sábado, 22 de julio de 2023

JAQUE MATE A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

 




El Jueves 21 hubo en el Congreso de los EEUU un importante “hearing” (https://www.youtube.com/watch?v=WRPezfR_jIY&t=302s) nada más ni nada menos que sobre la libertad de expresión, o mejor dicho, el free speech de la Primera Enmienda. La oportunidad para ello fue la “weaponization” del Gobierno Federal contra los que piensen diferente. Y los casos tratados fueron el ocultamiento de la información de la laptop que tenía la información sobre los delitos e inmoralidades de Hunter Biden, cuya publicidad podría haber cambiado el resultado de las elecciones del 2020, y el caso de las vacunas, sobre todo por la posición de Robert F. Kennedy al respecto.

Pero en realidad todo ello fue la posición de Jim Jordan, republicano por Ohio (https://www.congress.gov/member/jim-jordan/J000289). Los demócratas presentes se opusieron tenaz y firmemente a que hubiera algún tipo de censura, o la justificaban de algún modo.

El debate mostró una vez más la profunda fractura de la sociedad norteamericana en este momento. Como hemos explicado una vez (https://puntodevistaeconomico.com/2021/01/25/trump-twitter-la-libertad-de-expression-y-la-importancia-de-los-pactos-politicos-originarios/ ) , en ellos se ha quebrado su Pacto Constitucional, y ello los lleva precisamente a un grave desacuerdo sobre lo que significa en realidad el free speech protegido en la Primera Enmienda.

El Pacto Constitucional originario de los EEUU consistía en un reconocimiento de que “all men” (con las restricciones históricas del caso) tenían derecho a la vida, la libertad, la propiedad. En ello coincidían todos. Por ende el free speech se movía dentro de esos parámetros.

No se plantearon los padres fundadores el problema del partido antisistema, y por ello ya hace décadas que el tema del free speech tiene casos límites como la defensa pública del Ku Klucs Klan o el tema del Partido Comunista en la época de McCarthy. Por ende, el tema no es nuevo en los EEUU.

Lo que es nuevo es la visión neomarxista de la historia norteamericana. En realidad, los EEUU habrían estado concebidos desde la lucha de clases: un heteropatriarcado blanco, explotador, contra minorías explotadas en ese momento, los afroamericans y los indígenas, a lo cual se agrega a partir de los 70 las diversas minorías sexuales como homosexuales, lesbianas, trans y todo el universo LGBT. Esas minorías son concebidas, conforme al colectivismo metodológico del marxismo, como colectivos explotados.

Por ende, es obvio que, en esa visión de la historia de los EEUU, el free speech era una mera defensa de la libertad de los blancos. Un miembro coherente de esos colectivos no va a invocar sus libertades individuales. El derecho que él tiene es a defenderse contra la explotación. Y esa defensa se ha hecho inventando nuevos delitos, como la discriminación y delito de odio, para poner presos a los explotadores blancos. Es obvio entonces que los blancos no pueden invocar el free speech para defender sus odios y discriminaciones: al contrario, deben ser coherentemente censurados y penados por ello.

El hate speech significa por ende cosas diferentes, según el horizonte que tengamos. En nuestra filosofía moral, es obvio que moralmente no hay que hacer manifestaciones públicas de prejuicios raciales o de otro tipo, pero lamentablemente ello no es judiciable, y es el precio que hay que pagar por una bien mayor: que el gobierno no decida quién habla y quien no con la excusa del hate speech.

Pero desde el neomarxismo, el hate speech es intrínseco a la clase explotadora (los blancos heterosexuales y capitalistas) y por ende hay que prohibirlo legalmente, porque hay que defenderse por la violencia contra la clase explotadora, ya sea a través de métodos directos, como los practicados por Black Lives Matter, o indirectos, como llevarlos a la justicia por medio de la acusación de delito de odio.

Por eso no hay acuerdo sobre qué implica el free speech, y si tienen la paciencia de ver las tres horas, aproximadamente, de debate, todo esto es palpable, aunque ninguno de los participantes se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo.

EEUU no tiene salida mientras que la mitad de su población sea neomarxista desde un punto de vista cultural, un logro notable de una estrategia de penetración ideológica desde sus colleges y etc. Tanto que temían al Partido Comunista y sin embargo ya lo tienen en el poder.

