Los liberales podemos discutir si el Estado tiene o no que involucrarse en la moneda. Muchos podemos concluir en que no, y ofrecer argumentos teóricos interesantes sobre las monedas privadas, la competencia de monedas, la eliminación del curso forzoso, etc.
jueves, 30 de junio de 2022
IMPORTANTÍSIMO ANÁLISIS DE RICARDO ROJAS SOBRE LOS LIBERALES, LA POLÍTICA Y LA CONSTITUCIÓN DEL 53
domingo, 26 de junio de 2022
El monopolio educativo (5-4-1972).
Punto 2 del Cap. III de la Parte II: de mi libro Luis Jorge Zanotti, sus ideas educativas fundamentales y su importancia para nuestro tiempo, de próxima aparición. Artículo de 1972.
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Nada que
no hayamos explicado antes. Pero es importante mostrar cómo lo resumía en un tiempo
donde un artículo en La Nación era una influencia cultural importante. Y aún
así, nada.
Resume
mi padre al principio todo lo que ya sabemos sobre el origen histórico de la
escuela redentora. Lo elogia, como siempre hace, en su circunstancia histórica.
“Pero”….
“… puesto en marcha el engranaje de los
sistemas educativos formales, fundados sobre las ideologías racionalistas e
iluministas con los que culminó el Renacimiento, los hombres del XIX y sus
herederos del XX se olvidaron –sencillamente eso: se olvidaron– que existían otros mecanismos educativos. Dejaron de
lado, como si no contaran, las innumerables fuentes formativas, aptas para el
desarrollo moral, religioso, cívico, laboral e instructivo, que se dan fuera de
los ámbitos escolares. Las menospreciaron, supusieron que tenían poca
importancia ante la escuela.” (Las itálicas son nuestras).
Y de vuelta, un
párrafo que parece escrito en un libelo revolucionario: “…La escuela –las
instituciones escolares– es, apenas, un depósito del cual los niños y jóvenes
toman, ordenadamente, porciones
minúsculas de la riqueza cultural –cuantitativa y cualitativamente
imposible de medir– que tiene vida auténtica en la sociedad. Estos niños y
jóvenes no dejan de vivir inmersos en esa sociedad, y sus pulmones espirituales
–su mente, su personalidad en formación– se llenan cotidianamente con este otro aire libre, no ordenado
metódicamente, no filtrado a través del aula, de programas, de planes, de
maestros, y profesores. Todo esto cuenta
más que el sistema educativo formal.” (Las negritas son nuestras).
Luego otro párrafo
que podría haber sido escrito por Mises: “…Todas las estructuras burocráticas
tienden, inevitable, fatalmente, a derivar en formalistas rígidos, incapaces de
aprovechar o valorar cuanto escape a sus posibilidades precisamente
formalistas. Tienden, por la misma razón, a defenderse contra todo aquello que
pueda llegar a constituirse en un rival o en un peligro, mediante un método
bien conocido: el monopolio basado en la concesión exclusiva del servicio y la
persecución de quien intente brindarlo a menor costo o más eficientemente”.
Y el efecto de
este monopolio es que “…destruye la competencia y anula todo interés en la
eficiencia del servicio prestado. Para conseguir un puesto de ordenanza en la
administración pública se necesita un certificado de escolaridad obligatoria
concluida, es decir, haber aprobado exigencias reglamentarias del sistema
educativo formal”.
Y ese certificado,
NO las habilidades reales, es lo demandado instancias superiores. Un
certificado fuera del cual los estamos NO reconocen las habilidades concretas.
Puedo tener el mejor sistema para que alguien apruebe el ingreso a la
secundaria pero si mi sistema no cuenta con el “título oficial”, no cuenta.
Como consecuencia,
“…Como consecuencia inmediata, el sistema educativo formal no se preocupa de
que los certificados que otorga tengan correspondencia con la realidad”. Y por
ende “… el sistema educativo formal no necesita preocuparse por la calidad de
sus servicios: le basta defenderse de lo que pueda lograrse fuera de él
mediante reglamentaciones que desconozcan e inclusive obliguen a desconocer
esos resultados extra-sistema”.
Y su propuesta,
como siempre: “…No proponemos la abolición de los sistemas educativos formales.
Pedimos la abolición del monopolio educativo por parte del sistema educativo
formal”. Y su ejemplo: “…Si para acceder a las aulas universitarias, por
ejemplo, se considera requisito manejar con soltura un idioma vivo de los
principales de nuestro tiempo, habrá que probar esa aptitud. Y el resultado
valdrá lo mismo ya sea que se lo haya conseguido dentro o fuera del sistema educativo formal”.(Las negritas son
nuestras).
Si, todo esto lo
hemos visto en el artículo “La des-institucionalización”…. Pero ese gran ensayo
es de 1980; este artículo es de 1972. Y como vimos lo tenía in mente desde que
comenzó a defender la libertad de enseñanza. Resultados concretos y no
cartoncitos emitidos (como los billetes…) por el Estado.
Finalmente:
“… el monopolio educativo, como obstáculo puesto por los sistemas
educativos formales ante las inmensas posibilidades educativas de la sociedad
de hoy y del mañana, es, en cambio, el
problema central de la política educativa actual” (las itálicas son
nuestras).
El problema
central. Era 1972. Y no es que estemos igual. Estamos peor.
domingo, 19 de junio de 2022
LA FALSA DICOTOMÍA ENTRE HUMANIDADES Y TÉCNICA SEGÚN LUIS J. ZANOTTI
Anexo 1 del cap. 1 de la parte 1 de mi libro Luis Jorge Zanotti, sus ideas educativas fundamentales y su importancia para nuestro tiempo, de próxima aparición.
