domingo, 29 de mayo de 2016
LA OBSESIÓN REGLAMENTARISTA
La semana pasada leí una noticia según la cual la
asociación o lo que fuere de hoteleros protestaba contra las casas de familia
que ofrecen alojamiento “sin las exijencias correpondientes” o algo por el
estilo.
La noticia refleja una mentalidad que se ha hecho
carne en Argentina (y tal vez en el mundo) como parte de nuestro obsesivo
estatismo cultural.
Esto surge nuevamente de no tener conciencia de lo
significan los derechos individuales a la propiedad, libertad de cultos, de
enseñanza, de tránsito, etc.
Toda persona tiene derecho a ejercer todas las
actividades que emanen de esos derechos mientras no atente contra derechos de
terceros. Eso significa que es admisible un código penal que a posteriori de una acción determine que
la acción es delictiva si atenta contra la vida, propiedad o libertad, pero no
antes. Esto es, la clave de la cuestión es la diferencia hayekiana (pero,
claro, no vaya a ser que lean a Hayek, no?) entre derecho y legislación. En la
Constitución deben estar reconocidos los derechos, pero estos NO deben tener
legilaciones a priori, sino en todo
caso a posteriori de la acción realizada, para custodiarlos, no para
impedirlos.
Por lo tanto, cuando los argentinos, en general, dicen
“debería haber una ley” no se dan cuenta de que están cercenando a priori
actividades en sí mismas conformes al derecho natural. Si quiero poner una
escuela en el living de mi casa, si quiero ejercer la medicina, si quiero
alojar gente en habitaciones disponibles, si quiero llevar gente en mi auto y
cobrar por ello, si quiero poner un kiosko en la ventana de mi casa, si quiero
abrir un taller en el garage de mi casa, etc. etc. etc. etc., NO estoy atentando contra derechos de
terceros a menos que se demuestre a posteriori lo contrario, con todo el debido
proceso necesario.
Por ende, si afecto a alguien, para eso hay un código
penal, a posteriori de la acción, no antes.
Pero no, se supone que el endiosado e idolatrado
“estado”, debe estar allí para “protejernos”. No se adverite tampoco en ese
caso la diferencia entre aconsejar y coaccionar. Yo puedo aconsejar a alguien
ponerse el cinturón de seguridad, pero, ¿por qué coaccionarlo? ¿Porque su vida
está en peligro? Bien, yo creo que la vida espiritual de la gente está en
peligro si no se toman en serio a Dios, pero no dudo en absoluto de la libertad
religiosa, porque no se debe coaccionar la conciencia, sino dialogar con ella.
Toda la obsesión reglamentarista surge de la razón instrumental del Iluminismo,
denunciada como constructivismo por Hayek, pero, claro, para colmo ello es
consiedarado “liberalismo”.
Los argentinos están tan envueltos en esta mentalidad
que han desarrollado una doble moral sin darse cuenta. En general no cumplen
las reglamentaciones pero las piden. Hacen miles de trampitas para evitar los
reglamentos pero los consideran buenos. Hacen contrabando pero creen que está
mal. Con lo cual es imposible que desarrollen la genuina resistencia pacífica
ante la opresión, porque la opresión la viven como correcta aunque se las
arreglan para evitar esa “correcta opresión” por izquierda. Quedé atónito una vez que le expliqué a un
director de un colegio privado la necesidad legal de que el estado no fijara
los planes y programas de estudio y me desestimó el tema diciéndome que ellos
se las arreglaban perfectamente para violar los reglamentos y que por lo tanto
“no había problema”. No advertía el tan argentino sujeto que el problema era
precisamente que no tenía conciencia de que lo que él hacía por izquierda era
un derecho que él NO reclamaba porque pensaba que la solución era hacer las
cosas por izquierda. Por eso los argentinos se rien de cómo los anglosajones se
toman la ley: en serio. Claro, por eso el estatismo en ellos es más peligroso,
pero la solución no es la viveza criolla sino sencillamente el liberalismo
clásico, que es justamente de origen anglosajón.
Pero blanquear NO es que los “no-reglamentados”, que
los informales, pasen a cumplir los infinitos reglamentos de los que están en
los sistemas formales, ya sea educativos, comerciales, etc. Significa ELIMINAR
los reglamentos, legislaciones y organismos que impiden el desarrollo de los
derechos individuales.
Los tan argentinos taxistas que protestan contra los
uber tienen un punto: ¿es justo que ellos cumplan con todas las reglamentaciones
municipales y los uber no? No, claro, no es justo, pero de allí concluyen que
los uber deben cumplir con los mismos reglamentos. Ni se les pasa por la cabeza
que debería desaparecer TODA reglamentación para llevar y traer gente. Lo
conforme al derecho natural es que todos sean libres como los uber y NO
esclavos como los taxistas. Y eso, mutatis
mutandis, en todo.
El argentino ha desarrollado una palabra para esa
confusión mental. Lo que no es reglamentado es “trucho”. La pura verdad es que
lo trucho es lo libre mientras que lo reglamentado es la esclavitud.
En economía esto es particularmente cruel para los más
indigentes. Estos últimos desarrollan todo tipo de actividades sin pasar por
las exigencias formales, y los crueles mecanismos de inspección los toleran, en
general, “porque son pobres”. Son pobres precisamente porque esa economía
informal tiene un límite del cual no pueden pasar. No tienen los recursos ni
los “contactos” para pasar a la formalidad, pero si NO existieran esos
reglamentos, comenzarían vendiendo chipas en una estación de tren y terminarían
luego con una pyme y luego con una gran empresa (lejos de ser una utopía, ESO
FUE la Argentina, no?). Pero no, eso ya es imposible para ellos y en general
para muchos. Hernando de Soto mostró qué cantidad de trámites eran necesarios
para poner una humilde empresa de costura de ropa, en Perú, “legalmente”. El
resultado fueron 600 metros de hojas de impresión de computadora. Mejor no
adjetivizo. La cuestión NO es exigir el cumplimiento de esos 600 metros, sino
eliminarlos, como se eliminó el Muro de Berlín.
Por supuesto, decir todo esto en otras áreas, como
educación, es más lunático aún. Pero hay que instalar el tema. Es incluso una
cuestión de misericordia. Se me parte el alma al contemplar diariamente los
vendedores ambulantes en los trenes, que seguirán en esa situación casi
eternamnte, por el subdesarrollo producido por décadas de estatismo pero sobre
todo por el reglamentarismo. “Abrir la econonía” NO es sólo privatizar empresas
estatales sino ELIMINAR totalmente todas las reglamentaciones que impiden a
cualquier ciudadano, y sobre todo a los más pobres, salir adelante
desarrollando su espíritu empresarial.
Bien, estoy un poco cansado y voy a descansar algo.
