Gente, voy a dar un curso sobre Santo Tomás en la Universidad Austral.
(La inscripción en los Seminarios se realiza por mail, solicitándola a la dirección peh@austral.edu.ar, y cierra quince días antes del incio del Seminario. Como está previsto un cupo máximo de asistentes, la prioridad de matriculación se fijará según la fecha de inscripción. Los Seminarios sólo se dictarán si al cierre de la inscripción cuentan con un número superior a siete inscriptos.
La inscripción en los Seminarios es gratuita para los profesores de la Unviersidad Austral. Para los graduados universitarios inscriptos en este programa, que no sean profesores de la Universidad Austral, el costo de los Seminarios en el 2012 es de $300 por crédito). Ver también http://www.austral.edu.ar/filosofia/programa-de-estudios-humanisticos/seminarios-2012/)
El programa es el siguiente:
I) El pensamiento de Santo Tomás de Aquino en su contexto histórico.
Profesor: Gabriel Zanotti
Horario: Martes 3, 10, 17 y 24 de Abril; Martes 8, 15, 22, 29 de Mayo; Martes 5 y 12 de Junio.
De 14 a 16 hs. de dos hs. clase cada sesión; 10 hs. en total.
PROGRAMA
Clase 1:
1. Introducción
2. El eje central de su metafísica. Creación y finitud.
3. La “famosa” demostración de la existencia de Dios.
4. Las cinco vías y su contexto
Clase 2:
5. El ser humano. Su unidad alma-cuerpo
6. La inteligencia
7. La voluntad y el libre albedrío
8. El fin último del ser humano
9. El fin último natural y sobrenatural
Clase 3:
10. Su ética como resultado de lo anterior
11. Su filosofía del derecho
12. La ley natural
13. La ley humana
14. Preceptos primarios y secundarios de la ley natural
Clase 4:
15. Providencia. Planteo del problema.
16. Creación, conservación, concurso.
17. Providencia, imperfección y mal moral
18. Conciliación entre Providencia y contingencia
Clase 5
19. La transformación de la filosofía aristotélica
20. Predicación trascendental y predicamental
21. La analogía
22. La “separatio”.
Horario: Martes de 14 a 16, 10 hs. clase en total.
Bibliografía de consulta:
De Santo Tomás:
- Summa Theologiae; Marietti. Roma, 1963.
- Ed Cast.: Suma Teológica, Club de Lectores, Buenos Aires, 1944 1ra Ed.
- Suma Contra los Gentiles; BAC, Madrid, 1967; Edición Bilingüe en dos vols.
- Suma Contra Gentiles, Club de Lectores, Buenos Aires, 1951.
- Teoría de la Ciencia; Ediciones del Rey, Buenos Aires, 1991; Estudio preliminar, traducción y notas de Celina A. Lértora Mendoza
- Sobre las creaturas espirituales; Ediciones del Rey, Buenos Aires, 1995.
- Compendio de Teología; Rialp, Madrid, 1980.
- El ente y la esencia; UBA, Buenos Aires, 1949, edición bilingüe por J. R. Sepich.
- Los principios de la naturaleza; Club de Lectores, Buenos Aires, 1987, Versión de Alberto Rodríguez.
- De Veritate; Marietti, Roma, 1964.
- Comentario al “Libro de Alma” de Aristóteles; Arché, Buenos Aires, 1977.
- Comentario de la Etica a Nicómaco; Ciafic; Buenos Aires, 1983.
Sobre Santo Tomás:
- Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media; Gredos, Madrid, 1976; pp. 488-503.
- Weisheipl, J.A.: Tomás de Aquino, Vida, obras y doctrina; Eunsa, Pamplon,a 1994.
- Derisi, O.N.: Los fundamentos metafísicos del orden moral; Educa, Buenos Aires, 1980.
- Chesterteon, G.K.: Santo Tomás de Aquino; Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1986.
- Ferro, L. S., OP: La sabiduría filosófica siguiendo las huellas de Santo Tomás, primera parte, UNSTA, Tucumán, 2004, y segunda parte, UNSTA, Tucumán, 2006.
