(Cap. 2 de “Filosofía para los amantes del
cine”, JC Ediciones, Rosario, 1996).
Con la
película anterior hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre el sentido
de la vida humana, sobre la base de Dios como su Fin Ultimo. La película que
ahora "veremos" también nos permitirá reflexionar sobre el sentido de
la vida, pero aplicado a un caso concreto.
Desde sus primeras escenas, la película nos
permite observar de qué "caso concreto" estamos hablando. Bajo el
marco de una hermosa música y el imponente escenario de un típico campus
universitario británico, veremos caminar a un hombre de mediana edad,
relativamente despeinado, aparentemente no muy preocupado por su vestimenta,
con cara de despreocupación, llevando un portafolios acorde con esta
descripción. Lo veremos subir las escaleras de un gran edificio, mientras
saluda a algunos estudiantes. Entrará a un gran cuarto, de estilo antiguo,
lleno de libros por todos lados. Buscará uno de esos libros y sacará también
una pequeña botella de whisky que estaba detrás.
¿Quién es este por ahora extraño personaje?
Se trata del "Dr. Brian", profesor de literatura inglesa. Además de
sus clases, está encargado de recibir a estudiantes de la "Open
University", un sistema que permite a diversas personas realizar estudios
universitarios bajo la guía tutorial de un profesor, sin necesidad de efectuar
la cursada habitual de las materias.
Tras su aspecto despreocupado, Frank esconde
una mirada triste. Sus ojos, entre nostálgicos y anhelantes, parecen buscar
algo misterioso cuando mira por la ventana de su cuarto hacia los jardines del
campus de la universidad. Repentinamente lo veremos en su clase, mirando
también por la ventana. Sus alumnos, obviamente, buscan en él una actitud más
habitual. Una alumna le hace un muy erudito comentario sobre cierto autor
inglés. "Ciertamente", contesta, y sigue mirando por la ventana.
Otro, en actitud más formal, le hace otra pregunta. Frank permanece absorto en
lo que podríamos decir sus pensamientos. El alumno se irrita. "¿Está Ud.
escuchándome?", pregunta. "Por supuesto" contesta Frank, en un
tono que revela algo especial. "¿Está Ud. tomado?", pregunta el
alumno inquisidor. "Por supuesto", es la respuesta. Su alumno, tras
algunas desinteligencias, se va de la clase, y da un portazo, no sin antes
decir: "quiero estudiar literatura".
"Literatura!...", exclama Frank con
un dejo de ironía. "Miren afuera! El sol brilla! Son jóvenes! ¿Qué están
haciendo metidos aquí dentro? Podrían estar afuera, haciendo el amor o algo
así...!". Los alumnos se ríen. (De él?). La respuesta de Frank,
evidentemente transgresora e iconoclasta en su superficie, revela algo más
profundo: un desencanto, un evidente hastío por algo a lo cual no parece
encontrarle más atractivo. ¿Su tarea como profesor de literatura? ¿O la vida
misma?
La rutina de Frank se corta con la llegada de
un alumno para la tutoría de la universidad abierta. En realidad, no es él, es
ella: se trata de Susan White, o Rita (como diríamos nosotros, Rita para los
amigos). Casada, joven, sin hijos y de oficio peluquera, Rita es de un sector
social más humilde que la media general de los alumnos cursantes. Este es un
detalle importante, tal vez no para nosotros, pero si todavía para la
tradicional Inglaterra (hay que tener en cuenta que, en muchas sociedades
europeas, ciertos usos y costumbres subsisten independientemente de las ideas
políticas). Veremos también a Rita caminando por el mismo campus que Frank, de
un modo y con cierta vestimenta y peinado que revela el contraste. Mira con
asombro el mundo en el cual quiere introducirse, pero sobre todo, mira como
eruditos inalcanzables a los estudiantes que conversan de cosas extrañas en los
pasillos y escaleras. Después de algunas vacilaciones, llega al despacho de
Frank.
