domingo, 27 de mayo de 2012

SOMOS TAMBIÉN NUESTRO INCONSCIENTE

Ultimamente estoy insistiendo mucho, en mis clases de filosofía, en que "somos también nuestro inconsciente". No es una buena noticia, en general, lo cual muestra que el tema es mucho más arduo de lo que parece.
Uno de los capítulos de Dr. House de la temporada 4, el Nro. 5, tiene como paciente a alguien que padece de una amnesia tal que intenta llenar los huecos de su memoria con la gente que tiene alrededor. Lo interesante, a efectos narrativos, es que "lee en lo más profundo" de sus interlocutores, de tal modo que el resultado es muy curioso: en segundos, los médicos que lo atienden se ven expuestos a lo que sería el resultado de largo tiempo de terapia psicoanalítica, esto es, parte de lo más profundo de sí mismos. El resultado es la negación consciente, desde luego, excepto House, cuyo narcisismo lo protege de dicha negación.
El problema radica en dos significados diferentes del "yo" que aún no han sido conciliados teoréticamente. Una cosa es el yo como la esencia individual; otra cosa es el yo como función de la psiquis. Ambos no son contradictorios y deben ser combinados, aunque aún ese trabajo no se haya hecho.
Para Freud el yo es una función de la psiquis, es un piloto, débil aunque consciente, que tiene que equilibrar las poderosas fuerzas de las alas llamadas super-yo y ello (ambos pueden ser parte del inconsciente). La forma más simple de verlo es simbolizarlo con Viaje a las Estrellas, la serie original. Kirk es el yo, McCoy el ello y Spock el súper-yo. Lo que no encaja es que el capitán Kirk no es débil: maneja bastante bien a su médico y a su primer oficial, que obviamente se pelean permanentemente. En realidad para que la analogía encaje Kirk debería ser reemplazado por cualquiera de los personajes que protagoniza Woody Allen.
Pero el yo, como esencial individual, como nuestra identidad más profunda, abarca a los tres. Somos esa pulsión originaria que éramos cuando niños, somos ese perverso polimorfo (palabras de Freud) que "éramos" cuando niños, y que luego, con ineludibles precios, tuvimos que re-adaptar a nuestro marco cultural, so pena de terminar perversos o psicóticos cuando adultos (no son calificativos morales, sino de estructura de personalidad según Freud). Los precios que pagamos son las neurosis, esto es, las formas adaptadas, sustitutivas, de las pulsiones originarias. Esas neurosis forman parte, sí, de la privación más que del ser, en términos escolásticos, pero, precisamente, en dichos términos, inciden decididamente en el comportamiento personal.
Ya grandecitos, cuando hemos dejado de ser el perverso polimorfo, her majesty the baby, "tan lindo él" :-)), somos (la analogía es de Freud) como la Roma actual en la cual está también, viva, la Roma antigua, al mismo tiempo. Si hemos tenido suerte, nuestras neurosis son llevaderas y hasta podemos llegar a ser "una buena persona" que hasta tratamos muy dulcemente a todos precisamente como defensa del niño que está profundamente dentro, vivo y gritando, que quiere matar a todo el mundo (y a uno en particular) que le quiera sacar a la madre. Somos ese niño, también, pero no nos damos cuenta y no queremos serlo. Está allí, supuestamente lejos, silenciado bajo toneladas de negaciones, y podemos circular así por la vida hasta que un día el niño aparece y el Sr. Spock ya es incapaz de frenar el motín a bordo del Dr. McCoy. Kirk no sabe qué hacer (el yo), la nave pierde el control, nos estamos cayendo y mientras tanto seguimos diciendo "estoy bien, estoy bien.....".
La terapia consiste en que tomemos progresiva conciencia del niño y de la forma sustitutiva (neurosis) que hemos necesitado para re-adaptarlo. Con esa progresiva conciencia, lograremos re-direccionar esa fuerza originaria, no eliminarla ni taparla.
Pero en general esto no sale porque no queremos saber que somos ese niño, y ello incluye el rechazo social profundo a cualquier cosa que filtre ese niño sin sus adaptados sustitutos. Se dice que Freud escribió en una época victoriana en la cual las normas para lo sexual eran muy estrictas, presuponiendo que ahora, entonces, no habría por qué tener problemas. Ello es muy ingenuo. Antes toda la furia social iba contra el sexo pre-marital; ahora va contra el sexo no consentido. Pero la incomprensión de las profundas e intrincadas causas inconscientes de nuestra conducta y de la ajena sigue siendo la misma. La condena moral a cualquier conducta (NO dije persona, dije conducta) que transgreda los 10 Mandamientos la doy por descontada, pero el asunto es por qué es tan difìcil cumplirlos, o qué tanto de libre albedrío queda en alguien cuya nave se ha ido a pique, abandonada a la madeja de pesadas neurosis nunca tratadas y siempre negadas. La misericordia, el perdón, la comprensión, el no juzguéis y no seréis juzgados, pasa también por conocer un poco más lo intrincado de nuestra psiquis, y cuán necesario es su cuidado para que finalmente el yo como esencia individual, como llamado, como vocación, como la persona que Dios llamó a la existencia, pueda surgir cual ave fénix después de admitir que, después del pecado original, her majesty the baby ha dejado de ser el lindo nene para convertirse en esa bomba de tiempo ante "la mirada de los otros": "¿Y a este qué le pasa?".
En esta época de supuesta "liberación de las represiones", en este época de "yo hago lo que quiero" (excepto, claro, votarla a Cristina para que te diga qué hacer con el dolar :-( ), todo esto se sigue desconociendo. Es más, esa supuesta vida "liberada" no es más que otro conjunto de negaciones más sutiles. No, no haces lo que quieres porque quieras ser madre aunque los bigotes de varón te salgan por el ombligo, ni haces lo que quieres porque vivas en la venganza permanente, ni haces lo que quieres porque creas que haces lo que quieres (existencia inauténtica). Haces lo que puedes. Ojalá lo supieras para, verdaderamente, ser libre, esto es, encontrarte a tí mismo.

