jueves, 28 de diciembre de 2023

SOBRE EL CONSTRUCTIVISMO CRITICADO POR HAYEK, EL LIBERALISMO ARGENTINO Y MILEI

 Los experimentos en ciencias sociales tienen serias limitaciones (y en ciencias naturales también, según Popper). Por un lado las variables son infinitas (en ciencias naturales también, sólo que "creemos" que no, Popper again) y por el otro "no se debe" experimentar con seres humanos. 

Ok, pero finalmente la historia humana es un gran laboratorio espontáneo, inevitable y caótico. 

En ese sentido la Argentina está siendo en estos momentos el lugar de un experimento social importante. Tómese una roca de granito peronista, aplíquese por arriba una buena dosis de coca cola liberal a ver qué pasa. 

La coincidencia que todos los liberales tenemos con las res-regulaciones "en sí mismas" está fuera de discusión. Finalmente ese es el sentido del título del gran libro de Hayek, Law, Legislation and Liberty: la Liberty es lo que queda cuando NO hay una legislation que atente contra el "Law" (las libertades individuales). 

Pero las diferencias comienzan en tanto al método: ¿cómo se pasa de décadas sociedad cuasi-soviética a un régimen de libertad? Es el problema de la transición, sobre el cuual hay poco consenso entre grandes autores (Buchanan y Hayek pensaban diferente en esto). Sobre todo porque en los métodos pueden estar involucrados principios que son esenciales a la tradición del gobierno limitado. No es una cuestión de formas versus contenidos. En un régimen republicano, las formas son parte del contenido del liberalismo clásico. 

Ahora, disculpen la deformación profesional pero necesito cierta numeración. 

1. El constructivismo considerado en sí mismo. 

¿Qué es el constructivismo criticado por Hayek, antes de pasar a la situación argentina? Tampoco hay mucho consenso sobre eso porque, a pesar de artículos y libros enteros dedicados por Hayek al respecto, Hayek no da una definición (no es ese estilo de autores). Lo que es claro es que Hayek identifica al constructivismo con la planificación central, mientras que al liberalismo lo coloca del lado del orden espontáneo. Bueno, claro hasta ahí, porque en Hayek es un orden espontáneo histórico el que conduce al set de instituciones a partir de las cuales se desarrolla una sociedad libre, y viene entonces el problema de qué hacer cuando una sociedad no tiene esas tradiciones históricas. Hayek mismo ha propuesto algunas reformas (libro III de Law Legislation and Liberty); está su famoso texto de por qué no es conservador (último capítulo de Los Fundamentos de la Libertad) y por ende se ha producido un debate sobre la coherencia de Hayek que creo que ha sido muy bien tratado por Eduardo Zimmermann y su artículo Hayek, la evolución cultural y sus críticos (https://www.eseade.edu.ar/files/Libertas/44_4_Zimmermann.pdf). 

Cuando yo hablo de constructivismo, le agrego dos cosas más que están en Hayek implícitamente, pero no explícitamente. Primero, los horizontes de Gadamer, esto es, las tradiciones históricas, sean las que fueren, a partir de las cuales se entiende lo que un conjunto de personas hace y dice sin reflexionar sobre ello (algo parecido a lo que Hayek piensa cuando dice "la tradición da lo que la razón no puede"). Dos, cierta filosofía del lenguaje que viene del segundo Wittgnestein. La decodificación de un mensaje depende del contexto entre los dos hablantes (llamado nivel pragmático del mensaje). En el orden social, ello implica que la comprensión de las normas depende del contexto cultural, lo cual puede implicar que aún bajo un mismo idioma, ciertas normas no se entiendan. Los constructivistas en general redactan las normas como si no hubiera un contexto cultural previo que es condición necesaria para su comprensión. 

Por eso yo ensayaría esta definición de constructivismo: la pretensión de establecer las normas fundacionales de un orden social sin tener en cuenta, o barriendo con, tradiciones anteriores. 

