Disculpen, dado cierto agotamiento no pude escribir el art.
sobre Benedicto XVI que tengo in mente, pero sí consideré prudente reiterar -no
porque tenga algo que ver- este artículo publicado en el
www.institutoacton.com.ar en Octubre de 2011, sobre todo por la parte que dejo
subrayada.
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Si, es imparable. Es como intentar tapar el sol con
el dedo. Matrimonio homosexual,
eutanasia, madre sustituta, cambio de sexo, niños
hijos de lesbianas que deciden ser
niñas, etc etc etc etc.
Las actitudes de los católicos –laicos y jerarquía- ante
todo esto son diversas. Algunos
se parapetan en nuevas catacumbas con una espada y un
escudo contra el herético
mundo moderno. Otro intentan pelearla desde el mundo. Entre
estos últimos las
actitudes son también diversas. Unos intentan que la
legislación estatal sea contraria
todo ello basándose en la ley natural que estaría fundada en
la sola razón, para evitar la
crítica de “católico”. Pero ¿ser católico es ahora
una crítica que debemos evitar?
Benedicto XVI dijo, en Enero de 2008, que hay una razón
pública cristiana, que puede
hablar con el no cristiano sin renegar de su posición de
cristiana. ¿Cómo es eso posible?
Con un nuevo replanteo entre la razón y la fe, donde la
razón es la fe judeo-cristiana que
busca el entender, y desde ese entender, entendernos con
todos.
Otros tenemos, además, una agenda más amplia. El mundo no
es como nos gustaría que
fuera en muchos aspectos. Los niños no sólo mueren por el
aborto: mueren también por
el hambre, la desnutrición, el hacinamiento, los adultos
mueren de abandono y
depresión por el trabajo perdido, por la familia que no
logran sostener; los inmigrantes
mueren porque por las leyes anti-migratorias, son obligados
a huir de sus infiernos en
condiciones infernales, y
muchos católicos apoyan todas esas medidas estatistas que
producen el subdesarrollo, el hambre, la miseria, la muerte
más indigna, en última
instancia; pero no se sienten culpables en absoluto:
no, los culpables seríamos nosotros,
los partidarios de la economía de mercado, los cerdos
capitalistas cuyo liberalismo es
pecado, mientras ellos, desde su torre de marfil, hablan de
la cultura de la vida mientras
su anti-liberalismo militante lleva a millones de seres
humanos a la muerte.
La agenda es más amplia. Pero es verdad, sí, que desde el
lado no cristiano, los mismos
estatistas capaces de imponer todo y excluir el derecho a
la libertad de conciencia, en la
parte de libertad sexual y reproductiva han concentrado la
libertad individual, mientras
la niegan para lo demás. Libertad individual que, bien
pensada, como hemos dicho, no
incluye la libertad de matar embriones, destruir minúsculos
seres humanos congelados y
obligar al médico a quitar el suero al paciente que se
mantiene en vida sin medios
extraordinarios.
Todo eso es verdad, hay que decirlo, sí, pelearlo como
luchamos por la libertad de
comercio y la economía de mercado, porque detrás de todo
ello está también la vida de
todo ser humano que nace en este difícil planeta. Pero
calma: los valores han cambiado
y contra eso, los ataques de nervios políticos no sirven
para nada. El clericalismo de los
católicos (véase que NO hablamos de “Iglesia”) ha durado 17
siglos y el equilibrio entre
ese clericalismo y la sana laicidad no parece encontrarse
entre los mismos católicos. Tal
vez tengan que pasar muchos siglos más para que los
católicos seamos vistos de otro
modo en el mundo actual, con una autoridad moral que nunca
hemos tenido hasta ahora,
dada nuestra visión de la política:
planes plagados de racionalidad instrumental para
meternos en un mundo que nos es
extraño, para ser extraños buzos en el barro de la
historia, más que peces en el
inmenso mar del mundo y de la historia que, a los laicos,
nos debe ser propio. Los católicos
no terminamos de asumir al mundo. No nos
acostumbramos al mundo, creemos que
hacer política es planear con los obispos cómo
infiltrarnos en la cultura de la
muerte; no concebimos al mundo como la vida que
verdaderamente nos toca y, en ese
sentido, como la cultura, no sé si de la vida, pero sí
de nuestra vida, mejor o peor,
siempre cambiante, con luces y sombras diferentes según
los diversos momentos históricos,
sin desesperar, sabiendo que todo es caminata,
constructiva, sí, hacia la morada
eterna. El mundo no se nos vino encima, sencillamente,
se nos olvidó. Siempre seremos un
puñadito, sí, pero una cosa es ser manso como
paloma y astuto como serpiente, y
otra cosa es estar siempre enojado, perder
mansedumbre, ser tonto como gallina
y hablarle al mundo con una mentalidad que
muestra que definitivamente no
queremos ser parte de él. No es que el mundo nos
pasará por encima. Sencillamente,
seguirá su curso, mientras nosotros seguiremos,
ocultos, en nubes y catacumbas.
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