domingo, 29 de julio de 2012

LA DUCHA EN LA ÚLTIMA PELI DE WOODY

¿Cuál es el símbolo detrás de una ducha en el escenario en la cual el artista puede lucirse?
Una ducha en una ópera clásica, para que el artista pueda cantar a la perfección, es precisamente ridícula.
¿Pero qué simboliza ese ridículo?
El cantante en cuestión era magnífico pero él no quería otra cosa sino cantar en su ducha.
Pero otro ve en él una oportunidad para la fama y el consiguiente éxito.
Entonces le propone cantar en el escenario con su ducha.
He allí la cuestión: cuando la fama surge espontáneamente del propio ser "siendo", no directamente buscada, entonces ok. El bien es difusivo de sí y si además de ser es conocido por muchos, ok.
Pero cuando la fama se busca por la fama misma, entonces se produce el olvido del propio ser, el verdadero olvido del ser. Y la existencia se agita buscando un éxito que, como anestesia, la cubra de ese vacío existencial. Y se puede incluso caer en el ridículo si el ridículo da fama.
Por eso la ducha en el escenario.
Para no caer en el ridículo, hay que seguir las exigencias del propio ser: eso se llama vocación. Si la fama viene, que venga, si no viene, que no venga. En el primer caso hay que protegerse de la soberbia y, en el segundo, de la envidia y el resentimiento. En ambos casos hay que buscar sólo la mirada del otro para que el ser mismo se manifieste. La soberbia, la envidia y el resentimiento son fruto de la mirada re-dirigida hacia sí y olvidada de los ojos del otro.
Todos tenemos la tentación de un escenario lírico con una ducha, porque esa ridiculez tiene un fondo de verdad: lo que verdaderamente somos. Por ende cantemos; si nos escuchan bien, si no.... Que no. No es fácil. Pero así es.

domingo, 22 de julio de 2012

ARGENTINA, EL PAÍS QUE NUNCA FUE.

Era un conjunto anárquico (no, precisamente, el anarco-capitalismo) de caudillos autoritarios donde uno, Rosas, era más igual que los demás. Rosas era un típico representante de una tradición conservadora al estilo De Maistre opuesta totalmente a las vientos de la Revolución Francesa que venía de Europa. Fue derrotado por un autoritario ilustrado que se dejó convencer por los ideales de una Constitución Liberal Clásica Federalista, inspirada por el único liberal clásico de orientación anglosajona que hubo en ese momento, Alberdi. Fue un empate, una convivencia difícil atada con cinta adhesiva. Los liberales más afrancesados, unitarios, racioanalistas y antireligiosos, tomaron pronto el control de la situación y la Argentina pareció ser un país en construcción bajo la férrea mano del constructivismo de los dirigentes de fines del s. XIX. Un código civil respetable, un proyecto educativo ingenuo, y el libre comercio, hicieron lo suyo y el país parecía encaminado hacia adelante. Unos pocos dirigentes católicos y republicanos, que sabían de la tradición del liberalismo católico francés, intentaron des-empatar pero eran una élite in-inteligible para la bomba de tiempo que se estaba gestando.

Pero el empate era el empate. El radicalismo trató de salir de él pero no pudo. La tradición rosista había dejado huella cultural, intelectual e institucional. Nunca pudo interpretar la Constitución del 53 y se adecuó a los tiempos, bebiendo de las nuevas ideologías autoritarias europeas, que llamaban a las dictaduras frente a la degeneración de las democracias. Sólo así se explica en parte que un general avanzara con su regimiento sobre el Poder Ejecutivo en 1930 y seis meses después, la Corte lo avalara. Fue el principio del fin. La Argentina volvió a evidenciar ese precario empate de las fuerzas culturales y políticas que nunca habían sedimentado en una unidad institucional. A partir de allí fue imposible detener el ruido sordo de dos trenes chocando de frente en cámara lenta. Quince años después, un fiel discípulo de Mussolini, Perón, instala un típico régimen autoritario, con pleno apoyo popular, desde luego, además del apoyo intelectual y religioso. La combinación entre Mussolini, nacionalismo católico, estatismo profundo y el marxismo criollo que Perón introduce en su "combatiendo al capital" confluyeron hacia una cultura, un horizonte de precomprensión cultural esencialmente peronista que caló profundo en la mayoría de la población y que constituyó el eje central de la condición del subdesarrollo económico, educativo y cultural. La Argentina, un lento elefante autoritario con harapos raídos de instituciones afrancesadas y columnas clásicas que ya no sostenían nada, se cae del mundo para siempre.

Perón pierde su gobierno por su único error político, esto es, enfrentarse con gran parte de los militares católicos que lo apoyaban. Desde el exilio sigue manejando la Argentina, y radicales y militares no tienen idea de lo que hacer. Liberales clásicos que se contaban con los dedos de una mano -literalmente-bregan por el libre mercado pero en su alianza con sectores militares absorben parte de ese autoritarismo cultural sin darse cuenta, y jamás lograron levantarse tampoco de ese craso error. En su momento, sin embargo, fue entendible: en la Revolución Libertadora se aliaron hasta los comunistas.

La cultura peronista, mientras tanto -porque ya no es un partido, es un horizonte cultural- se adapta a los tiempos. Ahora sus dirigentes creen que la Argentina es el colmo del capitalismo y absorben gran parte del pujante marxismo europeo pero especialmente el de la Cepal. Los montoneros son el coherente peronismo de los 70. Alegando la guerra justa y el derecho a la resistencia a la opresión, se organizan en guerrilla, contra las supuestas clases dominantes enquistadas en los gobiernos civiles y sobre todo militares de los 60 que, para colmo, pensaban en el fondo igual. Desatan una guerra civil sangrienta. Perón vuelve, sí. O tardó toda su vida en darse cuenta que su marxismo a lo mussolini ya no iba -que efuerzo...- o ya no le convenía, o ya no importa qué, el asunto es que el anciano líder ya no puede controlar a los jovencitos revolucionarios que él había sabido alentar desde Madrid. 

Los guerrilleros cometen todo tipo de crímenes de lesa humanidad con espantosa crueldad. Llega, obviamente, la reacción, que los persigue de igual manera. Un horror. Los militares del golpe del 76 carecen de todo horizonte intelectual para darse cuenta de la dialéctica en la que estaban inmersos. Margaret Tatcher termina con ellos, gracias a Dios, y sólo a eso debemos haber recuperado una incipiente democracia. Alfonsín llega a hablar del liberalismo político pero lo enfrenta al libre mercado y el resultado es otra vez el desastre. Menem, al lado del desastre, hace cosas elementales, como no emitir moneda y privatizar, mal, algunas cosas, y los argentinos creen que están en el colmo del capitalismo. Eso es lo importante: lo que las masas creen. Lamentablemente, eso es lo importante en la política.

De los guerrilleros vencidos a lo bestia en los 80, los sobrevivientes allí estaban. Agazapados, esperando el momento de la venganza, que llegaría en cualquier momento en la ruleta rusa de la política argentina. Y así Duhalde, después de otra de nuestras acostumbradas crisis institucionales, nos hace el regalito de ponernos a los Kirchner en el poder.