jueves, 24 de mayo de 2012

DICE GUSTAVO HASPERUÉ:

Vos que trabajás en la AFIP o sos funcionario o empleado de este gobierno, ¿Cómo te vas a excusar en el futuro? ¿Vas a apelar a la "obediencia debida"?

lunes, 21 de mayo de 2012

DERECHOS HUMANOS

Toda persona tiene derecho natural al fruto de su propio trabajo, o a lo legítimamente heredado o donado sin fraude. Ello incluye al libre comercio.

Por ende, todo impuesto que grave la propiedad o la renta es contrario al derecho natural y por ende intrínsecamente inmoral.

Y toda persona es inocente excepto se demuestre lo contrario.

Por ende, ninguna persona tiene por qué declarar ante nadie sus ingresos, ni el origen o el destino de sus ingresos.

Todo impuesto que grave la propiedad o la renta es contrario al derecho natural y por ende intrínsecamente inmoral.

Toda persona tiene el derecho de entrar, permanecer o salir de su territorio.

Por ende, toda persona tiene el derecho de emigración e inmigración sin declarar absolutamente nada de sus ingresos legítimamente adquiridos.

Si alguien ha adquirido sus bienes por robo, fraude, dolo, violencia o evasión de los pocos impuestos justos que pudiera haber (viejo debate), debe ser previamente procesado y recién allí la justicia tiene derecho a inquirir sobre sus bienes y revisar su propiedad.

Hasta entonces, toda pregunta coactiva sobre cuándo, cuánto, de dónde o hacia dónde, sobre los bienes propios, en viaje o no, es intrínsecamente inmoral.

