MÁS PLATÓN Y MÁS
PROZAC: LA FUNCIÓN TERAPÉUTICA
DEL DIÁLOGO FILOSÓFICO, NO COMPETITIVO SINO CO-ADYUDANTE DE LA PSICOTERAPIA.
Por Gabriel J.
Zanotti
Ponencia presentada
en el V Jornada de Stress y Ansiedad, ICAAP y Universidad de Palermo, 30-10-09.
- La legítima autonomía de la
psicoterapia respecto de la filosofía.
A
pesar de los avances de las diversas psicoterapias en combinación con los
avances en el tema de los neurotransmisores, cada tanto surgen reacciones, más
o menos fundadas, contra el abuso de la medicación o los enfoques
exclusivamente psicoterapéuticos de problemas humanos ante los cuales la
filosofía reclama su carta de ciudadanía originaria. Es comprensible que ello
suceda, pero conduce sin embargo a un enfrentamiento sin salida. Es obvio que la
filosofía en tanto filosofía no tiene margen de acción directa ante situaciones psicóticas que demandan mucha
especialización y práctica para dar con el psicofármaco adecuado, como tampoco
tiene un margen de acción directa
frente a diversas neurosis de angustia, ansiedad, fóbicas, etc.
Pero,
a su vez, se podría decir que ciertos paradigmas culturales actuales han dejado
casi muda a la filosofía, sin una voz legítima que pueda ayudar indirectamente a dichas cuestiones.
Temas como la naturaleza del ser humano, el libre albedrío, la racionalidad, la
inteligencia, la voluntad, etc., temas tradicionalmente filosóficos, han sido
absorbidos por las neurociencias y-o relegados a metafísicas sin fundamento
alguno en el debate racional. Si el filósofo ocupaba antes el papel de un
psicólogo cuando trataba ciertos temas, ahora el psicólogo ocupa el papel del
filósofo y una indebida lucha de roles parece ser inevitable. Trataremos en
esta ponencia de ubicar a la filosofía en un lugar propio que la haga
acompañante, y no competitiva, de la psicoterapia.
- La angustia existencial en Frankl.
En
la conocida logoterapia de V. Frankl encontramos un buen ejemplo de
intersección entre filosofía y psicología. Como es sabido, Frankl concentra su
atención en la neurosis noógena[1],
una angustia profunda fruto de la pérdida del sentido de la existencia. La
psicoterapia de Frankl consiste en proponer una sana tensión de las fuerzas
psíquicas cuando estas se orientan hacia la búsqueda del sentido de la vida,
siendo ello mismo curativo. Pero esto tiene un obvio aspecto filosófico de
fondo. El tema del sentido de la vida humana es un tema típicamente filosófico,
que tuvo un momento importante en la reacción existencialista de fines del s.
XIX y principios del XX, en autores como Unamuno y Kierkegaard, que fundamentalmente reaccionaban contra Hegel y el
positivismo. Lamentablemente dichos autores, al reaccionar contra ese tipo de
racionalismo, dejaron la noción misma de “razón” y la contrapusieron con la
“vida”, lo cual no hizo más que retroalimentar la separación entre filosofía y
vida[2].
Pero para nosotros, la razón tiene mucho que decir, precisamente, sobre los
temas vitales más profundos: el sentido de la vida, la pregunta por el sentido
de la existencia, la muerte, el dolor, el sufrimiento, la comunicación con el
otro en tanto otro, la comprensión del otro, el amor al otro; la trascendencia
de la vida humana en temas como Dios, la vocación interior, la libertad.
Todos
esos temas implican dolencias no específicamente psicológicas, esto es, un
nivel de angustia existencial no encuadrada en lo que habitualmente son las
neurosis y psicosis clásicas. Muchas veces las personas acuden al psicólogo, y
en medio de habituales neurosis se encuentran también, o de fondo, esos temas,
que demandan a la filosofía como co-adyudante.
- La analogía entre la etiología de la
neurosis en Freud y la angustia por la falta de sentido.
Pero
por eso mismo, las críticas de Frankl a Freud fueron excesivas[3].
