domingo, 27 de enero de 2013

SOBRE EL AVANCE DE LA RACIONALIDAD INSTRUMENTAL EN LA EDUCACIÓN FORMAL, y el drama de creer que sólo de referatos y de rankings universitarios vive el hombre.


Contrariamente a lo que pueda parecer, no tengo nada contra la educación formal. Mi padre, en “La misión de la pedagogía” (http://www.luiszanotti.com.ar/misionpeda.htm)  aclaró bien que la escolaridad no es más que un mayor grado de metodología y planificación en la acción de educar, acción que se da informalmente siempre en toda situación cultural, llamada por mi padre “La ciudad educativa” (http://luiszanotti.com.ar/ciudadedu.htm)  y que ahora ha ampliado su margen de acción con el internet, que está demandando nuevos modos de organización a la educación formal.

Lo que yo siempre he criticado es la educación formal positivista, esto es, aquella que cree que el conocimiento humano es igual a información, y trata al ser humano como alguien que, cual computadora viviente, tiene que grabar paradigmas, memorizarlos sin comprensión y repetirlos, sin razonamiento crítico (Popper) ni creatividad; al contrario, penalizándolos. Esta concepción de educación formal se basa en una falsa concepción del ser humano y del conocimiento. Para colmo, se ha vuelto coactiva, obligatoria, por el estatismo, y de ese modo, es una especie de corrupción intelectual y personal sin salida. O sea que para colmo, como Feyerabend denunció siempre, la educación formal positivista tiene el apoyo del estado y se ha vuelto con ello una nueva esclavitud que pocos advierten y menos aún denuncian.

La universidad es uno de los grandes logros de la civilización cristiana occidental. Surgida tras el renacimiento carolingio, ella ha sido el lugar donde el pensamiento teorético ha encontrado su lugar. Ello no implica que las universidades hayan sido el lugar del pensamiento crítico: con estado o sin estado, los paradigmas se comportan como Kuhn lo describe y por ende siempre los creadores de teoría tendrán un alto precio que pagar. La cuestión es la libertad de opción; la cuestión es que, aún corriendo el riesgo de quedar marginado por el paradigma dominante, el pensamiento crítico no corra necesariamente el destino de la guillotina.

Por lo tanto no es cuestión de escandalizarse ante el avance de cierto rigor con el cual los paradigmas, sean cuales fueren, se protegen. Cada uno de ellos tendrá sus autores admirados, sus seguidores, sus criterios de seriedad, sus revistas consideradas serias, sus congresos, sus simposios, sus criterios de prestigio académico. El que tenga ideas nuevas, como dice Kuhn, no las habría tenido si no hubiera sido educado en el paradigma (la tensión esencial) y por ende llevará siempre la cruz de tener que convencer a sus contemporáneos de la visibilidad de la crisis. Pero habrá una esencial diferencia entre el que practica el pensamiento crítico y el que sigue fielmente el paradigma. La diferencia es que el primero sabrá distanciarse sanamente de los rigores del paradigma. Los conoce, los sabe actuar, es un juego que juega cuando es necesario, pero sabe que el eje central del progreso no pasa por allí. En cierto juego de lenguaje rioplatense, “no se la cree”.

El problema actual de las universidades, de los journals con sus referatos, de los rankings universitarios, no es que se comporten cual kuhnianos paradigmas, sino que se han convertido en un soviet, porque están unidos a la coacción de los estados, que para colmo tienen convenios entre sí, y el problema radica también en que sus practicantes creen que ello es lo único serio, y se convierten en victimarios, en nuevos inquisidores, que persiguen, vigilan y castigan, y para colmo sin conciencia de ello, como el cocodrilo que cierra sus fauces sin saber lo que hace y sin poder sentir la más mínima piedad. Son personas que se han convertido en burócratas, que han perdido el humor, la misericordia, la comprensión, se han convertido en robots, en servidores del soviet, porque creen en ello y no advierten la importancia del pensamiento crítico, la creatividad intelectual, no entienden para nada la libertad de enseñanza, participan gozosos de comités estatales de evaluación y se ponen contentos cuando el soviet les da a ellos  o a otros el permiso para existir.

