(El niño sí que sabe lo que le espera).
Mi blog del Domingo pasado, "Popper y sus consecuencias didácticas", despertó importantes reparos en dos amigos que me preguntaban cómo aplicar ello a ciencias naturales y cómo aplicar el sistema dialógico, sin las notas positivistas, a materias troncales como Anatomía, Física, etc.
Por supuesto que yo no puedo irrumpir en una materia troncal, en medio de una carrera tradicional, y romper el sistema. Soy un evolucionista, no un revolucionario.
Pero en la evolución que sueño, es todo el sistema el que debe ser cambiado.
Utilizando un ejemplo que mi padre sacó a su vez de Giovanni Gozzer, es como si me preguntaran que cómo pretendo llegar con una carreta a la Luna. La respuesta es obvia. No es cuestión de mejorar la carreta, de cambiarla por el último modelo de carreta. Sencillamente no hay que usarla más. No sirve para llegar a la Luna. Listo.
Claro que Física, Biología, etc etc etc también se aprenden dialogando sencillamente porque NO hay otros modo de aprender. Lo demás es una ilusión óptica pero que, atenti, encaja perfecto en la razón instrumental y en la barbarie del especialismo denunciada por Ortega.
Y por supuesto que las reformas son posibles. Una formación general, integradora, que supere la dicotomía entre humanidas y ciencias, un bachellor general, una especialización posterior, la inserción en el mundo del trabajo, etc., son todas propuestas que ya están hechas y que de hecho circulan en negro.
Una de las dificultades principales es el inmovilismo de los paradigmas dominantes, cosa ya analizada por Thomas Kuhn. Si eres médico y propones otro sistema de enseñanza, eres un traidor. Si no eres médico, calllate. Y listo.
Pero Kuhn nos ha enseñado que los paradigmas entran en crisis precisamente por su cerrazón a la crítica.
Y también nos ha enseñado que en el momento presente, la crisis no se ve.
Por ejemplo, la inmensa mayoría de médicos asesinando a sus pacientes de Covid durante el 2020 y el 21.
No se vió.
Así que cuidado. La crisis de la educación tradicional y la tragedia de sus resultados ya está entre nosotros.
Pero no se ve. Y, mientras tanto, seguimos sacando fotitos a los pobres niños que entran a la destrucción de su intelegencia en al famoso primer día de clase.
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