- Fabro, C.: Particiation et Causalité, Laouvain, 1961.
- Fabro, C.: Drama del hombre y misterio de Dios; Rialp, Madrid, 1977
- Fabro, C.: Introducción al tomismo; Rialp, Madrid, 1977.
- Gilson, E.: La unidad de la experiencia filosófica; Rialp, Madrid, 1973
- Gilson, E.: El ser y los filósofos; Eunsa, Pamplona, 1979
- Gilson, E.: Elementos de filosofía cristiana; Rialp, Madrid, 1981.
- Simon, R.: Moral; Herder, Barcelona, 1978.
- Maritain, J.: Los grados del saber; Club de Lectores, Buenos Aires, 1983.
- Millán Puelles, A.: Fundamentos de Filosofía; Rialp, Madrid, 1955 1ra. Ed.
- González Alvarez, A.: Tratado de metafísica: ontología; Gredos, Madrid, 1978.
- González, A.L.: Ser y participación, Eunsa, Pamplona, 1979
- Fosbery, A.: La doctrina de la iluminación y el medioevo; Unsta, Tucumán, 1975.
- Fósbery, A.: El hábito de los primeros principios; Unsta, Tucumán, 1983.
jueves, 29 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
MENTIRA Y CRUELDAD
Publicado por primera vez el 16 de Feb de 2007 en Liberpress
Publicado por segunda vez en mi blog el 28 de Feb de 2010
Ante la reiteración de los crímenes del régimen asesino de Cuba, cabe publicar de vuelta este artículo, que escribí el 16 de Febrero del 2007.
Toda mi vida he sido un defensor del diálogo y lo sigo siendo. Es más, es uno de mis temas filosóficos de investigación. El diálogo es uno de los logros morales más altos y más nobles. Implica muchas cosas. El abandono, no sólo de la fuerza física, sino también de la lingüística. Estar dispuesto a escuchar los argumentos del otro. Considerar la posibilidad de que uno esté equivocado, aunque sea metódicamente. Comprender al otro: escucharlo desde su perspectiva, su mundo, su horizonte. Entender no sólo lo que dice, sino por qué lo dice. Estar abierto a la crítica. Todo ello es diálogo.
Gran parte de la filosofía contemporánea ha colaborado, bajo perspectivas diversas, en este noble ideal. Buber, Levinas, Popper, Gadamer, Habermas. Todos ellos filósofos muy diferentes, pero con una evidente vocación por eliminar del lenguaje –y por ende de la vida- todo rastro de violencia. Y, en todos ellos vive, aunque no lo sepan, el cristianismo, porque el diálogo comienza por la escucha, y la escucha al otro comienza por un acto de misericordia.
Pero el diálogo supone que la otra parte también dialoga. Como la amistad aristotélica, es una relación recíproca. Uno debe siempre comenzar la actitud de diálogo, pero cuando no hay actitud similar, no cabe el ataque o el insulto, pero sí una prudente retirada. Por caridad, nada más que por caridad.
Pero hay ocasiones donde la mentira, la más cruel mentira sobre los más despiadados asesinatos, llega a nosotros, como flechas que no esperábamos en el descampado de nuestra existencia. Reservemos a Dios el juicio último sobre la conciencia de quienes mienten así, pero, lo que queremos decir, es que en esos casos, hay algo que no es diálogo, pero que está plenamente justificado, y a veces es un deber. Me refiero, sencillamente, a la denuncia.
En ese sentido, la Cuba de Castro y sus secuaces –estoy utilizando las palabras exactas- constituyen, junto con sus partidarios y los silencios cobardes de gobiernos “diplomáticos”, una de las vergüenzas más terribles de toda la historia del s. XX y XXI. Hay muchas vergüenzas más, si, pero al menos fueron denunciadas, y si no, quien escribe no ha callado las vergüenzas de los llamados líderes de Occidente. En este caso, insisto, la denuncia es lo menos que puede hacer quienquiera no haya sido víctima de la propaganda mentirosa de esa banda de delincuentes asesinos.