2. El constructivismo en América Latina.

Hace unos años escribí un pequeño ensayo al que titulé "Cómo ser liberal en América Latina y no morir en el intento" (https://www.hacer.org/pdf/Zanotti04.pdf ). Lo que decíamos allí es que la inestabilidad institucional de América Latina tiene su origen en dos tradiciones políticas enfrentadas que chocan de frente como dos locomotoras. Una, las tradiciones jurídicas y políticas españolas pero, cuidado, me estoy refiriendo a las borbónicas, no a las pre-borbónicas que podrían haber evolucionado hacia una tradición más liberal a su modo, pero eso es un universo paralelo que nos introduce en el ámbito de contrafácticos no relevantes para el objetivo de esta humilde entrada (ver https://gzanotti.blogspot.com/2020/11/resena-critica-al-libro-la-nueva.html). 

Dos, las tradiciones liberales más bien napoleónicas y racionalistas, representadas por revoluciones militaries y civiles "ilustradas" en el sentido del Iluminismo de la Revolución Francesa (ahí también caben distinciones porque no todos eran jacobinos, estaban los "moderados" más cercanos al liberalismo clásico) que "impusieron" un liberalismo laicista, racionalista (que Hayek llama, injustamente, "francés") y lo hicieron a sangre y fuego, con revoluciones armadas muy ligadas a la mayoría de los movimientos independientistas (y allí viene el eterno debate de quién influía más en esos movimientos, si Rousseau o Suárez....). 

Pero de esas dos fuerzas enfrentadas nunca pudo emerger una síntesis cultural estable. Se enfrentaron y se siguen enfrentando con violencia, no sólo física sino linguística y conductual, de modo tal que cuando una triunfa, la otra queda rezagada a la espera del fracaso de la otra y así sucesivamente en un corsi e ricorsi de la historia que implica una inestabilidad política permanente y una anomia institucional también permanente. A eso agreguemos el constructivismo de izquierda del marxismo latonomaricano, que produce violentas reacciones de constructivismos de derecha, ambos militares. 

En el ensayo citado, decíamos: "...Por el otro lado, llegaron a América Latina ideas contrarias, sí, pero ligadas a los que Hayek llamaría constructivismo, derivado del racionalismo antirreligioso europeo. Los sistemas republicanos y laicales propuestos eran más bien de corte roussoniano. Hubo dictadores ilustrados en América Latina que intentaron “reformar” el sistema colonial, coherentemente enfrentados a su pasado religioso. Sus ideas eran más bien afrancesadas, más bien dependientes de la enciclopedia francesa más que de la religiosidad laical de las colonias norteamericanas. Coherentemente, “imponían” sus reformas a sangre y fuego. Redactaban constituciones republicanas, separaban Iglesia y estado, dictaban códigos civiles donde trataban de racionalizar el respeto a la propiedad, trataban que el estado educara en las “ciencias y letras”, y avanzaban sobre el indígena ya no para hacerlo cristiano, sino “ciudadano”.  Todo ello en medio de un marco cultural indiferente u hostil a las reformas propuestas, un marco cultural que no sabía vivir sin el “padre”, por lo cual estos gobiernos adoptaban más bien la figura de un padre “civilizador” laical. Virrey católico, caudillo militar, presidente “fuerte” laical, todos ellos encarnaban el mismo tipo ideal weberiano de padre fuerte y protector".

Ya en ese momento, 2005, decíamos también: "...Debe distinguirse entre políticas dictadas desde un marco institucional autoritario y la reforma de ese mismo marco institucional. Por ejemplo, supongamos que Chávez o Kirchner, desde su misma estructura de poder autoritario, comenzaran a liberar mercados, a eliminar impuestos, a bajar los costos laborales (mantengo aún mi salud mental y sé que eso no va a suceder, es sólo a efectos didácticos...). Ello estaría muy bien, pero la estructura de poder desde la cual toman esas decisiones sigue intacta. Un mero decreto posterior vuelve todo para atrás". 

3. El constructivismo en el liberalismo argentino. 

Me atrevo a diagnosticar, faliblemente, que la historia argentina, y si liberalismo "dominante" es constructivista, excepto Alberdi. 

La Constitución de 1853, buena "en sí misma", ¿sobre qué humus cultural fue plantada? (plantada por la fuerza, con el enfrentamiento Rosas-Urquiza). ¿Sobre un humus cultural que pudiera entenderla y-o aceptarla? Y ese humus cultural contrapuesto, ¿no quedó acaso rezagado y esperando el momento de resurgir? Ese resurgimiento, ¿no fue acaso el primer peronismo?