Por ende, todas las personas que violen estos derechos, requisando, preguntando, expropiando y por ende robando lo que no deben, están haciendo un acto intrínsecamente inmoral, lo sepan o no, del cual son responsables, primariamente, desde los autores intelectuales de esas legislaciones, el poder ejecutivo que la impulsa, los legisladores que las sancionan, y los jueces que las hacen cumplir. Las responsabilidades personales, desde el punto de vista de la conciencia subjetiva, sólo las sabe Dios (no juzguéis y no seréis juzgados), pero ello es aplicable tanto al violador de menores como a los que expropian la propiedad ajena.

Todos los que ejecutan y hacen cumplir esas leyes son por ende los verdaderos criminales y delincuentes, y todo aquel que se resiste es el verdadero inocente que se está defendiendo del robo ejecutado por una banda de criminales, llámese gobierno o Al Capone.

Sólo la conciencia de estos derechos es la verdadera revolución. Mientras tanto, sólo la esclavitud es nuestro destino.

domingo, 20 de mayo de 2012

¿HAY PRESOS POLÍTICOS EN LA ARGENTINA?

Según el gobierno, obviamente, no. Las leyes de obediencia debida y punto final, para decirlo en esas mismas palabras, no debían poner punto final a lo indebido. Los delitos fueron, además, de lesa humanidad y no prescriben. Por ende los militares octogenarios que ahora están siendo procesados y encarcelados merecen ese proceso y esa condena. 
Pero hay otros que dicen que no. Hay varias razones.
1. ¿Tienen los kirchneristas, la mayor parte de ellos montoneros y-o simpatizantes de esas ideas, autoridad moral para erigirse en líderes de la justicia y los derechos humanos?
2. ¿Sólo los militares cometieron delitos de lesa humanidad? Esto está discutido. Las organizaciones terroristas también los pueden cometer, como ETA o similares. No es privativo del terrorismo "de estado".
3. Las leyes de obediencia debida y punto final fueron anuladas, no derogadas. Eso no existe en nuestro ordenamiento constitucional.
4. Aún en caso de que hubieran sido derogadas, la derogación no rompe el ppio. de no retroactividad de la ley, que rige especialmente para el caso de cosa juzgada, ppio. elemental del debido proceso que debería ser respetado por todos quienes dicen defender los derechos humanos.
5. Por ende, la hipótesis de que la venganza y la más pura venganza es la causa por la cual el gobierno actual ha "anulado" leyes y condenado militares post-cosa juzgada, es altamente plausible dado un elemental conocimiento de la naturaleza humana.
Por lo demás, si es verdad esto, (http://www.actualidadmiami.com/player/default.aspx?tipo=1&id=2440), evidentemente la Argentina sigue sumida en la crueldad. Que alguien diabético, sin sus dos piernas, en una camilla, haya sido llevado a juicio, es simplemente un ejemplo de algo aberrante, además de que seguramente la mayor parte de los condenados en avanzada edad, en cárceles comunes, mueren por falta de atención médica adecuada: y si están allí por una anulación inconstitucional y por violar el ppio. de cosa juzgada, peor. Ello es entonces una vergonzante ausencia de estado de derecho.
Nada de ello es justificado por las aberraciones anteriores. Quien ahora me relate todo el conjunto de atrocidades cometidas por los militares en la lucha contra la subversión (confesadas recientemente por Videla) no se da cuenta de que se introduce en esa forma de razonamiento vengativo que no termina nunca, que sólo ha sido superado por líderes como Ghandi o Mandela. 
Las sociedades no se recuperan nunca si, ante casos horribles de guerras civiles o cuasi-guerras, no saben perdonar. Pero eso escribimos en este blog http://gzanotti.blogspot.com.ar/2008/08/perdonar-o-morir.html. La cuestión es simple: ambos bandos cometieron aberraciones morales. Por ende o se condena a todos o se perdona a todos. Yo pido perdonar a todos como camino hacia la reconciliación. Hace falta una asociación de víctimas de la subversión y de la represión ilegal militar que tenga al menos dos miembros. Ese sería el inicio. Porque mientras tanto, quienes defiendan a las víctimas de la subversión defiendan a su vez al Proceso de 1976 en adelante como si en ello todo hubiera estado justificado, caen en el mismo error que el kirchnerismo. 
El problema es, sin embargo, que el kirchnerismo ha logrado convencer a la opinión pública de que los terroristas de los 70 eran "los buenos" y los militares "los malos". Eso es tan infantil como falso.
Conclusión: la Argentina actual sigue desangrándose por la venganza. 
Asociación de víctimas de la subversión y de la represión ilegal militar. Amnistía para todos. Yo me ofrezco a ser miembro. 
¿Hay alguien más?

