domingo, 25 de diciembre de 2016

EL SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD


En esta época de cristianismo difuso, concentrado casi todo el tiempo en temas sociales opinables, y diluido y olvidado de la Fe, conviene recordar el significado de la Navidad.

El pecado original, el nacimiento, la crucifixión y la resurrección de Cristo tienen una ilación necesaria.

Dios nos creó, sin merecimiento de nuestra parte, en situación de “justicia originaria”, con Gracia deiforme, con los dones preternaturales, en un estado de unión con El tan intenso que “bajaba a hablar con nosotros al atardecer”. La Fe no consiste en creer las representaciones populares de un paraíso similar a La laguna Azul. La Fe consiste en creer que verdaderamente hubo una situación de Gracia originaria con Dios, aunque no sepamos ni cómo ni dónde. La Fe comienza precisamente por comprender la Gracia de Dios, ese hábito entitativo sobrenatural que sólo por misericordia, y no por nuestros méritos, estaba en nosotros desde el inicio de la creación.

Sólo así se entiende el drama del pecado original: en haber querido ser como Dios. El que recibe la gracia se sabe finito; pero haber querido ser infinito –un pecado de soberbia, intelectual- eliminó la Gracia. Dios no fue el causante de un castigo arbitrario: el haber perdido la Gracia originaria, el haber sido “arrojados al mundo” fue el resultado necesario de haber querido ser infinitos. Cómo fue que hayamos cometido ese pecado, inicia el misterio de la libertad y la Gracia, que sólo se entiende cuando comprendemos que incluso cuando damos el sí a la Gracia, estamos movidos por la Gracia, y por ende lo único que queda a nuestra naturaleza es el “no”. Sólo el “no”, ser humano, te pertenece: dolorosa condición que sin embargo no es sino otro resultado de tu finitud.

Como este castigo es un acto de justicia, así podríamos haber seguido, siempre. El acto de redención fue totalmente un acto de misericordia, no de justicia, pero tampoco injusto, pues en Dios, justicia y misericordia son una sola: no precisamente como en nosotros, que las vivimos en conflicto.

Dios, entonces, con total misericordia, sin ningún merecimiento de nuestra parte (de vuelta) promete un redentor, ya desde el Génesis. Ese es el origen de la primera alianza, del pueblo elegido, el pueblo de Israel, pre-figura de la Iglesia. El nacimiento del mesías, sólo barruntado como tal por los pobres de Yahvé, fue el cumplimiento de una promesa que Dios se hizo a sí mismo y nos hizo. Jesús es el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada, dos naturalezas, divina y humana, y una sola persona, la divina. Nosotros, finitos, no podíamos perdonar nuestro pecado, no podíamos saldar la deuda infinita contraída con Dios por el pecado. Sólo Dios podía saldar la deuda, sólo lo infinito podía saldar una deuda infinita, y por eso Dios, en su Segunda Persona, se encarna, se hace hombre, para que ese hombre, ese nuevo Adán, pudiera encarnar el sacrificio para el perdón de nuestros pecados. Conmueve saber que cuando Cristo está clavado en la Cruz, tiene in mente a cada uno de nosotros, con nuestro nombre: no muere por una humanidad in abstracto sino por cada uno de nosotros in concreto.

Lo que celebramos en Navidad, por ende, es el nacimiento del Redentor, de aquél que se va a sacrificar por nosotros para devolvernos la amistad con Dios y la Gracia perdida, convertida ahora en Gracia Cristiforme. O sea, para estar con Dios, sin el cual nuestra naturaleza queda radicalmente cortada a su fin. Si lográramos ver cómo es nuestra naturaleza sin Dios, quedaríamos horrorizados al ver cada uno su propio retrato de Dorian Gray.

Por eso el nacimiento del redentor es el nacimiento de Cristo en la Cruz, Jesucristo. Que nos libera del pecado original y nos permite volver con Dios y por ende ser plenamente nosotros mismos. Que nos convierte en el Hombre Nuevo; que nos libera de nuestra vanidad y nos revierte de la Caridad que cura, que cauteriza, a la naturaleza herida por el pecado llevándola entonces a su absoluta plenitud.

