domingo, 10 de octubre de 2021

UNA CONSIDERACIÓN SOBRE LA SUBLIMACIÓN EN FREUD

(De mi libro Un comentario filosófico y teológico a la filosofía de Sigmund Freud, Arjé, 2019, (https://www.amazon.com/-/es/Gabriel-Zanotti/dp/1733548394))

Decimos "una" porque obviamente no es nuestra intención ahora tratar este tema en sí mismo, con lo cual nos veríamos en una empresa un tanto larga. En esto, como en casi todo, las interpretaciones de lo que Freud quiso decir son infinitas.

Pero no podemos dejar de tratar un aspecto sin el cual nuestro punto 1 quedaría incompleto, más de lo limitado que ya queda todo.

Que todos los aspectos culturales, científicos, artísticos y filosóficos del ser humano sean sólo formas de re-direccionar la libido originaria, es obviamente falso porque, en el ser humano, su intelecto creativo no es en sí mismo una derivación libidinal.

Pero: de la forma sustancial derivan lo vegetativo, lo sensitivo y lo racional. Y hay una analogía de proporción de ida y vuelta entre la causa y el efecto. Por ende, si al Ello lo colocamos primordialmente en lo vegetativo y en lo sensitivo (luego veremos lo del ello “espiritual”), el Ello (ya antes o después del pecado original: antes, totalmente ordenado al fin; después, perverso polimorfo) deriva de la forma sustancial. Lo racional se va actualizando también por medio del Super Yo, y por eso implica en sí mismo un re-direccionamiento de la pulsión originaria, y ese re-direccionamiento es ya una sublimación. No tan diferente a lo que decía Santo Tomás: la virtud dirige la pasión hacia su recto fin. Y eso no se contradice en que también el Super Yo ayude a re-direccionar la pasión hacia su recto fin.

Pero además recordemos que la unidad del ser humano implica que las tres potencias humanas se “comunican” en la forma sustancial. Por ende, en el ser humano lo vegetativo y sensitivo es racional y lo racional es a la vez vegetativo y sensitivo, no en cuanto a se confundan, pero sí en cuando que tienen la misma causa. Por ende, las tres tendencias humanas tienen la pulsión de vida que ya está en la forma sustancial que hace al ser humano tal. O sea que las tres, inteligencia y voluntad también, están "inundadas" de libido. Que puedan estar ordenadas rectamente hacia su fin, ya sea antes del pecado original o como efecto de la Gracia redentora de Dios, no las hace menos "llenas de" libido. Por lo tanto la energía de la pulsión se deriva a las tres. Por ende, si por sublimar entendemos que la energía de la libido originaria llegue e impulse a la inteligencia y a la voluntad, entones es obvio que estamos todo el tiempo sublimando, pero no porque la inteligencia y la voluntad "se reduzcan" a sexualidad transformada, sino porque tienen en sí mismas la energía de la pulsión de vida. Por eso los buenos psicoanalistas saben que ante una melancolía (depresión) profunda, lo que se necesita es que el paciente "libidinice" algo, y ese algo no es sexual-genital en sí mismo, sino cualquier actividad humana que sea sentida como eros y por lo tanto apasionadamente realizada. El escritor, el filósofo, el artista, están enamorados de su obra (y por eso les cuesta el desprendimiento) y mucho más -aquí viene lo difícil- el padre, el hermano, y el amigo, el docente, el psicólogo y el sacerdote: todos ellos subliman necesariamente su eros en amor de ternura, cortado a su fin sexual. El amor que ellos tienen a su objeto (hijo, hermano, madre, padre, amigo, alumno, paciente, feligrés) está cortado a su fin sexual, pero la persona así "cortada", tiene que haber sublimado la pulsión originaria: es lo que hace que un niño vaya viendo al padre como padre, al hermano/a como tales, y luego eso le permite establecer relaciones de ternura endogrupales que también se trasladan a otras relaciones "de ternura" extragrupales.

Claro que puede surgir una tendencia NO cordata a su fin sexual, mutua o no, entre docente/alumno, psicólogo-médico/paciente, sacerdote-feligrés (en cualquier religión), pero en ese caso, si la concretan, dejan de ser esa relación. Por eso Freud estaba tan en contra de que el psicoanalista tuviera relaciones románticas con sus pacientes. Lo consideraba incestuoso, porque el psicoanalista hace, precisamente, las veces de padre. Debe re-hacer el Super Yo, debe ser padre de vuelta para re-direccionar a una libido perdida en sus neurosis. Y por eso los roles de docencia y sacerdocio se ubican simbólicamente en el papel de padre. Este fue un aporte de Lacan. En todas las relaciones extragrupales, el amor de ternura se logra si el símbolo es el de un padre/madre (en otros casos, un hermano/a). Pero lo simbólico no es "no-realidad": es la realidad del rol, que no coincide necesariamente con la realidad física. La realidad física del psicoanalista puede ser varón o mujer; si el paciente se lo imagina como tal, y no como padre, el rol psicológico se corta, pero ello sucede muchas veces porque alguien en cuestión no se comporta como su rol lo define. Un psicoanalista es realmente padre, y por eso tener relaciones sexuales con él es realmente incestuoso, excepto que claramente se corte el rol paciente-terapeuta.

La sublimación, así entendida, es una de las derivaciones más importantes de la libido, y por eso los fracasos en la sublimación son origen de todo tipo de conflictos familiares y profesionales. La sublimación bien lograda tiene como resultado que se tenga claro a quién se quiere "como a un hermano" o como cónyuge. Pero, claro, nunca está "totalmente" bien lograda, porque siempre hay restos de la pulsión polimorfa en el inconsciente reprimido, y esos restos deben manejarse en terapia o de lo contrario aumentan su peso de manera incontenible. Como se puede ver, todo esto es importantísimo para la estabilidad y funcionalidad de las relaciones familiares y extra-grupales. 

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