Los tiempos han cambiado.
Ha pasado la época de Al Gore y el mejor discurso de su vida, cuando perdió las elecciones con G. Bush por una resolución de la Corte Suprema. Avanzó solo y solemne hacia el micrófono y, lacónico, reafirmó el Estado de Derecho: “No estoy de acuerdo, pero este es nuestro sistema”.
Ha pasado la época caballeresca donde la izquierda y la derecha, en los EEUU, eran J. Rawls y R. Nozick. Era el debate de la redistribución de ingresos. Ninguno de los dos ponía en tela de juicio a las bases fundamentales de los EEUU: los derechos individuales, la presunción de inocencia, el debido proceso, el tratarse con respeto dentro de las “comprenhensive doctrines” (Rawls) que pudiera haber.
Ha pasado la época donde la diferencia pasaba por Nixon o por los hermanos Kennedy.
Ha pasado la época donde no ser conservador era apoyar a un santo y liberal clásico como Martin Luther King, que no hablaba de los afroamericanos como un colectivo explotado sino como sujetos de derechos reclamando el pagaré originario de la Declaración de Independencia.
No, todo ha cambiado y no podemos sintetizar ahora el cómo y el por qué, pero todo ha cambiado.
Tal vez, como sugerí alguna vez, en la historia de la humanidad, que es la historia de Caín (https://eseade.wordpress.com/2017/10/27/la-historia-humana-es-casi-la-historia-de-cain/) el liberalismo clásico fue sólo un breve momento en esa historia hobbesiana que es la humanidad, y la libertad nunca va a ser un triunfo, sino una resistencia permanente ante la pulsión de agresión, ante la bestialidad de las mayorías, ante la prepotencia de los dictadores, ante el odio y la mentira, ante el totalitarismo que, vestido de seda democrática, totalitarismo se queda.
Trump –del cual ya he dado mi parecer- (http://institutoacton.org/2016/11/23/sobre-el-triunfo-de-trump-gabriel-zanotti/) nomina a un intachable juez católico y antiabortista para la Suprema Corte y, oh casualidad, una señora se acuerda entonces de un American Pie adolescente, del cual no recuerda ningún detalle, del cual no quedan testigos, que no es confirmado por la séptima investigación del FBI al acusado, y mancha el buen nombre del oh casualidad conservador juez bajo la acusación de intento de violación.
La utilización política de una denuncia falsa es una de las peores faltas morales y legales que se puedan concebir. Los diversos clanes samurai japoneses se enfrentaban en el campo de batalla con mucha violencia, pero con honor. Un shogun no decía del otro que había sido cobarde en batalla. Ni se le pasaba por la cabeza. Hoy, sí. Hoy, que creíamos haber evolucionado hacia un sistema donde el desacuerdo forma parte del sistema, y se dirime y sublima mediante el free speech y el sistema electoral, hoy, donde creíamos que las diversidades convivían en paz bajo la libertad religiosa y el derecho a la intimidad, hoy, donde suponíamos que habíamos superado la arbitrariedad mediante la presunción de inocencia y el Estado de Derecho, hoy, todo eso concluyó. Como ya dije, se ha quebrado el pacto político en los EEUU (http://gzanotti.blogspot.com/search?updated-max=2018-08-19T03:43:00-07:00&max-results=5&start=5&by-date=false ). Sí, finalmente se votó, se investigó, y al juez Kavanaugh no lo cazaron y quemaron como una bruja, pero sólo porque no es tan fácil tirar abajo más de 200 años de sistema constitucional, como sí lo es en la barbarie latinoamericana. Porque si fuera por la izquierda radical norteamericana, sí. Ellos ya han llamado a agredir físicamente a los partidarios de Trump, y no por un desquiciado cualquiera, sino por la diputada federal demócrata Maxime Walters. Ellos, entonces, no dudaron un instante en inventar una cruel denuncia falsa, con lo peor de lo peor que se pueda decir de alguien. Para ellos no vale la presunción de inocencia. Kavanaugh ya estaba condenado, por ser blanco y varón. A Ford había que creerle, necesariamente, por ser mujer. Introducen la dialéctica de la explotación y de los colectivos explotados y explotadores: varón blanco heterosexual, católico, hetero-patriarcal, contra una mujer, que por ser tal no puede tener pecado original. Además, se burlaron de una de sus hijas públicamente. Además, pintarrajearon su casa. Lograron que se lo expulse de una de sus cátedras. Lograron que ciertas iglesias lo declararan persona no grata. Mancharon su reputación para siempre. No le pegaron un tipo porque no pudieron. Gritaron y amenazaron como desaforados a senadores que lo apoyaban, y ayer invadieron a los gritos las galerías del Senado al mejor estilo kirchnerista. Y la historia, desde luego, no ha concluido. Puede ser que Kavanaugh desde ahora cumpla su función, pero su vida, su esposa y sus hijas van a entrar en un infierno inimaginable. ¿Por qué? Por ser conservador, católico y anti-abortista. He allí el verdadero delito que la izquierda radical norteamericana, nazi y estalinista, no puede soportar.
