Es verdad que parece que estoy al borde de la contradicción porque parece que critico a Milei y no a Trump. Pero la contradicción es aparente, y trataré de explicarlo. Para eso dividiré mi análisis en tres puntos: sus diferencias, sus similitudes y qué significa “apoyar” o no en el caso de un académico.
I. Diferencias
1. Globalización
Como he explicado muchas veces, la situación norteamericana no se entiende si no se entiende que el mundo bipolar cambió. Ya no es Reagan versus la Unión Soviética, un mundo donde la alineación y la geopolítica era fácil para los liberales y los libertarios en cuanto a sus opciones prudenciales. Luego de 1989, algunos ingenuos, en los que me incluyo, pensábamos que se venía un mundo universal de verdadera libertad. Pero no: la cuestión pasó a ser globalización versus globalización. O sea, un verdadero libre mercado, que quedó en la nada, versus una globalización entendida como una radicalización de las tendencias autoritarias de la ONU con sus organismos internacionales como OMS, UNESCO y etc y su inmenso poder y su planificación central. Ante esa globalización, hubo tres reacciones. La primera fue apoyarla en nombre, supuestamente, de una democracia liberal, y eso explica los casos de los líderes europeos como Trudeau, Macron, Sanchez y otros “demócratas” que nada tienen que ver con las libertades individuales y que ahora se presentan como blancas palomitas. La segunda es la reacción nacionalista, contra esas políticas PERO sin mayor conciencia de que el problema central radica en la violación de las libertades individuales por parte de la ONU. La tercera reacción fue (y sigue siendo) la reacción libertaria (Ron Paul, Lew Rockwell, etc.) donde la oposición de las agendas totalitarias de la ONU es en nombre de las libertades individuales.
En Trump y sus adherentes se mezclan la segunda y la tercera, y por ende “estar de acuerdo o no” con la reacción conservadora de Trump depende de casa caso, teniendo en cuenta que sus acciones y sus discursos incurren habitualmente en una mezcla de la segunda y tercera posición. Por ende todo es muy confuso y lo que puede ser una comprensión a una reacción conservadora contra el atroz totalitarismo del Partido Demócrata, se interprete como un apoyo A-crítico a Trump.
2. El nacionalismo norteamericano.
El nacionalismo norteamericano tiene que ver con lo anterior. Hay un nacionalismo norteamericano que reivindica el pacto constitucional originario de los EEUU, que fue un pacto libertario, sobre todo expresado en su Independence Declaration, escrita por Jefferson. Aunque imperfecta, como todo humano discurso, fue una declaración libertaria. Si eso fue la “nación” norteamericana, está bien. (“Bien”, no “perfecto”, porque no hay NADA perfecto en la historia humana). Pero hay otro nacionalismo norteamericano, expansionista, imperialista, el destino manifiesto, etc., muy propio de los neocons de los 80, donde el tema de las libertades individuales tiene un peso mucho menor.
En las acciones y discursos de Trump y sus adherentes, ambos nacionalismos se mezclan, y se mezclan con un peligroso olvido de la Independence Declaration. Por ende, lo mismo: “…Por ende todo es muy confuso y lo que puede ser una comprensión a una reacción conservadora contra el atroz totalitarismo del Partido Demócrata se interpreta habitualmente como un apoyo A-crítico a Trump”.