Lo demás es historia conocida. Sólo queremos recalcar una cosa: en medio de todo este dramático panorama de facciones enfrentadas hasta la literal muerte, la Argentina, ese país abortado ab initio, no logra desarrollar nunca una institucionalidad democrática donde cada partido sea una parte, no el todo, del país. Cada parte se considera el todo, y por ello cada parte acusa a la otra de apátrida. La dialéctica amigo-enemigo, como amigo o enemigo de "la patria" se instala en cada sector que le toca gobernar. Pero más en aquellos que beben obviamente de la fuente primigenia del autoritarismo previo al 53, que alcanza su éxtasis en 1945 y que se reproduce luego, bien marxistizado, en el 73 y en el 2003. Por eso el Kirchnerismo no tiene sólo un "estilo" de enojo, acusación y enfrentamiento: es un modo de pensar, muy coherente, de quienes no conciben una democracia liberal y republicana, donde todos están unidos en la misma Constitución y se alternan en el poder bajo partidos que no cuestionan al menos esa misma Constitución. No, bajo los presupuestos autoritarios, ello es imposible. Los kirchneristas son, coherentemente, la versión más acabada del una "evolución" del autoritarismo que va de la colonia española, pasa por Rosas, por Perón y llega a los montoneros que sencillamente actualizan el marxismo ya instalado por el peronismo originario. Pero la oposición a Perón no tiene salida, porque también responde al mismo esquema: el anti-peronismo sería la recuperación de la república, con una convivencia imposible con, sin embargo, el inexorable peronismo cultural que hasta los mismos anti-peronistas tienen. 

Pero eso sólo puede haber un relato, una historia, y por eso toda voz disidente es "destituyente". ¡Es que tienen razón!!! Claro que el kirchnerismo no tiene otra salida que destituirse, porque no acepta por coherencia doctrinal la alternancia en el poder. Se auto-destituirán a sí mismos, como lo están haciendo, pero muy lentamente, como un cáncer leeento, doloroso y progresivo, llevándose consigo al cuerpo del enfermo.

Eso es la Argentina, el país que nunca fue. Sin embargo, ¿qué importa que un país no sea? Finalmente, ¿que quiere decir un país? El único modo de constestarlo sin restos de colectivismo metodológico es recurrir a la distinción de Mises entre estado y nación. El estado no sería más que una unidad administrativa que logra unir institucionalmente a tradiciones culturales diferentes. Pero, claro, eso fue tal vez EEUU, no precisamente la Argentina. Pero de vuelta, ¿y qué? Que en el medio de este país que no fue, ha habido y hay personas. Personas que murieron y mueren en la más abyecta pobreza: hambre, desnutrición, etc. Perdonas que murieron y mueren en medio de guerras civiles y crímenes de lesa humanidad de ambos lados. Personas que viven una existencia sin proyectos, en un lugar detenido en el tiempo. Intelectuales que son perseguidos, de un lado y de otro. Pequeños comerciantes que no pueden salir adelante y mueren de angustia. Personas que mueren asaltadas por ladrones comunes y ladrones en el poder. Personas que mueren porque su ambulancia no puede llegar en una ruta cortada por el más abyecto sindicalismo o activistas enviados por el poder. Y así podríamos seguir y seguir enumerando las innumerables y espantosas tragedias cotidianas de millones y millones de personas, ya muertas, ya sobrevivientes, de este país que no fue, que no es y que no se............. No sé.



domingo, 15 de julio de 2012

AIKIDO: ¿TÉCNICA FÍSICA O MEDITACIÓN ESPIRITUAL?



 Escribí este artículio el 5 de Agosto de 2001, hace ya mucho tiempo. No recuerdo haberlo publicado en ningún lado. Si lo puse alguna vez en el blog, no lo recuerdo tampoco. Anyway, tal vez alguna polémica despierte.
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A la largo de mi experiencia como practicante de Aikido –no como buen alumno sino más bien como “in-sistente” de Aikido- he visto muchos tipos de practicantes. A los efectos de esta breve nota, me referiré específicamente sólo a dos clases o tipos de aikidokas.

Un primer grupo (“primero” sólo a efectos de la clasificación) pone el acento en el estado físico y en el nivel de destreza técnica. En general es gente acostumbrada a la gimnasia, al ejercicio físico y tienen por ende resistencia, fuerza y/o elasticidad muscular. Un subgrupo, dentro de éste, ha hecho otras artes marciales. Algunos de éstos comienzan Aikido como una especie de complemento de la o de las que ya tienen, y en general descubren en el Aikido algo más que un complemento.

Un segundo grupo, que sería en cierta forma el “opuesto” del anterior, son personas sin ningún tipo de entrenamiento físico previo, atraídas al Aikido por lo que han escuchado o tal vez leído sobre su filosofía y espiritualidad. En general tienden a interesarse por los aspectos religiosos o culturales del pensamiento oriental. Sus primeros pasos son más lentos y difíciles pero tienden a compensarlo porque en general son más pacientes y tenaces en sus intenciones.

Los dos grupos pueden tener dos “tentaciones” contrapuestas pero con un punto en común.
El primer grupo puede tener la tentación de pensar que, en el fondo, esa “mística” que rodea al Aikido puede haber sido, como mucho, una parte muy respetable de la vida del fundador pero que, en el “resto de los mortales” poco o nada tiene que ver con una situación real de defensa. Lo que vale allí es el entrenamiento duro y parejo: tono muscular apropiado, buenos reflejos, buena técnica y, por supuesto, seguridad en sí mismo. Se dan por supuestas todas las reglas de etiqueta y caballerosidad que deben rodear a un practicante de Aikido, pero no es “la película de la paz interior y etc.” la que va a producir el desenlace.

El segundo grupo puede tener exactamente la tentación  contraria. Han practicado. Bien o mal, mejor o peor, poco o mucho, pero han practicado lo suficiente como para captar que, si uno se mantiene en su centro, es el otro –sea quien fuere- el que lo va a perder. Alentados por sus meditaciones y pensamientos, extrapolan esa verdad a tal punto de suponer que, si llegara un momento difícil, lo esencial será la propia paz interior, la armonía consigo mismo, la radical ausencia de temor y la suficiente serenidad como para mantener la distancia y moverse en el momento preciso. Una cierta iluminación será lo esencial; será la causa de una técnica precisa que habrá surgido, afortunadamente, en el momento más inesperado y desafiante.

Ambos grupos suponen además una adicional “tentación”. La tentación de estar esperando ese paradójico momento donde, “por suerte” seremos realmente atacados. Ambos grupos han oído hablar de la no-agresión, de la no-resistencia, del Aikido como el arte de la paz, y saben que en Aikido no hay torneos de competición. Saben que por ende tal vez nunca van a tener la oportunidad de “probar realmente” la efectividad de sus técnicas. Pero, dado lo complejo del corazón humano, eso no es visto, en el fondo de nuestra naturaleza, como una ventaja o alivio. “En el fondo-en el fondo-en el fondo”, ambos grupos, y creo que todos, tenemos una agresión y violencia muy contenidas, muy guardadas, que están esperando a salir, agazapadas tras la paz de nuestro ceremonial, en ese paradójico momento, no esperado en el discurso, pero si en el más secreto lugar de nuestro corazón, donde “por fin” algún otro perderá la calma y “por fin” nosotros estemos “autorizados” a “tener que defendernos” y volcar sobre nuestro desafortunado atacante toda la agresión contenida en años y años. ¿Por qué decimos que esta tentación es común a ambos grupos? Parece ser privativa del primero. Pero no. Ya basada en una buena técnica, ya basada en la energía psíquica o en lo que fuere, la violencia está allí esperando para salir. Un grupo espera salir airoso del paso sobre la base de su entrenamiento físico; el otro, sobre la base de su supuesta paz y armonía interior, pero en ambos casos la violencia, el deseo de destruir al otro, está allí, permanente, como un ruido de fondo sordo y penetrante de nuestra existencia.