Con lo cual han desacreditado –y no les importa en absoluto- el verdadero progreso que se había logrado con las mujeres víctimas de agresión sexual. Contrariamente a otras épocas, sus denuncias comenzaron a ser creídas, y los varones que antes gozaban de inmunidad jurídica de facto ahora comenzaron a pagar por sus delitos. Sí, pero ahora, se han desacreditado. Ahora han comenzado a perder su credibilidad. Ahora van a surgir las reacciones de los verdaderos agresores que aún quedan por todo el mundo. Me too, sí, yo también miento, a partir de ahora. Un horror.
Y no me contradigo. Me parece bien que se crea, en principio, a una mujer que aparece golpeada en una comisaría. Eso no contradice la presunción de inocencia. El asunto es que el delito debe ser probado. Nadie puede ser condenado sin juicio justo, sin debido proceso. Quien escribe estas líneas no tiene dobles estándares. Siempre me opuse a la solución final confesada por Videla al final de su vida, siempre me opuse al horror del Patriot Act sancionada en el gobierno de G. Bush, jamás avalé métodos de agresión e intimidación pública contra funcionarios kirchneristas por parte de antiperonistas exaltados; en el 2008 me opuse a que los productores agropecuarios cortaran rutas, y hasta me parece una barbaridad la arbitrariedad de la prisión preventiva. Una cosa es la condena social, otra cosa es la condena jurídica. Sí, estoy convencido de que Cristina Kirchner es una corrupta, pero hay que probarlo. Hasta entonces, bien libre está, porque el mismo debido proceso que garantiza su libertad, garantiza la de todos. Los motivos por los cuales creemos que alguien miente no son motivos jurídicos. Pero socialmente tienen su validez. Así que creo que Cristine Ford ha cometido perjurio, pero hay que probarlo también.
Sí, todo ha cambiado. ¿O nada? Circula a veces la creencia de que el liberalismo económico es el combatido, pero el liberalismo político no. Pero parece que es al revés. Hoy lo que está en juego es el Estado de Derecho, el free speech, la defensa en juicio, las garantías individuales. Cosas que casi nadie nunca creyó, pero vivíamos en la ilusión de que los EEUU, sí.
Creo que los norteamericanos no tienen conciencia de la nueva guerra que se juega. La izquierda radical los está atacando desde dentro. No, ya no es Hitler, ya son los soviéticos, ya no es la flota japonesa del pacífico. No, ya no es como dijo el Almirante Yamamoto: “hemos despertado a un gigante dormido”. No, ahora el gigante, esto es, la Declaración de Independencia, el Estado de Derecho, la Primera Enmienda, no ha sido despertado. Ojalá que sí, y algunos lo dicen, pero lamentablemente creo que está siendo atacado y carcomido desde dentro, y lamentablemente no creo que la mayoría de los norteamericanos se den cuenta de que lo que está en juego es la identidad de su propia nación, la única que nace bajo un pacto constitucional liberal. La izquierda radical se llama a sí misma resistencia contra Trump, pero es en realidad al revés: la verdadera resistencia radica en los liberales clásicos, en los libertarios y en los conservadores que aún creen en todo ello que era (era) elemental, y que tienen que optar, como mal menor, a un líder maleducado y prepotente, pero que entiende al menos lo que EEUU es o fue.
No soy nada optimista. Tal vez haya un renacimiento, pero lo dudo. Los gritos, los ataques, los discursos de los nuevos auto-considerados colectivos explotados, no dejan mucho margen para la esperanza. Kavanaugh ha sido votado, sí, 50 vs 48. Pero es sólo un triunfo legal del resto de una civilización titilante contra una nueva barbarie que no anda con pequeñeces.
2 comentarios:
Querido Gabriel,
Debo decirte, nobleza obliga, que tenés toda la razón. Y no sólo porque yo sea un católico tradicionalista y obviamente en contra de que las madres asesinen a sus hijos (y mucho menos de considerar eso un derecho!), sino porque hay cosas del derecho natural que no se pueden poner en tela de juicio; se viene abajo la civilización misma. Por ejemplo la presunción de inocencia de Cristina, el abuso de la prisión preventiva (bastante parecida a la guerra preventiva de Bush que también me parece un disparate) y un largo etc.
Saludos,
Esteban Dufourq
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