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Como acabamos de ver, la reforma de la
escuela normal estaba para mi padre dentro de un círculo más amplio: la reforma
de la enseñanza media, tema fundamental que lo acompaña en todos sus escritos,
pero sobre todo en sus libros posteriores de 1965 (Ideas y Antecedentes para
una reforma de la enseñanza media), 1970 (La Escuela y la sociedad en el
s. XX) y 1976 (Los objetivos de la escuela media).
De manera simultánea a El Normalismo,
mi padre presentó en ese mismo año, en 1960, su trabajo conclusivo de sus
estudios correspondientes en Roma, lo que hoy llamaríamos una tesis de
Maestría. El trabajo se titulaba Problemática político-social de la escuela
italiana de hoy[1],
con un asterisco que indicaba “Trabajo presentado al Profesor Luigi
Volpicelli (el lector debe recordar que, en la Italia de aquella época, el
título “profesor” era el más alto que se podía ostentar en el mundo académico),
de la Facultad del Magisterio de la Universidad de Roma, como conclusión de los
estudios correspondientes a la beca de “Altos Estudios en Educación”, concedida
por la UNESCO”.
El texto comienza recordando algo esencial
para los futuros desarrollos teóricos y prácticos de mi padre: la “escuela” en
sí misma considerada (veremos luego a qué se refiere con ello) no es causa de
la circunstancia cultural en la que vive sino su consecuencia, tema, como
decimos, de vital importancia para lo que se le pueda pedir a la escuela y para
la relación entre educación formal (escuela) y no formal. Pero no
desarrollaremos ahora este punto sino al llegar a una obra de capital
importancia: La misión de la pedagogía, de 1964.
El texto continúa recordando dos
circunstancias diferentes de la escuela media en EEUU y en Europa. En EEUU la
enseñanza media es local y relativamente masiva[2].
En Europa, en cambio, el liceo francés, el gimnasium alemán y los secundarios
italianos mantenían aún una tradición relativamente sanamente elitista sobre la
base de la importancia de los estudios humanísticos clásicos. Mucho más en
Italia, por supuesto, luego de la influencia de Gentile.
Pero mi padre advierte un problema. Una
tensión entre la formación secundaria orientado a lo humanístico y la orientada
a la técnica. Esta última, a su vez, cada vez más importante, previendo ya en
los 60 las transformaciones posteriores: “Este “maquinismo” actual, que asombra
al hombre común, y aún lo desasosiega, cuando la difusión periodística le
informa que un cerebro electrónico puede hacer tantos miles de operaciones
matemáticas por segundo, o cuando le hace saber las posibilidades de vuelos
interes-espaciales, pone también en la mente de filósofos y pensadores en
general el problema de la significación de la técnica en el mundo moderno. Y en
la mente de los pedagogos debe nacer, en consecuencia, un problema muy
inquietante. ¿Cómo hemos de lograr una adecuada preparación humana para las
circunstancias históricas de nuestros días? Porque sucede algo que todavía no
se ve suficientemente claro”[3].
Y el problema es que el avance de la
técnica exige estudios universitarios para los cuales la enseñanza media
tendría que enfocarse también hacia la técnica. Mi padre siempre daba este
ejemplo: el conductor de una carreta podía, en otros tiempos, ser analfabeto.
El conductor de un ómnibus, ya en los 60, no. Pero tal vez no necesariamente
universitario. El piloto de un avión, en cambio….. Ya se orientaba hacia
estudios universitarios específicos, para los cuales, ¿qué tipo de enseñanza
media era necesaria?
En última instancia, mi padre vio el
problema del enfrentamiento entre humanidades y técnica, vio que
filosóficamente esa dicotomía era falsa, vio que tenía graves consecuencias
educativas, y para solucionarla recurrió al libro del gran filósofo y pedagogo alemán
Theodor Litt, Istruzione Tecnica e Formazione Umana[4].
Litt
sostiene que la oposición entre humanidades y técnica es incorrecta. Mi padre
lo interpreta de este modo: “… A nuestro juicio, todo esto que ha desarrollado
Litt quiere decir que la “auténtica formación humana”, aquélla que quería
Gentile para los alumnos de la escuela secundaria, aquélla que han procurado
siempre las instituciones escolares europeas de más alto rango, puede darse
también por otras vías que por la de los estudios comúnmente llamados
humanísticos: filosóficos-histórico-lingüísticos. Es decir que también por
medio de la preparación profesional y técnica (recuérdese a Litt: la
productividad es hija de la técnica y ésta de las ciencias naturales, y
agregamos nosotros, las ciencias naturales, ¿no son acaso producto del
espíritu, del “hombre auténtico”?) se puede lograr aquella “conciencia de sí”
que distingue al hombre auténtico, según Gentile, y, lo que es más importante,
se puede capacitar a las “elites” dirigentes sin necesidad de formar a estas
alejadas de la realidad incontrovertible del mundo actual. Y finalmente, se
pueden formar los “hombre auténticos” en esa masa enorme de seres que hoy
debemos preparar para afrontar las altas capacitaciones laborales del momento, sin
provocar en ellos o bien una sensación de “disminución” con respecto a otros
seres mejor formados o bien la necesidad de buscar “más allá” de su mundo
cotidiano de trabajo, en una vida escindida, quebrada, como dice Litt, su
auténtica formación humana”. (El subrayado es nuestro).