Comprendemos que haya querido distanciarse de Freud en ciertos temas
filosóficos, pero, sin embargo, el esquema básico de la etiología de las
neurosis en Freud puede ser útil para el tema del re-descubrimiento del sentido
de la existencia. Para ello, repasemos esa etiología[4]:
Como
ya sabemos, según el gran autor vienés, la pulsión, que se manifiesta en los
primeros años de vida, recibe una represión, que está a cargo del
preconsciente. Si esa represión no juega su papel, instaurada por la ley
paterna, el sujeto queda psicótico o perverso. Si, en cambio, la ley de padre y
la cultura van conformando el psiquismo del sujeto, esa pulsión encuentra un
camino paralelo, una satisfacción sustitutiva en forma de neurosis, cuyo origen
último queda inconsciente para el sujeto. La terapia consiste, precisamente, en
un delicado proceso por medio del cual, transferencia mediante, el sujeto, por
asociación libre, puede ir haciendo movimientos internos por medio de los
cuales puede llegar a hacer medianamente consciente el origen de su conflicto,
luego de una implicación subjetiva en el proceso. Eso es, luego de superar el
“no querer saber” del goce de la neurosis, en cuyo caso el sujeto de algún modo
“quiere saber” el origen de su dolencia y va llegando a ello por medio de un
proceso mayéutico implicado en el análisis.
Lo
que queremos decir con este esquema es lo siguiente. Todos los seres humanos,
de un modo o de otro, se preguntan por el sentido de su existencia. Esto es,
qué sentido tiene nuestra existencia, cuando descubrimos nuestra radical
contingencia. Por qué somos, cuando podríamos no haber sido. Esta pregunta nos
enfrenta con la situación límite inevitable: la muerte. Por ello, esta búsqueda
de sentido es “reprimida” de algún modo con diversos escapismos que mantienen a la búsqueda de sentido en un período de latencia de duración
impredecible. Los escapismos son dis-tracciones que nos ponen fuera del centro
más íntimo de nuestro propio yo. El “yo” es tomado aquí en sentido no
freudiano, esto es, como la esencia última de cada individuo[5],
cuyo des-cubrimiento es siempre progresivo y puede llevar toda una vida. Esos
escapismos pueden ser “haceres” relativamente inocentes (el mismo trabajo sirve
muchas veces de escapismo) o destructivos (las adicciones) pero el caso es que
mantienen al yo “fuera de sí”, “fuera de su centro” (existencia inauténtica[6]):
sabemos relativamente qué actividades hacer pero
no quiénes somos; tenemos una inteligencia calculante que planifica pero no
damos paso a una inteligencia contemplativa que quiera volver hacia el mundo
interior.
En
ese período de latencia, el sujeto puede encontrarse indefinidamente, hasta que
se encuentra con “situaciones límite”[7],
situaciones en general relacionadas con la muerte, el dolor, o un nacimiento,
que lo conectan con lo más profundo de esas preguntas existenciales que habían
quedado “inconscientes”. Allí es donde el diálogo filosófico ocupa un rol
terapéutico análogo al psicoanálisis. La persona puede tener un primer esbozo
de diálogo consigo mismo, ayudado por las preguntas mayéuticas de la filosofía
o del filósofo, esto es, un primer momento de “transferencia positiva”, hasta
que quiera volver a escaparse de esas preguntas básicas, por el dolor que
implica el encuentro consigo mismo y el goce del escapismo como “beneficio
secundario de la enfermedad”. Pero si persiste, entrará en una fase de madurez
interior, donde él mismo se comenzará a hacer esas preguntas y tratará de
encontrar sus propias respuestas, y por ello hablamos de una “implicación
subjetiva” en el momento de hacer consciente el inconsciente espiritual que
estaba en latencia debido a los escapismos.
- El diálogo filosófico como terapia y
la implicación subjetiva.
Pero
entonces, si el diálogo filosófico puede implicar un hacer consciente al la
búsqueda de sentido, que estaba en período de latencia, ¿cómo lo hace
específicamente? La pregunta es pertinente: la filosofía ha perdido el contacto
con la vida y la psicología porque se presenta como una actividad académica
más, una actividad donde el sujeto supone que la filosofía la va a
“proporcionar información” sin que su vida se vea implicada en el proceso. En
realidad no hay en ningún ámbito de lo humano una “información” tal[8],
pero menos en el caso de la filosofía.