En mi opinión –y me expongo, por supuesto, a las críticas- ambos grupos cometen dos errores. El primer error se divide en dos porque es el mismo con dos caras. Consiste en la separación cuerpo/espíritu. El segundo error consiste en estar esperando el momento de la pelea.

Para demostrar lo anterior –o, al menos, para acercarme a su plausibilidad- no me voy a basar en una idea abstracta del Aikido en sí mismo. Creo que el Aikido es, sencillamente, Morihei Ueshiba. Acercarnos al misterio del Aikido es acercarnos al misterio de la vida concreta de ese hombre que encarnó en sí y sobre sí toda la tradición del budo japonés.

Si reflexionamos sobre la vida de Ueshiba, podríamos decir que hay dos momentos, no los dos únicamente importantes, pero sí dos momentos significativos. Desde la experiencia de Mongolia en 1925, pasando por la fundación del dojo Kobukán en 1931, hasta el retiro en Iwama durante la Segunda Guerra, para no participar en modo alguno de ella, podríamos decir que hay un espacio de existencia que es como un gozne entre dos períodos (uno, anterior a 1925, otro, posterior a 1945) que se parecen cada uno, respectivamente, a las actitudes descriptas en el primer y segundo grupo de los cuales hablábamos al principio. Sé que se me va a decir que no es lo mismo, por eso me adelanto a decir que estoy planteando una analogía, no una igualdad. El período anterior a 1925 es como si fuera un período adolescente, adolescente, exultante, ansioso. Stevens (1) describe una especie de intensa preocupación por su estado físico y su pericia técnica, y, dejando de lado los detalles, no creo que se pueda decir que ese período sea igual que la no-violencia de Gandhi. Ahora bien, de 1925 a 1945 (son cifras aproximadas) algo pasa. Para decir esto no es necesario ser shintoísta: cualquier persona de buena voluntad debe reconocer el valor de cualquier experiencia religiosa sincera y auténtica sin para ello comulgar necesariamente con tal o cual credo religioso. Sencillamente, como decimos, algo pasó, algo que en términos comunes a todo lo humano se puede caracterizar como comprensión, autoconocimiento, madurez, sabiduría, amor a los demás. Desprendimiento, desapego, concentración interior que es semilla fecunda de discípulos. Auténtica paz interior: no declamada, sino sencillamente vivida, como sólo la puede tener quien, teniendo la espada, la guarda (2), sin contenerse, sin hacer un esfuerzo para no sacarla. Custodia de la vida. Estanque potente, tranquilo y fresco donde detenerse y descansar.

Esas son, creo, las características del segundo período. La analogía con el segundo grupo es la preocupación por la vida interior, por la fuerza del espíritu. La diferencia es esta: esa “conclusión” de la vida de Ueshiba.... ¿Separa cuerpo y alma o los integra? Los integra. Las técnicas del Aikido –de Ueshiba-  son meditaciones del cuerpo y con el cuerpo. Ueshiba no compensa una falta de preparación psico-física con su conversión espiritual. No compensa, no sustituye, no suple. Sencillamente, de algún modo, concluye –aunque lo humano nunca “termina-; esto es, termina de dar esa diferencia específica sin la cual el Aikido no es Aikido. La conversión espiritual de Ueshiba, opino, da forma al Aikido: es la forma de una estatua cuyo material es toda esa preparación técnica de samurai que había recibido a través de Takeda. Pero así como el noble mármol no hubiera sido ninguna bella estatua sin la mano de un Miguel Angel, la noble tradición del budo japonés no hubiera sido Aikido sin la conversión espiritual de Ueshiba. Por eso en él no hay separación entre lo técnico y espiritual. La conversión espiritual de Ueshiba da forma a las técnicas de Aikido, que se esculpen en la base anterior del budo japonés.

Esa es, creo, la famosa unión de cuerpo, alma y espíritu de la que tanto se habla cuando se habla de Aikido. Hay cuerpo y alma al mismo tiempo en un cuerpo humano que sin fatiga hace irimi en el momento justo, ni antes ni después, y hay espíritu cuando la intención final de todo movimiento es la custodia de la vida. Sin esto último puede haber “lo marcial”, pero no hay Aikido.

Por todo esto, sufrir las dos tentaciones de las que hablábamos al principio implica que no hemos comenzado a vislumbrar al camino del Aikido. Por cosas muy sencillas. El que con precisas técnicas “de Aikido” va a un torneo, desafía a cualquiera y lo destruye, está haciendo algo marcial, sí, (aunque mal utilizado moralmente hablando) pero no está haciendo Aikido. Ese es el punto. Por todo lo que dijimos: lo que está haciendo es como el mármol, que tirado sobre la cabeza de alguien puede ser letal, pero no es la estatua. De igual modo, el que no ha cultivado la disciplina de su cuerpo no puede esperar que su paz interior salve una vida. Mantendrá, sí, la paz frente a la muerte. Lo cual puede ser santísimo pero tampoco es Aikido: falta el leño, falta el cuerpo donde debe ser esculpida la forma.

Ahora bien, sigamos profundizando un poco en esa “forma” y veremos un poco lo que en mi opinión es el segundo error. El Aikido no es una preparación para una situación violenta. No fue esa la última etapa de la vida de Ueshiba, cuando precisamente el Aikido se consolidó. La paz interior tiene un significado más profundo que una simple declamación. La paz interior significa desprendimiento. Implica no estar aferrado a la ilusión de mostrar en algún momento una supuesta victoria guerrera. Implica justamente no anhelar el momento de la guerra. El Aikido es el arte de la paz porque no hay ninguna violencia interna que esté esperando para salir. Hay defensa, sí, pero defensa de la vida. Esto es: buscando sólo el Aikido, y manteniendo esa paz interior de la que estamos hablando, estamos preparados  (sin darnos cuenta, sin buscarlo), para salvar “una” vida. Para defender la vida ante la agresión..... Una mano tira un golpe mortal. Puede ser un asesino, o alguien que tomó de más, o simplemente un buen hombre muy nervioso. Dios lo sabe. ¿Qué hace el Aikido allí? ¿Para qué nos prepara? Para lo siguiente. Sin perder la paz, sin arder en violencia, se desvía al ataque, y se frena y/o desarma al agresor. Sin que nadie se lastime. El golpe mortal podía estar siendo tirado a otro, no a nosotros. Por eso el Aikido implica defender “la” vida, no la nuestra necesariamente. Se defiende la vida del atacado, del atacante y la nuestra. Y no se lastima a nadie.

Pero, se me dirá, ¿se puede hacer realmente “eso”? Si no se puede, la vida de Ueshiba no tuvo sentido. Se me dirá: pero, ¿quién puede hacer eso? ¿Quién puede mantener la paz, no entrar en cólera, y tener un nivel técnico tal que se pueda desarmar y frenar un ataque mortal sin lastimar ni siquiera al agresor?

Pues no lo sabemos. Sencillamente no lo sabemos. Por supuesto que aquellos que tengan un nivel técnico deficiente, no. Pero, ¿y los que “algo” de nivel tienen? Pues lo interesante es que no “deben” saberlo. “Eso” de lo que hablamos no “debe” buscarse. Si se busca, se pierde la paz interior, y si se pierde la paz interior, “eso” se pierde. Volvemos a decir: el Aikido no se practica pensando en ninguna situación fuera del tatami, ni violenta, ni heroica. Lo que se busca es la armonía entre cuerpo y espíritu. ¿Hay frutos no buscados? Puede ser, de igual modo que una lámpara que buscara simplemente ser lo que es, lámpara, podría tener como fruto no buscado iluminar el camino.