En este primer encuentro, Rita muestra con
encanto su modo de ser. Consciente de su ignorancia en Literatura, manifiesta
su vehemente deseo por aprender. Sobre todo, muestra su admiración por ese
mundo al que quiere pertenecer, que, para ella, significaría un cambio
absolutamente esencial; algo así como el paso a una dimensión superior de la
existencia (atención a este detalle). Frank la escucha entre divertido y
asombrado. Desde el principio, la frescura y la espontaneidad de Rita llegan
muy profundamente a nuestro profesor, aparentemente aburrido de sí mismo. Rita
luce como algo que rompe con ciertas cosas a las cuales Frank no da
importancia. Pero le cuesta entender el ferviente deseo de Rita por aprender
Literatura. En realidad, Frank valora tanto, desde el principio, esa
espontaneidad que su nueva alumna quiere perder, que en un primer momento se
niega a ser su tutor, bajo la excusa de que es un mal profesor. Pero ella
insiste. Lo espera afuera. Frank se deja vencer, en el fondo encantado con su
alumna. Y se comprometen ambos a iniciar la relación tutorial.
A partir de allí, la película va mostrando
dos cosas. Primero, Rita demuestra tener una buena intuición literaria, todavía
no acomodada a los cánones habituales de expresión académica. Frank aprecia
enormemente esa intuición, y se ve en el conflicto de tener que dejar
totalmente libre esa veta original o tener que forzarla, de algún modo, a una
redacción más clásica, condición necesaria para la aprobación de los exámenes.
Entretanto, Rita siente la emoción del descubrimiento de un mundo que anhelaba.
En una oportunidad, sale corriendo de su peluquería, de igual manera llega a la
universidad, se dirige al aula donde Frank está enseñando -esta vez,
lúcidamente- y le cuenta, exultante, su gran descubrimiento respecto a la
esencia de la tragedia como género literario. Frank, en cierto modo
enternecido, invita a su alumna a pasar a su clase. Sus asombrados compañeros
la miran insoportablemente. Rita comienza su inserción en otro mundo social.
Segundo, Rita comienza a tener dificultades
en su matrimonio. Su esposo, simplemente, quiere que tenga hijos. No entran en
su mundo las ambiciones académicas de su esposa, que está cambiando de modo
extraño. La crisis llega a un momento delicado cuando ella es
"descubierta": tomaba anticonceptivos para evitar tener hijos, sin saberlo
su esposo. Este toma una peculiar medida punitoria: quema los libros de estudio
de su esposa.
En cierta medida desconsolada, Rita cuenta el
episodio a Frank. En la conversación, admite que la chica con la cual su esposo
se casó, probablemente ya no exista. Rita se está buscando a sí misma.
Sucede entonces uno de los episodios
existencialmente más fuertes. Rita es invitada a una reunión en la casa de
Frank. Todo un desafío: un mundo social nuevo, distinto. En una risueña escena,
Rita practica vestidos, posturas y frases supuestamente adecuados a la ocasión.
Finalmente, medio desanimada, se viste más o menos adecuada a ella misma (pero,
¿quién es ella misma?) y se dirige a la reunión. Llega, ve una enorme casa
llena de gente "importante", se queda observando por un momento... Y
decide no entrar. Se va. Y deja una nota en el auto de Frank.
A la mañana siguiente, ambos discuten. La
esencia de la discusión es a la vez simple y profunda. Frank le dice que,
sencillamente, ella debía ser ella misma. Ella dice que no quiere ser ella
misma, según lo que él interpreta por "ella misma". No quería estar
ahí como algo interesante, siendo el foco de atención por su evidente desnivel
social. Ella quiere "ser como ellos", y "hablar seriamente con
ustedes". Pero entonces vuelve a preguntarse: "¿quién soy yo?".
Esa pregunta había surgido insistentemente
durante la misma noche de la reunión. Luego de dejar la nota en el auto de
Krank, se dirige a una taberna donde sus padres, su esposo, su hermana y el
novio de su hermana están todos alrededor de una mesa, tomando cerveza y
cantando. La reciben con alegría. Pero Rita siente que allí también es una
extraña. En medio de la canción, observa que su madre está llorando. Rita
inquiere. Su madre responde: "debe haber mejores canciones para
cantar".
Al relatarle el episodio a Frank, Rita, con
decisión y resolución, dice que, efectivamente, debe haber "mejores"
canciones para cantar, y que es eso lo que ha decidido hacer. Su mejor canción
será estudiar Literatura, manejar sus secretos, leer esos difíciles libros... Y
está decidida a lograrlo.
Y comienza la tarea. Cambia su peinado, su
modo de vestir. Y estudia con ahínco. Su lenguaje va cambiando también. Toma un
curso en otro campus. Renta un departamento que comparte con una chica de su
edad, Trish, y junto con ella comienza a trabajar en una cafetería frecuentada
por estudiantes. La relación con sus compañeros también cambia. La buscan, le
hacen preguntas, la invitan a salir. Y está contenta. Va encontrando su
canción. Su otra canción para cantar.
