domingo, 28 de enero de 2024

NO AL ABUSO DE MENORES SOCIALMENTE PERMITIDO

 Uno de los pocos consensos que parece haber, actualmente, en materia de ética sexual, es que el abuso de menores es un mal y un delito gravísimo (aunque algunos ya están diciendo que si hay consentimiento del menor.........). 

Pero al mismo tiempo, hay una hiper-sexualización de los niños y una exposición para ellos del tema sexual que equivale a un abuso de menores. Eso es terriblemente hipócrita en sí mismo y es promovido y consentido a veces por los mismos padres. 

Más allá de la conveniencia de la educación sexual en el hogar, habitualmente los contenidos de la educación sexual obligatoria (impuesta por el Estado y dictada por las agendas de la ONU) son una promoción directa de la masturbación y del cambio psicológico de género, sin consentimiento de los padres. Y los padres que se oponen son perseguidos judicialmente, en gran parte de los Estados de los EEUU, en Canadá, en Europa Occidental, e incluso aquí si no fuera porque nuestra habitual anarquía permite burlar esas leyes.

Las drag queens bailan sexualmente delante de menores de todas las edades y a veces son los mismos padres los que los llevan a esos espectáculos. 

Niñas y adolescentes se visten (o se desvisten) como si estuvieran en lo que antes eran espectáculos reservados a adultos, con consentimiento y estímulo de los propios padres. 

Se estimula y se incita a los adolescentes a comenzar su vida sexual antes de que puedan entender psicológicamente qué significa todo ello y, vuelvo a decir, con consentimiento de los padres.

Todo eso es abuso sexual agravado por el vínculo. 

No se termina de entender que la sexualidad, precisamente por ser una riqueza enorme, es muy delicada.

Freud dijo claramente que cuando nacemos somos perversos polimorfos. Casi todos lo han rechazado porque creen que "perverso" es un término contrario a la tierna inocencia del bebé. No es eso lo que quiere decir Freud. Si se lo lee directamente sin pasar por la verdadera perversión, o sea Marcuse en adelante, lo que Freud dice es que cuando nacemos, todas nuestras pulsiones del Eros están in-diferenciadas. Lo que permite que se vayan socializando es el Super Yo, o sea, en otos términos, la educación, y un claro rol paterno y materno, que permiten al individuo diferenciar luego entre el amor de ternura -así lo llama Freud- entre familiares y amigos y el amor dirigido a su futura unión sexual. Y contrariamente a lo que se cree, Freud estaba plenamente de acuerdo con el papel civilizatorio de ese Super Yo. Obviamente, eso tiene un precio llamado neurosis, inevitable, y está bien, y el papel de la terapia psicoanalítca es sobrellevarlo lo mejor que se pueda. 

Sin ese Super Yo, sin ese conjunto de "no" (odiados por la cultura post-moderna) el individuo queda a merced de sus pulsiones indiferenciadas, su sexualidad queda totalmente caótica y el resultado es toda la sexualización que estamos viendo hoy. 

Y hacer todo eso con menores y adolescentes, que no pueden consentir ni entender qué está sucediendo (muchos mayores de 18 tampoco, pero algún límite legal hay que establecer para la categoría de "menor") es un abuso físico y emocional tan grave como lo que habitualmente se considera abuso de menores. 

Lamentablemente, es todo coherente. Marcuse habló en los 60 de la represión excedente del capitalismo y eso encaja perfecto con el neo-marxismo que considera las normas familiares como una explotación del patriarcado. Para ese neomarxismo no sólo mujeres, indígenas, homosexuales y afroamericanos son los explotados por el capitalismo, sino los menores también. Y son ahora todas las leyes de educación sexual obligatorias los que los van a salvar de la explotación, y si es necesario hay que defenderlos por la fuerza de sus expoplotadores, o sea los padres.

Los tiempos han cambiado. Ser padres hoy demanda una enorme formación intelectual, una gran fuerza de carácter y fortaleza para ejercer el derecho a la resistencia a la opresión. 

Asúmanlo. 

domingo, 21 de enero de 2024

ALGUNAS ACLARACIONES ACADÉMICAS SOBRE LA ESCUELA AUSTRÍACA DE ECONOMÍA.

La Escuela Austríaca se ha politizado. Por un lado, impresionante. Luego de ser un cero a la izquierda incluso en lo académico, ha pasado al centro del Foro de Davos y de la política argentina. Bueno, ok. La verdad, no estábamos acostumbrados a eso.

Por el otro, ese es el problema. Esa exposición mediática puede tener sus consecuencias negativas para la comunicación de la EA. Muchos que jamás escucharon hablar de ella están ahora tratando de conocer rápidamente, de fuentes dudosas o apuradas, qué es, y comunican lo que no entienden –tanto partidarios como detractores de Milei- y además los académicos de la EA no están acostumbrados a los cánones muy distintos de la comunicación política.