Lo
que está viendo mi padre a través de Litt (por eso he subrayado el “agregamos
nosotros”) es una de las consecuencias más graves del Iluminismo del
s. XVIII y su hijo dilecto, el positivismo del s. XIX, quien, al
secularizar las ciencias (no en el sentido de laicidad, sino de laicismo[5])
cortó de raíz la rama del tronco, esto es, la ciencia de la filosofía. La
filosofía era precisamente la ciencia, la episteme, para los griegos. No se separaba
de la técnica, sino de la doxa. En los medievales, igual. El estudio de la
astronomía y la geometría, en el sistema ptolemaico, no era sino parte de la
Física, que era una de las tres partes de las ciencias especulativas en
Aristóteles. Física, filosofía natural, filosofía de la naturaleza, eran
sinónimos. La historia de la filosofía y la historia de la física es la misma,
como bien lo muestra Popper en el Epílogo metafísico de su gran libro Teoría
cuántica y el cisma en Física[6]: el
universo en bloque de Parménides, el atomismo (Leucipo, Demócrito, Aristarco),
la geometrización (Pitágoras, Euxodo, Calippo y Euclides), el esencialismo y el
potencialismo (Aristóteles), la física del Renacimiento (Copérnico, Bruno,
Kepler, Galileo, Descartes) fueron todas ideas filosóficas sin las
cuales la ciencia y la técnica como hoy las conocemos hubieran sido imposibles.
Copérnico tuvo como profesor de matemática a un discípulo del teólogo renacentista
Nicolás de Cusa[7],
y todas las ideas de filosofía natural (física) de Copérnico, Galileo, Kepler y
Newton tuvieron su origen en una metafísica cristiana, en el neopitagorismo
cristiano medieval[8]
que hace eclosión en Nicolás de Cusa y en Descartes, NO sin haber estado
precedido antes por la vigorosa defensa del orden natural, de la autonomía de
las causas segundas, por parte de Santo Tomás, y el método hipotético-deductivo
defendido por los frailes franciscanos del s. XIII Roger Bacon y Roberto
Grosseteste. Por eso Newton NO de casualidad llamó a su libro
“Fundamentos matemáticos de la filosofía natural”. Sí, todo eso es
filosofía, teología, lo habitualmente separado de la ciencia, porque el
positivismo de fines del s. XIX convenció a todo el mundo de que la ciencia se
basaba en una observación pasiva y empírica de los hechos y no en la
cosmovisión filosófico-religiosa que le había dado origen. Y todo ello, a
su vez, dio origen a uno de los más grandes dramas del paradigma cultural de
fines del s. XIX en adelante: la separación entre ciencia y filosofía, la
separación entre matemática y filosofía[9], esto
es, finalmente, la separación absurda entre humanidades por un lado y ciencias
por el otro, con sus terribles consecuencias en la organización de los
estudios, de las facultades, de los departamentos universitarios, y del debate
entre secundaria humanística y secundaria técnica. Eso es lo que ha producido
que nos pregunten desde niños, escindiéndonos ya de manera inhumana, si nos
vamos a dedicar “a lo humanístico”, o “a lo científico”. Por eso en las
carreras de filosofía no se estudia matemáticas o física, por eso en las
carreras de ingeniería y ciencias naturales NO se estudia ni filosofía, ni
filosofía de las ciencias, no historia de las ciencias y ni siquiera historia
de le técnica, excepto algunas milagrosas materias electivas. Por eso
Kuhn dejó el Departamento de Física de la Universidad de Harvard y se pasó el
Departamento de Historia de la Física para poder desde allí escribir una
insuperable historia de la revolución copernicana que aún hoy sigue siento
inútil e ininteligible para la mayor parte de los físicos[10]; por
eso Popper devino en tan extraño a los positivistas cuando se volvió en
“filósofo sin darse cuenta”[11]; por
eso Lakatos con gran esfuerzo tuvo que explicar a los demás los compromisos
metafísicos de los núcleos centrales de los programas científicos de
investigación[12],
por eso Feyerabend quedó como un loco total cuando les dijo a los
físicos que prefería a los metafísicos que sabían que hacían metafísica y no a
los científicos que pensaban que NO la hacían[13]. Por
eso Feyerabend llamaba tanto la atención cuando iba a enseñar Historia de
la Física y al entrar en clase decía “vengo a contar un cuento”[14], y
el cuento era Newton, Aristóteles, Copérnico o Einstein.
Por
todo esto, entonces, es que hace más de 150 años que formamos a
seres humanos escindidos, que han devenido en la barbarie del especialismo
denunciada por Ortega. Lo cual se aplica también los filósofos encerrados en
sus revistas especializadas, en su “fields”, como si la filosofía
pudiera ser eso. Por eso científicos, técnicos, ingenieros, etc.,
sienten que “deben cultivarse” escuchando algo de filosofía o etc. de algún
“humanista” que les habla del pie del caballo en Hegel y despreciando para
colmo la técnica en la cual ellos están formados. Por eso los filósofos
rara vez hacen filosofía de la ciencia (con sus honrosas excepciones por
supuesto) porque ni siquiera entienden los ejemplos. Por eso,
finalmente, hubo un debate entre una escuela media humanista y otra
técnico-científico, y NO porque hubiera habido que que dividir el campo del
saber porque nadie podía saberlo todo, sino porque la misma enseñanza de las
ciencias fue des-filosofada de raíz, y por eso casi todas las
carreras como medicina, ingeniería, etc., devinieron en largas tecnicaturas
donde entonces las materias filosóficas son puestas como la guinda del helado,
como adornos bonitos pero inútiles, sufriendo con ello sus alumnos y sus
profesores.