Mientras tanto, Frank comienza a evidenciar
en su conducta la desazón que todo esto le produce. Por un lado, siente asombro
y admiración por el progreso de su alumna, pero, por el otro, intuye que hay
allí algo extraño. Mientras tanto, su matrimonio con Julia se está deshaciendo,
y la evidencia de su vacío existencial se acrecienta. La expresión de ese vacío
se hace cada vez más clara, y también se hace evidente que la Literatura no
puede llenarlo. En una de sus clases, Frank aparece otra vez tomado, y de modo
más palpable. Trastabillando sube a la tarima profesoral.
"Literatura!", exclama, con voz tambaleante. Y parafrasea al
Evangelio: "¿En qué beneficia a un hombre saber Literatura si pierde su
alma"? No se puede negar que dijo algo importante. Pero su situación es
trágica y sus alumnos continúan riéndose. Finalmente, después de otros intentos
por mantener el equilibrio, Frank cae pesadamente. La tarima profesoral es
arrastrada en la caída. Todo un símbolo, quizás. Y una reflexión: ¿hay que llegar
a estar bebido para expresar públicamente la lucidez evangélica?
La relación de Frank con su alumna comienza a
deteriorarse. En última instancia, se había enamorado de Rita, pero ella está
en otro mundo; paradójicamente, un mundo al cual Frank la había ayudado a
introducirse. La busca en el bar donde trabaja, preguntando por Rita, cuando en
realidad sus nuevos amigos la conocen por Susan. La búsqueda termina
infructuosamente, y Frank termina otra vez bebido, durmiéndose frente a las
ventanas de sus autoridades universitarias. Para éstas, eso es un escándalo,
severamente punible.
Cuando al día siguiente llega a su casa,
encuentra a su esposa junto con su pretendiente. Un colega. Ambos le anuncian
la situación. "Congratulations!",
responde Frank. Y
allí se queda, en su gran casa, con sus libros, absorto en su soledad, en su
vacío.
Rita, mientras tanto, sigue
"progresando" en su nuevo mundo, aunque tuvo que contemplar algo que
al parecer no comprendió. Su amiga Trish intentó suicidarse. Pero falló. Ambas
dialogan, en el hospital. Rita pregunta:
"¿Por qué?
"Dime por qué no".
"No llores, aún estás aquí..."
"Por eso lloro; no funcionó".
"Vamos, no querías matarte,
sólo..."
"¿Sólo qué? Crees que tengo
todo..."
"Trish, lo tienes...!!"
"Ah, si... Cuando escucho música y
poesía puedo vivir; el resto del día soy sólo yo y no me alcanza".
Rita no logra entender qué está diciendo su
amiga. Se supone que ella tiene ese nivel cultural que Rita estaba intentando
lograr. Para Rita, eso era su norte, su logro, su mejor canción que cantar...
¿Qué ocurre, entonces?
Apesadumbrada, pero firme en su nueva
canción, llega a la casa de Frank, para devolverle unas poesías que éste le
había prestado. Eran de él. La noche anterior era aquella en la que Frank había
"felicitado a la nueva pareja". Y allí estaba Rita, con sus poesías
en mano, elogiándolas enfáticamente. Frank responde con indiferencia. Rompe sus
manuscritos. Ambos se enfadan, y discuten agriamente. El eje central de la
discusión se evidencia cuando ella lo acusa, en cierta medida, de no estar
convencido con su "progreso". "Tengo ahora lo que tú tienes: un
cuarto lleno de libros, sé cuál de ellos leer, sé qué vino comprar, qué ropa
usar, qué obras ver, y qué diarios leer". Pero Frank va directamente al punto:
"¿Es eso todo lo que querías? ¿Crees que encontraste una mejor canción
para cantar? No. Encontraste una canción diferente para cantar".
La relación entre ambos mejora hacia el final
de la película. Rita pasa su examen con altísimas calificaciones. Y agradece a
su profesor, a quien encuentra embalando sus libros, dado que ha sido
"castigado" y es enviado a una universidad extranjera. Rita corta el
cabello de su profesor, en señal de agradecimiento. Pero, antes, éste le había
pedido que se fuera con él. Y ella había contestado evasivamente.
Finalmente se despiden, en el aeropuerto. Y
se abrazan.
