Siempre me gustó viajar en avión.
No sé, debe ser porque siempre quise ser astronauta y la clase turista de un avión
comercial es lo más alto que pude llegar.
Odio los aeropuertos, pero cuando
me siento, me tranquilizo totalmente. Una vez hasta me dormí en el despegue. Me
encanta luego ponerme a leer, esperar que venga la comidita, la sensación de
estar en el aire (bueno, donde estoy siempre), dormir algo, pensar en lo que
voy a hacer cuando llegue, etc.
Claro, no creo que eso se repita,
en mucho tiempo, pero eso es otra cosa.
Por eso dije
una vez (https://www.academia.edu/4314844/El_fundamento_%C3%BAltimo_de_la_esperanza_humana)
que la existencia humana es como nacer en un avión que siempre estuvo volando,
del cual nadie sabe muy bien de dónde salió o cuándo se le acabó el
combustible. Mientras tanto, algo hay que hacer a bordo: surgen diversos
oficios y diversas filosofías, mitos y religiones tratando de explicar el
misterio, incluso uno de esos pensamientos dice que nada hay que explicar, que
es así, que no se sabe y que por ende trates de encontrar qué hacer… Algunos no
lo soportan, otros agnósticos, igual que algunos creyentes, tratan de ayudar a
su prójimo y encontrar allí el sentido, otros quieren destruir al avión.
Finalmente, ese avión es el Planeta
Tierra.
Las últimas pelis de ciencia ficción,
con los viajes a Marte y la estasis en las cuales te despiertas antes de
tiempo, o si la nave se sale de curso, etc., han reeditado el ejemplo.
Una de estas últimas películas,
Aniara, no es para verla si estás deprimido. Cuidado, no la veas si estás mal. La
nave en cuestión es como un crucero que lleva gente a su nuevo destino, Marte,
donde comenzar una nueva vida. El viaje es largo, pero mientras tanto estamos todos
entretenidos y tranquis porque, por un lado, sabemos que llegaremos y, por el
otro, la nave es como un crucero espacial. Tenés de todo para entre-tenerte, o
sea tenerte entre el despegue y la llegada.
Pero hay un accidente, la nave se
sale de curso, pierde el combustible y se queda sólo llevada por la inercia y
la gravedad hacia……….. Ningún lugar. No se puede frenar. No se puede salir. No
puede venir nadie en rescate. A la deriva total y para siempre. Hay alimento,
hay oxígeno y algunos entretenimientos. Lo que no hay es destino.
Lo peor de la naturaleza humana
comienza a salir. El capitán y sus subordinados se convierten en un estado
policial-autoritario para controlar a los desesperados peligrosos. Aumentan las
depresiones y los suicidios. Surgen sectas ridículas y orgiásticas. No hay
salida. La peli termina mal. Muy mal.
Me pregunto, esa nave, ¿no es el Planeta
Tierra?
¿No es la historia de la Humanidad,
llena de locuras, asesinatos, suicidios y crueldades?
Sí, han surgido respuestas
importantes. Pero las utopías temporales fracasan y la verdadera esperanza depende
de una Fe que hay que pedir con Fe.
Mientras tanto, ¿no hemos pedido
mucho a la libertad?
¿Era la libertad el entre-tenimiento
sumado al terror total a la muerte, dándose cuerda el uno al otro como un círculo
vicioso que nos vació de toda valentía ante la vida verdadera, una vida con
sentido en medio de la muerte?
¿Qué chispa basta, en ese panorama,
para evidenciar la verdadera crueldad en la que vivíamos?
¿Cómo hacemos, los que queríamos
vivir en medio de la muerte, para vivir en medio de los que quieren vivir
vacunados de la muerte?
¿A dónde ir?
¿Queda algún sector de la nave?
¿Pero es esta última pregunta una
pregunta acertada?
La pregunta sea tal vez a dónde ir
en nuestro corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario