domingo, 7 de enero de 2024

LAS ACLARACIONES DE RATZINGER SOBRE EL VATICANO II Y LA MODERNIDAD CATÓLICA

PUBLICADO EN CRITERIO, NOV/DIC 2023

1100 páginas, sin los apéndices y los índices. Esa es la extensión de las aclaraciones y comentarios de Joseph Ratzinger al Vaticano II, publicados como los tomos VII/1 y VII/2 de sus Obras Completas[1]. Ninguna de las objeciones habitualmente hechas contra el Vaticano II desde sectores tradicionalistas está sin responder. Coherentemente con su hermenéutica de lo continuidad en lo esencial, y reforma en lo contingente[2], todo está explicado desde allí: desde la Revelación y Eclesiología de Lumen gentium y Dei verbum, hasta la libertad religiosa en Dignitatis humanae, el diálogo con las religiones no cristianas en Nostra aetate, el ecumenismo en Unitatis redintegratio, las reformas litúrgicas, el tema de la colegialidad, la famosa Nota explicativa previa, el famoso subsistit…… Y, por supuesto, largos comentarios a Gaudium et spes, el significado de “mundo”, de aggiornamento….

No he visto nunca ninguna referencia a estos dos tomos, cuya edición alemana es del 2012, en los habituales críticos tradicionalistas (que abarcan una diversidad de posiciones: desde los lefebvrianos moderados hasta los radicales, los sedevacantistas, y católicos que sin negar al Vaticano II les piden aclaraciones –que yo no niego que en los tiempos actuales puedan ser pertinentes, no por defectos intrínsecos del Vaticano II, sino por sus interpretaciones progresistas en total dis-continuidad-). Pero que yo no las haya visto no quiere decir que no existan. Se me pueden haber escapado muchas cosas.

La relevancia de estos dos tomos en los tiempos actuales es absoluta. Hacia fines del pontificado de Benedicto XVI, el diálogo con los sectores moderados del lefebvrismo iba avanzando. Pero luego, por supuesto, todo se detuvo. Algunos sostienen que las actuales crisis post-moderna en la Iglesia, esto es, una interpretación del cristianismo en clara contradicción con el Catecismo de la Iglesia Católica, se debe directamente al Vaticano II. Ratzinger es la clave para comprender que ello no es así.

¿Es la intención de este artículo resumir el contenido de estos dos tomos? Por supuesto que no. Creo que ello sería entre imposible y contraproducente. Los dos tomos ya son un resumen de la vida de Joseph Ratzinger como protagonista del Vaticano II. Hay que leerlo con calma desde ese contexto y en relación a todo el pensamiento de Ratzinger. Un resumen aún mayor haría pensar que el tema es breve o que las respuestas pueden ser taxativas. Ello sería contrario no sólo al espíritu del autor, sino a la importancia del tema. A los que consideran que el Vaticano II es el origen de todos los males, habría que decirles tolle lege. Conozco algunos coherentes que sostienen que Ratzinger e incluso su magisterio como Benedicto XVI está equivocado en estos temas. Bueno, que lo reiteren, pero si citan estos textos sería mejor.

Pero hay un tema, como filósofo, que querría comentar, y que creo que está en la clave de todos estos temas teológicos, si es que la filosofía y la teología se pueden separar en estos temas.

Lo que está en juego en todo esto es la relación entre Catolicismo y Modernidad. Porque, como el mismo Ratzinger aclara, en el Vaticano II la Iglesia no se habla a sí misma, como fue necesario, históricamente, en Trento y en el Vaticano I. Habla al mundo, y el “mundo” al que habla (que tampoco es “externo” a la Iglesia, porque los laicos forman parte del mundo en sentido propio) es el mundo moderno.

Pero, ¿qué es la Modernidad? Esa es la clave de la cuestión. Porque el contexto histórico del Vaticano I es la segunda fase del pontificado de Pío IX, quien se enfrenta, siguiendo a Gregorio XVI, a todo el mundo moderno, sin distinciones[3]. Porque lo que allí sucede es la NO distinción entre Modernidad e Iluminismo, carencia conceptual que padecen tanto los católicos que se oponen a todo diálogo con el mundo moderno, como los no creyentes que siguen pensando que la Iglesia está irremisiblemente unida a la oscuridad de la irracionalidad, el fanatismo y la superstición.

