Desde Wuhan, una epidemia de mentiras
Fernando del Pino Calvo-Sotelo
7 de marzo de 2023
Hace pocos días el director del
FBI afirmó que “muy probablemente” el origen de la pandemia había sido un
escape accidental de laboratorio en Wuhan[1], sumándose así a diversos informes que han
ido aflorando recientemente y al informe eminentemente científico del Senado de
EEUU, publicado en octubre de 2022, que descartaba la teoría de un origen
zoonótico natural y espontáneo[2].
Aunque probablemente el momento
elegido para estas tibias iniciativas esté relacionado con la situación
geopolítica actual y que por ahora carezcan del énfasis que merece la
responsabilidad por la muerte de millones de personas, estamos ante un cambio
de relato radical, pues durante la pandemia los medios de comunicación negaron y
censuraron la teoría de un escape de laboratorio, aunque prestigiosas
publicaciones médicas como el BMJ lo consideraban verosímil[3]. Dado que el único objeto de la censura es
ocultar la verdad, de por sí éste era ya un indicio revelador, pero hay más.
El origen
extremadamente probable de la pandemia
Como es bien sabido, en Wuhan
existían dos laboratorios biológicos de seguridad y se sabía que al menos uno
de ellos estaba trabajando con el mismo tipo de coronavirus que el SARS-CoV-2[4]. Como es obvio, la probabilidad a priori
de que, de todas las ciudades del mundo, el virus emergiera precisamente en una
ciudad donde existían dichos laboratorios sin que estos tuvieran nada que ver
es ridículamente baja. Si se produce un vertido tóxico al lado de una fábrica
de productos químicos, ¿de quién sospechamos?
En segundo lugar, la eficiencia
con la que el SARS-CoV-2 se unía a los receptores ACE2 y la elevada
contagiosidad del covid entre humanos encajaba mal con un origen zoonótico
espontáneo. Existen escasos precedentes históricos de grandes pandemias de
origen zoonótico procedente de mamíferos en el que el vector de transmisión no
haya sido un insecto y la probabilidad de que una enfermedad pase de forma
natural de mamífero a humano y se convierta en altamente contagiosa entre
humanos es muy baja. Asimismo, la evidencia genética del coronavirus no
mostraba que hubiera circulado por otros animales que no fueran seres humanos.
Por último, tres años después no
se ha encontrado el animal origen del SARS-CoV-2 ni el grupo de animales
contagiados que hiciera de reservorio de la enfermedad. Si ellos fueron el
origen de la epidemia, ¿dónde están esos animales enfermos? Tampoco han seguido
contagiando a humanos: ¿sólo los contagiaron una vez y sólo en Wuhan? La
realidad es que no hay evidencia científica alguna que apoye la a priori muy
improbable teoría del origen natural de la epidemia.
Los
interesados en ocultar la teoría del escape biológico
El interés de la dictadura
comunista china en ocultar un potencial escape biológico es evidente, pero ¿qué
interés ha tenido la burocracia de EEUU en contribuir a tal ocultación hasta
ahora? Existen tres motivos. El primero era un motivo político: Trump había
acusado a China y el establishment norteamericano estaba juramentado
para desacreditarle en todo lo que dijera, aunque fuera verdad[5].
El segundo motivo es que existía
la preocupación de que culpar de la pandemia a un accidente biológico en un
laboratorio gubernamental pusiera en riesgo los programas biológicos que todas
las potencias – incluido EEUU – tienen en distintas partes del globo.
Pero el motivo más relevante es
que conocidas instituciones de salud norteamericanas dirigidas por conocidos
científicos y burócratas habían financiado parte de los experimentos en Wuhan
debido a la prohibición legal de realizarlos en territorio estadounidense.
El intento de encubrimiento
involucró a la corrupta OMS, que casualmente eligió a uno de estos científicos
para unirse al equipo enviado a Wuhan “para investigar” el origen de la
pandemia y aseverar, naturalmente, que los chinos nada habían tenido que ver[6], al fáustico Dr. Fauci[7], y a 27 científicos que publicaron una
carta en The Lancet tildando de “teoría conspiratoria” la
posibilidad de un escape de laboratorio. El escándalo fue mayúsculo, pues
pronto se supo que 26 de los 27 tenían vínculos directos o indirectos con el
propio laboratorio de Wuhan o sus financiadores[8].