Por suerte aún no hay reglamentos para las siestas de los Sábados.
domingo, 22 de mayo de 2016
JESUCRISTO, BERGOGLIO Y BONAFINI.
La noticia de una eventual visita de Hebe de Bonafini a Bergoglio ha
despertado ya una gran polémica. Para no ser menos y contribuir a la confusión
reinante, vamos a hacer algunas reflexiones sobre el tema.
Ante todo, vamos a analizar lo que van a decir los defensores de Bergoglio.
Que él hace lo que hace Jesucristo, que se reunía con todos y estaba con todos.
Veamos, pues, los casos más importantes de visitas de grandes personajes de
la farándula política de entonces al Vaticano de Jesucristo.
Ante todo, la parábola de la oveja perdida:
“Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para
oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a
murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Él entonces
les contó esta parábola: «Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas
y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca
de la oveja perdida hasta encontrarla? Y cuando la encuentra,
lleno de alegría la carga en los hombros y vuelve
a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense
conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido.” Les
digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que
se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.”
Como vemos, la oveja
está perdida, es el pecador que se arrepiente.
Veamos ahora el caso de
Jusucristo comiendo con pecadores y recaudadores de impuestos:
“Al ver los escribas de los fariseos que El comía con
pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué El
come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores? Al oír esto, Jesús les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de
médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.”
Es claro que Juscristo tiene claro que come
con pecadores, a lo cual se agrega, como si fuera equivalente –qué interesante-
la categoría de recaudadores de impuestos. El come con enfermos que tiene que
sanar, o sea con pecadores. Jesucristo considera pecadores a sus comensales,
pecadores para los cuales él es fuente de redención.
El caso
del hijo pródigo también es claro en ese sentido: “Un hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo:
‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió
los bienes entre ellos. Pocos días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a
otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Cuando
ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y
él comenzó a pasar necesidad. Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que
le mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y él deseaba llenar el estómago de
las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar:
‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras
que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré:
Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame
como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en camino y regresó a
casa de su padre. Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo
compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: ‘Padre,
he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’ Pero
el padre ordenó a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo;
ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el becerro cebado
y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha
vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a
hacer fiesta”.
Nuevamente parece claro
que el hijo pródigo tiene claro que ha pecado contra el cielo y contra su
padre, se reconoce pecador y vuelve implorando, curiosamente, justicia, y se
encuentra en cambio con la misericordia de su padre. Es más, por ese pecador
arrependito hay una fiesta, que produce celos a quien supuestamente no era
pecador.
Lo mismo sucede con el
fariseo y el publicano:
“….Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios,
te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a
la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano,
estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Es claro que será
enaltecido quien se reconoce como pecador, no el que NO reconoce sus pecados.
Lo mismo con el
famoso Zaqueo: “…….. Jesús entró en Jericó. Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que
era jefe de los cobradores de impuestos. Zaqueo salió a
la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo, pues era muy bajito y había
mucha gente delante de él. Entonces
corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió
a un árbol de higos. Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo:
«Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa.» Zaqueo
bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús. Cuando
la gente vio lo que había pasado, empezó a criticar a Jesús y a decir: «¿Cómo
se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?» Después de la comida, Zaqueo
se levantó y le dijo a Jesús: Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo
que tengo. Y si he robado algo, devolveré cuatro veces esa cantidad. Jesús
le respondió: Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues eres un verdadero
descendiente de Abraham. Yo, el Hijo del hombre, he
venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.”
Es evidente que la salvación de Zaqueo y su familia viene de su
cambio de actitud, de su verdadera conversión, o sea, nuevamente, de reconocerse
como pecador ante Jesús.
El caso del diálogo con la samaritana es igual: “…Vino una mujer
de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues
sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La
mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que
soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió
Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame
de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La
mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde,
pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que
nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y
sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que
bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le
dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús
le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la
mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque
cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho
con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros
padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar
donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que
la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros
adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación
viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es,
cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu;
y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le
dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga
nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el
que habla contigo.”
Este caso es muy particular, porque mujer reconoce a Cristo como
profeta luego que este último le desnuda ante ella su vida interior. La mujer
no defiende su estilo de vida, sino que reconoce que hay un salvador que habrá
de venir, ante lo cual –dichosa ella- responde Cristo: “Yo soy, el que habla
contigo…”.
Y, finalmente, la mujer adúltera: “…los escribas y los fariseos le
trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron:
Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y
en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas
esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el
suelo, escribía en tierra con el dedo. Y
como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose
de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero
ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando
desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que
estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a
nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces
Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
De vuelta, lo mismo: este memorable ejemplo de sabiduría y
misericordia termina con esta expresión: “ve y no peques más”. Jesucristo,
primero, ha negado autoridad moral a los condenadores, y él mismo, que sí la
tenía, la convirte en misericordia, la cual no niega, sino que requiere conceptualmente,
el pecado cometido.
En todas estas parábolas y episodios, encontramos varias cosas que
siempre se cumplen. La primera y fundamental es que Cristo se reúne con
pecadores que se reconocen como tales. Su misericordia es concomitante a la
verdad: la verdad de su condición de pecadores y la verdad de su condición de
redentor. Porque, a su vez, él siempre se presenta como lo que es, lo que él va
revelando hasta el último momento en el que habla por la cruz: que él es
Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios Vivo, el Redentor, el que ha venido a
salvar, no a condenar, ante el cual, por ende, no vale presentarse sino como
arrepentido, y por eso el publicano es exaltado y el fariseo es humillado, y
por eso Cristo se enoja con los hipócritas pero no con los que reconocen
sinceramente su pecado.
La “imitación de Cristo” en este tema tiene, para nosotros,
los sólo humanos, características especiales. Primero, en una sociedad con libertad
religiosa y laicidad de estado, los católicos estamos acostumbrados a convivir
con personas de diferentes credos y actitudes vitales, ante los cuales
mostramos siempre nuestro corazón abierto a la amistad. NO como táctica, no
como proselitismo, sino por la amistad
por la amistad misma, porque el amor del cristiano a los demás es incondicional.
Ello implica, sí, que si el otro se abre al diálogo de su intimidad, entonces,
con ese permiso para aterrizar en delicada pista, sí podemos hablar de nuestra
Fe, pero la prédica de nuestra Fe no es condición para la amistad.
Ello implica que convivimos con toda sencillez y sin ninguna
táctica con personas cuyo estilo de vida es contrario a nuestra Fe, sin que
ello signifique aprobación o indiferencia, sino sencillamente respetar la
conciencia del otro y saber que nunca la Fe puede imponerse por la fuerza, ni
física ni lingüística. Y saber, además
–esto es fundamental- que conforme al propio Cristo NO debemos, ninguno de
nosotros, juzgar la conciencia subjetiva del otro.