Yo recomiendo a los más jóvenes que sean mansos como palomas y astutos como serpientes, que no ha sido mi caso. Están en una época difícil, de unificación universal-estatal y coactiva de estándares sobre lo que se considera “serio”. Por ende, aprendan a jugar el juego: a escribir como los journals lo demandan, a obtener su doctorado según los cánones formales, pero no por egoísmo, sino por caridad y comprensión: tanto ante los nuevos inquisidores, que no saben lo que son ni lo que hacen; pero sobre todo para, desde la cátedra obtenida, poder estimular el pensamiento crítico, rescatar a los genios sueltos que el sistema no admite, educar en blogs, en bares, casas y nubes, y, de ese modo, marcar la diferencia. Y si pueden, luchen por la libertad de enseñanza, para poder crear nuevos espacios de libertad frente a la racionalización del mundo de la vida, esto es, nuevos espacios de libertad ante el constructivismo y el estatismo. Feyerabend tiene razón: la separación entre ciencia y estado debe ser el ideal regulativo. Pero mientras tanto, no se queden fuera del sistema, rasguen sus paredes desde dentro, como Copérnico hizo con el paradigma tolemaico. Tengan humor, comprensión, paciencia y, por favor, no hablen tanto como yo.

domingo, 20 de enero de 2013

LA FALSA DICOTOMÍA ENTRE LO FÁCTICO Y LO FICTICIO




El positivismo sigue dominando nuestro modo de pensar aunque no nos demos cuenta, aún en aquellos que dicen haberlo superado, porque el positivismo sobrevive en el lenguaje, y los juegos de lenguaje son redes profundas de horizontes de precomprensión.

Uno de los hábitos más difundidos de nuestro horizonte cultural positivista –que ha invadido a la ciencia, la educación, la comunicación social, etc.- es si un relato corresponde a un “hecho” (lo “fáctico”) si es “ficticio” (no real). Dejemos de lado por un momento que la palabra hechos es engañosa, porque oculta la creencia de que un relato puede ser no proferido desde el horizonte del hablante. El asunto es más simple. Desde luego que, habitualmente, podemos distinguir entre un relato de ficción y otro que intente interpretar la realidad. Una cosa es una reseña sobre la situación económica actual de los EEUU y otra cosa es una película de Star Trek. Ok, lo podemos distinguir. Pero, ¿qué importancia tiene ello para el tema de la verdad?

Esto es: ¿qué “verdad” hay en una novela, en una obra de teatro, en un cuento, en una película? ¿Podríamos decir que ninguna verdad, porque lo relatado allí “realmente no sucedió”?

Por supuesto que no: lo importante es la verdad del símbolo, esto es, un relato que a través de personajes imaginarios nos lleva a lo más profundo de la naturaleza humana. Esa es la verdad de lo “ficticio”. ¿Qué valor tienen, si no, las fábulas de Esopo, las parábolas del Evangelio, las tragedias de Eurípides, las obras de Shakespeare, las poesías de Borges, o Star Trek o Star Wars? ¿Qué importancia tiene que Spock no haya existido? ¡Claro que no existe! Pero ese no es el caso. Lo importante es: ¿qué quiere decir el escritor a través de ese personaje imaginario? Y es allí cuando, si nuestra formación filosófica es pobre, nos quedamos sin respuesta. Lo que todo ello nos enseña es al ser humano en su complejidad más profunda, como Freud supo ver en la literatura universal.

Por lo demás, los llamados relatos “sobre la realidad”, están cargados de símbolos. Palabras, términos que el hablante y escritor utilizan, están cargadas de un horizonte de precomprensión donde los términos se entrecruzan en un juego de lenguaje que habla permanentemente de concepciones filosóficas, religiosas y míticas profundas aunque el hablante no sea consciente de ello. Un relato histórico y relato ficticio tienen ambos una profunda carga interpretativa y simbólica. En nada tiene que preocupar ello a nuestra búsqueda de la verdad, porque la verdad sobre lo humano puede estar o no estar, pero si está, está desde el horizonte cultural en tensión creadora con nuestra conciencia crítica.

