1.
Los estados necesitan de “expertos”, o sea
especialistas que vienen de las ciencias naturales (sociales a veces también)
porque son los “peritos” que tienen que asesorar al que finalmente va a decidir
coactivamente cuáles son los contenidos educativos obligatorios y cuáles son
los elementos de salud pública obligatoria. O sea, cuáles son los “contenidos
mínimos” educativos (que se van haciendo máximos…) para todas las instituciones
educativas, ya sean estatales o “privadas”, y cuál será la medicina
legal, la obligatoria, la “científica”, que regirá en universidades,
hospitales, ya sean públicos o “privados”. El mundo se unifica y se hace
uniforme, y la posibilidad de otras formas de vida, otras formas de concebir el
mundo, quedan reservadas a la literatura, y muy poco a la vida académica
monopolizada también por los paradigmas dominantes (ver Feyerabend, “La ciencia
en una sociedad libre”).
2.
Al principio, y hasta hoy, nadie nota el
problema, porque el horizonte cultural, como dije, ha cambiado. Todos aceptan “la
ciencia” como el piso cultural indiscutible.
3. El
“experto” coincide con el arquetipo de la “barbarie del especialista” descripto
por Ortega. No tiene formación en nada excepto en su tecno-ciencia
correspondiente. No tiene idea de Historia, de Filosofía, de Filosofía Política, de Filosofía
de las Ciencias, de Hermenéutica, de nada que pudiera hacerle ver los
límites de la ciencia que maneja ni los límites morales de su acción. El sistema educativo formal-estatal los produce y se replican como los virus, precisamente. Ellos y
sus gobernantes asesorados pueden rebozar de buenas intenciones, pero rebozan
también de poder y coacción para hacerlo, exactamente como los dueños de las
granjas de esclavos. Y como aclara Feyerabend (el único que ha advertido
este problema), este “experto” es igual que el inquisidor medieval, que con
toda la buena voluntad de evitar que te contagies de la herejía, era el
“experto” que finalmente dictaminaba quién iba a la hoguera o no, con la mejor
de las intenciones. Hoy es lo mismo, no te mandan a la hoguera pero sí a la
cárcel si finalmente incurres en el delito de no cumplir con lo
prescripto por la ley. Los occidentales se creían muy libres y pensaban que
esto sólo pasaba en la Rusia Soviética, en la China moísta y etc., pero no, lo
que difería era el grado y el amplio apoyo de una población que ya había sido
hervida lentamente como la famosa rana.
4. Frente
a todo esto, toda noción de libertad individual “ante” esto se hace ilusoria e
incluso subversiva. Las libertades de educación y de asociación quedan
limitadas a lo que encuadre dentro del estado científico, como antes lo
debates teológicos no podían salir de los límites que los inquisidores
establecían.
5. Y
todo esto se da como supuesto cultural, no cuestionado por nadie, excepto por
Feyerabend y algunos pocos libertarios que se juegan su prestigio académico con
sólo decirlo. Los demás liberales clásicos NO estudian a Feyerabend y en
general son muy positivistas en su concepción cultural del mundo. Le dan a la
ciencia y a sus expertos un poder que jamás osarían otorgar a un ministro de
economía.
6. Por
ende, con el coronavirus sucedió “lo que tenía que pasar”. La cuestión NO
pasa por un debate biológico ni por si importan los muertos o no. A toda
persona de buena voluntad le importa la vida, nadie quiere la muerte de nadie
(digo esto porque en la actual dictadura de los expertos, quien piensa
diferente es una mala persona).
7. Y
“lo que tenía que pasar” es que en esta dictadura de la ciencia, a nadie se le
pasa por la cabeza que haya libertades que no deben NUNCA violarse. Porque esas
libertades han dejado de existir en nuestro horizonte cultural. Habitamos ya
hace tiempo el mundo “feliz” de 1984 sin habernos dado cuenta. El llamado
“mundo libre” antes de 1989 no era TAN libre como suponíamos. Y entonces a una
serie de médicos, epidemiólogos y virólogos, a la OMS y etc. (cuyas intenciones
sí son dudosas…) se les ocurre que la
cura y la prevención puede ser encerrar a todos en sus casa y….. Avanti.
Ninguna restricción moral o política. Claro que en las enfermedades
infecto-contagiosas hay que tomar medidas de prevención. Pero a estos
“expertos”, estos nuevos inquisidores que te torturan para salvarte el alma de
estos tiempos, o sea tu salud física, ni se les pasa por la cabeza que hay
límites que no deben cruzar.
8. Esos
límites NO dependen de argumentos biológicos o de utilidad. Ese será otro
capítulo. Pero hay que dejar bien claro que nuestra oposición a la cuarentena
obligatoria NO pasa porque sea inefectiva. Pasa porque no se debe, porque viola
una libertad que, como vimos, comenzó a perderse desde que el Constructivismo
de la Revolución Francesa -denunciado por Hayek- comienza a inundar y a ahogar
la poca pero importante conciencia de libertades individuales que había
existido en su contrapartida, la Revolución Norteamericana.
Pero claro, no es sólo cuestión
de gobiernos y sus expertos. Es también el grueso de la población y los medios
de comunicación. Es también la alienación colectiva denunciada por Freud y
Fromm.
Continuará.
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