Curiosamente, los argumentos manejados por los demócratas presentes fueron parecidos a los esgrimidos por Gregorio XVI o Pío IX cuando, por motivos totalmente diferentes, condenaron la libertad de expresión. Ambos pontífices tenían como modelo social a los Estados Pontificios donde el “pacto” era diferente. No había allí, por principio, libertad religiosa: ciudadanía y bautismo eran equivalentes jurídicamente. Por ello la libertad religiosa y la libertad de expresión fueron condenadas juntamente, por ambos pontífices, de manera coherente. Recién con la Declaración de Libertad Religiosa del Vaticano II la libertad de expresión tiene a su vez su fundamento.

Veamos la coherencia de ambos pontífices. El bien principal es la salvación del alma. Y el príncipe secular no debe ser indiferente ante ello. Por ende, no puede permitir la difusión de “false information” de tipo religioso que lleve a la pérdida del alma.

Coherentemente, cuando la Ilustración une Estado y ciencia, entonces (véase el paralelismo) el bien principal es la salvación del cuerpo. Y el príncipe secular (ahora el Estado Moderno) no debe ser indiferente ante ello.  Por ende, no puede permitir la difusión de “false information” de tipo secular que lleve a la pérdida de la salud del cuerpo. Por ende, los Estados, al custodiar la salud (del cuerpo) coherentemente no pueden permitir el free speech de aquellos que se opongan a lo que el Estado diga que la ciencia diga que son los tratamientos médicos adecuados, y por eso Robert F. Kennedy, que no está de acuerdo con la política del gobierno de Biden sobre las vacunas, no tiene derecho a la libertad de expresión.

La solución, en teoría, como bien explicó Feyerabend, es la separación del estado y la ciencia. La separación (distinción, prefiero yo) entre Iglesia y Estado implica la libertad de expresión en materia religiosa. Y la separación entre Estado y ciencia implica la libertad de expresión en materia científica (cosa que a médicos y científicos en general les cuesta mucho comprender).

Por ello las sociedades occidentales en este momento no conciben al free speech como los padres fundadores de los EEUU lo hicieron. Porque actualmente predomina en Occidente tres creencias cuya mezcla es incoherente pero muy efectiva. Post-modernismo, neomarxismo y positivismo.

Para el post-modernismo cualquier relato es lo mismo, y no puede tener pretensiones de verdad. Si lo tiene, es totalitario. Por ende, hay que prohibir al Catolicismo como JPII y Benedicto XVI lo concibieron, esto es, una religión anclada en la razón con pretensiones de verdad.

Para el neomarxismo, hay que prohibir al heteropatriarcado explotador, del cual las religiones cristianas tradicionales forman parte.

Para el positivismo, la ciencia es la verdad y la ciencia se basa en los hechos. Y como “las opiniones son libres pero los hechos son sagrados” no tienes libertad de expresión sobre los hechos: es misinformation que debe ser prohibida.

Estas tres ideas se combinan como un torniquete que quita todo oxígeno posible a una sociedad libre y al free speech. Si el Estado (a través de sus funcionarios) decide que lo tuyo no corresponde, es misinforation y cometes el delito de difundir información falsa. Si el Estado decide que tu cosmovisión metafísica con pretensiones de verdad es autoritaria, eres un fanático que merece ser vigilado y perseguido. Si el Estado decide que tu cosmovisión metafísica es hate speech, afuera también. Y todos contentos, incluso los liberales que también creen que el Estado debe impedir la “false information” y que además están muy, muy felices cuando unas monjitas van presas por no distribuir preservativos. ¡Cómo se les ocurre!

Este drama cultural no tiene solución rápida. Sin embargo, lo interesante fue que lo que permitió el debate sobre el free speech en los EEUU fueron las normas procedimentales de la Democracia Constitucional, como Habermas habría señalado. Y las cumplieron. Se dijeron de todo, especialmente los demócratas a Robert F. Kennedy, a quien le dijeron repulsivo, peligroso y vergonzoso. Pero se lo dijeron sin levantar la voz y esperando su turno. Y Kennedy tuvo todo el derecho a defenderse.

Ese es el último bastión que queda allí, hasta que alguien se de cuenta de que esas mismas normas procedimentales fueron compiladas y sistematizadas por blancos como Hamilton, Madison y Jay.

No le demos más ideas a Black Lives Matter. Porque en ese caso, it does matter

16 comentarios:

ludovico dijo...

Brillante. Abrazo

Gustavo Garcia dijo...