En todo lo que hemos relatado hay un tema
central, una cuestión de fondo, que va dando sentido a la película, desde el
principio hasta uno de sus más importantes diálogos finales.
¿Cuál es el sentido de la vida humana? Ya
hemos dado nuestra opinión. El sentido último de nuestra existencia es Dios.
Esto no es un postulado. Es una conclusión lógicamente inferida a partir de la
existencia de Dios, existencia que a su vez es lógicamente inferida a partir de
la existencia de las cosas contingentes, que son primeras en nuestro
conocimiento, pero segundas en el orden de la creación. Ahora bien, todas estas
cuestiones también pueden ser vistas mediante una mostración vivencial, o,
podríamos también decir, existencial. ¿No has sentido siempre, desde lo más
profundo de tu ser, un inevitable llamado a la felicidad? ¿Negarás que quieres
ser feliz? No niego que tal vez puedas decir que no quieres ser feliz, pero no
creo que puedas sentir esa negación. Ese "querer la felicidad",
profundo, originante de todos tus deseos, es el apetito natural al bien, que
todas las cosas tienen ínsito en su naturaleza. En nuestro caso, ese apetito
natural al bien pasa por el conocimiento intelectual de las cosas, y a eso
llamamos voluntad. Y hemos visto que esa voluntad es libre, en el sentido de
que nunca se enfrenta, en este mundo, con lo que podría determinarla
absolutamente.
Nuestra vida es una búsqueda constante del
bien. Claro, nuestra inteligencia puede equivocarse, y/o nuestra voluntad puede
rebelarse contra el verdadero bien, y por ambos motivos nuestra búsqueda es
muchas veces infructuosa, agregando a nuestra vida muchos dolores que de otro
modo podríamos evitar.
Si la felicidad absoluta y total se
identifica con Dios -como hemos visto en el anterior comentario- lo más
parecido que podemos encontrar, en este mundo, a esa felicidad, es ponerse en
camino hacia Dios, y hemos visto que ese "ponerse en camino" admite
infinitas posibilidades. Pero niega otras. Sobre todo, aquello que destruya tu
naturaleza y/o atente contra la de tu prójimo (la injusticia, por ejemplo).
Porque esas faltas del bien que corresponde a tu ser son incompatibles con
alcanzar al Ser Infinito, que es Dios.
Ahora bien: para todo esto hay un camino, que
te comunica con Dios, con tu prójimo, contigo mismo y con el universo restante,
que es el amor. El amor a Dios es algo que "surge" en nosotros. Ese
surgimiento tiene un margen de misterio que la filosofía no puede explicar, pero
en parte sabemos que es ayudado por la conciencia de que Dios nos ha creado
para que lleguemos a El y seamos absolutamente felices, para siempre, en El. Al
amar a Dios, comenzamos a amarnos y a estar en paz con nosotros mismos, pues
sabemos que es allí cuando nuestro "yo" alcanza su sentido último y
originante. Como un hombre que se enamora de una gran mujer, y es
correspondido, y siente, inevitablemente, que su vida tiene sentido. Hasta
huele mejor!
A su vez, comenzamos a estar en paz con
nuestro prójimo, porque comenzamos a evitar todas las injusticias que podamos
cometer contra nuestros hermanos en creación. ¿Y por qué? Porque también amamos
a nuestro prójimo, y nada injusto hacemos en ese caso. Y eso, porque advertimos
que no podemos crecer, e ir hacia Dios, en medio de nuestras injusticias. Y,
por último, estamos en paz con toda la naturaleza, al advertir que cualquier
agresión y destrucción inútil es un acto indigno contra un efecto de Dios.
Todo esto suena bastante lógico: es la
"lógica del amor". Nada raro. Amor y razón son una en Dios; en sus
criaturas, son potencias distintas, pero nuestra armonía con Dios las
complementa, y nuestra des-armonía con Dios las enfrenta. Esto es muy
importante, y volveremos a esto cuando acompañemos al capitán Kirk en uno de
sus viajes interplanetarios.
Bueno, me dirás, te pusiste a filosofar y te
fuiste por las ramas. ¿Qué tiene todo esto que ver con Frank y Rita?
Rita también busca la felicidad. Busca el
bien. Busca algo que la haga crecer. Y lo encuentra en la Literatura.
¿Y qué?, me dirás. Calma, te podrás imaginar
que me parece muy bien. Como también me hubiera parecido muy bien que la
encontrara en su peluquería. O en sus hijos. O en la literatura y en sus hijos.
