En EEUU existe una
tradición que es clave para la calidad de sus producciones: las audiciones. La
gente concursa para una determinada posición artística bajo un severo jurado
que selecciona al mejor.
Pero, claro, el jurado
no educa, selecciona.
Otra cosa es lo
educativa que pueda ser esa costumbre. Pero lo que quiero decir es que esos
jurados no son docentes. ¡Y está bien!
En el ejército sucede
algo similar. No todos tienen la capacidad de ser marines de los EEUU. Son
sometidos a un severo entrenamiento que más que educar, selecciona a los más
aptos. Y está bien. Porque de lo contrario no se puede resistir en el campo de
batalla.
De allí para abajo, me
pregunto cuántas actividades o carreras que se encuentran bajo el sistema “educativo”
formal no son formas de selección más que educación. Los sistemas formales
tienen determinadas exigencias. Si alguien se adapta a ellas, ok. Si no,
afuera.
Sí, eso pasa aún en
estos tiempos de no discriminación e incorporación de personas con capacidades
diferentes. Porque esas personas tienen evidentemente capacidades diferentes.
Pero mis ojos siempre
se han dirigido a los normales. A ellos yo no los quiero seleccionar. No les quiero
tomar un examen, ponerles un dos y decirles amablemente: afuera.
Porque no es esa mi
vocación. Mi vocación es educar.
Y eso es diferente.
Yo a todos digo que
pueden. Que la filosofía no es fácil ni difícil, sino apasionante. Que la
filosofía es para inteligencias normales. Sólo hay que descubrir la pasión que
estaba apagada por dentro. Tampoco hay tiempos determinados. No era para 1er
año, tampoco para 4to, o sí, o era para 2do del secundario: depende de cada
uno. Educar es esperar. O correr a 1000 por hora si alguien corre a 1000 por
hora. Pero cada uno es diferente. A quien deja de correr, a quien se detiene
agotado, a quien cree que no puede, yo lo espero, le digo que sí que puede, que
va a llegar, porque miro a su ser y no a su hacer. Y ese esperar ya es educar.
¿Es eso para las demás
cosas?
No sé, no tengo todas
las respuestas. Pero sé que educar es ayudar a descubrir el propio interior y
ayudar a seguirlo. Por ende quien, para quien tiene vocación, el educador es un
ayudante, es alguien que le ayuda a desarrollar lo que ya tenía dentro, para lo
cual se necesita paciencia, espera, empatía, diálogo, apasionamiento,
entusiasmo… Y es el educador el que debe adaptarse al alumno, y no el alumno el
que debe adaptarse a un sistema determinado.
Ninguna novedad. Es la
mayéutica socrática, proclamada pero negada por todos los sistemas formales que
seleccionan y dejen afuera a una pléyade de víctimas, de genios invisibles que
nunca han podido adaptarse a estupideces, por un sistema que para colmo les dice
que ellos son los tontos, en un tiempo que para colmo se llena la boca,
hipócritamente, hablando de inclusión.
Educador, tú no eres
jurado, no eres juez, no eres fiscal. Si quieres serlo, selo, pero no te llames
educador. Porque el que juzga sólo puede juzgar el presente. No, tú no juzgas,
tú esperas. Educador, tú no dices no. Tú eres esperanza.
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