Este es un punto complejo por cuando forma parte de un punto en común de la mística oriental y cristiana. La paz interior implica un desprendimiento de objetivos y proyectos externos a la interioridad del yo. Quien quiera salvar su vida la perderá y quien quiera perderla la encontrará (3). Si esas palabras parecen a veces no tener sentido, en el Aikido tienen pleno sentido. El Aikido no busca trofeos ni la derrota del enemigo. ¿Qué busca? Busca al Aikido. ¿Pero no buscamos acaso que alguna vez.....? No. Sólo cuando dejes de soñar con ese “alguna vez” la paz interior le habrá llegado. ¡Pero eso es imposible!, se me dirá. Sí, lo comprendo, porque en realidad parece ser imposible para los vericuetos del corazón humano, y mi corazón está ahí en primer lugar. Ni qué hablar de mi impericia técnica. Pero, ¿por qué negarse a las posibilidades de lo humano? ¿No fue ese el camino del que nos habla Ueshiba? “Ai”, armonía. ¿Puede haber armonía sin esa paz interior? Pero no nos preocupemos. El primer paso para la paz interior es no preocuparse por la paz interior. La paz interior está desprendida incluso de sí misma.

Sin embargo, debemos tomar conciencia de todo esto. Porque esta es la peculiaridad del Aikido. Si no es así, entonces el Aikido no fue más que el desvarío, el sueño imposible de un viejito bueno y sesentón que se cansó de pelear y que practicó entonces una forma suave del jujustu. El Aikido es entonces nada más que un Takeda tranquilito. Una forma elegante del Raito Ryu. Lo cual está muy bien (reiteramos: está muy bien), pero entonces el Aikido pierde toda especificidad.

Quisiera concluir con una propuesta sencilla. Sigamos practicando al mismo tiempo que tratamos de ser mejores personas. Si el Aikido seguirá siendo Aikido, tiene en eso tan simple su esperanza. Seamos, sencillamente, personas que pensamos en los demás.
Sea el tatami un milagro de paz.
Depongamos las armas.
Guardemos la espada.

NOTAS:
(1) Ver Stevens, J.: Paz abundante (Kairós, Barcelona, 1998) y Invincible Warrior, Shambhala, London & Boston,1999.
(2) Mateo, 26, vs. 52.
(3) Mateo, 17, vs. 25.









miércoles, 11 de julio de 2012

DES-PENALIZACIÓN DE LAS DROGAS Y TOLERANCIA (especialmente dirigido a obispos, presbíteros, religiosos y laicos de la Iglesia Católica)


Me encontré con este artículo, va a despertar polémica pero creo que hay que instalar el debate.
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DES-PENALIZACIÓN DE LAS DROGAS Y TOLERANCIA (especialmente dirigido a obispos, presbíteros, religiosos y laicos de la Iglesia Católica)



Por Jorge Montefusco.

Febrero de 2012.

Los católicos estamos en contra del consumo y el tráfico de drogas. Y está perfecto. Nuestras pautas morales, basadas en la tradición judeo-cristiana, nos demanda un cuidado sacral del cuerpo. “¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo?”, nos recuerda San Pablo en referencia al tema de la fornicación. Pero la templanza no es sólo una virtud que modera el apetito sexual: la templanza implica un cuidado general del cuerpo, que muchos católicos olvidan en su praxis cotidiana. El cuerpo es parte esencial de la persona, hay una unidad alma cuerpo, y nuestra persona debe estar al servicio del prójimo y de Dios. Dañar al cuerpo implica ponernos en contra de nuestra misión como cristianos. El católico debe comer con moderación, cuidar la calidad de su comida y su bebida, tener cuidado con todo tipo de sustancias adictivas y estimulantes y evitar todo aquello, desde las drogas hasta el colesterol, que ponga en peligro su vida. Pero no por vanidad personal, sino por el amor al prójimo y a Dios.

Paradójicamente las religiones orientales recuerdan más todo esto en su praxis que nosotros los católicos. Es clásica la figura del monje oriental que come verduritas, hace artes marciales y vive 100 años, pero el católico, en cambio, se da el lujo de fumar, tomar, comer mal y no hacer gimnasia, para morir pronto lleno de grasa, con sedentarismo, colesterol, pulmones destrozados, etc. Eso sí: seguramente casto en la virtud de la pureza. No. Eso es una total incoherencia. El católico tiene toda la tradición teórica para cuidar su cuerpo en todos los aspectos. Su cuerpo es templo del Espíritu, es servicio al prójimo, su persona es unidad cuerpo-alma y la virtud de a templanza debe abarcar todos los aspectos.

Después de todo lo dicho, no consumir ni producir drogas perjudiciales para la salud, desde un punto de vista religioso, es obvio, como debería ser obvio ser sobrio en la comida, bebida y en el consumo de diversas sustancias dañinas, comenzando por la nicotina, el alcohol hasta los dulces llenos de colesterol.

Por lo tanto, que el cigarrillo sea “malo”, para el católico, es obvio; como también lo es emborracharse, comer como una bestia, descuidar su salud de modo negligente, etc.

Sin embargo, los católicos no hemos hecho de esas cuestiones “social issues”. No porque el pecado personal no tenga consecuencias sociales, sino porque en esos casos hemos distinguido lo moral de lo legal, conforme a la filosofía del derecho de Santo Tomás: “…la ley humana se establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son hombres perfectos en la virtud. Y  así, la ley humana no prohíbe todos los vicios, de los que se abstiene un hombre virtuoso; sino sólo se prohíben los más graves, de los cuales es más posible abstenerse a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellas cosas que son  para el  perjuicio de los demás, sin cuya prohibición la sociedad no se podría conservar como son los homicidios, hurtos, y otros vicios semejantes” (I-II, Q. 96, a. 2). Y antes había dicho, citando incluso a San Agustín: “…la ley humana no puede castigar o prohibir todas las cosas malas que se hacen, porque si quisiera quitar todos los males, con ellos quitaría también muchos bienes, y se impediría la utilidad del bien común, que es necesaria para la convivencia humana” (I-II, q. 91, a. 4)” (Las itálicas son mías). Santo Tomás aplicaba a su época lo que afirmaba. Esto es, que hay conductas humanas que, aunque sean contrarias a la ley natural, deben ser toleradas por la ley humana para evitar un mal mayor. Por ejemplo, la prostitución: “…lo afirma San Agustín en II De Ordine: Quita a las meretrices de entre los humanos y habrás turbado todas las cosas con sensualidades…” (Suma Teológica, II-II, Q. 10 a. 11). O los infieles, que estaban en el error: “Los ritos de los infieles deben ser tolerados”, idem.

Se me dirá que para Santo Tomás la ley humana tenía una función educativa (Suma Teológica, I-II, Q. 95 a. 1). Y es verdad. Pero ello no implica que se pueda deducir a priori qué cosas deben ser prohibidas o permitidas por la ley humana. En todo caso, cuando la ley humana no pena, al menos “calla”, no declara bueno a lo que es malo, y ese “callar” tiene una importante función educativa.

