domingo, 12 de junio de 2016

SOBRE MI OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS DÉBILES



Ha llamado la atención en facebook mi fuerte defensa, en reiteradas ocasiones, de los que no pueden salir adelante, en medio de advocaciones a los fuertes que han perdido cabeza, brazos, manos, piernas y pies y aún así han corrido 200 metros en 1 segundo y han salido ganadores, proclamando luego “si yo puedo, tú puedes”, diciéndonos con ello de todo a los que aún no hemos perdido el dedo meñique.

En primer lugar los más asombrados han sido amigos liberales para los cuales yo tendría que ser un defendor del éxito individual frente a la adversidad. Allí hay una confusión. No sólo soy un defensor de la economía de mercado sino también de un sentido de “empresa” más allá del sistema económico, donde “la empresa de ser persona” consiste en descubrirse a sí mismo para luego a partir de allí desplegar “las alas de yo”, como ya he dicho en mi ensayo “Existencia humana y misterio de Dios”. Por lo demás, he defendido la empresa en el sentido misiano de “empresario promotor” no sólo desde un punto de vista económico sino dándole fundamentos cristianos, como lo hago en mi libro “Antropología cristiana y economía de mercado”, especialmente en el cap. IV.

Por lo tanto mi defensa de los débiles no tiene nada que ver con una especie de socialismo introducido cual caballo de Troya en mi pensamiento. El estado, la coacción, no tiene nada que ver con el tema. La preocupación viene por este lado: dando por obvio que hay personas que, por un lado, no tienen vocación empresarial en el sentido económico del término (como es mi caso), el problema se concentra en una gran mayoría que, por diversos motivos, no pueden emprender ni siquiera su propia existencia. Y allí está el problema de algunos “fuertes”: su no poder entender ese “no pueden”. Lo mío es un llamado a entender ese “no puedo” que surge en muchos como una profunda angustia fruto de motivos psicológicos y espirituales. El motivo psicológico principal es el inconsciente, el gran descubrimiento de Freud, y el motivo espiritual principal es el pecado original. Ahora bien, por supuesto que mi actitud ante ellos (y ante mí mismo) no consiste en negarles la posibilidad de recuperación. Claro que yo animo siempre a todos a que “puedan” pero antes escucho y trato de concentrarme en los motivos inconscientes y espirituales que conducen a esa situación. O sea, de nada vale el viejo y espantoso truco de “tirar de golpe a la parte onda de la pileta” al que dice que no puede nadar, SIN antes intentar mostrarle la necesidad de una terapia, tanto psicológica como espiritual, que ayude a la recepción de gracias actuales y habituales que vienen de Dios y que conducen al descubrimiento del sentido de la existencia. Claro que Dios puede hacer otro tipo de milagros más espectaculares, pero suponer que necesariamente los va a hacer es una temeridad peligrosa. Mejor suponer que su gracia va a descender mientras nosotros humildemente ayudamos a lo que conocemos de la naturaleza humana.

Por lo tanto, mi mirada, ante mí mismo y ante los demás, es esencialmente terapéutica, lo cual de ningún modo conduce a confirmar a los demás en sus debilidades, sino al contrario, a descubrir la salida.

Los entrenamientos no son para mí. Son procesos de selección del más fuerte, pero no de educación. Los comprendo, pero yo no soy entrenador. Comprendo que para un ejército haya que seleccionar a los más fuertes, y así con muchas cosas, pero mi vida no está para colocar reglas y expulsar al débil que no pueda seguirlas. Mi vida está para curar al débil, o sea, a mí mismo y a los demás, y las únicas reglas que verdaderamente  me importan son los 10 mandamientos ante cuyo NO cumplimiento Dios NO dio un curso de “tú puedes cumplirlos” sino que se sacrificó a sí mismo en la Cruz, porque de él viene la resurrección, y no de las propias fuerzas humanas como suponen todos los neopelagianos.

Por eso mi docencia es para todos. Y, precisamente, cuando educo al débil es para que pueda, no para confirmarlo en su “no poder”. Pero que pueda proviene de la misericordia, del diálogo, de la comprensión, y no de las órdenes de un capitán en un regimiento. Una vez un alumno, al advertir mi supuesta “no exigencia” (según el perverso sistema la determina) me dijo con toda sinceridad que le parecía que yo lo estaba subestimando. No supe en el momento qué contestar. Pero creo que, al contrario, no sub-estimo: estimo que sí, que puede, pero mediante una mirada de comprensión, y no mediante la mera facticidad del poder autoritario determinado por la estructura de la “clase”. O sea: suponer que el alumno “podrá” porque le tiramos todos los castigos necesarios, así lo “hacemos fuerte” es sub-estimarlo al máximo, porque suponemos que es como un animal que sólo responde a las campanas de Pavlov, que no puede actuar por sí y desde sí. Yo, al esperar el tiempo de cada uno, confío precisamente en que el otro llegará a su madurez sólo mediante el diálogo y que de allí surgirá precisamente el fuerte ante la adversidad. Y cuando ello no sucede, cuando nada parece dar resultado, aceptemos el misterio de la existencia humana y tengamos esperanzas en la misericordia de Dios.

Por lo demás, no juguemos a Dios, quien es el que verdaderamente sabe qué pruebas poner a los demás. Mejor ser uterino, mejor comprender, acunar, abrazar, pues ya Dios se encarga de poner pruebas en la existencia. Que tal vez por eso permite que nos crucemos con personalidades psicopáticas ante las cuales tengamos que entrenar la fortaleza. Pero los que tenemos un dedo de empatía, please, vayamos a jugar a Dios a otra parte.

Por lo demás, ¿qué es “poder aprender”? ¿Creen algunos que alguien “aprende” porque haya tenido que leer 1000 libros en 3 meses y repetir lastimosamente con una memoria exitosa miles de contenidos de un programa de 40 páginas? No: el profesor sólo abre las puertas del ropero, muestra el camino, de las tierras de Narnia que cada uno tendrá que recorrer.

Lo que la sociedad actual llama “fuerte” o “éxito” no es más que el hiper-adaptado a un sistema que “se” le impuso. Atrás de los supuestamente fracasados hay las más de las veces seres auténticamente pensantes que no compraron cualquier cosa, o humanos dolientes que hubieran merecido mejor atención. Ellos no recibirán ad-miración pero sí requieren que nosotros los miremos con una mirada de comprensión. Y si ad-miramos a alguien, cuidado: detrás de todo triunfo auténticamente humano está esa mano de Dios que habitualmente no queremos ver. Y si el éxito consiste en descubrirse a sí mismo y ser uno mismo, ah, muy bien, pero la existencia in-auténtica no llama a eso “éxito”. El ser humano no necesita “exit” (salir). Necesita ir ad intra, con-traerse, conocerse a sí mismo, estar en su casa interior.


Así que insisto: dejemos de admirar al fuerte. Dejemos de colgar en facebook cartelitos voluntaristas. La voluntad se fortalece en la Gracia, y la Gracia viene de Dios.

2 comentarios:

Angeles dijo...

Excelente, Gabriel!!!

Luis Orlando dijo...

Me encanta leerle profesor.