Ayer un sacerdote muy santo me dijo: “Yo creo en los psicólogos, lo que ocurre es que ellos no creen en mí”. Impecable definición de una parcial incomunicación de paradigmas.
La vida humana, la psiquis humana, es una de las realidades más complejas. Los conflictos pueden ser muy profundos, y las incomprensiones, para nosotros mismos y para el prójimo, igualmente profundos. La ignorancia en estos temas es alarmante, concomitante con el excelente desempeño profesional en otras áreas. Las personas arrastran años y años sus conflictos en soledad, a veces sin siquiera darse cuenta, con toneladas de negación, pero cuando no, lo mascullan para sí mismas, ante el temor de la mirada condenatoria de las demás personas, en medio de una paradójica liberalidad de costumbres que no implica en absoluto ninguna comprensión, afecto o respeto para con el “otro en tanto otro”.
Cuando, finalmente, las personas, torturadas por sus conflictos, si es que no caen en la new age, adicciones diversas o charlatanes diversos, acuden pidiendo ayuda a algún profesional, o al sacerdote o pastor de su propia religión, para colmo se enfrentan con la pelea entre todos ellos. Incomunicados entre sí, incapaces de tener siquiera idea de la formación del otro, se condenan además mutuamente y compiten por el paciente en cuestión. La especialización de la cual no han salido les impide ver que ninguna disciplina o paradigma puede por sí abarcar la complejidad de lo humano, que siempre queda algo en lo cual otro enfoque es necesario.
Y además, con sus peleas internas: cognitivos vs psicoanalistas, alópatas vs homeópatas, y ni qué hablar de mis "colegas".
Yo sueño entonces con un lugar donde una persona sea tratada de modo interdisciplinar por todos ellos. Sueño con un lugar donde haya 5 consultorios (psicólogo/psiquiatra/médico clínico/sacerdote/filósofo) donde cada uno sea consciente de las ventajas comparativas del otro y se comuniquen y se deriven mutuamente al “paciente” que en ese caso será tratado como persona.
¿Imposible? Si claro, en el paradigma universitario actual, sí. Pero lo supuestamente imposible debe ser denunciado, al menos, como lo que nosotros hemos hecho imposible, y debe ser anunciado como posible y ese anuncio es el primer paso. Tal vez la filosofía esté llamada a ocupar un especial papel en la construcción de este sueño.
domingo, 30 de mayo de 2010
martes, 25 de mayo de 2010
PROPUESTAS NOVEDOSAS PARA EL BICENTENARIO
En la fecha del bicentenario, propongo unas extrañas y revolucionarias medidas que podrían ser aplicadas por primera vez. Sé que son impopulares y casi políticamente imposible, pero es cuestión de instalar el tema...................
1. Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.
2. En la Nación Argentina no hay esclavos: Los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los extranjeros que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.
3. La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.
4. La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el art. 4°. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal Argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.
5. Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice.
6. Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.
7. Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República.
8. El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición.
9. Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio.
10. El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincias, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.
11. El Congreso federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal.
12. Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.
1. Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.
2. En la Nación Argentina no hay esclavos: Los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los extranjeros que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.
3. La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.
4. La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el art. 4°. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal Argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.
5. Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice.
6. Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.
7. Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República.
8. El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición.
9. Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio.
10. El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincias, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.
11. El Congreso federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal.
12. Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.
domingo, 23 de mayo de 2010
IN-SISTO
LA CIENCIA EN EL S. XX.
Se me podrá conceder que, efectivamente, muy interesante el “rescate” de la metafísica, en la clase anterior, pero, más allá de interminables discusiones al respecto, la ciencia no tiene que ser “rescatada” de nada. Ella aparece, gloriosa, como el reino de lo seguro, lo objetivo, lo exacto, lo probado, como lo que estaría fuera, afortunadamente fuera, de nuestras interpretaciones, esas tan humanas formas de pensar que empañan todas nuestras discusiones filosóficas, literarias, religiosas, estéticas, etc. Pero la ciencia no merece sufrir nuestras “opiniones”. Ella es el reino de los hechos.
Se habrá advertido, espero, que yo no pienso así. Pero casi todos hemos sido formados en esta visión de la ciencia porque, como dice T. Kuhn, todos hemos pasado por las escuelas primarias posteriores a Newton (1). Y, como una muestra más de este mundo post-kantiano que habitamos, la matemática y la física parecen haber seguido el seguro camino de la ciencia(2). Y el que dice que no es un escéptico. Así estamos, positivistas y post-modernos peleándose ad infinitum.
El positivismo –ese “scientism” denunciado por Hayek(3)- no es más que una exageración. ¿Por qué negar el valor del método hipotético deductivo? ¿Qué tiene de erróneo plantear hipótesis, deducir sus consecuencias, y tratar de ver qué pasa con ellas? Nada. ¿Cuál es el problema filosófico con la física, la química, la astronomía, la biología? Ninguno. El problema no es con tal o cual ciencia, sino con una posición filosófica: el positivismo. El positivismo (4) tiene una y fundamental afirmación que no depende, desde luego, del método hipotético-deductivo: lo que no es ciencia carece de sentido. A la fresca!!!, eso es otra cosa. “Carecer de sentido” es, en el neopositivismo(5), una gravísima acusación. Significa decir que todo discurso metafísico es sencillamente un engaño del lenguaje, una pseudo-proposición que nada significa. ¿Se acuerdan? Hume ya lo había dicho, muy enojado....(6)
Un buen ejemplo sería esta afirmación de Santo Tomás: “Deus est”. En el contexto de la filosofía y el lenguaje de Tomás, eso tenía un claro sentido: Dios es causa fundamental de todo lo existente. Pero los neopositivistas no eran amigos de los contextos, sino más bien, de los textos, a los cuales les tomaban examen de lógica matemática: ¿Dios es qué?, preguntaría el positivista. El “es” requiere un predicado, si no lo hay, la proposición está mal formada desde el punto de vista sintáctico.
Obviamente los tomistas tenían mucho que decir a los neopositivistas, pero estos últimos no estaban interesados en absoluto por lo que ellos –esos anticuados y conservadores estudiosos de un fraile medieval- pudieran decir. Uno de ellos, Carnap, se entretenía tomando examen de lógica a Heidegger(7), pero eso tampoco era un problema, y en primer lugar no lo era para Heidegger. El problemita se produjo cuando alguien, que hablaba el idioma que hablaban los neopositivistas, habló. Y habló en contra. Esto es, cometió un pecado mortal, dijo que la metafísica puede tener sentido.
El pecador fue Karl Popper: “...Nada más fácil que crear una nueva fórmula existencial que exprese la aserción archimetafísica: que existe una persona a que está en todos lados, capaz de colocar cualquier cosa en cualquier lado, que piensa todo lo que es verdadero y sólo esto, y tal que nadie más lo sabe todo acerca del pensar de a”(8). Y renglones más abajo: “...Su significado me parece perfectamente claro...”.
Pero Popper cometió varios pecados más. No sólo afirmó que la metafísica puede tener sentido (lo cual no quiere decir que todas las proposiciones metafísicas sean verdaderas), sino, además, que:
a) La metafísica forma parte del proceso que lleva al descubrimiento de hipótesis que serán después físicas (en esto coincidió con un brillante y poco conocido historiador de las ciencias, A. Koyré, discípulo de Husserl (9) e inspirador de T. Kuhn(10). ¡Qué chico es el mundo! J)
b) La diferencia entre metafísica y física no pasa pues por el sentido o el sin-sentido sino porque la física puede ser empíricamente contra-dicha, esto es, falsada. La física no es entonces el ámbito de lo irrefutable, sino de lo refutable (11).
c) Hay cuestiones estrictamente metafísicas de las cuales podemos tener certeza: el realismo, la noción de verdad(12), el indeterminismo(13), la inmaterialidad de la inteligencia(14). y una norma ética que sintetiza, creo, toda su filosofía: el eje central de la racionalidad es el diálogo(15)...
