Ahora es Marzo de 1982. Había cursado “Teodicea” en 1981 y yo me tomaba más o menos todo Enero y Febrero para repasar la materia.
Yo nunca me preocupé por sacarme 10 en los exámenes. En realidad yo estudiaba; estudiar para tal o cual nota me pareció siempre insólito e imposible. Pero aquella vez quise sacarme diez. Quería sacarme diez en el examen sobre Dios. Diez en Dios. Impresionante. Y ahí estuve. Me preparé como nunca. Dios es simple: argumento 1, 2, 3, 4; en Dios no hay composición: argumento 1, 2, 3 4………. Y en la Suma Teológica estaba “todo”. Así que allí fui, a sacarme diez en Dios.
Todo comenzó bien. El Padre Ferro me quería, así que asentía con cara de profesor complacido mi despliegue de fuegos de artificio. Todo iba muy bien. Contrariamente a otros exámenes, yo no ponía cara de me importa un rábano, o qué se yo. Habitualmente en todos los exámenes yo me inclinaba para atrás, y miraba al profesor como diciéndole “querés que te diga esto? Ok, ok….. ¿Así que no me acuerdo de la palabrita que tanto te fascina? Y qué me importa………………”, todo en un lenguaje gestual y de miradas muy cordial. Pero esta vez, no. Ahí estaba: mi cuerpo hacia adelante, hablando con entusiasmo, rápido, luciéndome, en última instancia.
En determinado momento el P. Ferro preguntó, con voz cansina, esperando la respuesta correcta: “…..Y se puede entonces conocer la esencia de Dios………….”?
A lo cual contesté, resueltamente, con la misma actitud: SI.
Al Padre Ferro se le nubló el rostro. Su ayudante se mató absolutamente de la risa mientras que Ferro seguía en absorto silencio.
Pero yo no retrocedí. Ah no, ¿cómo iba a retroceder? ¡Dios estaba de mi lado!!!! Así que argumenté: Santo Tomás dice que Dios es aquel cuya esencia es ser. Es más, dice que podemos demostrar y por ende conocer que Dios es aquel cuya esencia es ser, así que sí, conozco la esencia de Dios. ¿O no?
Ferro inició un paciente trabajo socrático y finalmente pudo arrancarme que propiamente NO conocemos a Dios, sino por analogía. ¡Ah, obvio que es por analogía!!!!!!!!, casi grité (el ayudante se seguía riendo). “Pero deberías haber comenzado por allí”, me contestó Ferro, nuestro adorado Padre Ferro, casi enojado. El examen siguió un poco más, aunque yo puse cara de “¿qué pasó aquí?”, y finalmente concluyó. Me saqué ocho. Ferro me bajó dos puntos.
Treinta años después, no puedo sino rememorar todo ello con otra significación y meditar sobre mi infantil racionalismo. Sobre Dios, saberlo todo, sacarse diez. ¿No fue acaso una señal muy visible de la Providencia Divina? Tal vez debería haber desaprobado el examen…….. Es más, creo que lo desaprobé. Porque el primer punto es: ¿por qué fue el único examen donde quise sacarme diez? ¿Qué pretensión era esa? ¿Cómo puede ser que ante la finitud, yo manifestara correctamente mi escepticismo ante los exámenes, como siempre lo hice, pero justo en este examen, no? ¿Querer sacarme diez en lo infinito? Es más, si yo no creo en los exámenes, ¿por qué me creí un examen sobre Dios?
Es que en aquella época yo no terminé de entender lo que sucedía realmente. Tal vez no fue totalmente mi responsabilidad, pero, no juzguemos. El asunto es que yo había perdido la dimensión del misterio. Misterio que Santo Tomás daba por obvio, y por obvio daba también la distinción entre misterio y absurdo. Toda su teología fue el culmen del diálogo de la razón con la Fe donde la razón habla del no absurdo del misterio. Pero es un hablar con un tipo de analogía muy especial que Santo Tomás manejó con maestría, pero sólo se entiende bien desde la Fe.
Un examen sobre Dios, una nota sobre Dios, ese es el absurdo. Y yo, niño total, cayendo en la trampa del racionalismo cultural que nos rodea, del cual el tomismo debería ser el primero en cuidarse. Qué lección que me diste, oh infinito misterio, al mostrarme que no puedo sacarme 10 sobre Ti, nada puedo sacarme, excepto el peso de mi pecado por tu santa Cruz.
¿Qué haría si hoy tuviera que dar examen sobre Dios? Pues nada. Trataría de hablar con cuidado, porque estoy hablando de Dios, pero miraría a mi examinador con una sonrisa pícara, sabiendo que ambos estamos jugando un juego imposible, exigido por un sistema educativo imposible. Ante la nota, sea la que fuere, me mataría de la risa y espero que mi examinador también. Pero, sin embargo, no fue así, y está bien que no fuera así. Era un niño en el jardín de infantes. Como etapa, había que pasarla. Ahora, no sé en qué etapa estoy. No he ido para adelante, he ido para atrás. Soy un recién nacido y estoy aprendiendo a hablar.
