En la rapidez de nuestra existencia
cotidiana, nuestra racionalidad se enfrenta con un desafío. Por un lado,
“sabemos” lo que “tenemos que hacer”. Sea cual fuere nuestro “oficio” –insisto:
sea cual fuere-, éste se desarrolla en una serie de “acciones”, aprendidas, con
mayor o menor grado de destreza o automatismo. Toda acción humana implica aliquo modo relación de medios a fines,
y todos, de algún modo, tenemos nuestro “oficio”, una conducta externamente visible
y con resultados humanamente “evaluables”, desde la Madre Teresa hasta el
agente de Bolsa de New York. En ese sentido nuestra razón a veces calcula,
planifica, mide, evalúa resultados. Contrariamente a ciertas advertencias
apocalípticas, ello no es necesariamente negativo; es más, es un aspecto
inevitable, necesario, positivo, de cierto aspecto de nuestra existencia, y
muchas veces puede ser santo. Por lo tanto, no es cuestión de denunciar,
dramatizar, de manera maniquea, este aspecto de nuestro mundo de vida.
Simplemente, tiene un riesgo. Todo lo que es efecto, tiene su causa. En la vida
humana, lo que es efecto, que se trasluce en la acción, tiene el riesgo de no
verse como efecto, de cortar la visión hacia su causa, hacia su origen. Lo que
cotidianamente hacemos puede ser dignísimo pero es efecto, no es el centro, el
origen de lo que somos y de donde emerge ese efecto que llamamos acción. Como
un círculo, tiene un centro. Nuestra acción cotidiana es el diario caminar
sobre el círculo de nuestra existencia, y en ese sentido, sobre nuestra
superficie. El riesgo es no ver el centro; el riesgo es quedarse en la
superficie, en la superficie del yo, y no ver el centro, esto es, el yo, lo que
primariamente, no actúa, sino que, radicalmente, es. El riesgo es caminar sin
ver quién camina; el riesgo es conocer nuestro hacer pero ignorar nuestro ser;
el riesgo es vivir olvidados de nuestro ser. El primer olvido del ser comienza
por el olvido de nuestro ser.
De mi libro "Existencia humana y misterio de Dios", Unsta, Buenos Aires, 2009.
1 comentario:
Comparto, Gabriel.
Como primera idea, va el link de un corto animado de Jean-François Lévesque, “Le Noeud cravate” (“El nudo de la corbata”) en donde a través de la historia de un "exitoso" empleado “modelo” de una gran empresa, se plantean algunos temas ligados al sentido del propio trabajo, a la libertad, al olvido del propio ser...
Dura doce minutos y lo pueden ver en:
http://www.youtube.com/watch?v=0-uqSswzH5k
Emanuel.
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