Casi sin excepción, los liberales argentinos colocan a la Generación del 80 como un modelo de liberalismo. No vamos a incurrir en dicotomías contraproducentes. En 1988, mi padre trató de ir más allá de ellas y yo estoy en la misma posición (https://gzanotti.blogspot.com/2019/05/civilizacion-y-barbarie-100-anos.html). Simplemente creo que no fueron un modelo de diálogo con las tradiciones anteriores ni de espera a su evolución. En educación fueron totalmente constructivistas. Y la pregunta es si la firme creencia de que ello iba a tener resultado no fue un racionalismo ingenuo (NO el crítico de Hayek y Popper). Y además, si no fue falsado por la emergencia posterior del primer peronismo. 

Los liberales argentinos estuvieron desde entonces marcados por un constructivismo anti-peronista que "los define". La historia posterior es conocida. Claro, América Latina no da para la paciencia y la evolución. Somos revolucionarios de izquierda o de derecha pero en ese sentido estamos atrapados en una historia de la cual no logramos salir. En la Revolución Libertadora se prohíbe al peronismo por la fuerza. Ok, se entiende. Pero el peronismo queda totalmente vivo y coleando desde el punto de vista cultural. Queda agazapado y "esperando" en sus expresiones explícitas, pero además habitaba ya culturalmente en los socialistas democráticos, radicales, conservadores y comunistas que se aliaron en ese momento, y fueron los autores del 14 bis. Los liberales clásicos tipo Benegas Lynch padre eran una total minoría, y su antiperonismo visceral no los ayudaba a comprender al evolucionismo hayekiano. 

Para colmo, el peronismo se convierte en el peronismo castrista y sus facciones más radicalizadas optan por la acción militar. Son los que finalmente derivan en el gobierno de Cámpora, una facción de delincuentes corruptos y caóticos de los cuales surge a su vez el kirchnerismo, los que ahora no tienen autoridad moral para reclamar nada. Pero la reacción del 76 es igualmente constructivista. Aunque NO hubieran incurrido en la tortura y el asesinato (igual que ERP y Montoneros), el esquema mental era que Videla y Martínez de hoz iban a liberalizar todo desde arriba en poco tiempo. Las críticas de los entonces liberales al Proceso era por su lentitud en lo económico pero no por otra cosa. 

El gran avance del liberalismo EN argentina fue porque por un azar histórico (la derrota de la guerra de Malvinas que todos, excpeto Alfonsín y Alsogaray, apoyaron) se suprumió la opción militar. Desde entonces, los argentinos enfrentan el desafío de si a la democracia política le agrgan la economía de mercado. Pero el problema principal es que la democracia argentina es "a la argentina": un poder ejecutivo fuerte, decretos de necesidad y urgencia, constitucionales o no. Alfonsín fue un poder ejecutivo fuerte y muy autoritario. Nada del otro mundo: es el arquetipo de presidente que los argentinos, culturalmente constructivistas, quieren, sean liberales o kirchneristas (ver nuestra entrada https://gzanotti.blogspot.com/2023/05/la-obsesion-por-el-poder-ejecutivo.html). Unos reivindican a Roca. Otros a Perón, otros a Alfonsín, pero el asunto es que tiene que ser un poder ejecutivo fuerte. Por eso De la Rúa, un liberal alvearista y de formas propias de un cantón suizo, perdió el poder no por el 2001, sino antes: cuando no supo encontrar la salida del programa de Tinelli. 

Con Menem, lo mismo. Manejaba todo el poder, amplió la corte, expandió el dirigismo educativo y además era carismático, simpático, entrador, negociador, jugador eximio del póquer político que tanto entuisiasma a los argentinos. Perdió el poder sólo porque no supo reducir el gasto público, la deuda y la presión impositiva. Si no, lograba su tercer mandato. Y dolarizaba. 

Luego ya sabemos lo que pasó. Los kirchneristas, los ahora nuevos maestros de derecho constitucional, fueron el colmo de la concentración del poder. Por milagro no anularon la corte suprema, como gritaba Hebe de Bonafini, su expresión más coherente. 

Todo esto explica, creo, el entusiamo por Milei. Pero Milei y los liberales que lo rodean, ¿no son constructivistas de signo contrario? ¿Van a logran un cambio institucional y cultural? ¿Impedirán el ricorsi de la historia argentina?