Lo nuevo no fue el diálogo entre la física y la metafísica (muchos tomistas, como buenos aristotélicos, ya lo estaban haciendo) sino que todo esto fuera dicho por Karl Popper, desde el centro de los debates sobre la ciencia y la filosofía de la ciencia.
Pero Popper quedó como un viejito conservador al lado de lo que vino después.
Lo que vino después fue, en primer lugar, un joven y brillante historiador de la ciencia norteamericano, a quien ya hemos nombrado, T. Kuhn. Bueno, joven cuando publica el libro que lo lleva a la fama, en 1962 (16).
Kuhn establece, entre varias , estas dos cuestiones que parecen contradecir al ya sesentón Popper:
1. La racionalidad de la ciencia no es “algorítmica” (17) esto es, no tiene exactitud lógica ni matemática. Las teorías no se eligen merced a un proceso deductivo.
2. Los científicos no quieren para nada someter a sus teorías a falsación. Al contrario, se aferran a sus teorías convirtiéndolas de ese modo en paradigmas, ejes centrales e invisibles de interpretación del mundo.
Lo primero no es de ningún modo contradictorio con Popper, aunque el modo de escribir hiciera parecer lo contrario. Popper aclarará más adelante(18) que ni la corroboración ni la falsación son lógicamente necesarias, porque la negación de una consecuencia no puede refutar el conjunto de hipótesis de una teoría. Esto es clave para comprender la “no exactitud” de la ciencia... Además, si bien Popper hablaba de “hechos”, sin embargo afirmó una y otra vez que la “base empírica” está interpretada según la teoría que tengamos in mente(19), y por eso para Popper la teoría es siempre previa a la observación, y de allí su rechazo al inductivismo. Esto es fundamental porque coloca a Popper en una posición hermenéutica mucho más cercana a Kuhn de lo que él mismo pensaba.
Lo segundo es más problemático. Se trata del enfrentamiento de dos mentalidades: prescriptiva, ética, en Popper, historiadora en Kuhn. En este último, lo importante es lo que los científicos hacen más que lo que deben hacer. Y lo que hacen es aferrarse a sus teorías. ¿O no? Popper no negaba esto último y Kuhn no negó nunca el papel del diálogo; el punto es el rol que cada uno enfatizaba para el desarrollo de la historia de la ciencia. Kuhn tuvo la enorme virtud de introducir en la epistemología la plena conciencia del papel que juega en la cosmovisión del científico su circunstancia histórica, tan sobre sus narices que él no la ve y la llama “los hechos”. En ese sentido Kuhn implica la introducción de la conciencia histórica en la ciencia positiva, y eso es bueno. Popper lo acusa después de relativista(20) pero eso es dudoso. Es verdad que Kuhn rechazaba la noción de verdad como adecuación con la realidad(21) pero... ¿Qué estaba rechazando en realidad? Tal vez una noción de verdad que implicaba “hechos” versus las teorías.... Y esa noción de verdad no conducía a ningún lado....
Bien, pero esto no es todo. En 1965, en un famoso congreso en Londres, otro joven epistemólogo, esta vez húngaro, Imre Lakatos, hace una larga ponencia que después se hace famosa(22). Parte de la fama es que trató de conciliar el espíritu prescriptivo de Popper con el espíritu historiador de Kuhn. Es verdad, si, que los científicos se aferran a sus paradigmas. Ni Galileo ni Newton eran popperianos (no son dos ejemplos “menores”): ambos estaban convencidos de la absoluta verdad de sus teorías y no pensaban criticarlos ni someterlos a falsación de ningún modo. Tenían, en ese sentido, un núcleo central que no estaban dispuestos a abandonar. Pero, con esa actitud, ellos y los que trabajaban en su programa de investigación generaban una serie de hipótesis adicionales, hipótesis ad hoc, que como un cinturón protector rodeaban al núcleo central para defenderlo de anomalías. Cuando esas hipótesis generaban predicciones que eran no falsadas, entonces el programa era progresivo. Cuando no, era regresivo, y así la racionalidad popperiana se introducía de vuelta en escena, como una consecuencia no intentada de la historia de la ciencia....
Pero entonces Feyerabend, otro brillante historiador de la ciencia, totalmente iconoclasta de ciertos criterios de racionalidad, hace una impertinente pregunta a su amigo Lakatos: ¿cuándo se sabe que un programa es progresivo o regresivo?(23). Ahora sabemos que el programa de Galileo fue progresivo, pero, ¿cómo saberlo en su momento? Galileo no triunfó porque siguió las reglas sino porque violó todas las de su tiempo.... ¿Y cómo saber qué es lo racional y lo que no ahora?
Y la respuesa de Lakatos no podría haber sido más sorprendente: la ciencia es correr el riesgo....(24) De estar acertado ahora y equivocado después, y viceversa.... (¿Les suena la palabra “riesgo” a los economistas austríacos que estén leyendo estas líneas?)
Por más sorprendente que parezca, todo el debate post-popperiano de la ciencia ha llevado a las siguientes conclusiones:
a) la ciencia depende de presupuestos meta-físicos (Popper);
b) la ciencia no puede probar con exactitud, tampoco puede falsar o corroborar con extactitud (Popper).
c) La ciencia no se maneja con hechos desnudos de interpretación, pues los supuestos hechos objetivos son interpretados desde la teoría que queremos testear (Popper).
d) La ciencia depende de paradigmas históricos tan cercanos a la mentalidad del científico, que éste no los ve como tales (Kuhn).
e) La ciencia, con conciencia de ello o no, corre el riesgo de la progresividad o no de esos paradigmas (Lakatos).
f) La ciencia depende de audaces posturas que rompen reglas, más que seguirlas (Feyerabend).
Por supuesto, puede alguno disentir gravemente con todo esto pero quiero volver a reiterar que este es el panorama de la filosofía de la ciencia del s. XX, esto es, no son estos debates que han llagado a los filósofos de la ciencia desde fuera de su “mundo de vida”. No son temas hablados desde la literatura o la filosofía tomados luego por los científicos. Son temas hablados desde los ejemplos más caros a la historia de la ciencia occidental (Galileo, Kepler, Newton) desde filósofos de la ciencia (Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend). Mario Bunge podrá decir que todos ellos están locos pero no podrá decir que está hablando con Heidegger.
No, directamente. Indirectamente, todo este debate ha implicado una confluencia entre la epistemología, la hermenéutica y la más alta filosofía que hay que ver a qué nos conduce. Por mi parte, predigo que al re-descubrimiento de un nuevo tipo de racionalidad, esa racionalidad humana de la cual la racionalidad matemática es sólo un aspecto. Predigo también que poco a poco las ciencias llamadas exactas volverán a ser más humildes, y que poco a poco se volverá a hablar de las ciencias como lo que realmente son: parte de las humanidades. Y predigo también que el último y refinado totalitarismo de Occidente, a saber, el muro de la obligatoriedad de la ciencia, caerá, dando lugar a nuevos e insospechados espacios de libertad (25).
Porque la ciencia –cabe recordar lo obvio- no es divina ni animal. Dios no la necesita y los animales tampoco. Es un producto específicamente humano y como tal debe ser visto. Es comprensible que veamos en sus logros la esperanza de que nos libre totalmente de nuestras maldades. Pero eso es hacerle jugar el papel de Dios y entonces, trágicamente, convertirla en bestia.
Lectura recomendada:
Popper, Karl: Búsqueda sin término (autobiografía intelectual); Tecnos, 1985. Caps. 1 al 10.