Para
explicar cómo la filosofía y el filósofo, con un diálogo mayéutico, puede
ayudar a hacer consciente la búsqueda de sentido, analicemos los siguientes
pasos:
a)
el “habla” de alumno/paciente.
El
“alumno/paciente” (a/p desde ahora) debe expresar libremente su inquietud sobre
alguno de los temas nombrados (el sentido de la vida, la pregunta por el
sentido de la existencia, la muerte, el dolor, el sufrimiento, la comunicación
con el otro en tanto otro, la comprensión del otro, el amor al otro; la trascendencia
de la vida humana en temas como Dios, la vocación interior, la libertad). El
filósofo/terapeuta (f/t) debe dejar explayarse al a/p libremente, utilizando lo
más que pueda la transferencia positiva (en sentido freudiano) que pueda haber
en el vínculo docente/terapéutico.
b)
El habla del f/t. Este es un
momento delicadísimo. Habitualmente el a/p está acostumbrado a recibir el
discurso del filósofo a nivel ilusoriamente informativo, y no se implica
subjetivamente, esto es, no cree que su vida pueda llegar a ser transformada
por ese diálogo. Entonces el f/t debe decir su opinión aclarando expresamente
que es su opinión, nombrando autores si es necesario, pero sin dejar en ningún
momento de hacer ver al a/p que el f/t está hablando de manera tal que está generando un diálogo y esperando respuesta.
Es todo el delicado tema del lenguaje dialógico[9].
c)
Inicio de la implicación subjetiva
del a/p: el f/t debe terminar su intervención con una pregunta clave: ¿qué
opina usted? ¿Qué le sugiere todo esto? Si el a/p responde, como es de esperar,
que el “no sabe” como para dar una opinión[10],
el f/t le aclarará que lo esencial en este caso se trata de hacer asociaciones libres. Que se sienta
totalmente libre como para expresar qué le sugerían las palabras del f/t,
aunque todo sea incoherente, o le parezca incorrecto, o un sin-sentido, etc.
d)
En ese caso el f/t debe estar
entrenado en la escucha tal cual Gadamer habla de ella[11].
Esto es, no un conjunto de respuestas preparadas, no un discurso que se quiera
decir independientemente de lo que diga el a/p, sino un ubicarse en el carril
del discurso del otro, un comprender al otro en tanto otro, una razón
comunicativa y no instrumental[12].
El f/t utilizará las respuestas del a/p como trampolín para decir alguna otra
cosa de contenido filosófico que tenga que ver con esas palabras, pero siempre en el nivel del discurso del
otro y tratando de generar preguntas en el otro. Es un arte, requiere
entrenamiento, pero lo que estoy diciendo es que la filosofía como tal está preparada para esa búsqueda,
o de lo contrario deja de ser humanamente filosofía para convertirse en un CD
de información.
e)
Este esquema (habla del a/p ----
habla del f/t con lenguaje dialógico --- asociación libre e implicación
subjetiva del a/p --- escucha del f/t ---) se repite indefinidamente el tiempo
que sea necesario, hasta que el a/p va descubriendo lentamente las preguntas
que lo comunican con lo más profundo de su vida interior. Puede ser que no
des-cubra el sentido de su vida pero sí descubrirá la importancia y el sentido de la pregunta por el sentido, con lo
cual su vida quedará de por sí orientada hacia la búsqueda que en algún
momento, en un tiempo interior impredecible, dará sus frutos.
- Conclusión: la necesidad de un
enfoque inter-disciplinario.
La
naturaleza humana es tan compleja, tan rica y profunda en los motivos de su
evolución psíquica y sus respectivas dolencias, que siempre algo escapa a la
terapia. Es perfectamente posible que el mejor tratamiento psico-farmacológico
y la mejor psicoterapia se queden sin ver angustias existenciales como las
descriptas, de igual modo que al filósofo terapeuta se le pueden escapar las
neurosis típicas que pueden afectar también a quien ha alcanzado cierta madurez
existencial. Es más, la vida entera de cada persona es un conjunto mezclado de
logros y fracasos en todas esas áreas, y por eso los diagnósticos diferenciales
son complejos y los problemas siguen muchas veces más allá de las mejores
psicoterapias.