La ciencia también está plenamente cargada de horizontes de teorías que son el sedimento de concepciones míticas y metafísicas que pudieron pasar por la criba de la crítica, como Popper explica. La ciencia no es la copia de los hechos. Es la proyección sobre el mundo físico de ideas profundísimas que surgen de la capacidad creadora humana para interpretar, para dar sentido, a un mundo físico de lo contrario ininteligible.

Dejemos de preocuparnos por lo fáctico que, como tal, es la ilusión humana de librarse de lo humano. Aceptemos que los humanos vivimos en y desde nuestras teorías sobre el mundo y nuestra experiencia vital sobre nosotros mismos. La verdad está en la sabiduría vital, en la experiencia de la bondad, en la misericordia con el otro, de donde derivan relatos profundísimos, ficticios o no, y donde participamos de la palabra creadora de Dios. 

domingo, 13 de enero de 2013

CONTRA LA GUERRA, UNA VEZ MÁS


Me sigue asombrando y espantando el culto intelectual a las guerras: que se las considere el factor de cambio, de progreso, de transformaciones. Innumerables reseñas históricas y documentales están escritas bajo ese presupuesto. Millones, millones y miles de millones de vidas destruidas, masacradas y auto-inmoladas son vistas como un dalo colateral de un progreso real. Todo lo que se perdió en términos de creatividad social se ignora olímpicamente. Por eso reiteramos, una vez más, en ese ejercicio de re-sistencia e in-sistencia que se ha convertido nuestro escribir, lo afirmado en nuestro artículo




2.2. La cooperación social.
Para contestar esa pregunta, en nuestra opinión clave para comprender su pensamiento, volvamos a una noción que se encuentra claramente tanto en sus escritos de 1927[1] como en los de 1957[2]. La cooperación social es el intercambio de bienes y servicios bajo el marco de la división del trabajo. Por supuesto, como toda definición en ciencias sociales, esto tiene sus límites[3], pues Mises piensa en realidad, en términos ideales, en el libre intercambio de bienes y servicios bajo la división del trabajo en presencia de propiedad privada de medios de producción. Y con un poco más de esfuerzo hermenéutico, veremos que está pensando en el libre intercambio de juicios de valor, de proyectos de vida, bajo ese marco de división de trabajo y propiedad privada. Pero tuvimos que dar esa primera definición dado que Mises también analiza detenidamente a la cooperación social en ausencia del mercado[4].
Esa cooperación social es el medio humano para minimizar el problema de la escasez. Las especies animales compiten unas con otras por medio de la fuerza y la mutua aniquilación para lograr la supervivencia. El ser humano, en cambio, puede advertir las ventajas de la división del trabajo y actuar en consecuencia[5]. Pero lo más importante de esto es advertir la importancia central que tiene en este planteo la diferencia entre competencia biológica y competencia social[6]. La primera implica la guerra, la segunda, la paz. Esto es esencial. En un Occidente que ha idealizado la guerra y las virtudes concomitantes de ella, Mises ensalza la paz, el comercio, como factor civilizador. Su pensamiento es Hobbes al revés y, desde luego, Marx al revés. Mises no ignora las tendencias destructivas de la naturaleza humana[7], pero de ningún modo las asocia con algún tipo de progreso.[8] La cooperación social, la expansión de la división del trabajo, y todo el progreso civilizador del comercio y la mayor productividad sólo es posible mediante la cooperación pacífica, paz que se vuelve parte del ser de la sociedad y no del deber ser[9]. Si para Marx la historia es la historia de la lucha de clases, para Mises no sólo no hay clases sociales en el sentido marxista del término, sino que la historia (como progreso) es la historia de la expansión de los lazos de la cooperación social, y en ese sentido, es la historia de la paz y el comercio. Este esencial pensamiento misiano no ha terminado de entrar en un Occidente que sigue admirando las virtudes de antiguos espartanos o inexistentes Klingons y sigue considerando, como Platón, a los comerciantes como lo más bajo de la vida social, y denigra y desprecia la historia de los fenicios. Más adelante volveremos a esta cuestión (ver supra, punto 3.3).
Por supuesto, este pensamiento no es en Mises una mera declamación. La paz está asociada en su pensamiento a la ley de división del trabajo, que ya no es sólo un capítulo de la ciencia económica, como en Ricardo, sino que es una ley general de toda sociedad humana que él llama ley de asociación.[10] Cuanto más extendida está la división del trabajo, el comercio, y la paz, la productividad aumenta, la cantidad de capital per capita[11] aumenta con mayor rapidez que el aumento de población[12]. La guerra, en cambio, implica todo lo contrario. Podemos conmovernos todo lo que queramos con historias épicas de héroes muy valientes, podemos, contradictoriamente, admirar hoy las conquistas del pasado que hoy condenaríamos en las Naciones Unidas, pero no podemos ignorar que la dinámica de victorias y derrotas se sostuvieron siempre con la involución de la cooperación social, con la pobreza, inanición, muerte y subdesarrollo de millones y millones de personas. Suponer lo contrario es ignorar, para Mises, las leyes intrínsecas de los lazos de cooperación social.