Curiosamente, el Magisterio de la Iglesia adoptó este criterio de tolerancia cuando comenzó a hablar, no de libertad religiosa, pero sí de tolerancia de cultos diversos al catolicismo: “No hay tampoco razón justa para acusar a la Iglesia de ser demasiado estrecha en materia de tolerancia o de ser enemiga de la auténtica y legítima libertad. Porque, si bien la Iglesia juzga ilícito que las diversas clases de culto divino gocen del mismo derecho que tiene la religión verdadera, no por esto, sin embargo, condena a los gobernantes que para conseguir un bien importante o para evitar un grave mal toleran pacientemente en la práctica la existencia de dichos cultos en el Estado. Es, por otra parte, costumbre de la Iglesia vigilar con mucho cuidado para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad, porque, como observa acertadamente San Agustín, «el hombre no puede creer más que de buena voluntad” (León XIII, Inmortale dei, 1885, en Doctrina Pontificia, BAC, 1954, p. 211). “…la Iglesia se hace cargo maternalmente del grave peso de las debilidades humanas. No ignora la Iglesia la trayectoria que describe la historia espiritual y política de nuestros tiempos. Por esta causa, aun concediendo derechos sola y exclusivamente a la verdad y a la virtud no se opone la Iglesia, sin embargo, a la tolerancia por parte de los poderes públicos de algunas situaciones contrarias a la verdad y a la justicia para evitar un mal mayor o para adquirir o conservar un mayor bien. Dios mismo, en su providencia, aun siendo infinitamente bueno y todopoderoso, permite, sin embargo, la existencia de algunos males en el mundo, en parte para que no se impidan mayores bienes y en parte para que no se sigan mayores males. Justo es imitar en el gobierno político al que gobierna el mundo. Más aún: no pudiendo la autoridad humana impedir todos los males, debe «permitir y dejar impunes muchas cosas que son, sin embargo, castigadas justamente por la divina Providencia” (León XIII, Enc. Libertas, 1888, op.cit., p. 253); “…La realidad enseña que el error y el pecado se encuentran en el mundo en amplia proporción. Dios los reprueba y, sin embargo, los deja existir. Por consiguiente, la afirmación: el bravío religioso y moral debe ser siempre impedido, cuando es posible, porque su tolerancia es en sí misma inmoral, no puede valer en su forma absoluta  incondicionada. Por otra parte, Dios no ha dado ni siquiera a la autoridad humana un precepto semejante absoluto y universal, ni en el campo de la fe ni en el campo de la moral. No conocen semejante precepto ni la común convicción de los hombres, ni la conciencia cristiana, ni las fuentes de la revelación ni la práctica de la Iglesia. Aún omitiendo en este momento otros textos de la Sagrada Escritura tocantes a esta materia, Cristo en la parábola de la cizaña dio el siguiente aviso: Dejad que en el campo del mundo la cizaña crezca, junto con la buena semilla, en beneficio del trigo. El deber de reprimir las desviaciones morales y religiosas no puede ser, por tanto, una última norma de acción. Debe estar  subordinada a normas más altas y más generales, las cuales en determinadas circunstancias permiten e incluso hacen a veces aparecer como mejor camino no impedir el error, a fin de promover un bien mayor” (Pío XII, Comunidad internacional y tolerancia, 1953, en op.cit, las itálicas son de Pío XII).

La doctrina allí utilizada ha caído en desuso pero no por ello era errónea en sí misma, porque se puede aplicar analógicamente a diversos temas. El Magisterio distinguía la situación ideal, “tesis”, de una situación no ideal, donde se tolera un mal en función de un bien mayor: “hipótesis”. Esta última fue la razón por la cual León XIII elogió la situación de la Iglesia en EEUU, donde por motivos históricos era totalmente razonable y aceptable la separación entre Iglesia y Estado, mientras que el mismo pontífice no aceptó nunca a un laicismo totalmente intolerable que violaba los derechos de la Iglesia a su libertad (sobre el elogio de León XIII a la situación de la Iglesia en EEUU, ver Longinqua oceani, 1895, en Doctrina Pontificia, BAC, tomo III, 1963; sobre su rechazo a las legislaciones europeas laicistas, ver Nobilisima gallorum gens, 1883, Doctrina Pontificia, BAC, 1954, op.cit., p. 141).

Por supuesto, la doctrina posterior evolucionó y la Iglesia proclamó luego el derecho a la libertad religiosa, donde dicho derecho es bueno, no es algo que se “tolere”. Pero no por ello el tema de la tolerancia quedó olvidado, al contrario: porque lo que se tolera en ese caso, por un bien mayor, es el error que para el Catolicismo tienen otros cultos, mientras que se respeta y se hace respetar plenamente a la persona, que por su dignidad natural tiene derecho a no ser coaccionado en su conciencia. La persona, su dignidad natural, su derecho a la libertad religiosa, todo ello es bueno, es santo, NO se “tolera”, sino que se acepta, se quiere y se promueve. Pero la libertad religiosa puede tener como resultado conocido y no directamente intentado que sea visible, civil y públicamente, el error de la persona en el tema religioso, y ese error se tolera por bienes mayores, precisamente, todos los que hemos citado.

Esto ha sido olvidado frecuentemente. Muchos católicos hablan hoy en día de la libertad religiosa con un indiferentismo religioso implícito y latente, como si la diversidad de cultos fuera buena en sí misma, cuando en realidad es una consecuencia de la debilidad del intelecto y la voluntad después del pecado original. No, lo que es bueno es que aun después del pecado original la persona no pierde nunca su condición de tal y por ende tiene una conciencia que no puede legalmente coaccionarse, pero el error y la confusión religiosa, no “de la modernidad”, como dicen algunos, sino de todas las épocas, (incluso en el llamado Sacro Imperio) no es algo bueno, aunque sí “tolerable”.

Si los católicos tuviéramos más claro todo esto, no diríamos con tanta sencillez que la droga es mala y que “por ende” debe ser legalmente prohibida. No haríamos ese “non sequitur”, ese “no se sigue lógicamente” tan rápido. Porque que algo sea moralmente malo no implica, como hemos visto, que sea ilegal. Puede ser malo pero puede ser legalmente tolerado para impedir un mal mayor.

Por ende, es así como debemos enfrentar el tema de la droga. Por supuesto que es mala. Pero su represión legal puede ser peor. ¿Qué ocurriría si intentáramos prohibir la nicotina y el alcohol? ¿No tenemos acaso la experiencia de la ley seca de los EEUU? Y no es sólo un caso, es una especie de generalidad, más amplia. Cuando se prohíbe legalmente el comercio de una sustancia, surge un mercado negro, donde el precio de dicha mercancía es más caro porque se agregan los costos de transacción de un mercado negro más riesgoso. Ese mercado negro, además, se mueve con reglas de confianza muy estrictas cuyo incumplimiento tiene habitualmente penas mafiosas muy violentas. Eso sucede en todo mercado negro, desde caramelos, dólares o drogas. El precio mayor, por otro lado, implica que los consumidores tienen que pagar más. En los adictos a la droga, ello es especialmente peligroso, porque para poder afrontar ese precio mayor tienen que incurrir a su vez en actividades delictivas que, si el precio fuera menor, no tendrían por qué afrontar.

