Los debates actuales sobre el celular en el aula revelan hasta qué punto el sistema educativo se sigue auto-percibiendo inmutable ante las nuevas circunstancias culturales que habían comenzado aún antes de internet.
Mi padre, en su libro Etapas
históricas de la política educativa, ya en 1972,[1] describió la tercera etapa como la de los
nuevos medios de comunicación. El había estudiado en Italia con Luiggi
Volpichelli, quien ya en la década del 50 insistía en las virtudes educativas
de la televisión. Antes de Internet, Volpichelli y Gozzer en Italia, y luego mi
padre en Argentina, fueron los tres pedagogos que hablaron de la "tercera
etapa de la política educativa", como aquella donde los métodos centrales
del proceso educativo eran las nuevas tecnologías de la comunicación (en ese
entonces, radio, cine, televisión, discos, grabadoras y, a partir de los 80, la
telemática) ante las cuales los métodos educativos de la primera etapa quedaban
caducos y desactualizados. Eso es, esa etapa donde el Estado Educador recurre
al aula tradicional -dictado, copia, repetición- como el medio principal para
"educar al ciudadano". La tercera etapa requería una transformación
total. Y eso que ninguno de ellos vivió para ver lo que fue Internet. De algún
modo lo previeron con la telemática. Gozzer decía: no se puede llegar a la luna
con una carreta por mejor que esta sea. Hay que cambiar el modelo. El aula
tradicional queda como la carreta frente a la Luna. El nuevo modelo es una
situación en la cual el alumno se autoeduca de hecho y el docente queda como un
profesor-tutor. Ello requería, a) una total desmonopolización del sistema
educativo[2], para
que la situación no quedara de hecho sino que se convirtiera en "de
derecho", y b) nuevas funciones profesionales docentes[3], en
las cuales los docentes son los tutores de lo que los alumnos ya aprenden y han
aprendido con las nuevas tecnologías.
Pero docenes, Estados y sindicatos
se resistieron y se resisten con uñas y dientes ante este cambio que, sin
embargo, ya llegó y gana de hecho la batalla: "... Los docentes
comprobaron -decía mi padre- la fuerza tremenda que adquirían sobre sus
alumnos, cómo actuaban al margen del sistema educativo y se sintieron –quizá
subconscientemente– celosos y resentidos. No comprendieron que se
trataba nada más que de nuevas armas puestas a disposición de la tarea
educativa que les había sido encomendada y en cambio de disponerse a
utilizarlas inteligentemente les dieron la espalda, desdeñosos, altivos y
encastillados en su tradicional metodología. La situación no ha variado hasta
hoy. Los docentes siguen entendiendo su profesión sólo dentro de los
ámbitos escolares y en forma de relación directa de un maestro o profesor ante
un grupo de alumnos. Diarios, revistas, discos, cinematografía,
radiofonía, televisión, continúan constituyendo un mundo externo al sistema
educativo formal, contra el cual la escuela debe –según parece– luchar
implacablemente para reconstruir cada día lo que esos enemigos destruyen sin
prisa y sin pausa”[4].
Y concluía: “…En esta batalla absurda, el docente está condenado a
la derrota. La lucha es desigual, las armas incomparables y la pugna carece de
razón.[5]”
Por lo tanto, la situación no consiste en tratar de adaptar internet y el celular al aula, sino en comprender que es el aula tradicional la que debe ser eliminada. La tercera etapa ya ha llegado de hecho, pero se siguen viendo a las nuevas tecnologías de la comunicación como intrusos a los que hay que controlar más que como los nuevos métodos educativos de los cuales el docente tiene que ser el tutor que oriente. Para seguir con la metáfora, en el nuevo modelo el educando es el piloto, está al mando del plato volador, y el docente tutor se sienta a su lado aconsejándolo y orientándolo.
Lo
que pasa actualmente es similar en la segunda etapa de la política educativa,
en la década del 20 del siglo pasado, donde varios pedagogos advierten contra
el racionalismo del aula positivista y quieren llevar al aula elementos del "mundo de la vida" que puedan superar esa concepción reducida del ser humano (copiar y repetir). La reacción general
ahora es llevar el internet al aula tradicional. La intención es buena, pero es
como pretender colocar un plato volador dentro de una carreta. No encaja.
Ante
la imposibilidad mental de dejar de lado al aula tradicional, y ante las
prohibiciones de Estados y sindicatos al respecto, el último intento consiste
en la prohibición de ingresar a la carreta con el plato volador. O sea, la prohibición
de internet en el aula, o sea la prohibición del celular, porque es el
adminículo que por excelencia se escapa al “vigilar y castigar” del aula
tradicional.