Pero esta entrada no es, precisamente, política. No es un intento de apoyo o crítica a la gestión política, económica o comunicativa del gobierno de Milei y sus funcionarios. Es solamente un intento de clarificación académica sobre algunos aspectos de la EA que se están exponiendo en medio de las confusiones comprensibles de las agitadas aguas de la política.

En primer lugar: Milei adhiere a una línea de la EA, que no es toda la EA. Está en todo su derecho. Simplemente queremos aclarar que la línea del Mises Institute sostiene que hay una EA “ortodoxa” (escolásticos, Menger, Mises, Rothbard, Hoppe) “contra” economistas austríacos “heterodoxos” (Wieser, Hayek, Machlup, Lachmann) que habrían sido más “intervencionistas”. Esa línea (la del Mises Institute) está, además, políticamente alineada con el anarco-capitalismo, y por eso Milei cita siempre a Rothbard, Alberto Benegas Lynch (h) y Jesús Huerta de Soto. El anarcocapitalismo es un movimiento político complejo que no puede ser definido unívocamente. En general se podría decir que rechazan al Estado Federal de la Constitución Norteamericana de 1787. Están ligados al movimiento anti-federalista, esto es, los que querían una con-federación con derecho a la secesión y NO una federación como la que finalmente se sancionó.

Vuelvo a decir, no es el momento de alabar o criticar esa línea que, como todas, tiene muchas verdades y otras no tanto. Simplemente hay que aclarar que no es la única línea en los austríacos. Hay muchos economistas austríacos que NO adhieren al anarco-capitalismo: son más bien liberales clásicos. Ambas líneas utilizan el nombre “libertarianismo” en contraposición al uso de los términos “liberal”, “liberalismo”, EN los EEUU, donde significan welfare state, New Deal o John Rawls. Eso produce habitualmente una gran confusión.

Hayek es el típico representante de esta línea: un liberalismo conservador, casi a lo Burke, y en economía más partidario de que pueda haber bienes públicos legítimos conforme al principio de subsidiariedad, citado explícitamente por Hayek en el libro II de Law, Legislation and Liberty. En su filosofía de las ciencias era más dialogante con la filosofía de las ciencias actual (Popper). Según Israel Kirzner (citado con toda justicia por Javier Milei) Mises y Hayek habrían constituído, a pesar de sus diferencias, un programa de investigación unificado para conformar la teoría del mercado como proceso versus las utilizaciones intervencionistas de los modelos neoclásicos habituales. Esta línea influye mucho en Don Lavoie y en su gran discípulo, Peter Boettke y sus colegas en el Merkatus Center. Esta línea de la EA de ningún modo comparte que hay una EA “ortodoxa” y otra “heterodoxa” como Hoppe ha planteado.

Por lo demás, no es verdad que la EA está necesariamente enfrentada con toda la economía neoclásica. Rothbard, Benegas Lynch y Huerta de Soto, sí. Pero en los últimos años ha habido mucho diálogo entre los austríacos y otros economistas partidarios del libre mercado que utilizan modelos neoclásicos convencionales. Esto lo destaca sobre todo Peter Boettke en su libro del 2010, Living Economics. La gran distinción actualmente es entre good y bad economics. La primera es la que entiende al sistema de precios como comunicación de conocimiento disperso. En esta línea están chicaguenses eminentes como Friedman, G. Becker, Coase; el creador del Public Choice (J. Buchanan) y sus discípulos, y los fundadores del “Law and economics”, esto es, el análisis de la relación entre derechos de propiedad y escasez. Todos estos programas de investigación (a los que habría que agregar la Nueva Economía Institucional, (Elinor Ostrom) de la cual el mismo Hayek forma parte) conforman hoy la good economics, de la cual los austríacos al estilo Boettke son una línea más.

De lo anterior se infiere que no todos los economistas austríacos sostienen que no hay fallas de mercado. Sí las hay (bienes públicos y externalidades), la diferencia con los intervencionistas es que sostienen que esas fallas son resueltas por el mercado libre a partir de la interpretación tanto austríaca como chicaguense del famoso Teorema de Coase, que fundamentalmente afirma que si hay una externalidad negativa (por ejemplo la contaminación) el mercado, como proceso de descubrimiento (Hayek), puede generar nuevos derechos de propiedad para resolver el problema. De igual modo con los bienes públicos, la mayoría de los cuales pueden convertirse en bienes públicos privados (como por ejemplo un barrio country) que también ayudan a solucionar los problemas de contaminación.

De lo cual se infiere que no necesariamente todos los economistas de la EA tienen que negar que haya problemas ambientales y climáticos que sean productos de la actividad humana. Más allá del debate de ciencias naturales de si hay cambio climático y en qué medida es natural o producto de lo humano, varios economistas de la EA, por las razones referidas anteriormente, sostienen que los problemas climáticos y de contaminación pueden ser resueltos por el mercado, en la medida que funcione como un incentivo a la generación y comercialización de energías limpias.