Algunos creen que el escape no
fue accidental y que la epidemia fue provocada. Sin embargo, si el gobierno
chino hubiera querido desatar una epidemia nunca lo habría hecho en su propio
territorio y mucho menos en una ciudad con laboratorios biológicos. Es más,
aquellos que defienden que la epidemia fue provocada se verían obligados en
pura lógica a mirar hacia algún adversario de China, como EEUU. Lo considero
muy improbable.
Que el escape fuera accidental
no exime al gobierno chino de responsabilidad ante la negligencia y ante algo
mucho peor: su opacidad inicial, plagada de ocultaciones (consustanciales a un
régimen comunista) y la exportación del virus al resto del mundo, de la que
existen indicios de dolo al no prohibir presuntamente los vuelos internacionales
una vez había prohibido los nacionales[9].
Si no hemos vivido una pandemia
natural sino un accidente de laboratorio a lo Chernóbil con uno o varios
escapes a lo largo del otoño del 2019, el relato sobre el covid cambia. Entre
otras cosas, la psicosis sobre una futura epidemia se reduce considerablemente
y Bill Gates queda en entredicho como sedicente profeta de pandemias y
consejero sobre cómo prevenirlas. ¿Por qué no propone impedir que los yonquis
del poder, sus científicos arrogantes y las vampíricas empresas farmacéuticas
sigan jugando al peligroso juego de la manipulación genética de patógenos con
fines bélicos o lucrativos?
Confinamientos,
mascarillas e inmunidad natural: una epidemia de mentiras
“Nada hay
oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse” (Lc
8, 16-18). Con el paso del tiempo el Himalaya de falsedades que ha rodeado la
epidemia del covid está saliendo a la luz. Este aluvión de mentiras cimentó un
programa de manipulación de masas sin precedentes para crear la histeria
colectiva necesaria para lograr que la población aceptara mansamente una claustrofóbica
dictadura sanitaria.
La implantación de los ilegales
confinamientos (“dos semanas para aplanar la curva”, ¿recuerdan?) no sirvió
para nada salvo para arruinar mental y económicamente a millones de personas.
Las mascarillas, primero
denostadas y luego histéricamente impuestas, nunca dejaron de ser una completa
farsa, una superstición, un símbolo de sumisión y un negocio para los
comisionistas de turno. Ningún plan de epidemias previo contemplaba su uso y no
existía evidencia sobre su utilidad para el público en general, pero ha sido un
reciente estudio Cochrane (máxima fiabilidad estadística) el que ha dado la
puntilla a la creencia de que las mascarillas valgan para prevenir la
transmisión de virus como la gripe o el SARS-CoV-2. En efecto, su conclusión es
que el uso comunitario de mascarillas quirúrgicas supone “poca o ninguna
diferencia en el desenlace de gripe/SARS‐CoV‐2 confirmada
en laboratorio en comparación con no
utilizarla”, y que “las mascarillas N95 (FFP2) no
implican “diferencias
claras en comparación con el uso de mascarillas médicas/quirúrgicas (…)[10]”.
Si las mascarillas quirúrgicas y
FFP2 no servían para impedir el contagio y la transmisión del virus (como
evidencia que dos años de obligatoriedad no impidieran que éste circulara a
voluntad), imaginen cómo nos tomaron el pelo con las mascarillas de tela. En
España, tras torturar a los niños en colegios transformados en campos de
concentración, la tomadura de pelo continuó en el transporte público y continúa
aún en hospitales y farmacias.
La campaña de terror mediática
también hizo creer que toda la población estaba expuesta a idéntico riesgo
cuando se sabía que estadísticamente la enfermedad sólo revestía peligro para
personas mayores y para quienes sufrían comorbilidades muy específicas. A pesar
de que esta evidencia era conocida desde principios de 2020, Gates tuvo la
desfachatez de afirmar en 2022 que “[al principio] no entendíamos que el covid
tenía una letalidad bastante baja y que sobre todo afectaba a los ancianos, de
modo similar a la gripe, aunque algo diferente[11]”. Los adultos sanos y, sobre todo, los
jóvenes, adolescentes y niños, nunca corrieron un grave riesgo, pero este dato
se ocultó para mantener a la población aterrorizada y maximizar el lucro del
escandaloso programa de vacunación universal.