Notas:
1 Kuhn T.: La revolución copernicana [1955]; Orbis, 1978. Es interesante reparar en que cierta mentalidad positivista forma parte de un sustrato cultural que damos por supuesto, sin advertirlo. Es un buen ejemplo de cómo ciertas concepciones filosóficas pueden formar parte de ese mundo de vida cotidiano del que siempre estamos hablando. A modo de ejemplo, reparemos en las siguientes suposiciones, casi nunca sometidas a crítica en nuestra vida diaria: a) la ciencias son objetivas y nos hablan de los hechos; b) lo filosófico, lo literario, lo religioso, se puede debatir; lo científico, no, porque está “probado”; c) en esas “pruebas” lo numérico tiene una importancia fundamental. Los “datos” tienen que ver con cifras y estadísticas que habitualmente se nos arrojan por la cabeza, o nosotros “tiramos” sobre alguien, casi con violencia, como diciendo “y ante esto no hay discusión”. Entonces, parece que cuantos más porcentajes y estadísticas haya a nuestro favor, mejor, porque eso no estaría librado a interpretaciones. Por eso separamos el mundo entre “datos” y “opiniones”. Finalmente, suponemos que los gobiernos tienen el deber de protegernos la salud con los supuestos datos objetivos de la ciencia...
2 Kant, I.: Crítica de la razón pura, Introducción.
3 Hayek, F. A. Von: “Scientism and the Study of Society” en The Counter-Revolution of Science, Liberty Press, 1979.
4 Sobre positivismo y neopositivismo, ver la clásica compilación de Ayer, A.J.: El positivismo lógico, Fondo de Cultura, 1978.
5 La diferencia entre positivismo y neopositivismo es más bien histórica. El último refiere al movimiento específicamente llamado así o positivismo lógico, cuyos autores centrales son Schlick, Carnap, Hahn, Neurath y tal vez Hempel, y que editan la revista “Conocimiento” de 1929 a 1939. En ese año, los que tuvieron suerte, pudieron emigrar a los EEUU. A Hitler no le divertía escuchar que lo suyo carecía de sentido....
6 Decíamos en la clase 6: “Ambas respuestas son un claro ejemplo de los genes culturales puestos por Hume antes que Kant. Y, tal vez, de un modo más hostil. Cansado de las elucubraciones de la metafísica clásica continental, nuestro alegre escocés se cansó definitivamente de ella y arremetió contra toda metafísica: “...Cuando curioseamos los libros de una biblioteca, persuadidos de estos principios, ¿qué debemos destruir? Si cae en nuestras manos algún volumen, por ejemplo de teología o de metafísica escolástica, preguntémonos: ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o sobre los números? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho y de existencia? No. Entonces, arrojémoslo al fuego porque no contiene más que supercherías engaño*” (Investigaciones sobre el entendimiento humano, citado por Abbagnano en op.cit. en bibliografía obligatoria; p. 319). Obsérvese qué interesante: “supercherías y engaños”. Lo que no es física o matemática es un sin-sentido. Exactamente la misma acusación que el neopositivismo contemporáneo (1929-39) hace a toda metafísica. Hume se adelantó dos siglos. No sabemos si este enojo de Hume ocupaba el lugar de sus pensamientos, ni estamos afirmando que se lo deba ver como fundamentalmente desde esa expresión. Gracias a Dios, él escribió otras importantes obras que no contenían física o matemática y obviamente no las arrojó al fuego. Sólo decimos que este enojo antimetafísico ha marcado a la cultura occidental del s. XVIII para adelante y no ha podido ser acallado por las diversas corrientes que han intentado un rescate de la metafísica (neoescolásticos, Husserl, Rosmini).
Pero, ¿era esperable este resultado? ¿Era esperable este escepticismo antimetafísico? Después de la metafísica continental, donde incluso la física teórica dependía de la demostración de la existencia de Dios, Hume puede interpretarse como una reacción. Sin embargo, recordemos que esta crisis tiene un origen más profundo. El famoso problema del puente entre sujeto y mundo externo. Tanto Descartes como Locke quisieron cruzar el puente. Esto es, demostrar que el mundo externo existe. Pero hoy podemos, retrospectivamente, hacer esta pregunta: ¿por qué había que cruzar ese puente? Ni Aristóteles, ni Platón, ni San Agustín ni Santo Tomás intentaron cruzar nunca nada. Y hoy en día, desde perspectivas muy diferentes, un Gilson, un Putnam o incluso un Popper replantean el valor filosófico de un realismo natural que pase por el costado de ese puente. ¡Muy interesante! Lo que queremos decir es: tal vez el enojo de Hume dependió también de un puente que al intentar ser cruzado se rompía siempre en mil pedazos, haciendo caer al sujeto en las aguas encrespadas de la nada.”
7 Ver Carnap, “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”, en Ayer, op.cit.
8 Popper, K., Conjeturas y refutaciones, Paidós, 1983, cap. 11.
9 Ver Solís, C.: “Alexandre Koyré y la ha historia de la ciencia”, introducción a Koyré, A.: Pensar la ciencia, Paidós, 1994.
10 Kuhn, T.: The Road Since Structure, University of Chicaco Press, 2000, Part III.
11 Todo su famoso y clásico La lógica de la investigación científica [1934](Tecnos, 1985) está dedicado a este tema.
12 En Realismo y el objetivo de la ciencia, Tecnos, 1985.
13 En Conocimiento objetivo, Tecnos, 1988.
14 En El universo abierto, Tecnos, 1986
15 Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa, Pamplona, 1998.
16 Nos referimos obviamente a La estructura de las revoluciones científicas (Fondo de Cultura, 1970).
17 Op.cit., cap. VI, y “Objetividad, juicios de valor y elección de teorías”, en La tensión esencial, Fondo de Cultura, 1996.
18 En realismo y el objetivo de la ciencia, op.cit., introducción.
19 La lógica de la investigación científica, op.cit., cap. 3.
20 En “The Myth of the Framework”, en el libro homónimo editado por Routledge en 1994.
21 Ver “Reflections on my Critics” en Criticism and the Growth of Knowledge, Cambridge University Press, 1970.
22 Ver La metodología de los programas científicos de investigación, Alianza, 1989.
23 Feyerabend, P.K.: Tratado contra el método [1975], Tecnos, 1981, cap. 16.
24 Lakatos, op.cit., p. 152.
25 Tema central en Feyerabend, op.cit., cap. 18.
Se me podrá conceder que, efectivamente, muy interesante el “rescate” de la metafísica, en la clase anterior, pero, más allá de interminables discusiones al respecto, la ciencia no tiene que ser “rescatada” de nada. Ella aparece, gloriosa, como el reino de lo seguro, lo objetivo, lo exacto, lo probado, como lo que estaría fuera, afortunadamente fuera, de nuestras interpretaciones, esas tan humanas formas de pensar que empañan todas nuestras discusiones filosóficas, literarias, religiosas, estéticas, etc. Pero la ciencia no merece sufrir nuestras “opiniones”. Ella es el reino de los hechos.
Se habrá advertido, espero, que yo no pienso así. Pero casi todos hemos sido formados en esta visión de la ciencia porque, como dice T. Kuhn, todos hemos pasado por las escuelas primarias posteriores a Newton (1). Y, como una muestra más de este mundo post-kantiano que habitamos, la matemática y la física parecen haber seguido el seguro camino de la ciencia(2). Y el que dice que no es un escéptico. Así estamos, positivistas y post-modernos peleándose ad infinitum.
El positivismo –ese “scientism” denunciado por Hayek(3)- no es más que una exageración. ¿Por qué negar el valor del método hipotético deductivo? ¿Qué tiene de erróneo plantear hipótesis, deducir sus consecuencias, y tratar de ver qué pasa con ellas? Nada. ¿Cuál es el problema filosófico con la física, la química, la astronomía, la biología? Ninguno. El problema no es con tal o cual ciencia, sino con una posición filosófica: el positivismo. El positivismo (4) tiene una y fundamental afirmación que no depende, desde luego, del método hipotético-deductivo: lo que no es ciencia carece de sentido. A la fresca!!!, eso es otra cosa. “Carecer de sentido” es, en el neopositivismo(5), una gravísima acusación. Significa decir que todo discurso metafísico es sencillamente un engaño del lenguaje, una pseudo-proposición que nada significa. ¿Se acuerdan? Hume ya lo había dicho, muy enojado....(6)
Un buen ejemplo sería esta afirmación de Santo Tomás: “Deus est”. En el contexto de la filosofía y el lenguaje de Tomás, eso tenía un claro sentido: Dios es causa fundamental de todo lo existente. Pero los neopositivistas no eran amigos de los contextos, sino más bien, de los textos, a los cuales les tomaban examen de lógica matemática: ¿Dios es qué?, preguntaría el positivista. El “es” requiere un predicado, si no lo hay, la proposición está mal formada desde el punto de vista sintáctico.
