No, porque de lo que se trata es de evolucionar desde una democracia de facciones a una democracia constitucional madura, adulta, donde haya consensos suficientes y un pacto político suficiente como para comenzar la paz y la estabilidad que son condición para el desarrollo económico (Grondona, "El desarrollo político", 2011).
Los insultos y la división entre nosotros, los buenos, y ellos, los malos, es típico de la democracia de facciones y, en este sentido, de un populismo que requiere de la simbología del líder y sus adeptos, versus los malos y sus traidores.
Los argentinos parecemos no salir de esa democracia inmadura, de facciones, desde 1852 en adelante.
Por ende el problema político que tenemos entre manos es mucho más grave que el de un "buen" gobierno con malos modales.
Pero ya está. La mayoría de los liberales argentinos no parecen despuestos a debatir con calma sobre esta cuestión. Son economicistas: primero el desarrollo económico, y todo lo demás se dará por añadidura. Para colmo, cada vez que se intentó salió mal. Pero después.... Ah, nosotros no fuimos.
No voy a insistir. Primero porque no soy nadie políticamente y que un don nadie insista es penoso. Segundo porque, como dijo mi padre, "... es lógico que el autor se formule a sí mismo este razonamiento: o bien sus ideas muy sensatas pero no son entendidas ni apreciadas por la sociedad en la cual le toca vivir, o bien sus ideas no tienen valor y por lo tanto la sociedad hace bien en dejarlas de lado. En cualquiera de ambas alternativas, lo mejor que puede hacer en el futuro, lo más elegante y lo más sensato para su propia salud mental y su equilibrio espiritual es callar, discretamente".

1 comentario:
Querido y estimado Gabriel, comparto 100% su opinión. Lamentablemente es así. Pareciera que nos cuesta demasiado salir de ese encierro maniqueo que nos impide progresar desde 1852 o incluso antes. Saludos desde Córdoba.
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