Por lo demás, no todos los economistas de la EA rechazan de plano el término “justicia social”. Este problema viene de que Hayek llamó justicia social a la redistribución de ingresos por parte de los gobiernos federales, lo cual genera incentivos infinitos al gasto público. Pero Hayek mismo dijo en el libro II de “Derecho, Legislación y Libertad” que el Estado puede tener un rol subsidiario sobre ciertos bienes públicos, y admite más de una vez que los gobiernos locales, municipales (siguiendo con ello la tradición de Tocqueville) pueden re-distribuir en temas de salud y educación, siempre que lo hagan de manera NO monopólica, sin impuestos progresivos a la renta, con impuestos aprobados por los ciudadanos del municipio y, obviamente, sin emisión monetaria con curso forzoso. Todas estas cláusulas, según Hayek pero también Buchanan, deberían ser elevadas a nivel constitucional, lo cual sería el fin del crony capitalism (capitalismo de amigos) tan confundido ahora con el mercado libre.

Por lo demás, no todos los economistas y pensadores austríacos tienen un enfrentamiento con la Doctrina Social de la Iglesia. Autores como Michel Novak, Robert Sirico, Leonard Liggio, Alejandro Chafuen, Samuel Gregg y Martin Rhonheimer y muchos más en España, Italia y Argentina, han establecido una línea de diálogo con los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia, ayudando también a separar de esta última de sus versiones habitualmente intervencionistas. Son autores que retoman, en un ambiente eclesial hostil, la misma línea de liberales clásicos católicos como Lord Acton, Lacordaide, Montalambert, Ozanam, Rosmini, Sturzo, los liberales católicos del s. XIX, una corriente tan olvidada hoy tanto por católicos como por liberales.

Por lo demás, no todos los economistas de la EA son culturalmente conservadores, pero sí todos se oponen a la intervención del estado en ciertas áreas. Así, por ejemplo, se oponen al feminismo radical en la medida que éste implique la imposición coactiva de cuotas y cupos en la contratación de personal; igual restricción tienen, en general, contra toda affirmative action que aunque bien intencionada moralmente, lleve a la intervención coactiva del estado en esas materias. De igual modo, también se oponen a los programas estatales obligatorios de educación, lo cual incluye la educación sexual impuesta por el Estado, la cual (como, por lo demás, como todos los contenidos educativos) debe ser voluntaria y quedar a la libre decisión de padres e institutos privados. De igual modo se oponen a políticas de diversidad de género que sean obligatoriamente impuestas por el Estado, e igualmente defienden la libertad de expresión en temas donde parece imponerse coactivamente una sola voz, ya sea del gobierno o de la ONU, en temas de clima, indigenismo, diversidad sexual o pandemias. O sea: en materia de educación y salud (y pandemias) defienden también que el conocimiento disperso tiende a la coordinación por medio de la libre expresión (Mill, Popper, Hayek, Feyerabend) y del mercado libre, tanto en contenidos como en eficiencia, lo cual no es más que seguir a Mises en cuanto a la imposibilidad de cálculo económico en el Socialismo en todas las áreas, no sólo en economía. Eso no los hace conservadores, sino sencillamente liberales clásicos o libertarios.

No hemos agotado todos los temas. Simplemente espero haber dejado claro que la EA y la corriente de pensamiento llamada “liberal” no es algo tan simple y unívoco como el debate político, por motivos comprensibles, presenta a ambas corrientes.

Pero ello tiene consecuencias políticas: la alianza y el diálogo con sectores políticos que, aunque no liberales, estén dispuestos a colaborar con una Argentina conforme a la Constitución de 1853. 

miércoles, 17 de enero de 2024

LO MÁS IMPORTANTE DEL DISCURSO DE MILEI...............

 .............es que haya sido dicho en Davos, y haya despertado todas las sorpresas y perplejidades que despertó.

Porque entre los liberales, "que no somos manada", habrá diferencias con el discurso en sí mismo. Pero no es el caso. No importa ahora lo que yo u otros opinemos de eso. Lo importante es que ideas libertarias han sido dichas en el lugar justo, el centro del intervencionismo mundial. El lugar que muchos creen que es ahora Occidente o la libertad, cuando definitivamente no es así. Es el lugar desde donde Occidente se está tirando al precipicio. Y una voz, imperfecta, sí, de colores fueres y sin matices, como todo lo lationamericano, pero voz al fin, les dijo lo que merecían escuchar, lo que no querían escuchar, lo que nunca hubieran esperado escuchar. 

Eso ha sido lo importante, eso ha sido lo histórico. 

Por lo demás, la complejidad misma de los fenómenos sociales se encargarán de ir colocando los detalles en su lugar. 

