En el 2001 la Universidad Austral
obtuvo la admisión definitiva, no provisoria, por parte del Ministerio de
Educación. El rector de entonces envió por email la buena noticia a todos. Yo
le respondí: Sr. Rector, lamento que la Universidad Austral dependa de un
permiso del Estado para existir. Obviamente, no recibí respuesta, sino que gané
un punto más, obviamente, en la hermosa carrera de loco inadaptado que tengo
desde que nací.
Nadie se da cuenta, nadie en el
mundo, pero mucho menos en Argentina, la estatolatría hecha sociedad por excelencia,
de la ridiculez, inmoralidad e ilegalidad de un estado dando permisos para
ejercer las libertades individuales. Inmoralidad porque si es un derecho, no se
pide permiso; ilegalidad porque toda persona puede ejercer libremente todos sus
emprendimientos excepto que viole el Código Penal (NO inflado como el actual)
de acuerdo a los arts. 14 y 19 de la Constitución. Oh, pero qué tonto, yo
citando la Constitución en Argentina. ¿Ven que soy un inadaptado?
La obsesión reglamentarista (https://www.libertadyprogreso.org/2016/06/15/la-obsesion-reglamentarista/) ha
producido una oferta y demanda obsesivo-compulsiva de permisos estatales que
los argentinos han incorporado a su mundo como si fuera algo normal. Permiso
para institutos educativos, de salud, empresas, comercios, llenos, cada uno, de
millones de trámites; permiso para lavarse los dientes a la noche……
Pero nadie se daba cuenta,
excepto, por supuesto, los liberales “dogmáticos”, inadaptados como yo, no como la gente “seria”,
claro (que sería de nosotros sin la gente seria? 😊)….. Hasta que……………..
Hasta que los argentinos descubrieron
que AHORA tienen que pedir permiso para salir de su casa, para dar una vuelta
manzana, para visitar a sus papá de 90………. Y para abrir sus YA reglamentadas y “permitidas”
actividades. Oh fascinante progreso. Antes el esclavo le pedía al dueño de la
granja permiso para caminar dentro de la granja. Ahora el dueño le dice cuándo
y si está “justificado”. Impresionante.
Inútil es decir, por supuesto,
que ningún virus admite moral y jurídicamente semejante cosa.
Tal vez ahora los argentinos se
den cuenta de lo que es vivir pidiendo permiso al dueño de la granja de
esclavos en la cual vivían tan inadvertidamente.
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