La eterna discusión será sobre la libertad y sus límites... Tan paradojal como necesaria.

Fernando Romero Moreno dijo...

Si la libertad de expresión tiene límites para evitar la defensa del KKK o del comunismo, el asunto vuelve a ser el de los límites, no el de la libertad de expresión en sí misma.. Y en ese sentido la comparación con Gregorio XVI o Pío IX es irrelevante, pues ellos condenaron una libertad de expresión sin límites, no la libertad de expresión en sí misma. El problema son los estados totalitarios que niegan la libertad de expresión y los individualistas que defienden una sin límites. Entre ambas posturas hay muchas de naturaleza intermedia. Para la DSI y ya antes de Vaticano II esos límites siempre fueron los derechos de terceros, un orden público no concebido de modo naturalista o positivista y el bien común. La aplicación de mayores o menores restricciones será algo propio de la prudencia política, teniendo en cuenta las circunstancias de tiempo y de lugar, de acuerdo al orden objetivo moral. Y por lo mismo variará según el Estado sea católico o laico aconfesional. Pero de mínima sería deseable que el límite sea la ley natural, dejando una amplia libertad en todo lo que de suyo es conjetural, como sucede con las ciencias naturales y sociales. Si hay temas opinables pero especialmente sensibles en un contexto histórico determinado, puede limitarse su discusión a los ámbitos académicos, más nunca prohibirse del todo la libertad de expresión, como lamentablemente sucede hoy con muchos temas del Revisionismo Histórico en varios países.

Gabriel Zanotti dijo...

"..........Si la libertad de expresión tiene límites para evitar la defensa del KKK o del comunismo, el asunto vuelve a ser el de los límites, no el de la libertad de expresión en sí misma..". Mm, Fer, cabe una aclaración. Lo que quise decir es que los Padres Fundadores no previeron el problema del partido antisistema. Ahora bien, la manera de resolverlo ha cambiado. Constitucionalistas como Bidart Campos abogaban por una tolerancia produencial mientras esos grupos estuvieran culturalmente contenidos. Lo que cambio es que esos grupos son ahora mayoritarios y han llegado al poder. Por ende, desde ellos, todo lo que antes era Constitución, Declaración de Independencia o Bill of Rights es ahora el anti-sistema, y, como digo, esto no tiene solución sino re-estableciendo culturalmente el antiguo pacto constitucional. La comparación con Gregorio XVI y etc es pertinente porque en los Estados Pontificios, su "tesis", el pacto constitucional era diferente. Ese pacto cambia ipso facto con el reconocimiento jurídico de la libertad religiosa. De igual modo, la separación entre Estado y ciencia cambiaria ipso facto el pacto constitucional iluminista de unión entre Estado y ciencia...................

Gabriel Zanotti dijo...

"............Si hay temas opinables pero especialmente sensibles en un contexto histórico determinado, puede limitarse su discusión a los ámbitos académicos, más nunca prohibirse del todo la libertad de expresión, como lamentablemente sucede hoy con muchos temas del Revisionismo Histórico en varios países."
Totalmente de acuerdo.

Carolina Riva Posse dijo...

Muy bueno!

Fernando Romero Moreno dijo...

