La semana pasada leí una noticia según la cual la
asociación o lo que fuere de hoteleros protestaba contra las casas de familia
que ofrecen alojamiento “sin las exijencias correpondientes” o algo por el
estilo.
La noticia refleja una mentalidad que se ha hecho
carne en Argentina (y tal vez en el mundo) como parte de nuestro obsesivo
estatismo cultural.
Esto surge nuevamente de no tener conciencia de lo
significan los derechos individuales a la propiedad, libertad de cultos, de
enseñanza, de tránsito, etc.
Toda persona tiene derecho a ejercer todas las
actividades que emanen de esos derechos mientras no atente contra derechos de
terceros. Eso significa que es admisible un código penal que a posteriori de una acción determine que
la acción es delictiva si atenta contra la vida, propiedad o libertad, pero no
antes. Esto es, la clave de la cuestión es la diferencia hayekiana (pero,
claro, no vaya a ser que lean a Hayek, no?) entre derecho y legislación. En la
Constitución deben estar reconocidos los derechos, pero estos NO deben tener
legilaciones a priori, sino en todo
caso a posteriori de la acción realizada, para custodiarlos, no para
impedirlos.
Por lo tanto, cuando los argentinos, en general, dicen
“debería haber una ley” no se dan cuenta de que están cercenando a priori
actividades en sí mismas conformes al derecho natural. Si quiero poner una
escuela en el living de mi casa, si quiero ejercer la medicina, si quiero
alojar gente en habitaciones disponibles, si quiero llevar gente en mi auto y
cobrar por ello, si quiero poner un kiosko en la ventana de mi casa, si quiero
abrir un taller en el garage de mi casa, etc. etc. etc. etc., NO estoy atentando contra derechos de
terceros a menos que se demuestre a posteriori lo contrario, con todo el debido
proceso necesario.
Por ende, si afecto a alguien, para eso hay un código
penal, a posteriori de la acción, no antes.
Pero no, se supone que el endiosado e idolatrado
“estado”, debe estar allí para “protejernos”. No se adverite tampoco en ese
caso la diferencia entre aconsejar y coaccionar. Yo puedo aconsejar a alguien
ponerse el cinturón de seguridad, pero, ¿por qué coaccionarlo? ¿Porque su vida
está en peligro? Bien, yo creo que la vida espiritual de la gente está en
peligro si no se toman en serio a Dios, pero no dudo en absoluto de la libertad
religiosa, porque no se debe coaccionar la conciencia, sino dialogar con ella.
Toda la obsesión reglamentarista surge de la razón instrumental del Iluminismo,
denunciada como constructivismo por Hayek, pero, claro, para colmo ello es
consiedarado “liberalismo”.
Los argentinos están tan envueltos en esta mentalidad
que han desarrollado una doble moral sin darse cuenta. En general no cumplen
las reglamentaciones pero las piden. Hacen miles de trampitas para evitar los
reglamentos pero los consideran buenos. Hacen contrabando pero creen que está
mal. Con lo cual es imposible que desarrollen la genuina resistencia pacífica
ante la opresión, porque la opresión la viven como correcta aunque se las
arreglan para evitar esa “correcta opresión” por izquierda. Quedé atónito una vez que le expliqué a un
director de un colegio privado la necesidad legal de que el estado no fijara
los planes y programas de estudio y me desestimó el tema diciéndome que ellos
se las arreglaban perfectamente para violar los reglamentos y que por lo tanto
“no había problema”. No advertía el tan argentino sujeto que el problema era
precisamente que no tenía conciencia de que lo que él hacía por izquierda era
un derecho que él NO reclamaba porque pensaba que la solución era hacer las
cosas por izquierda. Por eso los argentinos se rien de cómo los anglosajones se
toman la ley: en serio. Claro, por eso el estatismo en ellos es más peligroso,
pero la solución no es la viveza criolla sino sencillamente el liberalismo
clásico, que es justamente de origen anglosajón.
Pero blanquear NO es que los “no-reglamentados”, que
los informales, pasen a cumplir los infinitos reglamentos de los que están en
los sistemas formales, ya sea educativos, comerciales, etc. Significa ELIMINAR
los reglamentos, legislaciones y organismos que impiden el desarrollo de los
derechos individuales.
Los tan argentinos taxistas que protestan contra los
uber tienen un punto: ¿es justo que ellos cumplan con todas las reglamentaciones
municipales y los uber no? No, claro, no es justo, pero de allí concluyen que
los uber deben cumplir con los mismos reglamentos. Ni se les pasa por la cabeza
que debería desaparecer TODA reglamentación para llevar y traer gente. Lo
conforme al derecho natural es que todos sean libres como los uber y NO
esclavos como los taxistas. Y eso, mutatis
mutandis, en todo.
El argentino ha desarrollado una palabra para esa
confusión mental. Lo que no es reglamentado es “trucho”. La pura verdad es que
lo trucho es lo libre mientras que lo reglamentado es la esclavitud.
En economía esto es particularmente cruel para los más
indigentes. Estos últimos desarrollan todo tipo de actividades sin pasar por
las exigencias formales, y los crueles mecanismos de inspección los toleran, en
general, “porque son pobres”. Son pobres precisamente porque esa economía
informal tiene un límite del cual no pueden pasar. No tienen los recursos ni
los “contactos” para pasar a la formalidad, pero si NO existieran esos
reglamentos, comenzarían vendiendo chipas en una estación de tren y terminarían
luego con una pyme y luego con una gran empresa (lejos de ser una utopía, ESO
FUE la Argentina, no?). Pero no, eso ya es imposible para ellos y en general
para muchos. Hernando de Soto mostró qué cantidad de trámites eran necesarios
para poner una humilde empresa de costura de ropa, en Perú, “legalmente”. El
resultado fueron 600 metros de hojas de impresión de computadora. Mejor no
adjetivizo. La cuestión NO es exigir el cumplimiento de esos 600 metros, sino
eliminarlos, como se eliminó el Muro de Berlín.
Por supuesto, decir todo esto en otras áreas, como
educación, es más lunático aún. Pero hay que instalar el tema. Es incluso una
cuestión de misericordia. Se me parte el alma al contemplar diariamente los
vendedores ambulantes en los trenes, que seguirán en esa situación casi
eternamnte, por el subdesarrollo producido por décadas de estatismo pero sobre
todo por el reglamentarismo. “Abrir la econonía” NO es sólo privatizar empresas
estatales sino ELIMINAR totalmente todas las reglamentaciones que impiden a
cualquier ciudadano, y sobre todo a los más pobres, salir adelante
desarrollando su espíritu empresarial.
Bien, estoy un poco cansado y voy a descansar algo.
Por suerte aún no hay reglamentos para las siestas de los Sábados.
1 comentario:
Estoy de acuerdo y creo que cada día se hace más reglamentado todo. ¿Por qué ese desmedido afán de los humanos de querer hacer reglamento todo para todos y por todos?
Observemos todos los controles y formatos que tienen que llenar los maestros, que al final lo que hacen es quitarle tiempo para preparar bien la clase,lo que origina la mediocridad en las aulas. ¿Algún día nos daremos cuenta y rectificaremos?
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