1.3.  La paz.
Difícil es tratar nuevamente este tema fuera del contexto donde ya lo hemos explicado. Lo que agregaremos ahora son dos factores adicionales muy importantes.
Uno, Mises insiste mucho en que la paz no es un desideratum, un “deber ser” de la cooperación social: forma parte del “ser” de la cooperación social en presencia de la propiedad privada de los medios de producción. Para cooperar libremente, para intercambiar bienes y servicios, y, por consiguiente, para la expansión de los lazos de cooperación social, la paz es un requisito indispensable. No surge de bellos sueños o bonitos discursos: es parte esencial de la naturaleza del proceso de mercado: “….La cooperación social sólo puede prosperar e intensificarse donde exista previsible paz duradera. Tal pacífica perspectiva constituye, al respecto, conditio sine qua non.”[13]. En La Acción Humana tenemos el mismo concepto expresado con el mismo énfasis[14].
Dos, la paz, el comercio, tanto interpersonal como el que cruza las fronteras, es para Mises un factor civilizador. Nuevamente, no hay aquí la mera descripción económica de la relación entre mayor productividad y división del trabajo, sino una filosofía política de fondo donde el avance de la paz, implicado en las relaciones comerciales, tiene un círculo virtuoso con los valores de la civilización occidental.
Quisiéramos comentar al respecto que este es uno de los mensajes de Mises (y también de F. A. von Hayek[15]) más importantes y menos escuchados por la cultura occidental en general, retomando algo que habíamos comentado en la sección 2.2. Si, resuena en nuestro super yo cultural el ideal de la paz perpetua de Kant, pero como un típico desideratum “de filósofos”. Mientras tanto, en novelas, películas, series de televisión y en nuestra propia concepción de la historia (donde la historia es la historia de las dinastías, de los imperios, de los gobiernos, y de sus guerras), seguimos entronizando y exaltando los valores de la cultura guerrera. Seguimos admirando a los valientes y épicos espartanos mientras despreciamos a los fenicios y su tan terrible costumbre de comerciar en vez de asesinar a sus vecinos para conseguir más territorio. Para Platón los comerciantes eran lo más bajo del sistema social y por ello mismo podían tener propiedad. Ese desprecio por lo comercial, y la idea de que las guerras son civilizadoras, no ha cesado en absoluto en Occidente. Mises aparece como una mosca blanca en medio de ese bélico panorama[16], pero lo más importante es que no aparece como una voz religiosa, utópica, pacifista idealista que suponemos hablada desde fuera del mundo real, sino como un mensaje que nos dice que es la realidad del mundo la que está en peligro si seguimos pensando así.[17]. No se ha terminado de reparar, tampoco, en que esto es verdaderamente lo contrario a Marx, para quien la historia es la historia de la lucha de clases. Muchos que se dicen no marxistas aceptan, en el fondo, que la historia de la humanidad es movida por la historia de intereses contrapuestos e irreconciliables. Para Mises, en cambio, la historia de la civilización es la historia de la salida de la guerra. Puede ser que, por motivos psicológicos que Mises no ignoraba[18], pero que obviamente le costaba aceptar, la humanidad haya mostrado hasta ahora una vocación de autodestrucción cuyos peligros anunciara también, proféticamente, Freud[19], de origen cultural no casualmente similar al de Mises. Pero en ese caso volvemos al final ya citado de La Acción Humana. La historia de la guerra no es la historia de la civilización, es la historia de nuestra vocación autodestructiva. Puede ser –nadie puede saberlo- que sea ese el final de la humanidad, pero en ese caso, una mayor toma de conciencia del mensaje de Mises podría actuar como fuerza cultural compensatoria y equilibrante de nuestros animales instintos de demarcación de territorio. La creencia de que la guerra es civilizadora sólo acelera la muerte de la civilización.