martes, 15 de mayo de 2012

SEMBLANZA DEL DOCTOR FRANCISCO LEOCATA, por Martín Grassi ( en ocasión de la inauguración del Grupo de Estudios consagrados a su filosofía).




La inauguración del Grupo de Estudios de la Obra del Padre Francisco Leocata, junto con la confección de la página web dedicada a la obra de este gran pensador argentino, me ha henchido de alegría. Cuando me enfrenté al ordenador para escribir unas pocas páginas al respecto de la figura de Leocata celebrando estos acontecimientos, me sorprendió la idea de escribir una pequeña semblanza de su persona, dejando un poco de lado la cuestión propiamente académica -que tanta dedicación merece, por otro lado- y aprovechando la ocasión para rendirle un sentido homenaje como su alumno y discípulo.
Como alumno de la Universidad Católica Argentina, caminaba las clases de los primeros años de la carrera de Filosofía un tanto mareado por las mareas filosóficas en las que me había aventurado. Todo era viejo y nuevo para mí... se hablaba en las aulas de aquello que, sin hablarse, acompaña la existencia de todo hombre que se digne de ese título. Algunos profesores entraban por la puerta con un universo de reflexiones tan vasto que los ojos de uno no alcanzaban a abrirse todo lo que la situación solicitaba. El tiempo parecía tomarse un pequeño recreo. Claro que esos profesores geniales eran contados, y uno empezaba a extrañar sus voces ya antes de haber concluido el curso. Pero uno encontraba un remedio a esa nostalgia, y era la promesa de profesores aún más excepcionales. Como sucede siempre que se trata de un gran maestro, la fama precede a su presentación efectiva, y tal era el caso con el Dr. Francisco Leocata. Ya en el primero de los años, uno era anoticiado del grato acontecimiento de las clases del titular de Historia de la Filosofía Moderna y de Filosofía del Lenguaje. No había alumno que no expresase su admiración por Leocata, ni alumno que fuera indiferente al testimonio de aquellos favorecidos por sus clases. Así fue que, apenas había recorrido parte de los pasillos de la UCA, ansiaba ya gozar de las mágicas sesiones que profetizaban los muchos oráculos.
La espera se hizo un tanto larga, pero, para mi alegría, llegó el día en que los corredores de la Facultad desembocaron en la cátedra de Filosofía Moderna. Había tenido, igualmente, la suerte de una primera cata de tan deliciosa cosecha en una Semana de la Filosofía, en la que el maestro Leocata había disertado sobre el “argumento ontológico”: como toda primera cata, salí en un estado de embriaguez escandaloso. Pero se trataba de una borrachera que no conocía resaca y que yo asimilaba al estado beodo de los interlocutores de Sócrates en esos Banquetes míticos. Aún sin que se haya abierto la puerta de la cátedra de Moderna, pues, ya conocía la fisonomía, la estatura, el tono de voz y la contextura física del gran maestro, como también algo de su mundo interior... pero ante los grandes hombres el estupor que despierta su presencia nunca se desvanece. Así fue que este hombre de pequeño porte apenas podía atravesar la puerta de la clase: estaba parado sobre los hombros de muchos gigantes. En efecto, la erudición del Padre Leocata dejaba boquiabiertos a quienquiera que lo escuchase o leyese, y no había país de la filosofía que él no haya visitado detenidamente. Nada de la filosofía le era ajeno... pero era cuestión de tiempo para caer en la cuenta de que tampoco le eran ajenas otras muchas disciplinas, como el arte, la historia, la psicología, la sociología, la teología, etc., etc. Su figura me retraía a la de los grandes sabios antiguos, aquellos que no dejaban terreno humano virgen, y que removían la tierra, cultivaban y cosechaban en todo campo que pudiera parecer a otros infértil a primera vista. Y es que éste es uno de los rasgos más característicos de Leocata, rasgo que lo destaca por sobre los demás profesores: su valentía y coraje, su vocación a la aventura del pensamiento. Allí donde algunos preferían mirar de reojo y pasar rápidamente por las puertas, sin atreverse a