Obviamente los tomistas tenían mucho que decir a los neopositivistas, pero estos últimos no estaban interesados en absoluto por lo que ellos –esos anticuados y conservadores estudiosos de un fraile medieval- pudieran decir. Uno de ellos, Carnap, se entretenía tomando examen de lógica a Heidegger(7), pero eso tampoco era un problema, y en primer lugar no lo era para Heidegger. El problemita se produjo cuando alguien, que hablaba el idioma que hablaban los neopositivistas, habló. Y habló en contra. Esto es, cometió un pecado mortal, dijo que la metafísica puede tener sentido.
El pecador fue Karl Popper: “...Nada más fácil que crear una nueva fórmula existencial que exprese la aserción archimetafísica: que existe una persona a que está en todos lados, capaz de colocar cualquier cosa en cualquier lado, que piensa todo lo que es verdadero y sólo esto, y tal que nadie más lo sabe todo acerca del pensar de a”(8). Y renglones más abajo: “...Su significado me parece perfectamente claro...”.
Pero Popper cometió varios pecados más. No sólo afirmó que la metafísica puede tener sentido (lo cual no quiere decir que todas las proposiciones metafísicas sean verdaderas), sino, además, que:
a) La metafísica forma parte del proceso que lleva al descubrimiento de hipótesis que serán después físicas (en esto coincidió con un brillante y poco conocido historiador de las ciencias, A. Koyré, discípulo de Husserl (9) e inspirador de T. Kuhn(10). ¡Qué chico es el mundo! J)
b) La diferencia entre metafísica y física no pasa pues por el sentido o el sin-sentido sino porque la física puede ser empíricamente contra-dicha, esto es, falsada. La física no es entonces el ámbito de lo irrefutable, sino de lo refutable (11).
c) Hay cuestiones estrictamente metafísicas de las cuales podemos tener certeza: el realismo, la noción de verdad(12), el indeterminismo(13), la inmaterialidad de la inteligencia(14). y una norma ética que sintetiza, creo, toda su filosofía: el eje central de la racionalidad es el diálogo(15)...
Lo nuevo no fue el diálogo entre la física y la metafísica (muchos tomistas, como buenos aristotélicos, ya lo estaban haciendo) sino que todo esto fuera dicho por Karl Popper, desde el centro de los debates sobre la ciencia y la filosofía de la ciencia.
Pero Popper quedó como un viejito conservador al lado de lo que vino después.
Lo que vino después fue, en primer lugar, un joven y brillante historiador de la ciencia norteamericano, a quien ya hemos nombrado, T. Kuhn. Bueno, joven cuando publica el libro que lo lleva a la fama, en 1962 (16).
Kuhn establece, entre varias , estas dos cuestiones que parecen contradecir al ya sesentón Popper:
1. La racionalidad de la ciencia no es “algorítmica” (17) esto es, no tiene exactitud lógica ni matemática. Las teorías no se eligen merced a un proceso deductivo.
2. Los científicos no quieren para nada someter a sus teorías a falsación. Al contrario, se aferran a sus teorías convirtiéndolas de ese modo en paradigmas, ejes centrales e invisibles de interpretación del mundo.
Lo primero no es de ningún modo contradictorio con Popper, aunque el modo de escribir hiciera parecer lo contrario. Popper aclarará más adelante(18) que ni la corroboración ni la falsación son lógicamente necesarias, porque la negación de una consecuencia no puede refutar el conjunto de hipótesis de una teoría. Esto es clave para comprender la “no exactitud” de la ciencia... Además, si bien Popper hablaba de “hechos”, sin embargo afirmó una y otra vez que la “base empírica” está interpretada según la teoría que tengamos in mente(19), y por eso para Popper la teoría es siempre previa a la observación, y de allí su rechazo al inductivismo. Esto es fundamental porque coloca a Popper en una posición hermenéutica mucho más cercana a Kuhn de lo que él mismo pensaba.
Lo segundo es más problemático. Se trata del enfrentamiento de dos mentalidades: prescriptiva, ética, en Popper, historiadora en Kuhn. En este último, lo importante es lo que los científicos hacen más que lo que deben hacer. Y lo que hacen es aferrarse a sus teorías. ¿O no? Popper no negaba esto último y Kuhn no negó nunca el papel del diálogo; el punto es el rol que cada uno enfatizaba para el desarrollo de la historia de la ciencia. Kuhn tuvo la enorme virtud de introducir en la epistemología la plena conciencia del papel que juega en la cosmovisión del científico su circunstancia histórica, tan sobre sus narices que él no la ve y la llama “los hechos”. En ese sentido Kuhn implica la introducción de la conciencia histórica en la ciencia positiva, y eso es bueno. Popper lo acusa después de relativista(20) pero eso es dudoso. Es verdad que Kuhn rechazaba la noción de verdad como adecuación con la realidad(21) pero... ¿Qué estaba rechazando en realidad? Tal vez una noción de verdad que implicaba “hechos” versus las teorías.... Y esa noción de verdad no conducía a ningún lado....
Bien, pero esto no es todo. En 1965, en un famoso congreso en Londres, otro joven epistemólogo, esta vez húngaro, Imre Lakatos, hace una larga ponencia que después se hace famosa(22). Parte de la fama es que trató de conciliar el espíritu prescriptivo de Popper con el espíritu historiador de Kuhn. Es verdad, si, que los científicos se aferran a sus paradigmas. Ni Galileo ni Newton eran popperianos (no son dos ejemplos “menores”): ambos estaban convencidos de la absoluta verdad de sus teorías y no pensaban criticarlos ni someterlos a falsación de ningún modo. Tenían, en ese sentido, un núcleo central que no estaban dispuestos a abandonar. Pero, con esa actitud, ellos y los que trabajaban en su programa de investigación generaban una serie de hipótesis adicionales, hipótesis ad hoc, que como un cinturón protector rodeaban al núcleo central para defenderlo de anomalías. Cuando esas hipótesis generaban predicciones que eran no falsadas, entonces el programa era progresivo. Cuando no, era regresivo, y así la racionalidad popperiana se introducía de vuelta en escena, como una consecuencia no intentada de la historia de la ciencia....
Pero entonces Feyerabend, otro brillante historiador de la ciencia, totalmente iconoclasta de ciertos criterios de racionalidad, hace una impertinente pregunta a su amigo Lakatos: ¿cuándo se sabe que un programa es progresivo o regresivo?(23). Ahora sabemos que el programa de Galileo fue progresivo, pero, ¿cómo saberlo en su momento? Galileo no triunfó porque siguió las reglas sino porque violó todas las de su tiempo.... ¿Y cómo saber qué es lo racional y lo que no ahora?
Y la respuesa de Lakatos no podría haber sido más sorprendente: la ciencia es correr el riesgo....(24) De estar acertado ahora y equivocado después, y viceversa.... (¿Les suena la palabra “riesgo” a los economistas austríacos que estén leyendo estas líneas?)