Por
todo esto, sueño con algún momento donde las rivalidades terminen entre
psicólogos, psiquíatras y sus diversas escuelas, y filósofos por otro lado, y
donde todos trabajen de manera inter-disciplinar. Sueño con un lugar donde
psicólogos, psiquíatras y filósofos puedan recibir formación profesional en
esas tres áreas, y luego complementarse y consultarse mutuamente en la atención
del ser humano sufriente, que no demanda competencia de escuelas, títulos,
sellos o procedimientos, sino una respuesta eficaz, que sólo puede venir del
enfoque conjunto. No sé si ello se logrará algún día; de lo que estoy seguro es
que cada paradigma debe tomar conciencia de cada encerramiento y salir hacia el
diálogo con otras disciplinas. Nuestra ponencia, del lado de la filosofía, ha
sido sólo un primer intento.
[1] De Frankl, ver: Ante el vacío existencial, Barcelona, Herder, 1986; El hombre en busca de sentido,
Barcelona, Herder, 1986; La psicoterapia
al alcance de todos, Barcelona, Herder, 1985; La presencia ignorada de Dios, Barcelona, Herder, 1986.
[2] Hemos analizado este tema en Filosofía para mi, Ediciones
Cooperativas, Buenos Aires, 2007, Introducción.
[3] Nos referimos a las que aparecen en La presencia ignorada de Dios, op.cit.
[4] Ver Freud, S.: Lecciones Introductorias al Psicoanálisis, en Obras completas, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2008, tomo II,
p. 2124.
[5] Pero esa esencia última integra los diversos
aspectos del yo del sujeto; no es unívoca, sino análoga, desplegándose en
aspectos diferentes y complementarios. Entre esos aspectos, las dos tópicas de
las que habla Freud (inconsciente, pre-conciente consciente; yo, ello y super
yo) pueden ser considerados como aspectos del despliegue de la vida anímica de
un mismo “yo”.
[6] La expresión viene de Heidegger, M.: Ser y tiempo, Editorial Universitaria, Chile, 1998.
[7] Jaspers, K.: La filosofía, FCE, 1978, cap. II.
[8] Sobre
esto ver nuestro art. “Paradigma
de la información vs. paradigma del conocimiento”, en NOMOI, Revista Digital
sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2008), 2, pp. 17-21, en
www.hayek.org.ar
[9] Hemos tratado este
tema en “Intersubjetividad y comunicación”, en Studium (2000) Tomo IV,
Fasc. VI, pp. 221-261.
[10] Otro error cultural frecuente: el suponer que
el saber es condición previa para opinar, cuando es al revés: el opinar en un
diálogo socrático es condición necesaria para “comprender” algo. Esa es la implicación subjetiva
presente en todo proceso de aprendizaje que el sistema educativo
tradicional olvida y que por ende produce ilusiones de aprendizaje.
[11] Ver Verdad
y método, Sígueme, Salamanca, 1996, III, 16.
[12] Ver al respecto el clásico libro de Habermas,
J.: Teoría de la acción comunicativa,
Taurus, 1992. Tomo I, Interludio 1.
1 comentario:
Excepcional esfuerzo de Gabriel por acercar las áreas en cuestión. Aunque pueden discutirse la validez algunos postulados psicoanalíticos que retoma en este trabajo (de hecho no estoy de acuerdo con muchos de ellos, pero eso no es importante aquí), la necesidad de ese diálogo es evidente en la práctica clínica. Lamentablemente continúan imperando los reduccionismos tácitos que tienden a anular los otros abordajes.
En muchos ámbitos psiquiátricos esto se realiza sin siquiera darse cuenta, a menudo se menciona la "integración" pero como un postulado general que pretende sumar aportes considerados tácitamente menores al enfoque biológico basal.
Por supuesto, también encuentro "extensiones ilícitas" análogas en los campos psicológicos (cualquiera sea su orientación) y en el filosófico.
Un tema interesante a plantear sería entonces, donde y como realizar estos diálogos interdisciplinarios.
A 5 años de la exposición de Gabriel, me propongo hoy, realizar un aporte en ese sentido, en las jornadas de octubre de este año del ICCAp y la UP.
Quedan todos invitados.
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