(Lo que sigue es el punto 4.2 del Capítulo 1 de mi libro Luis Jorge Zanotti, sus ideas educativas fundamentales y su importancia para nuestro tiempo; Instituto Acton, Buenos Aires, 2022).
Como acabamos de ver, la reforma de la
escuela normal estaba para mi padre dentro de un círculo más amplio: la reforma
de la enseñanza media, tema fundamental que lo acompaña en todos sus escritos,
pero sobre todo en sus libros posteriores de 1965 (Ideas y Antecedentes para
una reforma de la enseñanza media), 1970 (La Escuela y la sociedad en el
s. XX) y 1976 (Los objetivos de la escuela media).
De manera simultánea a El Normalismo,
mi padre presentó en ese mismo año, en 1960, su trabajo conclusivo de sus
estudios correspondientes en Roma, lo que hoy llamaríamos una tesis de
Maestría. El trabajo se titulaba Problemática político-social de la escuela
italiana de hoy[1],
con un asterisco que indicaba “Trabajo presentado al Profesor Luigi
Volpicelli (el lector debe recordar que, en la Italia de aquella época, el
título “profesor” era el más alto que se podía ostentar en el mundo académico),
de la Facultad del Magisterio de la Universidad de Roma, como conclusión de los
estudios correspondientes a la beca de “Altos Estudios en Educación”, concedida
por la UNESCO”.
El texto comienza recordando algo esencial
para los futuros desarrollos teóricos y prácticos de mi padre: la “escuela” en
sí misma considerada (veremos luego a qué se refiere con ello) no es causa de
la circunstancia cultural en la que vive sino su consecuencia, tema, como
decimos, de vital importancia para lo que se le pueda pedir a la escuela y para
la relación entre educación formal (escuela) y no formal. Pero no
desarrollaremos ahora este punto sino al llegar a una obra de capital
importancia: La misión de la pedagogía, de 1964.
El texto continúa recordando dos
circunstancias diferentes de la escuela media en EEUU y en Europa. En EEUU la
enseñanza media es local y relativamente masiva[2].
En Europa, en cambio, el liceo francés, el gimnasium alemán y los
secundarios italianos mantenían aún una tradición relativamente sanamente elitista
sobre la base de la importancia de los estudios humanísticos clásicos. Mucho
más en Italia, por supuesto, luego de la influencia de Gentile.
Pero mi padre advierte un problema. Una
tensión entre la formación secundaria orientado a lo humanístico y la orientada
a la técnica. Esta última, a su vez, cada vez más importante, previendo ya en
los 60 las transformaciones posteriores: “Este “maquinismo” actual, que asombra
al hombre común, y aún lo desasosiega, cuando la difusión periodística le
informa que un cerebro electrónico puede hacer tantos miles de operaciones
matemáticas por segundo, o cuando le hace saber las posibilidades de vuelos
interes-espaciales, pone también en la mente de filósofos y pensadores en
general el problema de la significación de la técnica en el mundo moderno. Y en
la mente de los pedagogos debe nacer, en consecuencia, un problema muy
inquietante. ¿Cómo hemos de lograr una adecuada preparación humana para las
circunstancias históricas de nuestros días? Porque sucede algo que todavía no
se ve suficientemente claro”[3].
Y el problema es que el avance de la
técnica exige estudios universitarios para los cuales la enseñanza media
tendría que enfocarse también hacia la técnica. Mi padre siempre daba este
ejemplo: el conductor de una carreta podía, en otros tiempos, ser analfabeto.
El conductor de un ómnibus, ya en los 60, no. Pero tal vez no necesariamente
universitario. El piloto de un avión, en cambio….. Ya se orientaba hacia
estudios universitarios específicos, para los cuales, ¿qué tipo de enseñanza
media era necesaria?
En última instancia, mi padre vio el
problema del enfrentamiento entre humanidades y técnica, vio que
filosóficamente esa dicotomía era falsa, vio que tenía graves consecuencias
educativas, y para solucionarla recurrió al libro del gran filósofo y pedagogo alemán
Theodor Litt, Istruzione Tecnica e Formazione Umana[4].