O
sea, lo que vio mi padre es que filosofía y ciencia eran una sola cosa; que los
“fundamentos humanísticos de la ciencia” no son un accidente, sino su misma
esencia, y eso estaba afectando al debate sobre la escuela media, un debate que
sólo se podía superar con profundas reformas por las que bregó toda su vida con
resultados infecundos. Pero cuidado, esa reforma no tenía que ver
necesariamente con aumentar presupuestos, refaccionar edificios, aumentar
sueldos, aumentar el nivel cultural docente, etc. Aún en el mejor de los
mundos posibles, una escisión entre el mundo de las humanidades por un lado y
el mundo del trabajo y la técnica por el otro no puede formar científicamente
ni técnicamente a los técnicos y científicos necesarios para las actuales
revoluciones tecnológicas, ni puede formar filosóficamente a los
filósofos y humanistas. Porque los primeros se quedan en la repetición pasiva
de fórmulas y protocolos que no saben ni de dónde vienen ni cómo podrían ser
criticados, deviniendo de ese modo en funcionarios ideales del Estado-global
positivista que elevan a dogma a la razón instrumental, en los Eichmann de
todas las órdenes de todos los gobiernos, y los segundos no pueden
recordar a la ciencia sus raíces, no pueden ser los funcionarios de la
humanidad con los que soñaba Husserl[15]. O
sea que el positivismo produjo un sistema educativo especialmente diseñado para
su propia retro-alimentación. ¿Cómo van a salir de ese sistema seres humanos
que se den cuenta de lo que está sucediendo?
Más
allá de este interludio filosófico, que corrió por nuestra cuenta, mi padre
concluye con todo un programa de investigación político-educativo: “…Es
necesario lograr una adecuada extensión de la escolaridad para toda la
población del país, no sólo por reclamos ético-políticos, sino por imperiosas
necesidades de progreso social, individual y colectivo; es necesario capacitar
profesionalmente y técnicamente a toda la población del país para que halle su
ubicación laboral, pero esa capacitación debe hacerse, ahora, en condiciones
tales que permita al mayor número adecuarse a las nuevas condiciones
tecnológicas de la humanidad; y entretanto es necesario que esa capacitación no
frustre sus posibilidades de “auténtica formación humana”, so pena de que
condenemos a la mayoría de los individuos a carecer de una auténtica formación de
“hombres” o bien a que tengan que vivir una vida “quebrada”, como decía Litt,
buscando su humanidad fuera de esa zona laboral en la cual deben hallarse por
la fuerza”.
Destaquemos
el final: “…so pena de que condenemos a la mayoría de los individuos a
carecer de una auténtica formación de “hombres” o bien a que tengan que vivir
una vida “quebrada”, como decía Litt, buscando su humanidad fuera de esa zona
laboral en la cual deben hallarse por la fuerza”. Era 1960. Ya estaba
sucediendo hace décadas y sigue sucediendo hoy más que nunca.
[1] El texto
sale publicado como Separata de “Temas de Pedagogía”, 3ra Serie, publicación
de la Facultad de Cs. Jurídicas y Sociales de la Universidad del Litoral.
No hay versión on line.
[2] Como luego
analizará detenidamente en la cuarta parte de La escuela y la sociedad en el s.
XX, bajo el título “…Un
sistema educativo en transformación silenciosa: visión de los Estados Unidos”,
fruto de una invitación del Departamento de Estado de los EEUU para analizar el
sistema educativo de los EEUU. Como hemos dicho, mi padre siempre estaba
mirando hacia EEUU y hace Italia, pero ese viaje, en 1968, corroboró la visión
positiva que tenía de la tradición localista y del respeto a la libertad, en
educación y en todas la áreas, de los EEUU, lo cual le trajo no pocos
malentendidos en la Argentina fuertemente anti-anglosajona de siempre, y
particularmente a partir de los 70, donde la narrativa setentista ubica a los
EEUU como el gran causante de los problemas que el peronismo mussolinaino había
causado. Problema cultural del cual Argentina no ha salido nunca y, creo,
perecerá con él.
[3] Op.cit, p.
225. Esta preocupación por la técnica acompaña al Zanotti educador toda su
vida, y fructifica en uno de sus puntos más importantes: la tercera etapa de la
política educativa, como veremos después. Esto fue fruto, a su vez, del
contacto con dos visionarios italianos, el ya citado Volpicelli y el gran
pedagogo italiano Giovanni Gozzer, con quien mantuvo siempre una gran amistad
(de hecho yo lo conocí personalmente a Gozzer en una de sus visitas a Buenos
Aires en la década del 70). Ellos anticiparon totalmente la revolución
educativa que se venía de hecho con las nuevas tecnologías de la comunicación.
Previeron, prácticamente, internet antes de que surgiera, hablaban ya de
telemática y mi padre trató de explicarlo en una Argentina que aún sigue
pensando en las mismas escuelas primarias sarmientinas del s. XIX. Por eso mi padre hizo amistades importantes
con ingenieros a partir de la década del 70, que podían entender mucho más de
lo que hablaba que sus colegas pedagogos….
[4] Litt, T.: Istruzione
Tecnica e Formazione Umana, Armando Armando Editore, Roma, 1958, traducción
de Carlo D´Altavilla del original alemán Technishes Denken Und Menshilche
Bildung.
[5] Ver al respecto Benedicto XVI, Discurso
del 22-12-2005, sobre la Reforma y Continuidad del Vaticano II.
[6] Popper, K.: (1985) Teoría
cuántica y el cisma en física; Madrid: Tecnos.
[7] Ver al respecto Koestler, A.: Los sonánbulos,
Eudeba, 1959.
[8] Ver
al respecto Koyré, A.: (1979), Del mundo cerrado al universo infinito.
Buenos Aires: Siglo XXI; Estudios galileanos (1980), Buenos Aires: Siglo
XXI; (1988) Estudios de historia del pensamiento científico; Buenos
Aires: Siglo XXI Editores; (1994),Pensar la ciencia (1994) Barcelona:
Paidós.
[9] ¡Qué
escándalo para Pitágoras, Platón, Descartes, Leibniz, Husserl!!
[10] La revolución copernicana, op.cit.
[11] “How I Became a Philosopher Without Trying”, Conferencia de Kyoto de
1992, en All Life is Problem Solving, Routhledge, 1999.