Asimismo, el contubernio
político-mediático-farmacéutico negó el poder de la inmunización natural y
exigió a quienes habían pasado la enfermedad que se vacunaran igualmente. La literatura
médica y una robusta evidencia científica decían que esto era un disparate, y
así lo denuncié desde el principio. Tres años después, un macro estudio
financiado por la Fundación Gates concluye que la inmunización natural otorgaba
una protección “igual o superior” a la de las vacunas, “muy elevada y duradera”
contra la reinfección y gravedad para las variantes anteriores a ómicron y algo
menor contra la reinfección, pero igualmente potente contra la gravedad, con
ómicron[12]. La realidad es que la inmunización
natural de virus respiratorios, que excita la producción de anticuerpos IgA en
las mucosas y la inmunidad celular (células T), es siempre superior a la
provista por vacunas sistémicas como las del covid.
Terapias
genéticas y “vacunas” ineficaces e inseguras
Finalmente topamos con las
terapias genéticas o “vacunas” covid imprudentemente aprobadas e impuestas a
toda la población sin que cumplieran con los requisitos exigidos a toda vacuna:
necesidad (criterio incumplido salvo para la población de riesgo), eficacia y
seguridad. Incluso crearon un pasaporte sanitario para forzar la vacunación de
los renuentes a pesar de que las “vacunas” nunca fueron concebidas para impedir
la transmisión (como reconoció la propia Pfizer), de modo que la meta del 70%
de inmunidad de rebaño no dejó de ser otra quimera para vender más vacunas. El
fracaso de las vacunas antigripales, que “60 años después de su introducción no
han logrado nada para prevenir la infección”, es un ejemplo de que “ninguno de
los virus respiratorios en mucosas ha sido efectivamente controlado por ninguna
vacuna[13]”. Esto se sabía desde un principio, pero
se ocultó.
En la edición de Davos de 2022
el propio Gates reconoció que las vacunas covid “no tienen un efecto demasiado
duradero y no son buenas bloqueando la transmisión”, con lo que se preguntaba
“qué sentido tenía” comprobar si las personas estaban vacunadas[14]. Irónicamente, en Davos la organización
exigía prueba de triple vacunación[15].
Las “vacunas” no sólo han
resultado ineficaces e innecesarias para la inmensa mayoría de la población
para la que el covid era estadísticamente leve (como se sabía, repito, desde
2020), sino que han provocado unos efectos adversos sin precedentes que
explicaría el actual exceso de mortalidad cardiovascular y una multitud de bien
documentados efectos isquémicos, inmunitarios, oculares, neuropáticos, herpes,
menstruales, de fertilidad masculina e incluso cancerígenos[16].
¿Quién asumirá
la responsabilidad?
Ante tanta acumulación de
evidencias, ¿qué responsabilidad asumirán los políticos y las autoridades
“sanitarias” que nos encerraron ilegalmente impidiéndonos circular con
libertad, que abandonaron a nuestros mayores y los condenaron a morir solos,
que nos obligaron a pasear como presos dos horas al día, a llevar mascarilla en
el campo y a sentar familias separadas en restaurantes, que incitaron al odio
hacia los no vacunados y nos empujaron mediante el pasaporte sanitario a
inyectarnos unas terapias genéticas experimentales, ineficaces y poco seguras?
¿Qué responsabilidad asumirán
los periodistas ignorantes y sin escrúpulos que aterrorizaron a la población
durante dos años mintiendo constantemente, ocultando la realidad de las mal
llamadas “vacunas” como si fueran agentes de ventas de la industria
farmacéutica, animando escandalosamente a inyectarse a jóvenes, embarazadas y
niños y censurando a quienes aportaban datos científicos mientras los
estigmatizaban calumniándolos hipócritamente como “negacionistas”?
¿Qué responsabilidad asumirán
las turbias agencias del medicamento que parecen controladas por las grandes
empresas farmacéuticas y aprobaron con enorme negligencia[17] unos productos ineficaces e
inseguros mientras boicoteaban todo tratamiento terapéutico? ¿Y los colegios de
médicos que amenazaron y persiguieron a los pocos facultativos que osaban
levantar su voz para protestar ante tanto atropello acientífico?
¿Qué responsabilidad asumirán
tantos médicos de especialidades de todo tipo que incitaron a sus pacientes a
vacunarse indiscriminadamente sin distinción de edad o circunstancias y ahora
callan los efectos secundarios que ven de primera mano, que aceptaron como
obedientes funcionarios las consignas de las “autoridades” sin pensar por sí
mismos y sin leer un solo estudio científico sobre el covid mientras
pontificaban desde su ignorancia abusando de la autoridad de la bata blanca?