Como Popper, voy a decir cómo podrían ser refutadas estas dudas que implican ciertas predicciones pesimistas. 

a) Una objeción puede ser personal. Gabriel callate, vos qué huibieras hecho, armá un partido político, etc. Pero yo soy sólo un académico que plantea dudas y problemas. En mi libro "Crisis de la razón y crisis de la democracia" (https://ucema.edu.ar/publicaciones/download/documentos/370.pdf) traté además de aportar soluciones, pero obviamente falibles. Lo que quiero decir es: yo me ubico en mi papel. Plantear dudas es bajar un cambio. Ese es mi papel. Ayudar a pensar. Nada más, soy un casi inútil profesor de filosofía, nada más, y falible como todos. Sólo una cosa: en un mundo paralelo imaginario donde yo hubiera sido candidato, me hubiera planteado, como el primer paso, qué iba a hacer con el Congreso, sindicatos y organizaciones sociales. Y jamás se me hubieran ocurrido consultas populares. Ok, hubiera desistido entonces de ser candidado. 

b) EL problema es cómo hacer con las referidas fuerzas políticas. En caso de triunfar sobre ellas, algunos piensan que los argentinos se acostumbrarían rápidamente a la libertad. Puede ser. (En eso tengo la duda de si los argentinos, tan hábiles en el mercado negro, lo pueden concebir como libre). Pero el asunto es cuál fue el medio institucional para lograrlo. Y como dije, esos medios no son meras formas accidentales a una tradición liberal donde el límite al poder ejecutivo es esencial. Ahora bien (y esto ya lo dije una vez): si ese liberalismo clásico, en las actuales circunstancias históricas, ya no sirve para nada, entonces seamos sinceros y renunciemos a él, (ver nuestro art. "Una crítica liberal clásica a G. Bush", del 2006, https://www.cadal.org/eventos/?id=1186) y asumamos nuestro constructivismo "liberal" con las contradicciones pertinentes. Yo aún no me atrevo a dar ese paso.

c) Lo fundamental: las variables desconocidas. Si Milei hace pasar sus reformas y además triunfa culturalmente, tal que los kirchneristas no ganan más las elecciones y se quedan como yo leyendo a Mises en 1973 (un poquito solo.....) entonces será por variables que desconozco, y bienvenidas sean. ¿Desconozco variables? Si, infinitas gracias a Dios. Se llama Popper. 

Por lo demás, cuidado, en lo educativo y en parte en lo económico, hay propuestas de Milei que distan de un liberalismo clásico. 

4. Distancia constructiva.

A pesar de las apariencias, hay un número importante, académicamente hablando, de liberales y liberarios en Argentina que tienen muchas dudas con Milei. Mantener nuestra distancia crítica, públicamente, es nuestra mejor manera de ayudar. 

En ese sentido, el apoyo total y completo a todo lo que proponga Milei, por parte de muchos liberales argentinos que antes se movían en el campo académico, no les hace bien a ellos ni a Milei. A ellos los saca de su rol y los convierte en políticos que de política real y de comunicación política mucho no conocen (yo, el primero). Ahora bien, si alguien quiere ser asesor, adelante, pero por un motivo que ya conocemos, en esos puestos hay gente de Macri (muy bien, excelente, ok, pero había otra gente....) o de no sabemos qué...........

5. Conclusión. 

Algunos me dirán que no es momento de plantear todo esto. No sé (por lo demás yo no importo). Pero NO logro convencerme de que mi papel NO sea NO bajar un cambio. Tengo una frase final que no es ni de Arisóteles ni de Kant ni de Popper ni de etc.: la distancia de frenado salva la vida. 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente Gabriel!

Fernando Romero Moreno dijo...