[12] Lakatos, I.: (1989) La
metodología de los programas de investigación científica, Madrid: Alianza
Ed.; Lakatos, I.: and Musgrave, Editors (1970): Criticism and the Growth of
Knowledge; Chicago and London: Cambridge University Press
[13] Feyerabend,
P.: (1981): Tratado contra el método. Madrid: Tecnos.
[14] Feyerabend, P. (1995), Killing
Time. Chicago and London: University of Chicago Press.
[15] Husserl, E.: The Crisis
of European Sciences; Northwestern University Press, 1970
martes, 14 de junio de 2022
EL DIVORCIO ENTRE MASLATON Y MILEI
Sucedió lo previsible: desafiado a elegir entre su hermana y Maslatón (desafío planteado por este último) Milei eligió a su hermana. Mis colegas filósofos discutirán sobre el libre albedrío y el determinismo, pero estaba cantado. Era obvio.
domingo, 12 de junio de 2022
UNA FENOMENOLOGÍA DE LA ESCOLARIDAD Y LA CULTURA
De mi libro Luis Jorge Zanotti: sus ideas educativas fundamentales y su importancia para nuestro tiempo, de próxima aparición.
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1. Una fenomenología de la escolaridad y la cultura.
Como
dije antes, comienza ahora un análisis de la esencia misma de lo que llamamos
“escolaridad”, como concepto universal, más allá de esta o aquella escuela,
distinguida a su vez de educación y cultura.
El tema comienza claramente cuando mi
padre distingue entre los modos de educación. El primero tiene que ver con la
educación como la espontaneidad de la vida en cualquier cultura (lo que se
llama habitualmente educación in-formal): “….El proceso educativo, como tantos
otros fenómenos que aparecen en la vida del hombre, se desarrolla en un primer
momento sin que el hombre tome conciencia clara de su realización, sin que el
hombre reflexione sobre el proceso. Así como el hombre piensa primero, sin que
eso quiera decir que reflexiona sobre el pensar como fenómeno educativo: se
cumple de modo que podríamos llamar espontáneo, sin que el hombre tome
conciencia plena de que ello está ocurriendo, tanto desde el punto de vista del
proceso interior de este educarse, como de este proceso por el cual el hombre
educa a su prójimo”.
Esta educación concebida así, como el
nacer inmerso en un horizonte cultural, que se absorbe en el mundo cotidiano de
la vida, nunca fue un detalle menor para mi padre. Fue la base de la relación
entre escuela y sociedad y lo que luego llamó “la ciudad educativa”, como luego
veremos.
En esa espontaneidad, pocos reflexionan
sobre el fin de los fenómenos educativos, pero en algunos ámbitos muy ligados a
ese mundo de la vida los fines comienzan a ser más conscientes, como la
familia: “…Todos los fenómenos de la educación inconscientes o espontáneos que
se realizan en el marco de lo social siguen teniendo vigencia aunque se añadan
estos otros que tienen idea clara de fin, que seleccionan contenidos; en una
palabra, que se realizan conscientemente. Pero a pesar de realizarse de esta
manera, este tipo de procesos no requieren obligatoriamente un marco de
sistematización o de organización. Pueden realizarse perfectamente,
conscientemente, con idea de fin, con contenidos más o menos seleccionados,
pero de manera ocasional, asistemática; es decir, de acuerdo con lo que las
circunstancias van determinando en cada momento. Ejemplo de esto es en buena
medida el marco de la educación en el ámbito de la familia. Los padres
participan de una labor de educación consciente, algunos de ellos tienen idea
clara de los fines que persiguen con la educación de sus hijos, no utilizan
cualquier elemento dentro del marco cultural de que disponen, pero no hay en el
ámbito familiar una acción educadora que pueda llamarse sistematizada…”
Hemos cortado allí porque esa
sistematización de métodos para la enseñanza es la clave de la escolaridad en
sí misma. A medida que la complejidad de los contenidos culturales supera lo
que el aprendizaje espontáneo puede hacer por sí mismo, para lograr ciertos
fines es necesario cierto método: “…Cuando llegamos a este punto estamos ya en
la escuela, pero como institución social, como un establecimiento con su
personal especializado para cumplir este tipo de labor educadora, pero ello no
significa en modo alguno que todos los demás aspectos hayan desaparecido,
decaído, o hayan cobrado menor importancia. Es una especie de tendencia mental
casi irrefrenable suponer que cuando aparece la escuela la educación como
acción social, como fenómeno humano, ha quedado encerrada en la escuela”. Este
párrafo es fundamental. Por un lado explica la esencia misma del fenómeno
llamado escolaridad: una institución social con métodos específicos para lograr
transmitir contenidos culturales complejos. Esto es lo llamado habitualmente
“educación formal”, y NO se identifica necesariamente con las múltiples formas
que puede abarcar: privada/pública, positivista o no, etc. Pero cuidado, y esto
es clave, la educación NO se agota en ello. Cuando la escuela surge, las
personas tienen a igualar educación con escuela: “…Es una especie de tendencia
mental casi irrefrenable suponer que cuando aparece la escuela la educación
como acción social, como fenómeno humano, ha quedado encerrada en la escuela”. Y
eso lleva a suponer que la sociedad es hija de la escuela y por ende a pedirle
a la escuela un papel redentor que la sobrepasa. Pero no: la escuela es una
parte de un fenómeno educativo concomitante a la vida social en sí misma de la
cual la escuela es efecto más que causa. “…El proceso educativo
institucionalizado y organizado en el ámbito escolar es nada más que una parte
de todo un proceso muy amplio, que es el fenómeno educativo que hemos analizado
anteriormente”.
Llega así su definición de la esencia del
fenómeno escolar: “…En síntesis, si recopilamos lo dicho podemos llegar ya a
una especie de definición de escuela que no sería sino armar todo lo que hemos
venido diciendo. Escuela, según esto, ¿qué es? Simplemente una institución
creada por la sociedad (Estado, Iglesia, familia, etc.) para ocuparse
específicamente de la transmisión a las jóvenes generaciones de los contenidos
culturales que por su complejidad no pueden ser transmitidas mediante la acción
educadora asistemática, habitual, de la sociedad”.
