Para los fans de Star Trek, los Klingons forma una parte indispensable de su universo. Desde el
principio fueron los honorables enemigos de la Federación, con una guerra
siempre potencial que se evitaba siempre que ninguna de las dos potencias
especiales violara precisamente su propio espacio. Eso fue así hasta que en Star Trek 6 el icónico, estoico,
racional e inolvidable Spock logra un acuerdo según el cual se garantiza la paz
y que incluso cualquier klingon podía
ser miembro de la Federación, como el incorruptible, hierático y espartano Sr.
Worf.
Los Klingon siempre fueron una
curiosidad dentro de la concepción del mundo de la Federación. No eran el mal,
el mal son los Borg, con los cuales el acuerdo es imposible. Pero eran una
civilización que parecía un mix entre Esparta y los samurái japoneses. Una raza
guerrera, con el honor, valentía y dignidad, pero que a pesar de haber
alcanzado la velocidad warp, no quisieron al principio ser parte de la
Federación. Porque en el enternecedor mundo iluminista y socrático de Gene
Roddenberry, el creador de Star Trek, cuando los planetas alcanzan el
conocimiento científico para la velocidad warp, alcanzan al mismo tiempo la
madurez moral para ser parte de la Federación. Por eso la directiva primaria:
no tomar contacto nunca con un planeta que no haya alcanzado esa madurez, tanto
teorética como moral.
En la última saga de Star Trek,
Discovery, los guionistas han refinado el papel y las características de los
klingon. La serie está situada inmediatamente antes de la primera saga de Star
Trek, y por eso el Cap. Pike tiene un papel importante. La federación tiene con
los klingon una guerra terrible, que sólo vencen con la ayuda de una
civilización terrestre de un mundo paralelo, los Terranos, totalmente
autoritarios, contrarios a los ideales de paz y libertad de la Federación. Por
eso la guerra queda en secreto excepto para los altos mandos y los miembros de
la nave Discovery.
Los klingon aparecen aquí muy
humanos, muy políticos: tienen clanes, se traicionan entre ellos, tienen la
baja política de la lucha agonal por el poder, los humanos y los klingon se
enamoran secretamente, y su aspecto es más duro y espartano que nunca. Pero
siguen teniendo una superioridad terrible: son tecnológicamente muy avanzados,
casi invencibles si no fuera por las malas artes de Georgiou, el lado malo de
Filippa, frenado a tiempo por la siempre heroica y kantiana Michael Burnham.
Hasta aquí los guionistas han cometido
dos enternecedores y simbólicos errores filosóficos. El primero es suponer que
desarrollo tecnológico y moral iban de la mano. Pero el segundo es más
invisible: que una civilización autoritaria como los klingon puedan tener lo
que es hoy la ciencia occidental y a donde llegará en el s. XXIV.
¿Why not?, preguntarán muchos
lectores atrapados en la matrix positivista. Finalmente la ciencia son los
facts, y los facts los pueden “ver” todos los suficientemente inteligentes para
verlos. Si, los klingon serán espartanos, pero sencillamente son muy capaces,
abrieron los ojos y la Física les cayó como el maná del cielo. Yo de niño
pensaba lo mismo. “¿Papá, ¿por qué los griegos no tenían Física como nosotros?
¿No eran muy inteligentes acaso?”
La pregunta no pudo ser
respondida desde los 12 hasta los 25 o 26, cuando comencé a leer a Popper (y
luego Koyré, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Husserl y Gadamer) y salí de mi sueño
dogmático. Porque yo también pensaba que la ciencia era “ver los facts”. Si no
los veías eras porque una cuña de torpeza no te dejaba ver, o porque no “tenías
los instrumentos”.
Pero claro, Popper explica que la
racionalidad es otra cosa. Que los supuestos facts, oh escándalo, se interpretan desde
las teorías, y que las teorías progresan sólo por medio del debate y la
crítica. Si alguien dice que los rayos se producen porque los pajaritos son
verdes y a continuación se abre a la crítica, eso es racional, y su alguien
dice que los rayos se producen por cargas diferentes en la tensión electrostática
y el que diga lo contrario será fusilado, eso NO es racional.
Por eso la ciencia comenzó a
avanzar en Occidente: porque todo se comenzó a discutir en lo que hoy llamamos
filosofía griega. Y luego, con un inevitable efecto dominó, se siguió discutiendo
ad infinitum, con viento a favor o en contra, y por eso surgió la ciencia:
porque los atomistas no estaban de acuerdo con Parménides, porque Aristóteles no
estaba de acuerdo con los atomistas, porque después de Aristóteles hubo que desgañitarse
la cabeza para explicar la acción a distancia, porque a Copérnico no le
convencían los cálculos de Ptolomeo, porque a Kepler no lo convencía del todo
Galileo, porque Newton sistematizó a los atomistas, Copérnico, Galileo y Kepler;
porque a Max Plank no lo convencía Newton para la radiación de los cuerpos negros,
porque Einstein veía bien que Newton no había explicado la gravedad, etc. Pero
si en Occidente no hubiera picado el bichito de la individualidad, el debate,
la discusión y la contra-argumentación, nada de esto hubiera sucedido. Una
civilización puede ser maravillosa pero sin individuo libre que piense y
discuta, se estanca. Por eso las mitologías antiguas eran simbólicamente
maravillosas y al mismo tiempo quedaban estancadas durante milenios, excepto la
que tocó a las islas jónicas y se convirtió en filosofía por la discusión y el
debate y NO por otra cosa.
Por eso los klingon no podrían
haber tenido ciencia ni tecnología. Eran enternecedoramente espartanos y hobbesianos,
sí, pero por eso hubieran estado ciegos al progreso de la Física. Si no lo estuvieron es porque los guionistas de Star
Trek piensan que la Física es "facts". No, no lo es, es conjeturas y refutaciones, el título de uno de los grandes libros
de Karl Popper.
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