Han fusilado por doquier, sin misericordia, y lo siguen haciendo, a todos aquellos que osaban siquiera pensar diferente. Han sumergido en cárceles inhumanas, y de por vida, a todos aquellos que se interpongan en sus tropelías. Y tienen la osadía, el atrevimiento, de presentarse ante el mundo como líderes democráticos y protectores de los derechos humanos. Estos asesinos pueden andar por el mundo sin recibir ninguna orden de arresto, por parte de jueces que en otros casos no dudarían en absoluto. Y lo peor: son elogiados por gobernantes e intelectuales, cómplices de ese modo uno de los operativos propagandísticos más hipócritas y eficaces de toda la vergonzosa historia de este siglo de totalitarismos y autoritarismos.
Dios sabe qué tienen en la cabeza quienes así proceden: si indolencia, cobardía, simple estupidez, ceguera ideológica o la simple desaprensión ante los gritos y llantos silentes de incontables fusilados, torturados, encarcelados o muertos en sus intentos de escapar del infierno. ¡Vergüenza para las naciones occidentales, que cierran sus fronteras a estos refugiados, con EE.UU. a la cabeza! Y los demás, que cierren sus “diplomacias” y les digan, en los foros internacionales, a Raúl Castro, a sus seguidores y a Fidel, vivo o embalsamado, lo que se merecen escuchar: asesinos, delincuentes, no tienen derecho a integrar el concierto de las naciones, son sólo una banda de fanáticos criminales.
Pero no, no se atreverán. La denuncia profética necesita un fuego que no abunda: la piedad por el perseguido, la rebeldía ante semejante injusticia, y saber correr los riesgos de negarle al delincuente su supuesto derecho a continuar con su injusticia.
Que Dios se apiade de las almas de los asesinos, y que se apiade, también, de las almas y los cuerpos de los refugiados, torturados, encarcelados y exiliados, a cuya mirada y existencia van dedicadas estas líneas.
Publicado por segunda vez en mi blog el 28 de Feb de 2010
Ante la reiteración de los crímenes del régimen asesino de Cuba, cabe publicar de vuelta este artículo, que escribí el 16 de Febrero del 2007.
Toda mi vida he sido un defensor del diálogo y lo sigo siendo. Es más, es uno de mis temas filosóficos de investigación. El diálogo es uno de los logros morales más altos y más nobles. Implica muchas cosas. El abandono, no sólo de la fuerza física, sino también de la lingüística. Estar dispuesto a escuchar los argumentos del otro. Considerar la posibilidad de que uno esté equivocado, aunque sea metódicamente. Comprender al otro: escucharlo desde su perspectiva, su mundo, su horizonte. Entender no sólo lo que dice, sino por qué lo dice. Estar abierto a la crítica. Todo ello es diálogo.
Gran parte de la filosofía contemporánea ha colaborado, bajo perspectivas diversas, en este noble ideal. Buber, Levinas, Popper, Gadamer, Habermas. Todos ellos filósofos muy diferentes, pero con una evidente vocación por eliminar del lenguaje –y por ende de la vida- todo rastro de violencia. Y, en todos ellos vive, aunque no lo sepan, el cristianismo, porque el diálogo comienza por la escucha, y la escucha al otro comienza por un acto de misericordia.
Pero el diálogo supone que la otra parte también dialoga. Como la amistad aristotélica, es una relación recíproca. Uno debe siempre comenzar la actitud de diálogo, pero cuando no hay actitud similar, no cabe el ataque o el insulto, pero sí una prudente retirada. Por caridad, nada más que por caridad.
Pero hay ocasiones donde la mentira, la más cruel mentira sobre los más despiadados asesinatos, llega a nosotros, como flechas que no esperábamos en el descampado de nuestra existencia. Reservemos a Dios el juicio último sobre la conciencia de quienes mienten así, pero, lo que queremos decir, es que en esos casos, hay algo que no es diálogo, pero que está plenamente justificado, y a veces es un deber. Me refiero, sencillamente, a la denuncia.