Ahora bien, hay convivencias y convivencias. Aún con toda nuestra
amistad y con todo nuestro corazón abierto al otro, hay convivencias que, según
ciertas circunstancias, pueden resultar en ocación de escándalo para los demás.
Yo no puedo ir a un bar conocido públicamente como de cierta clase de
costumbres como si nada, aunque sí pueda ir en carácter de médico, de psicologo
o de sacerdote, y ello en principio tiene que estar claro para los demás,
excepto circunstancias heoricas donde uno deba sacrificar el propio nombre.
Di un ejemplo, nada más, de una norma general, cuya aplicación es
prudencial y por lo demás no podemos en este momento hacer casuística. Pero
como vemos nunca fue el caso de Jesucristo, donde nunca hubo confusión alguna.
Por lo demás, los jefes de estado, actualmente, se ven obligados,
por la propia naturaleza del cargo, a hacer diplomacia, y tiene que encontrarse
muchas veces, para evitar un mal menor, con verdaderos tiranuelos psicopáticos
ante quienes lo mejor sería absolutamente huir o callar, como Jesús ante Herodes, com quien, recordemos, Jesús NO dialogó. Pero
lo que hacen se explica por su función.
Ahora bien, hace décadas que el Pontífice es Jefe de Estado. Por
lo tanto debe hacer diplomacia y encontrarse con embajadores, presidentes, etc.
Qué horror. Hace rato que escribí que el Estado del Vaticano, en nombre
precisamente de Jesucristo, el Pontificado y la Iglesia Católica, debería ser
sencillamente eliminado. ¿Lo ven a Jesucristo haciendo diplomacia? ¿Dando un
discurso de bienvenida a Herodes? ¿Teniendo largas conversaciones con Pilatos
sobre la política internacional romana? ¿Dónde está, en la diplomacia, la
imitación de Cristo?
Pero no volvamos ahora a ese debate. Comprendamos a los pontífices
que han tenido que tragarse algunos sapos por esa función. Juan Pablo II
recibió a Arafat. Posiblemente estaba convencido de que hacía bien. Podríamos
seguir dando lindos ejemplos de algo que es humano damasiado humano….
Pero ello implica, necesariamente, estar en el medio de la línea
del escándalo, según sean nuestras lecturas políticas de la realidad social. O
sea, esa función diplomática de los pontífices los pone en el centro de obvios
debates que necesariamente se van a dar, según el personaje en cuestión sea más
o menos pasable para los diversos interesados en la cuestión.
De todos modos hay una distinción que me resulta extraña. No he
visto a ningún pontífice reunirse con el Director de Abortos Mundiales, o con
el Jefe de Abusadores Unidos de Niños, o con el Director de la Oficina Mundial
de Corruptos. En esos casos parece haber un línite. Sin embargo sí se han
reunido con líderes que han hecho del asesinato su modus operandi habitual.
Con ello han cruzado una línea peligrosa
que, si no existiera el Estado del Vaticano, no debería haber sido cruzada
nunca.
Por lo tanto los pontífices eligen, en esos casos –dije en esos
casos- con quién reunirse y con quién no según sus particulares opiniones
políticas del momento. Pueden haber tenido razón o no, pero no es una cuestión
de dogma, ni de caridad ni nada por el estilo. A Juan Pablo II le gustaba la
política. Se reunió con Reagan para hacer alianza ante los soviéticos. Pudo
haber estado muy bien. Pero era una función ajena a la naturaleza misma de la
Iglesia, que es más bien denuncia profética y martirio.
Por lo tanto, en la reunión de un pontífice actual con “alguien”
hay un mensaje. Siempre hay un mensaje. Puede ser la misericordia. Pero puede
ser también que considere que el “alguien” en cuestión NO está detrás de la
línea que ellos consideran in-franqueable incluso por razones diplomáticas.
Hebe de Bonafini, ¿en qué lugar de la lína se encuentra? Si
Bergoglio la recibe, es obvio que en el “más acá”, o sea en aquellos que, a
pesar de sus defectos, “pueden pasar”, porque NO serían ocasión de escándalo
públco.
Y ese es el debate en el que
necesariamente se introduce todo sumo pontífice cuando recibe a cualquiera en
el actual estado del vaticano.
Dabate, esto es, un tema que no es de Fe. Para mi, Hebe de
Bonafini es el símbolo de la reivindicación de la violencia y la crueldad de la
guerrilla marxista, de la hipocresía y la mentira en la defensa de los derechos
humanos, de la indefendible defensa de Irán y el ataque a las torres gemelas,
del atropello total a las instituciones republicanas, del robo y la corrupción
en sus propias instituciones, etc.
Pero todo eso, para Bergoglio, no parece estar en la línea de los
abusadores de niños, las clinicas abortitas o los corruptos. Parace ser una
mera cuestión política perdonable en aras del diálogo, la conciliación, etc.
Pero él tiene que saber que para muchos argentinos Hebe de
Bonafini es el símbolo de la violencia hecha política, y que por más pontífice
que él sea, no sólo no vamos a cambiar de opinión sino que nos vamos a escandalizar
mucho más. Y que si la quiere recibir,
que sea él en su condición de sacerdote y ella en su condición de ser humano
pecador. O sea, en el confesionario. No hay otro lugar.
Por lo tanto no me vengan con la misericordia porque como ven no
se trata de eso. Tampoco me vengan con Jesucristo que como vemos recibía y
estaba con todos los pecadores en función
de tales. No me vengan con Jesucristo, dos, porque como ven Jesucristo no
hacía diplomacia, ni jugaba a la política ni creo que la politiquería argentina
hubiera invadido su santo territorio.
“……..¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera
lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
inmundicia.”
Eso sí es Jesucristo.
