL LENTO RECONOCIMIENTO DE LO OPINABLE EN LAS INTERVENCIONES POLÍTICAS DE LA IGLESIA
Sobre el artículo de Fernando Ocáriz acerca de la adhesión al Vaticano II
Para Instituto Acton Argentina
Diciembre de 2011
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http://www.institutoacton.com.ar/articulos/27art1-01-01-12.pdf
Para Instituto Acton Argentina
Diciembre de 2011
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http://www.institutoacton.com.ar/articulos/27art1-01-01-12.pdf
jueves, 12 de enero de 2012
EN LOS TIEMPOS QUE CORREN... VIENE BIEN IN-SISTIR: LA EX LIBERTAD DE EXPRESIÓN
DOMINGO 30 DE AGOSTO DE 2009
LA EX-LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Este artículo, de mi autoría, fue publicado hace poco como “Ley de radiodifusión: ¿para qué?” en Post, revista de egresados de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, publicación on line en http://postgraduadosfc.wordpress.com/, Agosto 2009.
----------------------------
El debate sobre una ley de radiodifusión me ha generado una serie de reflexiones epistemológicas y políticas que considero importantes.
Sobre todo, porque todos dan por supuesto (al menos no he escuchado públicamente a nadie decir lo contrario) que debe haber una ley tal. Yo voy a someter a crítica ese supuesto. ¿Por qué debe haber una ley de radiodifusión?
La pregunta debería ser más amplia: ¿debe haber legislaciones específicas que regulen la libertad de prensa?
La pregunta supone una distinción que habitualmente no se hace: derecho de legislación (1). “Derecho” se refiere más bien a los derechos personales básicos; “legislación” indica en cambio disposiciones administrativas para la administración de bienes públicos. Lamentablemente toda la inflación legislativa que han sufrido las naciones occidentales, y América Latina en particular, ha implicado que los derechos hayan sido sistemáticamente violados por las “leyes” que reglamentan su ejercicio, conculcando el art. 28 de la Constitución Nacional.
En ese sentido, el derecho a la libertad de prensa, definido como está en el art. 14, no necestia ninguna legislación adicional, y ya sabemos que no hay delitos de prensa sino delitos a través de la prensa, que en todo caso corresponden al Código Penal.
Pero los tiempos han cambiado. En el s. XIX hubiera sido una obviedad afirmar que la libertad de prensa es garantía y condición necesaria del gobierno democrático representativo y de todos los demás derechos individuales fundamentales. Pero ahora es habitual escuchar que, frente a los derechos “sociales”, los derechos del art. 14 originario (sin la reforma del 57) han quedado como meras libertades “formales”.
El debate implica, como corresponde, que las cosmovisiones políticas y económicas van de la mano. Se afirma que esos derechos son letra muerta sin una justa redistribución del ingreso, y, en el caso que nos compete, que la libertad de prensa esconde en realidad una libertad de empresa cuya concentración de capitales en unos pocos implica que la población queda excluída del “derecho a la información”.
Vayamos por partes.
Uno, ¿qué es la libertad de prensa? No es la posibilidad económica de publicación. Es el derecho a publicar sin censura previa, nada más, ni nada menos. Nadie tiene su derecho conculcado porque un medio determinado o una editorial se niegue a publicarle (2). Por supuesto, esto implica todo el debate sobre la propiedad privada. En el año 2009, después de Hitler, la Unión Soviética y demás “partidos únicos”, pensar que los gobiernos garantizarán el libre acceso a la prensa ante los pérfidos capitalistas, sería muy ingenuo, si no fuera por el renacimiento de los socialismos del s. XXI, que son los socialismos de siempre, con la peculiaridad de consolidan su poder sobre la base de la degeneracióin y anomia institucional de la misma democracia incipiente con la cual accedieron.
Dos: ¿de dónde hemos sacado que los capitales tienden a la concentración, ya sea prensa escrita, oral televisiva, o fábrica de zapatos? De Marx. La teoría de la concentración monopolística es una de sus principales y más efectivas predicciones sobre el capitalismo y que luego se toma como crítica. Pero si no sabemos qué contestar, hay que reconocer que en campo económico Marx sigue ganando la batalla ideológica, debilitando el débil liberalismo político que nos quede. ¿No suena a poco, acaso, una libertad de prensa declamada en la Constitución frente a una o dos empresas privadas que controlen todo lo que se publica?