En ese sentido, la Cuba de Castro y sus secuaces –estoy utilizando las palabras exactas- constituyen, junto con sus partidarios y los silencios cobardes de gobiernos “diplomáticos”, una de las vergüenzas más terribles de toda la historia del s. XX y XXI. Hay muchas vergüenzas más, si, pero al menos fueron denunciadas, y si no, quien escribe no ha callado las vergüenzas de los llamados líderes de Occidente. En este caso, insisto, la denuncia es lo menos que puede hacer quienquiera no haya sido víctima de la propaganda mentirosa de esa banda de delincuentes asesinos.
Han fusilado por doquier, sin misericordia, y lo siguen haciendo, a todos aquellos que osaban siquiera pensar diferente. Han sumergido en cárceles inhumanas, y de por vida, a todos aquellos que se interpongan en sus tropelías. Y tienen la osadía, el atrevimiento, de presentarse ante el mundo como líderes democráticos y protectores de los derechos humanos. Estos asesinos pueden andar por el mundo sin recibir ninguna orden de arresto, por parte de jueces que en otros casos no dudarían en absoluto. Y lo peor: son elogiados por gobernantes e intelectuales, cómplices de ese modo uno de los operativos propagandísticos más hipócritas y eficaces de toda la vergonzosa historia de este siglo de totalitarismos y autoritarismos.
Dios sabe qué tienen en la cabeza quienes así proceden: si indolencia, cobardía, simple estupidez, ceguera ideológica o la simple desaprensión ante los gritos y llantos silentes de incontables fusilados, torturados, encarcelados o muertos en sus intentos de escapar del infierno. ¡Vergüenza para las naciones occidentales, que cierran sus fronteras a estos refugiados, con EE.UU. a la cabeza! Y los demás, que cierren sus “diplomacias” y les digan, en los foros internacionales, a Raúl Castro, a sus seguidores y a Fidel, vivo o embalsamado, lo que se merecen escuchar: asesinos, delincuentes, no tienen derecho a integrar el concierto de las naciones, son sólo una banda de fanáticos criminales.
Pero no, no se atreverán. La denuncia profética necesita un fuego que no abunda: la piedad por el perseguido, la rebeldía ante semejante injusticia, y saber correr los riesgos de negarle al delincuente su supuesto derecho a continuar con su injusticia.
Que Dios se apiade de las almas de los asesinos, y que se apiade, también, de las almas y los cuerpos de los refugiados, torturados, encarcelados y exiliados, a cuya mirada y existencia van dedicadas estas líneas.
martes, 20 de marzo de 2012
MÁS VALE LOCO EN MANO QUE DIPLOMÁTICO VOLANDO (sobre la visita de Benedicto XVI a Cuba)
Yo no voy a decir a Benedicto XVI lo que tiene que decir ni seré de aquellos que se regodean criticando lo que dijo.
Pero sí me voy a permitir un sencillo razonamiento.
Cuando un Pontífice viaje a un lugar donde todos los seres humanos son vilmente perseguidos, donde los cristianos son especialmente perseguidos, donde los disidentes son cruelmente encarcelados, en medio de la desidia y complicidad internacional, no quedan sino dos opciones.
La primera, denunciarlo, como corresponde a la denuncia profética de la tradición judeo-cristiana.
La segunda, callarlo, para que la situación de los perseguidos no empeore.
Pero esta última opción es muy delicada. ¿Quién lo entenderá así?
¿Cómo combinar la diplomacia con el cristianismo? ¿Se corresponden?
El cristiano no es diplomático, es loco, lo cual es muy distinto.
Por lo tanto, si no va a haber denuncia profética, como corresponde a la locura de la cruz, ¿para qué ir a Cuba?
¿Para qué?
Luego comienzan las comparaciones.
¿Por qué Juan Pablo II pidió por la liberación de los presos políticos en Chile pero no en Cuba?
En el mundo actual no vale la diplomacia para un cristiano. Vale ser loco, vale estar loco.
Como yo.
Pero sí me voy a permitir un sencillo razonamiento.