domingo, 15 de mayo de 2016
SANTO TOMÁS DE AQUINO: LA DEMOSTRACION DE DIOS COMO CAUSA NO FINITA DE LO FINITO
(Del punto 1 de mi Comentario a la Suma Contra Gentiles)
I. LIBRO PRIMERO
1. Capítulo 13: Rationes ad probandum Deus esse. (Razones para probar que Dios es)[1].
1. Contexto histórico
Santo Tomás no utiliza estas pruebas para convencer a un agnóstico en el sentido contemporáneo del término. En la Suma teológica, y en este libro también, está relativamente claro que el debate es con San Anselmo. (Ver el capítulo 11). De todos modos, se puede conjeturar que, dado que este libro fue posiblemente —aunque no estemos seguros— un manual para misioneros dominicos en tierras de árabes, Santo Tomás está pensando en ellos, que no eran precisamente agnósticos. A lo sumo explica esto el amplio lugar que ocupan los argumentos tomados de la física de Aristóteles en este capítulo 13. Por ende, hay que tener cuidado de no interpretarlos como “armas de combate contra el agnosticismo”, y menos aún como “condiciones de posibilidad”, al estilo kantiano, para la fe. La utilización de la razón como ayuda para aceptar que Dios “sea” es un perfecto ejemplo de la armonía razón-fe: un apologista de la fe, como Santo Tomás, utiliza la razón para mostrar la armonía entre la revelación y el intelecto humano[2], y ayudar a este, después del pecado original, a ver cuestiones muy importantes (preambula fidei), que sin la revelación muy pocos hombres hubieran llegado a ver, además de hacerlo tardíamente y con mezcla de errores (capítulo 4). El Dios sobre cuyo “ser” Santo Tomás está razonando es el Dios judeocristiano; es decirr, el Dios Creador. Por consiguiente, el verbo “ser” se refiere a creador-creado. Por eso mismo estas no son, como se dice en la mayoría de las traducciones, razones para probar que Dios “existe”, sino para probar que no es evidente que exista; por lo mismo, el verbo “ser”, aplicado a todo aquello que no es Dios, es ser creado. Esto no constituye una petición de principio (partir de lo que es creado para llegar a Dios creador), sino un círculo hermenéutico razón-fe. Por ahora baste aclarar lo que ya aclaramos: Santo Tomás utiliza el término probar, en este caso (en los cinco casos dice “vías”) para una demostración quia (de los efectos a las causas). No es una demostración matemática ni una demostración física en el sentido actual, que se enfrentan, por lo demás, con el teorema de Godel y el carácter esencialmente hipotético del método hipotético-deductivo. Por tanto, es desde una demostración, sí, dentro del contexto de la metafísica de Santo Tomás, desde la que se llega a un nivel de certeza mayor que el de la física y la matemática actuales; pero no son “pruebas para convencer al agnóstico”, porque ello es ponerse en un juego ajeno al contexto de Santo Tomás: un pedido de “convencimiento” que pre-supone, como dijimos en el prefacio, un nivel de certeza que el agnóstico no está dispuesto a conceder nunca; pero además se trata de un nivel de certeza imposible, porque pretende ir más allá de los límites del lenguaje especificados por Wittgenstein. También se pretende un nivel de certeza similar al de una física-matemática, de la cual se sigue ignorando que no tiene dicho nivel de certeza, como Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend “demostraron”, utilizando la lógica formal bivalente común y corriente. Iguales consideraciones caben en relación con todas las “demostraciones” que haremos en este libro[3].
2. Argumento principal
Potest etiam alia ratio colligi ex verbis Aristotelis. In II enim Metaphys. ostendit quod ea quae sunt maxime vera, sunt et maxime entia. In IV autem Metaphys. ostendit esse aliquid maxime verum, ex hoc quod videmus duorum falsorum unum altero esse magis falsum, unde oportet ut alterum sit etiam altero verius; hoc autem est secundum approximationem ad id quod est simpliciter et maxime verum. Ex quibus concludi potest ulterius esse aliquid quod est maxime ens. Et hoc dicimus Deum.
“Puede aún colegirse también otra razón de las palabras de Aristóteles en el libro segundo de la Metafísica (text. com 4). Pues demuestra allí que aquellas cosas que son máximamente verdaderas, también son máximamente seres. Igualmente en el libro cuarto de la Metafísica (text. com 8) demuestra que hay algo máximamente verdadero, ya que vemos que de dos cosas falsas la una es más falsa que la otra; por lo cual es preciso que esta sea también más verdadera que aquella. Pero esto es según la aproximación a aquello que es absoluta y máximamente verdadero. De todo lo cual puede concluirse luego que hay algo que es máximamente ser; y a esto lo llamamos Dios”.
a) Ante todo hay que tener en cuenta el uso que Santo Tomás hace del término ens (no “ser”, como dice la traducción) como verbo, participio presente del verbo ser. Según Fabro, Gilsón, A. González Álvarez, Echauri, L. S. Ferro, Santo Tomás no presenta al ens como un concepto, sino más bien como un verbo que señala quod est (lo que es), pero, según mi interpretación, esta concepción de ente viene dada por su pre-comprensión de la creación, que le hace ver todo lo que no es Dios como aquello que tiene el ser dado por Dios; por eso Santo Tomás recoge más bien la tradición neoplatónica agustiniana donde ens hace referencia a lo que participa del ser (ens es participio presente), pero no por una simple cuestión lingüística, sino por una entera concepción de la creación. Por eso en este argumento cita a Aristóteles, pero más bien está pensando en la tradición neoplatónica cristiana. Lo que agrega de Aristóteles es una más refinada noción de causa y analogía (Fabro). Para Santo Tomás, participar, como tomar parte en, es causar (creador) y ser causado (creado). Ese ens que, como creado, participa del ser —como todo participio presente toma parte participadamente en el verbo señalado en infinitivo— no participa de un ser in abstracto, ni de una noción intelectual de ser, sino del “ser de Dios”; esto es, de Dios mismo (maxime ens). Pero esta participación no es panteísmo: el quod est se predica analógicamente; o sea, ni unívoca ni equívocamente (sobre esto agregaremos más cosas después) y por eso el verbo ens se aplica a Dios y a lo creado por Dios, aunque en la Suma teológica Santo Tomás se refiere a Dios como el ipsum suum esse[4].
b) Aclaradas estas mínimas cuestiones terminológicas, es más claro ver la esencia del argumento. Lo que es “participadamente” o “en grados”, remite a Dios como causa, porque todo lo que es tal por esencia es causa de aquello que es tal por participación[5]. Dándole la vuelta, podríamos afirmar que aquello que es tal por participación es causado por aquello que es tal por esencia. Ahora bien, el ens que no es Dios es ens por participación: luego está causado por el ens por esencia; o sea, por Dios. El mismo argumento aparece en la cuarta vía que no sin razón, ha sido considerada como la clave de la metafísica de Santo Tomás en este tema (Fabro, González Álvarez).