[1] Liberalismo, op.cit.
[2] Teorìa e historia, op.cit., cap. 4.
[3] Nos hemos referido a esto en La economía de la acción humana, Unión Editorial, Madrid, 2009.

[4] La Acción Humana, op.cit., parte quinta.
[5] Op.cit., cap. VIII, punto 1.
[6] Liberalismo, op.cit.
[7] Liberalismo, op.cit., punto 6. Sus referencias a Freud en ese punto no han sido profundizadas por el liberalismo clásico en general
[8]  La Acción humana, op.cit: “…no es la guerra, sino la paz, el origen de todas las relaciones sociales”. Cap. VIII, punto 8, p. 225.
[9] Liberalismo, op.cit, cap. 1, punto 3, p. 43.
[10] La Acción Humana, op.cit., cap. VIII, punto 4.
[11] Op.cit., cap. XXI, punto 6, p. 734.
[12] Op.cit., punto 6, p. 741.
[13] Ver Liberalismo, op.cit., p. 43. Las itálicas son nuestras.
[14] Op.cit., cap. VIII, puntos 7 y 8.
[15] Hayek, F. A. von: Los fundamentos de la Libertad, Unión Editorial, Madrid, 1978, cap. 11.
[16] Cabe agregar que en Argentina, Alberdi siguió un camino similar, y  no precisamente marginal en sus escritos. Ver al respecto su clásico El crimen de la guerra (Sopena, Bs. As., 1957) y las citas al respecto recopiladas por Ricardo López Gottig en Los Fundadores de la República, Fundación Hayek, 2006, pp. 182-187.
[17] Ver Teoría e historia, op.cit., cap. 4 punto 8.
[18] Ver La mentalidad anticapitalista, Fund Bolsa de Comercio, 1979.
[19] Ver Freud, S.: El malestar de la cultura, op.cit.

domingo, 6 de enero de 2013

TODO LO QUE SE MUEVE, SE MUEVE POR OTRO. LUEGO, LAS MALVINAS SON ARGENTINAS

Ya que la Presidente insiste en desplazar sus ideas de libertad solamente a dos maravillosos e importantísimos islotes, mientras mantiene un enorme territorio cerrado, inutilizado, subdesarrollado y tiranizado, nosotros insistiremos en apoyarla, reiterando, casi un año después, importantes argumentos filosóficos que demuestran de modo irrefutable e incontrovertible que las Malvinas son argentinas, de modo tal que todo el que lo niegue, anatema sit. He aquí nuestros brillantes argumentos, mientras esperamos el agradecimiento de nuestra eximia presidente, heredera de las gestas liberadoras de los grandes imperios capitalistas causantes, por supuesto, de todos nuestros males.


DOMINGO, 12 DE FEBRERO DE 2012


LAS CINCO VÍAS PARA PROBAR QUE LAS MALVINAS SON ARGENTINAS (continuación)

Uno. Todo lo que se mueve, se mueve por la Argentina. Ahora bien, las Malvinas se mueven. Luego, son argentinas.

Dos. No es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues toda causa se remite a la causa eficiente principal como a su primera causa. Ahora bien, es obvio que las Malvinas son un instrumento de nuestra soberanía. Luego, remiten a la primera causa, que es la Argentina. Luego, las Malvinas son argentinas.

Tres. Las naciones nacen y mueren. Luego, son contingentes. Pero lo contingente se remite al primer país necesario como su causa primera. Ahora bien, las Malvinas alguna vez no fueron argentinas. Luego, se remiten a la causa primera, que es necesaria, que es la Argentina, que siempre es, que no nació ni morirá jamás.