Por más sorprendente que parezca, todo el debate post-popperiano de la ciencia ha llevado a las siguientes conclusiones:
a) la ciencia depende de presupuestos meta-físicos (Popper);
b) la ciencia no puede probar con exactitud, tampoco puede falsar o corroborar con extactitud (Popper).
c) La ciencia no se maneja con hechos desnudos de interpretación, pues los supuestos hechos objetivos son interpretados desde la teoría que queremos testear (Popper).
d) La ciencia depende de paradigmas históricos tan cercanos a la mentalidad del científico, que éste no los ve como tales (Kuhn).
e) La ciencia, con conciencia de ello o no, corre el riesgo de la progresividad o no de esos paradigmas (Lakatos).
f) La ciencia depende de audaces posturas que rompen reglas, más que seguirlas (Feyerabend).
Por supuesto, puede alguno disentir gravemente con todo esto pero quiero volver a reiterar que este es el panorama de la filosofía de la ciencia del s. XX, esto es, no son estos debates que han llagado a los filósofos de la ciencia desde fuera de su “mundo de vida”. No son temas hablados desde la literatura o la filosofía tomados luego por los científicos. Son temas hablados desde los ejemplos más caros a la historia de la ciencia occidental (Galileo, Kepler, Newton) desde filósofos de la ciencia (Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend). Mario Bunge podrá decir que todos ellos están locos pero no podrá decir que está hablando con Heidegger.
No, directamente. Indirectamente, todo este debate ha implicado una confluencia entre la epistemología, la hermenéutica y la más alta filosofía que hay que ver a qué nos conduce. Por mi parte, predigo que al re-descubrimiento de un nuevo tipo de racionalidad, esa racionalidad humana de la cual la racionalidad matemática es sólo un aspecto. Predigo también que poco a poco las ciencias llamadas exactas volverán a ser más humildes, y que poco a poco se volverá a hablar de las ciencias como lo que realmente son: parte de las humanidades. Y predigo también que el último y refinado totalitarismo de Occidente, a saber, el muro de la obligatoriedad de la ciencia, caerá, dando lugar a nuevos e insospechados espacios de libertad (25).
Porque la ciencia –cabe recordar lo obvio- no es divina ni animal. Dios no la necesita y los animales tampoco. Es un producto específicamente humano y como tal debe ser visto. Es comprensible que veamos en sus logros la esperanza de que nos libre totalmente de nuestras maldades. Pero eso es hacerle jugar el papel de Dios y entonces, trágicamente, convertirla en bestia.
Lectura recomendada:
Popper, Karl: Búsqueda sin término (autobiografía intelectual); Tecnos, 1985. Caps. 1 al 10.
Notas:
1 Kuhn T.: La revolución copernicana [1955]; Orbis, 1978. Es interesante reparar en que cierta mentalidad positivista forma parte de un sustrato cultural que damos por supuesto, sin advertirlo. Es un buen ejemplo de cómo ciertas concepciones filosóficas pueden formar parte de ese mundo de vida cotidiano del que siempre estamos hablando. A modo de ejemplo, reparemos en las siguientes suposiciones, casi nunca sometidas a crítica en nuestra vida diaria: a) la ciencias son objetivas y nos hablan de los hechos; b) lo filosófico, lo literario, lo religioso, se puede debatir; lo científico, no, porque está “probado”; c) en esas “pruebas” lo numérico tiene una importancia fundamental. Los “datos” tienen que ver con cifras y estadísticas que habitualmente se nos arrojan por la cabeza, o nosotros “tiramos” sobre alguien, casi con violencia, como diciendo “y ante esto no hay discusión”. Entonces, parece que cuantos más porcentajes y estadísticas haya a nuestro favor, mejor, porque eso no estaría librado a interpretaciones. Por eso separamos el mundo entre “datos” y “opiniones”. Finalmente, suponemos que los gobiernos tienen el deber de protegernos la salud con los supuestos datos objetivos de la ciencia...
2 Kant, I.: Crítica de la razón pura, Introducción.
3 Hayek, F. A. Von: “Scientism and the Study of Society” en The Counter-Revolution of Science, Liberty Press, 1979.
4 Sobre positivismo y neopositivismo, ver la clásica compilación de Ayer, A.J.: El positivismo lógico, Fondo de Cultura, 1978.
5 La diferencia entre positivismo y neopositivismo es más bien histórica. El último refiere al movimiento específicamente llamado así o positivismo lógico, cuyos autores centrales son Schlick, Carnap, Hahn, Neurath y tal vez Hempel, y que editan la revista “Conocimiento” de 1929 a 1939. En ese año, los que tuvieron suerte, pudieron emigrar a los EEUU. A Hitler no le divertía escuchar que lo suyo carecía de sentido....
6 Decíamos en la clase 6: “Ambas respuestas son un claro ejemplo de los genes culturales puestos por Hume antes que Kant. Y, tal vez, de un modo más hostil. Cansado de las elucubraciones de la metafísica clásica continental, nuestro alegre escocés se cansó definitivamente de ella y arremetió contra toda metafísica: “...Cuando curioseamos los libros de una biblioteca, persuadidos de estos principios, ¿qué debemos destruir? Si cae en nuestras manos algún volumen, por ejemplo de teología o de metafísica escolástica, preguntémonos: ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o sobre los números? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho y de existencia? No. Entonces, arrojémoslo al fuego porque no contiene más que supercherías engaño*” (Investigaciones sobre el entendimiento humano, citado por Abbagnano en op.cit. en bibliografía obligatoria; p. 319). Obsérvese qué interesante: “supercherías y engaños”. Lo que no es física o matemática es un sin-sentido. Exactamente la misma acusación que el neopositivismo contemporáneo (1929-39) hace a toda metafísica. Hume se adelantó dos siglos. No sabemos si este enojo de Hume ocupaba el lugar de sus pensamientos, ni estamos afirmando que se lo deba ver como fundamentalmente desde esa expresión. Gracias a Dios, él escribió otras importantes obras que no contenían física o matemática y obviamente no las arrojó al fuego. Sólo decimos que este enojo antimetafísico ha marcado a la cultura occidental del s. XVIII para adelante y no ha podido ser acallado por las diversas corrientes que han intentado un rescate de la metafísica (neoescolásticos, Husserl, Rosmini).
Pero, ¿era esperable este resultado? ¿Era esperable este escepticismo antimetafísico? Después de la metafísica continental, donde incluso la física teórica dependía de la demostración de la existencia de Dios, Hume puede interpretarse como una reacción. Sin embargo, recordemos que esta crisis tiene un origen más profundo. El famoso problema del puente entre sujeto y mundo externo. Tanto Descartes como Locke quisieron cruzar el puente. Esto es, demostrar que el mundo externo existe. Pero hoy podemos, retrospectivamente, hacer esta pregunta: ¿por qué había que cruzar ese puente? Ni Aristóteles, ni Platón, ni San Agustín ni Santo Tomás intentaron cruzar nunca nada. Y hoy en día, desde perspectivas muy diferentes, un Gilson, un Putnam o incluso un Popper replantean el valor filosófico de un realismo natural que pase por el costado de ese puente. ¡Muy interesante! Lo que queremos decir es: tal vez el enojo de Hume dependió también de un puente que al intentar ser cruzado se rompía siempre en mil pedazos, haciendo caer al sujeto en las aguas encrespadas de la nada.”
7 Ver Carnap, “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”, en Ayer, op.cit.
8 Popper, K., Conjeturas y refutaciones, Paidós, 1983, cap. 11.
9 Ver Solís, C.: “Alexandre Koyré y la ha historia de la ciencia”, introducción a Koyré, A.: Pensar la ciencia, Paidós, 1994.
10 Kuhn, T.: The Road Since Structure, University of Chicaco Press, 2000, Part III.
11 Todo su famoso y clásico La lógica de la investigación científica [1934](Tecnos, 1985) está dedicado a este tema.
12 En Realismo y el objetivo de la ciencia, Tecnos, 1985.
13 En Conocimiento objetivo, Tecnos, 1988.
14 En El universo abierto, Tecnos, 1986
15 Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa, Pamplona, 1998.
16 Nos referimos obviamente a La estructura de las revoluciones científicas (Fondo de Cultura, 1970).
17 Op.cit., cap. VI, y “Objetividad, juicios de valor y elección de teorías”, en La tensión esencial, Fondo de Cultura, 1996.