LA CRÍTICA DE EDMUND BURKE AL CONSTRUCTIVISMO SEGÚN GEORGE SABINE

 "...Fue este sentido de la solidez de la vida comunal y de la relativa impotencia de la razón y la voluntad individual es que hizo a Burke enemigo de las ideas abstractas en política. Tales ideas son siempre demasiado sencillas puede encajar en los hechos. Dan por supuesto un grado de inventiva que ni siquiera el estadista más sabio posee y un grado de adaptabilidad del que carecen las instituciones. Éstas no son inventadas o creadas; viven y se desarrollan. De ahí que haya que aproximarse a ellas con reverencia y tocarlas con precaución, ya que el político planeador e imaginativo que inventa planes especulativos y aventurados de nuevas instituciones, puede con facilidad destruir aquello que no tiene la inteligencia necesaria para reconstruir. Las viejas instituciones operan bien porque tienen tras sí mucho tiempo de habituación, familiaridad y respeto; ninguna nueva invención, por lógica que sea, operará hasta que ella haya reunido a su alrededor un cuerpo semejante de hábito y sentimiento. Por ello, las pretensiones de los funcionarios de hacer una nueva constitución y un nuevo gobierno eran, a los ojos de Burke, locas y trágicas a la vez. Puede cambiarse y mejorarse un gobierno, pero sólo poco a poco y siempre de acuerdo con los hábitos de su pueblo y dentro del espíritu de su propia historia. Esto era lo que quería decir Burke cuando hablaba de consultar el espíritu de la constitución. Tenía una reverencia casi mística por la sabiduría de un pueblo encarnada en sus instituciones. Suponía que una gran tradición política contiene siempre la clave de su propio desarrollo, no siguiendo de modo servir los precedentes, sino mediante la adaptación de una práctica consuetudinaria a una situación nueva. Esto era para él el arte del estadista, conservar por medio del cambio. Se trataba de una facultad de penetración tanto como de razón y en cuanto tal no era susceptible de ser definida"


Sabine, G.: Historia de la teoría política, FCE, 1989, p. 466-467.

 

lunes, 15 de enero de 2024

domingo, 14 de enero de 2024

SOBRE EL DNU, EL "RULE OF LAW" Y EL LIBERALISMO CLÁSICO.

 En los debates sobre la legitimidad o no de que un gobierno "liberal" dicte un DNU el que se está debatiendo, he notado una tendencia a decir que la constitucionalidad del DNU radica en que deroga legislaciones intervencionistas violatorias de libertades individuales protegidas en el texto constitucional. Ello ha llevado a cierta contraposición entre "liberalismo" y "república": el DNU puede llegar a ser contrario a la división de poderes pero no a las libertades individuales y por ende no contrario al liberalismo.

¿Es correcta esta argumentación?

Creo que los liberales interpretan de este modo este clásico texto de Hayek en su artículo "El liberalismo" de 1973:

 

"...La insistencia sobre el principio de una ley igual para todos y la consiguiente oposición a toda suerte de privilegio legalmente reconocido aproximaron considerablemente el liberalismo al movimiento a favor de la democracia. En efecto, en las luchas del siglo XIX para conseguir gobiernos constitucionales, el movimiento liberal y el democrático fueron a menudo indistinguibles. Pero, con el transcurso del tiempo, se hicieron cada vez más evidentes las consecuencias del hecho de que ambas doctrinas estaban ligadas —en última instancia— a problemáticas muy distintas. El liberalismo se interesa por las funciones del gobierno y, en particular, por la limitación de sus poderes. Para la democracia, en cambio, el problema central es el de quién debe dirigir el gobierno. El liberalismo reclama que todo poder —y por lo tanto también el de la mayoría— esté sometido a ciertos límites. La democracia llega, en cambio, a considerar la opinión de la mayoría como el único límite a los poderes del gobierno. La diversidad entre ambos principios se patentiza si se piensa en los respectivos opuestos: para la democracia, el gobierno autoritario; para el liberalismo, el totalitarismo. Ninguno de los dos sistemas excluye necesariamente el opuesto del otro: una democracia puede muy bien ejercer un poder totalitario, y en el límite es concebible que un gobierno autoritario actúe según principios liberales".

Por supuesto, hay que colocar el texto en el contexto de la obra de Hayek para entender sus preocupaciones. Para Hayek el problema es el límite al poder. El “régimen” no es en ese sentido el problema, sino el límite. Por eso sus invectivas contra la democracia ilimitada, y por eso dice que es “concebible” que un gobierno autoritario actúe según principios liberales.

 

¿Quiere decir ello que Hayek no ha defendido la tradición del Rule of Law que proviene de la tradición anglosajona? ¿Quiere decir ello que siempre ha defendido una monarquía absoluta “liberal” dejando de lado la evolución de las instituciones inglesas, sobre todo luego de 1688? ¿Quiere decir ello que defendió siempre un poder ejecutivo sin división de poderes al estilo anglosajón?

 

No. De ningún modo. El cap. 11 de su libro “Los fundamentos de la libertad” está dedicado a la explicación de la evolución del Estado de Derecho. No sólo en ese texto, Hayek siempre ha visto al liberalismo como la evolución de un orden espontáneo inglés donde “división de poderes” significaba que el rey y el parlamento no legislaban contra el “law” custodiado por los jueces (common law) y la Cámara de los Lores. Llevado eso al aporte norteamericano (capítulo 12 del referido libro) ello significó un gobierno mixto, donde la monarquía se convertía en el poder ejecutivo; la aristocracia, correspondiente a la Cámara de los Lores y a los Jueces, en el Senado, la Suprema Corte, el control de constitucionalidad y la elección indirecta (colegion electoral) del presidente y senadores; y el elemento democrático, muy limitado, que en Inglaterra era el parlamento, se convertía en The House o la cámara de diputados.

