En la séptima temporada
de Grey´s Anatomy, Callie y Arizona
están yendo de viaje un fin de semana. Arizona le pide a Callie que se case con
ella. Pero entonces tienen un terrible choque con un camión y Callie,
embarazada, queda herida gravemente.
Luego de un pequeño
milagrillo médico que Shonda Rimes, la guionista, se permite como Deus ex maquina, tanto Callie como su
bebé quedan bien. Cuando Callie despierta de lo que podría haber sido un coma
irrecuperable, lo primero que dice (a Arizona, que está esperando un milagro)
es “si”. Si, acepto.
Comienzan entonces los
preparativos del casamiento. Pero entonces la madre de Callie, católica al estilo Shonda Rimes, se
niega a cargar al bebé, le dice a Callie que eso no es un verdadero matrimonio
y que se va a ir al infierno.
Por supuesto, no es la
primera vez que los diversos guionistas hacen quedar a los católicos como
perfectos idiotas. La madre de Callie tenía todo el derecho de seguir su
conciencia y no considerar ello como un verdadero matrimonio, pero negarse a
cargar a su nieto, juzgar la conciencia subjetiva de Callie y condenarla es
algo contradictorio precisamente con la Fe Católica más ortodoxa. Por lo demás,
no creo que asistir al cuasi-matrimonio de su hija sea aprobarlo. Puede ser,
sencillamente, un decirle estoy contigo,
siempre, aunque no concuerde. Aunque, por supuesto, hay que tener mucha
autoridad conceptual y moral para hacer eso sin confusiones.
Algunos creerán que
este es el tema de esta entrada. No. Lo que más me interesó es cómo Miranda, la
genial y maternal cirujana de toda la serie, salva la situación. Callie había
quedado devastada por lo que su madre le había dicho y decide suspender la
boda. Pero Miranda se le acerca cariñosamente y le dice, sencillamente, que un
matrimonio es lo que su conciencia decida lo que es un matrimonio.
Por supuesto, ya me he
condenado ante muchos de mis amigos católicos, quienes me acusarán de no haber
leído ni entendido la Veritaris splendor
y colocar, como buen liberal hereje, a la conciencia subjetiva como origen de
la moral.
Pero no. Lo que más los
enoja es que conozco la distinción entre la moralidad del acto humano
considerado en sí mismo (finis operis, el
objeto) y la conciencia subjetiva del que lo realiza (finis operantis, la intención). Lo primero es objetivo en el
sentido de que la conciencia del sujeto, que puede ser cierta, pero no recta
(también conozco esa distinción, y si quieren les doy toda la clase) NO
determina la moralidad del acto en sí mismo, aunque una obra buena en sí misma
realizada con mala intención pueda ser un acto moralmente malo para el sujeto
en cuestión.
Por ende no es que la
conciencia decida lo que es en sí mismo un matrimonio. Tampoco la conciencia
decide si Dios es uno y trino o si es uno pero no trino. Pero, en una sociedad
libre, hay derecho a la libertad religiosa, que, según la Dignitatis humanae, consiste en que “…todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por
parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y
esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar
contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en
público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos”. Por
ende un musulmán o un judío tienen derecho civil a la inmunidad de coacción
sobre su conciencia cuando actúan y piensan según su conciencia, según la cual
Dios es uno pero no trino. Su conciencia puede estar equivocada pero la
libertad religiosa consiste precisamente en que no es función del estado
determinarlo.
Por ende, en una sociedad libre, ninguna de las tres religiones llamará
al estado para determinar si Dios es uno o uno y trino, y cada feligrés de cada
una de las tres religiones seguirá su conciencia NO porque su conciencia
determine la verdad, sino porque NO es tarea del estado determinarla.
Análogamente, en una sociedad libre cada uno puede casarse según su
conciencia. Y, para ello, NO debe haber un matrimonio civil, sino que cada uno
se casará según sus ritos, convicciones y costumbres, ante los testigos que
quiera y como quiera, sin atentar contra derechos de terceros. Pero ello NO
porque no exista una verdad objetiva sobre el matrimonio, sino porque en una
sociedad libre el estado no interviene sino sólo para impedir la violación de
derechos de terceros, y todo se maneja según el derecho a la libertad religiosa, de convicciones, el derecho a la
intimidad y de libre contrato, excepto contratos para violar derechos
individuales.
Por ende Shonda Rimes, aunque ponga en boca de Arizona la queja de que no
tengan un matrimonio estatal, en la boca de Miranda ha puesto la clave –pero no
creo que se haya dado cuenta- de una sociedad libre y de la pacífica
convivencia entre heterosexuales y homosexuales. Que no es pacífica hoy en día
porque cada grupo demanda el matrimonio civil para sí, y no sólo se mandan al
infierno mutuamente sino que se mandan a la policía mutuamente. Ambos grupos no
terminan de entender lo que es una sociedad libre.
Ninguna novedad, porque el liberalismo clásico sigue siendo hoy ese gran
desconocido.
Mientras tanto, ya que hablamos de sociedad libre, hubiera sido
interesante un guión donde un colega católico de Callie y Arizona las haya
tratado con amistad, respeto y comprensión, y donde ambas no le hayan exigido
que diga “lo que ustedes hacer está bien”. Pero parece que un comportamiento
así, de ambas partes, está lejos del mundo de hoy, donde la demanda de coacción
mutua es lo que mutuamente nos destruye.
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