Hace muchos años, una buena persona, just doing his job, me preguntó: ¿cuántas horas tardás en preparar una clase?
What?
No fue la primera ni la única vez
que me pidieron cuantificación, datos, cálculos, sobre cosas que yo no calculé
jamás en mi vida. Simplemente es que hace poco comencé a darme cuenta hasta qué
punto la sola racionalidad instrumental nos ha invadido y ha fortalecido la
banalidad del mal, que es uno de los peores males de la humanidad, o sea la
maldad del “a mí me mandan”.
La racionalidad instrumental es
buena en sí misma. Es la razón de la medición, del cálculo, de la planificación.
Sirve para un sinfín de cosas, sobre todo lo que Aristóteles llamaba tejné.
Hacer un puente, planificar protocolos, escribir un reglamento, e infinitos
etc.
Pero la vida humana es algo más. Es
una racionalidad que los medievales llamaban intellectus, que es la
creatividad, la empatía, la bondad que concluye en virtudes, la captación del
otro, el abrazo, la palabra correcta, la compasión, la alegría, el mundo de lo
espontáneo desde un corazón bueno. Es la racionalidad que comprende la parábola
del buen samaritano sin tener que seguir un master.
Desde el s. XVIII en adelante, con
la emergencia del cientificismo y un racionalismo extremo, la racionalidad
instrumental fue endiosada hasta el punto de suprimir o denigrar a todo lo
demás. Todo lo demás es subjetivo, la razón instrumental sería objetiva. Esa
razón instrumental ha penetrado nuestro lenguaje y por ende nuestro
pensamiento. Pasame los datos. Vamos a los hechos. Dame las cifras. Cuánto
esto, cuánto aquello.
Así somos “educados”: en repetir
paradigmas fijos, protocolos de memoria. Las tablas de multiplicar, la lista de
emperadores de Roma, los supuestos hechos de una “Historia”, los “datos” de las
ciencias naturales, los protocolos de las lenguas. Memorice. Repita. Diez.
Memorice. Repita. Diez. Memorice, repita, diez. Ah, ok. Notas, graduación,
doctorado. Excelente.
¿Pero cuál es el sentido de la
vida?
¿Qué es el amor?
¿Qué debo hacer, en última
instancia?
¿Por qué siento que la vida se me
va, y sin embargo tengo “éxito”?
Los filósofos han estudiado todo
esto. Los psicólogos también. Ahora vienen los términos difíciles: la
Escuela de Frankfurt lo llamó la colonización del mundo de la vida. Popper y
Hayek denunciaron la razón constructivista. Feyerabend, la unión de la ciencia
y el estado. Kuhn denunció la sola racionalidad algorítmica. A Marx hay que reconocerle
su advertencia contra la alienación. Freud habló del malestar en la cultura,
Fromm tuvo que recordarnos el arte de amar. Frankl, la importancia del sentido
de la vida. Ortega denunció la barbarie del especialista y la rebelión de las
masas. Y todos los santos, además, son locos. San Francisco, Fr. Martín de Porres,
etc., todos ellos hicieron locuras a los ojos del mundo racionalista. Kierkegaard
se entristeció, Unamuno se enojó.
Pero todo inútil.
Lo más triste es ver a todos los
filósofos y pensadores que han estudiado todo ello pero no lo terminan de hacer
carne, no se lo terminan de tomar en serio. Son racionalistas culturales pero
luego escriben artículos contra el racionalismo cultural. ¿Entenderán realmente
lo que escriben? Claro, un artículo en un journal tiene protocolos. Por
ende…. ¿Alguien conoce las palabras clave y el abstract del Evangelio?
¿Utilizaba Jesucristo las normas APA?
Si te has formado en un horizonte
que te dice que comunicar es transmitir los hechos, que educar es entrenar en
el paradigma dominante, que la economía es calcular, que la ciencia es datos, que
las humanidades son bonitas PERO “subjetivas”, que las ciencias son una cosa y
las humanidades otra, que la interpretación es una cosa pero los hechos son otra,
que el estado y la ciencia deben estar unidos, que los “expertos” son los que
saben, que las ciencias sociales son estadísticas, si te has formado, en última
instancia, en un horizonte que te dice que no hay horizontes, ¿qué te queda? ¿Qué de lo
humano te queda? Te has convertido en un robot. Tu vida se apaga. Eres vivido,
no vives (Mandrioni). Tu existencia es inauténtica (Heidegger). Ah, pero tu
máxima alienación es ser “especialista” en quienes denuncian todo ello. Tu
máxima contradicción. Tu locura total.
¿Te asombras ahora del nazismo, del
estalinismo, o de los aterrorizados por el Covid con 10 doctorados y cinco
idiomas? ¿Te asombras ahora del que sabe en 2 segundos cuándo es 4758 por 8875
pero cree todo lo que dicen los noticieros?
Nos han matado como humanos. Nos
han entrenado en la sola razón instrumental. Saber, conocer, entender, vivir,
no. De vez en cuando algún amigo, algún psicólogo, algún religioso, algún padre
nos ayuda. Muy de vez en cuando. Pero en general nos embarga la silente tristeza
de una luz apagada. Vamos, venimos, hacemos, planificamos, vamos a reuniones, elaboramos
informes. De vez en cuando sospechamos que la vida pasa por otro lado pero no,
cuidado, prohibido pensar. La ciencia no piensa, dijo Heidegger. Escándalo para
sus creyentes y locura para los habitantes del Imperio.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
3 comentarios:
Toda una llamada de vuelta al planeta. Muchas gracias. Su perspectiva es compartible
Muy buenas reflexiones Gabriel! La eficiencia, como único objetivo, nos enferma y nos deshumaniza.
Maravillosas palabras Gabriel!
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