Recordaba el Padre
Santiago Martín, en el 2012: “…En
estos días me he acordado mucho de algo que ocurrió en una pequeña población
del norte de África hace muchos años, en Abitene. Era el año 304 y la
persecución del sangriento emperador Diocleciano arreciaba y sembraba el
Imperio de mártires. En esa población la policía imperial sorprendió a 49
cristianos celebrando la Santa Misa. Cuando les ofrecieron perdonarles la vida
a cambio de que no lo hicieran más, la respuesta fue: “Sine dominico non
possumus” (Sin el domingo no podemos vivir). Así era y así sigue siendo.
Sin el domingo, sin la Eucaristía, sin comulgar, sin recibir la fuerza y el
consuelo que Jesús nos da, no podemos vivir. ¿De dónde vamos a sacar la energía
para seguir luchando? ¿De dónde la fuerza para continuar llevando la cruz de
cada día?”
Como vemos, los primeros cristianos fueron un ejemplo en la defensa de
su libertad religiosa. Pero qué lejos estamos hoy de ello. La OMS da una orden,
todos los gobiernos del mundo obedecen, el Papa obedece y con él todos los
obispos. El reinado de Marsilio de Padua a nivel mundial, donde la soberanía de
los estados es absoluta. Pero no. No es así. Los estados no tienen soberanía
ante las conciencias. No pueden violar la libertad religiosa. La palabra “salud”
en latín (salus) es el origen también de “salvación”. Pero ahora la
única salvación, lo único en lo que se cree, es en una pobre vida sobrevivida
en la propia ratonera, rodeada por el pánico. Que triste concepción de vida,
qué adecuada, además, a un estado burocrático donde todos son la cadena de la
banalidad del mal. Sí, porque esta tiranía, como dijo Arendt, es una tiranía
sin tirano visible. Las personas han obedecido y creído que un virus justifica
el arresto domiciliario de todos, y todos se han convertido en pequeños SS que
denuncian incluso a sus conciudadanos. Qué horror. Qué lejos estamos de la convicción
de los primeros siglos. Qué ejemplo para el mundo si la Iglesia Católica
hubiera dicho su “non possumus” como lo hacía cuando no había sido
invadida por burócratas de un estado llamado Vaticano. No, allí están, desde el
primero hasta el último (cosa que en la Fe tiene sus “vueltas”) obedeciendo al
estado como borregos acríticos, ganados (ganados, nunca mejor dicho) por una
visión secularizada de la existencia, mientras los pocos sacerdotes que se
oponen han sido llamados adolescentes por el Romano Pontífice.
Por lo menos en el 304 Dioclesiano era Dioclesiano y la Iglesia era la Iglesia.
1 comentario:
LA VERDAD ES QUE CADA DIA ME SORPRENDE MAS LA FINURA DE SUS NOTAS.
UN VERDADERO FILOSOFO.
ARRIBA DON GABRIEL.
GRACIAS POR EXISTIR
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