Cuando un Pontífice viaje a un lugar donde todos los seres humanos son vilmente perseguidos, donde los cristianos son especialmente perseguidos, donde los disidentes son cruelmente encarcelados, en medio de la desidia y complicidad internacional, no quedan sino dos opciones.
La primera, denunciarlo, como corresponde a la denuncia profética de la tradición judeo-cristiana.
La segunda, callarlo, para que la situación de los perseguidos no empeore.
Pero esta última opción es muy delicada. ¿Quién lo entenderá así?
¿Cómo combinar la diplomacia con el cristianismo? ¿Se corresponden?
El cristiano no es diplomático, es loco, lo cual es muy distinto.
Por lo tanto, si no va a haber denuncia profética, como corresponde a la locura de la cruz, ¿para qué ir a Cuba?
¿Para qué?
Luego comienzan las comparaciones.
¿Por qué Juan Pablo II pidió por la liberación de los presos políticos en Chile pero no en Cuba?
En el mundo actual no vale la diplomacia para un cristiano. Vale ser loco, vale estar loco.
Como yo.
domingo, 18 de marzo de 2012
COMO ESTE MARTES 20 COMIENZA EL CURSO DE FILOSOFÍA MÁS LIBRE QUE HAY, CONVIENE RECORDAR QUE....
De Magistro.
El título de este pequeño artículo no es, evidentemente, algo original. Muchos filósofos -Santo Tomás entre ellos, y con ese título- se han ocupado de "el que enseña". Muchos han sentado en ese caso las bases de una filosofía de la educación.
Nuestras pretensiones son más modestas. No se trata éste de un ensayo estrictamente académico ni de una filosofía de la educación bien sistematizada. Sólo son reflexiones más o menos sueltas, fruto de la con¬templación de la propia experiencia. Tal vez algo verdadero surja de ello. Veamos.
El aprender significa la incorporación libre y voluntaria de un conocimiento vital. Inteligencia y voluntad están presentes en el proceso. No basta entender -que puede incluir la memoria, pero nunca al revés-; debe quererse lo que se entiende. Porque el que aprende es la causa principal de su aprendizaje; luego, si el que supuestamente va a "aprender" no quiere hacer lo, no lo hará. Y esto es así por más que los sistemas de calificaciones -casi intrínsecamente dañosos- den la apariencia de lo contrario. Por eso hemos dicho "vital".
El que aprende incorpora lo adquirido a su propio ser. Implica, por tanto una transformación vital. Si no, no hay aprendizaje. Puede haber repetición, nota, aprobación. Pero no aprendizaje. Si la propia vida no está comprometida, no hay aprendizaje. Puede haber adiestramiento. Como en un animal. Pero no incorporación de un conocimiento o una virtud a la propia vida. Esto últi¬mo ocurre cuando el que aprende capta la relación de lo que va a aprender con su propio proyecto vital. Allí se dará el "querer" aprender, condición necesaria para el aprendizaje.
El que enseña, si quiere ha¬cerlo, debe "aprender lo que es enseñar". De lo contrario, no puede enseñar. Puede, eso sí, pararse en un recinto con unas cuantas personas delante, hablar, gesticular, amenazar, coac¬cionar, exigir que se memorice tal cosa, aprobar a los que lo hacen, y desaprobar al resto. Y cuantos más desapruebe, este supuesto maestro lo considerará, generalmente, un gran éxito. Es, sin embargo, el completo fra¬caso de lo que es enseñar. Pero se vive en la ilusión de lo contrario.
El que enseña, en primer lugar, debe querer hacerlo. Igual que el que aprende. Para querer enseñar, debe amar a las perso¬nas que tiene delante. Por el solo hecho de ser personas, y que además quieren aprender. No hay técnicas, no hay carrera de "ciencias de la educación" que puedan proporcionar ese amor. Hay técnicas para volver a ese amor eficiente, pero no para colocarlo en quien no lo tiene o no quiere tenerlo. El que es maestro mira a sus alumnos con afec¬to. No se envanece por ello, porque si lo hace se ama más a sí mismo, y deja de enseñar para comenzar a lucirse. El que enseña ama a sus alumnos de igual modo que el carpintero hace muebles. Es su oficio. Así de simple.