 

Hayek no sólo nunca abjuró de todo ello, sino que lo defendió siempre como el mejor ejemplo de limitación al poder en contraposición, sí, a la democracia “a lo Rousseau”, donde (independientemente de que esa interpretación de Rousseau fuera correcta) el poder legislativo era ilimitado.

 

Por supuesto, el ideal regulativo de la filosofía política de Hayek, su “imperativo categórico implícito”, como siempre digo, son las libertades individuales, que evolucionaron con el common law, no in abstracto, sino en lo concreto de esa tradición jurídica. Por supuesto, Hayek siempre fue muy crítico de la “in-volución” posterior de las instituciones inglesas y norteamericanas, pero cuando llegó el momento de proponer reformas, en el libro III de “Derecho, Lagislación y Libertad”, la propuesta fue una reforma constitucional, donde enfatizaba una vuelta a la Cámara de los Lores y al gobierno de los jueces. Independientemente de la practicidad de la propuesta, es obvio que siempre volvía al espíritu del Rule of Law originario, y nunca a un poder ejecutivo sin la división de poderes al estilo inglés. Claro que es “concebible” un déspota ilustrado sin ningún límite jurídico que respete los derechos individuales, pero no fue esa la propuesta concreta de Hayek. El jamás defendió a un Hobbes liberal ni nunca lo propuso.

 

Hasta aquí, nuestra interpretación de Hayek.

 

Ahora veamos el problema de los liberales latinoamericanos, a los cuales les hemos dedicado ya otras entradas (https://www.hacer.org/pdf/Zanotti04.pdf; https://gzanotti.blogspot.com/2023/12/sobre-el-constructivismo-criticado-por.html; https://gzanotti.blogspot.com/2023/05/el-problema-del-liberalismo-argentino.html; https://gzanotti.blogspot.com/2023/05/la-obsesion-por-el-poder-ejecutivo.html; https://gzanotti.blogspot.com/2023/03/la-inseguridad-no-implica-abandonar-el.html; https://gzanotti.blogspot.com/2022/05/valores-catolicismo-y-desarrollo_38.html;).

 

 

Pero ahora demos un giro adicional: creo que la tradición liberal clásica no fue pensada para ellos, y creo que Hayek no escribía para ellos. Ellos siempre se enfrentaron, ya sea con dictaduras de izquierda, ya sea con democracias ilimitadas donde jueces y congreso tenían poderes absolutos y políticas intervencionistas. Con lo cual siempre se les planteó la pregunta del millón: cómo cambiar eso jugando dentro de lo que quedaba de reglas democráticas (esto es, suponiendo que no se llega a extremos de hipocresía y cinismo como Chávez y Maduro).

 

Ante esa pregunta, desarrollaron la tendencia a depositar sus esperanzas en poderes ejecutivos fuertes, que gobernaran contra el Congreso, o directamente con gobiernos militares que muchos de ellos consideraban despotismos ilustrados (yo fui testigo directo de muchos civiles ilustrados liberales en Argentina, que, en 1976, miraban a Videla como si fuera el General de Gaulle).

 

Y por eso interpretan el referido texto de Hayek como dándoles la razón.

 

El problema de ese “liberalismo constructivista” radica en dos cuestiones:

 

a)      El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Lord Acton. No es novedad pero parece que sí. No ha habido históricamente ningún caso de poder absoluto que respete por buena voluntad las libertades individuales, sencillamente porque la naturaleza humana no da para eso. Si así fuera, busquemos al santo en cuestión y problema político terminado. Pero ello es contrario a toda la tradición constitucionalista de “El Federalista” y de la naturaleza humana como la describe Adam Smith, que junto con Locke estuvieron a un milímetro de ser tan pesimistas como Hobbes.

 

b)   Por paradójico que sea, una sociedad que por décadas está acostumbrada al corporativismo y a una legislación intervencionista, con división formal de poderes, también es un límite al poder. ¿De quién? De quien intente barrer con todo ello de un día para el otro, ejerciendo violencia contra las tradiciones existentes. Los liberales latinoamericanos creen que Hayek sólo habla de tradiciones cuando se refiere a tradiciones liberales. No es así. Su advertencia contra el constructivismo es una afirmación de la evolución contra la revolución. Toda evolución. Una sociedad corporativa e intervencionista es una base cultural que, o declina totalmente, o evoluciona, pero siempre a partir de sí misma, nunca a partir de un acto de afirmación legislativa violenta. Comprendo que los liberales latinoamericanos no tengan paciencia. Pero han olvidado lo que significa un marco cultural, cualquiera sea. La revolución siempre implica violencia. La violencia siempre refuerza la anomia institucional. Los liberales latinoamericanos siempre se piensan a sí mismos como El Zorro luchando contra el malo comandante. Pero a Diego de la Vega nunca se le ocurrió que su salida reforzaba la anomia institucional donde se encontraba. La cuestión era lograr que las instituciones limitaran el poder, ya sea del Capitán Monasterio o de Diego de la Vega. De lo contrario, estos se irán sucediendo uno a otro en un corsi y ricorsi de la Historia que siempre manifestaría una inestabilidad política intrínseca, que es todo lo contrario a las condiciones políticas del desarrollo económico.