Pero esos no creyentes son en realidad iluministas. La distinción entre Modernidad e Iluminismo es esencial en dos autores: Augusto del Noce[4] y Francisco Leocata[5]. Ambos aclaran que la clave de un mundo post-medieval contradictorio con toda trascendencia está en el libertinismo erudito. Leocata lo ha aclarado bien a lo largo de toda su obra, pero especialmente en La vertiente bifurcada (op.cit), lo aclara muy bien: autores como Montaigne, Charron, La Mothe Le Vayer, Naudé, etc[6]., habrían tomado lo peor del escepticismo y el hedonismo de la filosofía antigua para exponer una visión del hombre que sí se resume en una vida humana librada a la arbitrariedad de sus pulsiones y por ende identificada con ese libertinaje total, que aún hoy ciertos tradicionalistas atribuyen al “liberalismo”, citando al famoso libro de Felix Sarda y Salvany[7], como si todo ello se identificara con Locke, Montesquieu, Tocqueville, El Federalista….

El Iluminismo no es por ende la Modernidad. El Iluminismo se caracteriza por su radical voluntad de inmanencia, al decir de Leocata[8]. Eso es lo que lo aparta de toda trascendencia cristiana, y se concentra en el ala radical de la Revolución Francesa y en los autores más cientificistas de La Enciclopedia, como D´Alambert, más moderadamente, y Diderot, más radicalmente[9]. Ese Iluminismo radical no es lo mismo que el más moderado de Kant, donde aún se mantienen valores morales y preocupaciones ontológicas, en algo compatibles con la escolástica anterior[10].

La Modernidad, por ende, es otra cosa. Sintetizando al pensamiento de Leocata con el de Ratzinger, la modernidad se caracteriza por lo siguiente. Primero, la emergencia de la ciencia y de la técnica como un resultado del neoplatonismo cristiano medieval, donde Dios es el autor de un mundo físico regido por una matemática que es reflejo de la mente de Dios[11]. Ese era el pensamiento de Copérnico, Galileo, Copérnico y Newton, a lo cual se agrega la autonomía de las causas segundas de Sto. Tomás, todo lo cual implica, uno, la famosa autonomía relativa de lo temporal en las ciencias, y dos, una noción de mundo sanamente secularizado y des-mitificado, totalmente compatible ello con la idea de creación.[12]

Segundo, un replanteo de la relación entre príncipe secular e Iglesia, sobre todo a partir de la des-clericalización llevada adelante por Francisco de Vitoria[13], que toma elementos de Aristóteles y Santo Tomás en cuanto a que el bien común temporal es causa eficiente principal en su propio ámbito. Ello lleva coherentemente a la justa autonomía de lo temporal en materia social y a la noción de sana laicidad, tan cara al pensamiento de Ratzinger[14].

Tres, un replanteo de la dignidad humana como que todo ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, pero llevado ello a las nuevas circunstancias del descubrimiento de América y la consiguiente evangelización, que llevan a la emergencia histórica de los derechos del súbdito ante el príncipe secular. Ese es el fundamento católico de las libertades civiles y especialmente de la libertad religiosa, cuya clarificación conceptual en la Iglesia es recién en 1965[15], luego de largas aclaraciones necesarias por el enfrentamiento con laicismo de la Revolución Francesa.

Todo ello es la modernidad católica. Nada más ni nada menos.

Todo ello pudo ser visto por Rosmini[16], pero no por Pío IX. No es que la Quanta cura esté equivocada: el problema es su rechazo radical al Iluminismo sin las aclaraciones pertinentes sobre la Modernidad en lo político, que van surgiendo con León XIII, Pío XII y Juan XXIII[17], y se concretan, precisamente, en los documentos más controvertidos del Vaticano II. Nostra aetate, Unitatis redintegratio, Gaudium et spes y Dignitatis humanae son precisamente la modernidad católica. Es coherente que sean rechazados por los sectores tradicionalistas que nunca vieron, precisamente, la distinción entre Iluminismo y modernidad. La modernidad católica de esos documentos fue un logro de pensadores y teólogos católicos que luego de la primera guerra fueron fermentando todas esas nociones que luego se concretaron en esas declaraciones y decretos, que no surgieron por ende de la nada.

Pero no esquivemos un bulto. La declaración de infalibilidad del Vaticano I fue impulsada por Pío IX en el contexto de su rechazo total al “mundo moderno” sin distinciones, unido ello a una intensa concentración del poder religioso del pontífice. Así se entiende la respuesta de Pío IX al Cardenal Guidi[18], cuando le propuso una formula superadora entre los partidarios y opositores a la declaración (impulsados estos últimos por Dollinger, santo varón sepultado injustamente en el olvido). Esa respuesta, que, gracias a Dios, nunca mejor dicho, no formó parte de la declaración, fue “la tradición soy yo”[19]. Todos los grandes teólogos que redactaron esas declaraciones (entre ellos Ratzinger) conocían perfectamente este episodio, aunque no se acostumbraba recordarlo en público.