Litt
sostiene que la oposición entre humanidades y técnica es incorrecta. Mi padre
lo interpreta de este modo: “… A nuestro juicio, todo esto que ha desarrollado
Litt quiere decir que la “auténtica formación humana”, aquélla que quería
Gentile para los alumnos de la escuela secundaria, aquélla que han procurado
siempre las instituciones escolares europeas de más alto rango, puede darse
también por otras vías que por la de los estudios comúnmente llamados
humanísticos: filosóficos-histórico-lingüísticos. Es decir que también por
medio de la preparación profesional y técnica (recuérdese a Litt: la
productividad es hija de la técnica y ésta de las ciencias naturales, y
agregamos nosotros, las ciencias naturales, ¿no son acaso producto del
espíritu, del “hombre auténtico”?) se puede lograr aquella “conciencia de sí”
que distingue al hombre auténtico, según Gentile, y, lo que es más importante,
se puede capacitar a las “elites” dirigentes sin necesidad de formar a estas
alejadas de la realidad incontrovertible del mundo actual. Y finalmente, se
pueden formar los “hombre auténticos” en esa masa enorme de seres que hoy
debemos preparar para afrontar las altas capacitaciones laborales del momento,
sin provocar en ellos o bien una sensación de “disminución” con respecto a
otros seres mejor formados o bien la necesidad de buscar “más allá” de su mundo
cotidiano de trabajo, en una vida escindida, quebrada, como dice Litt, su
auténtica formación humana”. (El subrayado es nuestro).
Lo
que está viendo mi padre a través de Litt (por eso he subrayado el “agregamos
nosotros”) es una de las consecuencias más graves del Iluminismo del
s. XVIII y su hijo dilecto, el positivismo del s. XIX, quien, al secularizar
las ciencias (no en el sentido de laicidad, sino de laicismo[5])
cortó de raíz la rama del tronco, esto es, la ciencia de la filosofía. La
filosofía era precisamente la ciencia, la episteme, para los griegos. No se separaba
de la técnica, sino de la doxa. En los medievales, igual. El estudio de la
astronomía y la geometría, en el sistema ptolemaico, no era sino parte de la
Física, que era una de las tres partes de las ciencias especulativas en
Aristóteles. Física, filosofía natural, filosofía de la naturaleza, eran
sinónimos. La historia de la filosofía y la historia de la física es la misma,
como bien lo muestra Popper en el Epílogo metafísico de su gran libro Teoría
cuántica y el cisma en Física[6]:
el universo en bloque de Parménides, el atomismo (Leucipo, Demócrito,
Aristarco), la geometrización (Pitágoras, Euxodo, Calippo y Euclides), el
esencialismo y el potencialismo (Aristóteles), la física del Renacimiento
(Copérnico, Bruno, Kepler, Galileo, Descartes) fueron todas ideas
filosóficas sin las cuales la ciencia y la técnica como hoy las conocemos
hubieran sido imposibles. Copérnico tuvo como profesor de matemática a un
discípulo del teólogo renacentista Nicolás de Cusa[7],
y todas las ideas de filosofía natural (física) de Copérnico, Galileo, Kepler y
Newton tuvieron su origen en una metafísica cristiana, en el neopitagorismo
cristiano medieval[8] que hace eclosión en
Nicolás de Cusa y en Descartes, NO sin haber estado precedido antes por la
vigorosa defensa del orden natural, de la autonomía de las causas segundas, por
parte de Santo Tomás, y el método hipotético-deductivo defendido por los
frailes franciscanos del s. XIII Roger Bacon y Roberto Grosseteste. Por eso Newton
NO de casualidad llamó a su libro “Fundamentos matemáticos de la filosofía natural”.
Sí, todo eso es filosofía, teología, lo habitualmente separado de la
ciencia, porque el positivismo de fines del s. XIX convenció a todo el mundo de
que la ciencia se basaba en una observación pasiva y empírica de los hechos y
no en la cosmovisión filosófico-religiosa que le había dado origen. Y todo
ello, a su vez, dio origen a uno de los más grandes dramas del paradigma
cultural de fines del s. XIX en adelante: la separación entre ciencia y
filosofía, la separación entre matemática y filosofía[9],
esto es, finalmente, la separación absurda entre humanidades por un lado y
ciencias por el otro, con sus terribles consecuencias en la organización de los
estudios, de las facultades, de los departamentos universitarios, y del debate
entre secundaria humanística y secundaria técnica. Eso es lo que ha producido
que nos pregunten desde niños, escindiéndonos ya de manera inhumana, si nos
vamos a dedicar “a lo humanístico”, o “a lo científico”. Por eso en las
carreras de filosofía no se estudia matemáticas o física, por eso en las
carreras de ingeniería y ciencias naturales NO se estudia ni filosofía, ni
filosofía de las ciencias, no historia de las ciencias y ni siquiera historia
de le técnica, excepto algunas milagrosas materias electivas. Por eso
Kuhn dejó el Departamento de Física de la Universidad de Harvard y se pasó el
Departamento de Historia de la Física para poder desde allí escribir una
insuperable historia de la revolución copernicana que aún hoy sigue siento
inútil e ininteligible para la mayor parte de los físicos[10];
por eso Popper devino en tan extraño a los positivistas cuando se volvió en
“filósofo sin darse cuenta”[11];
por eso Lakatos con gran esfuerzo tuvo que explicar a los demás los compromisos
metafísicos de los núcleos centrales de los programas científicos de
investigación[12], por eso
Feyerabend quedó como un loco total cuando les dijo a los físicos que prefería
a los metafísicos que sabían que hacían metafísica y no a los científicos que
pensaban que NO la hacían[13].