Pero, insiste mi padre, e insistirá en
esto toda su vida, esa escolaridad no puede reemplazar a la educación como
transmisión cultural: “…La definición también debe ser pensada desde otro punto
de vista, y es el siguiente: la escuela nace para realizar tareas educativas
que no puede cumplir la sociedad mediante esa labor de acción educadora
asistemática y espontánea, pero no para reemplazar absolutamente nada de la
acción educadora general que la sociedad cumplía antes y que sigue cumpliendo.
Porque esta es la gran confusión: apenas aparece la escuela, inmediatamente
aparece la errónea creencia de que la escuela reemplaza a la sociedad en
algunas de sus funciones educadoras”; “….La escuela nunca reemplaza ni puede
reemplazar nada de lo que la sociedad hace por sí misma, sino que nace para
realizar algunas funciones educadoras que la sociedad no puede hacer”; …”La
escuela nunca reemplaza ni puede reemplazar nada de lo que la sociedad hace por
sí misma, sino que nace para realizar algunas funciones educadoras que la sociedad
no puede hacer”; …”Hay en nuestro tiempo una tendencia bastante peligrosa a
pretender que la escuela realice acciones educadoras que por su índole no puede
hacer, y esta tendencia deriva un poco de esa confusión de creer que la escuela
al nacer va limando, quitando funciones educadoras a la sociedad y a todas sus
instituciones, familia, iglesia, comunidad, gremios, etc. De ninguna manera: la
escuela nace para cumplir todo aquello que no puede hacer la sociedad, que es
mucho y que a medida que pasa el tiempo es cada vez más”.
Por supuesto, algunas instituciones
escolares van adquiriendo un merecido y comprensible prestigio en la cultura en
la que se desarrollan, produciéndose por ello una retroalimentación, un círculo
virtuoso. La escuela puede influir para bien en su cultura: “…Cuando esto
sucede, aquella influencia que venía de la sociedad y sus instituciones hacia
la escuela comienza a revertirse, y va de la escuela hacia la sociedad, y como
la historia enseña con tantos ejemplos, se advierte que las instituciones
escolares han influido decididamente en la sociedad en diversos ámbitos, y
hasta hemos visto cómo ciertas instituciones sociales han detenido en algunas
ocasiones su propio poderío frente a la institución escolar”. Pero ello no
implica olvidar la naturaleza misma del fenómeno escolar, dependiente de la
cultura que la origina: “…Resulta sumamente necesario no olvidar, sin embargo,
el punto inicial en cuanto a la dependencia original y básica de la escuela con
respecto a la sociedad”. Este “olvido del ser de la escuela”, implica que se le
pidan a ella tareas que por naturaleza NO puede efectuar (veremos más adelante
que ese fue el problema de la “escuela nueva”): “…Si esto no se tiene en
cuenta, no se puede entender el papel que la escuela cumple en realidad. Los
educadores somos los primeros que debemos tener siempre en cuenta esta relación
inicial, esta dependencia de la escuela con respecto a la sociedad, este papel
que asumimos en cuanto mandatarios de una sociedad determinada. Ello conduce a
recordar que muy habitualmente se formulan quejas contra lo que la escuela hace
y contra lo que la escuela logra. A menudo esas quejas son ciertas y muy justas
pues es verdad que hace mal muchas cosas, pero otras veces estas quejas son
simplemente equívocos con respecto a la misión de la escuela y a lo que la
escuela puede hacer, porque, debido a que se olvida esto de que la escuela, por
ejemplo, es fruto de una sociedad y hecha a su imagen y semejanza, se le pide
de pronto a la escuela que determinados problemas de la sociedad los resuelva
por sí misma, y como si los educadores y la escuela fueran artífices
todopoderosos, se les pide que, transformando una serie de circunstancias de la
vida social, tomen a su cargo una serie de tareas que ellos no están en
condiciones de hacer”. Esto es, la escuela no puede reemplazar al mundo de la
vida. Si se lo intenta, su fracaso no sólo será inevitable, sino que en
términos de la escuela de Frankfurt, que mi padre no usaba, ello llevará (como
ya lo ha hecho) a la racionalización del mundo de la vida y por ende a la
progresiva anulación de la creatividad intelectual y el pensamiento crítico. Mi
padre lo explica de este modo: “…Los fracasos de la escuela o de lo que a la
escuela se le ha pedido pueden ser muy a menudo fracasos de lo que la escuela
no podía hacer, o sea: el error estuvo en pedir a la escuela lo que ella no
estaba en condiciones de hacer”; “…Es necesario saber poner las cosas en su
lugar y decir con toda franqueza: la escuela no puede ser igual que la vida”.
La escuela no puede ser igual que la vida.
Qué olvidado que está esto por los padres que abandonan a sus hijos en las
garras de la educación formal, en depósitos de hijos que molestan, olvidando su
misión irremplazable……… Produciendo con ello adultos que nuevamente cometerán
el mismo error….
Por ello esté párrafo esencial, donde mi
padre niega lugares comunes altamente difundidos: “…No, la escuela es algo
distinto, la escuela no es exactamente igual que la familia, que la Iglesia,
que las demás instituciones sociales. La escuela, por ejemplo, por más que nos
halague el oído, no es ni puede ser segundo hogar, ni la maestra puede ser
segunda madre, porque la madre tiene que cumplir su papel y la maestra el
suyo, que no es el mismo. La escuela tiene un papel absolutamente diferente
del que concierne al hogar, porque si tuviera que hacer lo mismo que el hogar
no haría falta la escuela. Si ha nacido la escuela es porque tenía otras cosas
que hacer. La escuela debe decir: no, segundo hogar no, porque segundo hogar
será siempre hogar imperfecto, hogar defectuoso, y si se me pide que cumpla lo
que el hogar y la familia hacen, lo haré siempre a medias, irregularmente;
pídaseme lo que yo debo hacer, y esto sí debo comprometerme a realizarlo”.