Pero la Escuela Austríaca de Economía ha refutado a Marx desde el principio, no sólo en cuando a teoría del valor y plus-valía (3), sino también en la teoría de la pauperización creciente y la concentración monopolística (4). Rothbard, discípulo de Mises, resumió la cuestión explicando los límites de calculabilidad en un mercado libre (5), con arancel cero, a los cuales se enfrenta necesariamente toda empresa privada en el mercado que va ampliando su margen de acción. Claro, hablaba de un mercado libre, y no de esta danza de intereses creados, grupos de presión y demás privilegios y prebendas alrededor de los gobiernos de turno, perfectamente descriptos como intervencionismo en la parte VI del tratado de economía de Mises (6), pero que ahora muchos llaman “mercado”.
Tres. El llamado “derecho a la información” tiene dos graves errores, uno económico-político, y el otro epistemológico. Comencemos por el primero.
Como todo “derecho social”, supone que la persona tiene un “derecho a determinado bien o servicio”, cuyo sujeto pasivo de obligación (7) es el estado, que debería cumplir esa obligación mediante políticas programáticas. En otras oportunidades (8) hemos dicho que tales derechos, así enunciados sin más, presuponen lo imposible, y lo imposible no puede ser fuente del derecho, dado que el deber ser se funda en el ser. Y lo imposible es que las personas tengan derechos a todos los bienes y servicios que se quieran suponer importantes, porque en ese caso se ignora la escasez de recursos que hace imposible dicha premisa. Claro, no se niega que, como dice Hayek (8) los gobiernos municipales, preferentemente (recogiendo la tradición de Tocqueville), puedan proveer, de manera no monopólica y con recursos provenientes del municipio, ciertos bienes públicos. Un municipio podría tener un servicio educativo, de salud, etc., lo cual incluye, si se quiere, un diario o un canal de televisión, sin que ello implicara ninguna legislación federal adicional sobre los demás medios de prensa. Estos últimos, actuando en un mercado libre, son la garantía –contrariamente a lo que piensan muchos- de que los ciudadanos puedan expresar sus ideas sin censura previa del estado, y que los gobiernos de turno puedan tener una efectiva crítica de la prensa como corresponde a una sociedad democrática “constitucional”.
Pero lo más interesante radica en el grave error epistemológico que presupone la palabra “información”. Presupone que hay distinción entre hechos, objetivos y verdaderos, y opiniones, “subjetivas”. No es sólo “doctrina Cristina Kirchner”: es lo habitual de la bibliografía sobre ese tema. Pero claro, si es así, un gobierno podría decir que un medio está “abusando” de la libertad de prensa (que comienza a ser denigrada en el discurso como una mera libertad de empresa) ocultando la “información objetiva” para atacar al gobierno en cuestión. De allí a proyectos de control y estatización de medios para “garantizar la información objetiva”, y “el derecho que el pueblo tiene a la información”, hay sólo un paso, que todos los actuales dictadorzuelos latinoamericanos ya están dando (con Chávez a la cabeza, desde luego). Pero el error no es sólo de los Kirchner o los Chávez, a los cuales no se les podría reprochar su falta de formación en epistemología y hermenéutica. El error es de todos aquellos que suponen que la función periodística es transmitir hechos en bruto, sin la “contaminación” del comunicador en cuestión. Se ignora que todo ser humano, cuando habla, medios de comunicación incluídos, emiten mensajes, que son proposiciones formadas desde el horizonte de precomprensión (horizonte cultural) del hablante. Por lo tanto, todo lo que una persona dice está influida por su cosmovisión del mundo, incluso lo que parezca más evidente al destinatario del mensaje. Podemos decir “Obama es el presidente de los EEUU”, y es real, es verdadero (no hay ninguna oposición entre interpretación y verdad (9)) pero en ese caso estamos interpretando lo que significa ser presidente desde nuestro horizonte cultural. Además, todo mensaje es un acto del habla, y todo acto del habla es acción (Wittgenstein (10)), y tiene por ende una intención, que puede ser perfectamente noble, honesta, o no. Pero la tiene. El sujeto siempre está presente en el mensaje, y los mensajes, el lenguaje, son parte concomitante del tejido social; no son meros transmisores. Por ende, es obvio que no hay “información” si por información se entiende “mensajes neutros de sujetos”. Lo humano es el conocimiento, esto es, interpretación. Y por ende todo medio de comunicación comunicadesde un punto de vista. Si ese punto de vista no agrada al gobierno de turno, esa es precisamente la ventaja de la libertad de prensa en un sistema democrático. Pero si dejamos de hablar de libertad de prensa y comenzamos a hablar de un derecho a la información, suponiendo además que hay una información “objetiva” que el gobierno tiene como función proteger, para que los perversos medios capitalistas no la falseen…. Está todo perdido.