pedir permiso y entrar, allí Leocata se detenía y entraba a dialogar. Como excelente interlocutor que es, Leocata no hace violencia a ninguno de los anfitriones que lo reciben: sean de la corriente filosófica que fueran, sean de la disciplina que fuere, a todos escucha con devoción y atención, presto para recibir las riquezas que todo gran pensador pudiera ofrecerle. Como guardián del diálogo que es, sólo lo exasperaba y enojaba –si bien por su carácter no era lo más común- el descrédito y la desconfianza ante los grandes. Y una de mis primeras experiencias como testigo de dicho celo tuvo lugar en sus exposiciones de la filosofía de Descartes, a quien Leocata admira profundamente. Demasiado acostumbrados a las imprudentes enseñanzas de profesores anti-modernos, que subrayaban la decadencia de la filosofía a partir del Discurso del Método, los alumnos nos retirábamos azorados de las clases de Moderna, reflexionando en torno al horizonte inmenso que nos abría el filósofo francés para la filosofía y revisando esos prejuicios que irresponsablemente nos habían inculcado profesores cobardes. Pero no solo Descartes, sino todos los pensadores modernos, tan vapuleados por la mala escolástica de muchos, fueron reivindicados en las horas de clase del Padre Leocata. Todos ofrecían al pensamiento riquezas imprevistas y rumbos proféticos, aunque no siempre coincidieran con las concepciones tradicionales de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Pero mientras que algunos huían despavoridos frente a filosofías como la de Malebranche, y tan solo se dedicaban a criticar –sin mucho estudio, por otra parte- su ocasionalismo o su ontologismo, Leocata lo examinaba con paciencia y extraía de sus fuentes minerales tan preciosos como los que pudieran encontrarse en la Suma Teológica.
Sin embargo, aún cabía la sospecha de que el Padre Leocata fuera tan solo –aunque no es para nada un título menor- un excelente historiador de la filosofía, un excelso profesor universitario. Pero la hipótesis no tardó mucho en falsearse –según las exigencias de Popper-: al año siguiente, me anoté con entusiasmo en la cátedra de Filosofía del Lenguaje, y mi asombro no fue desmentido, sino redoblado. ¿Quién imaginaría que no solo podríamos encontrar a un referente en el estudio de la Historia de la Filosofía, sino también a un pensador genial de carne y hueso, parado tímidamente frente a nosotros? Sus clases, que acompañaba con la lectura de su libro “Persona, Lenguaje, Realidad”, fueron un caldo de cultivo para la reflexión que no tiene precedentes en mi formación. En esta obra compleja y riquísima, Leocata dialoga no solo con los más diversos filósofos, sino también con las teoría más importantes de la lingüística y la semiótica, diálogo verdaderamente interdisciplinar (diálogo al que consagra su último libro, “Filosofía y ciencias humanas: Hacia un nuevo diálogo interdisciplinario”), para intentar comprender la esencia misma del lenguaje, y su relación con la realidad personal, con los otros hombres y con el mundo mismo. Tomando para sí el método fenomenológico, sobre todo en su vertiente husserliana, y rescatando la riqueza del pensamiento metafísico de la tradición tomista, Leocata intenta una síntesis, anclada en la noción de persona y de mundo de la vida (Lebenswelt), entre la reducción trascendental y el actus essendi, proponiendo una lectura no-idealista de la reducción, es decir, un abordaje personalista, gracias a la cual el hombre accede al acto de ser personal, acto de ser en el que se revela con mayor intensidad lo ontológico y metafísico. De allí que Leocata proponga un camino que va de la intimidad a la trascendencia que sigue las huellas de Agustín y Descartes, y que reivindica el giro moderno. Esta tremenda síntesis entre la fenomenología y el tomismo ha marcado un antes y un después en mi propio camino, confiando en las posibilidades metafísicas de la fenomenología trascendental, así como también en las posibilidades fenomenológicas de la metafísica tomista.