(Las itálicas son nuestras).
Es TAN importante esto que intentaremos
graficarlo:
Pero, ¿y entonces? La cuestión es
que, por ende, el método de la enseñanza formal no invada a todos los aspectos
de la vida y menos aún al aprendizaje espontáneo, informal, que va cambiando
según las diversas tecnologías del conocimiento. Esto tiene esencial relación,
de vuelta, con la libertad de enseñanza y un sistema que esté él mismo abierto
a su propia oxigenación. Por eso….
2.
Implicaciones
para la “educación continua”, el dinamismo educativo, los límites de los
métodos y la libertad de enseñanza.
En esa época recién comenzaba a
hablarse de la aceleración de la Historia[1]. Pero mi padre ya la tenía
muy en cuenta, sobre todo por sus consecuencias educativas. Desde fines del s.
XIX y hasta mediados del s. XX (antes también, obviamente, pero mi padre está
pensando en las etapas históricas de la Política Educativa en Argentina y en el
mundo), el título universitario podría considerarse como una educación formal
“terminada”, luego de la cual podrían seguir cursillos, seminarios, de
“perfeccionamiento docente”, o actualización profesional. El caso es que se
tenía una visión estática de lo cultural. Pero eso ya estaba cambiando: “…En una palabra: llegamos a lo que constituye el nudo
central del pensamiento que deseamos exponer. La cultura de nuestro tiempo ha
dejado de poseer un carácter “estático” para pasar a un carácter “dinámico”.
Muy interesante el ejemplo de los libros
impresos como símbolo de ese saber que “ya está”, pues con ello mi padre
vislumbraba el gran cambio cultural posterior a su muerte: “…Todos tenemos
presente, por otra parte, la visión del bufete del gran abogado, o del
consultorio del gran médico de antaño, que ostentaba casi siempre los volúmenes
capitales de su formación y de su caudal cultural, esos volúmenes que en sus
años de estudiante él consumió –valga la expresión– en largas jornadas, y que
posteriormente lo acompañaban como fieles amigos, como fuentes magistrales a
las que podía acudir en cualquier instante”.
Pero…”…Todo eso es una imagen del pasado.
Cada vez tiene esto menor importancia y esas grandes colecciones de
volúmenes….”. Porque la cultura, siempre dinámica, antes lo era con el paso de
los siglos. Ahora los grandes cambios tocan lo esencial de la vida promedio de
un hombre: “…..El carácter dinámico de la cultura –ese carácter que antes, para
poder ser advertido, requería situarse en una perspectiva histórica abarcadora
de siglos– se pone de relieve ahora aún para el breve lapso que abarca la vida
de un hombre…”.
De ese modo, “…Por eso es que aquellas
imágenes estáticas de la cultura tradicional han sido reemplazadas por otras
que pueden llamarse dinámicas. Los grandes volúmenes, los libros de antaño, son
actualmente reemplazados con ventaja por la revista de alto nivel,
especializada, de aparición periódica y regular” (a esta altura de la cuestión
el lector podrá ver que esto de ningún modo tenía que ver, en mi padre, con
menospreciar a los clásicos, como algunos hacen hoy). Cuarenta y ocho años
antes del internet, que no pudo llegar a ver, afirmó: “…Así pues, a la
biblioteca, elemento estático, se opone hoy el centro de documentación. Al
libro, al gran volumen, la revista especializada de alto nivel, o el libro
pequeño, el folleto, de rápida impresión y de rápida circulación”. Y la
predicción fue más específica: “…Entiéndase bien que con las palabras
precedentes no queremos decir que desdeñamos el valor del libro o del gran
volumen, que dentro de otro contexto y dentro de su nuevo papel habrá de llenar
siempre una misión. Tampoco desdeñamos el papel del curso fundamental” (él ya
veía venir las objeciones). “Lo que afirmamos (sigue) es que al lado de todo
eso surge hoy este otro aspecto de la cultura dinámica, estos otros fenómenos
que son las revistas, los cursillos, los folletos, que adquieren una dimensión
nueva y una jerarquía que no tenían tres décadas atrás. Y consideramos un grave
error esa postura despectiva con que ciertas personas o grupos enfocan la obra
que este tipo de procedimientos cumplen”. Destaquemos esto último: “…Y
consideramos un grave error esa postura despectiva con que ciertas personas o
grupos enfocan la obra que este tipo de procedimientos cumplen”. ¿No estaba
adelantando allí la actual lucha del aula contra los celulares?
Pero entonces, frente a estos nuevos modos
de formación continua, se corre el peligro del reglamentarismo y de atentar
contra la libertad educativa, temas que, como hemos visto, mi padre había
previsto en 1960 y 1963. “.. Hasta el momento, puede decirse que esta gran
labor de actualización y de educación continua, tanto en el campo de los
docentes como de otros profesionales y en general dentro del campo empresario,
viene cumpliéndose gracias a los esfuerzos de la iniciativa privada y en un
ambiente de absoluta libertad”. Por supuesto tuvo que aclarar una vez más, en
este país estatista, que él sabía que “…existen quienes lucran mediante cursos
improvisados y carentes de base científica…”, pero “…los problemas de la
libertad los corrige la libertad, y en muy poco tiempo estas improvisaciones se
desprestigian a sí mismas y luego de engañar a unos pocos por poco tiempo
desaparecen y se hunden en el olvido”. En efecto, la libertad, y no la
inmovilidad de la vigilancia estatal, es el oxígeno de una cultura dinámica y
en renovación permanente. “…En cambio, es este ambiente de libertad y este
espíritu que sólo puede surgir de la iniciativa privada el que permite que los
cursos de perfeccionamiento y los sistemas de educación continua cumplan su
verdadera misión de “actualización”; … “…Se corre un riesgo muy grave en cuanto
se piensa en oficializar este tipo de actividades de actualización o de
perfeccionamiento, y también se lo corre cuando las instituciones privadas que
los desarrollan llevan más allá del mínimo necesario la estructura
organizativa, sea porque ellas así lo dispongan, sea por exigencias externas.