Sobre libertad de prensa, sobre medios de comunicación, no hay nada que legislar. La legislación ya es la Constitución Nacional y es más que suficiente. Todo lo demás corre por los libres contratos entre las partes. Que en la Argentina no lo entendamos así, no es algo de lo cual asombrarse, y por ende, tampoco debemos asombrarnos del plano inclinado hacia el despotismo chavista que estamos recorriendo.
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NOTAS:
1) Ver al respecto Hayek, F. A. von: Derecho, Legislación y Libertad; Uniòn Editorial, Madrid, libro I, 1978.
2) No hacemos referencia a la obvia transformación cultural de este tema gracias a los blogs personales, porque en ese caso el debate se traslada al tema del acceso económico a la computadora….
3) Ver Bohm-Bawerk, E. von: La teoría de la explotaciòn (1884), Uniòn Editorial, Madrid, 1978.
4) Mises, L. von: Socialismo (1922); Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1968.
5) Rothbard, M.N. Man, Economy and State, Nash Publishing, Los Angeles, 1970, cap. 10.
6) Nos referimos a La Acciòn Humana (1949), Sopec, Madrid, 1968.
7) Ver Bidart Campos, G.J.: Las obligaciones en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987.
8) En El humanismo del futuro (1987/2007); Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, cap. 2.
9) En “Libertad econòmica y gobierno representativo” (1973), en Nuevos Estudios (1978); Eudeba, Buenos Aires, 1981.
10) Hemos dedicado para ello una de nuestras principales investigaciones en la Universidad Austral: Hacia una hermenèutica realista, Universidad Austral, Buenos Aires, 2005. En dicho libro realizamos una confluencia entre el realismo de Santo Tomàs de Aquino, los mundos de la vida de Husserl y la hermenèutica de Gadamer.
11) Es el giro lingüístico que se abre con Wittgenstein (Investigaciones Lògicas (1949), Crìtica, Barcelona, 1988), y se continùa con Austin, J.L, Còmo hacer cosas con las palabras (Paidòs, Barcelona, 1990 3ra reimp.) y Searle, J.: Actos del habla, Càtedra, Madrid, 1990.
LA EX-LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Este artículo, de mi autoría, fue publicado hace poco como “Ley de radiodifusión: ¿para qué?” en Post, revista de egresados de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, publicación on line en http://postgraduadosfc.wordpress.com/, Agosto 2009.
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El debate sobre una ley de radiodifusión me ha generado una serie de reflexiones epistemológicas y políticas que considero importantes.
Sobre todo, porque todos dan por supuesto (al menos no he escuchado públicamente a nadie decir lo contrario) que debe haber una ley tal. Yo voy a someter a crítica ese supuesto. ¿Por qué debe haber una ley de radiodifusión?
La pregunta debería ser más amplia: ¿debe haber legislaciones específicas que regulen la libertad de prensa?
La pregunta supone una distinción que habitualmente no se hace: derecho de legislación (1). “Derecho” se refiere más bien a los derechos personales básicos; “legislación” indica en cambio disposiciones administrativas para la administración de bienes públicos. Lamentablemente toda la inflación legislativa que han sufrido las naciones occidentales, y América Latina en particular, ha implicado que los derechos hayan sido sistemáticamente violados por las “leyes” que reglamentan su ejercicio, conculcando el art. 28 de la Constitución Nacional.
En ese sentido, el derecho a la libertad de prensa, definido como está en el art. 14, no necestia ninguna legislación adicional, y ya sabemos que no hay delitos de prensa sino delitos a través de la prensa, que en todo caso corresponden al Código Penal.
Pero los tiempos han cambiado. En el s. XIX hubiera sido una obviedad afirmar que la libertad de prensa es garantía y condición necesaria del gobierno democrático representativo y de todos los demás derechos individuales fundamentales. Pero ahora es habitual escuchar que, frente a los derechos “sociales”, los derechos del art. 14 originario (sin la reforma del 57) han quedado como meras libertades “formales”.