Cuatro. Es obvio que hay grados de perfección entre las naciones. Por ejemplo, Inglaterra, que es muy imperfecta, hasta Francia, que es menos imperfecta. Pero todo lo que es imperfecto remite a lo perfecto como su causa primera, al máximo país, que es lo totalmente perfecto. Ahora bien, si las Malvinas fueran inglesas, serían muy imperfectas, pero como todo lo imperfecto remite a lo perfecto como a su causa primera, entonces las Malvinas están causadas por el primer país perfecto, el mismo País Subsistente, que es la Argentina. Luego, las Malvinas son argentinas.

Quinto. Vemos que los países que carecen de conocimiento son dirigidos hacia su propio fin. Pero ello no puede ser casual, sino que responde a cierta causa final, que es lo primero en la intención, de igual modo que la flecha es dirigida hacia su objetivo por la sabiduría del arquero. Por lo tanto, todos los países que carecen de conocimiento, como Inglaterra, o que tienen conocimiento imperfecto, como Francia, donde escribe Sartre (y a pesar de ello es imperfecta), son dirigidas hacia su fin, son ordenadas hacia su fin por un ser máximamente inteligente, por el país máximamente inteligente cuyo conocimiento es perfecto, esto es, la Argentina. Luego, las Malvinas son argentinas.

Pero todos sabemos que estas pruebas han sido refutadas por Kant, dado que la argentinidad no puede ser un predicado analítico del sujeto “islas Malvinas”. Para Kant, toda proposición de argentinidad debe constatarse empíricamente, no se puede derivar a priori de ningún sujeto.

Pero no, Kant olvida que las 5 vías no son un argumento a priori, sino a posteriori de los efectos. Esto es, la argentinidad es la causa por la cual las islas son Malvinas. Luego, dadas las islas Malvinas, la causa necesaria es que sean argentinas.

Pero, diría un kantiano, ese argumento esconde sin advertirlo el argumento ontológico, a saber: la argentinidad es aquello mayor de lo cual nada puede ser pensado. Luego la argentinidad existe y es causa, obviamente, de aquellas cosas que pueden ser pensadas no siendo perfectas (como las islas británicas, por ejemplo). Por lo tanto la argentinidad es causa de todo lo que existe. Lo cual, vuelve a decir Kant, presupone el argumento ontológico, que es falso. Porque las 5 vías presuponen que no se puede llegar al infinito en la serie de causas. O sea: que un país contingente se basa en el primer país necesario (o sea, Argentina) como causa primera. Pero, ¿por qué la serie no puede remontarse al infinito? Las vías afirman que “tiene que haber un país primero para que los otros causen”, pero, ¿no es ello lo que se quiere demostrar?

No, Kant se equivoca de nuevo, porque las vías presuponen la causalidad metafísica, a saber, que todo aquello donde es diferente la esencia y la Argentina, está causado por otro, y ese otro es la Argentina en sí misma.

Pero allí entra Heidegger. Esa diferencia entre esencia y argentinidad es una concepción ontoteológica: en vez de buscar la argentina del ente, se quedan con el ente y así derivan en una concepción esencialista que ha implicado el olvido de la Argentina en toda la historia de la filosofía occidental.

Pero el argumento de Heidegger está errado, ya que no se ha dado cuenta de que precisamente en las 5 vías la argentina del ente no es olvidada, ya que al llegar a la Argentina en sí misma como primer país necesario, causa de todos los demás, se llega al ser, a la argentinidad olvidada por la onto-teo-logía occidental.

Al final, el más sutil fue Gaunilo, quien dijo que si el argumento ontológico fuera correcto, entonces se podría pensar en una isla perfecta y esa isla perfecta existiría, o sea, sería argentina, dado que lo que no es argentino no existe. Precisamente, de eso se trata: con sólo pensar las islas Malvinas, son argentinas.

Con lo cual queda demostrado que las Malvinas son argentinas y refutados todos los argumentos que han intentado refutar dicha necesaria y sólida conclusión.

martes, 1 de enero de 2013