Todo esto lo entendemos por la Gracia de Dios. Antes de pentecostés, sólo los pobres de Yahvé lo barruntaban entre sombras: María, José, José de Arimatea. Otros creían, y aún creen, que Cristo los iba a liberar del Imperio Romano. Algunos discípulos se ponen a debatir quién será el primero en el Reino de Israel, y hasta Pedro intenta disuadir a Cristo de su sacrificio. Sólo en Pentecostés, bajo el ala de María, ya redimida por los méritos de Cristo, todo se aclara. Los ignorantes se vuelven sabios, los cobardes, en valientes, los tímidos, en predicadores: predicadores del Reino que no es de este mundo, predicadores de la Buena Nueva, de la salvación, para todos los seres humanos, para todos los que, movidos ya por la Gracia, miren la Cruz de Cristo con los misteriosos ojos nuevos de la Gracia.


Todo esto es Navidad. Si parece que no, es una buena oportunidad de conversión, otra palabra olvidada, otra palabra esencial.

domingo, 18 de diciembre de 2016

LA COHERENCIA INFINITA DE LOS NUEVOS LIBERALES ANTI-TRUMP



Durante su campaña (veremos qué hace cuando asuma) Trump se ha manifestado claramente contra la libre inmigración y contra el libre comercio internacional. Es proteccionista.

Los liberales (clásicos) y libertarios siempre hemos estado en contra del control inmigratorio, de las aduanas, de las tarifas arancelarias. Yo en particular he defendido la libre circulación de personas y de capitales hasta quedar en ridículo si es necesario.

Pero lo que me llama la atención es que miles, tal vez millones, de personas que siempre han estado a favor del control migratorio y de las tarifas arancelarias, que siempre han estado en contra del libre comercio, AHORA están furiosos con Trump. ¿Qué ocurrió? ¿Se han hecho liberales de repente? ¡Pero qué bien! Pero entonces, antes de criticar a Trump, hagan un mea culpa, please…

Me voy a referir a dos grupos de personas que creo conocer bien. Me voy a referir a ellos “en general”, porque siempre hay excepciones, desde luego. Además yo no creo en las estadísticas pero sí en los horizontes de pre-comprensión que tienen todos, pero sobre todo los que dicen que no los tienen.

Los argentinos en general, y especialmente los de anti-liberales fanáticos, ¿qué autoridad moral tienen? Se han pasado la vida defendiendo “la industria nacional”, los aranceles, las aduanas, ¿y AHORA están en contra de su gran maestro, Trump?

Y especialmente aquellos de doble moral, llenos de contradicciones e hipocresías, que van a Miami despreciando a los “yanquis pelo…..”, que no entienden nada de donde están, y vuelven cargados de productos (productos del capitalismo) que luego se ufanan de haber pasado por la aduana porque lograron engañar al “b….” que estaba controlando………….. Y luego votan  a los candidatos más abyectos, creyéndose los grandes tipos…………. ¿Qué autoridad moral tienen? Ninguna, absolutamente ninguna, sólo tienen la estupidez, la banalidad y la existencia inauténtica en la que viven y de la cual, por supuesto, ni siquiera se dan cuenta. Pero, desde luego, el idiota es Trump, ellos no.