El debate implica, como corresponde, que las cosmovisiones políticas y económicas van de la mano. Se afirma que esos derechos son letra muerta sin una justa redistribución del ingreso, y, en el caso que nos compete, que la libertad de prensa esconde en realidad una libertad de empresa cuya concentración de capitales en unos pocos implica que la población queda excluída del “derecho a la información”.
Vayamos por partes.
Uno, ¿qué es la libertad de prensa? No es la posibilidad económica de publicación. Es el derecho a publicar sin censura previa, nada más, ni nada menos. Nadie tiene su derecho conculcado porque un medio determinado o una editorial se niegue a publicarle (2). Por supuesto, esto implica todo el debate sobre la propiedad privada. En el año 2009, después de Hitler, la Unión Soviética y demás “partidos únicos”, pensar que los gobiernos garantizarán el libre acceso a la prensa ante los pérfidos capitalistas, sería muy ingenuo, si no fuera por el renacimiento de los socialismos del s. XXI, que son los socialismos de siempre, con la peculiaridad de consolidan su poder sobre la base de la degeneracióin y anomia institucional de la misma democracia incipiente con la cual accedieron.
Dos: ¿de dónde hemos sacado que los capitales tienden a la concentración, ya sea prensa escrita, oral televisiva, o fábrica de zapatos? De Marx. La teoría de la concentración monopolística es una de sus principales y más efectivas predicciones sobre el capitalismo y que luego se toma como crítica. Pero si no sabemos qué contestar, hay que reconocer que en campo económico Marx sigue ganando la batalla ideológica, debilitando el débil liberalismo político que nos quede. ¿No suena a poco, acaso, una libertad de prensa declamada en la Constitución frente a una o dos empresas privadas que controlen todo lo que se publica?
Pero la Escuela Austríaca de Economía ha refutado a Marx desde el principio, no sólo en cuando a teoría del valor y plus-valía (3), sino también en la teoría de la pauperización creciente y la concentración monopolística (4). Rothbard, discípulo de Mises, resumió la cuestión explicando los límites de calculabilidad en un mercado libre (5), con arancel cero, a los cuales se enfrenta necesariamente toda empresa privada en el mercado que va ampliando su margen de acción. Claro, hablaba de un mercado libre, y no de esta danza de intereses creados, grupos de presión y demás privilegios y prebendas alrededor de los gobiernos de turno, perfectamente descriptos como intervencionismo en la parte VI del tratado de economía de Mises (6), pero que ahora muchos llaman “mercado”.
Tres. El llamado “derecho a la información” tiene dos graves errores, uno económico-político, y el otro epistemológico. Comencemos por el primero.
Como todo “derecho social”, supone que la persona tiene un “derecho a determinado bien o servicio”, cuyo sujeto pasivo de obligación (7) es el estado, que debería cumplir esa obligación mediante políticas programáticas. En otras oportunidades (8) hemos dicho que tales derechos, así enunciados sin más, presuponen lo imposible, y lo imposible no puede ser fuente del derecho, dado que el deber ser se funda en el ser. Y lo imposible es que las personas tengan derechos a todos los bienes y servicios que se quieran suponer importantes, porque en ese caso se ignora la escasez de recursos que hace imposible dicha premisa. Claro, no se niega que, como dice Hayek (8) los gobiernos municipales, preferentemente (recogiendo la tradición de Tocqueville), puedan proveer, de manera no monopólica y con recursos provenientes del municipio, ciertos bienes públicos. Un municipio podría tener un servicio educativo, de salud, etc., lo cual incluye, si se quiere, un diario o un canal de televisión, sin que ello implicara ninguna legislación federal adicional sobre los demás medios de prensa. Estos últimos, actuando en un mercado libre, son la garantía –contrariamente a lo que piensan muchos- de que los ciudadanos puedan expresar sus ideas sin censura previa del estado, y que los gobiernos de turno puedan tener una efectiva crítica de la prensa como corresponde a una sociedad democrática “constitucional”.