Por eso Feyerabend llamaba tanto la atención cuando iba a enseñar
Historia de la Física y al entrar en clase decía “vengo a contar un cuento”[14],
y el cuento era Newton, Aristóteles, Copérnico o Einstein.
Por
todo esto, entonces, es que hace más de 150 años que formamos a
seres humanos escindidos, que han devenido en la barbarie del especialismo
denunciada por Ortega. Lo cual se aplica también los filósofos encerrados en
sus revistas especializadas, en su “fields”, como si la filosofía
pudiera ser eso. Por eso científicos, técnicos, ingenieros, etc.,
sienten que “deben cultivarse” escuchando algo de filosofía o etc. de algún
“humanista” que les habla del pie del caballo en Hegel y despreciando para
colmo la técnica en la cual ellos están formados. Por eso los filósofos
rara vez hacen filosofía de la ciencia (con sus honrosas excepciones por
supuesto) porque ni siquiera entienden los ejemplos. Por eso,
finalmente, hubo un debate entre una escuela media humanista y otra técnico-científico,
y NO porque hubiera habido que que dividir el campo del saber porque nadie podía
saberlo todo, sino porque la misma enseñanza de las ciencias fue des-filosofada
de raíz, y por eso casi todas las carreras como medicina,
ingeniería, etc., devinieron en largas tecnicaturas donde entonces las
materias filosóficas son puestas como la guinda del helado, como adornos
bonitos pero inútiles, sufriendo con ello sus alumnos y sus profesores.
O
sea, lo que vio mi padre es que filosofía y ciencia eran una sola cosa; que los
“fundamentos humanísticos de la ciencia” no son un accidente, sino su misma
esencia, y eso estaba afectando al debate sobre la escuela media, un debate que
sólo se podía superar con profundas reformas por las que bregó toda su vida con
resultados infecundos. Pero cuidado, esa reforma no tenía que ver
necesariamente con aumentar presupuestos, refaccionar edificios, aumentar
sueldos, aumentar el nivel cultural docente, etc. Aún en el mejor de los
mundos posibles, una escisión entre el mundo de las humanidades por un lado y
el mundo del trabajo y la técnica por el otro no puede formar científicamente
ni técnicamente a los técnicos y científicos necesarios para las actuales
revoluciones tecnológicas, ni puede formar filosóficamente a los
filósofos y humanistas. Porque los primeros se quedan en la repetición pasiva
de fórmulas y protocolos que no saben ni de dónde vienen ni cómo podrían ser
criticados, deviniendo de ese modo en funcionarios ideales del Estado-global
positivista que elevan a dogma a la razón instrumental, en los Eichmann de
todas las órdenes de todos los gobiernos, y los segundos no pueden
recordar a la ciencia sus raíces, no pueden ser los funcionarios de la
humanidad con los que soñaba Husserl[15].
O sea que el positivismo produjo un sistema educativo especialmente diseñado
para su propia retro-alimentación. ¿Cómo van a salir de ese sistema seres
humanos que se den cuenta de lo que está sucediendo?
Más
allá de este interludio filosófico, que corrió por nuestra cuenta, mi padre
concluye con todo un programa de investigación político-educativo: “…Es
necesario lograr una adecuada extensión de la escolaridad para toda la
población del país, no sólo por reclamos ético-políticos, sino por imperiosas
necesidades de progreso social, individual y colectivo; es necesario capacitar
profesionalmente y técnicamente a toda la población del país para que halle su
ubicación laboral, pero esa capacitación debe hacerse, ahora, en condiciones
tales que permita al mayor número adecuarse a las nuevas condiciones
tecnológicas de la humanidad; y entretanto es necesario que esa capacitación no
frustre sus posibilidades de “auténtica formación humana”, so pena de que
condenemos a la mayoría de los individuos a carecer de una auténtica formación
de “hombres” o bien a que tengan que vivir una vida “quebrada”, como decía
Litt, buscando su humanidad fuera de esa zona laboral en la cual deben hallarse
por la fuerza”.