3. La religiosidad que invoca Trump.
Estoy de acuerdo con la crítica a las religiones políticas, pero la religiosidad norteamericana necesita mayores distinciones. EEUU fue fundado en una “religiosidad pública NO estatal” MUY difícil de entender si se la mira desde Europa. Era un marco moral-cultural judeo-cristiano (como dice M. Novak) que dio origen a sus sistema político y económico distinguiendo jurídicamente entre Iglesia y Estado. Por eso Benedicto XVI pudo elogiar ese origen de los EEUU con su clara distinción entre laicismo y laicidad. Por ende, cuando algún norteamericano invoca ese marco cultural religioso en el origen de los EEUU, puede eso ser perfectamente compatible con una filosofía libertaria. Pero no es el caso habitual: los conservadores, no libertarios, tienden a fundamentar ciertas cosas NO en esas libertades originadas en el Juedeo-Cristianismo, sino directamente en su visión religiosa. Un claro ejemplo de esto es la reacción contra el lobby LGBT. Un libertario dice: si hay dos o 10.000 sexos NO es algo que el Estado deba imponer y decir. Los del lobby LGBT sostienen que el Estado debe imponer que hay 10.000 sexos (es una cifra simbólica, ahora que hay que aclarar tantas cosas) y los conservadores creen que el Estado debe imponer que hay sólo dos. El libertario dice: es una cuestión de libertades individuales y el Estado NO la debe dictaminar; y el libertario cristiano dice: y que el Estado NO deba dictaminar sobre el tema se origina en la libertad religiosa que se origina a su vez en la cultura Judeo-Cristiana.
Trump obviamente está lejos de hacer esas aclaraciones, y sus adherentes tampoco. Por ende el "apoyo" libertario a la reacción conservadora ante el totalitarismo LGBT es parcial. Y todo esto es muy difícil de explicar en los medios, en los redes y en las conversaciones cotidianas.
4. Su ideología de base.
Trump no es libertario ni nunca (atención que esto es esencial) presumió de serlo. Por eso da tanta importancia al Poder Ejecutivo y está de acuerdo con los aranceles (by the way, que alguien me cite un presidente norteamericano que haya aplicado una política de arancel cero, porque muchos protestan contra él como si fuera el primer proteccionista) sin por ello incurrir en contradicción. Y eso re-plantea lo que se puede esperar de él, la coherencia que puede pedírsele, etc.
II. Similitudes.
I. El problema de la democracia de facciones.
Como ya he dicho en otra oportunidad, la Argentinca nunca tuvo consenso sobre su pacto constitucional originario, y EEUU sí lo tuvo pero lo perdió. Ambas naciones navegan ahora las peligrosas aguas de una democracia de facciones, donde un 50% está enfrentado con el otro sin ningún posible diálogo entre las dos facciones, que se alternan en el poder peleándose y vengándose una de la otra cada vez que pueden. Los discursos de Milei y de Trump son los discursos de una facción ganadora contra la otra, sin buscar algún retorno a un consenso posible. Consenso que tendría más oportunidad de lograrse si el acuerdo se buscara por el lado de las libertades individuales.
2. Su trato con la prensa.
Ambos, uno más, otro menos (creo que Trump menos) desaprovechan sus encuentros con la prensa como una oportunidad de buscar esos consensos, o de explicar con calma la filosofía libertaria (de la cual Trump NO presume) y, en cambio, utilizan sus discursos para criticar agriamente a la facción contraria, que queda agazapada esperando la venganza. Milei, además, insulta siempre y nunca da conferencias de Prensa. Trump no.
3. Su modo de gobernar.
Milei está peligrosamente encerrado en un triángulo de hierro impenetrable y rodeado del secretismo correspondiente, con instituciones mucho más débiles que las del EEUU.
Trump no.
II. Ante lo anterior, ¿qué significa “apoyar” o “estar de acuerdo”?
Dicho todo lo anterior, si alguien dijera que yo apoyo a-críticamente a Trump, no me leyó. Soy un académico y no apoyo A-críticamente ni a mi madre. Apoyo la mayor parte de sus reacciones ante el cruel totalitarismo del Partido Demócratas pero las “apoyo” como “reacciones” comprensibles, NO como la política ideal que debería haber desde una filosofía libertaria. También apoyo gran parte de sus designaciones, de calidad humana y profesional infinitamente superiores a las de Milei. Y no apoyo de ningún modo su NO advertir el problema de la democracia de facciones ni tampoco estoy de acuerdo con su relación con la prensa, a pesar de que ha defendido enérgicamente el free speech contra el totalitario Biden y su banda de autoritarios.
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