Como bien dice Gadamer, el giro hermenéutico consiste
en pasar del tema de la hermenéutica como la sola teoría de la interpretación
de textos, o del solo método de las ciencias sociales y la historia, a la
hermenéutica como el horizonte fundamental de pre-comprensión que está
pre-supuesto en todo vivir, saber y decir. Tal vez, el ser mismo.
Los no filósofos ignoran o niegan la hermenéutica,
pero los filósofos también.
No ven la herenéutica mis colegas filósofos que creen
que pueden explicar “objetivamente” a un autor porque citan sus textos, como si
los textos fueran los nuevos datos de los testeos empíricos que, claro, no
pueden tener. Porque obvimente la pregunta es: ¿por qué ese texto y no otro?
¿Por qué ese texto es el más importante y no otro?
No ven la hermenéutica los científicos que no
advierten que todo lo que suponen derivado de los hechos deriva en realidad de
un paradigma bajo el cual interpretan el mundo físico.
Tampoco ven la hermenéutica los comunicadores sociales
que creen describir los hechos cuando en realidad su horizonte pre-juzga
aquello que van a seleccionar como importante y cómo lo van a decir, por qué,
para qué y para quién.
Tampoco ve la hermenéutica el historiador que cree que
él no intepreta y que relata un hecho, cuando en realidad también tiene su
criterio de comprensión de la secuencia causal de los sucesos históricos según
sus propios horizontes.
Tampoco ven la hermenéutica los hablantes (o sea,
todos los seres humanos) que al hablar usan un juego de lenguaje que presupone
formas de vida que presuponen horizontes culturales y formas de comprensión del
mundo. No ven la hermenéutica, por ende, los que presuponen que una traducción
literal es posible, que presuponen que han entendido una peli de Woody porque
la escucharon traducida a un Español.
Tampoco ven la hermenéutica aquellos que te tiran
números y estadísticas por la cabeza ignorando que hay un criterio para hacer
la muestra y seleccionar lo importante.
Tampoco ven la hermenéutica los que sólo numeran y
miden las cosas ignorando que hay toda una serie de filosofias del número y de
las matemáticas.
Pero lo peor de lo peor de la negación de la hermenéutica es el colega filósofo que, cuando se enoja contigo, y
habiendo estudiado Husserl, Heidegger, Gadamer y Wittgenstein, te dice sin
embargo que “cómo no ves los hechos” y que sos “ciego ante la realidad”.
Pero entonces, ¿no hay verdad? ¿Todo es relativo?
Relativo a tu horizonte, si. Falso, no.
Muchas veces digo a mis alumnos: miren por la ventana.
¿Qué ven? Pasto, un árbol. ¿Es el árbol Dios? Por supuesto que no, me contestan
hasta los ateos. ¿Y cómo sabes que no? Si fueras shintoísta no me dirías que
no. Ah, es que yo no soy shintoísta, me dicen. Si, pero eres judeo-cristiano cultural, y
por ende presupones que el árbol no es Dios. Incluso, si eres agnóstico o ateo
occidental, es la noción judeo-cristiana de Dios y de creación la que
presupones al negar o dudar de la existencia de Dios.
¿Y entonces, dónde está la verdad?
La
capacidad de verdad está en la capacidad de defender la verdad de nuestros
horizontes de pre-comprensión. Allí es donde la filosofía, la vida y la verdad se juegan. La cuestión
no es negar al horizonte que tengas, sino en poder defender su verdad. Pero no
puedes no tener horizonte. Eres humano. Por ende eres histórico. Por ende
tienes horizonte.
La filosofía es lo que te permite defender la verdad
de tus horizontes. ¿Y cómo se defiende la verdad de la filosofía? Ah, la has
descubierto. La filosofía te hace remontar a lo último. A lo primero. A los
límites. A los inicios. Pero no a un punto de partida tipo “dadme una palanca y
entenderé el mundo”. No, a un horizonte vital inter-subjetivo donde la verdad
sea la verdad del encuentro con el otro. Pero
para ver al otro en tanto otro tienes que salir de tu existencia inauténcica y
ver. Si no, eres ciego. Podrás ser políglota, Nobel de Física, explicar a
Borges o a Heisenberg, pero si tu existencia es inauténtica, no ves nada.
Puedes estar en desacuerdo, pero si lo estás, busca el
horizonte desde el cual estás en desacuerdo y defiéndelo. Pero no es que tengas
los hechos de tu lado. Ellos no existen. Existe, sí, la realidad y la verdad,
pero me tienes que explicar qué es la verdad y qué es la realidad. ¿Mucha
filosofía? Sí, la filosofía es el piso. Su negación es volar sin sistento.
2 comentarios:
Está muy bien lo relativo a la hermenéutica, y a los horizontes de pre-comprensión.
Pero en cuanto a los “hechos” debería realizarse algunas distinciones. Porque los hechos existen, y bien pueden estar de un “lado” y no del “otro”, y distinguir eso también forma parte de la “capacidad de verdad”.
Es cierto, sin embargo, como dice el post, que deben considerarse los criterios hermenéuticos de selección de los hechos y demás. Pero no puede soslayarse que muchas veces la cuestión ya no pasa sólo por la selección de los hechos y su interpretación, sino por el desconocimiento voluntario o involuntario de determinados “hechos” estrictamente vinculados a la materia de que se trata, o lo que es peor, su deliberado falseamiento, distorsión u ocultamiento. Es lo que sucede tantas veces en el ámbito de la comunicación social, en el análisis histórico, en los planteos científicos, en las actuaciones político-sociales y en los debates de toda índole.
El conocimiento de los “hechos” requiere cierta voluntad de estudio y amor por la verdad que no todos tienen, máxime si aquellos "colisionan" con los propios paradigmas.
Algo del texto me recuerda a Berkeley.
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