Destaquemos
el final: “…so pena de que condenemos a la mayoría de los individuos a
carecer de una auténtica formación de “hombres” o bien a que tengan que vivir
una vida “quebrada”, como decía Litt, buscando su humanidad fuera de esa zona
laboral en la cual deben hallarse por la fuerza”. Era 1960. Ya estaba
sucediendo hace décadas y sigue sucediendo hoy más que nunca.
[1] El texto
sale publicado como Separata de “Temas de Pedagogía”, 3ra Serie, publicación
de la Facultad de Cs. Jurídicas y Sociales de la Universidad del Litoral.
No hay versión on line.
[2] Como luego analizará
detenidamente en la cuarta parte de La escuela y la sociedad en el s. XX, bajo
el título “…Un
sistema educativo en transformación silenciosa: visión de los Estados Unidos”,
fruto de una invitación del Departamento de Estado de los EEUU para analizar el
sistema educativo de los EEUU. Como hemos dicho, mi padre siempre estaba
mirando hacia EEUU y hace Italia, pero ese viaje, en 1968, corroboró la visión
positiva que tenía de la tradición localista y del respeto a la libertad, en
educación y en todas la áreas, de los EEUU, lo cual le trajo no pocos
malentendidos en la Argentina fuertemente anti-anglosajona de siempre, y
particularmente a partir de los 70, donde la narrativa setentista ubica a los
EEUU como el gran causante de los problemas que el peronismo mussolinaino había
causado. Problema cultural del cual Argentina no ha salido nunca y, creo,
perecerá con él.
[3] Op.cit, p.
225. Esta preocupación por la técnica acompaña al Zanotti educador toda su
vida, y fructifica en uno de sus puntos más importantes: la tercera etapa de la
política educativa, como veremos después. Esto fue fruto, a su vez, del
contacto con dos visionarios italianos, el ya citado Volpicelli y el gran
pedagogo italiano Giovanni Gozzer, con quien mantuvo siempre una gran amistad (de
hecho yo lo conocí personalmente a Gozzer en una de sus visitas a Buenos Aires
en la década del 70). Ellos anticiparon totalmente la revolución educativa que
se venía de hecho con las nuevas tecnologías de la comunicación. Previeron,
prácticamente, internet antes de que surgiera, hablaban ya de telemática y mi
padre trató de explicarlo en una Argentina que aún sigue pensando en las mismas
escuelas primarias sarmientinas del s. XIX.
Por eso mi padre hizo amistades importantes con ingenieros a partir de
la década del 70, que podían entender mucho más de lo que hablaba que sus
colegas pedagogos….
[4] Litt, T.: Istruzione
Tecnica e Formazione Umana, Armando Armando Editore, Roma, 1958, traducción
de Carlo D´Altavilla del original alemán Technishes Denken Und Menshilche
Bildung.
[5] Ver al respecto Benedicto XVI, Discurso
del 22-12-2005, sobre la Reforma y Continuidad del Vaticano II.
[6] Popper, K.: (1985) Teoría
cuántica y el cisma en física; Madrid: Tecnos.
[7] Ver al respecto Koestler, A.: Los sonánbulos,
Eudeba, 1959.
[8] Ver
al respecto Koyré, A.: (1979), Del mundo cerrado al universo infinito.
Buenos Aires: Siglo XXI; Estudios galileanos (1980), Buenos Aires: Siglo
XXI; (1988) Estudios de historia del pensamiento científico; Buenos
Aires: Siglo XXI Editores; (1994),Pensar la ciencia (1994) Barcelona:
Paidós.
[9] ¡Qué
escándalo para Pitágoras, Platón, Descartes, Leibniz, Husserl!!
[10] La revolución copernicana, op.cit.
[11] “How I Became a Philosopher Without Trying”, Conferencia de Kyoto de
1992, en All Life is Problem Solving, Routhledge, 1999.
[12] Lakatos, I.: (1989) La
metodología de los programas de investigación científica, Madrid: Alianza
Ed.; Lakatos, I.: and Musgrave, Editors (1970): Criticism and the Growth of
Knowledge; Chicago and London: Cambridge University Press
[13] Feyerabend,
P.: (1981): Tratado contra el método. Madrid: Tecnos.
[14] Feyerabend, P. (1995), Killing
Time. Chicago and London: University of Chicago Press.