18 En realismo y el objetivo de la ciencia, op.cit., introducción.
19 La lógica de la investigación científica, op.cit., cap. 3.
20 En “The Myth of the Framework”, en el libro homónimo editado por Routledge en 1994.
21 Ver “Reflections on my Critics” en Criticism and the Growth of Knowledge, Cambridge University Press, 1970.
22 Ver La metodología de los programas científicos de investigación, Alianza, 1989.
23 Feyerabend, P.K.: Tratado contra el método [1975], Tecnos, 1981, cap. 16.
24 Lakatos, op.cit., p. 152.
25 Tema central en Feyerabend, op.cit., cap. 18.
miércoles, 19 de mayo de 2010
SI MAJUL ESTÁ EQUIVOCADO, ¿ALGUIEN PODRÍA DECIRME POR QUÉ?
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1266178
domingo, 16 de mayo de 2010
LA CIENCIA Y LA METAFÍSICA, AGAIN
Una de las cuestiones que se pusieron de manifiesto en el debate anterior es el papel, el rol y el lugar de la metafísica en relación a los argumentos científicos. Al respecto sugiero leer los caps. 9 y 10 de
http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Zanotti16.pdf
Un abrazo!
http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Zanotti16.pdf
Un abrazo!
viernes, 14 de mayo de 2010
JUAN ROBERTO BRENES
A un año de la muerte de nuestro querido amigo Juan Roberto Brenes, reiteramos el homenaje que entonces le hicimos.
http://gzanotti.blogspot.com/2009/05/juan-roberto-brenes.html
http://gzanotti.blogspot.com/2009/05/juan-roberto-brenes.html
domingo, 9 de mayo de 2010
SOBRE EL ETERNO DEBATE DE UN UNIVERSO ETERNO
Bueno gente. ¡Qué debate! Por mi parte, una aclaración. MS dice: “…El planteo es por qué se puede concebir a Dios como incausado pero no se puede concebir al Universo como incausado . En este planteo , por lo menos , nadie habla de eternidad , hablo de causas . Si podés concebir que Dios no tiene causa , por qué no podés concebir que el Universo tampoco la tiene ? Vos imaginás a priori un Ser que causa ¿ Pero por qué no imaginar que ese Ser no está y el primero incausado en la cadena de causas es el Universo ? Este es el planteo”.
Ok, ante eso, los tomistas no se van a hacer problema. Santo Tomás es clásico, entre otras cosas, por haber sostenido que la razón no puede probar de por sí que el universo sea eterno o no lo sea, mientras que lo que podemos probar por la razón es que no necesariamente es eterno, y que por fe sí sabemos que “comenzó a existir”. Pero creación no es, en Santo Tomás, igual a un comienzo temporal: es igual a estar sosteniendo en el ser al ente finito, cosa que se ve por su famoso principio metafísico de causalidad: “Oportet quod omnis talis res, cuius esse est aluis quam natura sua, habeat esse ab alio”, (“De ente et essentia”). O sea, que toda cosa cuyo ser es distinto a su esencia tiene el ser por otro. Es la distinción esencia/ser la clave, y no el haber comenzado en el ser. No me mandé la parte al citar en latín, es que las traducciones pueden ser muy malas y yo agregué la mía en la lista :-)). Por ende actualmente cualquiera puede estar de acuerdo con que la hipótesis de un universo eterno en el tiempo, con una continuidad infinita de big-crash y big bangs, y a la vez sostener la creación y la Fe en un Dios judeocristiano. Simplemente esa fe agregará el dato “…en el principio creó Dios el cielo y la tierra…”.
“…Ahora –sigue MS- con respecto a la compatibilidad entre causa física y metafísica es lo que precisamente deja la puerta entreabierta de todo agnóstico”. Bien, según lo anterior, la compatibilidad entre ambas causas es en Santo Tomás perfecta. “…A priori ni afirmo ni niego la compatibilidad entre estas causas . El agnóstico no es "esperanzado" como decía Mariano , es simplemente honesto con su razón ya que se supone que no está nublada con ninguna fe religiosa . Sea con este tema de Dios o con cualquiera”. Bien, ok, se supone que todos somos honestos intelectualmente y tratamos de que nuestro intelecto esté soleado y no nublado, pero ello implica reconocer que el conocimiento humano está sanamente inmerso en horizontes culturales de precomprensión. Y por eso le reconozco el punto a MS de que un judeocristiano no puede pretender decir que está parado sólo en su razón en estos temas, y por ello escribí esa ponencia y volvemos a http://gzanotti.blogspot.com/2010/04/de-la-filosofia-cristiana-al-cristiano.html
Un abrazo a todos!
Ok, ante eso, los tomistas no se van a hacer problema. Santo Tomás es clásico, entre otras cosas, por haber sostenido que la razón no puede probar de por sí que el universo sea eterno o no lo sea, mientras que lo que podemos probar por la razón es que no necesariamente es eterno, y que por fe sí sabemos que “comenzó a existir”. Pero creación no es, en Santo Tomás, igual a un comienzo temporal: es igual a estar sosteniendo en el ser al ente finito, cosa que se ve por su famoso principio metafísico de causalidad: “Oportet quod omnis talis res, cuius esse est aluis quam natura sua, habeat esse ab alio”, (“De ente et essentia”). O sea, que toda cosa cuyo ser es distinto a su esencia tiene el ser por otro. Es la distinción esencia/ser la clave, y no el haber comenzado en el ser. No me mandé la parte al citar en latín, es que las traducciones pueden ser muy malas y yo agregué la mía en la lista :-)). Por ende actualmente cualquiera puede estar de acuerdo con que la hipótesis de un universo eterno en el tiempo, con una continuidad infinita de big-crash y big bangs, y a la vez sostener la creación y la Fe en un Dios judeocristiano. Simplemente esa fe agregará el dato “…en el principio creó Dios el cielo y la tierra…”.
“…Ahora –sigue MS- con respecto a la compatibilidad entre causa física y metafísica es lo que precisamente deja la puerta entreabierta de todo agnóstico”. Bien, según lo anterior, la compatibilidad entre ambas causas es en Santo Tomás perfecta. “…A priori ni afirmo ni niego la compatibilidad entre estas causas . El agnóstico no es "esperanzado" como decía Mariano , es simplemente honesto con su razón ya que se supone que no está nublada con ninguna fe religiosa . Sea con este tema de Dios o con cualquiera”. Bien, ok, se supone que todos somos honestos intelectualmente y tratamos de que nuestro intelecto esté soleado y no nublado, pero ello implica reconocer que el conocimiento humano está sanamente inmerso en horizontes culturales de precomprensión. Y por eso le reconozco el punto a MS de que un judeocristiano no puede pretender decir que está parado sólo en su razón en estos temas, y por ello escribí esa ponencia y volvemos a http://gzanotti.blogspot.com/2010/04/de-la-filosofia-cristiana-al-cristiano.html
Un abrazo a todos!
martes, 4 de mayo de 2010
SOBRE EL ARRESTO DE MARTÍNEZ DE HOZ
Reproducimos el editorial de La Nación del Domingo pasado.
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Editorial I
Caza de brujas
El deseo insaciable de perpetuarse en el poder hace que se utilice cualquier medio para buscar nuevas víctimas expiatorias.
La atmósfera de crispación, intolerancia y agresividad que, por la conducta intemperante del oficialismo y sus aliados, se está instalando en la Argentina alcanza ya niveles muy preocupantes. La exaltación verbal de encumbrados funcionarios del gabinete nacional parece reflejarse luego en los escraches a periodistas y en la acción de fuerzas de choque como las que agitaron la Feria del Libro.
A estas prácticas deleznables se sumó ahora la realización de "juicios populares", es decir, procesos efectuados en la plaza pública por tribunales que pretenden sustituir a los de la Constitución, seguramente para alcanzar condenas que no se conseguirían siguiendo los procedimientos que marca la ley. A quienes promueven estas prácticas, que no por realizarse a la luz del día dejan de ser clandestinas, tal vez les encantaría que su dinámica informal desembocara en la apertura de cárceles del pueblo para que todo adquiera el patético y dramático aspecto de etapas violentas del pasado nacional. Hay que celebrar que este tipo de barbarie haya quedado superado en la sociedad democrática.
Para volver más inquietante este clima, desde lo más alto del poder, es decir, desde la boca de Néstor Kirchner, comienza a alentarse otra persecución insidiosa y determinada sólo por las urgencias cotidianas del poder. Al hablar en la sede de la CGT, el martes pasado, Kirchner pidió que "desde ahora en más, sin odios ni venganzas", la Justicia "proceda a juzgar las responsabilidades como dijo la Presidenta no sólo de aquellos que lamentablemente les hicieron poner una capucha, sino de los responsables civiles e ideológicos del golpe militar de 1976".
Esta sugerencia al Poder Judicial imita la que realizó Estela de Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, en el polémico discurso que pronunció el último 24 de marzo, cuando, después de enumerar a varias empresas que producen hoy en el país, señaló que "la dictadura se hizo entre muchos, militares y civiles, al servicio del exterminio y la apropiación de niños. Son los mismos que hoy pretenden volver a las recetas neoliberales que tanto daño nos han hecho".
El grave peligro de esta estrategia consistiría en que, agotadas las instancias de los sectores militares, el Gobierno irá arrojando a la arena a ciudadanos civiles. No sólo a algunos ex funcionarios del Proceso, sino también a sus rivales actuales cuando ellos incomoden al matrimonio gobernante o simplemente puedan ser usados para fabricar supuestas "pruebas" de las siempre tan denunciadas como inverosímiles conspiraciones.
Estas prácticas y argumentos sugieren que el país está a punto de ser sumergido en una deleznable caza de brujas en la que, sin objetivos demasiado precisos, se buscará penalizar por fuera de la ley a quienes ejerzan una oposición real o simbólica con el actual elenco de poder. Atractivo y electrizante espectáculo que no alcanzará para ocultar que las columnas del oficialismo comenzaron a ser corroídas por graves episodios de corrupción.
Para inaugurar esta estrategia, con la que tanto simpatizaron los regímenes autoritarios de la primera mitad del siglo XX, Kirchner aprovechó que la Corte Suprema declaró la inconstitucionalidad del indulto dictado por Carlos Menem en beneficio de José Alfredo Martínez de Hoz.
El caso Martínez de Hoz encierra varias perspectivas. El ex ministro de Economía del gobierno de facto fue acusado por la presunta participación en un delito de privación ilegal de la libertad y tentativa de extorsión contra los señores Federico y Miguel Gutheim.
En 1986, en el gobierno del doctor Raúl Alfonsín, un juez federal le dictó prisión preventiva a Martínez de Hoz por estos hechos. Pero dos años más tarde la Cámara Federal revocó esa decisión porque no existían pruebas que acreditasen la participación del ex ministro en los hechos. Mientras Martínez de Hoz esperaba el sobreseimiento definitivo, Menem lo incluyó en sus indultos.
En 2006, el entonces presidente Kirchner pidió en público el encarcelamiento de Martínez de Hoz. Pocos días después, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, solicitó la reapertura de la causa argumentando que los hechos constituían un delito de lesa humanidad. Los señores Gutheim, cuya detención merece todos los reproches de un abuso de autoridad, no fueron desaparecidos, no estuvieron en cárceles clandestinas ni fueron sometidos a tortura. Es difícil identificar su caso con un delito de lesa humanidad, salvo que se quiera aplicar esta categoría en un sentido laxo, con el objetivo de mantener abiertas causas que la Justicia decidió cerrar.
La situación de Martínez de Hoz plantea un delicado desafío al Estado de Derecho, precisamente por tratarse de Martínez de Hoz. La del ex ministro es una figura que, por razones justas o injustas -determinar esto es parte de una valoración política-, goza de una considerable impopularidad. Es decir, se trata de alguien a quien con facilidad se puede demonizar, imputándole delitos que no cometió. Es en estas situaciones cuando la aplicación de los procedimientos y la extensión de las garantías que marcan la ley y el Estado de Derecho deben ser más escrupulosas. Porque suelen ser éstos los casos en los que, dada la antipatía que puede despertar un actor de la vida pública en la mayoría de sus conciudadanos, se suelen cometer las más graves injusticias. La civilización occidental consagró principios como el de la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia, entre muchos otros, para evitar que el castigo o la absolución sean dictaminados con arreglo a la mayor o menor adhesión que despierte una figura en la muchedumbre. De lo contrario, estaríamos sustituyendo los códigos por los deseos de la masa o las encuestas de opinión.
Las expresiones del esposo de la Presidenta podrían operar como las palabras de un demagogo que pretende agitar un sentimiento de antipatía para condicionar el pronunciamiento de los jueces; en el caso Martínez de Hoz, quien está a cargo del proceso es Norberto Oyarbide. Sin embargo, en esas expresiones hubo algo más grave: sugirieron que, desde el poder, se prepara una lista de aquellos que ocuparán el lugar que hoy le cabe al ex ministro de Economía del gobierno militar.
Desde su llegada al poder, los Kirchner no han cejado en su desaforado afán de intentar construir poder a partir de promover la intolerancia, las divisiones, los enfrentamientos, las tensiones, los resentimientos y hasta el odio entre los diferentes sectores de la sociedad. Primero fueron las Fuerzas Armadas. Luego la Iglesia, las empresas privatizadas, el sector agropecuario, los medios de difusión y últimamente hasta el Poder Judicial, cuyos miembros imparciales parecen molestar sobremanera al oficialismo.
Que estas persecuciones se realicen enarbolando la bandera de los derechos humanos es más que una paradoja. Es la revelación de que, entre nosotros, el recurso a esos nobles valores se está volviendo una coartada para el combate faccioso.
La política en materia de derechos humanos del gobierno de los Kirchner ha sido siempre sesgada y parcial. Se ha enfocado solamente en perseguir los delitos cometidos en la represión al terrorismo, olvidando en paralelo a las miles de víctimas inocentes de los atentados terroristas que claman por su derecho a la verdad y a la justicia. Un nuevo capítulo parece estar próximo a abrirse. Uno que apunta a abrir otra etapa persecutoria señalando, ensuciando, persiguiendo, lastimando y procurando encarcelar a civiles.
Esto sucede en momentos en que la Argentina se desliza peligrosamente hacia un autoritarismo creciente que está reduciendo el Estado de Derecho a la categoría de mera apariencia. El deseo insaciable de perpetuación en el poder utilizando cualquier medio (y presumiblemente hasta la sed de venganza) parece no detenerse en medir costos cuando de procurar víctimas expiatorias se trata.
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Editorial I
Caza de brujas
El deseo insaciable de perpetuarse en el poder hace que se utilice cualquier medio para buscar nuevas víctimas expiatorias.
La atmósfera de crispación, intolerancia y agresividad que, por la conducta intemperante del oficialismo y sus aliados, se está instalando en la Argentina alcanza ya niveles muy preocupantes. La exaltación verbal de encumbrados funcionarios del gabinete nacional parece reflejarse luego en los escraches a periodistas y en la acción de fuerzas de choque como las que agitaron la Feria del Libro.
A estas prácticas deleznables se sumó ahora la realización de "juicios populares", es decir, procesos efectuados en la plaza pública por tribunales que pretenden sustituir a los de la Constitución, seguramente para alcanzar condenas que no se conseguirían siguiendo los procedimientos que marca la ley. A quienes promueven estas prácticas, que no por realizarse a la luz del día dejan de ser clandestinas, tal vez les encantaría que su dinámica informal desembocara en la apertura de cárceles del pueblo para que todo adquiera el patético y dramático aspecto de etapas violentas del pasado nacional. Hay que celebrar que este tipo de barbarie haya quedado superado en la sociedad democrática.