Pero lo más interesante radica en el grave error epistemológico que presupone la palabra “información”. Presupone que hay distinción entre hechos, objetivos y verdaderos, y opiniones, “subjetivas”. No es sólo “doctrina Cristina Kirchner”: es lo habitual de la bibliografía sobre ese tema. Pero claro, si es así, un gobierno podría decir que un medio está “abusando” de la libertad de prensa (que comienza a ser denigrada en el discurso como una mera libertad de empresa) ocultando la “información objetiva” para atacar al gobierno en cuestión. De allí a proyectos de control y estatización de medios para “garantizar la información objetiva”, y “el derecho que el pueblo tiene a la información”, hay sólo un paso, que todos los actuales dictadorzuelos latinoamericanos ya están dando (con Chávez a la cabeza, desde luego). Pero el error no es sólo de los Kirchner o los Chávez, a los cuales no se les podría reprochar su falta de formación en epistemología y hermenéutica. El error es de todos aquellos que suponen que la función periodística es transmitir hechos en bruto, sin la “contaminación” del comunicador en cuestión. Se ignora que todo ser humano, cuando habla, medios de comunicación incluídos, emiten mensajes, que son proposiciones formadas desde el horizonte de precomprensión (horizonte cultural) del hablante. Por lo tanto, todo lo que una persona dice está influida por su cosmovisión del mundo, incluso lo que parezca más evidente al destinatario del mensaje. Podemos decir “Obama es el presidente de los EEUU”, y es real, es verdadero (no hay ninguna oposición entre interpretación y verdad (9)) pero en ese caso estamos interpretando lo que significa ser presidente desde nuestro horizonte cultural. Además, todo mensaje es un acto del habla, y todo acto del habla es acción (Wittgenstein (10)), y tiene por ende una intención, que puede ser perfectamente noble, honesta, o no. Pero la tiene. El sujeto siempre está presente en el mensaje, y los mensajes, el lenguaje, son parte concomitante del tejido social; no son meros transmisores. Por ende, es obvio que no hay “información” si por información se entiende “mensajes neutros de sujetos”. Lo humano es el conocimiento, esto es, interpretación. Y por ende todo medio de comunicación comunicadesde un punto de vista. Si ese punto de vista no agrada al gobierno de turno, esa es precisamente la ventaja de la libertad de prensa en un sistema democrático. Pero si dejamos de hablar de libertad de prensa y comenzamos a hablar de un derecho a la información, suponiendo además que hay una información “objetiva” que el gobierno tiene como función proteger, para que los perversos medios capitalistas no la falseen…. Está todo perdido.
Sobre libertad de prensa, sobre medios de comunicación, no hay nada que legislar. La legislación ya es la Constitución Nacional y es más que suficiente. Todo lo demás corre por los libres contratos entre las partes. Que en la Argentina no lo entendamos así, no es algo de lo cual asombrarse, y por ende, tampoco debemos asombrarnos del plano inclinado hacia el despotismo chavista que estamos recorriendo.
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NOTAS:
1) Ver al respecto Hayek, F. A. von: Derecho, Legislación y Libertad; Uniòn Editorial, Madrid, libro I, 1978.
2) No hacemos referencia a la obvia transformación cultural de este tema gracias a los blogs personales, porque en ese caso el debate se traslada al tema del acceso económico a la computadora….
3) Ver Bohm-Bawerk, E. von: La teoría de la explotaciòn (1884), Uniòn Editorial, Madrid, 1978.
4) Mises, L. von: Socialismo (1922); Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1968.
5) Rothbard, M.N. Man, Economy and State, Nash Publishing, Los Angeles, 1970, cap. 10.
6) Nos referimos a La Acciòn Humana (1949), Sopec, Madrid, 1968.
7) Ver Bidart Campos, G.J.: Las obligaciones en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987.
8) En El humanismo del futuro (1987/2007); Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, cap. 2.
9) En “Libertad econòmica y gobierno representativo” (1973), en Nuevos Estudios (1978); Eudeba, Buenos Aires, 1981.
10) Hemos dedicado para ello una de nuestras principales investigaciones en la Universidad Austral: Hacia una hermenèutica realista, Universidad Austral, Buenos Aires, 2005. En dicho libro realizamos una confluencia entre el realismo de Santo Tomàs de Aquino, los mundos de la vida de Husserl y la hermenèutica de Gadamer.
11) Es el giro lingüístico que se abre con Wittgenstein (Investigaciones Lògicas (1949), Crìtica, Barcelona, 1988), y se continùa con Austin, J.L, Còmo hacer cosas con las palabras (Paidòs, Barcelona, 1990 3ra reimp.) y Searle, J.: Actos del habla, Càtedra, Madrid, 1990.
domingo, 8 de enero de 2012
LOS LÍMITES DEL LANGUAJE Y DEL DIÁLOGO, OTRA VEZ
Esta entrada en mi blog tiene casi tres años. He decidido re-publicarla ahora para la gente de “Libertad querida”, dada la interesante experiencia de “diálogo” que tuve la semana pasada…..