Ese riesgo es el “endurecimiento” que toda oficialización o excesiva
organización trae consigo, endurecimiento que puede llevar a los cursos de
perfeccionamiento a perder dinamismo y a recaer en caracteres estáticos que son
lo contrario de su naturaleza. No pidamos a los cursos de perfeccionamiento
esquemas rígidos o sistemas demasiado organizados”. Sin libertad de enseñanza,
el dinamismo cultural se frena en los inamovibles planes estatales. El tema era
obvio, para mi padre, para lo que hoy llamamos post-grado (en español). Más
adelante mi padre lo extendería a todos los niveles. Impresionante: mientras él
iba para adelante, su país iba para atrás. A partir de los 90 el Estado
Argentino planificó absolutamente todo cuanto pudo y encerró a todos los
masters y doctorados en ese soviet llamado Coneau. Mi padre lo preveía antes de
su muerte en 1991. Su desánimo de entonces era entendible. No quiero ni pensar
qué hubiera sentido después.
Pero en 1967 tenía la esperanza de que sus
advertencias fueran escuchadas: “…Muy grave es el riesgo que se hará correr a
las instituciones privadas si, en nombre de presuntos riesgos, se les comienza
a exigir organizaciones y planificaciones y detalles que deban ser
estructurados con larga antelación y que una vez previstos no puedan
modificarse sin previa consulta y quizá no puedan modificarse de ninguna
manera. Solamente la iniciativa privada y un clima de libertad prácticamente
absoluta pueden garantizar el mantenimiento de ese carácter dinámico que es la
esencia de este fenómeno de perfeccionamiento de educación continua”;…. “En
nuestro país todavía seguimos teniendo miedo a la libertad y ante cada peligro,
ante cada riesgo, solemos acudir al Estado para que mediante su fiscalización
nos proteja” (¿Les suena?).
Para escándalo de los estatistas
conservadores, que confundían la Edad Media con su estado weberiano, mi padre
comparaba la libertad de enseñanza con el surgimiento de las universidades.
Cita la definición de “estudio” que aparece en las Partidas de Alfonso el
Sabio: “… “estudio es ayuntamiento de maestros de escolares con la
voluntad y el entendimiento de aprender los saberes”. Y luego, en un sentido
gadameriano, “deconstruye” la definición[2]: “…Pero
véase bien qué dice Alfonso: “con la voluntad”, es decir que libremente quieren
unos enseñar y otros saber, pues no hay voluntad si no hay libertad, y ese
“ayuntamiento”, ese encuentro de maestros y alumnos a que él se refiere es el
encuentro de voluntades libres, sin lo cual no ha habido nunca ni la habrá
enseñanza ni escuela, maestros ni discípulos”.
Repárese: “…voluntades libres, sin lo cual
no ha habido nunca ni la habrá enseñanza ni escuela, maestros ni discípulos”.
Toda una filosofía de la educación, una
visión de la didáctica y de la política educativa en 18 palabras.
[1] Ver al respecto García Venturini,
J.L.: Politeia, Troquel, 1978.
[2] “…Es interesante ver de qué modo
Gadamer explica su noción de “deconstrucción”: “...¿Y qué es en realidad eso de
“lenguaje de la metafísica”? ¿Es realmente un lenguaje? Se entiende, desde
luego, lo que se quiere decir cuando se afirma que un concepto soporta un matiz
metafísico. A este respecto me parece totalmente decisivo el hecho de que el
concepto de “destrucción”, que el joven Heidegger nos transmitía como ese nuevo
gran mensaje, nunca implicase para quien realmente tuviera oído para la lengua
alemana de la época el sentido negativo que le es propio en otras lenguas. Para
nosotros, destrucción equivale a desmontaje, desmontaje de aquello que sirve de
ocultamiento. Cuando queremos decir destrucción en sentido negativo no decimos
‘Destruktion’ sino ‘Zerstorung’. Esta es la manera en que Heidegger introdujo
la palabra en la década de 1920, y supongo que Derrida no era plenamente
conciente de ello, por ello eligió una palabra que según mi sensibilidad
lingüística es extraña y redundante, ya que parece que él percibía
efectivamente sólo el sentido negativo de ´Destruktion´” (en El giro
hermenéutico, op.cit., p. 66). Sigue más adelante: “Heidegger demostró que
los conceptos establecidos por los griegos eran palabras utilizadas en el
lenguaje vivo y que a pesar de toda precisión conceptual recogían una
multiplicidad de significados o, para expresarse según la poetología moderna,
que ocupaban múltiples “espacios significativos” que se mantienen siempre
presentes” (idem). Y más adelante: “...En Heidegger “destrucción” no significa
jamás liquidación, sino desmontaje. A través de esa destrucción se pretende
retrotraer determinaciones conceptuales fosilizadas hasta la experiencia de
pensamiento de la cual nacieron en su momento, y así hacerlas hablar de nuevo.
Una destrucción de este tipo no pretende desde luego remitir a un origen
oscuro, a una ‘arché’ o lo que quiera que sea....” (Idem, p. 81). De mi libro Hacia
una hermenéutica realista, Austral, Buenos Aires, 2005, nota nro. 29.