La doctrina de la colegialidad del Vaticano II fue, y sigue siendo, precisamente, la respuesta –basada en la tradición de los doce apóstoles- a esa afirmación de Pío IX. No quiere decir (y esto va para todo el Vaticano II) que haya sido una respuesta definitiva, cerrada a ulteriores aclaraciones, y que no haya quedado dentro de un humo de conflictos como la misma Nota explicativa previa lo manifiesta. Pero los tradicionalistas, que no quieren ni quisieron saber nada con la colegialidad, agradézcanle la colegialidad a la no sutil franqueza de Pío IX.

Resumiendo: los sectores tradicionalistas seguirán rechazando al Vaticano II, o seguirán pidiendo aclaraciones y aclaraciones (como los epiciclos a los epiciclos) mientras no comprendan la distinción entre Iluminismo y Modernidad, y mientras no comprendan la noción de diálogo que los teólogos del Vaticano II aprendieron de Gadamer, de Buber y de Levinas, y que se encuentra asumida en la Ecclesiam suam de Pablo VI[20], escrita no de casualidad un año antes del cierre del Vaticano II.

Por supuesto, habrá muchos que se horrorizarán de esta conclusión. Pero en los tiempos actuales, de caos doctrinal absoluto, donde hay tantos catolicismos como católicos, no hay más remedio que hacer aún más lo de siempre, esto es, seguir la conciencia. Y mi conciencia me dicta fidelidad a la hermenéutica de la continuidad y la reforma explicada por Benedicto XVI.



[1] BAC, Madrid, VII/1 y VII/2,  2013 y 2016 respectivamente.

[2] Nos referimos a su discurso del 22-12-2005. Ojalá ese discurso hubiera sido una encíclica.

[3] Nos referimos a las famosas Mirari vos, de Gregorio XVI, y Quanta cura, de Pío IX, 1836 y 1864 respectivamente.

[4] Sobre del Noce, ver Riva Posse, C., La filosofía hecha mundo. La interpretación filosófica de la historia contemporánea en Augusto del Noce, Instituto Acton, Buenos Aires, 2023.

 

[5] De Leocata, sobre estos temas, ver Del iluminismo a nuestros días. Síntesis de las ideas filosóficas en relación con el cristianismo, Buenos Aires, Ediciones Don Bosco, 1979;  Estudios sobre fenomenología de la praxis, Buenos Aires, Centro Salesiano de Estudios, 2007; y, sobre todo, La vertiente bifurcada: La primera modernidad y la ilustración, Buenos Aires, EDUCA, 2013.

 

[6] Op.cit., cap. V

[7] El liberalismo es pecado (1884), ediciones diversas.

[8] Del Iluminismo a nuestros días, op.cit.

[9] La vertiente bifurcada, op.cit, cap. VI.

[10] Op.cit., cap. IX.

[11] Sobre este tema, ver Koyré, Alexandre, Estudios galileanos, Madrid, Siglo XXI, 1990;  Estudios de historia del pensamiento científico, Madrid, Siglo XXI, 1990, y Del mundo cerrado al universo infinito, Madrid, Siglo XXI, 2000.

 

[12] Hemos desarrollado estos temas en Judeo-Cristianismo, Civilización Occidental y Libertad, Instituto Acton, Buenos Aires, 2018.

[13] Este punto está muy bien explicado en Fazio, Mariano: Francisco de Vitoria. Cristianismo y Modernidad, Eds. Ciudad Argentina, Buenos Aires 1998.

 

[14] Ver su Introducción al Cristianismo, Sígueme, Salamanca, 2016.

[16] Sobre Rosmini, ver MURATORE, U., Antonio Rosmini. Vida y pensamiento, BAC, Madrid 1998. Antonio Rosmini es un perfecto ejemplo de la modernidad católica, y una víctima de las lamentables intrigas vaticanas ultramontanas. Sobre su total rehabilitación, ver Nota sobre el valor de los decretos doctrinales con respecto al pensamiento y a las obras del sacerdote Antonio Rosmini Serbati, de la Sagrada Congregación sobre la Doctrina de la Fe, 2011, escrita y firmada no de causalidad por Joseph Ratzinger:  https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20010701_rosmini_sp.html

 

[17] Hemos comentado todas esas aclaraciones en Judeo-Cristianismo…. Op.cit., cap. 6. Ver al respecto, también, Irrazábal, G.: Iglesia y democracia, Instituto Acton, Buenos Aires, 2014.

[18] Sobre Dollinger, Pío IX y el Cardenal Guidi, ver Howard, A.T.: The Pope and the Professor, Oxford University Press, 2017.

[19] Op. Cit, nota al pie nro. 202.

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