Otro tema particularmente delicado, para los católicos, es la “guerra contra las drogas”, porque es, efectivamente, una guerra. Curiosamente, desde Benedicto XV (1914-1922) en adelante, todos los pontífices han intentado frenar todas las guerras del s. XX, y no porque no advirtieran que no hubiera enemigos injustos, sino porque sabían que las consecuencias iban a ser peores. En el Vaticano II la guerra ofensiva fue explícitamente condenada (Gaudium et spes, Capítulo V, sección 1) y en Catecismo de la Iglesia Católica también (Nros. 2307, 2308 y 2309) junto con el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (Nros. 497 a 507). ¿Por qué, entonces, los católicos, en este caso,  parecemos haber hecho una excepción? ¿Qué tiene una guerra contra las drogas que no tenga otra guerra? ¿No juegan las mismas razones de “guerra justa” que habitualmente hacen que ya ninguna guerra ofensiva lo sea? ¿Ignoramos acaso la cantidad de víctimas inocentes, los daños colaterales, etc., que mayores son cuanto mayor es la militarización? ¿Qué vamos a proponer dentro de poco? ¿Una bomba atómica contra los narcotraficantes?

Por lo demás, ¿dónde está la misericordia, la caridad para con el adicto? ¿Por qué criminalizar su acción? ¿Ignoramos lo que es una cárcel? ¿Suponemos que allí se va a “redimir”? Debe ser tratado con la misma dignidad, cuidado y caridad que cualquier otro enfermo. ¿De dónde hemos sacado que su “tratamiento” consiste en tirarlo como basura a una cárcel inmunda en dónde sólo profundizará su decadencia? ¿Dónde ha quedado nuestra misericordia?

Se me dirá: con los mismos argumentos se puede defender el aborto o la trata de blancas. No, porque estamos hablando de conductas que no atentan directamente contra derechos de terceros. El comercio de drogas, de nicotina o alcohol puede ser moralmente un horror, pero no se asesina o se secuestra directamente a nadie, y pido por favor que se utilicen esos términos en sentido jurídico estricto y no analógico. En el caso del aborto hay un asesinato, el del niño, y en la trata de blancas hay secuestros, y asesinatos de las pobres víctimas que quieren escapar. De igual modo con otros temas que tienen que ver con el derecho a la vida donde directamente hay asesinatos involucrados (la eutanasia puede ser un caso, cuando un médico mata directamente a un enfermo, y no estamos hablando simplemente de un efecto no intentado de la morfina). Pero en el caso de una transacción jurídicamente voluntaria (no dije psicológicamente voluntaria) no se ha cruzado ese límite.

¿De dónde hemos sacado, por lo demás, que la des-penalización a priori NO supone una penalización a posteriori? No se trata de una des-penalización “total”, sino “a priori”. Esto es, de igual modo que un accidente de tránsito, producto de un conductor alcoholizado, puede ser un agravante para el homicidio culposo, un robo u otro delito producido bajo el efecto de las drogas puede ser un agravante, excepto que el juez considere al adicto, con peritaje médico, como enfermo que debe ir al tratamiento de recuperación. Ello como vemos no es una despenalización de las drogas en sentido completo.

Por lo demás: ¿somos conscientes del tema de la escasez de recursos? ¿Tenemos conciencia de la cantidad inimaginable de millones y millones que se gastan en la guerra y en el inútil combate contra las drogas? ¿No podrían ser utilizados esos recursos en campañas de prevención o de tratamiento?

Por lo demás, no es el narcotráfico violento la causa de que debamos prohibir las drogas, sino al revés. Es el control del tráfico de drogas lo que ha causado esos mercados negros ahora incontrolables, verdaderos estados dentro de otros que ponen en peligro la misma unidad jurídica de los estados de derecho, especialmente en las naciones menos desarrolladas. Legalicen ese tráfico y se convertirán en empresas como las tabacaleras. Si, un horror, no “deberían estar ahí”, pero los católicos parecemos haber olvidado nuestros propios presupuestos teológicos. Después del pecado original, hay miles de temas que “no deberían estar allí”, pero están. Se pueden tratar de un modo que produzcan un mal mayor o un mal menor, como Santo Tomás vio con la prostitución. Pero allí están y sólo desaparecerán al fin de los tiempos. Los reinos de este mundo no son el Reino de Dios. Tienen males tolerables y otros intolerables, y tratar a los primeros como los segundos sólo produce un infierno mayor.

Dado todo lo que acabamos de decir, los católicos podríamos tratar este tema según la vieja doctrina de la tesis y la hipótesis. En tesis, sí, sería preferible que no hubiera ni comercio ni consumo de drogas. En hipótesis, su tolerancia, esto es, su legalización, impide males mayores. Esto es: las drogas son un horror, sí, pero el mercado negro mafioso, la guerra interminable, la criminalización del adicto, los inocentes muertos por la guerra, y los incontables recursos gastados en todo ello, son un horror mayor. La tolerancia implicará algo muy imperfecto, sí, pero un mal menor. Los productores de drogas serán como las empresas tabacaleras y la paz resultante implicará un menor peligro para la vida de todos y mayores recursos que podrían ser empleados en la prevención y en el tratamiento de la drogadicción.

La situación es muy grave. La violencia desatada por el narcotráfico, la cantidad de muertes y asesinatos por año, la militarización de las calles, es un infierno en la tierra. Los católicos, mientras tanto, parecemos querer un mundo terrenal perfecto; parece que nos confundimos el cielo con la Tierra. Pero no: “…la ley humana se establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son hombres perfectos en la virtud”. Es así y seguirá siendo así. Santo Tomás no se confundió.

domingo, 8 de julio de 2012

EL SEGURO DE SALUD DE LOS ESTADOS UNIDOS Y LA LIBERTAD RELIGIOSA


(De www.institutoacton.com.ar)

Tal vez no muchos estén enterados en nuestro país de la batalla intensa que los obispos norteamericanos están librando contra el sistema de salud propuesto por Obama, que  obliga a todos los sistemas privados de salud a la provisión de todo tipo de medios de “salud reproductiva” contrarios a la Fe Católica, y a la ley natural, podrían agregar algunos (tengamos en cuenta todo lo que comentamos al respecto en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/41art01-05-12-a.pdf).

El asunto es grave: no se trata sólo de que el aborto, anticonceptivos y etc. sean obligatorios en medios estatales, sino que lo sean también en sistemas privados, lo cual afecta obviamente a millares de instituciones católicas relacionadas con la salud. Por ello los obispos norteamericanos han dicho que lo que está en juego es precisamente la libertad religiosa, que es fundacional del ordenamiento civil de los EEUU.

Pero supongamos que la propuesta de Obama hubiera sido sólo que el seguro de salud sea obligatorio para todos, dejando en libertad a los sistemas católicos de salud de ofrecer sus propios contenidos.


¿Hubiera habido tanto escándalo?

Seguro que no, porque gran parte del pensamiento católico ha aceptado que el gobierno está para cuidar a las personas de sus errores, para protegerlos, cual nuevo padre bajado del cielo. En efecto, uno de los argumentos más frecuentes en defensa del seguro de salud obligatorio es “cómo vamos a dejar” que las personas decidan NO tener un seguro de salud.

Muy loable la intención; aquí no está en juego que sea conveniente tener un seguro de salud. Lo que está en debate es la coacción. Igual que en otros temas (educación, por ejemplo, donde hay análogos problemas) una vez que se acepta que el gobierno debe obligar a las personas a tener un sistema de salud, ¿no es coherente que el gobierno decida los “contenidos mínimos” de ese sistema? No vale la pena decir entonces que esos contenidos mínimos deben respetar la libertad de conciencia, porque ello es una contradicción en términos. Una vez que hay contenidos mínimos, sean en salud o educación, ellos son contra la conciencia de quienes no los quieran recibir. Los católicos parecemos despertarnos sólo cuando la obligatoriedad atenta contra la bioética del Magisterio, pero no antes.