O en lo que quiera. Siempre que... ya veremos qué.
Frank también buscaba la felicidad. Pero
había una diferencia entre ambos. Una diferente conciencia existencial.
Tratemos de ver qué es eso.
Frank había encontrado algo de felicidad en
la literatura, como cualquiera de nosotros encuentra algo de felicidad en
nuestra vocación, al seguirla. Para cualquiera de nosotros es un problema no
poder seguir nuestra vocación. Por lo tanto, esto está claro.
Pero Frank advierte que falta algo. Hay una
dimensión de la existencia humana, que es precisamente el sentido último de esa
existencia, que nada de este mundo puede proporcionar. Frank lo sabe, pero lo
"sabe" en un sentido negativo y existencial. Sabe que sus libros no
pueden -como ninguna otra cosa puede- darle ese sentido, pero parece no
advertir dónde puede estar oculto este último. Es la angustia existencial. Que
se acrecienta con el fracaso de su matrimonio, lo cual le advierte del
significado del fracaso del amor. La angustia existencial: el no saber cuál es
el sentido último de nuestra existencia. Miles de escapismos inventamos para
tratar de tapar esa angustia. Pero Frank no inventa muchos. De vez en cuando se
emborracha. Pero nada más. Vive, asume su angustia. En ese sentido, es una
existencia auténtica, como dijo un colega.
En última instancia, Frank sabe que puede ser
un gran literato, o un gran filósofo, o lo que fuere, pero no por ello será,
necesariamente, una "mejor" persona. Esto es, una persona que está en
camino hacia Dios, y, por ende, en armonía consigo misma, con su prójimo y con
la naturaleza. Y es a partir de allí que su trabajo específico -profesor de
literatura o peluquero- tiene pleno sentido existencial, además de eficiencia,
porque no se puede ser una buena persona sin el deseo de hacer bien el trabajo
que nos comunica con la existencia cotidiana.
A la luz de este enfoque, ciertos detalles de
la película adquieren pleno sentido. El principal, que resume lo que queremos
decir, es el diálogo entre Frank y Rita donde ésta insiste en que ha encontrado
una mejor canción que cantar. Frank, lúcido en su angustia, le responde: no.
Has encontrado una canción diferente. No una "mejor".
¿Por qué? Ya lo hemos dicho. Tu vida está
llena de canciones diferentes, esto es, de posibilidades vitales distintas,
sobre las cuales tienes poder de elección. Ellas son todo el infinito número de
vocaciones y modos distintos de vida según tus gustos y capacidades; desde
astronauta hasta pianista, de literato a peluquero, de filósofo a carpintero,
etc. Todos esos modos de vida son, en sí mismos, igualmente buenos, aunque tú
debas descubrir cuál es el adecuado para tí. Eso es existencialmente importante
y es parte de tu felicidad. Pero hay una elección, en cambio, entre dos estados
de tu espíritu que son irreductiblemente contrapuestos, y ya no igualmente
buenos en sí mismos. Y esa opción vital ineludible es: vives en el amor a tu
prójimo, fundado en el amor a Dios, o no. Lo primero es la canción mejor; lo
segundo, ni siquiera es canción: suena mal, desafina, te destruye, te anula, te
paraliza. Si vives en la canción del amor del que te hablo, todo lo que hagas
-vuelvo a decir, sea cual fuere tu vocación- lo harás con afecto, y, por lo
tanto, te llenará existencialmente, sentirás que es algo que justifica tu
existencia, porque le has encontrado su sentido último. De lo contrario,
entrarás tarde o temprano en angustia existencial, y descubrirás, como Frank,
que de nada vale ser el gran profesor de literatura si el sentido último de tu
vida no está resuelto. Como único intento de escapar de esa angustia, de vez en
cuando se emborracha, pero, paradójicamente, allí se siente libre para expresar
sus palabras más sabias. ¿De qué le sirve al hombre saber literatura si pierde
su alma? Y esto te lo dice alguien cuyo modo de vida no es demasiado distinto
al de Frank.
Claro, lo mismo vale para cualquier otra
cosa. ¿De qué le sirve al hombre ser peluquero si pierde su alma? ¿De qué te
sirve cualquier cosa si pierdes a Dios? ¿De qué sirve algo sin Dios? Puedes
tener infinitos finitos bienes, pero sin el Infinito Bien, nada tienes; y si
tienes muchos finitos bienes, y también estás en camino hacia Dios, serás
feliz, porque los usarás en armonía contigo mismo y los demás.