¿Y qué decir de aquellos
“expertos” entrevistados en los medios que no paraban de repetir necedades
políticamente correctas atraídos por el brillo de un protagonismo efímero y que
ahora han vuelto a la sombra de la que nunca debieron salir?
Contrasten estas actuaciones con
la de los pocos médicos que tuvieron el enorme coraje de poner en peligro su
carrera para defender la verdad científica o la de aquellos que no tenían
tiempo de dar su opinión porque estaban ocupados tratando desesperadamente de
salvar vidas en aquella traumática primavera de 2020. O la de aquellos
ciudadanos, por cierto, que resistieron heroicamente la presión e histeria de
las masas y decidieron no vacunarse en ejercicio de su libertad.
¿Qué lecciones
debemos sacar de este enorme fraude?
La experiencia del Himalaya de
falsedades que hemos vivido debería enseñarnos a desconfiar axiomáticamente del
contubernio político-mediático-farmacéutico, de las “autoridades” políticas o
sanitarias, pues son la misma cosa, y de la enorme corrupción que engloba a la
industria farmacéutica y el amplio campo de voluntades que puede comprar.
De modo más profundo, lo que
hemos vivido es un colosal fracaso del cientificismo que propugna la
omnipotencia del hombre y “La Ciencia”, el mismo que despreciaba nuestro
maravilloso sistema inmunológico natural mientras ponía su fe en una chapuza de
“vacunas”, y cuyas ínfulas no son más que un despliegue de soberbia.
Pero lo más importante que
debemos aprender es que quienes han aprovechado un accidente de laboratorio
para poner en marcha un experimento totalitario creen haber creado un
precedente y aspiran a lograr el atajo hacia un gobierno global mediante una
dictadura sanitaria global. Ésta es la función del Tratado de Pandemias que la
OMS (cofinanciada por la Fundación Gates) quiere aprobar antes de que el senil
Darth Biden abandone el poder.
Este tratado otorgaría potestad
absoluta a la OMS en caso de emergencia sanitaria e incentivaría estados de
pandemia permanente. No olviden que la OMS[18] modificó la definición de pandemia
para que incluyera cualquier enfermedad contagiosa, aunque fuera un virus
conocido y estadísticamente leve[19], que aprovechó la insignificante viruela
“del mono”, que ya nadie recuerda, para declarar una “emergencia sanitaria
internacional[20]” y que tres años después aún mantiene
vigente la declaración de pandemia con el covid. Ésta es una amenaza real para
nuestra salud y libertad. Tómenla en serio.
[2] Report An Analysis of the Origins of COVID-19 (senate.gov)
[3] Covid 19: We need a full open independent investigation into its origins | The BMJ
[4] In 2018, Diplomats Warned of Risky Coronavirus Experiments in a Wuhan Lab. No One Listened. – POLITICO
[5] CNN ex-boss Jeff Zucker told staff not to probe ‘lab leak’ theory (nypost.com)
[6] How can Peter Daszak be part of WHO’s team investigating the original source of the outbreak? | Daily Mail Online
[7] Fauci: No scientific evidence the coronavirus was made in a Chinese lab (nationalgeographic.com)
[8] Revealed: How scientists who dismissed Wuhan lab theory are linked to Chinese researchers (telegraph.co.uk)
[9] How China locked down internally for COVID-19, but pushed foreign travel (indiatimes.com)
[10] Intervenciones físicas para interrumpir o reducir la propagación de los virus respiratorios – Jefferson, T – 2023 | Cochrane Library
[11] Martin Kulldorff en Twitter: «After pushing covid lockdowns, @BillGates admits that he and his foundation experts «didn’t understand that it’s a fairly low fatality rate and that it’s a disease mainly of the elderly»; basic facts known in early 2020. He should stay away from public health.» / Twitter
[12] Past SARS-CoV-2 infection protection against re-infection: a systematic review and meta-analysis – The Lancet
[13] Rethinking next-generation vaccines for coronaviruses, influenzaviruses, and other respiratory viruses: Cell Host & Microbe
[14] Preparing for the Next Pandemic with Bill Gates | Davos | #WEF22 – YouTube
[15] Davos is back but participants have to be vaccinated and tested (cnbc.com)
[16] El covid y la cultura del miedo – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[17] FDA oversight of clinical trials is “grossly inadequate,” say experts | The BMJ
[18] WHO and the pandemic flu “conspiracies” | The BMJ
[19] WHO Changed Definition of Influenza Pandemic | The BMJ
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