 

Por supuesto, cómo lograr que una sociedad intervencionista evolucione hacia el liberalismo es la pregunta del millón. Las propuestas, al respecto, son conjeturas. Pero la violencia viola el deber ser y además no funciona (1).

 

Y eso es, creo, una certeza. 


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PD: Esto NO implica que "el experimento Milei" necesariamente no funcione. Puede ser que el DNU entre en una instancia de negociación del cual salga un 50%; puede ser que sindicatos y organizaciones sociales no le invadan la Casa Rosada; puede ser que las presentaciones judiciales no prosperen; puede ser que la población en general soporte el sinceramiento de precios sin apoyar a opositores cada vez más populares, pero son todos "puedeseres" muy complejos....

domingo, 7 de enero de 2024

LAS ACLARACIONES DE RATZINGER SOBRE EL VATICANO II Y LA MODERNIDAD CATÓLICA

PUBLICADO EN CRITERIO, NOV/DIC 2023

1100 páginas, sin los apéndices y los índices. Esa es la extensión de las aclaraciones y comentarios de Joseph Ratzinger al Vaticano II, publicados como los tomos VII/1 y VII/2 de sus Obras Completas[1]. Ninguna de las objeciones habitualmente hechas contra el Vaticano II desde sectores tradicionalistas está sin responder. Coherentemente con su hermenéutica de lo continuidad en lo esencial, y reforma en lo contingente[2], todo está explicado desde allí: desde la Revelación y Eclesiología de Lumen gentium y Dei verbum, hasta la libertad religiosa en Dignitatis humanae, el diálogo con las religiones no cristianas en Nostra aetate, el ecumenismo en Unitatis redintegratio, las reformas litúrgicas, el tema de la colegialidad, la famosa Nota explicativa previa, el famoso subsistit…… Y, por supuesto, largos comentarios a Gaudium et spes, el significado de “mundo”, de aggiornamento….

No he visto nunca ninguna referencia a estos dos tomos, cuya edición alemana es del 2012, en los habituales críticos tradicionalistas (que abarcan una diversidad de posiciones: desde los lefebvrianos moderados hasta los radicales, los sedevacantistas, y católicos que sin negar al Vaticano II les piden aclaraciones –que yo no niego que en los tiempos actuales puedan ser pertinentes, no por defectos intrínsecos del Vaticano II, sino por sus interpretaciones progresistas en total dis-continuidad-). Pero que yo no las haya visto no quiere decir que no existan. Se me pueden haber escapado muchas cosas.

La relevancia de estos dos tomos en los tiempos actuales es absoluta. Hacia fines del pontificado de Benedicto XVI, el diálogo con los sectores moderados del lefebvrismo iba avanzando. Pero luego, por supuesto, todo se detuvo. Algunos sostienen que las actuales crisis post-moderna en la Iglesia, esto es, una interpretación del cristianismo en clara contradicción con el Catecismo de la Iglesia Católica, se debe directamente al Vaticano II. Ratzinger es la clave para comprender que ello no es así.

¿Es la intención de este artículo resumir el contenido de estos dos tomos? Por supuesto que no. Creo que ello sería entre imposible y contraproducente. Los dos tomos ya son un resumen de la vida de Joseph Ratzinger como protagonista del Vaticano II. Hay que leerlo con calma desde ese contexto y en relación a todo el pensamiento de Ratzinger. Un resumen aún mayor haría pensar que el tema es breve o que las respuestas pueden ser taxativas. Ello sería contrario no sólo al espíritu del autor, sino a la importancia del tema. A los que consideran que el Vaticano II es el origen de todos los males, habría que decirles tolle lege. Conozco algunos coherentes que sostienen que Ratzinger e incluso su magisterio como Benedicto XVI está equivocado en estos temas. Bueno, que lo reiteren, pero si citan estos textos sería mejor.

Pero hay un tema, como filósofo, que querría comentar, y que creo que está en la clave de todos estos temas teológicos, si es que la filosofía y la teología se pueden separar en estos temas.

Lo que está en juego en todo esto es la relación entre Catolicismo y Modernidad. Porque, como el mismo Ratzinger aclara, en el Vaticano II la Iglesia no se habla a sí misma, como fue necesario, históricamente, en Trento y en el Vaticano I. Habla al mundo, y el “mundo” al que habla (que tampoco es “externo” a la Iglesia, porque los laicos forman parte del mundo en sentido propio) es el mundo moderno.