El que enseña no puede obligar a nadie a escucharlo. De lo contrario, no enseña. Además, presta mucha atención a las preguntas de sus alumnos. Es clave. Dialoga con ellos sin solemnidades adicionales a la misma y paradójica "cosa seria" que es el afecto sincero. Toda pregunta es importante para el que la hace, y por eso es importante. Y algo básico: el que enseña no impone sus ideas, no amenaza, no produce temor. De lo contrario, no enseña.
El que enseña dice lo que considera la verdad. Y sabe que el temor es contradictorio con la adquisición de la verdad. Sabe que la verdad sólo puede adquirirse en el ambiente afectuoso y pacífico de un diálogo sincero. Y sabe que aún cuando el otro piense distinto, eso no lo hace menos digno del que piensa igual. Además, el que enseña se deja enseñar. Sabe que una pregunta puede mostrarle un error, y enseñará si sabe autocorregirse. En cualquier caso, enseñará sólo si se mantiene fiel a lo que piensa. Y fiel a su afecto.
El que enseña no espera que sus alumnos digan exactamente lo que él dice. Tampoco espera que en el futuro sus alumnos compitan a ver quien repite mejor sus escritos y se peleen por interpretaciones distintas. No. Más bien, espera que sus alumnos lo superen; espera que digan más que lo que él dijo. Espera que sus ideas sean semillas de árboles frondosos; árboles que él no imaginó, pero que lo emocionarían al ver lo que sus alumnos pudieron lograr porque él un día los miró con afecto.
El que enseña ve los exámenes y las notas como un último recurso que alguna vez debería eliminarse por completo. Hasta entonces, mejor que todo eso le resbale. Porque el que quiere aprender aprenderá; el que no, no. No hay planilla, inspector, sello o libro de actas que pueda sustituir el auténtico y libre proceso de aprendizaje. Y menos, no hay estado que pueda hacerlo. Porque coacción y aprendizaje son tan compatibles como el odio y el amor.
El que enseña, enseña a ser libre. Odia los curriculum en las conferencias y quiere que todos vean su camino abierto y posible. No se pone por encima de los demás porque es consciente de la limitación del conocimiento y que él es un carpintero del pensamiento.
Y la suprema enseñanza es mostrar el camino que lleva a Dios. Si no, no se enseña.
El título de este pequeño artículo no es, evidentemente, algo original. Muchos filósofos -Santo Tomás entre ellos, y con ese título- se han ocupado de "el que enseña". Muchos han sentado en ese caso las bases de una filosofía de la educación.
Nuestras pretensiones son más modestas. No se trata éste de un ensayo estrictamente académico ni de una filosofía de la educación bien sistematizada. Sólo son reflexiones más o menos sueltas, fruto de la con¬templación de la propia experiencia. Tal vez algo verdadero surja de ello. Veamos.
El aprender significa la incorporación libre y voluntaria de un conocimiento vital. Inteligencia y voluntad están presentes en el proceso. No basta entender -que puede incluir la memoria, pero nunca al revés-; debe quererse lo que se entiende. Porque el que aprende es la causa principal de su aprendizaje; luego, si el que supuestamente va a "aprender" no quiere hacer lo, no lo hará. Y esto es así por más que los sistemas de calificaciones -casi intrínsecamente dañosos- den la apariencia de lo contrario. Por eso hemos dicho "vital".
El que aprende incorpora lo adquirido a su propio ser. Implica, por tanto una transformación vital. Si no, no hay aprendizaje. Puede haber repetición, nota, aprobación. Pero no aprendizaje. Si la propia vida no está comprometida, no hay aprendizaje. Puede haber adiestramiento. Como en un animal. Pero no incorporación de un conocimiento o una virtud a la propia vida. Esto últi¬mo ocurre cuando el que aprende capta la relación de lo que va a aprender con su propio proyecto vital. Allí se dará el "querer" aprender, condición necesaria para el aprendizaje.