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4 comentarios:
Bueno , no coincido ni en la creencia ni en lo que se llama racionalidad aquí , lo cual genera un reto de comunicación a tiempo completo y tiempo no dispongo .
Hago entonces algunas breves anárquicas observaciones porque en cuestiones de creencias nadie cambia después del período de formación de la personalidad ( más o menos 5 años de edad ) , lo que se hace en realidad el resto de la vida es descubrir esas creencias .
El "maldito" positivismo cuestiona la metafísica y es muy probable que haya habido excesos en ese cuestionamiento , pero seguramente tuvo aciertos y hay que ver lo que queda luego de los temblores . Por ejemplo : Santo Tomás no conocía obviamente , ni tenía la culpa por desconocerlo , el principio de inercia de Galileo . Por eso su primera Vía se fundó en premisas hoy inválidas . La física aristotélica tenía errores de observación de la naturaleza . No recomendaría viajar a la luna en un cohete hecho por Aristóteles . Tampoco me montaría en su lógica para acercarme a Dios , porque también tiene errores y además no es la única lógica existente . Errar es humano y rectificarse también . Hay fe o no hay fe , y quienes hoy la tienen , no tienen ya su razón iluminada por tenerla como pasaba hace unos siglos , nunca la tuvieron , ni son los dueños de la verdad para disecar el discurso racional de nadie , nunca lo fueron . Si esto es racionalismo , viva el racionalismo ( mientras nadie se crea dueño de la razón ) . Sonó un poco izquierdoso pero es un gran cambio para el hombre , visto con visión de astronauta .
Si el tomismo quiere hacerse honor a sí mismo y no seguir de espaldas a la realidad , tiene que empezar por revisar si en verdad no hubo falacias por petición de principio reiteradas en los razonamientos del santo y si no es tiempo de aggiornar el edificio de la vieja lógica aristotélica para abordar el tema de Dios de otra forma . Digo , si pretende que la razón contemporánea dialogue , de lo contrario están monologando desde el medioevo suponiendo gratuitamente que hay un Dios y concluyendo gratuitamente con esta suposición . Lo que es malo es que no se están comunicando , y peor todavía es que convierten la fe en un manojo de racionalizaciones freudianas . El hombre es el animal que arriesga . A veces gana y a veces pierde . Yo prefiero arriesgar como los japoneses y terminar con los huesos molidos y no ser como la cigarra que sólo critica . Y hablando de esto me tengo que ir a alimentar a los que viven desvergonzadamente de la teta del estado , porque me tocó ser hormiga , algo de lo que le estoy muy agradecido a Dios o a la madre naturaleza . Muy catártica entrada , a la cuenta de tres podés despertarte y seguir siendo el profesor Zanotti , aunque para mi nunca lo seas . Abrazo . M.S
Hola Gab:
Me gustó eso de que en la teología de santo Tomás la razón habla del no absurdo del misterio.
Me enterneciste con tus recuerdos del padre Ferro y la DS por dos cosas. Primero, porque vos sabés que -aunque muchos no se dieran cuenta- él tenía la capacidad de "leer dentro" de sus estudiantes. Y eso le confería la habilidad de saber hasta dónde habías comprendido lo que te enseñaba y en dónde te apretaba el zapato (por eso sabía bajarte de un hondazo de cualquier "arrebato metafísico-sapiencial").
La otra razón por la que me enterneció es que si él leyera esto que escribís (espero que se lo hagas llegar) se reiría con vos y seguramente te diría: "¡Y sí! ¡Yo también soy un recién nacido y estoy aprendiendo a hablar!". Palabra más, palabra menos, es lo que le escuché decir cientos de veces en los años que compartí con él. Ese es un maestro.
Un fuerte abrazo:
Hz
Desde Heidegger te diría que no sabemos qué significa "ser", que confundimos al ser siempre con el ente. Que cuando hablamos de Dios como ser lo entificamos, por ende le quitamos su carácter sagrado. En definitiva, el misterio sería previo y se daría ya con el ser.
Pero claro, eso es Heidegger. Y resultan interesantes los entrecruzamientos de este pensador con la escolástica.
Salud!
Me acordé del P. Ferro y te puedo asegurar que tu historia del examen de metafísica es parecida a la mía. Fue la única materia que preparé un mes de febrero, la única en que me quise sacar 10 y aunque me saqué un 9 felicitado sentí que me habían regalado todo, porque era tan poco lo que podía decir del ser.
Ferro eseñaba hasta en el final.
Un comentario gracioso, estaba tan nerviosa que tiré todas las bolillas de bolillero.
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