De allí en adelante, me convertí en un asiduo consultor de Leocata. Sus libros fueron ocupando los anaqueles de mi biblioteca, ubicándose al lado de Paul Ricoeur –filósofo que siento muy cercano a Leocata. Con lomo rojo resalta su segunda obra dedicada a la praxis (Estudios sobre fenomenología de la praxis), en la que se encuentra continuada la reflexión en torno a la raíz ontológica que motiva y sostiene la existencia personal en todas sus manifestaciones que ya estaba presente en “Persona, Lenguaje, Realidad”. El año pasado, a su vez, tuvimos el agrado de ver la edición de su última obra Filosofía y ciencias humanas, y cuya contribución más importante, a mi parecer, ha sido la incorporación de una nueva reducción fenomenológica, que Leocata llama reducción vital, y que sirve de pivote para articular la persona y el mundo de la vida a partir del cuerpo propio (Leib-körper), posibilitando así el legítimo abordaje objetivo de lo humano, propio de las ciencias humanas, puesto en cuestión por la filosofía de Heidegger y sus derivaciones. Por ello, este último libro y la incorporación de esta reducción vital a la reflexión filosófica anima a la constitución de una antropología filosófica que aborde todas las dimensiones del hombre a partir del fundamento de su ser personal y mundano, intersubjetivo e histórico. Su trilogía, pues, nos regala un océano riquísimo para ir a explotar sus recursos, proponiendo una base filosófica rigurosa y sugerente que permita avanzar con la reflexión hacia un personalismo metafísico, en cuyo centro encontremos la manifestación del Ser en el acto de ser de la persona. Así, esta propuesta filosófica permite entablar un diálogo fecundo con las filosofías actuales, y los desarrollos recientes de las ciencias humanas. Proseguir su obra exige muchísimo de nosotros, especialmente un coraje y una determinación extraordinarias para ir al encuentro de las voces más plurales, libando de las flores más dispares y llevando el néctar para nuestras colmenas.
Tengo la suerte de visitar asiduamente al Padre Leocata y encontrar en él un lector y crítico de mis escritos y estudios. La tercera característica que, por ello, me gustaría subrayar es la de su generosidad y disponibilidad. Leocata no es solo un gran pensador y escritor, sino un excelente maestro y docente, siempre dispuesto a ayudar a quien se lo solicite. Y quien a él se acerque encontrará siempre palabras de aliento, así como consejos metodológicos, además de recibir cierta instrucción sobre el marco general en el que se inscribe la investigación del consultante. En poco tiempo, uno adquiere un panorama claro y preciso de nuestra preocupación filosófica, además de llevarse consigo al terminar la entrevista una lista cuantiosa de bibliografía a leer. Si prestamos atención, esta vocación pedagógica de Leocata se hace manifiesta también en sus libros, los cuales atienden especialmente a la sistematicidad, el orden, y la claridad expositiva.  
Recordaré siempre algo que me dijo en una de nuestras últimas entrevistas: ante un escrito que le había alcanzado para que me diese su opinión, y que tenía una fuerte dosis de vitalismo, me dijo que, aunque no estuviera del todo de acuerdo con mi abordaje, sentía que cada filósofo tenía una intuición que motivaba toda su reflexión crítica, y que él confiaba siempre en las intuiciones de los filósofos, por lo cual de ninguna manera me invitó a dejar de lado mi intuición, sino que, por el contrario, me exhortó a que la prosiga. Esta confianza profunda en su interlocutor, en toda persona que dedique su tiempo y esfuerzo a pensar, es lo que para mí más define al Maestro Leocata. Su vocación a la reflexión encuentra una aliada en su vocación al diálogo y al debate, y creo que no se necesita más –ni menos- para ser un gran filósofo. Espero con alegría nuevas contribuciones del Maestro a la Filosofía, y ojalá el Grupo de Estudios y la Página Web dedicadas a su pensamiento, den lugar a la difusión y el debate en torno a la filosofía leocatiana. Mi humilde semblanza, pues, a la enorme persona de Francisco Leocata.               

