Conocí a Charly sin darme cuenta
en 1974. Yo estaba asistiendo a los cursos que Enrique Loncán (otro santo)
sobre economía en la famosa y entrañable Escuela de Educación Económica y
Filosofía de la Libertad, dirigida por Carlos A. Sánchez Sañudo (otro héroe), y
veía que adelante unos dos chicos con pinta de estudiantes hacían preguntas y
comentarios cuyo sentido yo apenas comenzaba a barruntar. Después me enteré que
eran Juan Carlos Cachanosky y Alejandro Chafuén, dos estudiantes de economía de
la UCA que para entonces debían tener unos 20 años.
Lo vi de vuelta, ya con mayor uso
de la razón :-),
en 1979, cuando mi Delegación Juvenil del Centro de Estudios sobre la Libertad
(formada 4 años antes, qué épocas) comenzó a asistir a ESEADE de Buenos Aires (dirigido por
Alberto Benegas Lynch (h) y recién fundado en 1978) para recibir cursos que
gratuitamente nos daban sus profesores de su Departamento de Investigaciones,
dirigido por Ezequiel Gallo. Y el que más nos enseñó fue Juan Carlos. Y no fue
poco. Un año entero de un curso completo sobre Keynes, con el libro original en
mano, y otro año entero un curso sobre el libro I de El Capital de Marx, con el
texto en mano. Ya para entonces Juan Carlos se perfilaba como uno de los mejores
profesores de Historia del Pensamiento Económico, cosa que hubiera sido su
destino académico permanente si algunos hubiera tenido mayor conciencia de la
importancia de la investigación. Pero no puedo dejar de recordar que casi
inmediatamente todos pudimos ver en él a un padre que generosamente prodigaba
su alegría, su optimismo, su sabiduría, a todos nosotros. Y allí comencé con él
una amistad muy, muy profunda que no se acabaría nunca.
Los años que siguieron estuvieron
marcados por su presencia. En 1985 entré al Departamento de Investigaciones de
Eseade, donde estuve hasta 1992. El compañerismo, la amistad, la donación mutua
de conocimientos e inquietudes, fue permanente. Debatíamos, estudiábamos,
salíamos a comer, hablábamos de Mises, Hayek, Rothbard, Sennholz, Israel
Kirzner, etc., como marcianos en una Argentina que iba para cualquier otro lado
y como lunáticos en un mundo académico que nos miraba con desprecio. Pero el
optimismo de Juan Carlos hacía olvidar todo ello.
Desde 1993 hasta el 2000 nunca
dejamos de vernos. Sobre todo, él siempre estaba allí, para aconsejar sobre
cualquier problema que uno pudiera tener. En el difícil camino académico,
hablar con Cacha era la generosa terapia que él nos dispensaba absolutamente,
cubriendo con su mirada paternal las inexperiencias y los temores. En el 2000
él fue quien me propuso a la Universidad Francisco Marroquín como profesor
visitante. No es poco, precisamente, lo que le debo. Con absoluta generosidad
me incorporó a su cuerpo de profesores de Corporatet
Training y varias veces me intentó rescatar de caminos difíciles. En la Marro, donde él llegó a ser decano de su
Escuela de Negocios (el ESEADE de la UFM) fue la misma presencia paternal, para mí, para todos los
argentinos que íbamos por allí y para cualquier marciano al que él viera solo y
desvalido. Como Cristo, no se bancaba a los soberbios y a los hipócritas. Pero,
como Cristo, sabía perdonar, algo raro en personas como él, porque me he dado
cuenta, últimamente, de lo inmisericordes que pueden llegar a ser los genios.
El me decía San Ottis, patrono de
los ascensores (ya ven quién me enseñó a hacer chistes………..), y luego, siempre,
San Otti, pero yo le decía, en serio, San Francisco. Porque era igual. Su
caridad, su preocupación por todos, no tenía parangón. Eso fue lo que ha
conmovido a todos los que tuvimos el regalo de conocerlo.
Su muerte nos tomó muy de
sorpresa. Mi vida había sido -para tomar la bella expresión de Cecilia Vázquez Ger- habitada por la suya y por mi amistad con sus hermanos, esposa e hijos. El 1ro. de
Enero del 2016, a las 11 y media de la mañana, sonó el teléfono de casa y mi
queridísima amiga, Angélica Cachanosky, sólo dijo una palabra, entre sus llantos:
Charly.
2 comentarios:
"Los años que siguieron estuvieron marcados por su presencia" dices Gabriel. Por algún motivo esta frase me llegó profundo. La presencia de personas a quienes tenemos cariño porque son buenas con un agregado de respeto por su tendencia intelectual será algo que nos marca la vida.
Excelentes recuerdos. Me sentí como si JCC estuviera presente
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