Y ahora, por supuesto, para seguir aumentando mi fama de cerdo – liberal - hereje- capitalista – liberal –que – no – entiende – nada – de – la - fe, vamos a referirnos a los católicos en general, y especialmente a los latinoamericanos en general, y especialmente a aquellos que odian la Veritatis splendor y la han sustituido con las declaraciones episcopales latinoamericanas como el nuevo Cristo resucitado, y especialmente a aquellos que aman las teologías de la liberación, y especialmente aquellos que se pasaron 11 años criticando a Benedicto XVI pero han entronizado a la Populorum progressio como dogma inapelable, especialmente a ellos pregunto: ¿pero quiénes miércoles se creen que son? Han defendido toda su vida una economía cerrada, han creído toda su vida que el libre comercio internacional es el diablo, han elevado a dogma de fe a las más contingentes recomendaciones anti-libre comercio de Pablo VI, ¿pero AHORA Trump es el malo? ¿Por qué, porque habló de los muros? ¿Pero qué se creen que es un muro? ¿Sólo una cosa física? Muros son las aduanas, las tarifas arancelarias, el compre nacional, la sola diferencia entre extranjero y nacional. Una vez que defienden todo eso –porque se tragaron la teoría marxista del deterioro de los términos de intercambio, elevada a dogma de fe por los “grandes teólogos” de la liberación- YA elevaron un muro. ¿O cómo se creen que se defiende coherentemente una economía cerrada contra el “imperialismo yanqui” como la que defienden cual nuevo Concilio de Trento? Pero el muro, definitivamente, está en sus mentes, cerradas en su marxismo convertido en dogma, y que con toda soberbia enrostran a los católicos que no aceptamos semejante estupidez, acusándonos a nosotros de ser los “anti-católicos”…


Felicitaciones, entonces, a todos, por ser ahora partidarios del libre comercio y por criticar a Donald Trump. Eso sí, sería honesto intelectualmente que anunciaran su conversión intelectual y pidieran perdón públicamente por los inmisericordes muros que siempre han defendido.


domingo, 11 de diciembre de 2016

LA RENTABILIDAD NO ES JUSTIFICATIVO MORAL PARA VENDER EL ALMA A LAS MASAS

Sorprendió una vez más a algunos amigos liberales mi reiterada crítica a medios de comunicación que publican noticias sobre chismes y vida íntima de las personas famosas, que tienen alta demanda y en cuya mayoría de casos estos “ricos y famosos” se prestan gustosamente.

La sorpresa vino de que yo pudiera ignorar que la oferta tiende a adecuarse a la demanda o que yo pudiera sugerir algún tipo de intervención del estado al respecto.

La verdad, en mi caso juzgué no necesario aclarar que ni ignoro lo primero ni propongo lo segundo.

Lo que ocurre es que hace tiempo que vengo estudiando los fenómenos de masificación, cuyos autores principales son Freud, Fromm y Frankl.

Lamentablemente no son autores muy estudiados por los liberales clásicos o libertarios. El primero fue denostado erróneamente por Hayek quien lo confundió con Marcuse y el aprovechamiento que el marxismo de los 70 hizo de su texto “El malestar en la cultura”, cuando precisamente en este texto Freud defiende la propiedad privada enfáticamente. Mises, al contrario, defendió siempre a Freud, cosa bastante silenciada por gran parte de los liberales que en esto seguían a Hayek.

Fromm casi no existe para los liberales/liberatarios, porque a pesar de su intensa crítica al nazismo y al comunismo, su crítica a la alienación como esencial al capitalismo –típico del neomarxismo de la Escuela de Frankfrut- fue suficiente para la consiguiente inconmensurabilidad de paradigmas.

Y de Frankl, ni noticia. Una lástima.

Pero los tres, combinadamente, permiten elaborar las causas de la alienación de las masas que conducen a la votación de dictadores, cosa que ayudaría mucho a los liberales clásicos a entender el mundo en el que viven y sacarlos de sus sorpresas racionalistas, donde el supuesto conocimiento del bien conduciría a un votante más maduro como el ilustrado de Kant.

Pero lo inaceptable para el liberal, precisamente porque lo ve como un peligro para la libertad de expresión, es la “crítica a la cultura del espectáculo” que se desprende fundamentalmente de los escritos de Fromm.

El desarrollo del ser humano, para Fromm, es precisamente la búsqueda de ser individuo. Pero ello conlleva un temor (el miedo a la soledad de la libertad) para el cual hay dos salidas: el amor auténtico, donde dos individuos se desarrollan plenamente como tales en el amarse plenamente (el arte de amar) o una total anestesia de ese temor, por medio de una relación sado-masoquista con el otro, donde la relación dominante-dominado ofrece una salida “alienante” a la soledad: porque  ambos, en esa relación donde el individuo se pierde, “se hacen el otro”: el dominado acepta ser su relación con el dominante y viceversa. Es una cuestión de psicología profunda que no tiene que ver con la teoría de la explotación de Marx.

