(Publicado en "El libertador galopante"; Nro 10, Abril de 2025).
Para el cristianismo católico, o al
menos para los que seguimos a Benedicto XVI, no sólo es compatible: es
indispensable que lo sea a tal punto que si no, dejaría de ser Cristianismo.
Sé que es raro decir esto en una
época en la cual, hace mucho, y debido a filosofías muy distintas (desde el
Iluminismo del s. XVIII hasta el post-modernismo del s. XX) la razón y la fe
parecen estar totalmente separadas. Pero no es así.
Cuando Cristo envía a todos los
discípulos a predicar el Evangelio a todos los pueblos y a bautizar en
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, presupone que todos los pueblos
tenían un elemento en común con los discípulos: la razón. La razón que
permite penetrar el sentido de lo real, dialogar, fusionar horizontes, la
introspección, el conocimiento de sí, y la pregunta por el sentido de la
existencia.
Por lo tanto, el Cristianismo está
desde el principio dispuesto a dar razones de su esperanza, a dar razones
para demostrar su no contradicción, y la razonabilidad de sus grandes creencias
en la Trinidad y en la Encarnación. Esa función de la razón, esa defensa de
la Fe, defendiéndola de la acusación de absurdo, de sin sentido, es
la apologética. La teología nace como apologética y lo sigue siendo: apología
de la racionalidad de la Fe.
Los romanos acusaban al
Cristianismo de subversión, de atentar contra lo esencial de la organización
política del Imperio: el culto al Emperador, la unión entre lo divino y el
poder político, y de eso los cristianos no sólo no se defendieron, sino que les
dieron la razón: sí, es así, NO estamos de acuerdo con que el emperador sea
Dios; sí, subvertimos la divinización del imperio. Somos subversivos y lo
seguimos siendo ante todos los imperios de este mundo.
Pero la acusación de algunos
griegos era diferente. Era que la Fe es contradictoria. Ah no, eso no, y para
demostrar que no, tomaron lo esencial de la filosofía griega y lo elevaron a su
máxima potencialidad. Eso fue la patrística que culmina en San Agustin y esa es
la escolástica que llega a su edad de oro con santo Tomás de Aquino.
Por eso el Cristianismo no fue
helenizado, sino al revés: la filosofía griega fue cristianizada y de ese modo
universalizada y convertida en lenguaje para cualquier ser humano que quiera
dialogar racionalmente sobre la Fe.
Pero esto sigue siendo un escándalo
para muchos. En Febrero del 2000[1], el
entonces Cardenal Ratzinger tuvo el atrevimiento de decirle a Paolo D´Arcais el
que Cristianismo es racional, a lo cual este último respondió que era lo peor
que podía decir, porque eso llevaba a la imposición totalitaria de la Fe. A lo
cual Ratzinger respondió que todo lo contrario: a lo que lleva es al diálogo
racional sobre la Fe. Pero claro, eso es lo que muchos temen. Que alguien pueda
exponer con calma las razones para ser cristiano.
El Cristianismo es razón. Ante las
locuras actuales de las guerras religiosas y filosóficas, donde el
post-modernismo y el relativismo son los que terminen en dictaduras, el
Cristianismo, de la mano de sus grandes exponentes como Benedicto XVI, es el
modelo de la racionalidad, del diálogo pacífico, del convencimiento racional.
Precisamente aquello de lo que huyen los que huyen de la verdad.
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