Este es el motivo por el que tantas veces habla Santo Tomás de una distinción entre quod est (lo que es) y est (aquello por lo cual lo que es es), frecuentemente mal traducido como esencia y existencia, y que ha dado así origen a gravísimas confusiones. Santo Tomás ve en todo lo creado una distinción no meramente puesta por el intelecto (en ese sentido real), que se puede formular de varias maneras, pero que fundamentalmente implica que todo lo creado está creado conforme a una naturaleza que recibe su “estar siendo creado” de Dios. Uno de los más importantes lugares de esa distinción se encuentra en uno de sus primeros escritos, De ente et essentia, en el que afirma: … Ergo oportet quod omnis talis res, cuius esse est aliud quam natura sua habeat esse ab alio. O sea: “Por ende todo aquello cuyo ser es distinto de su naturaleza tiene su ser por otro”[6]. Por eso también se encuentra en este lugar una prueba de que Dios es causa in-finita del ente finito (creado), remontándose también de la misma manera neoplatónica: … Et quia omne, quod est per aliud, reducitur ad illud quod est per se sicut ad causam primam, oportet quod sit aliqua res, quae sit causa essendi omnibus rebus, eo quod ipsa est esse tantum. Es decir: “Y dado que todo aquello que es por otro se reduce a aquello que es per se como a su primera causa, se desprende que sea algo que sea causa del ser de todas las cosas: el mismo ser”[7]. En un sentido más analítico, se podría presentar este argumento de este modo:
1. El ente participado implica una diferencia entre quod est y est.
2. Todo aquello que tiene esa diferencia está causado por otro, porque lo participado no es “por sí mismo”.
3. Ese otro o es participado o no.
4. No puede ser participado, porque en ese caso no sería causa, sino causado.
5. Luego es no participado.
6. Luego no implica diferencia entre quod est y est.
7. Luego su quod est y est son uno solo y por ende “est” necesariamente.
c) El quod est (la cosa creada; después comentaremos la famosa distinción entre sustancia y accidente) no es por consiguiente una naturaleza a la que se le agrega el ser; no puede haber una cosa creada a la que se le agregue el ser, porque sería decir lo mismo que a la cosa creada se le agrega el ser creado. El “ser creado” no adviene a la criatura, sino es constitutivo de ella. La distinción real radica en que el ser creado, con una determinada gradación entitativa, no tenía por qué haber sido creado por Dios, sino en un acto libérrimo de la voluntad divina. La esencia no es una cosita volando, a la que le llueve una existencia dada por Dios; ni el ser es algo que se divida en ser creador y ser creado. Insistiremos en esta cuestión más adelante.
d) El texto de la Suma contra gentiles supone otras claves del pensamiento de Santo Tomás, necesarias para entender sus palabras, pero que él da por supuestas, porque ya las había tratado antes. Sobre todo tres:
d.1 El ente como afirmación del actus essendi
Típico de Fabro, Gilsón, Echauri, pero también de L. S. Ferro, O. P.[8], el ente en Santo Tomás no es un concepto, fruto de un tercer grado de abstracción, sino la afirmación del acto de ser que implica ente como participio presente. (Todo participio presente participa del acto del verbo señalado en el infinitivo). Ferro ha visto el locus clásico de esto en la famosa separatio presente en Expositio super librum Boethii De Trinitate, Q. 5 a. 3, pero el texto está lejos de clarificar la cuestión. Yo creo que, dado que Santo Tomás se refiere siempre al creador como a lo creado, es obvio que al creador el ser le corresponde por esencia y a lo creado por participación, como “tenido” (quod habet esse), como dado, y por ende siempre está afirmando un implícito est cuando se refiere a todo ente real (que no es lo mismo que el ente de razón. (Ver De ente et essentia, op. cit.). O sea, todo ente real est porque es creado por Dios. En ese sentido, Santo Tomás está muy lejos de la noción de “existencia” como añadido a la idea de un ente posible. Tampoco encaja en la noción de “existencia” de la lógica matemática clásica (“existe al menos un x tal que x es P”; o sea, existencia como negación de clase vacía), porque allí existencia sí es el predicado de un ente posible, representado por la constante de predicado (“hay elefantes”). A lo sumo, se podría decir que, si se quiere formalizar lo que Santo Tomás tenía in mente, debería utilizarse un predicado no de segundo nivel, sino de primer nivel, que se afirma no de un objeto posible, sino de un “sujeto real” (este elefante existe), según el clásico artículo de Miller en defensa del predicado “existe”[9]. Pero dudamos de que los limitados alcances del juego del lenguaje de la lógica matemática clásica lleguen al juego del lenguaje lógico, pero forzado, que Santo Tomás tenía in mente cuando hablaba de lo casi inefable. Llano ha desarrollado un meritorio programa de investigación, donde la lógica actual va de la mano con la metafísica[10], y todo lo que dice es muy bueno, pero de alcance limitado, como todos los juegos del lenguaje. Por ejemplo, que las vías terminarían como una proposición del tipo (Ex) (Fx)[11] (“existe al menos un x tal que x no es movido”), de igual modo que Salamucha desarrolló en lógica proposicional y de predicados este mismo texto que estamos comentando[12] (capítulo 13 de la Suma contra gentiles); volvemos a decir que todo es un acercamiento limitado a la noción de “acto de ser” que Santo Tomás tenía en mente; que solo se podía hablar “estirando el lenguaje no formal” de la manera más lógica posible, pero nunca de manera totalmente completa y consistente.
d.2 La distinción entre predicación trascendental y predicación predicamental (De veritate, Q. 1, art. 1).
Coherentemente con lo anterior, cuando Santo Tomás utiliza ejemplos de “participación”, da por sentado lo que sistematizó en la referida cuestión de De veritate; a saber: que el “ente” trasciende (va más allá) de los conceptos a los cuales se les puede hacer un agregado real (como, por ejemplo, a “animal”, que se le agrega “racional”, cuando lo “racional” no está realmente contenido en la noción de “animal”). En cambio, “todo es ente”, en el sentido de que nada escapa a lo que de algún modo “es” (“de algún modo”: analogía, tema siguiente). Esto es importante, o de lo contrario, Santo Tomás estaría cayendo en un platonismo puro y simple, al remontarse del ens participatum al ens per essentiam. Como si dijera: “existen los caballos, luego existe el caballo”. Pero no, porque ens no es un concepto: es la afirmación del acto de ser que lleva, vía causalidad, al ens per essentiam. Y la vía causalidad es la referida de De ente et essentia. Tanto De veritate como De ente et essentia son textos anteriores a las dos sumas.
d.3 La analogía
Santo Tomás “estira el lenguaje humano”, porque está precisamente hablando de lo propiamente inefable (Dios), del que solo se puede hablar, por ende, analógicamente. La analogía ocupa, por tanto, un lugar central, no solo en su modo de hablar metafísicamente, sino en su misma concepción del universo: es creado aquello que, al ser creado en grados diferentes, es en sí mismo análogo. Siendo un pensador cristiano, Santo Tomás sabe que lo creado no se confunde con el creador (no panteísmo), pero a la vez el creador está íntimamente en lo creado como causa permanente (no deísmo), y por consiguiente la relación entre Dios y la creación no es ni unívoca (panteísmo) ni equívoca (ninguna relación). Los pensadores anteriores a Santo Tomás manejaron siempre la noción de participación de lo creado en el creador, “sabiendo que” lo participado no es Dios, pero “no sabiendo explicar cómo”. Avanzando un paso adelante en la relación entre razón y fe, Santo Tomás da una explicación adicional con la analogía. Extrae los elementos más analíticos, lógicos y predicativos de la analogía paradójicamente de Aristóteles que no estaba pensando en Dios ni en la creación, sino en la lógica. (Lógica que, a pesar de ser distinguida claramente por Santo Tomás del ente real, como un tipo de ente de razón[13], sin embargo tiene su fundamento último en una creación no contradictoria (in re) por parte de Dios).