Frank y Rita están, en ese sentido, en una
situación existencialmente peculiar. El tiene conciencia de su angustia, pero
no sabe cómo salir. Ella quiere cantar una canción mejor sin advertir que es
una canción diferente. El logra enseñarle literatura, pero no lo anterior. A
ella le cuesta enfrentarse con ese problema. El intento de suicidio de Trish le
resulta extraño. ¿Cómo alguien tan culta y que escucha tan buena música puede
intentar suicidarse? Pero las palabras de Trish son reveladoras de la angustia
del ser humano cuando descubre lo cercano a la nada de su contingencia: cuando
dejo de escuchar música, entonces soy sólo yo y no me basto... Observa: no es
cuestión de angustiarse por ser "yo", sino "sólo" yo. Ese
"sólo" yo es lo insoportable. Tu yo comienza a "respirar"
cuando entra en contacto de amor verdadero con otro yo. Y eso abarca a tu
cónyuge, a tus amigos, a tus familiares. Pero eso tampoco basta. Comienzas a
sentir la necesidad de una fuerza adicional que te sostenga, más allá de las
potencialidades de lo humano, en medio de los problemas de este mundo.
Comienzas a sentir la necesidad del amor Infinito, fundamento de los demás
amores finitos, que es Dios. Como dijimos antes, puedes estar toda tu vida
escapando, de mil modos, a la angustia que te produce siquiera imaginar que tu
presencia en este mundo es sólo una enorme casualidad. Y sin happy ending. La huida del tema de la
muerte es uno de los mejores síntomas de ese "raje" continuo.
Vamos! Despertemos! Advirtamos cuál es la
única mejor canción! ¿Cuántas veces, cotidianamente, no tenemos la misma
confusión existencial que padeció Rita? Recordemos sus palabras cuando discute
con Frank: tengo un cuarto lleno de libros, sé qué vino comprar, qué ropa usar,
qué obras ver... ¿Cuántas veces no juzgamos a los demás por todo eso? Olvidamos
que hubo santos analfabetos, y también santos llenos de libros y de conocimientos
humanos, y tanto unos como otros fueron santos porque amaron mucho. Simplemente
por eso. Allí está la mejor canción.
Si tienes un cuarto lleno de libros, busca en
ellos la verdad, y, si la encuentras, enséñala, porque esa será tu manera de
amar.
Creo que será bueno que termine estas
reflexiones citándote unas palabras cuyo contenido tiene mucho que ver con todo
esto que he intentado transmitirte. Quien las escribió también era profesor,
como Frank -aunque no de literatura- y tuvo también un cuarto lleno de libros.
Tuvo una familia, a la que amó absolutamente, y ha tenido a miles de alumnos, a
los que educó en el sentido más profundo del término -y, por lo tanto, amó-.
Dice así: "Prepararse para ser adulto es, pues, mucho más, y más
importante, que elegir una actividad o un estudio determinado. Es forjar un
plan de vida sobre bases éticas, religiosas, políticas. Es saber si se puede
mentir o no; si la violencia es admisible o condenable; si amaré a mi prójimo o
seré indiferente a su suerte; si prefiero la frivolidad como constante o si soy
capaz de adentrarme en las honduras de mi alma; si me siento criatura divina o
si me supongo un accidente bioquímico sin sentido conocido; si prefiero saludar
a mi vecino cortésmente o si lo ignoraré mientras nada tenga que esperar de él.
Cuando tenga resueltos estos aspectos en apariencia tan simples, muchas
actividades podrán complacerme. De lo contrario, podré ser un buen o mediocre
profesional, tener éxito o fundirme en los negocios, llevarme más o menos bien
con mi mujer o separarme de ella. Pero nunca seré un hombre pleno porque en mi
juventud habré olvidado que debía preparar el futuro. Seré existencialmente
pobre, sin remedio" (*).
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(*) Luis J. Zanotti, Cuando el presente es
futuro, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1988. Los subrayados son
nuestros.
1 comentario:
Jajaj pues tiempo y años yo buscando esta musica para leer de ella o poder descargar musica para mi album y que no pueda encontrarla y encontrarla en un blog que menos tu esperas es algo realmente de locos. pero bueno que bueno disfrute mucho de la lectura.
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