Los liberales clásicos
y los libertarios siempre hemos sido partidarios de la libre entrada de
capitales y de personas. Es una de las enseñanzas claves de Ludwig von Mises.
Por ende siempre fuimos partidarios de la libre inmigración (de la libre
emigración también, dado que últimamente
no hay naaaaaaaaaaaaaaaaaaada que no tenga que aclarar……………………………….). Está
en la esencia de los derechos individuales y es parte fundamental del libre
mercado. Pero frente a los últimos acontecimientos que son de dominio público,
frente al ISIS entrando a todos lados NO como un ejército, sino disfrazados de
turistas cual mansas palomitas………….. ¿Qué queda de nuestra postura?
Esto es una ensalada de
cosas que hay que aclarar y distinguir.
1.
Estamos hablando de estados-nación.
Muchos
libertarios me van a decir que en una free-city
no se puede entrar a la propiedad privada sin autorización del dueño. Pero me
van a disculpar, estoy hablando del mundo actual, que lamentablemente derivó en los estados-nación actuales. Es allí
donde proponemos que no haya aduanas y libre ingreso. Los que hemos estudiado a
Mises incorporamos en el debate su distinción entre estado y nación, bien
explicada en Liberalismo (1927) y Nation, State and Economy (1919), y que
fue su solución cuando vio disolverse a su Imperio Austro-húngaro: nación como cultura unificada por un
lenguaje, estado como unidad administrativa inter-cultural. Allí que él
proponía la convivencia pacífica de naciones diferentes bajo un mismo estado.
Eso no fue una utopía. Espontáneamente
sucedió en los EEUU originarios y en la Argentina de fines del s. XIX, por
ejemplo.
2.
Derechos in abstracto e in concreto.
Pero
los derechos individuales tienen una definición in abstracto y, a la vez, una vida jurídica in concreto. Por eso
siempre hay que ver la circunstancia histórica desde la que hablan los autores
y por eso siempre he explicado desde dónde hablaba Mises. A parte de eso, lo
que quiero decir es que todo derecho individual tiene una definición in
abstracto (por ejemplo, la definición de libertad religiosa que da el Vaticano
II) que funciona siempre como ideal
regulativo (como aquello a lo cual la circunstancia histórica tiene que ir)
pero, a la vez, vive concretamente en
circunstancias jurídicas que, ya sean Common
law (Hayek) o codificación, les marcan límites que siempre serán discutibles: lo importante es extender esos
límites al ideal regulativo (como el proceso de mercado tiende a la
coordinación total, SIN alcanzarla nunca).
Ahora
bien, en ese sentido, si un derecho individual se enfrenta con una circunstancia
histórica donde tiene jurídicamente un límite, el liberal clásico debe entender
(hermenéuticamente) dicha circunstancia sin escandalizarse. Lo importante es
que señale el ideal regulativo. Por ejemplo, si alguien dice que su libertad
religiosa incluye el derecho a casarse con una niña de 8 años, lo lamentamos
pero no: en el derecho de menores concreto de varios países, eso está prohibido
y está muy bien. Si dentro de 500 años eso cambia, ok, pero nuestro
conocimiento es limitado y por eso mismo
está muy bien NO incurrir en un relativismo total y seguir las tradiciones de
moralidad que nos parezcan correctas, jurídicamente concretadas,
atendiendo siempre al harm principle de Mill.
Siguiendo
esta misma línea, si por una guerra de terrorismo, como la que ISIS ha
declarado, el derecho a la inmigración sufre alguna restricción, que la sufra.
Podemos declarar abierta la frontera PERO lamentablemente podemos pedir
pasaporte, antecedentes penales y visado únicamente
a los que vengan de ciertos países, por ejemplo. Es lamentable pero no queda
otra. Es la circunstancia que enfrentamos y que Dios nos juzgue.
3.
El terrorismo y el debido proceso.