Pero, ¿qué es la Modernidad? Esa es la clave de la cuestión. Porque el contexto histórico del Vaticano I es la segunda fase del pontificado de Pío IX, quien se enfrenta, siguiendo a Gregorio XVI, a todo el mundo moderno, sin distinciones[3]. Porque lo que allí sucede es la NO distinción entre Modernidad e Iluminismo, carencia conceptual que padecen tanto los católicos que se oponen a todo diálogo con el mundo moderno, como los no creyentes que siguen pensando que la Iglesia está irremisiblemente unida a la oscuridad de la irracionalidad, el fanatismo y la superstición.

Pero esos no creyentes son en realidad iluministas. La distinción entre Modernidad e Iluminismo es esencial en dos autores: Augusto del Noce[4] y Francisco Leocata[5]. Ambos aclaran que la clave de un mundo post-medieval contradictorio con toda trascendencia está en el libertinismo erudito. Leocata lo ha aclarado bien a lo largo de toda su obra, pero especialmente en La vertiente bifurcada (op.cit), lo aclara muy bien: autores como Montaigne, Charron, La Mothe Le Vayer, Naudé, etc[6]., habrían tomado lo peor del escepticismo y el hedonismo de la filosofía antigua para exponer una visión del hombre que sí se resume en una vida humana librada a la arbitrariedad de sus pulsiones y por ende identificada con ese libertinaje total, que aún hoy ciertos tradicionalistas atribuyen al “liberalismo”, citando al famoso libro de Felix Sarda y Salvany[7], como si todo ello se identificara con Locke, Montesquieu, Tocqueville, El Federalista….

El Iluminismo no es por ende la Modernidad. El Iluminismo se caracteriza por su radical voluntad de inmanencia, al decir de Leocata[8]. Eso es lo que lo aparta de toda trascendencia cristiana, y se concentra en el ala radical de la Revolución Francesa y en los autores más cientificistas de La Enciclopedia, como D´Alambert, más moderadamente, y Diderot, más radicalmente[9]. Ese Iluminismo radical no es lo mismo que el más moderado de Kant, donde aún se mantienen valores morales y preocupaciones ontológicas, en algo compatibles con la escolástica anterior[10].

La Modernidad, por ende, es otra cosa. Sintetizando al pensamiento de Leocata con el de Ratzinger, la modernidad se caracteriza por lo siguiente. Primero, la emergencia de la ciencia y de la técnica como un resultado del neoplatonismo cristiano medieval, donde Dios es el autor de un mundo físico regido por una matemática que es reflejo de la mente de Dios[11]. Ese era el pensamiento de Copérnico, Galileo, Copérnico y Newton, a lo cual se agrega la autonomía de las causas segundas de Sto. Tomás, todo lo cual implica, uno, la famosa autonomía relativa de lo temporal en las ciencias, y dos, una noción de mundo sanamente secularizado y des-mitificado, totalmente compatible ello con la idea de creación.[12]

Segundo, un replanteo de la relación entre príncipe secular e Iglesia, sobre todo a partir de la des-clericalización llevada adelante por Francisco de Vitoria[13], que toma elementos de Aristóteles y Santo Tomás en cuanto a que el bien común temporal es causa eficiente principal en su propio ámbito. Ello lleva coherentemente a la justa autonomía de lo temporal en materia social y a la noción de sana laicidad, tan cara al pensamiento de Ratzinger[14].

Tres, un replanteo de la dignidad humana como que todo ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, pero llevado ello a las nuevas circunstancias del descubrimiento de América y la consiguiente evangelización, que llevan a la emergencia histórica de los derechos del súbdito ante el príncipe secular. Ese es el fundamento católico de las libertades civiles y especialmente de la libertad religiosa, cuya clarificación conceptual en la Iglesia es recién en 1965[15], luego de largas aclaraciones necesarias por el enfrentamiento con laicismo de la Revolución Francesa.

Todo ello es la modernidad católica. Nada más ni nada menos.

Todo ello pudo ser visto por Rosmini[16], pero no por Pío IX. No es que la Quanta cura esté equivocada: el problema es su rechazo radical al Iluminismo sin las aclaraciones pertinentes sobre la Modernidad en lo político, que van surgiendo con León XIII, Pío XII y Juan XXIII[17], y se concretan, precisamente, en los documentos más controvertidos del Vaticano II. Nostra aetate, Unitatis redintegratio, Gaudium et spes y Dignitatis humanae son precisamente la modernidad católica. Es coherente que sean rechazados por los sectores tradicionalistas que nunca vieron, precisamente, la distinción entre Iluminismo y modernidad. La modernidad católica de esos documentos fue un logro de pensadores y teólogos católicos que luego de la primera guerra fueron fermentando todas esas nociones que luego se concretaron en esas declaraciones y decretos, que no surgieron por ende de la nada.

Pero no esquivemos un bulto. La declaración de infalibilidad del Vaticano I fue impulsada por Pío IX en el contexto de su rechazo total al “mundo moderno” sin distinciones, unido ello a una intensa concentración del poder religioso del pontífice. Así se entiende la respuesta de Pío IX al Cardenal Guidi[18], cuando le propuso una formula superadora entre los partidarios y opositores a la declaración (impulsados estos últimos por Dollinger, santo varón sepultado injustamente en el olvido). Esa respuesta, que, gracias a Dios, nunca mejor dicho, no formó parte de la declaración, fue “la tradición soy yo”[19]. Todos los grandes teólogos que redactaron esas declaraciones (entre ellos Ratzinger) conocían perfectamente este episodio, aunque no se acostumbraba recordarlo en público.