La analogía era para el Aristóteles de Santo Tomás[14] un modo de predicar. El predicado “ser humano” se dice unívocamente de Juan y de María; “can” se dice equívocamente del perro y de la constelación; pero, en cambio, “sano” se dice analógicamente; esto es, según nociones que significan en parte igual y en parte diferente: la orina es sana como síntoma de la salud; un remedio es sano como causa de la salud, siendo “salud” aquello uno “en parte igual”. Eso tiene directas consecuencias para lo que Santo Tomás está buscando: que ens se dice analógicamente de Dios y de las criaturas, pero no, como veremos después, como en el ejemplo anterior, porque nunca Santo Tomás pensó en un ente “abstracto”, como tercero en discordia entre Dios y las criaturas; sino que siempre pensó en el creado y lo creado, predicándose participadamente lo creado del creador, con una analogía intrínseca (donde hay real causalidad de la criatura al creador como lo causado), pero a la vez “de proporcionalidad”, donde no hay proporción entre Dios y las criaturas; porque que Dios sea causa, no lo convierte en limitado como las criaturas (De veritate, Q. 2 art. 11). Todo esto le fue esencial a Santo Tomás para hablar del tipo de causalidad entre Dios y las criaturas, manteniendo la íntima presencia de Dios en ellas como creador, pero a la vez su trascendencia absoluta como Dios personal que crea al mundo, pero que es in-finito y no se confunde con el mundo creado. Sin estas tres cuestiones, la “prueba” de que Dios es causa no finita de lo finito no se entiende.
[1] Desde aquí en adelante, la traducción castellana utilizada será la de María Mercedes Bergada, correspondiente a la edición de la Suma contra gentiles del Club de Lectores (Buenos Aires) de 1951. La versión latina corresponde a http://www.corpusthomisticum.org/iopera.html . En algunos casos hemos utilizado la versión española on line http://www.cristoraul.com/SPANISH/sala-de-lectura/Cristianismo/libros/SANTO_TOMAS/Contra_los_Gentiles_DOOR.html, siempre revisando el original. En este caso ya comenzamos con el problema central: la traducción dice “existe”, pero veremos que no es ese el verbo apropiado para Dios, y “es” también presenta sus problemas. (Iremos viendo estas cosas en los anexos).
[2] Veremos de vuelta este asunto en el capítulo 22 del libro I.
[3] Para un tratamiento más académico, en el sentido habitual del término, ver “La llamada existencia de Dios en Santo Tomás de Aquino: un replanteo del problema”, en Civilizar 10 (18): 55-64, enero-junio del 2010.
[4] Los lugares más claros al respecto en la Suma son las Questiones 3, 4, 5 y 6 de la Prima Pars.
[5] Ver al respecto Fabro, C.: Drama del hombre y misterio de Dios, Rialp, 1977, p. 343, donde están todas las citas correspondientes de Santo Tomás, varias de ellas de esta misma Suma contra gentiles.
[6] Traducción propia.
[7] Traducción propia.
[8] Ferro, L. S., o. p.: La sabiduría filosófica siguiendo las huellas de Santo Tomás, libro I, Unsta, Tucuman, 2004.
[10] Llano, A.: Metafísica y lenguaje, Eunsa, 1979.
[11] Op. cit., pp. 246-7.
[12] Salamucha, J.: “The Proof Ex Motu for the Existence of God: Logical Analysis of St. Thomas´s Arguments”, en New Scholasticism, Vol. XXXII, 1958, pp. 334-372, en Aquinas: A Collections of Critical Essays, edited by Anthony Kenny, MacMillan, 1969.
[13] Zanotti, G.: “El fundamento último de la objetividad de la lógica”, en Studium, Tomo I, 1998, Fas. I.
[14] Esto es, el traducido por el fraile dominico Guillermo de Moerbeke e interpretado, a su vez, por Santo Tomás.
domingo, 8 de mayo de 2016
EL SIGNIFICADO DE “ECONOMÍA PARA SACERDOTES”, de Mario Silar y Gabriel Zanotti
Nota escrita para Facebook el 5 de Mayo del 2016.
Hoy se presenta en Argentina la edición del Instituto
Acton de “Economía para sacerdotes”.
Difícil expresar lo que este libro significa para
todos nosotros (los que diariamente hacemos Instituto Acton).
El Instituto Acton tiene como visión y misión explicar
la no contradicción entre la economía de mercado y la Doctrina Social de la
Iglesia. La tarea es dura, llena de dificultades e incomprensiones, y últimos
acontecimientos que son de dominio público, aunque de interpretaciones
diversas, nos muestran lo difícil que sigue siendo y la fortaleza que
necesitamos ante un “pensamiento único anti-mercado”, dominante entre laicos y
jerarquía, que nos coloca como los verdaderos parias de un catolicismo que en
estos momentos tiene sólo un acuerdo: el odio ante el mercado. Para colmo, el
Instituto Acton ha dado testimonio, en todos estos años, de su inclaudicable
adhesión al Depósito de la Fe de la Iglesia Católica, el cual es puesto en duda
por eminentes teólogos y etc. que, al mismo tiempo, se dan el lujo de
pontificar y condenar en temas absolutamente opinables.
En este panorama el Instituto Acton seguirá su misión,
con viento a favor o en contra, siempre, absolutamente siempre. Sin prisa, sin
pausa, sin ruidos, sin lobbys eclesiales, alejado de la politiquería e internas
“católicas” diciendo lo suyo con calma y con fundamentamos sólidos en la
filosofía cristiana más fundamental.
Este libro representa tal vez un máximo símbolo de
nuestra misión. Es un libro sin ideologías, que intenta mostrar precisamente la
“buena economía” a futuras generaciones de sacerdotes, NO para que se hagan
economistas, sino para que adviertan el fenómeno de la escasez cuando hablen de
la riqueza, y lo incluyan en su visión ética cristiana de la vida y del mundo.
Es un libro que apunta al futuro, es un libro que penetrará suave pero firmemente
en las mentes jóvenes que lo lean sin prejuicios ideológicos: es un libro que
hará un mundo mejor, es un libro que no se queda pasivo ante los desastres del
mundo.
