En el principio creó Dios al cielo y la tierra.
Y al hombre. Pero no creó una naturaleza humana sin su Gracia. Desde el
principio la elevó por su Gracia Deiforme, y así los dones preternaturales daban
al ser humano unos hermosos atardeceres donde Dios bajaba a conversar con él.
Pero el ser humano quiso ser como Dios y la
armonía entre Dios y el hombre se quebró. Los dones preternaturales se
acabaron, y el hombre quedó en estado de naturaleza caída. Así comenzó la
historia de Caín. El hombre quedó librado a las consecuencias del pecado
original.
No fue nada fácil y no lo es. En realidad,
quedamos hechos casi unas bestias. La crueldad más infinita dominó las
relaciones entre los seres humanos; los imperios que surgieron eran dominios
espantosos donde el hombre literalmente se creía Dios y la esclavitud, el dolor
y la pobreza era la condición de casi todos y también la de los poderosos que
se creían exentos de su condición de bestias.
Dios se compadece de nosotros y promete la
primera y la segunda alianza. No fueron alianzas políticas: las consecuencias
del pecado no se fueron de la vida social, pero la noción de persona dada en la
Revelación es lo único que compensa la historia de Caín en pequeños y breves
remansos de Abel.
Con la sexualidad humana no fue diferente. Al
principio hombre y mujer estaban destinados a ayudarse, a respetarse, y a
unirse sexualmente y poblar el mundo. Con el pecado original, eso también casi
se acabó. Con gran sorpresa para todos Cristo tuvo que restaurar esa situación
originaria, y así el Matrimonio es un sacramento, que nos cuesta tanto porque
es una de las mayores contradicciones a nuestra naturaleza caída en el pecado, a veces redimida por la Gracia.
No hubo nunca una naturaleza humana que no
fuera elevada, caída o redimida. Son esas nuestras tres fases. Por ende lo que
llamamos ley natural no es más que la naturaleza humana curada por la Gracia,
pero no una naturaleza humana que nos hable con claridad SIN la Gracia.
Por ende cuando nacemos, nuestra sexualidad es
casi bestial, desordenada, únicamente destinada a los desvíos más profundos.
Freud, sin ser creyente, lo vio bien cuando habló del perverso polimorfo pero
aún hoy muchos se burlan de él. Es una ilusión suponer que algunos nacen con su
sexualidad ordenadita y otros no. Todos seguimos manteniendo al perverso
polimorfo en el inconsciente reprimido. Todos somos todo, todos somos sencillamente
cualquier cosa.
Los heterosexuales lo son, en general, porque han podido
incorporar a un super yo teñido del cristianismo corrector. No son seres sin
pecado original que siguen a una naturaleza en sí misma, que nunca se dio. Lo
son porque han soportado la casi imposible dirección de su pulsión
indiferenciada original, y la mayor parte de ellos, sin darse cuenta, han
incorporado a un super yo moldeado por el Cristianismo.
Por ende no nos peleemos más. Después del
pecado original, las formas de la sexualidad son tan infinitas como cuasi
infinito es el desorden con el que nacemos. Y en una sociedad libre, que cada
uno mire al otro con la comprensión y misericordia que todos los perversos
polimorfos nos debemos. Y la ley humana, afuera. Los cristianos tratamos de
seguir con esfuerzo a ese Dios que intenta siempre salvarnos, porque nada es
imposible para Dios. Los no cristianos no creen en eso. Pero si ambos grupos pretenden
ponerse mutuamente en la cárcel, la historia de Caín es peor. No, gente, calma.
La situación previa al pecado original ya pasó. Pero está la naturaleza
REDIMIDA, y por ende queda el matrimonio tal cual Cristo lo entendió. Que queda
sólo reservado a Dios y exento de la autoridad de los magistrados.
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