DOMINGO 3 DE MAYO DE 2009
LOS LÍMITES DEL LENGUAJE Y DEL DIÁLOGO
Toda mi vida he practicado el diálogo y he escrito sobre él. Bueno, he tenido mis malos días, como todos. Muchas veces no he dialogado cuando debía, muchas veces no he comprendido al otro, y, además, a veces he tenido que dejar de dialogar en defensa propia. Pero sin embargo puedo afirmar que el diálogo es uno de los ejes de mi existencia, muy criticado (o criticada) por aquellos que creen que diálogo es incompatible con la verdad.
Pero esta vivencia del diálogo me ha llevado, últimamente, a darme cuenta de sus límites. Cuidado, no es una renuncia ni una claudicación, casi al contrario, es una re-afirmación, porque no se puede practicar lo irreal.
Mis colegas, por ejemplo, tienen una fascinación por las notas al pie. No sólo porque eso les, nos, permiten publicar esas cosas en el publish or perish, sino porque creo que las suponen análogas a los datos de las ciencias naturales, que obviamente son también una ilusión. Creen que citado el texto, terminado el debate, “se demuestra lo que el autor quiere decir”, y el debate se hace peor si del otro lado hay otra ametralladora de citas y así ad infinitum. Por algo dijo Gadamer que las citas no prueban nada. ¿Quieren la cita? :-))
Tuve una experiencia especialmente delicada una vez que un discípulo brillante me preguntó algo, yo le respondí, y él me dijo que no le había respondido. Yo insistí: ya sé que no estás de acuerdo, pero te respondí. No, no le había respondido, porque no era la respuesta que él esperaba. Impresionante.
Hace poco me pidieron participar en un blog. No tenía muchas ganas pero lo hice, para defender a un amigo. Dije “tal cosa”, y que tal cosa estaba demostrada en mi tesis de doctorado, y obviamente invité a su lectura para que me pudieran refutar si querían. Pero no: mi contra-opinante sostuvo que yo no le había respondido, a lo cual yo respondí que sí, que había respondido, con la salvedad de que una tesis no se puede resumir en un blog. Al menos en mi humilde opinión. Pero obviamente del otro lado siguieron esperando que yo sintetizara toda mi tesis en 20 renglones, y que si no, “no respondía”.
O para dar otros ejemplos, esos debates interminables entre miembros del mismo paradigma. Como los tomistas que han debatido ad infinitum sobre el constitutivo formal de la sustancia, o los actuales austríacos que se siguen matando ad infinitum sobre 100% de reserva o sistema fraccionario. Y todo con acusaciones mutuas de heterodoxia, de “infidelidad” a un supuesto sistema de pensamiento o a un supuesto gran autor. ¿No será que no advierten que hay algo, complejo, que no puede ser “concluído” por una supuesta precisión de un humano discurso? ¿No será que hay un hablar de tal modo que dejemos siempre abiertas al infinito nuestras humanas y razonables certezas? ¿No será que ese infinito es Dios?
Y líbrate Dios de las llamas del infierno si llegas a decir que no puedes o no tienes tiempo o no te llegó el momento vital de leer a tal autor que, para el que te recomienda leerlo, es desde luego “el” autor. ¡Ah, es que estás cerrado a la verdad!!!!!!!!
Todas estas experiencias me han llevado a cierto escepticismo sobre las posibilidades del lenguaje, de los relatos, discursos y del diálogo, o mejor dicho, más que escepticismo, conciencia de sus límites. ¿Qué es un texto sin contexto? Ya sabemos que casi nada. ¿Y qué es el contexto? Es un misterio, tan fascinante como lapidario. ¿Qué es el contexto que lleva a la mutua comprensión? Es una mirada, es una escucha, es un abrazo, es un silencio, es una actitud, es transferencia, es cualquier cosa excepto un texto. Y lo mismo, todo ello, todo ello tan humano es lo que lleva a no comprenderse. Y no hay texto que lo resuelva.
Así que Wittgenstein tenía razón. De lo que no se puede hablar, mejor callar. O, mejor, hablar de otro modo. ¿De qué modo? No lo sé muy bien, o ya lo dije, o no vale la pena decir más. ¿Cómo puedo, además, seguir hablando de esto? ¿Qué texto puede suplir el contexto al que me refiero? Claro, cualquier cosa puede ser “texto”… Persona, acción…. ¿Acaso la creación no es el texto de Dios?