El libro representa también el fruto de un equipo: ha
sido y es una tarea conjunta, de todos los miembros del Instituto Acton, que sedimentó
luego en sus dos autores al momento de escribir. No es un manotazo de ahogado
de un autor solitario, sino uno de los frutos más preciados de una tarea
conjunta de un grupo de personas que sabe perfectamente dónde va y trabajan
diariamente sacando tiempo y energías prácticamente de la nada si no fuera por
la fuerza de Dios.
Invitamos a la presentación, sí, pero sobre todo a su
difusión. Aquellos que sientan que todo esté perdido, que no tengan esperanza,
recupérenla: depositen un ejemplar de este libro en las manos de un sacerdote,
de un formador laical, de un teólogo, multipliquen este esfuerzo por millones,
difundan su versión on line, y les aseguro que las manos de Dios son
necesariamente más infinitas y poderosas que nuestra limitada visión.
Y nunca lo olviden: las puertas del infierno jamás,
absolutamente jamás, prevalecerán contra la Iglesia.
domingo, 1 de mayo de 2016
SOBRE LA FAMOSA CUESTIÓN DEL "ALMA" Y EL CUERPO EN SANTO TOMÁS
(De mi comentario a la Suma Contra Gentiles).
Libro II, capítulo 68: Qualiter substantia intellectualis
possit esse forma corporis. (De
qué modo la sustancia intelectual puede ser forma del cuerpo).
Argumento central
Ad
hoc enim quod aliquid sit forma substantialis alterius, duo requiruntur. Quorum
unum est, ut forma sit principium essendi substantialiter ei cuius est forma:
principium autem dico, non factivum, sed formale, quo aliquid est et
denominatur ens. Unde sequitur aliud, scilicet quod forma et materia conveniant
in uno esse: quod non contingit de principio effectivo cum eo cui dat esse. Et
hoc esse est in quo subsistit substantia composita, quae est una secundum esse,
ex materia et forma constans. Non autem impeditur substantia intellectualis,
per hoc quod est subsistens, ut probatum est, esse formale principium essendi
materiae, quasi esse suum communicans materiae. Non est enim inconveniens quod
idem sit esse in quo subsistit compositum et forma ipsa: cum compositum non sit
nisi per formam, nec seorsum utrumque subsistat.
Esto es: “Pues, para que algo sea
forma sustancial de otro, se requieren dos condiciones. La primera es que la
forma sea principio del (ser) existir sustancialmente de aquel cuya forma es: y
digo principio no efectivo, sino formal, por el cual algo es y se denomina
ente. De donde se sigue una segunda condición: a saber, que la forma y la
materia convengan en un solo ser, lo cual no ocurre respecto del principio
efectivo con aquel al cual da el ser; y es en este ser en el que subsiste la
sustancia compuesta, que es según el ser y consta de materia y forma. Y no hay
inconveniente en que la sustancia intelectual, porque es subsistente, como se
ha probado, sea formal principio del (ser) existir de la materia, como
comunicando su ser a la materia, pues no hay dificultad en que uno mismo sea el
ser en el que subsisten el compuesto y la forma misma, ya que el compuesto no
(es) existe sino por la forma, y ni uno ni otro subsisten separados”.
Este capítulo es ya
particularmente complejo en su contexto. Santo Tomás, coherente con su
interpretación de Aristóteles, intentará demostrar que la forma sustancial del
ser humano es una forma sustancial de la que emerge la potencia intelectiva,
cosa que hasta ahora no había establecido sino indirectamente. Ello es lo que
permitió en su momento a Santo Tomás demostrar la “inmortalidad” (subsistencia)
del alma humana, siendo esta al misno tiempo forma del cuerpo humano y por ende
afirmar la inmortalidad del alma humana en armonía con la unidad alma/cuerpo
del su Aristóteles. Como ya dijimos,
actualmente esto requiere importantes adaptaciones, que serán vistas en los
anexos. Por ahora tratemos de decodificar la intrincada red metafísica que
Santo Tomás tiene in mente al unir a su Aristóteles con su propia visión
creacionaista de la creatura corpórea.
Antes que nada, voy a dar mi
propia interpretación, tanto a lectores tomistas como no tomistas, de lo que
Santo Tomás interpreta de Aristóteles en el tema de la materia prima y la forma
sustancial.
Lo que llamamos “cuerpos”
tendrían composición por el lado de la esencia. La esencia de una planta o de
un animal tiene un principio determinante; esto es, un principio que ordena a
la sustancia corpórea y le da el grado de ser. Cuando decimos “un tigre corre
porque es un tigre”, esa “esencia” (el ser tigre) a la que nos referimos tiene
un principio determinate por el cual es tigre y no perro o delfín. Pero los
tigres, perros, delfines, etc. tienen materia, lo que es ordenada por la forma
y recibe de ella ese grado de ser “tal”. Esa materia siempre “es” en tanto
determinada por la forma. Pero los entes corpóreos, cuando se “deshacen”, lo
que sufren es una transformación: cuando un fósforo se transforma en ceniza,
hay “algo común” al fósforo y a la ceniza, no hay un “hiato” o una nada entre
los dos términos de la transformación, y esa “materia en común” que nunca es
indeterminada, sino siempre determinada por la forma, es la materia “prima”.
Por consiguiente, todo cuerpo está compuesto por una forma sustancial, actual,
y una materia prima, potencia —potencia en tanto principio—, que recibe el ser
tal de la forma sustancial.
Santo Tomás ubica todo esto a su vez en
su noción de creatura, y esa unión entre su visión creacionista y lo anterior
implica que ya, ipso facto, Aristóteles, haya dicho lo que fuere, quede
transformado. (Como si el creacionismo de
Santo Tomás fuera la nueva forma sustancial de los textos de
Aristóteles). Los entes creados tienen esencia en tanto tienen id quod esse recipitur; esto es, aquello
que recibe el ser, y ello determina los diversos grados de ser de las
creaturas. Cuando Santo Tomás
piensa en los entes creados no corpóreos, como los ángeles, adopta para ellos
el lenguaje de Aristóteles, y sostiene, como vimos, que tienen “solo” forma
sustancial y acto de ser, significando ese “solo” que no son compuestos de
materia y forma. La forma sustancial en ese caso no es forma de un cuerpo, sino
que se identifica con la esencia en tanto tal, que da la gradación entitativa.
Por ende, readaptando esa terminología, todo ente creado tiene acto de ser,
cuyo grado de ser está dado por su “forma sustancial”; solo que en los entes
corpóreos esa forma sustancial da el grado de ser al compuesto de materia y forma. ¿Da también el acto de ser? Como
vimos, el dar el acto de ser es privativo de Dios, pero siempre da un acto de
ser “graduado”, y en ese sentido podemos decir que en la creación el acto de
ser, sin la forma sustancial, no tendría sentido. Y cuando Santo Tomás combina
todo esto con la transformación sustancial en Aristóteles, pone en juego lo que
ya hemos visto como concurso de causas. En los casos más claros de
transformación sustancial, como es en la reproducción de los seres vivos, ambos
seres vivos son causas eficientes principales de la transformación sustancial,
y ello implica que propiamente el padre es causa de que el hijo “sea”; pero ese
“sea” implica un con-curso de causas entre la causa segunda y la causa primera.