El fundamento de la Cristiandad no está en los Estados Pontificios sino en el Edicto de Tesalonica del Emperador Teodosio en el año 380 d.C, con gran influencia de San Ambrosio de Milán y luego de San Agustín y San Gregorio Magno. Por ese Edicto el Imperio Romano abrazó oficialmente la Fe católica. A partir de allí coexistieron cuatro principios de naturaleza universal: la catolicidad de la comunidad política; la distinción entre poder politico e Iglesia; la subordinación del orden temporal a la ley natural y divina; y la libertad del acto de Fe. Los límites a la dicha libertad fueron variados según circunstancias de tiempo y lugar, no habiendo unanimidad moral entre los Padres de la Iglesia acerca de cierta coercion respecto de las herejías. Pero las manifestaciones privadas y públicas de los cultos no católicos tuvieron diversas y distintas restricciones según los tiempos, los pueblos y la naturaleza de esos cultos. No fue idéntica según fueran herejes, cismaticos, paganos, judíos, etc. El concepto moderno de ciudadanía no existía y de allí que a los judíos se les reconocieran ciertos derechos especiales y a cambio tenían obligaciones también especiales. San Gregorio Magno resumió eso en su enseñanza Sicut Iudaeis. Los más perseguidos fueron los herejes, apóstatas y cismaticos, dado el núcleo teológico del bien común. Dignitatis Humanae más el Catecismo de la Iglesia Católica mejoraron eso en lo accidental, pero sin negar en esencia la catolicidad de la comunidad política, la subordinación a la ley natural y divina ni los límites que puedan implicar cierta coacción en materia religiosa fundamentada en la razón y en la Fe, siempre que no anule la libertad del acto de Fe. Sostener que la Iglesia estuvo equivocada en lo esencial entre 380 y 1965 no es verdad, es similar a toda la crítica (protestante, iluminista, modernista y progresista) anticatolica y es injuriosa respecto de gran parte de los Padres, los Papas y los Doctores de la Iglesia. Sin olvidar la gran cuota de Leyenda Negra que tiene y que bien refutaron historiadores contemporáneos como Belloc, Walsh, Dumont, Pernaud, etc. El modelo norteamericano era el bien posible, como ya explicó León XIII, pero no el bien mayor. De allí que las libertades individuales, aun rectamente concebidas, no pueden ser el fin propio de la comunidad política. La primacía del bien común no implica sólo su mayor importancia respecto de la libertad sino también, la subordinación del bien común inmanente al trascendente. Eso no implica confundir bien común con razón de estado o voluntad general ni identificar estado católico con fundamentalismo, hierocracia, clericalismo, integrismo o teocracia.

Gabriel Zanotti dijo...

Mm, creo que la cuestión de las investiduras no permite dogmas. Como siempre te digo, lo que NO puede ser dogma es la igualación entre ciudadanía y bautismo, sean cuales fueren las nociones análogas de "ciudadanía". Que NO se pueda decir que la Iglesia haya estado equivocada durante 17 suglos ya lo escuché. Y la respuesta es que NO es que estuvo equivocada en una posición clara y distinta. Hubo diversas aproximaciones al tema hasta que finalmente la potestas propia del príncipe secular, NO reducible a una mera causa instrumental de la Iglesia, fue afirmada por León XIII y luego llevada a sus consecuencias lógicas como sana laicidad luego del fin de WWII. Creo que eso es todo. Es inútil seguir buscando cosas definitivas en esta cuestión. ESO es lo que quiso decir Benedicto XVI con "reforma en lo contingente"...............

Fernando Romero Moreno dijo...

El ideal del Estado Católico (Estado en sentido lato, como sinónimo de comunidad política, no como Estado ideologicamente moderno) es una verdad infalible que se desprende de las Escrituras y de la Tradición. Negarlo suena a herejía, pues supone minimizar el culto debido al Dios verdadero, desconocer la Realeza de Cristo sobre el Orden Temporal, la necesidad de la Fe y la Gracia respecto de la persona humana en su naturaleza política, etc. La identificación entre ciudadanía como concepto análogo y bautismo es una exigencia en los Estados donde existe Unidad Católica o en los Estados confesionales con libertad, más no igualdad religiosa, no en los Estados laicos aconfesionales respetuosos de la ley natural y de la libertad de la Iglesia.Que en parte es algo que formalmente subsiste en nuestra Constitución, siendo según Bidart Campos uno de sus elementos pétreos. Rohnheimer no entiende esto porque él sí defiende tesis como las de Lammenais, que no se encuentran así dichas en Vaticano II ni en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sostener lo contrario es darle la razón a Mons. Lefebvre y olvidar lo que decía Juan Pablo II: no se pueden defender los derechos del hombre si antes no se reconocen los derechos de Dios. Y no siendo santos de mi devoción, es lo mismo que pensaban en su momento Juan B. Alberdi, Dalmacio Velez Sarfield y Adolfo Alsina.

Gabriel Zanotti dijo...

"..................El ideal del Estado Católico (Estado en sentido lato, como sinónimo de comunidad política, no como Estado ideologicamente moderno) es una verdad infalible................."

Con muchas aclaraciones, algunas de ellas, escritas por el mismo Benedicto XVI, vos no estarías dispuesto a aceptar.

Fernando Romero Moreno dijo...

Bueno, de hecho creo que Benedicto XVI no era claro en este asunto. Aunque podría salvar lo que digo con textos aislados de sus enseñanzas, vos me contestarlas con otras. Y la realidad es que, en este punto, el último Papa en hablar claro fue Pío XII.