El que enseña, si quiere ha¬cerlo, debe "aprender lo que es enseñar". De lo contrario, no puede enseñar. Puede, eso sí, pararse en un recinto con unas cuantas personas delante, hablar, gesticular, amenazar, coac¬cionar, exigir que se memorice tal cosa, aprobar a los que lo hacen, y desaprobar al resto. Y cuantos más desapruebe, este supuesto maestro lo considerará, generalmente, un gran éxito. Es, sin embargo, el completo fra¬caso de lo que es enseñar. Pero se vive en la ilusión de lo contrario.
El que enseña, en primer lugar, debe querer hacerlo. Igual que el que aprende. Para querer enseñar, debe amar a las perso¬nas que tiene delante. Por el solo hecho de ser personas, y que además quieren aprender. No hay técnicas, no hay carrera de "ciencias de la educación" que puedan proporcionar ese amor. Hay técnicas para volver a ese amor eficiente, pero no para colocarlo en quien no lo tiene o no quiere tenerlo. El que es maestro mira a sus alumnos con afec¬to. No se envanece por ello, porque si lo hace se ama más a sí mismo, y deja de enseñar para comenzar a lucirse. El que enseña ama a sus alumnos de igual modo que el carpintero hace muebles. Es su oficio. Así de simple.
El que enseña no puede obligar a nadie a escucharlo. De lo contrario, no enseña. Además, presta mucha atención a las preguntas de sus alumnos. Es clave. Dialoga con ellos sin solemnidades adicionales a la misma y paradójica "cosa seria" que es el afecto sincero. Toda pregunta es importante para el que la hace, y por eso es importante. Y algo básico: el que enseña no impone sus ideas, no amenaza, no produce temor. De lo contrario, no enseña.
El que enseña dice lo que considera la verdad. Y sabe que el temor es contradictorio con la adquisición de la verdad. Sabe que la verdad sólo puede adquirirse en el ambiente afectuoso y pacífico de un diálogo sincero. Y sabe que aún cuando el otro piense distinto, eso no lo hace menos digno del que piensa igual. Además, el que enseña se deja enseñar. Sabe que una pregunta puede mostrarle un error, y enseñará si sabe autocorregirse. En cualquier caso, enseñará sólo si se mantiene fiel a lo que piensa. Y fiel a su afecto.
El que enseña no espera que sus alumnos digan exactamente lo que él dice. Tampoco espera que en el futuro sus alumnos compitan a ver quien repite mejor sus escritos y se peleen por interpretaciones distintas. No. Más bien, espera que sus alumnos lo superen; espera que digan más que lo que él dijo. Espera que sus ideas sean semillas de árboles frondosos; árboles que él no imaginó, pero que lo emocionarían al ver lo que sus alumnos pudieron lograr porque él un día los miró con afecto.
El que enseña ve los exámenes y las notas como un último recurso que alguna vez debería eliminarse por completo. Hasta entonces, mejor que todo eso le resbale. Porque el que quiere aprender aprenderá; el que no, no. No hay planilla, inspector, sello o libro de actas que pueda sustituir el auténtico y libre proceso de aprendizaje. Y menos, no hay estado que pueda hacerlo. Porque coacción y aprendizaje son tan compatibles como el odio y el amor.
El que enseña, enseña a ser libre. Odia los curriculum en las conferencias y quiere que todos vean su camino abierto y posible. No se pone por encima de los demás porque es consciente de la limitación del conocimiento y que él es un carpintero del pensamiento.
Y la suprema enseñanza es mostrar el camino que lleva a Dios. Si no, no se enseña.
lunes, 12 de marzo de 2012
DEDICADO A TODOS LOS PERONISTAS (sea lo que fuere el peronismo......)
http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/03/12/juan-domingo-peron-y-las-pensiones/
domingo, 11 de marzo de 2012
El 20 de Marzo comienza el curso de filosofía MÁS LIBRE QUE HAY...