Que el padre y la madre sean propiamente causas eficientes principales (y en
ese sentido son causas primeras en relación con causas instrumentales, que son
segundas) no quita que lo sean en un orden de causas segundas, cuando
recordamos que todo acto de ser depende de un acto de creación por parte de
Dios. Pero Dios respeta el orden de causas físicas por Él creado, y por lo
mismo da el ser solo cuando se da el acto de reproducción de los seres vivos.
La creación, en el orden físico, es siempre en concurso con las acciones que
los seres físicos deben desarrollar para que ocurra la transformación
sustancial. La creación es dar el ser de la nada, pero esto, en el orden de las
causas segundas (en tanto creaturas) implica que el ser “dado” lo es en el
momento de la concepción del nuevo ser vivo. Eso no es solo por voluntarismo de
Dios. Es por el mismo orden natural por Él creado. Eso es, dada la naturaleza
de las cosas (que podría ser diferente,
pero una vez que es tal, sus consecuencias son necesarias), un nuevo ser
vivo solo puede surgir de una transformación sustancial. Dios puede no dar el
ser, pero ello implica que la concepción no se va a realizar (para lo cual
puede —o no— tolarar una falla en el proceso), o puede darlo fuera de dicho
orden de causas, pero en ese caso se trata de milagros que, en el paradigma
judeocristiano, Dios realiza en momentos específicos de la historia de la
salvación y no por deporte (como la concepción virginal de María, coherente con
la total negativa de Cristo a realizar milagros delante de Herodes).
Por tanto se puede decir que en
los entes corpóreos propiamente la forma sustancial no es causa del acto de
ser; analógicamente sí, en tanto sin la acción de la sustancia primera en el
orden de su forma no hay transformación sustancial y, por consiguiente, no hay
nuevo ente corpóreo; además, sin la forma sustancial, en la sustancia primera
no hay acto de ser, porque el acto de ser es el acto de ser “graduado” en la
forma sustancial. Dentro de este contexto, analicemos nuevamente el texto de
Santo Tomás. Los paréntesis son mi comentario.
“Pues para que algo sea forma
sustancial de otro se requieren dos condiciones. La primera es que la forma sea
principio del (ser) existir
sustancialmente de aquel cuya forma es: (es
decir, sea su principio determinante, sin el cual el cuerpo no sería nada);
y digo principio no efectivo, sino formal (o
sea, la forma sustancial es causa formal; la causa eficiente es otro ente
corpóreo, que produce la transformación sustancial), por el cual algo es y
se denomina ente. De donde se sigue una segunda condición, a saber: que la
forma y la materia convengan en un solo ser (esto es, que se trate de un solo cuerpo; que se trate de este
tigre y no de otro), lo cual no ocurre respecto del principio
efectivo con aquel al que da el ser (esto
es, la causa eficiente y su resultado sí pueden ser dos diferentes) y es en
este ser (un cuerpo singular) en el
que subsiste la sustancia compuesta, que es según el ser y consta de materia y
forma. Y no hay inconveniente en que la sustancia intelectual —porque es
subsistente, como se ha probado— sea formal principio del (ser) existir de la
materia, como comunicando su ser a la materia (o sea, no hay problema en que una forma sustancial subsistente dé el
ser a un cuerpo), pues no hay dificultad en que uno mismo sea el ser en el
que subsisten el compuesto y la forma misma (es decir, es un mismo cuerpo en el cual “son” la forma sustancial
subsistente y la materia prima), ya que el compuesto no (es) existe, sino
por la forma (lo que habíamos dicho
antes: en el cuerpo, el acto de ser “no es” sino limitado por la forma
sustancial que da el ser a la materia), y ni uno ni otro subsisten
separados”. (La forma sustancial
subsistente y su cuerpo no subsisten ambos como sustancias completas una
vez separados).
Lo que se está diciendo es que
una forma sustancial subsistente puede ser de dos tipos: la del ángel, que no
es forma de un cuerpo, y la del ser humano, que es forma de un cuerpo. En el
segundo caso, que sea subsistente no le quita la capacidad ontológica que tiene
una forma sustancial de ser el principio determinante del cuerpo. O sea: un cuerpo no es ya algo a lo cual se
agrega la forma sustancial. Un cuerpo es materia organizada por la forma;
materia prima sin forma es nada. Con lo cual, Santo Tomás está formulando tácitamente
una premisa ontológica: lo ontológicamente superior puede ser causa de lo
inferior, pero no al revés. Dios, infinito, crea lo finito, pero no al revés.
El intelecto puede entender lo corpóreo (inmaterialmente), pero no al revés. De
igual modo, una forma sustancial subsistente puede organizar un cuerpo humano.
Pero en ese caso, no es la forma sustancial, directamente, el intelecto, sino
que la forma sustancial humana es tal que organiza un cuerpo tal que tiene dos
potencias específicas: inteligencia y voluntad. Es decir: el intelecto no es la
sustancia, ni la forma sustancial, sino una facultad de esa sustancia primera
que es la persona humana. Con lo cual tenemos la siguiente relación conceptual
y deductiva de todo lo que ha dicho Santo Tomás hasta ahora. Retornemos al capítulo 49: el intelecto conoce “cosas” que no
son cuerpo. Luego el intelecto no es corpóreo. Luego, dada la analogía de
proporción entre potencia en acto primero y potencia en acto segundo, si el
intelecto en acto segundo (conociendo de modo no corpóreo) no depende de la
materia en su ser (capítulo 51), tampoco
el intelecto en acto primero. Pero de vuelta: hay una analogía de proporción
entre potencia en acto primero y la forma sustancial de la que emerge dicha
potencia. Luego si la potencia como tal no depende de la materia en su ser,
tampoco la forma sustancial, y a ese tipo de forma sustancial es a la que
podríamos llamar “intelectual” o “racional”; no porque sea ella misma el
intelecto, sino porque da origen a la facultad intelectiva. En el caso del ser
humano, esa forma sustancial es forma de un cuerpo (capítulo 68), subsumiento por ende en una sola forma las
potencias vegetativas y sensibles, y siendo subsistente, porque, al no depender
de la materia en su ser, terminado el compuesto (la muerte), no desaparece,
sino que “sigue” siendo (subsistencia); pero no como sustancia “completa”, sino
como forma sustancial in-completa, porque le falta el cuerpo al que está
“destinada ontológicamente”.
De una manera gráfica:
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