Coincido en gran parte. Me preocupa la modalidad de un DNU que viola todas las reglas del sistema republicano; una ley ómnibus que no se puede analizar punto por punto, sino que hay que aceptarla o rechazarla in totum; y no pocas reformas que nada tienen que ver con el liberalismo clásico, sino que parecen una nueva modalidad de capitalismo prebendario. Incluso contradicciones irritantes como decir que desde Nación no se podía hacer nada por Bahía Blanca, mientras se le regalaron dos aviones a Ucrania (y varias anécdotas más por el estilo). Creo que ésto puede desacreditar por décadas una sana economía de mercado en una sociedad culturalmente estatista y corporativista en el peor sentido de la expresión.
Una apostilla aparte: el Ejecutivo fuerte fue una propuesta de Alberdi que no necesariamente debía degenerar en Caciquismo, Unicato, Cesarismo democrático, etc. El ejemplo era Estados Unidos. Pero la realidad cultural subyacente era la tradición monárquica hispanoamericana (por eso influyó también en Alberdi la Constitución de Chile). En Las Bases citaba una frase atribuida a Bolívar: "Los pueblos de la América antes española necesitan reyes con el nombre de presidentes". Y Alberdi comentaba: dad ese poder al Presidente, pero dádselo por medio de una Constitución. Es verdad que la influencia borbónica había transformado la Monarquía tradicional y limitada en una Monarquía absolutista. Y que el liberalismo jacobino de Moreno, Monteagudo y Rivadavia provocó la reacción de Caudillos que eran como Señores Feudales, no todos autoritarios, pero fue como si de golpe la Argentina (y lo mismo sucedió en el resto de la América Hispana) diera un salto histórico atrás, hacia los siglos XII- XIII. Ahora, hay allí una paradoja: fueron esos Caudillos que, desilusionados o enemigos de las propuestas monárquicas que hubo entre 1810-1821 y del centralismo porteño, los que levantaron la bandera del régimen republicano, representativo y federal, que finalmente quedó como mandato para un eventual Convención Constituyente en el Pacto Federal de 1831. Y que se consagró en la Constitución de 1853/60. Por eso el Preámbulo reza "en cumplimiento de pactos preexistentes". Pero tanto federales como unitarios tenían esa matriz cultural autoritaria, en gran parte herencia de los Borbones y en algunos liberales, de la Revolución Francesa, aunque también de una Monarquía hispánica anterior que, sin ser absolutista, había ido perdiendo de a poco la tradición de las Cortes, los Fueros, las libertades concretas y se había hecho más rígida a causa del contrarreformismo católico, más centrado en defenderse del protestantismo (como luego de la Ilustración) que de proclamar el esplendor completo de la Verdad evangélica (con excepción de la Escolástica Hispánica, enemiga del poder absoluto). Un catolicismo con ribetes integristas, más tolerante en muchos aspectos que el calvinismo puritano, pero que fue también otro ingrediente explosivo (no por católico, sino por fanático, y al que no fueron del todo ajenos los jesuitas y su "obediencia perinde ac cadaver"). El fanatismo de ese Catolicismo (cuyo diagnóstico hizo bien Castellani en su lucha contra los jesuitas conservadores) se advierte al comprobar el talante distinto de los católicos anglosajones como Tomás Moro, Newman, Chesterton, Belloc, Dawson, Scott Hahn, etc. De modo que esa matriz cultural autoritaria es lo que deformó la república presidencialista alberdiana. Pero dudo que nos vaya a ir mejor si pasáramos a una república parlamentaria, como quería Alfonsín. Porque es eso, una matriz cultural, que se recibe en la familia, en los colegios, en el trabajo, en los usos y costumbres, en la Iglesia, en la política, etc. Y un mero cambio institucional no la modifica...

Fernando

CerdoNoventista dijo...

Excelente artículo, en especial lo referido a la labor de los intelectuales liberales y la cuestión política sobre el gobierno de Milei.
Sobre la cuestión filosófica, el constructivismo y Hayek, la encuentro apasionante aunque sea un advenedizo. Feliz 2024!

Gustavo Garcia dijo...

Gabriel.
Como no puedo aportar más que dudas, me pregunto si hay superioridad del orden espontáneo sobre el constructivismo o, si fuera el caso, el orden espontáneo es el limo que permanece luego del choque de ideas que intentan imponerse. O si la historia evoluciona a saltos o gradualmente.
Otra duda que me surge es qué lugar Hayek o vos le dan a los líderes, como catalizadores de procesos de cambio.
O si preferimos el sttu quo al cambio si los métodos utilizados para cambiar no nos gustan del todo.
Dudas desde acá, sentados en la platea.
Gracias!