Precisamente, si lo que está en juego es la Libertad Religiosa, ¿cuál se piensa que es el fundamento de la Libertad Religiosa? ¿Acaso que las personas van a tomar las decisiones religiosas acertadas? No, el fundamento es, como dice el Vaticano II, que las conciencias deben estar inmunes de coacción. Y si se contesta que ello está bien para temas religiosos pero no para temas civiles,  no se advierte que se está cometiendo el mismo error del cual la Iglesia tardó en salir siglos y siglos hasta la Declaración de Libertad Religiosa del Vaticano II en 1965. En el Sacro Imprerio, el súbdito del imperio (no el infiel de otro reino no cristiano) estaba civilmente obligado a la Fe Católica, y por ello la herejía era un delito civil. Curiosamente, lo que la Iglesia aceptaba perfectamente es que el príncipe temporal protegiera a los súbditos del error que los podía llevar a la herejía, a la apostasía y finalmente a perder la salvación. No de casualidad, salud y salvación tienen el mismo origen: salus, salud. Entonces en el Sacro Imperio la salud de alma era custodiada por el “príncipe”; ahora la salud del cuerpo es custodiada por el estado moderno, pero en ambos casos se comente, como advierte Feyerabend, el mismo error: la coacción, el NO respetar la libertad de conciencia en ambos casos. Todo esto ya lo dijimos[1].

Es por ello que la libertad religiosa es el fundamento de todos los demás derechos, pero no se advierte en general lo que ello quiere decir. Si hay libertad religiosa, hay libertad educativa, de salud, de seguridad social, etc., no porque se presuponga que el ciudadano NO se va a equivocar, sino porque no corresponde al gobierno “proteger” so pena de atentar contra la conciencia.

Nos solidarizamos con los hermanos norteamericanos ante esta pérdida de libertad religiosa; en estas tierras suceden, además, cosas parecidas y peores. Pero que nos sirva de lección. Los católicos no terminamos de aprender el fundamento último de la libertad civil, y sólo nos acordamos tarde cuando nos tocan lo que nos duele. Hasta que ello no cambie, el gobierno federal, y todos los gobiernos, seguirán avanzando, porque ya han avanzado en el pensamiento.

domingo, 1 de julio de 2012

CURSO DE FILOSOFÍA PARA PROFESIONALES Y PARA TODOS: COMIENZA EL 5to CUATRIMESTRE


Aclaraciones para quienes se enteran de este curso por primera vez:


1. Se trata de un post-grado en Filosofía de 4 cuatrimestres

2. El 4to cuatrimestre se ha dividido en dos, y ese es el 5to.

3. El primer cuatrimestre comenzó en Agosto de 2010, y el primer cuatrimestre comienza de vuelta en Marzo del 2013.

4. Lean COMLETA las características del curso. Ello implica:

- primero, indicaciones prácticas.

- segundo, los temas del 5to cuatrimestre.

- tercero, el método del curso

- cuarto, el programa completo del curso, del 1ro al 4to cuatrimestre.

5. CUALQUIERA PUEDE COMENZAR EL CURSO EN CUALQUIER CUATRIMESTRE.

6. El curso puede ser hecho también por quienes hayan hecho la carrera de filosofía y por estudiantes de cualquier nivel. Y sobre todo por NO estudiantes de cualquier nivel :-)



PRIMERO, INDICACIONES PRÁCTICAS:



1.Fecha de inicio: martes 7 de Agosto.

2. Hora: 19 a 21.

3. Lugar: casa de Gabriel y Marcela, en Villa del Parque (la dirección será dada después del email indicado en el punto siguiente).

4. Condiciones de ingreso: a) buena onda; b) sentido del humor; c) habitar el Planeta Marte; d), enviar un email a gabrielmises@yahoo.com explicando por qué quiere hacer el curso; e) no olvidar el punto d; f) no olvidar sacar el pasaje de Marte a Villa del Parque con anticipación.

5. Costo, $ 200 por mes.

6. El material de lectura será enviado por email.

7. Cualquier duda o pregunta adicional, enviar un email a gabrielmises@yahoo.com



SEGUNDO, TEMAS DEL 5to CUATRIMESTRE:



1. Gadamer:

- Los horizontes como diálogo

- Fusión de horizontes

Comentario: intersección de horizontes y analogía

Analogía y verdad

Verdad como manifestación del mundo de la vida

La importancia de la razón (actitud teorética) en los diálogos sobre metafísica



2. Wittgenstein

- El giro lingüístico. Concepción especular de lenguaje versus los juegos de lenguaje.

- Los juegos de lenguaje

- Lenguaje como acción

- Interpretaciones de Wittgnestein

- Los actos del habla

Comentario: juegos de lenguaje, horizontes y mundos de la vida

El lenguaje como concomitante al mundo

El lenguaje como acción

El lenguaje hace mundo y el mundo hace lenguaje

Los límites del lenguaje

Los límites de la interpretación y del diálogo

La metafísica como un juego de lenguaje

¿Se “prueba” en mefafísica? ¿Qué quiere decir “probar”?

Las “pruebas” en física y en matemática



3. Hacia un cambio de paradigma:

- La razón

- El conocimiento

- Lo real

- La verdad

- Abandono de: información – hechos – objetivo/subjetivo – mundo físico – verdad como los hechos.





4. La filosofía como diálogo hacia la verdad

- Diálogo como respeto

- Diálogo como autopresentación

- Diálogo como: derecho a la interpelación

- Distancia crítica

- La filosofía como “filosofía no-coercitiva”.

- Manipulación versus alienación





TERCERO, SOBRE EL MÉTODO:

Desde el 2006 hasta la fecha, ELEFE (Escuela libre de estudios filosóficos y epistemológicos) ha sido una alternativa al sistema formal de enseñanza. Sin pretender sustituirlo, sencillamente porque por ahora es jurídicamente imposible, sin embargo hemos hecho lo posible por crear un ambiente familiar, amistoso, serio y desacartonado a la vez, donde todos han podido expresarse, aprender y estar libres de los temores y presiones del sistema formal.

Sin dejar de lado estas reuniones, daremos un nuevo paso. Siempre he tratado, dentro del sistema formal, de abrir la filosofía para todos, tratando de programar post-grados en filosofía para profesionales de diversas carreras. Las tres veces fue imposible: el sistema formal es demasiado rígido y no quiero entrar en detalles que atentarían contra la caridad. Sólo quiero volver a decir que, en una sociedad abierta, respetuosa de las libertades individuales, cada uno estudia lo que quiere con quien quiere, tiene los títulos que su esfuerzo y libertad le otorgan, corre los riesgos respectivos y nadie impide a otros recorrer ningún camino. Menos aún con la filosofía: todos los seres humanos son filósofos; mi vida entera ha sido un llamado a despertar a los filósofos dormidos, a tomar la pastillita roja…

Ahora, sencillamente, en la paz y en la libertad de mi hogar, en la amistad del diálogo, en la calidez de la comprensión y estímulo al que quiere despertar al filósofo que lleva dentro, voy a ofrecer cursos de filosofía sistemáticos, una vez por semana, para profesionales y para cualquiera que quiera aprender. Sin pila, sin cable, sin temores, sin exámenes más que la existencia auténtica, sin títulos más que la propia seriedad de la vida y el prestigio del propio estudio. Ideal para quienes están más o menos en la mitad de la vida y miran con nostalgia la filosofía que no pudieron estudiar en su momento. Ideal para quienes ya están dentro del sistema formal, que ya tienen su título, y ahora, sencillamente, quieren volver al amor a la sabiduría que siempre llevaron consigo.