[15] Husserl, E.: The Crisis
of European Sciences; Northwestern University Press, 1970
3 comentarios:
El sistema formal-positivista no fue un invento del peronismo sino de la llamada Generación del 80. Así como la Generación del 80 tuvo aspectos positivos (que soy el primero en reconocer), el peronismo también, aunque ambos estuvieran influidos por la misma visión estatista. En la Constitución Nacional de 1949, se concebía así a la educación: "La educación y la instrucción corresponden a la familia y a los establecimientos particulares y oficiales que colaboren con ella, conforme a lo que establezcan las leyes. Para ese fin, el Estado creará escuelas de primera enseñanza, secundaria, técnico-profesionales, universidades y academias". Es decir, se reconocía que era la familia la institución fundamental a la cual correspondía la educación, siendo el rol del estado subsidiario. Además se agregaba: "La enseñanza tenderá al desarrollo del vigor físico de los jóvenes, al perfeccionamiento de sus facultades intelectuales y de sus potencias sociales, a su capacitación profesional, así como a la formación del carácter y el cultivo integral de todas las virtudes personales, familiares y cívicas". Es decir, formación integral, sin disociación entre humanidades y ciencias. La gestión educativa del peronismo histórico (1946-1955/1973-1976) sería para otro debate, pero los fanatismos de uno y otro lado han impedido un diálogo que podría haber sido fecundo. Sin embargo, en un sector del nacionalismo católico que no era peronista pero tampoco antiperonista, sí se tenía una visión positiva de aquello que los países anglosajones no habían perdido. Tal vez el caso más paradigmático haya sido el del Padre Leonardo Castellani, uno de los mayores defensores de la libertad de enseñanza dentro del nacionalismo católico y admirador de todo lo bueno del mundo anglosajón.
La animadversión hacia el imperialismo inglés y norteamericano tenía su fundamento en que ambos, siguiendo una visión mesiánica derivada del puritanismo calvinista, creyeron ser pueblos elegidos por Dios para expandir por el mundo su poder y explotarlo económicamente en su propio beneficio. La artificial división de Hispanoamérica en 20 estados artificiales no tiene otro origen que la diplomacia inglesa y la prepotencia yanqui del "Destino Manifiesto" (a la cual se oponían los estadounidenses "aislacionistas"). Eso explica que robaran la mitad del territorio mexicano a partir de 1840, que crearan un separatismo ficticio en Colombia para liberar a la "nación de Panamá" (excusa para construir el Canal que lleva su nombre), y que intervinieran para defender los intereses de sus empresas, sin escrúpulos (ni siquiera para deponer gobiernos si el caso lo ameritaba). Basta recordar al respecto lo que sucedió con Nicaragua o Bolivia en la primera mitad del siglo XX. A la Argentina, entre 1939-1945 se la presionó de diversos modos para que entrara en la Segunda Guerra Mundial, cuando ningún motivo teníamos para ello y la neutralidad ni siquiera afectaba el comercio con Inglaterra. En castigo por no haberlo hecho a tiempo (nuestro país rompió relaciones diplomáticas con el Eje en febrero de 1944 y le declaró la guerra en marzo de 1945, todo por presión del Departamento de Estado), EE.UU impuso un bloqueo económico a la Argentina entre 1946 y 1952. E Inglaterra, que terminó como acreedora nuestra al final de dicho conflicto, decidió la inconvertibilidad de la libra esterlina, de modo que lo que nos pagaran no pudiéramos utilizarlo en otra cosa que no fuera comprar bienes de capital británico. La historia de corte populista y clasista es falsa, cosa que siempre denunció el nacionalismo católico. Pero cierta historia liberal también. Y mientras no se dejen los prejuicios ideológicos de lado, será imposible ponernos de acuerdo. En defensa del peronismo histórico hay que recordar que fue en la Argentina de 1949 cuando se realizó el Primer Congreso Nacional de Filosofía, al que asistieron o enviaron ponencias los mejores pensadores del mundo de aquel momento (de las más variadas escuelas filosóficas). Y fue ese mismo gobierno el que impulsó (tal vez hoy lo haríamos de otro modo, pero hay que ubicarse en el contexto de la época) importantes investigaciones relacionadas con la energía nuclear, la siderurgia, la explotación del carbón, la cualificación técnica de los obreros (de allí la creación de la hoy llamada Universidad Tecnológica Nacional), etc. Lamentablemente ni Gran Bretaña ni EE.UU se habían esmerado aquí por defender la economía de mercado, pues del famoso Tratado Roca- Runciman se siguió, por ejemplo, la exigencia inglesa de otorgarle el monopolio del transporte público (destruyendo la libre competencia entre empresas privadas de colectivos)y la creación del Banco Central. La historia es mucho más compleja que un relato de chicos buenos contra chicos malos.
Brillante, Gabriel! José Eizayaga
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