Martín Grassi.

SAN JOSÉ ERA EMPRESARIO, CAPITALISTA, PROPIETARIO, PRODUCTOR Y MIEMBRO FUNDADOR DE LA ASOCIACIÓN NAZARETIANA DE DIRIGENTES DE EMPRESA

Después de haber visto muchas de las airadas, asombradas y enojadas reacciones de mi entrada inicial sobre el tema, he "probado" :-) que he tocado los prejuicios más arraigados del marxismo cultural que nos rodea. Game over.

sábado, 12 de mayo de 2012

SAN JOSÉ ERA (ES) SANTO

DOMINGO 13 DE MAYO


Claro que San José no es empresario como hoy concebimos a esa noción. Pero por el mismo motivo no era obrero: son categorías históricas actuales que no se pueden aplicar extemporáneamente a la época de Jesús.

De todos modos yo creo que en una fenomenología de las ciencias sociales (ver mi http://www.gabrielzanotti.com.ar/ensayosyart/hermeneuticarealista.pdf) puede haber significados analogantes que sean aplicables universalmente a todos los tiempos, de acuerdo a una fenomenología del mundo de la vida según Huseerl. Según ello, propietarios de medios de consumo o medios de producción hay siempre que exista alguna forma de propiedad privada, y en ese sentido San José era de algún modo propiestario, aunque no "emprendedor".

Por lo tanto yo creo que haber puesto "obrero" a San José procede de preconceptos marxistas light de quienes así lo propusieron a Pio XII: como San Jose era humilde, era trabajador, "entonces"era obrero. Un non-sequitur total y completo. Y jamás meditaron si podría haber sido propietario o empresario, ¡no!!!!!, eso era un pecado mortal total.............. ¿Cómo San José iba a ser un "explotador" que encajara perfectamente en el arquetipo descripto por Frank Kapra en Qué bello es vivir? Y si no, vean dos de las respuestas que he tenido en este blog...................

Así que sí, lo mío fue una ironía a lo que siempre consideré una tontería total. Tal vez alguien me conteste que la tontería total fue lo mío, bueno, ok, en el cielo se verá. Mientras le pediré a San José que interceda por mí.

domingo, 6 de mayo de 2012

SAN JOSÉ NO ERA OBRERO


Era empresario.  Era dueño de su unidad de producción, no era empleado. Jesús tampoco era obrero: era co-propietario con José, su padre, y legítimo heredero de su empresa, o sea, su carpintería.

Me preguntarán si estoy hablando en serio o en broma. Si alguno está dispuesto a considerar en serio este tema, entonces diré si he hablado en broma o en serio. Pero, ¿qué quiere decir “en broma”? ¿Qué “pacto de lectura” es? ¿Literatura de ficción? ¿Fábula?
¿Qué meta-mensajes hay en las bromas?