El
problema es que computadoras portátiles y celulares han sincerado la situación.
Antes, la mayoría de los alumnos desinteresados en el docente que monologaba
podían mirarlo, tranquilamente, mientras pensaban en otra cosa, como yo hice el
99% de las horas que tuve que estar encerrado en el aula. Ahora, sencillamente,
se nota que están en otra. Ah, entonces los prohibimos y listo. Tapar el sol con
la mano es una vieja tentación. O como los fabricantes de velas caricaturizados
por Bastiat, cuando pedían que el Estado prohibiera la libre competencia del
sol.
Por
supuesto, puede ser que dentro del aula se den, aún, auténticos espacios de
conversación y por consiguiente de aprendizaje. Pero eso es a pesar del aula,
no por el aula, como el mercado que aún queda en el mundo, que es a pesar del
Estado y no por el Estado. El ser humano responde a incentivos normales. El
docente heroico no es la solución[6].
La
prohibición del celular en las aulas es un grave síntomas de la incomprensión de qué es lo que verdaderamente
sucede con la educación hoy. Lo que sucede es que el eje central de la
educación, hoy, está y seguirá estando fuera del aula a la cual se mantiene como un
icónico totem cuya superación es, claro, un tabú. Mientras tanto
generaciones y generaciones siguen perdiendo las horas más preciosas de su
vida. Los sindicatos y sus criminales huelgas son un problema, pero no son el
problema. El problema es el aula, por mejores que sean sus edificios, sus
equipos y sus docentes.
Mientras
no sea vea cuál es el problema, no habrá solución.
[1] Zanotti, Luis J.: Etapas históricas de la política
educativa, Eudeba, Buenos Aires, 1972. De Zanotti, ver: La
hora de encontrarse a sí mismo, Ed, de Belgrano, Buenos Aires, 1994; El
Normalismo, Comité Permanente de Educación Media, Buenos Aires, 1959; “La
desinstitucionalización del sistema educativo”, Revista del IIE, Nro 26,
Mayo de 1980; “Posibilidad y alcances de la política educacional como una
disciplina autónoma; Revista del IIE, nro. 62, Junio de 1988; “En torno
al buen uso de la libertad de enseñanza”, Asociación por la libertad de
enseñanza, Buenos Aires, 1963; “El cuestionamiento de las instituciones
escolares”, en VVAA, Educación, ideología y política, IIE, Buenos Aires, 1975; Precisiones
pedagógicas, Guadalupe, Buenos Aires, 1967; Los objetivos de la Escuela
Media, Kapeluz, Buenos Aires, 1976; Política Educacional, Laserre,
Buenos Aires, 1960; Etapas históricas de la política educativa, op.cit; La
escuela y la sociedad en el s. XX, Estrada, Buenos Aires, 1970; “El
monopolio educativo”, La Nación, 5-4-72; “Nuevas funciones profesionales
docentes”, Revista del IIE, Nro. 19, Noviembre de 1978. Todos estos
libros y todos sus artículos se encuentran compilados en Zanotti, Luis J.: Su
obra fundamental, Instituto de Investigaciones Educativas, Buenos Aires, 1994;
versión on line en www.luiszanotti.com.ar. Sobre Zanotti, ver Zanotti,
Gabriel J.: Luis J. Zanotti: sus ideas fundamentales y su importancia para
nuestro tiempo, Instituto Acton, Buenos Aires, 2022
[2] Zanotti, Luis J.: “La desinstitucionalización
del sistema educativo”, op.cit.
[3] Zanotti, Luis J.: ““Nuevas
funciones profesionales docentes”, op.cit.
[4] Op.cit. p. 25
[5]Idem.
5 comentarios:
Gracias profe colega, su lucidez abre mentes y conforta espíritus!
Ojo, esta prohibición NADA tiene que ver con la "calidad educativa". Es un parche, un espasmo, ante el problema de las apuestas. Por más que lo vendan como algo por la calidad del sistema, no es por ello.
Más de gestos políticos!!!
Gabriel, eso que usted dice no existe. Por más que existan los cohetes, sigue habiendo más carretas que cohetes en el mundo. Y por más que existan los viajes a la luna, la gente día a día va a viajar a lo de la tía o al supermercado
Coincido. Hay que eliminar a la CONEAU y a todo organismo monopolico que pretenda quedarse con la ultima palabra sobre lo que enseñar, "educar", pensar y hablar.
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