(De mi libro Un comentario filosófico y teológico a la filosofía de Sigmund Freud, Arjé, 2019, (https://www.amazon.com/-/es/Gabriel-Zanotti/dp/1733548394))
Decimos "una" porque obviamente no es nuestra intención ahora
tratar este tema en sí mismo, con lo cual nos veríamos en una empresa un tanto
larga. En esto, como en casi todo, las interpretaciones de lo que Freud quiso
decir son infinitas.
Pero no podemos dejar de tratar un aspecto sin el cual nuestro punto 1
quedaría incompleto, más de lo limitado que ya queda todo.
Que todos los aspectos culturales, científicos, artísticos y filosóficos
del ser humano sean sólo formas de re-direccionar la libido originaria,
es obviamente falso porque, en el ser humano, su intelecto creativo no es en
sí mismo una derivación libidinal.
Pero: de la forma sustancial derivan lo vegetativo, lo sensitivo y lo
racional. Y hay una analogía de proporción de
ida y vuelta entre la causa y el efecto. Por ende, si al Ello lo colocamos
primordialmente en lo vegetativo y en lo sensitivo (luego veremos lo del ello
“espiritual”), el Ello (ya antes o después del pecado original: antes,
totalmente ordenado al fin; después, perverso polimorfo) deriva de la forma
sustancial. Lo racional se va actualizando también por medio del Super Yo, y
por eso implica en sí mismo un re-direccionamiento de la pulsión originaria, y
ese re-direccionamiento es ya una sublimación. No tan diferente a lo que decía
Santo Tomás: la virtud dirige la pasión hacia su recto fin. Y eso no se
contradice en que también el Super Yo
ayude a re-direccionar la pasión hacia su recto fin.
Pero además recordemos que la unidad del ser humano implica que las tres
potencias humanas se “comunican” en la forma sustancial. Por ende, en el ser
humano lo vegetativo y sensitivo es racional y lo racional es a la vez
vegetativo y sensitivo, no en cuanto a se confundan, pero sí en cuando que
tienen la misma causa. Por ende, las tres tendencias humanas tienen la pulsión
de vida que ya está en la forma sustancial que hace al ser humano tal. O sea
que las tres, inteligencia y voluntad también, están "inundadas" de
libido. Que puedan estar ordenadas rectamente hacia su fin, ya sea antes del
pecado original o como efecto de la Gracia redentora de Dios, no las hace menos
"llenas de" libido. Por lo tanto la energía de la pulsión se deriva a
las tres. Por ende, si por sublimar entendemos que la energía de la libido
originaria llegue e impulse a la inteligencia y a la voluntad, entones es obvio
que estamos todo el tiempo sublimando, pero no porque la inteligencia y la
voluntad "se reduzcan" a sexualidad transformada, sino porque tienen
en sí mismas la energía de la pulsión de vida. Por eso los buenos psicoanalistas
saben que ante una melancolía (depresión) profunda, lo que se necesita es que
el paciente "libidinice" algo, y ese algo no es sexual-genital
en sí mismo, sino cualquier actividad humana que sea sentida como eros y por lo
tanto apasionadamente realizada. El
escritor, el filósofo, el artista, están enamorados de su obra (y por
eso les cuesta el desprendimiento) y mucho más -aquí viene lo difícil- el
padre, el hermano, y el amigo, el docente, el psicólogo y el sacerdote: todos
ellos subliman necesariamente su eros en amor de ternura, cortado a su
fin sexual. El amor que ellos tienen a su objeto (hijo, hermano, madre, padre,
amigo, alumno, paciente, feligrés) está cortado a su fin sexual, pero la
persona así "cortada", tiene que haber sublimado la pulsión
originaria: es lo que hace que un niño vaya viendo al padre como padre, al
hermano/a como tales, y luego eso le permite establecer relaciones de
ternura endogrupales que también se trasladan a otras relaciones "de
ternura" extragrupales.
Claro que puede surgir una tendencia NO cordata a su fin sexual, mutua o
no, entre docente/alumno, psicólogo-médico/paciente, sacerdote-feligrés (en
cualquier religión), pero en ese caso, si la concretan, dejan de ser esa
relación. Por eso Freud estaba tan en contra de que el psicoanalista tuviera
relaciones románticas con sus pacientes. Lo consideraba incestuoso, porque el
psicoanalista hace, precisamente, las veces de padre. Debe re-hacer el Super Yo,
debe ser padre de vuelta para re-direccionar a una libido perdida en sus
neurosis. Y por eso los roles de docencia y sacerdocio se ubican simbólicamente
en el papel de padre. Este fue un aporte de Lacan. En todas las relaciones
extragrupales, el amor de ternura se logra si el símbolo es el de un padre/madre
(en otros casos, un hermano/a). Pero lo simbólico no es
"no-realidad": es la realidad del rol, que no coincide
necesariamente con la realidad física. La realidad física del psicoanalista
puede ser varón o mujer; si el paciente se lo imagina como tal, y no como
padre, el rol psicológico se corta, pero ello sucede muchas veces porque
alguien en cuestión no se comporta como su rol lo define. Un psicoanalista es realmente
padre, y por eso tener relaciones sexuales con él es realmente incestuoso,
excepto que claramente se corte el rol paciente-terapeuta.
La
sublimación, así entendida, es una de las derivaciones más importantes de la
libido, y por eso los fracasos en la sublimación son origen de todo tipo de
conflictos familiares y profesionales. La sublimación bien lograda tiene como
resultado que se tenga claro a quién se quiere "como a un hermano" o
como cónyuge. Pero, claro, nunca está "totalmente" bien lograda,
porque siempre hay restos de la pulsión polimorfa en el inconsciente reprimido,
y esos restos deben manejarse en terapia o de lo contrario aumentan su peso de
manera incontenible. Como se puede ver, todo esto es importantísimo para la
estabilidad y funcionalidad de las relaciones familiares y extra-grupales.
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