Dentro de poco, para que vean que no me he vuelto escéptico, saldrá un “texto” mío donde hablo de esas cosas que para los neopositivistas no tienen sentido. Pero no tendrá, esta vez, de mi parte, ninguna explicación del contexto para entender el texto. Hay mensajes muy importantes que están en el texto pero no están explícitos. Para los que quieran/puedan leer el contexto, toda aclaración será innecesaria. Para los que no, toda aclaración será insuficiente.
Yo, obviamente, seguiré hablando, pero el silencio, oh divino silencio, será insustituíble.
DOMINGO 3 DE MAYO DE 2009
LOS LÍMITES DEL LENGUAJE Y DEL DIÁLOGO
Toda mi vida he practicado el diálogo y he escrito sobre él. Bueno, he tenido mis malos días, como todos. Muchas veces no he dialogado cuando debía, muchas veces no he comprendido al otro, y, además, a veces he tenido que dejar de dialogar en defensa propia. Pero sin embargo puedo afirmar que el diálogo es uno de los ejes de mi existencia, muy criticado (o criticada) por aquellos que creen que diálogo es incompatible con la verdad.
Pero esta vivencia del diálogo me ha llevado, últimamente, a darme cuenta de sus límites. Cuidado, no es una renuncia ni una claudicación, casi al contrario, es una re-afirmación, porque no se puede practicar lo irreal.
Mis colegas, por ejemplo, tienen una fascinación por las notas al pie. No sólo porque eso les, nos, permiten publicar esas cosas en el publish or perish, sino porque creo que las suponen análogas a los datos de las ciencias naturales, que obviamente son también una ilusión. Creen que citado el texto, terminado el debate, “se demuestra lo que el autor quiere decir”, y el debate se hace peor si del otro lado hay otra ametralladora de citas y así ad infinitum. Por algo dijo Gadamer que las citas no prueban nada. ¿Quieren la cita? :-))
Tuve una experiencia especialmente delicada una vez que un discípulo brillante me preguntó algo, yo le respondí, y él me dijo que no le había respondido. Yo insistí: ya sé que no estás de acuerdo, pero te respondí. No, no le había respondido, porque no era la respuesta que él esperaba. Impresionante.
Hace poco me pidieron participar en un blog. No tenía muchas ganas pero lo hice, para defender a un amigo. Dije “tal cosa”, y que tal cosa estaba demostrada en mi tesis de doctorado, y obviamente invité a su lectura para que me pudieran refutar si querían. Pero no: mi contra-opinante sostuvo que yo no le había respondido, a lo cual yo respondí que sí, que había respondido, con la salvedad de que una tesis no se puede resumir en un blog. Al menos en mi humilde opinión. Pero obviamente del otro lado siguieron esperando que yo sintetizara toda mi tesis en 20 renglones, y que si no, “no respondía”.
O para dar otros ejemplos, esos debates interminables entre miembros del mismo paradigma. Como los tomistas que han debatido ad infinitum sobre el constitutivo formal de la sustancia, o los actuales austríacos que se siguen matando ad infinitum sobre 100% de reserva o sistema fraccionario. Y todo con acusaciones mutuas de heterodoxia, de “infidelidad” a un supuesto sistema de pensamiento o a un supuesto gran autor. ¿No será que no advierten que hay algo, complejo, que no puede ser “concluído” por una supuesta precisión de un humano discurso? ¿No será que hay un hablar de tal modo que dejemos siempre abiertas al infinito nuestras humanas y razonables certezas? ¿No será que ese infinito es Dios?
Y líbrate Dios de las llamas del infierno si llegas a decir que no puedes o no tienes tiempo o no te llegó el momento vital de leer a tal autor que, para el que te recomienda leerlo, es desde luego “el” autor. ¡Ah, es que estás cerrado a la verdad!!!!!!!!
Todas estas experiencias me han llevado a cierto escepticismo sobre las posibilidades del lenguaje, de los relatos, discursos y del diálogo, o mejor dicho, más que escepticismo, conciencia de sus límites. ¿Qué es un texto sin contexto? Ya sabemos que casi nada. ¿Y qué es el contexto? Es un misterio, tan fascinante como lapidario. ¿Qué es el contexto que lleva a la mutua comprensión? Es una mirada, es una escucha, es un abrazo, es un silencio, es una actitud, es transferencia, es cualquier cosa excepto un texto. Y lo mismo, todo ello, todo ello tan humano es lo que lleva a no comprenderse. Y no hay texto que lo resuelva.
