domingo, 18 de mayo de 2014

DEL PERVERSO POLIMORFO AL PERVERSO POLIBULLYING

Se ha olvidado, hoy en día, que Freud caracterizó al bebé como un perverso polimorfo. Es uno de los conceptos claves de su psicoanálisis, tapado luego por la apropiación frankfurtiana-marxista de Freud, por las permanentes acusaciones de pansexualismo, por el desprecio de las neurociencias, por el rechazo, en última instancia, a un diagnóstico psicológico-cultural que puso el dedo en una llaga crucial de la existencia humana.

El asunto es que el bebé es, efectivamente, un perverso polimorfo. Todas las conductas que en la vida adulta llamaríamos perversas, el bebé las tiene como un conjunto de pulsiones indiferenciadas, resumidas, si se quiere, en la pulsión de vida y de muerte, invisibles y casi inofensivas, en sus miradas, gestos, sonrisas y llantos, que nos derriten a los adultos.

¿Qué ocurre entonces? Que el rol paterno es el rol que mediante sus “no” incorpora, a este tierno perverso, las normas básicas familiares y sociales (si hay alguna diferencia) que luego como adulto le producen ese “malestar de la cultura”, otro de los diagnósticos más desafiantes de Freud. Esos “no” son incorporados desde la más tierna infancia en el pre-consciente mediante una “represión” que nada tiene que ver con el control que luego el adulto tiene que ejercer sobre sus pulsiones conscientes. Es la canalización de las pulsiones originarias hacia conductas adaptadas y socializadas, que tienen el precio, obviamente, de neurosis diversas –histeroides, fóbicas, angustia, ansiedad- cuyos síntomas derivan en conflictos que luego deben ser psicoanalíticamente tratados según su intensidad. O sea que la visión de Freud como alguien que habría propuesto la liberación de las pulsiones originarias como “solución”, no podría ser más falsa; equivale de decir que santo Tomás era ateo o que Mises era marxista (bueno, sé que hay algunos que lo dirán). Sin la incorporación de los “no”, en el preconsciente durante la primera infancia (que luego evolucionan hacia el super-yo y el principio de realidad) el sujeto se convierte precisamente, en la vida adulta, en un psicótico o un perverso. El adulto normal que no lo es, no lo es y está muy bien que no lo sea, con el inevitable precio, desde luego, de ser el neurótico woodyallinesco, en diversos grados, y el psicoanálisis es precisamente el modo de minimizar el sufrimiento de las neurosis.

Por lo tanto, la ausencia del rol paterno, la caída del rol paterno por las crisis sociales que ponen en tela de juicio todo tipo de autoridad, la paradójica presencia de padres ausentes, ya sea físicamente, y-o porque son casi adolescentes que no pueden y no se atreven a ser adultos frente a sus hijos, y la disgregación de lazos familiares elementales, conducen a la producción en masa de perversos y psicóticos en la vida adulta, cuyo proceso patológico es ya casi irreversible. Expresan sus pulsiones de vida y de muerte de manera socialmente inadaptable y pueden cometer los crímenes más horribles con la misma ausencia de culpa que un adorable bebito de dos meses tira su bracito ante su hermanita más grande o, al contrario, la abraza. Claro, 20 años más tarde, si no hubo rol paterno, ello se convierte en asesinato o incesto.

Ciertos tipos de violencia a la cual estamos asistiendo tienen que ver con todo esto. Que una adolecente sea asesinada cruelmente por sus pares, a golpes, “porque se hacía la linda” o cosas por el estilo, puede tener muchos orígenes, pero hay que tener en cuenta el diagnóstico de Freud, del Freud auténtico, luego destrozado por los que lo utilizaron para todo lo contrario. Freud era un médico, un neurólogo, tierna e ingenuamente positivista y muy conservador. Atento a los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, logró darse cuenta del poder de nuestras pulsiones originarias, y cómo andamos por la vida arrastrándolas en el inconsciente reprimido y transformadas en neurosis de diversa intensidad. El psicoanálisis fue siempre un modo de hacer consciente el origen de esos conflictos y por ende de dar al paciente una mayor auto-conciencia de su interior de tal modo de encontrar una canalización positiva a esos conflictos. El psicoanálisis, lejos de ser la absurda liberalización que muchos suponen, es la re-incorporación del rol paterno perdido o desdibujado, pérdida que produjo que el adorable bebito perverso polimorfo se convirtiera en una bomba de tiempo.

Por lo tanto, las formas de violencia que más nos horrorizan y sorprenden tienen su causa, entre otras, en la caída del rol paterno. Rol paterno que no tiene por qué ser autoritario: puede ser y debe ser dialogante, pero “tiene que” ser. El niño y el adolescente captan perfectamente la presencia del adulto firme, que no grita, cuya sola presencia impone los valores que vive. El niño y el adolescente captan perfectamente que ese adulto, si es tal, no va a gritar, no va a levantar la mano, pero no va a ceder, va a decir, de una u otra manera, “no”. No son necesarias muchas palabras. Pero si el supuestamente adulto es otro niño, inmaduro y caprichoso, que para colmo grita, pega y llora como otro bebé, lo que saldrá de allí es algo terrible: será el conjunto de noticias que hoy nos llenan de perplejidad y de horror.


Por qué la caída del rol paterno, daría para más. Por ahora, sería bueno que quienes se decidan a ser padres –si es que lo deciden, porque muchas veces no- se preguntaran si pueden serlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante comentario sobre el pensamiento de Freud y las consecuencias de la "caída" del rol paterno. Nunca lo había visto así. Gracias por el articulo.