Una de las maneras de alienación es la cultura del expectáculo, donde el alienado se hace lo que los otros quieren ver (ver “Zelig” de Woody Allen) donde encuentra en eso el solo sentido de su existencia, donde se aferra a la fama como una droga terriblemente adictiva. Los otros alienados son quienes consumen ese circo, que cuando más morbo y más visualización de lo íntimo les ofrezca, mejor. Es similar a la adicción que produce la pornografía: lo que más seduce es la exhibición de lo íntimo.

Esto es parte de la naturaleza humana, aunque no es algo necesario, porque el amor auténtico lo puede superar. Sin embargo, a nivel masivo es difícil de frenar. Está lleno de personajes circenses, que son sin embargo llamados artistas, actores o deportistas, que están gravemente enfermos, con neurosis casi psicóticas, aferrados a la fama, a las drogas y al alcohol, cuyos detallas más íntimos de sus pobres vidas son consumidos por millones de masificados que encuentran en ese consumo un consuelo para una existencia vana e insípida.

Pero en esos espectáculos hay 3: la demanda (la masa), el pobre enfermo convertido en espectáculo de circo, y el empresario que lo vende. Yo lo que digo es que, moralmente, la rentabilidad no es en ese caso justificativo moral para formar parte de ese mecanismo perverso de alienación colectiva. El mercado implica el libre albedrío de sus agentes y por ende su responsabilidad moral. Ningún oferente “debe” ponerse a vender cualquier cosa porque sea rentable, aunque si lo hace, claro que el estado no tiene que intervenir, para que se queden tranquilos. Pero está mal igual. ¿Qué opinarían mis amigos liberales si Unión Editorial se pusiera a vender libros a favor del Che Guevara sencillamente porque vende más? Piensen en ese ejemplo, por favor. No sucede ello porque el director de Unión Editorial, excelente empresario, sabe que sin embargo su empresa tiene una misión y visión donde hay ciertas rentabilidades que no entran, y punto.

De igual modo, lo que yo pido a los dueños de los medios, sean blogs, Facebook, La Nación o The Mars Time, es que hagan una diferencia y no satisfagan ese tipo de demandas.  ¿Tendrán menor rentabilidad? Si, en términos relativos, de igual modo que Unión Editorial en ese momento está teniendo menor rentabilidad por no publicar un libro llamado “Las virtudes heroicas de Fidel Castro”. Pero la creatividad empresarial dentro de la misión y visión de la empresa implica mayores ganancias que las eventuales pérdidas por no dar de comer la mano de todos los enfermos de morbo y del sabroso sabor obsceno de la intimidad de los demás, y el aprovechamiento empalagoso de sus más penosas neurosis cuasi-psicóticas.

Es una cuestión de ética, gente. Más allá de la oferta y la demanda. Roepke dixit. 

jueves, 8 de diciembre de 2016

HAZTE PIQUETERO Y RENOVARÁS LA FAZ DE LA TIERRA

Que el peronismo NO es marxista es una de las más absolutas falsedades de toda la política argentina. Perón era, ante todo, un fascista mussoliniano, un dictador por convicción, que borró con todas las instituciones republicanas tradicionales porque eran, precisamente, las estructuras burguesas explotadoras contra el “pueblo” trabajador. Maquiavélica fue luego la estrategia lingüística de los peronistas de llamar fascistas a todos los que no eran peronistas. Era como si los nazis hubieran ganado la guerra y hubieran llamado antisemitas a todos los que no fueran nazis.