Fernando Romero Moreno dijo...

Agrego algo más. Después del Edicto de Tesalonica el Imperio reprimió toda manifestación pública de herejías (en especial del arrianismo y sectas similares) y del paganismo. Entiendo que, dado el contexto histórico, se hicieron por graves motivos de paz y orden público (en lo relativo al arrianismo) y de graves inmoralidades como por ej. la pederastia (en relación a los cultos paganos), además de los peligros que había para con la verdad católica, que era la causa principal de esas restricciones (según el Catecismo de la Iglesia Católica eso hoy también es lícito, aunque dada la mayor profundización en la libertad del acto de Fe, no es la norma sino la excepción). Pero también hubo de hecho violaciones a la libertad del acto de Fe en la vida privada, lo que no es justificable. Al margen de todo ésto, hay que decir que entre el año 380 y 1965 la mayor o menor tolerancia de manifestaciones públicas de cultos falsos pasó por diversos y legítimos límites según las distintas circunstancias de tiempo y de lugar. No se puede generalizar como si la única norma aplicable haya sido la identificación entre ciudadanía y bautismo. Hubo además usos lícitos de la violencia en legitima defensa, como sucedió con el Islam. Sobre los judíos en cambio, entre el siglo IV-V, la tolerancia fue mayor, sobre todo por influencia de San Agustín, en doctrina que dos siglos más tarde explicaría el Papa San Gregorio Magno y que en plena Edad Media quedaría plasmada en la Bula Sicut Iudaeis, promulgada para evitar injustas persecuciones a los judíos. Termino recordando que injustas violaciones a la libertad religiosa fueron también cometidas y muchas veces en mayor grado, por ateos, agnósticos, paganos, judíos, protestantes, ortodoxos, etc. Juan Pablo II pidió perdón por los pecados cometidos en tal sentido por los católicos, pero también hizo que se estudiara a fondo y con todos los archivos en la mano, la historia real de la Inquisición, refutando la enorme cantidad de calumnias que se dijeron sobre ella, esas que Mons. "Tucho" Fernández parece ignorar.

Gabriel Zanotti dijo...

Cada vez más me convenzo de que, sencillamente, Pío XII y Benedicto XVI "opinaban" diferente en este tema...................

Fernando Romero Moreno dijo...

Sí, pensaban diferente. Pío XII en clara continuidad con la Tradición e incorporando con novedades implícitas en la Revelación (como la noción de sana laicidad, que no se contrapone a Estado católico), mediante un lenguaje claro, propio de su formación tomista. Benedicto XVI tratando de ampliar la noción de sana laicidad y mejorar la de libertad religiosa de Vaticano II, pero con un desconocimiento general del debate profundo entre tradicionalistas y liberales católicos acerca del tema, ciertos prejuicios sobre la Cristiandad medieval en lo político, demasiado optimismo sobre una posible Modernidad católica y con intuiciones profundas, pero sin el rigor de la terminología tomista. De hecho, las mejoras del Catecismo son las mismas que señaló Ocáriz en su famoso artículo sobre Mons. Lefebvre, donde se tuvo que tomar en serio las objeciones del Fundador de la FSSPX y darle una respuesta adecuada que hasta el momento nadie había dado. Pero eso que está en el Catecismo, nadie lo cita y todo siguió como si Dignitatis Humanae no fuera un documento necesario de ser aclarado, purificado de contradicciones e interpretado a la luz de la Tradición. Yo no soy de los que piensan que DH es insalvable, pero sí que la aplicación que hizo de hecho la Santa Sede (forzando a los pocos Estados católicos que quedaban a que abandonaran la confesionalidad o fomentando una ley de libertad religiosa que en algunos lugares fue absurda por lo amplia e innecesaria, como en España) fue lamentable. En eso no nos vamos a poner de acuerdo. Este es uno de mis límites. Vos tenés los tuyos, yo tengo los míos.

Gabriel Zanotti dijo...

No no, tranqui. Las presiones de la Santa Sede a España pueden haber estado mal. Roma no se tendría que haber metido en absoluto, lo tenían que resolver los laicos. Sobre las aclaraciones del Catecismo, perfectas, y muy bien por Ocáriz (¿es un pariente del actual Prelado del Opus, no?).
Yo simplemente te tiré un eufemismo. Te dije que ambos Papas "opinaban" diferente........

Fernando Romero Moreno dijo...

Ok, Ok, abrazo.