El “Llamamiento para
la Iglesia y para el mundo”[1], firmado
este 8 de Mayo por los cardenales Gerhard Ludwig Mueller, Joseph Zen Ze-kiun y Janis
Pujats, ha sido una de las mejores noticias de estos últimos tiempos tan
oscuros.
Lo que quiero
destacar es la importancia que el documento da a las libertades individuales.
Esa confluencia entre el pensamiento católico y el liberalismo clásico
constitucional no debe ser pasada por alto. Es uno de los mejores frutos del
Magisterio de Pío XII, Juan XXIII y Benedicto XVI. No porque ellos hayan
confundido a la Fe con el liberalismo constitucional (como hacen los que
confunden la Fe con el socialismo) sino porque han acompañado, sin afirmarlo
como dogma, la importancia de las instituciones modernas como medios para la
defensa de los derechos personales. Los cardenales firmantes no dicen de modo
ambiguo “derechos humanos”, ni “derecho a las vacaciones pagas y etc.”, sino liberales
individuales, comenzando por la libertad religiosa: “…Los hechos han
demostrado que, bajo el pretexto de la epidemia de Covid-19 se ha llegado en
muchos casos a vulnerar derechos inalienables de los ciudadanos, limitándose
de forma desproporcionada e injustificada sus libertades fundamentales, entre
ellas el ejercicio de las libertades de culto, de expresión y de movimiento”.
La misma preocupación que ahora tenemos todos cuantos defendemos el liberalismo
clásico contra todo tipo de dictaduras.
De igual modo, como
si hubieran leído a Feyerabend, afirman: “…La salud pública no debe ni puede
convertirse en excusa para conculcar los derechos de millones de personas en
todo el mundo”, estableciendo la inmoralidad de la coacción de estos tiempos
por un tema de principios, no de utilidad. Pero luego, pasando a esta última,
agregan: “…Esto es tanto más cierto cuanto más aumentan las dudas planteadas
por muchos en torno a la verdadera capacidad de contagio, peligrosidad y
resistencia del virus. Muchas voces autorizadas del mundo de la ciencia y de la
medicina confirman que el alarmismo que han manifestado los medios informativos
al Covid-19 no parece totalmente justificado”.
Algunos están acusando
al documento de ser partidario de las teorías conspirativas y que con ello
pierde seriedad. La comparación es injusta. Los cardenales firmantes nada
tienen que ver con las no muy cuerdas personas que andan diciendo que la
llegada a la Luna fue filmada en Hollywood o que quien niegue que la Tierra es
plana está pagado por los intereses de los marcianos. No los denigren de ese
modo. Los cardenales se permiten dudar, preguntarse lo que nos preguntamos
todos: por qué, ante las reiteradas dudas de ya muchos científicos sobre la
efectividad de este encierro (inmoral, volvemos a decir, aunque sea efectivo), esas
voces son silenciadas, no consideradas, acusadas de negacionismo, como su
fueran psicópatas. Las dudas sobre las absolutas esperanzas puestas en
una única vacuna, financiada por personas que claramente han
manifestado su desprecio hacia todo lo cristiano (y por ende hacia la civilización
Occidental) también son legítimas. Las dudas sobre la posible planificaciónque de todo tipo de medidas autoritarias y estatistas TAN convenientes a todo tipo de socialismos es también pertinente. Por eso este párrafo es totalmente
pertinente: “…tenemos motivos
para creer que hay fuerzas interesadas en generar pánico entre la población con
el único fin de imponer de modo permanente formas inaceptables de restricción
de las libertades, control de las personas y vigilancia de sus movimientos.
Esta forma de imposiciones antidemocráticas preludian de manera inquietante un
Gobierno Mundial que escapa a todo control”.
Es importante también su clara conciencia de que las
reuniones públicas de los fieles no deben ser impedidas por el estado bajo ninguna
circunstancia. Muchos creyentes y no creyentes han confundido el tema del
contagio con el tema legal y moral. Todos
los ciudadanos tienen pleno derecho a asistir a las iglesias, templos,
sinagogas y mezquitas cuando quieran y como quieran. Ese es su derecho. Los
riesgos que corren son cosa suya. Por lo demás, la decisión de “dispensar”
el precepto dominical, en el Catolicismo, es muy opinable y riesgoso para la
Fe. Cualquier fiel está ipso facto perdonado de no haber asistido a Misa si el
motivo fue una enfermedad. Si hay dudas, se consulta con el confesor. Así fue
siempre y las circunstancias actuales no lo modifican. Si un creyente piensa
que no debe ir a misa por temor a contagiarse o contagiar (lo cual ya sucedía
ANTES del 2020…) lo corrobora luego con su confesor y punto terminado. Esta
dispensa general y la creencia de que la Gracia de Dios puede llegar por
internet (1) ha confundido aún más a varias generaciones ya de católicos
acostumbrados a que el precepto dominical es una cuestión de gustos o de
sentimientos.
Por
ello “…los Pastores
reivindicamos enérgicamente el derecho a decidir de forma autónoma en lo que se
refiere a la celebración de la Santa Misa y los Sacramentos, como también
exigimos plena autonomía en materias que están dentro de nuestra inmediata
competencia y jurisdicción, como por ejemplo las normas litúrgicas y la manera
de administrar la Comunión y otros Sacramentos. El Estado no tiene el menor
derecho a interferir por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La
colaboración de las Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no
supone por parte de las civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público
o el ministerio sacerdotal. Los derechos de Dios y de los fieles son ley
suprema de la Iglesia que ésta no quiere ni puede abrogar. Solicitamos que
nos sean retiradas las limitaciones a la celebración del culto público”.
Admiramos y miramos con esperanza a este documento,
que suple lo que un magisterio, que todos extrañamos, debería haber dicho desde
el principio. Esperemos que se difunda lo más posible y sea leído por millones
de millones. En medio de la oscuridad de este totalitarismo global, es un signo
de esperanza y de futuro renacimiento de al menos un sector del planeta donde
Catolicismo y liberalismo trabajen juntos por la libertad.
Elevo a Dios intensamente la oración de que se cumpla
alguna vez la esperanza del gran L. von Mises: “Quizá se halle justificada la
esperanza de que el cristianismo y el liberalismo puedan trabajar juntos en la
reconstrucción de la obra de la civilización, que sus enemigos comunes han
destruido” (Socialismo, 1922).
Este documento va evidentemente en esa línea.
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(1) La Gracia de Dios viene por donde quiere. A lo que nos estamos refiriendo es a la real presencia del sacramento ex opere operato.
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(1) La Gracia de Dios viene por donde quiere. A lo que nos estamos refiriendo es a la real presencia del sacramento ex opere operato.
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