Que Perón no haya convertido a la Argentina en Cuba no quita nada de su marxismo. Astuto como serpiente y astuto como serpiente, estatizó todo lo que quiso y al resto, al estilo nazi, la reguló ad infinitum, convirtiéndola en la esclava del estado –esclavos muy felices la mayoría- y no estatizó directamente al campo también para llenar las arcas de un estado re-distribuidor. Al principio, claro, como en el inicio de todos los populismos, le funcionó muy bien. Luego comenzaron la inflación, el subdesarrollo, la pobreza, el crecimiento macrocefálico de Buenos Aires, las villas miseria, pero todo eso, claro, era fruto del imperialismo yanqui. Así de simple.

El sindicalismo, en medio de esto, se convirtió en un estado dentro de otro estado. Organizado hasta hoy según la Carta del Laboro de Mussolini, sus huelgas extorsivas, su capacidad de detener el país, se convirtieron en la acción directa de la clase explotada versus la clase dominante. Cuando llegan los 60 y los 70, Montoneros, ahora sí el peronismo directamente castrista, es la expresión más coherente de las semillas plantadas por el primer trabajador.

Pasados algunos acontecimientos que son de dominio público, estas profundas ideas marxistas se recrean en dos formas. Una, más incoherente, mafiosa, corrupta, negociadora, es la CGT y sus paros generales, desde 1983 hasta la fecha, con sus líderes, modelos siempre de austeridad de vida, probidad, santidad y bondad. Otra, más coherente, atomizado como células terroristas, menos negociador y esperando siempre la “represión” de las clases dominantes, son los conocidos piquetes, en rutas, calles, organismos públicos tomados o privados amenazados. Tienen su mística, sus uniformes, su relato, y dirigentes atomizados muy diferentes de los “gordos”. Se cubren la cara, portan un palo, que seguramente es un símbolo inspirado en Mahatma Gandhi, y hacen lo que saben hacer: cortan calles y avenidas enteras, producen el caos, esperan la reacción. Si, son delincuentes totales y completos, pero desde el punto de vista de una República. Para ellos, son los verdaderos representantes de la lucha de la clase dominada. Por eso desafían a todo lo que sea el Estado de Derecho: jueces, la fuerza pública, la ley.

El kirchnerismo (que como Hitler a partir del 33, utiliza las formas democráticas como una más sutil capucha que cubre su cara) los utilizó al principio a su favor. Pero luego quedaron, como debe ser, fuera de control, mientras Cristina Kirchner, Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de mayo, también estaban “fuera de control”, in a way, pero manejaban lo recursos del estado y sabían bien lo que hacían: convertirnos en una provincia del estado chavista.

El triunfo de Macri pudo haber sorprendido a algunos kirchneristas, pero no a los piqueteros. Ellos siguieron en la suya. Qué hacer con ellos es un problema político complejo. Acciones judiciales frente a obvios delitos de acción pública, tal vez, pero sus dirigentes esperan y utilizan las condenas judiciales como parte de su estrategia. Difìcil.

Pero parece que Macri ha decidido hacer con ellos lo que NO hay que hacer: negociar. NO se negocia con terroristas. Concederles sus demandas sólo les da más poder. Por supuesto, todo al estilo argentino: parece que se los quiere sindicalizar, darles planes sociales, etc. Desde el lado de ellos aceptarlo sería incoherente, pero tal vez guarden algo de las estrategias maquiavélicas del primer trabajador, del qué grande sos. El asunto es que, como bien ha explicado Nicolás Cachanosky con los elementos de la good economics, esto es un gran incentivo para que todos los grupos en busca de renta (del estado) comiencen a cortar, bloquear, intimidar, todo cuanto sea espacio público para conseguir sus demandas. Argentina coherente: no emprendas, hacete piquetero. Te vas a hacer rico. Quién sabe, tal vez los profesores de filosofía podríamos ir ensayando cómo nos quedaría una capucha y un pacífico palo en nuestras manos.


Como dijo Gustavo Hasperué: “…Amigo político, podés seguir aumentando el gasto e inventar nuevos impuestos; lo que no vas a poder es evitar las consecuencias. Pero quedate tranquilo; la mayoría de la gente no entiende nada y le va a echar la culpa al capitalismo y reclamará, para tu tranquilidad, más estado y más política. Eso sí, con políticos buenos...”.