El 20 de Marzo comienza el curso de filosofía MÁS LIBRE QUE HAY...
(http://www.gzanotti.blogspot.com/2011/12/curso-de-filosofia-para-profesionales-y.html)
No sé si el mejor.
No sé si el más entretenido.
Pero el más libre, seguro.
Llegás y te instalás en el living de nuestra casa, como en una reunión de cumpleaños.
Hay cosas para comer, tomar, wi fi, aire acondicionado.
Si querés, podés comer bonobones (o bon o bones) y navegar por Internet para protegerte del profe mientras ponés cara de filósofo.
Si querés escuchar, escuchás.
Si querés preguntar, preguntás todo lo que quieras.
Si no querés decir nada, no decís nada.
No hay exámenes. Hay vida, y la vida ya los tiene.
Si querés estudiar mucho, estudiarás mucho.
Si no, no.
Aparte de la buena onda, no hay requisitos para hacer el curso.
No tenés que saber nada.
El profe tampoco sabe, él habla de lo que ama, no de lo que sabe.
No es una cuestión de contenidos, sino de actitud.
El profe está entusiasmado, eso es todo.
La clase no es magistral ni no magistral. Es siempre diálogo.
Si quieres un título, te hago un cartoncito que, por suerte, no vale nada en ningún lado.
Si venís para entretenerte, cuidado
la filosofía no te tiene entre nada
la filosofía penetra en ti.
Si venís para ser sabio, no lo serás,
Si venís porque la filosofía te apasiona, aprenderás.
Cuando quieras irte, te irás, y si no, te quedarás.
Hay un peligro: de este modo, la filosofía tocará un día
La puerta de tu corazón. Y hará morada en ti, y serás filósofo, cuando descubras
Que la filosofía era
tu vida misma.
FILOSOFÍA: el único riesgo
es que seas filósofo.
(http://www.gzanotti.blogspot.com/2011/12/curso-de-filosofia-para-profesionales-y.html)
No sé si el mejor.
No sé si el más entretenido.
Pero el más libre, seguro.
Llegás y te instalás en el living de nuestra casa, como en una reunión de cumpleaños.
Hay cosas para comer, tomar, wi fi, aire acondicionado.
Si querés, podés comer bonobones (o bon o bones) y navegar por Internet para protegerte del profe mientras ponés cara de filósofo.
Si querés escuchar, escuchás.
Si querés preguntar, preguntás todo lo que quieras.
Si no querés decir nada, no decís nada.
No hay exámenes. Hay vida, y la vida ya los tiene.
Si querés estudiar mucho, estudiarás mucho.
Si no, no.
Aparte de la buena onda, no hay requisitos para hacer el curso.
No tenés que saber nada.
El profe tampoco sabe, él habla de lo que ama, no de lo que sabe.
No es una cuestión de contenidos, sino de actitud.
El profe está entusiasmado, eso es todo.
La clase no es magistral ni no magistral. Es siempre diálogo.
Si quieres un título, te hago un cartoncito que, por suerte, no vale nada en ningún lado.
Si venís para entretenerte, cuidado
la filosofía no te tiene entre nada
la filosofía penetra en ti.
Si venís para ser sabio, no lo serás,
Si venís porque la filosofía te apasiona, aprenderás.
Cuando quieras irte, te irás, y si no, te quedarás.
Hay un peligro: de este modo, la filosofía tocará un día
La puerta de tu corazón. Y hará morada en ti, y serás filósofo, cuando descubras
Que la filosofía era
tu vida misma.
FILOSOFÍA: el único riesgo
es que seas filósofo.
domingo, 4 de marzo de 2012
LAS 5 VÍAS, EN SERIO
Dado que mi ironía sobre las 5 vías pudo haber sido interpretada como una crítica vs. las 5 vías "también", aclaro mi posición sobre el tema:
http://www.usergioarboleda.edu.co/civilizar/existencia-dios-santo-tomas.htm
http://www.usergioarboleda.edu.co/civilizar/existencia-dios-santo-tomas.htm
Suscribirse a:
Entradas (Atom)