Por supuesto, me preguntarán por el contenido de los cursos. Antes que eso, y más importante, es el método, que es un meta-contenido que abarca todos los otros; es, como diría Karl Popper, una actitud más que una teoría. Ese método consiste en la siguiente paradoja: el zanottismo anti-zanottista :-)



Zanottismo porque, obviamente, yo doy clase desde mí, desde mi propia formación e ideas, que se pueden ver si abren mi CV y observan mi formación, mis escritos, etc. (ver en www.gabrielzanotti.com.ar). Por supuesto, sobre ese tema hay (¡Ay! :-) dudas. ¿Qué es Zanotti? ¿Tomista, popperiano, hermenéutico, liberal, husserliano, etc., etc., etc.? Yo tampoco tengo la respuesta, así que me pueden ayudar a descubrirla :-)



Pero anti-zanottista porque en mis cursos, aunque yo no lo pretenda, cada uno se ubica en sí mismo y en su carril. Yo lo único que hago es poner a cada tren, a cada uno, en su camino, aunque no sea el mío. A su vez, si alguien camina mi camino, lo hará libremente, por propia convicción, y entonces será su camino también.

Y ello es porque el Zanottismo es un método (nada original, pero sí muy olvidado en el sistema educativo formal) que consiste fundamentalmente en diálogo. En las clases de zanotti (sí, con minúsculas) todo el mundo puede estar en desacuerdo con cualquier cosa que diga zanotti, incluso, con esto último. En sus clases, no hay que saber para opinar, sino opinar para saber. En sus clases, las preguntas son parte indispensable de la planificación de clase. En sus clases, la libertad forma parte esencial del método. Ninguna pregunta molesta, al contrario, lo que molesta es la falta de preguntas. Y si alguien quiere atacar con alguna pregunta, zanotti hace Aikido lingüístico :-)



Por supuesto, todo esto lo saben mis ex alumnos y ahora amigos (que fueron alumnos porque siempre los traté como amigos), pero si alguien lo duda, try me.

) d) reflexiones sobre el Aikido, e) otros imprevistos semejantes :-) c) ejemplos con Star Trek, donde ningún ser humano ha llegado antes, pero Zanetti sí :-), b) reflexiones sobre películas de Woody Allen, y películas de Hollywood que supuestamente no dan para nada (o sea, son heideggerianas :-) ) El zanottismo antizanottista incluye otros métodos que se despliegan espontáneamente según aparezcan imprevisiblemente en las previsibles neuronas de zanotti: a) chistes ridìculos, de los cuales uno se ríe por lo ridículo, no por el chiste



Este es el valor agregado de mis cursos, a parte de 26 años de resistir al sistema educativo formal.



El zanottismo antizanottista tampoco emite certificados de ningún tipo, coherentemente con el anarquismo libertario descripto :-). Sin embargo, si alguno quisiera que yo certificara su asistencia a mis cursos, lo acepto, en cuyo caso se pedirá un trabajo monográfico donde el asistente deba someter a crítica el material expuesto.







CUARTO, EL PROGRAMA COMPLETO DEL CURSO, DEL 1ro AL 4to CUATRIMESTRE:



Este curso en filosofía, si se cursan los 4 cuatrimestres, es un post-grado completo de dos años. Como la inteligencia funciona sola y cada uno con sus tiempos (otro método zanottista) nadie debe preocuparse por la formación anterior o qué hizo antes. Los temas del post-grado completo son los siguientes:



1. Introducción al sentido de la historia de la filosofía.

La filosofía NO es un conjunto inconexo de sistemas, sistemas de ideas que parecen haber sido concebidos por gente lunática que tenía los pies en cualquier lado, menos en la Tierra. La historia de la filosofía es el despliegue coherente de la búsqueda de la razón humana por el sentido, y cada período, por ende, tiene un sentido que se explica por el anterior y se proyecta al posterior. La explicación de ese sentido, más que un show erudito de nombres y fechas (para eso tienen infinidad de libros y enciclopedias) es el objetivo de este curso. Esto es, no una “historiografía”, sino el sentido de la filosofía antigua, medieval, etc.

Temas específicos:

1. La filosofía antigua y la metafísica de Aristóteles

2. Los comienzos de la filosofía medieval

3. El apogeo de la escolástica y Santo Tomás de Aquino

4. Renacimiento, modernidad y Renato Descartes

5. Hume y la crisis de la metafísica racionalista

6. Kant I

7. Kant II

8. La metafísica después de Kant

9. Diversos temas de la filosofía contemporánea

10. Un no creyente, Popper

11. Una creyente, Edith Stein.









2. Los temas siempre presentes de la filosofía.

La filosofía, si no es humana, si no es un intento de respuesta a los interrogantes más profundos de la existencia humana, es tan importante como la historia del ping pong (sin menospreciar en absoluto al ping pong). Por eso estos temas serán dados desde una perspectiva humana y existencial y serán por ende una terapia filosófica.

Temas:

1. Filosofía de la filosofía.

2. La historia de la filosofía

3. Libre albedrío y determinismo

4. Alma y cuerpo, conciencia y objeto, mente y cerebro

5. El conocimiento

6. Conocimiento e interpretación

7. Conocimiento e interpretación II

8. Filosofía y lenguaje

9. Filosofía y lenguaje II

10. Filosofía y sentido de la existencia.

11. ¡Ay Dios!









3. Una inmersión en la filosofía de las ciencias.

Las ciencias parecen estar fuera de la filosofía e inmunes a sus debates y problemas. Por ello el objetivo de este seminario es mostrar que, en el siglo XX, los debates sobre filosofía de las ciencias han sido filosóficos y han llevado a replantear el sentido de las ciencias y re-ubicarlas en la filosofía. Al mismo tiempo, los temas resultantes de este enfoque son tan amplios que implicarán, como corresponde, un planteo global sobre las capacidades del conocimiento humano y la relación entre ciencias, filosofía, religión y política.

Temas específicos:

1. El surgimiento de la ciencia en la modernidad

2. El inductivismo: rígido, amplio, aristotélico.

3. El neopositivismo

4. Popper

5. Popper II

6. Kuhn I

7. Kuhn II

8. Lakatos

9. Feyerabend

10. Feyerabend II

11. ¿Y ahora qué?

12. De la ciencia a la filosofía.







4. Metafísica, fenomenología y hermenéutica.

No asustarse por los nombres. El seminario anterior nos dejará planteadas tres preguntas: ¿hay algo más allá de las ciencias? (metafísica). zanotti dirá: si. ¿Hay una filosofía que camine en el mundo de la vida (fenomenología) y que lo profundice? zanotti dirá: si. ¿Hay algo que esté más allá de la interpretación (hermenéutica) de ese mundo de la vida? zanotti dirá: no. ¿Nos saca ello de la verdad? zanotti dirá: ¡al contrario!

Temas específicos:

1. La metafísica “profunda” en Santo Tomás de Aquino

2. Sus posibilidades, hoy.

3. Husserl y la fenomenología.

4. Husserl y la fenomenología del mundo de la vida.

5. El diálogo con Edith Stein.

6. Heidegger el misterioso.

7. Gadamer y sus horizontes

8. Gadamer y sus horizontes II

9. Wittgenstein y sus juegos de lenguaje

10. Síntesis: el ser en el mundo

11. El ser en el mundo y la interpretación

12. El ser en el mundo y la verdad.







RECUERDEN QUE TODA DUDA DEBE SER DIRIGIDA A gabrielmises@yahoo.com