Así que Wittgenstein tenía razón. De lo que no se puede hablar, mejor callar. O, mejor, hablar de otro modo. ¿De qué modo? No lo sé muy bien, o ya lo dije, o no vale la pena decir más. ¿Cómo puedo, además, seguir hablando de esto? ¿Qué texto puede suplir el contexto al que me refiero? Claro, cualquier cosa puede ser “texto”… Persona, acción…. ¿Acaso la creación no es el texto de Dios?
Dentro de poco, para que vean que no me he vuelto escéptico, saldrá un “texto” mío donde hablo de esas cosas que para los neopositivistas no tienen sentido. Pero no tendrá, esta vez, de mi parte, ninguna explicación del contexto para entender el texto. Hay mensajes muy importantes que están en el texto pero no están explícitos. Para los que quieran/puedan leer el contexto, toda aclaración será innecesaria. Para los que no, toda aclaración será insuficiente.
Yo, obviamente, seguiré hablando, pero el silencio, oh divino silencio, será insustituíble.
domingo, 1 de enero de 2012
OPEN LETTER TO THE CITIZENS OF THE UNITED STATES (*)
The world is in a very dangerous situation. I am not saying anything new or original. Europe is in bankruptcy, the Middle East is an ongoing exploding situation, Asia is unpredictable and Latin America is dying under the stupidity of Marxists dictators.
The most significant event, however, is to watch your great country losing its leadership. The United States was, and always has been, the last defense of liberty. Your country, by saving Europe from Hitler and from the Soviet Union, saved the entire world. But you are losing the battle against your own errors. The welfare state, the deficit spending, and the great and dangerous power of the Federal State, has produced an incredible situation: default, bankruptcy of the Federal State, jeopardize the future of the US Dollar, and limit your own individual liberties. This path goes to a typical third world condition (a situation I know...)
In order to solve this terrible situation, you have to go back. Where? To your Founding Fathers’ principles and to recover the spirit of your Independence Declaration. To limited government, private property, sound money, gold standard, free market and individual liberty. You have to abolish the Federal Reserve and the welfare state, destroying in this way the great monster the Federal Goverment has become, a monster who is conducting you all to the destruction of your great country.
Now you have an opportunity. This opportunity has a name: Ron Paul. He´s just a human being, he is not superman, and precisely because you do not need a superman in Washington DC this is a valuable aspect. For a super-state you need a super-man, for a limited government, you just need a limited man willing to respect and defend your nation principles. Ron Paul is just a libertarian. He is the only one who is able to debate with Obama with strong, new and different ideas. He is the only man in politics with a different point of view you have. Give him an opportunity. It´s not just another election. It´s about the entire future for your great country; it´s about the entire future for the entire world.
(*) I thank Nicolás Cachanosky for helping me with my written English.
The most significant event, however, is to watch your great country losing its leadership. The United States was, and always has been, the last defense of liberty. Your country, by saving Europe from Hitler and from the Soviet Union, saved the entire world. But you are losing the battle against your own errors. The welfare state, the deficit spending, and the great and dangerous power of the Federal State, has produced an incredible situation: default, bankruptcy of the Federal State, jeopardize the future of the US Dollar, and limit your own individual liberties. This path goes to a typical third world condition (a situation I know...)
In order to solve this terrible situation, you have to go back. Where? To your Founding Fathers’ principles and to recover the spirit of your Independence Declaration. To limited government, private property, sound money, gold standard, free market and individual liberty. You have to abolish the Federal Reserve and the welfare state, destroying in this way the great monster the Federal Goverment has become, a monster who is conducting you all to the destruction of your great country.
Now you have an opportunity. This opportunity has a name: Ron Paul. He´s just a human being, he is not superman, and precisely because you do not need a superman in Washington DC this is a valuable aspect. For a super-state you need a super-man, for a limited government, you just need a limited man willing to respect and defend your nation principles. Ron Paul is just a libertarian. He is the only one who is able to debate with Obama with strong, new and different ideas. He is the only man in politics with a different point of view you have. Give him an opportunity. It´s not just another election. It´s about the entire future for your great country; it´s about the entire future for the entire world.
(*) I thank Nicolás Cachanosky for helping me with my written English.
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