Pero
en esto se mezcla otro tema. Ante el terrorismo, sea islámico, ETA, ERP,
Montoneros, Brigadas Rojas, etc., surge una pléyade de personas pidiendo el fin
del debido proceso. La administración Buch ya lo hizo (siendo
este el ejemplo más trágico de traición al Bill of Rights) ya lo hizo con la Patriot Act. Muchos argentinos en su
momento apoyaron el método que propuso el Proceso y algunos aún lo siguen
defendiendo. Ante eso volvemos a decir: no. La guerra NO da derecho a
extra-limitarse en la legítima defensa. Por lo demás, una república democrática
NO está indefensa: cuenta con recursos
constitucionales ante situaciones de emergencia. La Constitución argentina de
1853, aunque violada e ignorada eternamente, establece las condiciones del
estado de sitio, que NO incluye el asesinato, tortura o desaparición del
enemigo. Claro, estamos hablando de las funciones de defensa militar del estado
ante una guerra, que está en sus funciones legítimas, aunque ahora, en un país
como el nuestro, totalmente inoperable. Las fuerzas armadas argentinas NO
tienen ninguna capacidad operativa…
4.
El islam.
Por
lo demás, volvemos a decir que no hay que demonizar a ningún grupo en general.
Tampoco nadie de nosotros, creo, y yo menos, es experto en Sagradas Escrituras
para afirmar que el Corán debe tener una interpretación necesariamente violenta. Claro, cualquier cosa se puede interpretar
desde la violencia. Los grupos
radicalizados de los teólogos de la liberación lo hicieron con las Escrituras
Cristianas y nunca han pedido perdón.
Así que el fanatismo religioso es una cosa y la religión, otra, y por lo demás,
yo siempre diré del Islam lo que dice el Vaticano II en la Nostra aetate y nada más (ni nada menos). Lo que siempre agrego es:
son ustedes, hermanos islámicos, los que deben ir hacia la libertad religiosa y
la distinción entre Iglesia y estado (sana
laicidad). Son ustedes los que
deben recorrer el mismo camino intelectual que recorrió el Catolicismo hasta
terminar en el Vaticano II. Nosotros, los liberales católicos occidentales, NO
lo podemos hacer por ustedes. Pero: si lo
hicieron, no parece. Y si no lo hacen, los que NO van a sobrevivir son ustedes.
5.
Europa y su des-cristianización.
Pero
la Europa envejecida, indefensa, tonta, que vemos en este momento, no es fruto
del Islam, sino de una ideología iluminista, anticristiana radical, que parece
no aprender de sus errores. Europa tiene raíces cristianas. Negarlo conduce a
su propia desaparición. Afirmarlo NO es caer en integrismos o clericalismos, NO
es volver al Sacro Imperio. Es llegar naturalmente al Vaticano II, con libertad
religiosa y distinción entre Iglesia y estado; es llegar a los discursos de Benedicto XVI en el parlamente inglés y
alemán. Si dejaran de leer a Marx por un momento y leyeran todo eso, se
enterarían de lo que hablo. Pero un reconocimiento de las raíces cristianas
de Europa tiene que ser algo más que una declaración: tiene que ser un cristianismo que legítimamente reclame
las libertades individuales del liberalismo clásico para afirmar su derecho
a la libertad de enseñanza, de expresión, de asociación, sin ningún estado
central que imponga las ideologías del género y la disolución obligatoria de
las prescripciones cristianas sobre el matrimonio y la familia. Mucho sexo, droga y rock and roll han hecho
olvidar el orden verdadero: matrimonio, sexo e hijos, en ese orden. Muchos
casamientos, mucho sexo en el matrimonio y
muchos hijos. Y por ende padres no imbéciles que sepan educar a sus muchos
hijos en esos valores. De lo contrario, sí: esta Europa envejecida terminará
siendo culturalmente superada por los pueblos que han sabido mantener el valor
de los hijos. Así de simple.
6.
Conclusión.
Ni
el liberalismo clásico es una utopía indefensa ante el terrorismo de ISIS ni el
Cristianismo es hoy lo que son muchos cristianos adormecidos. La Iglesia, por
lo demás, es indefectible para los creyentes; siempre ha respirado de la sangre
de sus mártires y siempre ha sobrevivido a la vergüenza de muchos de sus
miembros. Pero las civilizaciones, como tales, no son indefectibles. Occidente,
ese maravilloso encuentro entre lo griego, lo romano y lo cristiano, puede
desaparecer, por el olvido de sí mismo, por la banalidad y estupidez de sus
supuestos líderes. Hoy, no sabemos qué pasará. Depende de nosotros. De todos
nosotros.
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