Para volver más inquietante este clima, desde lo más alto del poder, es decir, desde la boca de Néstor Kirchner, comienza a alentarse otra persecución insidiosa y determinada sólo por las urgencias cotidianas del poder. Al hablar en la sede de la CGT, el martes pasado, Kirchner pidió que "desde ahora en más, sin odios ni venganzas", la Justicia "proceda a juzgar las responsabilidades como dijo la Presidenta no sólo de aquellos que lamentablemente les hicieron poner una capucha, sino de los responsables civiles e ideológicos del golpe militar de 1976".
Esta sugerencia al Poder Judicial imita la que realizó Estela de Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, en el polémico discurso que pronunció el último 24 de marzo, cuando, después de enumerar a varias empresas que producen hoy en el país, señaló que "la dictadura se hizo entre muchos, militares y civiles, al servicio del exterminio y la apropiación de niños. Son los mismos que hoy pretenden volver a las recetas neoliberales que tanto daño nos han hecho".
El grave peligro de esta estrategia consistiría en que, agotadas las instancias de los sectores militares, el Gobierno irá arrojando a la arena a ciudadanos civiles. No sólo a algunos ex funcionarios del Proceso, sino también a sus rivales actuales cuando ellos incomoden al matrimonio gobernante o simplemente puedan ser usados para fabricar supuestas "pruebas" de las siempre tan denunciadas como inverosímiles conspiraciones.
Estas prácticas y argumentos sugieren que el país está a punto de ser sumergido en una deleznable caza de brujas en la que, sin objetivos demasiado precisos, se buscará penalizar por fuera de la ley a quienes ejerzan una oposición real o simbólica con el actual elenco de poder. Atractivo y electrizante espectáculo que no alcanzará para ocultar que las columnas del oficialismo comenzaron a ser corroídas por graves episodios de corrupción.
Para inaugurar esta estrategia, con la que tanto simpatizaron los regímenes autoritarios de la primera mitad del siglo XX, Kirchner aprovechó que la Corte Suprema declaró la inconstitucionalidad del indulto dictado por Carlos Menem en beneficio de José Alfredo Martínez de Hoz.
El caso Martínez de Hoz encierra varias perspectivas. El ex ministro de Economía del gobierno de facto fue acusado por la presunta participación en un delito de privación ilegal de la libertad y tentativa de extorsión contra los señores Federico y Miguel Gutheim.
En 1986, en el gobierno del doctor Raúl Alfonsín, un juez federal le dictó prisión preventiva a Martínez de Hoz por estos hechos. Pero dos años más tarde la Cámara Federal revocó esa decisión porque no existían pruebas que acreditasen la participación del ex ministro en los hechos. Mientras Martínez de Hoz esperaba el sobreseimiento definitivo, Menem lo incluyó en sus indultos.
En 2006, el entonces presidente Kirchner pidió en público el encarcelamiento de Martínez de Hoz. Pocos días después, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, solicitó la reapertura de la causa argumentando que los hechos constituían un delito de lesa humanidad. Los señores Gutheim, cuya detención merece todos los reproches de un abuso de autoridad, no fueron desaparecidos, no estuvieron en cárceles clandestinas ni fueron sometidos a tortura. Es difícil identificar su caso con un delito de lesa humanidad, salvo que se quiera aplicar esta categoría en un sentido laxo, con el objetivo de mantener abiertas causas que la Justicia decidió cerrar.
La situación de Martínez de Hoz plantea un delicado desafío al Estado de Derecho, precisamente por tratarse de Martínez de Hoz. La del ex ministro es una figura que, por razones justas o injustas -determinar esto es parte de una valoración política-, goza de una considerable impopularidad. Es decir, se trata de alguien a quien con facilidad se puede demonizar, imputándole delitos que no cometió. Es en estas situaciones cuando la aplicación de los procedimientos y la extensión de las garantías que marcan la ley y el Estado de Derecho deben ser más escrupulosas. Porque suelen ser éstos los casos en los que, dada la antipatía que puede despertar un actor de la vida pública en la mayoría de sus conciudadanos, se suelen cometer las más graves injusticias. La civilización occidental consagró principios como el de la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia, entre muchos otros, para evitar que el castigo o la absolución sean dictaminados con arreglo a la mayor o menor adhesión que despierte una figura en la muchedumbre. De lo contrario, estaríamos sustituyendo los códigos por los deseos de la masa o las encuestas de opinión.
Las expresiones del esposo de la Presidenta podrían operar como las palabras de un demagogo que pretende agitar un sentimiento de antipatía para condicionar el pronunciamiento de los jueces; en el caso Martínez de Hoz, quien está a cargo del proceso es Norberto Oyarbide. Sin embargo, en esas expresiones hubo algo más grave: sugirieron que, desde el poder, se prepara una lista de aquellos que ocuparán el lugar que hoy le cabe al ex ministro de Economía del gobierno militar.
Desde su llegada al poder, los Kirchner no han cejado en su desaforado afán de intentar construir poder a partir de promover la intolerancia, las divisiones, los enfrentamientos, las tensiones, los resentimientos y hasta el odio entre los diferentes sectores de la sociedad. Primero fueron las Fuerzas Armadas. Luego la Iglesia, las empresas privatizadas, el sector agropecuario, los medios de difusión y últimamente hasta el Poder Judicial, cuyos miembros imparciales parecen molestar sobremanera al oficialismo.
Que estas persecuciones se realicen enarbolando la bandera de los derechos humanos es más que una paradoja. Es la revelación de que, entre nosotros, el recurso a esos nobles valores se está volviendo una coartada para el combate faccioso.
La política en materia de derechos humanos del gobierno de los Kirchner ha sido siempre sesgada y parcial. Se ha enfocado solamente en perseguir los delitos cometidos en la represión al terrorismo, olvidando en paralelo a las miles de víctimas inocentes de los atentados terroristas que claman por su derecho a la verdad y a la justicia. Un nuevo capítulo parece estar próximo a abrirse. Uno que apunta a abrir otra etapa persecutoria señalando, ensuciando, persiguiendo, lastimando y procurando encarcelar a civiles.
Esto sucede en momentos en que la Argentina se desliza peligrosamente hacia un autoritarismo creciente que está reduciendo el Estado de Derecho a la categoría de mera apariencia. El deseo insaciable de perpetuación en el poder utilizando cualquier medio (y presumiblemente hasta la sed de venganza) parece no detenerse en medir costos cuando de procurar víctimas expiatorias se trata.
domingo, 2 de mayo de 2010
LO QUE QUISE DECIR ES QUE……… (contradiciéndome con http://gzanotti.blogspot.com/2009/05/los-limites-del-lenguaje-y-del-dialogo.html)...
…que ya no va más pretender una filosofía que llegue “sola”, con total autonomía de la revelación, a la “existencia” de Dios. El filósofo cristiano debe asumir que, verdaderamente, es un cristiano filósofo. Esto es, alguien que reconoce a todos, desde el vamos, que cree en el horizonte judeo-cristiano, y por ende, en la creación. Eso es lo que lo lleva a considerar a las criaturas como finitas y a Dios como lo NO-finito. Ahora bien, cuando tiene que explicar ello a un no creyente, la analogía a la que me refería consiste en profundizar las auto-experiencias de la limitación de la propia existencia, que el no creyente puede compartir (punto en común, analogía) y en esa limitación se puede reelaborar el punto de partida de las vías de Santo Tomás de Aquino. Pero nunca “tratando de convencer ansiosamente”, sino sólo mostrando el camino propio recorrido, para que luego el supuesto no creyente continúe su propio diálogo interior. Como, en última instancia, con todos los temas, no sólo con este…………… Más que “tratar de convencer” hay que mostrar al otro por qué uno está convencido, y dejar que el otro medite luego en su interior………………
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