La doctrina de la colegialidad del Vaticano II fue, y sigue siendo, precisamente, la respuesta –basada en la tradición de los doce apóstoles- a esa afirmación de Pío IX. No quiere decir (y esto va para todo el Vaticano II) que haya sido una respuesta definitiva, cerrada a ulteriores aclaraciones, y que no haya quedado dentro de un humo de conflictos como la misma Nota explicativa previa lo manifiesta. Pero los tradicionalistas, que no quieren ni quisieron saber nada con la colegialidad, agradézcanle la colegialidad a la no sutil franqueza de Pío IX.

Resumiendo: los sectores tradicionalistas seguirán rechazando al Vaticano II, o seguirán pidiendo aclaraciones y aclaraciones (como los epiciclos a los epiciclos) mientras no comprendan la distinción entre Iluminismo y Modernidad, y mientras no comprendan la noción de diálogo que los teólogos del Vaticano II aprendieron de Gadamer, de Buber y de Levinas, y que se encuentra asumida en la Ecclesiam suam de Pablo VI[20], escrita no de casualidad un año antes del cierre del Vaticano II.

Por supuesto, habrá muchos que se horrorizarán de esta conclusión. Pero en los tiempos actuales, de caos doctrinal absoluto, donde hay tantos catolicismos como católicos, no hay más remedio que hacer aún más lo de siempre, esto es, seguir la conciencia. Y mi conciencia me dicta fidelidad a la hermenéutica de la continuidad y la reforma explicada por Benedicto XVI.



[1] BAC, Madrid, VII/1 y VII/2,  2013 y 2016 respectivamente.

[2] Nos referimos a su discurso del 22-12-2005. Ojalá ese discurso hubiera sido una encíclica.

[3] Nos referimos a las famosas Mirari vos, de Gregorio XVI, y Quanta cura, de Pío IX, 1836 y 1864 respectivamente.

[4] Sobre del Noce, ver Riva Posse, C., La filosofía hecha mundo. La interpretación filosófica de la historia contemporánea en Augusto del Noce, Instituto Acton, Buenos Aires, 2023.

 

[5] De Leocata, sobre estos temas, ver Del iluminismo a nuestros días. Síntesis de las ideas filosóficas en relación con el cristianismo, Buenos Aires, Ediciones Don Bosco, 1979;  Estudios sobre fenomenología de la praxis, Buenos Aires, Centro Salesiano de Estudios, 2007; y, sobre todo, La vertiente bifurcada: La primera modernidad y la ilustración, Buenos Aires, EDUCA, 2013.

 

[6] Op.cit., cap. V

[7] El liberalismo es pecado (1884), ediciones diversas.

[8] Del Iluminismo a nuestros días, op.cit.

[9] La vertiente bifurcada, op.cit, cap. VI.

[10] Op.cit., cap. IX.

[11] Sobre este tema, ver Koyré, Alexandre, Estudios galileanos, Madrid, Siglo XXI, 1990;  Estudios de historia del pensamiento científico, Madrid, Siglo XXI, 1990, y Del mundo cerrado al universo infinito, Madrid, Siglo XXI, 2000.

 

[12] Hemos desarrollado estos temas en Judeo-Cristianismo, Civilización Occidental y Libertad, Instituto Acton, Buenos Aires, 2018.

[13] Este punto está muy bien explicado en Fazio, Mariano: Francisco de Vitoria. Cristianismo y Modernidad, Eds. Ciudad Argentina, Buenos Aires 1998.

 

[14] Ver su Introducción al Cristianismo, Sígueme, Salamanca, 2016.

[16] Sobre Rosmini, ver MURATORE, U., Antonio Rosmini. Vida y pensamiento, BAC, Madrid 1998. Antonio Rosmini es un perfecto ejemplo de la modernidad católica, y una víctima de las lamentables intrigas vaticanas ultramontanas. Sobre su total rehabilitación, ver Nota sobre el valor de los decretos doctrinales con respecto al pensamiento y a las obras del sacerdote Antonio Rosmini Serbati, de la Sagrada Congregación sobre la Doctrina de la Fe, 2011, escrita y firmada no de causalidad por Joseph Ratzinger:  https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20010701_rosmini_sp.html

 

[17] Hemos comentado todas esas aclaraciones en Judeo-Cristianismo…. Op.cit., cap. 6. Ver al respecto, también, Irrazábal, G.: Iglesia y democracia, Instituto Acton, Buenos Aires, 2014.

[18] Sobre Dollinger, Pío IX y el Cardenal Guidi, ver Howard, A.T.: The Pope and the Professor, Oxford University Press, 2017.

[19] Op. Cit, nota al pie nro. 202.